martes, 23 de mayo de 2017

PENSAMIENTOS 4. Joseph Jouvert

 
 


NOTA BIOGRÁFICA DE JOSEPH JOUBERT
 
Nacido en Montignac (Perigor), hijo de un cirujano, estudió en Toulouse con los doctrinarios; más tarde permaneció con ellos como novicio, aunque sin profesar, y luego como profesor en su colegio hasta la edad de veintidós años. En 1778 se instala en París, donde conoce a Diderot, del que parece haber sido secretario. Entra en contacto con diversos escritores: Louis de Fontanes, la Harpe, Marmontel, más tarde con Restif de La Bretonne (será amante de su mujer) y en 1801 con Chateaubriand. En los años 1780  cree en la primacía de la razón y comparte las ansias de libertad y de menor desigualdad social de muchos contemporáneos. Pero entre 1790 y 1792 sufre un importante cambio en su pensamiento. Regresa al catolicismo, concede una menor importancia  a lo material frente a lo espiritual y se interesa cada vez más por Platón, filósofo en el halla la misma fascinación por el bien, la verdad y la belleza que marcará su obra.
 
En junio de 1793 Joubert se casa y, descorazonado por el Terror de la Revolución, en noviembre se instala en la casa de su familia política en Villeneuve-sur-Yonne (Borgoña). En 1808, durante el Imperio, es nombrado inspector general de enseñanza, gracias a su amigo Fontanes, al que Napoleón ha nombrado ministro de la Educación Nacional: Pierde su cargo con la caída del Imperio y en adelante reparte su tiempo entre París y Villeneuve.
 
Los contemporáneos nos han dejado de él la imagen de un extraordinario conversador, de un hombre de gusto exquisito y de un excelente amigo. Emprendió diversas obras literarias que nunca terminó. En vida sólo publicó algunos ensayos y artículos. vivió fascinado por la búsqueda de la expresión perfecta, lo que sólo consiguió en las formas breves. Como Chamfort, debe su celebridad a sus publicaciones póstumas. A petición de su viuda, Chateaubriand publicó, en edición no venal, una selección de sus pensamientos. Unos años después, en 1842, su sobrino político, Paul de Raynal, publicó una nueva selección de sus “Pensamientos, ensayos y máximas”, más extensa que la anterior. Sainte-Beuve lo dió a conocer y, en 1894, Jules Lemaître lo consideró un precedente del simbolismo, lo que es en pensamiento como “Los buenos versos son los que se exhalan como sonidos o como perfumes”. Fue admirado por Baudelaire, Barbey D´Aurevilly, Proust, y en España Menéndez Pelayo, Eugenio d´Ors, etc. En el siglo XX, contribuyeron decisivamente a darlo a conocer Maurice Blanchot, que veía en él a un precursor del pensamiento estético de Mallarmé, y Georges Poulet, que destacó su platonismo.
 
(La nota biográfica corresponde a Alicia Ylera y la traducción a José Antonio Millán Alba y Salustiano Masó. Los pensamientos de Joubert están extraídos del libro titulado “Moralistas Franceses”, publicado por la editorial almuzara en su colección Biblioteca de Literatura Universal.)

No hay que ocuparse de los males y desgracias del mundo sino para aliviarlos. Limitarse a contemplarlos y deplorarlos equivale a agriarlos sin provecho alguno. Todo el que los incuba con los ojos hace que surjan de ellos tempestades.
 
 
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No es feliz quien no quiere serlo.
 
 
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Ser libre no es hacer lo que uno quiera, sino lo que se ha considerado mejor y más conveniente.
 

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Aquellos que han negado a su espíritu pensamientos graves caen en ideas sombrías.
 
 
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El espíritu es la atmósfera del alma
 
 
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Las preguntas ponen de relieve la amplitud del espíritu, y las respuestas su finura.
 
 
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La imaginación es la vista del alma.
 
 
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Sólo a la cabeza le incumbe reflexionar, pero todo el cuerpo tiene memoria. Los pies de un bailarín, los dedos de un músico hábil poseen, en grado eminente, la facultad de acordarse.
 
 
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El sentido común se acomoda al mundo. La sabiduría trata de ser conforme al cielo.
 
 
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Si aspiráis a vivir dichosos, no exageréis los males de la vida, ni desconozcáis sus bienes.
 
 
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Tememos poseer y mostrar un espíritu limitado, pero nadie teme poseer y exhibir un corazón mezquino.
 
 
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Las pasiones de los jóvenes son vicios en la ancianidad.
 
 
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Hay personas que sólo tienen la moral en paño; es un género con el que jamás hacen un traje.
 
 
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El hálito del espíritu es la atención.
 
 
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Llamo imaginación a la facultad de tornar sensible lo que es intelectual, de hacer corpóreo lo que es espíritu; en una palabra, de sacar a la luz, sin desnaturalizarlo, lo que de por si es invisible.
 
 
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Ningún tiempo futuro será bueno si no recuerda a los pasados.
 
 

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