martes, 23 de mayo de 2017

PENSAMIENTOS 3. Epicuro

 
 


(Isla de Samos, h. 342 a. C. – Atenas, h. 270 a.C) (Los dos párrafos finales en que se reflexiona sobre la figura de Epicuro, han sido extraídos de la introducción que hace Carlos García Gual para  la edición de Gredos.)  


No es posible vivir con placer sin vivir sensata, honesta y justamente; ni vivir sensata, honesta y justamente sin vivir placenteramente. Quien no tiene esto a mano, no puede vivir con placer.


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La necesidad es un mal, pero ninguna necesidad hay de vivir en la necesidad.



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El que dice que todo acontece por necesidad nada puede objetar al que niega que todo acontece por necesidad, pues esto mismo afirma que acontece por necesidad.



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Es necesario no fingir que filosofamos, sino filosofar realmente: No Necesitamos, en efecto, aparentar que estamos sanos, sino estarlo verdaderamente. 


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El que se olvida de los bienes gozados en el pasado es ya viejo hoy.


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Nacemos una sola vez, pues dos veces no es posible, y no podemos vivir eternamente. Tú, sin embargo, aunque no eres dueño de tu mañana, sometes la dicha a dilación. Pero la vida se consume inútilmente en una espera y cada uno de nosotros muere sin haber gozado de la quietud.


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Nada es suficiente para quien poco es lo suficiente.



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Nada hagas en tu vida que pueda procurarte temor si fuera conocido por el prójimo.



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Vana es la palabra del filósofo que no remedia ningún sufrimiento del hombre. Porque así como no es útil la medicina si no suprime las enfermedades del cuerpo, así tampoco la filosofía si no suprime las enfermedades del alma.



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El más grande fruto de la autosuficiencia es la libertad.  



Para Epicuro el filosofar se caracteriza como la búsqueda  de un remedio  contra la confusión de su época. La filosofía es definida de modo característico como medicina del alma, y el cuidado médico del alma es el oficio del filósofo, que se transforma así en un psiquiatra o psicoanalizador de una sociedad perturbada por el temor y la servidumbre. En esta terapia psíquica hay un recuerdo socrático: therapeia tes psyches, “cuidado del alma” era para Sócrates la actividad filosófica, a lo que ahora se añade un nuevo acento sobre la enfermedad colectiva que hay que evitar.  Desde su retiro en el jardín presenció con desilusión los sucesos de la política ateniense y griega de la época, política confusa y envilecida. Frente a las perturbaciones de su tiempo, el filósofo busca la imperturbabilidad o ataraxia: y, frente a la servidumbre y el servilismo, la capacidad de gobernarse a sí mismo. La independencia que la ciudad ha perdido puede el sabio todavía guardarla para sí mismo en su retiro y su mente libre. “El mejor fruto de la autarquía es la libertad” 

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