AL SILENCIO
Oh voz, única voz: todo el hueco del mar,
todo el hueco del mar no bastaría,
todo el hueco del cielo,
toda la cavidad de la hermosura
no bastaria para contenerte,
y aunque el hombre callara y este mundo se hundiera
oh majestad, tú nunca,
tú nunca cesarías de estar en todas partes,
porque te sobra el tiempo y el ser, única voz,
porque estás y no estás, y casi eres mi Dios,
y casi eres mi padre cuando estoy más oscuro.
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CADA DIEZ AÑOS VUELVO
Cada diez años vuelvo. Salgo de mis raíces,
de mi niñez, y vuelvo hasta las últimas
estrellas. Soy del aire
y entro con él en toda la hermosura terrestre:
en el fuego, en el vino, en las espléndidas
muchachas. Soy el mismo
que silba su alegría en las radiantes
calles, el mismo príncipe y el mismo prisionero.
me pongo esta corona de diez años ardientes
-diez rosas ya resecas por las llamas
de mi cabeza oscura- y el gran público ríe
de la farsa, y yo río con ternura,
pues mi fortuna es ésa: quemarme como el sol,
mi único rey, mi padre.
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HEREJÍA
Según el manifiesto de las estrellas y esto no es cosa de hoy
ni de ayer, pase lo que pase hay que salvar al hombre
de tanta injusticia, hacerlo grande sin
Inquisición, en un asalto al cielo
libre, pero el pobre
hombre nace y muere solo
con su soledad y su demencia
natural en el bosque
donde no cabe la piedad ni el hacha.
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EL SOL Y LA MUERTE
Como el ciego que llora contra un sol implacable
me obstino en ver la luz por mis ojos vacíos,
quemados para siempre.
¿De qué me sirve el rayo
que escribe por mi mano? ¿De qué el fuego,
si he perdido mis ojos?
¿De qué me sirve el mundo?
¿De qué me sirve el cuerpo que me obliga a comer,
y a dormir, y a gozar, si todo se reduce
a palpar los placeres en la sombra,
a moder en los pechos y en los labios
las formas de la muerte?
me parieron dos vientres distintos, fui arrojado
al mundo por dos madres, y en dos fui concebido,
y fue doble el misterio, pero uno solo el fruto
de aquel monstruoso parto.
Hay dos lenguas adentro de mi boca,
hay dos cabezas dentro de mi cráneo:
dos hombres en mi cuerpo sin cesar se devoran,
dos esqueletos luchan por ser una columna.
No tengo otra palabra en mi boca
para hablar de mí mismo,
mi lengua tartamuda
que nombra la mitad de mis visiones
bajo la lucidez de mi propia tortura, como el cielo que llora
contra el sol implacable.
(1944)
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MONÓLOGO DEL FANÁTICO
Por mis venas discurre la sangre presurosa del animal inútil
que come cuatro veces al día como un puerco,
que me tutea y me deprime
con su palabra ufana,
testimonio evidente de esta parte de mí
que se muere al nacer, como una nube;
lo blando, lo confuso, lo que siempre esá fuera
del peligro, el adorno y el encanto.
No beberé. No comeré otra carne
que la la luz del peligro.
No morderé otra boca que la boca del fuego.
No saldré de mi cuerpo sino para morirme.
Ya no respiraré para otra cosa
que para estar despierto noche y día.
(1940)
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REMANDO EN EL RITMO
Cada lágrima derramada con pasión es un grano de arena robado al desierto del vacío:
cada beso es una llama para el resplandor de los muertos.
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CAVE CANEM
Ya ni sé cuál de los perros me mordió, si el del mas Allá
que todavía ladra a las abejas, o éste
que ahí no más, pasados esos matorrales,
se oculta.
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LO YA VISTO
El rostro que perdemos cada mañana al
comparar la velocidad del espejo con
unicamente la vida,
¿no será el indicio
de la Eternidad?
(De Cuaderno secreto 1936)
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MIEDO AL ARCÁNGEL
Miedo al arcángel, le tuve miedo al arcángel
de no verte, a estos años
que hemos velado contra la tormenta, tú
en tu nogala, yo
mío en mi nogal, ni apestados
por la costumbre de la sombra, ni
despavoridos por el error
hermoso de la intemperie, como tanteando
el aire a esta altura,
soma, sema,
pérdida en la pérdida.
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DESOCUPADO LECTOR
Cumplo con informar a usted que últimamente todo es herida: la muchacha
es herida, el olor
a su hermosura es herida, las grandes aves negras, la inmediatez
de lo real y lo irreal tramados en el fulgor de un mismo espejo
gemidor es herida, el siete, el tres, todo, cualquier de estos números de la danza es
herida, la barca
del encantamiento con Maimónides al timón es herida, aquel
diciembre 20 que me cortaron de mi madre es herida, el sol
es herida, Nuestro Señor
sentado ahí entre los mendigos con esa túnica irreconocible por el cauterio del psicoanálisis es herida, el
Quijote
a secas es herida, el ventarrón
abierto del Golfo contra la roca alta es
herida, serpiente
horadante del Principio, mar
y más mar de un lado a otro, Kierkegaard y
más Kierkegaard, taladro
y por añadidura herida; la
preñez en cuanto preñez en la preciosidad de su copa es
herida, el ocio
del viejo río intacto donde duermen inmóviles los mismos peces
velocísimos es
herida, la Poesía
grabada a fuego en los microsurcos de mi cerebro de niño es herida, el hueco
de 1,67 justo en metros de rey es herida, el éxtasis
de estar aquí hablando solo en lo bellísimo de este pensamiento de
nieve es
herida, la evaporación
de la fecha de mármol con el padre adentro
bajo los claveles es
herida, el carrusel
pintarrajeado que fluye y fluye como otro río de polvo y otras
máscaras
que vi en Pekin colgando en la vieja calle de Cha Ta-lá
cuya identidad de 2.500 años de drogas y ataúdes rientes
no se discute, es
herida; la cama en fin
que allí compré, con dos espejos para navegar, es herida,
la
perversión
de la palabra nadie que sopla desde las galaxias es herida, el Mundo
antes y después de los Urales es
herida, la hilera
de líneas sin ocurrencia de esta visión
sin resurrección es herida. Cumplo
entonces con informar a usted que últimamente todo es herida.
*****
LA ETERNIDAD
Sin tener qué decir, pero profundamente
destrozado, mi espíritu vacío
llora su desventura
de ser un soplo negro para las rosas blancas,
de ser un agujero por donde se destruye
la risa del amor, cuyos dos labios
son la mujer y el hombre.
Me duele verlos fuertes y felices
jurarse un paraíso en el pantano
de la noche terrestre,
extasiados de olerse y acecharse
tigremente en lo inmóvil;
-Piedad, estrellas,
por los párpados de éstos que no alcanzan a ver
el extrasol del Otro Juego, piedad por el cuándo
y el dónde de estos mortales, por la piel de esta espuma
aciaga, piedad, ley de los remolinos.
(1943)
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KUNDALINI
Por eso estoy hundido
en esa posesión de quien perdió su centro,
la cabeza apoyada en mis rodillas
como una criatura que vuelve a las entrañas
de millares de madres sucesivas,
buscando en esos bosques las raíces primeras,
mordido por serpientes y pájaros monstruosos,
nadando en la marea del instinto,
buscando lo que soy, como un gusano
Doblado para verse.
¿Es la pasión la forma de mi conocimiento?
¿son mis ojos las manchas
del aire? ¿O es el aire padre de la mentira?
El sol, todo este sol que me desvela al fondo de las últimas formas
con su estallido inexplicable,
me está poniendo ciego de mirar lo perdido.
Yo veo por mis actos muchos más que a través de mis visiones
que mi ceguera es parte de ja total videncia
cuya luz me fascina con sólo obscurecerme
debajo de esos soles ociosos y enredados
que componen los días de este mundo.
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ÚLTIMAMENTE A TI QUE YÉNDOTE TE VAS
Últimamente a ti que yéndote te vas
a donde a
qué
te iba tartamudeante a
decir: párate
ahí en lo áureo
de tu cabeza, perdura
en esa construcción geométrica y musical, el espinazo
hacia las estrellas, los dos pies
preciosos en el aire; a ver qué ves
cuando ves hondo, ¿el páramo?, ¿lo
esdrújulo libérrimo del mar, o únicamente
el mar ya ensangrentado
por el sol? ¿O -!Wittgenstein!-
casi todo es otra cosa?
–A una rumana que se
paraba de cabeza para ver a Celan
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