sábado, 23 de noviembre de 2019

AFORISMOS Y CAVILACIONES 24. (Sobre la técnica III)



SUPERFICIALES. Lo bueno que tiene un periódico de papel es que pronto se vuelve viejo y nos los quitamos de encima enseguida, sin que volvamos a acordarnos de él. Lo malo que tiene el periódico digital es que siempre está rejuveneciendo y no nos los podemos quitar de las manos. Los periódicos de papel pronto nos dejan tranquilos ; los digitales nos andan siempre inquietando. Uno lo leemos de una vez y siempre profundamente; el otro lo leemos sin parar, una y otra vez, pero sólo superficialmente.

SI EL DIABLO QUISIERA ATURDIRNOS. Si el diablo tuviera necesidad  de aturdir el hombre, habría inventado la pantalla: cada vez que el hombre la mira, queda inmediatamente aturdido y como fuera de combate.

LA NUEVA RELIGIÓN DE LA HUMANIDAD. Más sagrado e indiscutible que la existencia y la bondad de Dios para los creyentes es la creencia en los beneficios que nos reporta la técnica. Es así como la técnica se convierte en la nueva religión de la humanidad, siempre dispuesta a exigirnos los sacrificios más crueles e inhumanos.

LOS TRAPOS SUCIOS NO SE LAVAN EN CASA. Tan miserable tienden a ser los hombres, que sorprende que no saquen a relucir en Facebook sus miserias. Aunque es precisamente el hecho de que ocultemos nuestras miserias lo que revela cuán miserables somos.

EL TOQUE HUMANO SERÁ COSA DE RICOS. La tecnología es ese instrumento que utilizan las élites para preservar su status y empobrecer a los hombres, a los que acaban dominándolos mediante la venta de esos mismos instrumentos, que sirven a la vez para tenerlos reprimidos y atrofiar sus facultades laborales. Se dice que en el futuro sólo los profesores y los médicos se salvarán de ser robotizados, porque sanar enfermos y educar niños necesitará un toque humano. Más no que hay que olvidar que en el futuro ese toque humano se pagará caro y que sólo estará al alcance de los ricos, mientras que los robots quedarán destinados a curar y a enseñar a los más pobres.

MÁQUINAS PARLANTES Y HOMBRES BALBUCIENTES. Los académicos de la lengua han decidido volcarse en enseñar a hablar bien a las máquinas, incluso teniendo en cuenta las peculiaridades de cada zona, incluyendo sus distintos acentos, y esto muestra ya la tendencia educativa del futuro más próximo. Destinar más energías y recursos en enseñar a hablar bien a las máquinas en detrimento de los propios hablantes. Y la razón es simple: en una sociedad tecnificada y entregada a los mercados, ya tiene más valor una mercancía que un hombre. Si las máquinas pueden hacer las cosas bien, ya no importa que los hombres las hagan mal. Si el conocimiento y  la cultura la poseen las máquinas, ¿para qué va el hombre a cultivarse?

LA NUEVA ANGUSTIA ESPIRITUAL. Más penoso que el trabajo del que nos liberaron las máquinas es el trabajo de manejarlas. Liberan al hombre de una penosidad física para llevarle a una angustia espiritual.


NOS ABURRIMOS MÁS. A causa de la aparición de internet, cada vez nos aburrimos más intensamente cuando apagamos el ordenador.

YA NO HACE FALTA MIRARSE EN EL ESPEJO. No hay nada más disparatado que un hombre sacándose una fotografía, como si no tuviera el hombre ya bastante con mirarse en el espejo. Ya lo dijo Susan Sontag, hay algo depredador en el hecho de tomar fotos. Pero no llegó a adivinar el narcisismo que nos iba a aquejar a todos. Al hombre actual no le vale con mirarse en el espejo cada mañana; tiene que hacerse un  selfi a cada instante; y aun no le basta con eso: tiene que mostrárselo a todos sus conocidos

LA MUERTE INCORPORADA. Todo lo que se motoriza y se maquiniza lleva la muerte incorporada. En algunos países, a causa de la aparición de las bicicletas eléctricas, ya hay más muertes entre ciclistas que entre automovilistas.

EN COLA DE ESPERA. Nada más triste que esperar a que se cumplimente un trámite delante de la pantalla de un ordenador. Hemos cambiado el bullicio y las conversaciones de las colas frente a una ventanilla por la inhumana espera ante una página que nos bloquea.

DESPIDO POR ERROR. La prueba de que a los hombres no  se les permite ya errores, al entrar en competencia con las máquinas, que nunca los cometen, es que cuando aparece una máquina que realiza sus funciones, el trabajador es inmediatamente despedido y nunca vuelve a desempeñar manualmente su antiguo trabajo; a ninguno de los dos, humano o máquina, se les perdona los errores, pero se es siempre más indulgente con la máquina, por la irónica razón de que ésta no los comete; y si lo hace, es inmediatamente relevada por otra que lo hace mejor.

DESORDEN MENTAL. Joan Baez se queja de que vivimos un auténtico desorden mental: hoy los niños no están en contacto con la naturaleza y la gente ya no aprecia la importancia de un árbol. Y es que la tecnología tiene como principal efecto el alejamiento y hasta el abandono de la naturaleza, pero también la pérdida del valor de la naturaleza misma. Hoy en día tiene más valor la imagen de un árbol en una pantalla que el árbol mismo.

YA NO HAY CUESTION SOCIAL. Cuanto más se habla de revolución industrial de la mano de la tecnología menos se ocupan los hombres de las cuestiones sociales. Es así como la tecnología funciona como un opio para el pueblo: las máquinas se convierten en los verdaderos agentes revolucionarios que todo lo transforman, sin que el hombre quiera ya hacer nada por cambiar las cosas. Las máquinas hacen que siempre cambie algo, para que en las cuestiones sociales nada cambie.

LA MAQUINA ES HUMANA. Es curioso que en la actualidad la palabra humano vaya cada vez más conectada con la palabra máquina, justamente aquello que más connotaciones inhumanas tiene. La máquina es lo inhumano por excelencia y la conexión con la máquina nos volverá más inhumanos.

 ¿DÓNDE ESTA EL PRINCIPIO DE REALIDAD? Lo que nos enseña la tecnología de las comunicaciones es que el hombre prefiere estar en contacto con una ficción antes que con la misma realidad, hasta el punto de que el efecto más pernicioso de la tecnología es habernos privado del contacto con la realidad.

¿QUIEN DECIDE AQUÍ? Cuanto más complejo y tecnológico se vuelve el mundo en que vivimos, más difícil se nos hace comprenderlo y menos posibilidades tenemos de reaccionar ante él para cambiarlo. Pues las verdaderas transformaciones de la sociedad vienen de la mano de los técnicos, que son sólo peones en manos de una oligarquía empresarial. Unos pocos toman las decisiones, sin que la mayoría tenga ninguna parte. Y en las urnas sólo decidimos lo insignificante.

LA INVOLUCIÓN DEL HOMBRE. Que la única revolución en estos tiempos sea la de la tecnología significa que la única involución es la del hombre. Acelerados los tiempos, ya no evoluciona el hombre; evolucionan solo las máquinas a las que se le engrana.

HAY QUE RESIGNARSE. Tal vez el peor defecto moral que ha tenido la tecnología sobre la mentalidad de las personas es la resignación. Cualquier perjuicio palmario producido por la aparición de una nueva máquina se acaba desestimando mediante el pensamiento –propalado por las grandes corporaciones- de que cualquier cambio es irremediable y que hay que sacrificarse en aras del progreso.

VÍCTIMAS Y VERDUGOS. El mayor instrumento de dominación de las élites es la tecnología, es su cetro de mando y mediante ella logra producir un efecto hipnótico y fascinante que acaba por entregar a las víctimas en brazos de sus verdugos.

YA SÓLO NOS QUEDAN CARICATURAS. Las nuevas formas de la comunicación vuelven a la humanidad más grotesca, pues hace que los hombres prefieran comunicarse con una caricatura antes de hacerlo cara a cara.

NOS FALTAN ESCRÚPULOS MORALES. La razón por  la que las cuestiones éticas ya no están de moda es porque las máquinas, que tanto abundan en este mundo, carecen de escrúpulos morales.

¿Cuál ES EL PROBLEMA? Las máquinas vienen a expresar la desconfianza en las posibilidades que tienen los hombres en resolver sus problemas. Los problemas que resuelven las máquinas no son los verdaderos problemas que acucian a los hombres, y la prueba es que las máquinas no han venido a aliviar la miseria moral sino que la han agudizado.

YA NO NECESITAMOS DE NUESTROS SEMEJANTES.  Cada vez que por medio de una máquina realizamos una transacción, nos privamos de un contacto humano. Internet no nos ayuda a estrechar nuestras relaciones sino que nos despoja del trato humano, recluyéndonos cada vez más en nuestra soledad delante de un ordenador. Toda operación con una máquina viene a confirmar que en un mundo tecnológico el hombre no necesita de los otros hombres.

NO SE ADMITEN PROTESTAS. En un mundo con máquinas,  cada vez es más difícil la actitud contestataria. Las máquinas tienen como efecto hacer posible un espacio donde es imposible toda protesta. Podemos quejarnos ante un dependiente o un funcionario, pero jamás ante una máquina.

OÍDOS SORDOS Y OJOS CIEGOS. Quizás lo peor que se puede decir de los móviles es que han acabado por arruinarnos las conversaciones. Cada vez notamos más oídos sordos a nuestras palabras y vemos más ojos ciegos tanteando en las pantallas

EL GRAN HERMANO SIEMPRE ESCUCHA. Pero ya no importa que nos escuchen sin atención nuestros semejantes, pues cada vez se aplican más oídos electrónicos que nos escuchan para atender nuestras suplicas y saciar nuestros deseos.

LA MALDICIÓN DE LA TÉCNICA. La maldición de la técnica no es que las máquinas les roben el trabajo a los hombres sino que los hombres acaben trabajando para ellas.

YA LEEMOS CON LAS TRIPAS. La nobleza de la mirada de quien lee un libro se trueca en vileza cuando se cambia por la pantalla de un móvil. Es como si todo lo que uno puede leer a través de una pantalla no fuera más que insultos y deprecaciones. Mientras el libro vuelve espiritual la mirada del lector -a fuerza de concentración-, la dispersión que origina la lectura de la pantalla vuelve la mirada visceral. Hoy en día se lee más con las tripas que con el corazón.

LA MODA ES LA MADRE DE LA MUERTE. La virtud de un libro radica en su intemporalidad: su tiempo siempre es otro que el nuestro. El defecto de los dispositivos electrónicos es precisamente su actualidad: en todo momento viene a raptarnos de nuestro presente. Uno aquieta nuestro ánimo y el otro lo agita. La paradoja está en que lo más intemporal nos permite comulgar con el tiempo, mientras que lo más actual nos acaba exiliando de él.

CABEZA BORRADORA. De la mano de la tecnología toda empresa o proyecto recalca que viene a traer la modernidad y el futuro, y este mantra funciona como una suerte de embaucamiento que borra de la mente de los hombres toda sospecha y atisbo de los aspectos siniestros: toda empresa no proyecta la promesa de un futuro halagüeño, sino el reflejo de un presente que sigue reproduciendo la injusta explotación de los hombres.

EL MITO DE LA ETERNA JUVENTUD. A medida que la sociedad rejuvenece con la plétora de inventos tecnológicos de toda índole, que hace que cada tiempo puede tacharse de ser el más joven de todos los tiempos, la mentalidad de los hombres envejece más aprisa. En una sociedad que apenas requiriese cambios tecnológicos, los ciudadanos tendrían una mentalidad que apenas envejecería con el paso del tiempo. El mito de la búsqueda de la eterna juventud debe haberse originado en el momento en que una cultura se abrió a los cambios tecnológicos, produciendo hombres que se sentían envejecer cada vez más deprisa.

¿QUIEN DIRIGE NUESTROS PENSAMIENTOS? Hasta tal punto se adueñan las máquinas del hombre que, desde la aparición del ordenador, las frases se van acortando, el estilo se va haciendo martilleante y lapidario y el corte de nuestros pensamientos acaba siendo modelado al compás y patrón de nuestra convivencia con la máquina. La máquina nos dirige: no sólo nuestra forma de escritura; llega a dirigir incluso nuestros pensamientos.

EL HOMBRE YA ES UN APÉNDICE DE LA TÉCNICA. Los mensajes se hacen cada vez más breves, las conversaciones más banales, los diccionarios más flacos, las mentes más estrechas: y el hombre queda por fin reducido a un apéndice de la técnica.

TODAVÍA NOS QUEDA LA CONCIENCIA MORAL. La falta de escrúpulos morales es una carencia que cada vez abunda más entre los hombres, porque la civilización aparece cada vez más dominada por el modo de proceder de la mentalidad mercantil, que sólo entiende de cálculos para explotar mejor a los otros hombres, y que trata de hacerles rendir, no ya como animales, sino como las mismas máquinas a las que sirven. En este panorama de embrutecimiento, cada vez que se ve a un hombre con una conciencia moral agudizada, se le percibe casi como  un idiota, porque lo humano ya ha sido relegado a la inteligencia artificial. Y la inteligencia artificial se caracteriza por no tener escrúpulos morales que la entorpezcan. Pero el verdadero peligro vendrá el día en que las máquinas comiencen a ser adiestradas en tareas éticas. Ese día ya no tendremos necesidad de resolver dilemas morales y las máquinas habrán usurpado toda nuestra sensibilidad, mientras el ser humano se habrá por fin transfigurado en máquina, ya destronado de su lugar en el universo.

LA PESADILLA DISTÓPICA. Si nos situamos en retrospectiva, viendo el estado de cosas presentes desde la perspectiva de veinte años atrás, comprobamos con horror que el mundo se ha vuelto completamente distópico y que las peores pesadillas han venido a amargar nuestros mejores sueños, y que la peor ellas, la de los hombres abrazando alborozados esta distopía, ya se ha cumplido. Y sería precisamente esta visión retrospectiva la única capaz de hacernos comprender que nuestros sueños ya se han convertido en pesadillas. Pero los hombres no quieren retroceder para no tener  que hacerse preguntas incómodas sobre su desgraciada condición.

EMBAUCAMIENTO COLOSAL. La ciencia es un coloso encantador que nos hipnotiza con sus promesas. De ahí que el mundo entero no pueda desembarazarse de sus hechizos. Nos habla siempre de un futuro prometedor y de unas promesas que siempre serán cumplidas. Los sueños soñados por la técnica acaban arrumbando los verdaderos sueños humanos y el hombre acaba viviendo la pesadilla del mundo prometido por la técnica, convertido a la postre en un mundo inhumano. Un mundo al revés, donde la utopía ya ha quedado atrás, el presente es distópico y el futuro apocalíptico.

LA OBSOLESCENCIA DEL HOMBRE. La aparición de las máquinas nuevas no va volviendo obsoletas a las máquinas anteriores sino al propio hombre. Pues el hombre fabrica máquinas que hacen mucho mejor lo que el hombre hace, por lo que los hombres dejan de ser necesarios y se vuelven obsoletos.


NI TIEMPO LIBRE NI DESCANSO. La gran coartada de las máquinas era que nos regalarían tiempo libre y nos liberarían del esfuerzo físico, pero las máquinas cada vez nos ocupan más tiempo de negocio, y el poco que nos queda de ocio también lo ocupan las máquinas, que nos han liberado del esfuerzo físico a cambio de exigirnos cada vez más esfuerzo mental.

EL MITO DE NARCISO. Para reflexionar sobre la técnica resulta capital tomar conciencia de que ésta lleva al hombre a su ruina. La técnica incardina al hombre en un proceso, no de deshumanización, sino de inhumanización. La técnica representa lo más alejado del hombre, pese a ser su fruto y su instrumento. Representa lo inhumano, y todo contacto con ella inocula en el hombre su elemento antagónico, que a la postre lo acaba destruyendo. La técnica es la imagen especular del hombre, reflejo de su esencia, pero al igual que ocurre al mirar en un espejo, ese reflejo dibuja su lado siniestro, su reverso y toda su negatividad, y tal como nos advierte el mito de Narciso, el hechizo que produce esa imagen especular acaba llevando al hombre a su aniquilamiento

LA RADICAL INSOCIABILIDAD DEL HOMBRE. Uno de los efectos más perniciosos de la aparición de las máquinas es que traen el aislamiento de los seres humanos y los vuelve más insociables. Los hombres, al tratar con máquinas, ya dejan de relacionarse con los otros hombres. Así, con la aparición de las lavadoras se acabaron las relaciones en los lavaderos; con la aparición de la televisión, se dejó de lado la sociabilidad de los espectáculos en vivo; con la aparición del automóvil, se abandonó el contacto con los peatones, hostigados por el tráfico y el ruido,  y los encuentros entre personas acabaron en choques y atropellos, y así se podría continuar indefinidamente. Nada ha venido a separar más a los hombres que la invención de las máquinas, y si en la actualidad uno de los males que nos aquejan es la soledad, es porque las maquinas se interponen entre los hombres y se vuelven, por decirlo así, celosas de su compañía. La máquina nos libera de un trabajo, pero precisamente aquel trabajo era lo que nos unía a los otros hombres.


EL SABER APRETAR UN BOTON. La máquina es el principal enemigo de la comunidad de los hombres, pues cada vez que un hombre pone una máquina en sus manos comienza a atrofiar sus instintos comunitarios y ya no quiere compartir su tiempo y sus facultades más que con máquinas. Pero no sólo atrofia sus instintos comunitarios, también sus facultades más humanas, suplantándolas por nuevas facultades y destrezas al servicio de la máquina. Los hombres nos creemos más modernos y poderosos por aprender el manejo de una máquina, pero toda máquina tiende al automatismo y todo el saber del hombre se acaba reduciendo a la triste tarea de apretar un botón.

LAS MÁQUINAS NUNCA CALLAN. Quizás lo peor que se puede decir de las máquinas es que han venido a aniquilar el silencio. Se podría pensar que es poca cosa el silencio. Pero sólo en una humanidad donde ya reinan las máquinas, el silencio es lo más despreciado, síntoma inequívoco de que el hombre ya tiene su sensibilidad atrofiada.

NUESTRO TIEMPO ES ORO. La tecnología, cuando se alía con las industrias del entretenimiento, contagia de banalidad la vida de los hombres, y el tiempo de que disponen deja de tener valor. Así el hablar por hablar en las conversaciones telefónicas, el escribir mensajes sólo para figurar, el emplear tiempo sin cuento en mostrar la vida íntima y banal sólo por aparentar, el ponerse a buscar en los motores de búsqueda sólo por buscar. Quien invierte su tiempo en la tecnología del ocio acaba derrochando su tiempo vital, en parte porque las empresas que nos venden esa tecnología necesitan ocupar el tiempo de los clientes para convertirlo en dinero. El deseo de la mayoría de las personas no es derrochar su tiempo, pero el deseo de invertir bien el propio tiempo peligra cuando tiene que luchar contra el apetito que tienen las grandes corporaciones de convertir nuestro tiempo en un botín: nuestro tiempo se transforma en oro para las empresas, nuestro derroche en un tesoro capitalista y nuestras vidas en un nicho de negocio.

LOS ARTESANOS NO SUPIERON VENDER. El principal objetivo de los hombres que dominan las industrias es vendernos sus productos a través de todo tipo de artimañas y esa es la principal razón por la que los hombres prefieren llevar a cabo una actividad por medio de máquinas antes que a través de una forma artesanal, no porque se crea que una es mejor que la otra, sino porque los que fabrican las máquinas se encargan, a golpes de talonario, de que prefiramos lo fabricado a lo natural, lo inhumano a lo humano.

SEA ANATEMA. La prueba de que la tecnología ha venido a relevar a las religiones y se ha convertido en el nuevo ídolo sagrado es que no hay nada más blasfemo que maldecir contra la tecnología, cuyos sacerdotes nos advierten que no se debe demonizarla. Las críticas enseguida son recibidas como anatemas y quienes las dirigen son percibidos inmediatamente como herejes.

LA VIDA INÚTIL. Por mucho confort que aporte la tecnología, no podemos olvidar que la verdadera miseria no radica ni en la incomodidad ni en la pobreza, sino en estar rodeado de máquinas que trabajan para servirnos, sin que nosotros mismos sirvamos ya para nada.  

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