lunes, 22 de mayo de 2017

POETAS 58. Antonio Machado IV. (Canciones a Guiomar)

 
 


Antonio Machado Ruíz nació en Sevilla el 26 de julio de 1875, en el seno de una familia de clase media. Sus orígenes familiares le colocan en la tradición del liberalismo español. Su abuelo fue rector de la Universidad de Sevilla e introductor del darwinismo en España. Su padre, Machado y Alvárez fue un reconocido investigador del folklore, recopilador de canciones y coplas. Al triunfar la restauración, su radicalismo le pondrá dificultades para ejercer la abogacía. En 1881, la familia se traslada de Sevilla a Madrid cuando el abuelo, Machado y Núñez, es nombrado decano de Ciencias de la Universidad Central. Antonio Machado hizo sus primeros estudios en la Institución Libre de Enseñanza y fue alumno de Francisco Giner de los Ríos, por quien iba a sentir siempre devoción. Desde 1889 estudiará en el Instituto de San Isidro. En 1893, año en que muere el padre, inicia sus primeras publicaciones en revistas. Durante los años posteriores malvive realizando colaboraciones para enciclopedias, diversas traducciones e incluso entra como meritorio en la compañía María Guerrero. Son años de bohemía. En 1900 obtiene tardíamente el título de bachiller, hace su segundo viaje a París y es nombrado vicecónsul de Guatemala, cargo que ostentará durante unos meses. En 1903 publica su libro “Soledades”; vive ya dedicado a la poesía y mata las horas conversando en las tertulias de café. Firma, junto con su hermano y otros jóvenes escritores,  un manifiesto contra el nobel concedido a Echegaray. En 1906 prepara oposiciones a cátedras de francés, aprovechando que la legislación de la época no exigía el título de licenciado. 1907 va a ser un año clave para el poeta. Publica "Soledades, Galerías y otros poemas", aprueba la oposición y obtiene como destino un instituto en la ciudad de Soria. En la pensión donde se hospeda, intima con la hija de los patrones, Leonor, una joven a la que casi dobla la edad y con la que se casará dos años más tarde. En 1910 una beca concedida por la Junta de Ampliación de Estudios le permitirá volver a París. Durante un año asistirá a los famosos viernes de Bergson, en le College de France, coincidiendo en el aula con otro conocido poeta: T. S. Eliot. Bergson le va a facilitar la terminología que le servirá para darle nombre al temporalismo en que por esa época anda inmerso el poeta. La repentina enfermedad de su mujer lleva al matrimonio a regresar a Soria. Allí fallece Leonor en agosto de 1912, año en que publica el libro que había ido gestándose en estos años: “Campos de Castilla”. Ese mismo año consigue un traslado al  instituto de Baeza, donde pasará los siguientes siete años, hasta 1919. El entorno provinciano, caciquil e inculto de Baeza va a dejar impronta en la poesía que escribe en esta época. El tiempo que permanece en Baeza es un periodo reflexivo, que vuelca en la lectura de los clásicos de la filosofía, disciplina en la que se licenciará por libre en 1917. Este año será también importante porque es doblemente publicado: por la editorial calleja –“Páginas escogidas”- y por la Residencia de Estudiantes –“Poesía completa”. En 1919 se traslada a un instituto de Segovia. La proximidad con Madrid le permite reavivar la relación con sus hermanos y respirar de nuevo el ambiente literario de la capital. A pesar de su liberalismo, los años de dictadura de Primo de Rivera no le apean del favor institucional que goza y es nombrado en  1927 miembro de la Real Academia de la Lengua, frente a la candidatura de Gabriel Miró. Un año más tarde conoce a la poetisa Pilar de Valderrama, que le va a inspirar los versos dedicados a Guiomar.  En septiembre de 1933 es destinado al Instituto “Calderón de la Barca” de Madrid. Allí vive con su madre y su hermano José y acude a diario a la tertulia en la que participan su hermano Manuel, Ricardo Baroja y, esporádicamente, Unamuno y Cossio. En el diario el Sol salen publicados los primeros textos de Juan de Mairena, pero su publicación en forma de libro no llegará hasta 1936. Ese año participa en actos próximos al frente popular: un homenaje a Alberti y la firma del manifiesto de la Unión Universal por la Paz. Al estallar la guerra civil, Antonio Machado se adhiere a la causa republicana y comienza a escribir en su defensa. En noviembre de ese año se traslada con su madre a Valencia. El 1 de mayo de 1937 pronuncia un discurso en  las Juventudes socialistas antifascistas, defendiendo un modelo de convivencia basado en el trabajo, en la igualdad de oportunidades y en la abolición de los privilegios de clase. También abjura del marxismo por la visión excesivamente economicista que da del hombre. En julio participa en el Congreso de intelectuales para la defensa de la cultura. En abril de 1938 es evacuado a Barcelona; pese a los achaques de salud, sigue colaborando en diversos periódicos. El 2 de enero de 1939 vuelve a ser evacuado, esta vez con la intención de abandonar el país por la frontera con Francia. A finales de enero llega a Colliure gravemente enfermo. Allí muere, en el pequeño hotel donde se alojaba, el 2 de febrero de 1939. Su madre apenas le sobrevivirá tres días. Se ofrece a continuación dos reseñas biográficas bosquejadas por el propio Machado.


Nací en Sevilla una noche de julio de 1875, en el célebre palacio de Las Dueñas, sito en la calle del mismo nombre.
Mis recuerdos de la ciudad natal son todos infantiles, porque a los ocho años pasé a Madrid, adonde mis padres se trasladaron, y me eduqué en la Institución Libre de Enseñanza. A sus maestros guardo vivo afecto y prfunda gratitud. Mi adolescencia y mi juventud son madrileños. He viajado algo por Francia  y por España. En 1907 obtuve cátedra de Lengua Francesa, que profesé durante cinco años en Soria. Allí me casé: allí murio mi esposa, cuyo recuerdo me acompaña siempre. Me trasladé a Baeza, donde hoy resido. Mis aficiones son pasear y leer.
                                                                                1917

De Madrid a París a los veinticuatro años (1899). París era todavía la ciudad del “affaire Dreyfus” en política, del simbolismo en poesía, del impresionismo en pintura, del escepticismo elegante en la crítica. Conocí personalmente a Oscar Wilde y Jean Moréas. La gran figura literaria, el gran consagrado, era Anatole France.
De Madrid a París (1902). En este años conocí en París a Ruben Darío.
De 1903 a 1910, diversos viajes por España: Granada, Córdoba, tierras de Soria, las fuentes del Duero, ciudades de Castilla, Valencia,  Aragón.
De Soria a París (1910). Asistí a un curso de Henri Bergson en el Colegio de Francia.
De 1912 a 1919, desde Baeza a las fuentes del Guadalquivir y a casi todas las ciudades de Andalucía.
Desde 1919 paso la mitad de mi tiempo en Segovia y en Madrid la otra mitad, aproximadamente. Mis últimas excursiones han sido Ävila, León, Palencia y Barcelona (1928).
                                                                            1931


CANCIONES A GIOMAR

No sabía
si era un limón amarillo
lo que tu mano tenía,
o el hilo de un claro día,
Guiomar, en dorado ovillo.
Tu boca me sonreía.

Yo pregunté: ¿Qué me ofreces?
¿Tiempo en fruto, que tu mano
eligió entre madureces
de tu huerta?

¿Tiempo vano
de una bella tarde yerta?
¿Dorada ausencia encantada?
¿Copia en el agua dormida?

¿De monte en monte encendida,
la alborada
verdadera?
¿Rompe en sus turbios espejos
amor la devanadera
de sus crepúsculos viejos?



II

En un jardín te he soñado,
alto, Guiomar, sobre el río,
jardín de un tiempo cerrado
con verjas de hierro frío.

Un ave insólita canta
en el almez, dulcemente,
junto al agua viva y santa,
toda sed y toda fuente.
En ese jardín, Guiomar,

 el mutuo jardín que inventan
dos corazones al par,
se funden y complementan
nuestras horas. Los racimos
de un sueño -juntos estamos-
en limpia copa exprimimos,
y el doble cuento olvidamos.

(Uno: Mujer y varón,
 aunque gacela y león,
llegan juntos a beber.
El otro: No puede ser
amor de tanta fortuna:
dos soledades en una,
ni aun de varón y mujer.)


*****


Por ti la mar ensaya olas y espumas,
y el iris, sobre el monte, otros colores,
y el faisán de la aurora canto y plumas,
y el búho de Minerva ojos mayores.
Por ti, !oh Guiomar!…


III

                                    Tu poeta
piensa en ti. La lejanía
es de limón y violeta,
verde el campo todavía.
Conmigo vienes, Guiomar;
nos sorbe la serranía.
De encinar en encinar
se va fatigando el día.
El tren devora y devora
día y riel. La retama
pasa en sombra; se desdora
el oro de Guadarrama.
Porque una diosa y su amante
huyen juntos, jadeante,
los sigue la luna llena.
El tren se esconde y resuena
dentro de un monte gigante.
Campos yermos, cielo alto.
Tras los montes de granito
y otros montes de basalto,
ya es la mar y el infinito.
Juntos vamos; libres somos.
Aunque el Dios, como en el cuento
fiero rey, cabalgue a lomos
del mejor corcel del viento,
aunque nos jure, violento,
su venganza,
aunque ensille el pensamiento,
libre amor, nadie lo alcanza.


*****


Hoy te escribo en mi celda de viajero,
a la hora de una cita imaginaria.
Rompe el iris al aire el aguacero,
y al monte su tristeza planetaria.
Sol y campanas en la vieja torre.
!Oh tarde viva y quieta
que opuso al panta rhei su nada corre,
tarde niña que amaba tu poeta!
!Y día adolescente
-ojos claros y músculos morenos-,
cuando pensaste a Amor, junto a la fuente,
besar tus labios y apresar tus senos!
Todo a esta luz de abril se transparenta;
todo en el hoy de ayer, el Todavía
que en sus maduras horas
el tiempo canta y cuenta,
se funde en una sola melodía,
que es un coro de tardes y de auroras.
A ti, Guiomar, esta nostalgia mía.



OTRAS CANCIONES A GUIOMAR
(A la manera de Abel Martín y de Juan de Marinena)

I
!Sólo tu figura,
como una centella blanca,
en mi noche oscura!


*****


!Y en la tersa arena,
cerca de la mar,
tu carne rosa y morena,
súbitamente, Guiomar!


*****

En el gris del muro,
cárcel y aposento,
y en un paisaje futuro
con sólo tu voz y el viento;


*****


en el nácar frío
de tu zarcillo en mi boca,
Guiomar, y en el calofrío
de una amanecida loca;


*****
asomada al malecón
que bate la mar de un sueño;
y bajo el arco del ceño
de mi vigilia, a traición,
!siempre tú!
                     Guiomar, Guiomar,
mírame en ti castigado:
reo de haberte creado,
ya no te puedo olvidar.


II

Todo amor es fantasía;
él inventa el año, el día,
la hora y su melodía;
inventa el amante y, más,
la nada. No prueba nada,
contra el amor, que la amada
no haya existido jamás.


III

Escribiré en tu abanico:
te quiero para olvidarte,
para quererte te olvido.


IV

Te abanicarás
con un madrigal que diga:
en amor el olvido pone la sal.

V
Te pintaré solitaria
en la urna imaginaria
de un daguerrotipo viejo,
o en el fondo de un espejo,
viva y quieta,
olvidando a tu poeta.


VI

Y te enviaré mi canción:
“Se canta lo que se pierde”,
con un papagayo verde
que la diga en tu balcón.


VII

Que apenas si de amor el ascua humea
sabe el poeta que la voz engola
y, barato cantor, se pavonea
con su pesar o enluta su viola;
y que si amor da su destello, sola
la pura estrofa suena,
fuente de monte, anónima y serena.
Bajo el azul olvido, nada canta,
ni tu nombre ni el mío, el agua santa.
Sombra no tiene de su turbia escoria
limpio metal; el verso del poeta
lleva el ansia de amor que lo engendrara
como lleva el diamante sin memoria
-frío diamante- el fuego del planeta
trocado en luz, en una joya clara…


VIII

Abre el rosal de la carroña horrible
su olvido en flor, y extraña mariposa,
jalde y carmín, de vuelo imprevisible,
salir se ve del fondo de una fosa.
Con el terror de víbora encelada,
junto al lagarto frío,
con el absorto sapo en la azulada
libélula que vuela sobre el río,
con los montes de plomo y de ceniza,
sobre los rubios agros
que el sol de mayo hechiza,
se ha abierto un abanico de milagros
-el ángel del poema lo ha querido-
la mano creadora del olvido…


PARÁBOLAS

I
Era un niño que soñaba
un caballo de cartón.
Abrió los ojos el niño
y el caballito no vio.
Con un caballito blanco
el niño volvió a soñar;
y por la crin lo cogía…
!Ahora no te escaparás!
Apenas lo hubo cogido,
el niño se despertó.
Tenía el puño cerrado.
!El caballito voló!
Quedóse el niño muy serio
pensando que no es verdad
un caballito soñado.
Y ya no volvió a soñar.
Pero el niño se hizo mozo
y el mozo tuvo un amor,
y a su amada le decía:
¿Tú eres de verdad o no?
Cuando el mozo se hizo viejo
pensaba: Todo es soñar,
el caballito soñado
y el caballo de verdad.
Y cuando vino la muerte,
el viejo a su corazón
preguntaba: ¿Tú eres sueño?
!Quien sabe si despertó!


IV
CONSEJOS

Sabe esperar, aguarda que la marea fluya
-así en la costa un barco- sin que al partir te inquiete.
Todo el que aguarda sabe que la victoria es suya;
porque la vida es larga y el arte es un juguete.
Y si la vida es corta
y no llega la mar a tu galera,
aguarda sin partir y siempre espera,
que el arte es largo y, además, no importa.


V
PROFESIÓN DE FE

Dios no es el mar, está en el mar, riela
como luna en el agua, o aparece
como una blanca vela;
en el mar se despierta o se adormece.
Creó la mar, y nace
de la mar cual la nube y la tormenta;
es el Criador y la criatura lo hace;
su aliento es alma, y por el alma alienta.
Yo he de hacerte, mi Dios, cual tú me hiciste,
y para darte el alma que me diste
en mí te he de crear. Que el puro río
de caridad que fluye eternamente,
fluya en mi corazón. !Seca, Dios mío,
de una fe sin amor la turbia fuente!


VI

El Dios que todos llevamos,
el Dios que todos hacemos,
el Dios que todos buscamos
y que nunca encontraremos.
Tres dioses o tres personas
del solo Dios verdadero.


VII

Dice la razón: Busquemos
la verdad.
Y el corazón: Vanidad.
La verdad ya la tenemos.
La razón: !Ay, quien alcanza
la verdad!
El corazón: Vanidad.
La verdad es la esperanza.
Dice la razón: Tú mientes.
Y contesta el corazón:
Quien miente eres tú, razón,
que dices lo que no sientes.
La razón: Jamás podremos
entendernos, corazón.
El corazón: Lo veremos.


VIII

Cabeza meditadora,
!Qué lejos se oye el zumbido
de la abeja libadora!
Echaste un velo de sombra
sobre el bello mundo y vas
creyendo ver, porque mides
la sombra con un compás.
Mientras la abeja fabrica,

 melifica,
con jugo de campo y sol,
yo voy echando verdades
que nada son, vanidades
al fondo de mi crisol.
De la mar al percepto,
del percepto al concepto,
del concepto a la idea
-!oh, la linda tarea!-,
de la idea a la mar.
!Y otra vez a empezar!


MIS POETAS

El primero es Gonzalo de Berceo llamado,
Gonzalo de Berceo, poeta y peregrino,
que yendo en romería acaeció en un prado,
y a quien los sabios pintan copiando un pergamino.

Trovó a Santo Domingo, trovó a Santa María,
y a San Millán, y a San Lorenzo y Santa Oria,
y dijo: Mi dictado non es de juglaría;
escrito lo tenemos; es verdadera historia.

Su verso es dulce y grave; monótonas hileras
de chopos invernales en donde nada brilla;
renglones como surcos en pardas sementeras,
y lejos, las montañas azules de Castilla.

Él nos cuenta el repaire del romeo cansado;
leyendo en santorales y libros de oración,
copiando historias viejas, nos dice su dictado,
mientras le sale afuera la luz del corazón.

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