En los carteles de carretera que nos indican los miradores y
las vistas panorámicas, el dibujo de un ojo resplandeciente ha sido sustituido
por el de la cámara de fotos. Importa ya más la máquina que el órgano. Más la
obra del hombre que el hombre mismo. Más la utilidad que el recreo. Y más el
negocio que el ocio.
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EL SIMULACRO DE LA REALIDAD: Cuatro sexagenarias en un tren. Se ponen a jugar con su teléfono de última generación. Una de ellas no sabe que tiene la aplicación de whatsapp disponible en él.
Miradas de asombro burlón. Se sacan una foto de grupo con el objeto de mandarla
a través del móvil y que lo compruebe, pues ¿cómo se puede vivir a estas
alturas en el mundo todavía sin whatsapp?. La rezagada digital comienza a presumir de foto al contemplar la que
ha sacado. Todas se alborozan: es el hortera triunfo de la tecnología. Está
chulísima, dicen; contemplan la foto con el entusiasmo del que acaba de descubrir la
penicilina. Está visto que es así, de esta manera chusca y banal, como dejamos
de apreciar la realidad, y ya sólo apreciamos el simulacro de la realidad; es
la adoración de la copia y de la
tecnología y el aprecio y el manejo del facsímil y de la
falsedad. Ya no se sabe apreciar la potencia humana, sino la potencia de la
máquina.
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La razón por la que han desaparecido los animales y los
árboles de las ciudades y pueblos que habitamos no es tanto que los hombres los hayan
exterminado o talado, como que los automóviles los han acabado arrollando.
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CONSUMIR POR LA CARA PUEDE COSTARNOS CARO. Estamos pasando de
la ya rudimentaria tecnología de objetos
–papel moneda-, por la que se nos reconoce un crédito con el que podemos beneficiarnos de los
servicios, a la tecnología del cuerpo –pago biométrico-, donde lo que se
reconoce es nuestra cara (y no podemos olvidar que vivimos en el mundo de Facebook). El dinero de papel es una tecnología de pago muy
rudimentaria, pero lo bueno es que no dejaba rastro de nuestro paso por este
mundo. Sin embargo, esta nueva tecnología biométrica que reconoce nuestra cara
para pagar en comercios también va a ser utilizada para controlarnos y para tener
conocimiento, por medio de nuestros rasgos faciales, de en qué lugar de la tierra nos encontramos en cada
momento. Que un gobierno, con el poder y los instrumentos omnímodos que
ostenta, pueda llegar a reconocernos en cualquier momento y tener conocimiento, por tanto,
de nuestra ubicación exacta es el mayor atentado contra nuestra intimidad y contra nuestra libertad. Una sociedad puede
llegar al grado de mayor tiranía cuando logra controlar los movimientos físicos
de sus ciudadanos hasta el punto de tener fichado su paradero en todo momento.
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Las máquinas se independizarán del hombre y adquirirán vida
propia, con energía siempre renovada, cuando ya no quede energía humana por
explotar y el hombre se acabe convirtiendo en siervo infrahumano y sin
inteligencia propia.
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ESA MÁQUINA DE GENERAR POBREZA: Cuando se nos dice que tal tecnología tendrá un impacto sobre
la riqueza, que no se engañe nadie, lo que se quiere decir es que esa
tecnología hará más ricos a quienes las explotan y quedarán más explotados esos
trabajadores que la usan. Hay que recordar, además, aquello de lo que nos alerta Friedrich Georg Jünger en “La perfección de
la técnica”: para la técnica la situación humana típica es el pauperismo, ella
misma lo genera y está adherido a la era de la técnica, a la que acompaña y
acompañará hasta el fin.
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EL ELIXIR DE LA ETERNA JUVENTUD ERA AQUELLO: El hombre, que se dirige siempre hacia adelante, tanto
individualmente como tomado en su totalidad, en cuanto género humano, se ve
arrastrado por las mudanzas del tiempo y trata de hacer progresar su vida a la
vez que se la complica. Pero tanto un individuo aislado como una civilización
han de tener un límite, traspasado el cual su vida, en vez de mejorar, empeora
sus condiciones, un límite tras el cual los efectos del progreso y de la
técnica se vuelven dañinos para las condiciones del hombre, y la única manera de
no traspasar ese límite sería no cambiar ya nada, quedar en estado de quietud.
Pero el hombre no soporta el aquietamiento: piensa el hombre que sólo puede
evitar la vejez y la decrepitud lanzándose hacia adelante y volviéndose siempre
moderno. Es el aquietamiento como símil de un tiempo estancado que recuerda la
vejez y la muerte. Y sin embargo ese tiempo pasado y ese anterior estadio del
que ha huido el hombre era precisamente la juventud; estancarse hubiera sido
encontrar el elixir de la eterna juventud , y sin embargo prefiere el veneno del
cambio, ese que le acelera haciéndole senil y dándole la estocada final. Habría
que cambiar de perspectiva y ver a la técnica como esa enfermedad mortal que aqueja a un organismo
social cuando ya se está haciendo viejo y le ha llegado la decadencia.
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La autonomía que nos presta algunos inventos técnicos sólo les
sirve a quienes en su vida cotidiana carecen de ella. Quienes son verdaderamente
libres pierden esa libertad cuando se ven a obligados a usarlos.
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En un mundo atiborrado de cosas materiales y de máquinas, nos
resulta más complicada la percepción de lo espiritual, pues lo espiritual queda
desalojado, invisibilizado. Los seres, animales y cosas que tienen vida y que, por tanto, tienen
el poder procreador de dar la vida, son apartados de nuestra lado, para acabar
rodeando nuestra existencia de aquellas cosas estériles que ni tienen ni pueden
dar vida: las máquinas. En un mundo atiborrado de cosas materiales, el hombre
ya no puede concebir lo espiritual, pues él mismo es compelido a alejarse de lo vivo y a vivir su propia vida del modo más groseramente material.
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LA EXPLOTACIÓN ESPIRITUAL: El hombre debe trabajar duro en la elaboración de su mundo
técnico. Lejos de la taumaturgia y de la posibilidad del milagro y de los
poderes espirituales de otrora, el hombre se ve obligado ahora a conseguir aquellos efectos mágicos
por medio del sacrificio y la adoración
a la técnica. Debe esforzarse por moldear la materia, por extraerla y por darle
la forma inteligente y cibernética. Pero la verdadera alienación ha de
producirse, no en la explotación económica y técnica, sino en la espiritual. La
explotación espiritual llevada a cabo en la era de la máquina se basa en la precarización del ser humano, en despojar a cada hombre
de los poderes creadores y espirituales que le son consustanciales y sin los
que el hombre es menos hombre. En un mundo cada vez más colonizado por la técnica, cada
hombre percibe todo un orbe mágico lleno
de poderes extra-humanos fuera de él, pero en su interior no percibe más que la
atrofia de sus poderes individuales. Colectivamente la humanidad adquiere el
tamaño de un coloso, pero
individualmente cada hombre queda reducido a un pigmeo.
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Incomunicarse para llegar a una comunicación más profunda con
nosotros mismos, tal debería ser la resistencia que ha de poner el hombre ante la
vorágine de los nuevos tiempos: cuantos más mensajes lance el hombre con sus
aparatos de comunicación, más distraído andará para entender los signos de la realidad que le
rodea.
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CUANDO YA NADIE SEPA LEER: Avanzamos hacia la despersonalización: cada vez los hombres
poseen más herramientas estandarizadas que promueven la amorfa indiferenciación
de lo que producen. También en cuanto a su escritura. Un texto escrito en una
aplicación de tratamiento de textos o de mensajería instantánea tiene
exactamente el mismo aspecto, en cuanto
a la forma de la escritura, en todos los hombres. La grafología: otro de los mil oficios que ya ha arrollado el progreso. Pero lo más grave por ocurrir no queda ahí. Es
altamente probable que en un futuro nada lejano, el hombre no considere
necesario saber escribir. Primero olvidará escribir manualmente, y lo hará sólo
sobre un teclado; más tarde sus palabras dictadas oralmente se trasladarán a un
medio informático, para finalmente considerar también esto prescindible hasta
quedar reducida su comunicación a la meramente oral. El hombre del futuro será
un analfabeto y se comunicará solo de manera oral. Como en la fábula distópica de Ray Bradbury, la lectura y la escritura
quedarán como el lujo de unos cuantos hombres resistentes y, por ello, vilipendiados.
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FOMO: YA NO TENDREMOS NADA QUÉ PERDER. El querer a toda costa ser
ubicuo y no perderse nada de lo que acontece en los otros lugares y en las otras vidas es
el nuevo síndrome que crea la tecnología de la comunicación
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LA VERDAD YA NO ES INTERESANTE: Un famoso fotógrafo, Nicholas
Nixon, que dice que sólo con la fotografía analógica se puede contar la verdad,
debido a que todo lo demás puede ser manipulado. Habría que decir que todo el
debate que se está atizando sobre la postverdad en el mundo actual está
precisamente relacionado con la manipulación que obra toda tecnología. La
tecnología, pero especialmente la de la comunicación, descubre y nos introduce
en un mundo manipulable que por definición es ya de mentirijillas. Como diría
Umberto Ecco, comunicación es aquello que sirve para mentir.
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ADIÓS A LA REVOLUCIÓN: ¿Por qué el hombre se ha vuelto tan sumiso a medida que ha avanzado el progreso? O digámoslo de otro modo ¿por qué ya no hay revueltas y revoluciones como antaño? Porque gracias a las máquinas que le rodean y con las que trabaja y se comunica, el hombre ha aprendido a realizar a la perfección aquello que mejor saben hacer las máquinas: ejecutar órdenes sin rechistar. El mundo del futuro no sólo habrá dejado de lado las revoluciones; será altamente jerarquizado y fascista.
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