lunes, 4 de noviembre de 2019

POETAS 123. Miguel Hernández (III) "Cancionero y Romancero de Ausencias"


Miguel Hernández Gilabert nace el 30 de octubre en Orihuela. Su padre era un tratante de ganado lanar y su hijo le ayudará a pastorear el rebaño. Alterna esta tarea con el estudio hasta los catorce años en un colegio de jesuitas, pero tiene que dejarlo para atender en exclusiva el ganado. El resto de su formación la obtendrá gracias a un exigente autodidactismo, que se sobreprondrá incluso a las palizas que el padre le propinaba cuando le encontraba leyendo. Desde muy temprano se embebe en lecturas que le llevan a escribir sus primeros versos y a asistir a cenáculos de Orihuela: en la reuniones de la tahona de los hermanos Carlos y Efrén Fenoll intima con quien será su guía y le introducirá en círculos neocatólicos. Se trata de Ramón Sijé, condiscípulo infantil que se iba a convertir en un ensayista precoz y que iba a alentar a Miguel Hernández en sus primeros versos.

Pronto empieza a publicar sus poemas en las revistas locales, especialmente en “El Gallo Crisis”, revista fundada por Ramón Sijé.  Cuando le llaman para hacer el servicio militar, se libra por excedente de cupo, frustrándose así una vía para evadirse. No obstante, desafía la resistencia paterna y hace un primer viaje a Madrid en noviembre 1931, después de que sus amigos organicen una colecta para el billete en un vagón de tercera. Allí llega cargado con sus primeros versos y es recibido por Concha Albornoz y Ernesto Giménez Caballero. Permanecerá en la capital hasta el 15 de mayo del año siguiente. Van a ser tiempos preñados de dificultades: no encuentra trabajo y llega a pasar hambre; se verá obligado a pedir empleo a sus paisanos. Traba relación con algunos poetas que le introducen en la esfera de Góngora, del que pronto se hará devoto: sus versos acusarán pronto su influencia.

Ya de vuelta en Orihuela, consigue un modesto empleo en el despacho de un notario y sigue escribiendo con entusiasmo. En 1934 comienza un noviazgo con Josefina Manresa. En marzo de ese año prueba fortuna con un segundo viaje a Madrid, esta vez ya con un poemario publicado, “Perito en lunas”, y dos actos de un auto sacramental, que son el fruto de una ferviente dedicación a los clásicos. Esta vez tiene más suerte y conoce a poetas que serán egregios: García Lorca y Vicente Aleixandre. José Bergamín le publicará su auto sacramental y José María de Cossio lo emplea como secretario y redactor de su enciclopedia taurina. Trabaja también las misiones pedagógicas, creadas por los organismos culturales del gobierno de la República en pro de la educación de los pueblos. Empieza a distanciarse de Ramón Sijé, que en vano trataba de ganárselo para su ideario neocatólico. Cuando éste muere en el mes de diciembre, el poeta entra en una crisis de remordimientos de conciencia que le abocará a la escritura de su famosa elegía.

El encuentro con Pablo Neruda en 1935 va a suponer un hito en la vida de Miguel Hernández, a quien conoció cuando “llegaba de alpargatas y pantalón campesino de pana desde sus tierras de Orihuela”. En sus memorias, “Confieso que he vivido”, Neruda traza un retrato de primera mano del poeta: “Era tan campesino que llevaba un aura de tierra en torno a sí. Tenía una cara de terrón o de papa que se saca de entre las raíces y que conserva su frescura subterránea. Su rostro era el rostro de España cortado por la luz, arrugado como una sementera, con algo rotundo de pan y tierra. Sus ojos quemantes ardiendo dentro de esa superficie grande y endurecida al viento, eran dos rayos de fuerza y de ternura”. Neruda lo alberga en su casa, donde escribe y acusa la influencia de sus versos surrealistas. Él se encarga de buscarle trabajo por mediación de un vizconde, alto funcionario de un ministerio, que admiraba los versos del poeta campesino. Cuenta Neruda en sus memorias que cuando le insta a Miguel Hernández a que le indique qué puesto deseaba para extenderle su nombramiento, el poeta, después de mucho cavilar, le contesta si “no podría el vizconde encomendarme un rebaño de cabras por aquí cerca de Madrid”. Neruda llegará a confesar que en todos sus años de poeta nunca le fue dado contemplar “un fenómeno igual de vocación y de eléctrica sabiduría verbal”. Esta sabiduría verbal empezará a hacerse patente en su segundo poemario publicado, “El rayo que no cesa”.

En enero de 1936 es detenido por la guardia civil en San Fernando del Jarama por carecer de carnet de identidad. Un grupo de intelectuales protesta por el atropello. Al estallar la guerra civil se encuentra en Orihuela pero se desplaza a Madrid en septiembre y se alista voluntario en el ejército popular de la república. Ingresa en el 5º regimiento, de filiación comunista y participa en diversas operaciones en los alrededores de la capital. Durante los tres años que dura la guerra su labor se vuelve frenética: “solo me canso y no estoy contento –confiesa- cuando no hago nada”. Desempeña funciones de comisario de cultura. En 1937 se le destina a Jaén como jefe del “altavoz del frente” –un servicio de agitación y propaganda-; convierte su poesía en arma de combate. Ya sea en los campamentos o en las trincheras, recita su poesía ante los soldados. En Marzo de ese año se casa con Josefina. Luego va destacado a los frentes de Teruel y Extremadura. Participa en el II Congreso de intelectuales antifascistas e intima con el comunismo cuando es comisionado para ir a Rusia. En diciembre de 1937 nace su primer hijo, que muere al año siguiente. El 4 de enero de 1939 nace Manuel Miguel, su segundo hijo. Por esos días, en Valencia, se halla componiendo su libro “El hombre acecha”. Al terminar la guerra no se le ocurre mejor idea que cruzar la frontera por Portugal, país gobernado por la dictadura de Salazar; es detenido y entregado a la policía española. Pero en septiembre es puesto en libertad provisional. Solicita asilo político en la embajada de Chile –a la que estaba vinculado por su amistad con Neruda- y piensa en emigrar a ese país, pero no se le permite. Parece que fue el propio Miguel Hernández quien al final renunció a esa vía de escape, por considerarla una deserción de última hora.

Se va al pueblo y es apresado de nuevo. En julio de 1940 se le condena a muerte, pero la máxima pena le será conmutada por treinta años de prisión, gracias a la intervención de algunos escritores con influencia dentro del régimen: Cossío, Ridruejo y Sánchez Mazas.  Comienza así su particular “via crucis” por el itinerario de cárceles españolas: Madrid, Palencia, Ocaña. Pasa hambre y frío y su salud se resiente. En la cárcel de Palencia adquiere una neumonía; en la de Ocaña, una bronquitis. Una tisis le ataca cuando es trasladado a Alicante, su último destino en un reformatorio de adultos. Después de una prolongada agonía, una tuberculosis galopante acaba con su vida, el 28 de marzo de 1942.

A quienes conocieron a Miguel Hernández, les llamaba la atención  la poderosa vitalidad que emanaba de su personalidad y también la dificultad que tenía para encajar en un medio urbano. Es a raíz de su primer viaje a Madrid cuando el poeta comienza a plantearse las cuestiones sociales que iban a dejar impronta en su poesía. Especial influencia para la toma de conciencia tuvo la revolución de Asturias, que le llevó a poner su pluma al servicio de la causa social. A partir de la guerra civil, se siente identificado con la causa comunista y se convierte en militante. El viaje  que hace a Rusia en 1937 acaba por despertar su fervor por la revolución. Ciertas maquinaciones que observa entre los dirigentes del partido le llevan, sin embargo, a expresar sus dudas e incluso a quemar el carnet, según afirman algunos testigos.

Por su precocidad como poeta y su adscripción a las vanguardias, a Miguel Hernández se le ha vinculado con la generación del 27, reproduciendo en su poesía rasgos que son comunes: neogongorismo, surrealismo y neopopularismo. Su poesía primeriza, teñida de regionalismo, madura hacia formas más elaboradas a raíz de su estancia en Madrid. En 1933 publica Perito en lunas, un ejercicio manierista en octavas reales que respira el influjo de Góngora. Con “El rayo que no cesa” (1936), se encuentra a sí mismo como materia poética; tomando el soneto como base y con influjo de Quevedo, consigue una obra madura y personal. Al mismo tiempo que ultima el rayo que no cesa, Hernández se impregna de la poesía nerudiana y va discurriendo hacia una poesía impura, cargada de sugerencias surrealistas. El compromiso social y político tiene su reflejo en “Viento del pueblo” (1937) y ”El hombre acecha” (1937-38). La tragedia colectiva de la guerra resuena angustiosamente en su periplo carcelario, provocándole los versos más desgarradores en su “Cancionero y Romancero de ausencias”, (1938-1941).

Se ha dicho que la palabra poética de Miguel Hernández conmueve por su intenso dramatismo, por su sentimiento trágico de la vida. La pena se convierte en un "leitmotiv" de su obra: es el sufrimiento elevado a dimensiones cósmicas. Las tensiones íntimas provocadas por el amor o por los problemas sociales agudizan la emotividad expresiva de sus versos.

También ha sido un poeta que ha tenido el amor como norte de sus poemas, ya fuera su modelo la tradición petrarquista o los desgarradores sonetos amorosos de Quevedo. Según Guerrero Zamora, se trata de un amor carnal, “nunca contemplación espiritual, sino éxtasis del alma a través del espasmo de los cuerpos”. Sus alusiones sexuales son constantes. También es un amor ligado a la corriente vital de la tierra, que se nutre de una concepción panteísta del universo. Hombre y naturaleza aparecen fundidos en uno.

Su poesía es más social que política. Al estallar la guerra su vocación social se vuelve revolucionaria y comienza a hacer de su poesía un arma de combate. Al principio, desde “el altavoz del frente”, con la finalidad de levantar el ánimo de los soldados, incurre en una retórica propagandística. Más tarde, los desastres de la guerra le llevan a una visión más pesimista en la que hace acta de aparición un dolor que adquiere dimensiones cósmicas.



Nanas de la cebolla

[Dedicadas a su hijo, a raíz de recibir una carta de su mujer en la que le decía que no comía más que pan y cebolla.]


La cebolla es escarcha

Cerrada y pobre:

Escarcha de tus días

Y de mis noches.

Hambre y cebolla,

Hielo negro y escarcha

Grande y redonda.


En la cuna del hambre

Mi niño estaba.

Con sangre de cebolla

Se amamantaba.

Pero tu sangre,

Escarchada de azúcar,

Cebolla y hambre.


Una mujer morena

Resuelta en luna

Se derrama hilo a hilo

Sobre la cuna.

Ríete, niño,

Que te tragas la luna

Cuando es preciso.


Alondra de mi casa,

Ríete mucho.

Es tu risa en los ojos

La luz del mundo.

Ríete tanto
que en el alma, al oírte,

Bata el espacio.


Tu risa me hace libre,

Me pone alas.

Soledades me quita,

Cárcel me arranca.

Boca que vuela,

Corazón que en tus labios

Relampaguea.


Es tu risa la espada

Más victoriosa,

Vencedor de las flores

Y las alondras.

Rival del sol.

Porvenir de mis huesos

Y de mi amor.


La carne aleteante,

Súbito el párpado,

Y el niño como nunca

Coloreado.

¡Cuánto jilguero

Se remonta, aletea,

Desde tu cuerpo!


Desperté de ser niño:

Nunca despiertes.

Triste llevo la boca.

Ríete siempre.

Siempre en la cuna,

Defendiendo la risa

Pluma por pluma.


Ser de vuelo tan alto,

Tan extendido,

Que tu carne parece

Cielo cernido.

¡Si yo pudiera

Remontarme al origen

De tu carrera!


Al octavo mes ríes

Con cinco azahares,

Con cinco diminutas

Ferocidades.

Con cinco dientes

Con cinco jazmines

Adolescentes.


Frontera de los besos

Serán mañana,

Cuando en la dentadura

Sientas un arma.

Sientas un fuego

Correr dientes abajo

Hincando el centro.


Vuela niño en la doble

Luna del pecho:

Él, triste de cebolla,

Tú, satisfecho.

No te derrumbes.

No sepas lo que pasa

Ni lo que ocurre.




I

Ropas con su olor,

Puños con su aroma.


Se alejó en su cuerpo,

Me dejó en sus ropas.


Lecho sin calor,

Sábana de sombra.


Se ausentó en su cuerpo.

Se quedó en sus ropas.



2

Negros ojos negros.


El mundo se abría

Sobre tus pestañas

De negras distancias.


Dorada mirada.


El mundo se cierra

Sobre tus pestañas

Lluviosas y negras.



3

No quiso ser.


No conoció el encuentro

Del hombre y la mujer.


El amoroso vello

No pudo florecer.


Detuvo sus sentidos

Negándose a saber

Y descendieron diáfanos

Ante el amanecer.


Vio turbio su mañana

Y se quedó en su ayer.



4

Tus ojos parecen

Agua removida.


¿Qué son?


Tus ojos parecen

El agua más turbia

De tu corazón.


¿Qué fueron? ¿Qué son?



5

En el fondo del hombre

Agua removida.


En el agua más clara

Quiero ver la vida.


En el fondo del hombre

Agua removida.


En el agua más clara

Sombra sin salida.


En el fondo del hombre

Agua removida.



6

El cementerio está cerca

De donde tú y yo dormimos,

Entre nopales azules,

Pitas azules y niños

Que gritan vívidamente

Si un muerto nubla el camino.


De aquí al cementerio, todo

Es azul, dorado, límpido.

Cuatro pasos, y los muertos.

Cuatro pasos, y los vivos.


Límpido, azul y dorado

Se hace allí remoto el hijo.



7

Sangre remota.

Remoto cuerpo,

Dentro de todo,

Dentro, muy dentro

De mis pasiones,

De mis deseos.



8

¿Qué quiere el viento de encono

Que baja por el barranco

Y violenta las ventanas

Mientras te visto de abrazos?


Derribarnos, arrastrarnos.


Derribadas, arrastradas,

Las dos sangres se alejaron.

¿Qué sigue queriendo el viento

Cada vez más enconado?


Separarnos.



9

No salieron jamás

Del vergel del abrazo,

Y ante el rojo rosal

De los besos rodaron.


Huracanes quisieron

Con rencor separarlos.

Y las hachas tajantes.

Y los rígidos rayos.


Aumentaron la tierra

De las pálidas manos.

Precipicios midieron

Por el viento impulsados

Entre bocas deshechas.

Recorrieron naufragios

Cada vez más profundos,

En sus cuerpos, sus brazos.

Perseguidos, hundidos

Por un gran desamparo

De recuerdos y lunas,

De noviembres y marzos,

Aventados se vieron:

Pero siempre abrazados.



10

El viento ceniciento

Clama en la habitación

Donde clamaba ella

Ciñéndose a mi voz.


Cámara solitaria

Con el herido son

Del ceniciento viento

Clamante alrededor.


Espejo despoblado,

Despavorido arcón

Frente al retrato árido

Y el lecho sin calor.


Cenizas que alborota

El viento que no amó.


En medio de la noche,

La cenicienta cámara

Con viento y sin amores.



11

Como la higuera joven

De los barrancos eras.

Y cuando yo pasaba

Sonabas en la sierra.


Como la higuera joven,

Resplandeciente y ciega.


Como la higuera eres

Como la higuera vieja.

Y paso, y me saludan

Silencio y hojas secas.


Como la higuera eres

Que el rayo envejeciera.



12

El sol, la rosa y el niño

Flores de un día nacieron.

Los de cada día son

Soles, flores, niños nuevos.


Mañana no seré yo:

Otro será el verdadero.

Y no seré más allá

De quien quiera su recuerdo.


Flor de un día es lo más grande

Al pie de lo más pequeño.

Flor de la luz el relámpago,

Y flor del instante el tiempo.


Entre las flores te fuiste.

Entre las flores me quedo.



13

Besarse, mujer,

Al sol, es besarnos

En toda la vida,

Ascienden los labios

Eléctricamente

Vibrante de rayos,

Con todo el furor

De un sol entre cuatro.


Besarse a la luna,

Mujer, es besarnos

En toda la muerte.

Descienden los labios

Con toda la luna

Pidiendo su ocaso,

Del labio de arriba,

Del labio de abajo,

Gastada y helada

Y en cuatro pedazos.



14

Llegó tan hondo el beso

Que traspasó y emocionó los muertos.


El beso trajo un brío

Que arrebató la boca de los vivos.


El hondo beso grande

Sintió breves los labios al ahondarse.


El beso aquel que quiso

Cavar los muertos y sembrar los vivos.



15

Si te perdiera…

Si te encontrara

Bajo la tierra.


Bajo la tierra

Del cuerpo mío,

Siempre sedienta.



16

Cuerpo del amanecer:

Flor de la carne florida.

Siento que no quiso ser

más allá de flor tu vida.


Corazón que en el tamaño

De un día se abre y se cierra.

La flor nunca cumple un año,

Y lo cumple bajo tierra.



17

En este cuerpo

Estuvo el mar.


Alguna vez volverá.


Si alguna vez una gota

Roza este campo, este campo

Siente el recuerdo del mar.


Alguna vez volverá.



18

Cada vez  que paso

Bajo tu ventana,

Me azota el aroma

Que aún flota en tu casa.


Cada vez que paso

Junto al cementerio

Me arrastra la fuerza

Que aún sopla en tus huesos.



19

El corazón es agua

Que se acaricia y canta.


El corazón es puerta

Que se abre y cierra.


El corazón es agua

Que se remueve, arrolla,

Se arremolina, mata.



20

Tierra. La despedida

Siempre es agonía.

Ayer nos despedimos,

Ayer agonizamos.


Tierra en medio,

Hoy morimos.



21

Por eso las estaciones

Saben a muerte, y los puertos.

Por eso cuando partimos

Se deshojan los pañuelos.

Cadáveres vivos somos

En el horizonte, lejos.



22

Cada vez más presente.

Como si un rayo raudo

Te trajera a mi pecho.

Como un lento rayo

Lento.


Cada vez más ausente.

Como si un tren lejano

Recorriera mi cuerpo.

Como si un negro

Barco negro.



23

Si nosotros viviéramos

Lo que la rosa, con su intensidad,

El profundo perfume de los cuerpos

Sería mucho más.


¡Ay, breve vida intensa

De un día de rosales secular

Pasaste por la casa

Igual, igual, igual

Que un meteoro herido, perfumado

De hermosura y verdad.


La huella que has dejado es un abismo

Con ruinas de rosal

Donde un perfume que no cesa hace

Que vayan nuestros cuerpos más allá.



24

Una fotografía.


Un cartón expresivo,

Envuelto por los meses

En los rincones íntimos.


Un agua de distancia

Quiero beber; gozar

Un fondo de fantasma.


Un cartón me conmueve.


Un cartón me acompaña.



25

Llegó con tres heridas:

La del amor,

La de la muerte,

La de la vida.


Con tres heridas viene:

La de la vida,

La del amor,

La de la muerte.


Con tres heridas yo:

La de la vida,

la de la muerte,

La del amor.



26

Escribí en el arenal

Los tres nombres de la vida:

Vida, muerte, amor.


Una ráfaga de mar,

Tantas claras veces ida,

Vino y los borró.



27

Cogedme, cogedme.

Dejadme, dejadme,

Fieras, hombres, sombras,

Soles, flores, mares.


Cogedme, dejadme.



28

Tus ojos se me van

De mis ojos, y vuelven

Después de recorrer

Un páramo de ausentes.


Tus brazos se desploman

En mis brazos y ascienden

Retrocediendo ante esa

desolación que sientes.


Desolación con hielo,

Aún mi calor te vence.



29

Ausencia en todo veo;

Tus ojos la reflejan.


Ausencia en todo escucho:

Tu voz a tiempo suena.


Ausencia en todo aspiro:

Tu aliento huele a hierba.


Ausencia en todo toco:

Tu cuerpo se despuebla.


Ausencia en todo siento.

Ausencia, ausencia, ausencia.



30

¿De qué adoleció

La mujer aquella?


Del mal peor:

Del mal de las ausencias.


Y el hombre aquel.


¿De qué murió

La mujer aquella?


Del mal peor:

Del mal de las ausencias.


Y el hombre aquel.



31

Tan cercanos, y a veces

Qué lejos nos sentimos,

Tú yéndote a los muertos,

Yo yéndome a los vivos.


Tú eres fatal ante la muerte,

Yo soy fatal ante la vida.


Yo siempre en pie quisiera verte,

Tú quieres verte siempre hundida.



33

Llevadme al cementerio

De los zapatos viejos.


Echadme a todas horas

La pluma de la escoba.


Sembradme con estatuas

De rígida mirada.


Por un huerto de bocas,

Futuras y doradas,

Relumbrará mi sombra.



34

La luciérnaga en celo

Relumbra más.


La mujer sin el hombre

Apagada va.


Apagado va el hombre

Sin luz de mujer.


La luciérnaga en celo

Se deja ver.



35



Uvas, granadas, dátiles,

Doradas, rojas, rojos,

Hierbabuena del alma,

Azafrán de los poros.


Uvas como tu frente,

Uvas como tus ojos

Granadas con la herida

De tu florido asombro,

Dátiles con tu esbelta

Ternura sin retorno.

Azafrán, hierbabuena

Llueves a grandes chorros

Sobre la mesa pobre,

Gastada, del otoño,

Muerto que te derramas,

Muerto que yo conozco,

Muerto frutal, caído

Con octubre en los hombros.



36

Las gramas, las ortigas

En el otoño avanzan

Con una suavidad

Y una ternura largas.


El otoño, un sabor

Que separan las cosas,

Las aleja y arrastra.


Llueve sobre el tejado

Como sobre una caja

Mientras la hierba crece

Como una joven ala.


Las gramas, las ortigas

Nutre una misma savia.




37

Atraviesa la calle,

Dicen que todo el barrio

Y yo digo que nadie.


Pero escuchando, ansiando,

Oigo en su mismo centro

El alma de tus pasos,

Y me parece un sueño

Que sobre el empedrado

Alza tu pie su íntimo

Sonido descansando.



38

Troncos de soledad

barrancos de tristeza

Donde rompo a llorar.



39

Todas las casas son ojos

Que resplandecen y acechan.


Todas las casas son bocas

Que escupen, muerden y besan.


Todas las casas son brazos

Que se empujan y se estrechan.


De todas las casas salen

Soplos de sombra y de selva.


En todas hay un clamor

De sangres insatisfechas.


Y a un grito todas las casas

Se asaltan y se despueblan.

Y a un grito todas se aplacan,

Y se fecundan, y esperan.



40

El amor ascendía entre nosotros

Como la luna entre las dos palmeras

Que nunca se abrazaron.


El íntimo rumor de los dos cuerpos

Hacia el arrullo un oleaje trajo,

Pero la ronca voz fue atenazada,

Fueron pétreos los labios.


El ansia de ceñir movió la carne,

Esclareció los huesos inflamados,

Pero los brazos al querer tenderse

Murieron en los brazos.


Pasó el amor, la luna entre nosotros

Y devoró los cuerpos solitarios.

Y somos dos fantasmas que se buscan

Y se encuentran lejanos.



41

Cuando paso por tu puerta

La tarde me viene a herir

Con su hermosura desierta

Que no acaba de morir.


Tu puerta no tiene casa

Ni calle tiene un camino

Por donde la tarde pasa

Como un agua sin destino.


Tu puerta tiene una llave

Que para todos rechina.

En la tarde hermosa y grave

Ni una sola golondrina.


Heridas en tu puerta crecen

De ser tan poco pisada,

Todas las cosas padecen

Sobre la tarde abrasada.


La piel de tu puerta encierra

Un lecho que compartir.

La tarde no encuentra tierra

Donde ponerse amorir.


Lleno de un siglo de ocasos

De una tarde azul de abierta

hundo en tu puerta mis pasos

Y no sales a tu puerta.


En tu puerta no hay ventana

Por donde poderte hablar.

Tarde, hermosura lejana

Que nunca podré lograr.


Y la tarde azul corona

Tu puerta gris, de vacía.

Y la noche se amontona

Sin esperanzas de día.



42

Rumorosas pestañas

De los cañaverales.

Cayendo sobre el sueño

Del hombre hasta dejarle

El pecho apaciguado

Y la cabeza suave.


Ahogad la voz del arma,

Que no despierte y salte

Con el cuchillo de odio

Que entre sus dientes late.

Así, dormido, el hombre

Toda la tierra vale.



43

Fue una alegría de una sola vez,

De esas que no son nunca más iguales.

El corazón, lleno de historias tristes,

Fue arrebatado por las claridades.


Fue una alegría como la mañana,

Que puso azul el corazón, y grande,

Más comunicativo su latido

Más esbelta su cumbre aleteante.


Fue una alegría que no dolió de tanto

Encenderse, reírse, dilatarse;

Una mujer y yo la recogimos

Desde un niño rodado de su carne.


Fue una alegría en el amanecer

Más virginal que todas las verdades.

Se inflamaban los gallos, y callaron

Atravesados por su misma sangre.


Fue la primera vez de la alegría,

La sola vez de su total imagen.

Las otras alegrías se quedaron

Como granos de arena ante los mares.


Fue una alegría para siempre sola,

Para siempre dorada, destellante.

Pero es una tristeza para siempre,

Porque apenas nacida fue a enterrarse.



44

Entusiasmo del odio,

Ojos del mal querer.

Turbio es el hombre

Turbia la mujer.



¿Qué pasa?

Rencor por tu mundo,

Amor por mi casa.


¿Qué suena?

El tiro en tu monte,

El beso en mis eras.


¿Qué viene?

Para ti una sola

Para mí dos muertes.



46

Corazón de leona

Tienes a veces.


Zarpa, nardo del odio,

Siempre floreces.


Una leona

Llevaré cada día

Como corona.



47

La vejez en los pueblos.

El corazón sin dueño.

El amor sin objeto.

La hierba, el polvo, el cuervo.

¿Y la juventud?

En el ataúd.


El árbol solo y seco.çLa mujer como un leño

De viudez sobre el lecho.

El odio sin remedio.

¿Y la juventud?

En el ataúd.



48

Llueve. Los ojos se ahondan

Buscando tus ojos, esos

Dos ojos que se alejaron

A la sombra cuenca adentro.

Mirada con horizontes

Cálidos y fondos tiernos,

Íntimamente alentada

Por un sol de íntimo fuego

Que era en las pestañas negra

Coronación de los sueños.


Mirada negra y dorada,

Hecha de dardos directos,

Signo de un alma en lo alto

De todo lo verdadero.


Llueve como si llorara

Raudales un ojo inmenso,

Un ojo gris desangrado,

Pisoteado en el cielo.

Llueve sobre tus dos ojos

Negros, negros, negros, negros

Y llueve como si el agua

Verdes quisiera volverlos.


¿volverán a florecer?

Si a través de tantos cuerpos

Que ya combaten la flor

Renovaran su ascua… Pero

Seguirán bajo la lluvia

Para siempre, mustios, secos.



49

Era un hoyo no muy hondo.

Casi en la flor de la sombra.

No hubiera cabido un hombre

en su oscuridad angosta.

Contigo todo fue anchura

En la tierra tenebrosa.



50

Mi casa contigo era

La habitación de la bóveda.

Centro de mi casa entraba

Por ti la luz victoriosa.


Mi casa va siendo un hoyo.

Yo no quisiera que toda

Aquella luz se alejara

Vencida, desde la alcoba.


Pero cuando llueve, siento

Que las paredes se ahondan,

Y reverdecen los muebles,

Rememorando las hojas.


Mi casa es una ciudad

Con una puerta a la aurora,

Otra más grande a la tarde,

Y a la noche, inmensa, otra.


Mi casa es un ataúd.

Bajo la lluvia redobla

Y ahuyenta las golondrinas

Que no la quisieran torva.


En mi casa falta un cuerpo.


Dos en nuestra casa sobran.



51

Muerto mío, muerto mío.

Nadie nos siente la tierra

Donde haces caliente el frío



52

Todo está lleno de ti

Y todo de mí está lleno:

Llenas están las ciudades

Igual que los cementerios,

De ti por todas las casas

De mí por todos los cuerpos.

Por las calles voy dejando

Algo que voy recogiendo:

Pedazos de vida mía

Venidos desde muy lejos.


Voy alado a la agonía

Y arrastrándome me veo

En el umbral en el fondo

Latente del nacimiento.

…………………………………………….

Todo está lleno de ti

Traspasado de tu pecho,

De algo que no he conseguido

Y que busco entre tus huesos.



63

Callo después de muerto.

Hablas después de vivo.

Pobres conversaciones

Desusadas por dichas,

Nos llevan lo mejor

De la muerte y la vida.

Con espadas fraguadas

En miradas, en besos,

En pasiones invictas,

Nos herimos, nos vamos

A la lucha más íntima.

Con silencio te ataco.


Con silencio tú vibras.

Con silencio reluce

La verdad cristalina.

Con silencio caemos

En la noche, en el día.



54

La libertad es algo

Que sólo en tus entrañas

Bate como el relámpago.



55

Cuerpo sobre cuerpo,

Tierra sobre tierra;

Viento sobre viento.



56

Bocas de ira.

Ojos de acecho.

Perros aullando.

Perros y perros.


Todo baldío.

Todo reseco.

Cuerpos y campos,

Cuerpos y cuerpos.


¡Qué mal camino,

Qué ceniciento,

Corazón tuyo,

Fértil y tierno.



57

Tristes guerras

Si no es amor la empresa.


Tristes, tristes.


Tristes armas

Si no son las palabras.


Tristes, tristes.


Tristes hombres

Si no mueren de amores.


Tristes, tristes.



58

Los animales del día

A los de la noche buscan.


Lejos anda el sol,

Cerca la luna.


Animal del mediodía,

La medianoche me turba.


Lejos anda el sol,

Cerca la luna.



59

Menos tu vientre

Todo es confuso.


Menos tu vientre,

Todo es futuro

Fugaz, pasado

Baldío, turbio.


Menos tu vientre,

Todo es oculto.


Menos tu vientre

Todo inseguro,

Todo postrero,

Polvo sin mundo.


Menos tu vientre

Todo es oscuro.

Menos tu vientre

Claro y profundo.



60

Antes del odio


Beso soy, sombra con sombra.

Beso, dolor con dolor,

Por haberme enamorado,

Corazón sin corazón,

De las cosas, del aliento

Sin sombras de la creación.

Sed con agua en la distancia,

Pero sed alrededor.

Corazón en una copa

Donde me lo bebo yo

Y no se lo bebe nadie,

Nadie sabe su sabor.

Odio, vida: ¡cuánto odio

Sólo por amor!


No es posible acariciarte

Con las manos que me dio

El fuego de más deseo,

El ansia de más ardor.

Varias alas, varios vuelos

Abaten en ellas hoy

Hierros que cercan las venas

Y las muerden con rencor.

Por amor, vida, abatido,

Pájaro sin remisión,

Sólo por amor odiado,

Sólo por amor.


Amor, tu bóveda arriba

Y yo abajo siempre, amor,

Sin otra luz que estas ansias,

Sin otra iluminación.

Mírame aquí encadenado,

Estúpido, sin calor

A los pies de la tiniebla

Más súbita, más feroz,

Comiendo pan y cuchillo

Como buen trabajador

Y a veces cuchillo sólo,

Sólo por amor.


Todo lo que significa

Golondrinas, ascensión,

Claridad, anchura, aire,

Decidido espacio, sol,

Horizonte aleteante,

Sepultado en un rincón.

Espesura, mar, desierto,

Sangre, monte rodador,

Libertades de mi alma

Clamorosas de pasión,

Desfilando por mi cuerpo

Donde no se quedan, no,

Pero donde se despliegan,

Sólo por amor.


Porque dentro de la triste

Guirnalda del eslabón,

Del sabor a carcelero

constante y a paredón,

Y a precipicio en acecho,

Alto, alegre, libre soy.

Alto, alegre, libre, libre,

Sólo por amor.


No, no hay cárcel para el hombre.

No podrán atarme, no.

Este mundo de cadenas

Me es pequeño y exterior.

¿Quién encierra una sonrisa?

¿Quién amuralla una voz?

A lo lejos tú, más sola

Que la muerte, la una y yo.

A lo lejos tú, sintiendo

En tus brazos mi prisión,

En tus brazos donde late

La libertad de los dos.

Libre soy. Siénteme libre.

Sólo por amor.



61

Palomar del arrullo

Fue la habitación.

Provocabas palomas

Con el corazón.


Palomar, palomar

Derribado, desierto,

Sin arrullo por nunca jamás.



61

La boca


Boca que arrastra mi boca,

Boca que me has arrastrado:

Boca que vienes de lejos

A iluminarme de rayos.

Alba que da a mis noches

Un resplandor rojo y blanco.

Boca poblada de bocas:

Pájaro lleno de pájaros.


Canción que vuelve las alas

Hacia arriba y hacia abajo.

Muerte reducida a besos,

A sed de morir despacio,

Dando a la grana sangrante

Dos lúcidos aletazos.

El labio de arriba el cielo

Y la tierra el otro labio.


Beso que rueda en la sombra:

Beso que viene rodando

Desde el primer cementerio

Hasta los últimos astros.


Astro que tiene tu boca

Enmudecido y cerrado,

Hasta que un roce celeste

Hace que vibren sus párpados.

Beso que va a un porvenir

De muchachas y muchachos,

Que no dejarán desiertos

Ni las calles ni los campos.


¡Cuántas bocas enterradas,

Sin boca, desenterramos!


Bebo en tu boca por ellos,

Brindo en tu boca apor tantos

Que cayeron sobre el vino

De los amorosos vasos.

Hoy son recuerdos. Recuerdos.

Besos distantes y amargos.


Hundo en tu boca mi vida,

Oigo rumores de espacios.

Y el infinito parece

Que sobre mí se ha volcado.


He de volverte a besar.

He de volver, hundo, caigo,

Mientras descienden los siglos

Hacia los hondos barrancos.

Como una febril nevada

De besos y enamorados.


Boca que desenterraste

El amanecer más claro

Con tu lengua. Tres palabras,

Tres fuegos has heredado:

Vida, muerte, amor. Ahí quedan

Escritos sobre tus labios.



63

La basura diaria

Que de los hombres queda

Sobre mis sentimientos

Y mis sentidos pesa.


Es la triste basura

De los turbios deseos,

De las pasiones turbias.



64

Cerca del agua te quiero llevar

Porque tu arrullo trascienda del mar.


Cerca del agua te quiero tener

Porque te aliente un vívido ser.


Cerca del agua te quiero sentir

Porque la espuma te enseñe a reír.


Cerca del agua te quiero, mujer,

Ver, abarcar, fecundar, conocer.


Cerca del agua perdida del mar

Que no se puede perder ni encontrar.



65

El azahar de Murcia

Y la palmera de Elche

Para exaltar la vida

Sobre tu vida ascienden.


El azahar de Murcia

Y la palmera de Elche

Para seguir la vida

Bajan sobre tu muerte.



66

Después del amor


No pudimos ser. La tierra

No pudo tanto. Nos somos

Cuanto se propuso el sol

En un anhelo remoto.

Un pie se acerca a lo claro.

En lo oscuro insiste el otro.

Porque el amor no es perpetuo

En nadie, ni en mí tampoco.

El odio aguarda un instante

Dentro del carbón más hondo.

Rojo es el odio y nutrido.

El amor pálido y solo.


Cansado de odiar, te amo.

Cansado de mar, te odio.


Llueve tiempo, llueve tiempo.

Y un día triste entre todos,

Triste por toda la tierra,

Triste desde mí hasta el lobo,

Dormimos y despertamos

Con un tigre entre los ojos.


Piedras, hombres como piedras,

Duros y plenos de encono,

Chocan en el aire, donde

Chocan las piedras de pronto.


Soledades que hoy rechazan

Y ayer juntaban sus rostros

Soledades que en el beso

Guardan el rugido sordo.


Soledades para siempre.

Soledades sin apoyo.


Cuerpos como un mar voraz,

Entrechocando, furioso.


Solitariamente atados

Por el amor, por el odio,

Por las venas surgen hombres

Cruzan las ciudades, torvos.


En el corazón arraiga

Solitariamente todo.

Huellas sin campaña quedan

Como en el agua, en el fondo.

Sólo una voz, a lo lejos,

Siempre a lo lejos la oigo,

Acompaña y hace ir

Igual que el cuello a los hombros.


Sólo una voz me arrebata

Este armazón espinoso

De vello retrocedido

Y erizado que me pongo.


Los secos vientos no pueden

Secar los mares jugosos.

Y el corazón permanece

Fresco en su cárcel de agosto

porque esa voz es el arma

Más tierna de los arroyos:


“Miguel: me acuerdo de ti

Después del sol y del polvo,

Antes de la misma luna

Tumba de un sueño amoroso”


Amor: aleja mi ser

De los primeros escombros,

Y edificándome, dicta

Una verdad como un soplo.


Después del amor, la tierra.

Después de la tierra, todo.



67

El número de sangres

Que el mundo iluminó

En dos halló el principio;

           Tú y yo.


El número de sangres

Que es cada vez mayor

En dos bocas sus fines;

            Tú y yo.


El número de sangres

Que en el espacio son,

En dos son infinitos:

            Tú y yo.



68

La cantidad de mundo

Que con los ojos abres,

Que cierras con los brazos.


La cantidad de mundo

Que con los ojos cierras,

Que con los brazos abres.



68

Entre nuestras dos sangres

Algo que aparta, algo

Que aleja, impide, ciega,

Sucede palmo a palmo.


Entre nuestras dos sangres

Va sucediendo algo,

Arraiga el horizonte,

Hace anchura el espacio.


Entre nuestras dos sangres

Ha de suceder algo,

Un puente como un niño,

Un niño como un arco.


Entre nuestras dos sangres

Hay cárceles con manos.

Cuando sucede queda

Entre los dos de paso.



70

A la luna venidera

Te acostarás a parir

Y tu vientre irradiará

Claridades sobre mí.


Alborada de tu vientre

Cada vez más claro en sí

Esclareciendo los pozos,

Anocheciendo el marfil.


A la luna venidera

El mundo se vuelve a abrir.



71

Vino. Dejó las armas,

Las garras, la maleza.


La suavidad que sube,

La suavidad que reina

Sobre la voz, el paso,

Sobre la piel, la pierna,

Arrebató su cuerpo

y estremeció sus cuerdas.


Se consumó la fiera.


La noche sobrehumana

Su sangre ungió de estrellas,

Relámpagos, caricias,

Silencios, besos, penas.


Pero al venir el alba

Se abalanzó sobre ella

Y recobró las armas,

Las garras, la maleza.

Salió. Se fue dejando

Locas de amor las puertas.


Se reanimó la fiera.


Y espera desde entonces

Hasta que el hombre vuelva.



72

El mundo es como aparece

Ante mis cinco sentidos,

Y ante los tuyos que son

Las orillas de los míos.

El mundo de los demás

Nos es el nuestro: no es el mismo.

Lecho del agua que soy,

Tú, los dos, somos el río

Donde cuanto más profundo

 Se ve más despacio y límpido.

Imágenes de la vida:

A la vez las recibimos,

Nos reciben, entregados

Más unidamente a un ritmo.

Pero las cosas se forman

Con nuestros propios delirios.

El aire tiene el tamaño

Del corazón que respiro

Y el sol es como la luz

Con que yo le desafío.

Ciegos para los demás,

Oscuros, siempre remisos,

Miramos siempre hacia adentro,

Vemos desde lo más íntimo.

Trabajo y amor me cuesta

Conmigo así, ver contigo;

Aparecer, como el agua

Con la arena, siempre unidos.

Nadie me verá del todo.

No es nadie como lo miro.

Somos algo más que vemos,

Algo menos que inquirimos.

Algún suceso de todos

Pasa desapercibido.

Nadie nos ha visto. A nadie

Ciegos de ver, hemos visto.



73

Guerra


Todas las madres del mundo

Ocultan el vientre, tiemblan,

Y quisieran retirarse,

A virginidades ciegas,

Al origen solitario

Y el pasado sin herencia.


Pálida, sobrecogida

La fecundidad se queda.

El mar tiene sed y tiene

Sed de ser agua la tierra.

Alarga la llama el odio

Y el amor cierra las puertas.


Voces como lanzas vibran,

Voces como bayonetas.

Bocas como puños vienen,

Puños como cascos llegan.

Pechos como muros roncos,

Piernas como patas recias.


El corazón se revuelve,

Se atorbelliina, revienta.

Arroja contra los ojos

Súbitas espumas negras.


La sangre enarbola el cuerpo,

Precipita la cabeza

Y busca un cuerpo, una herida

Por donde lanzarse afuera.

La sangre recorre el mundo

Enjaulada, insatisfecha.

Las flores se desvanecen

Devoradas por la hierba.

Ansias de matar invaden

El fondo de la azucena.

Acoplarse con metales

Todos los cuerpos anhelan:

Desposarse, poseerse

De una terrible manera.


Desaparecer: el ansia

General, creciente, reina.

Un fantasma de estandartes,

Una bandera quimérica,

Un mito de patrias: una

Grave ficción de fronteras.


Músicas exasperadas,

Duras como botas, huellan

La faz de las esperanzas

Y de las entrañas tiernas.

Crepita el alma, la ira.

El llanto relampaguea.

¿Para qué quiero la luz

Si tropiezo con tinieblas?


Pasiones como clarines,

Coplas, trompas que aconsejan

Devorándose ser a ser,

Destruirse, piedra a piedra.

Relinchos. Retumbos. Truenos.

Salivazos. Besos. Ruedas.

Espuelas. Espadas locas

Abren una herida inmensa.

Después el silencio, mudo

De algodón, blanco de vendas,

Cárdeno de cirugía,

Mutilado de tristeza.

El silencio. Y el laurel

En un rincón de osamentas.

Y un tambor enamorado,

Como un vientre tenso, suena

Detrás del innumerable

Muerto que jamás se aleja.



74

Nanas de la cebolla

[Dedicadas a su hijo, a raíz de recibir una carta de su mujer en la que le decía que no comía más que pan y cebolla.]


La cebolla es escarcha

Cerrada y pobre:

Escarcha de tus días

Y de mis noches.

Hambre y cebolla,

Hielo negro y escarcha

Grande y redonda.


En la cuna del hambre

Mi niño estaba.

Con sangre de cebolla

Se amamantaba.

Pero tu sangre,

Escarchada de azúcar,

Cebolla y hambre.


Una mujer morena

Resuelta en luna

Se derrama hilo a hilo

Sobre la cuna.

Ríete, niño,

Que te tragas la luna

Cuando es preciso.


Alondra de mi casa,

Ríete mucho.

Es tu risa en los ojos

La luz del mundo.

Ríete tanto
que en el alma, al oírte,

Bata el espacio.


Tu risa me hace libre,

Me pone alas.

Soledades me quita,

Cárcel me arranca.

Boca que vuela,

Corazón que en tus labios

Relampaguea.


Es tu risa la espada

Más victoriosa,

Vencedor de las flores

Y las alondras.

Rival del sol.

Porvenir de mis huesos

Y de mi amor.


La carne aleteante,

Súbito el párpado,

Y el niño como nunca

Coloreado.

¡Cuánto jilguero

Se remonta, aletea,

Desde tu cuerpo!


Desperté de ser niño:

Nunca despiertes.

Triste llevo la boca.

Ríete siempre.

Siempre en la cuna,

Defendiendo la risa

Pluma por pluma.


Ser de vuelo tan alto,

Tan extendido,

Que tu carne parece

Cielo cernido.

¡Si yo pudiera

Remontarme al origen

De tu carrera!


Al octavo mes ríes

Con cinco azahares,

Con cinco diminutas

Ferocidades.

Con cinco dientes

Con cinco jazmines

Adolescentes.


Frontera de los besos

Serán mañana,

Cuando en la dentadura

Sientas un arma.

Sientas un fuego

Correr dientes abajo

Hincando el centro.


Vuela niño en la doble

Luna del pecho:

Él, triste de cebolla,

Tú, satisfecho.

No te derrumbes.

No sepas lo que pasa

Ni lo que ocurre.


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