LA SALVACIÓN DE LA TÉCNICA. ¿Qué es lo que nos prometen los
gurús de la tecnología para el mundo futuro? La comunicación universal por
medio de traductores simultáneos y la detección precoz de las enfermedades
mortales y, al hacerlo así, con toda la autoridad que les da el ser los nuevos
popes de la vida moderna, nos pareciera que nos prometen salvarnos de la muerte
y de la incomunicación entre los hombres, pero lo cierto es que el hombre ni
puede salvarse de la muerte -y saberse mortal es además lo que le salva- ni
tampoco puede salvarse de la
incomunicación por medio de una máquina. No se puede prometer que las
máquinas vengan a resolver lo que sólo puede resolver el hombre, y el problema
aún se hace más grave cuando el hombre delega en las máquinas la tarea de su
resolución.
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DIVERSIÓN ÚNICA. Se diría que hoy hay más diversiones que
nunca, pero nada es lo que parece. Cuando los jóvenes se aburren, ya sólo su
teléfono les divierte.
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LA NOSTALGIA DE PASCAL. Es como si internet se hubiera ideado
para que navegasen las mentes dispersas. Pues no entramos a navegar por internet
porque estemos ya dispersos, sino que estamos dispersos por habérsenos ocurrido
entrar en internet, que es, por lo general, y a nuestro pesar, la más habitual y
desdichada de nuestras ocurrencias. Internet no recoge a los dispersos; más
bien los fabrica. Ya nos lo advertía el añorado Pascal: todas las desdichas del
hombre derivan del hecho de que no conseguimos estar solos y tranquilos en
nuestra propia habitación.
PREGUNTAS INCÓMODAS. Lo que a los hombres se nos debería
preguntar cada vez que un invento técnico va a salir a la luz es ¿pero de
verdad estamos dispuestos a pagar los bienes que nos puede reportar a costa de
los males que sin duda nos vienen a acarrear? Pero al hombre le disgustan las
preguntas incómodas y todo progreso tecnológico no trae ningún progreso
espiritual, pero sí mucha comodidad.
AGOTARSE O MORIR. Antes se decía “renovarse o morir”. Como la velocidad de los tiempos ha aumentado, ahora se nos dice sin ningún pudor: “renovarse sin parar hasta agotarse o morir”
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LA FALACIA DE LA VIDA FÁCIL. Existe una falacia que hacen
circular los voceros de la tecnología y es decir que ella nos hace la vida más
fácil. La tecnología nos libera de unas tareas para forzarnos a ejecutar otras
tareas menos creativas al intolerable ritmo inhumano que nos marca cada
máquina. Al insertar máquinas en las tareas que antes se hacían a mano, se nos
convierten a cada uno en manipuladores de máquinas, y resulta que tratar con
máquinas es la cosa más difícil que puede llegar a hacer un hombre. Pero se nos
ha hecho creer que un ser humano que no sabe tratar con máquinas es menos ser
humano, un infrahombre que está más cerca de la edad de las cavernas. Y acaso
sea precisamente al revés.
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LAS CATACUMBAS DE LA HISTORIA. El hombre se acostumbra de una
forma tan servil a las máquinas que cuando por algún motivo éstas dejan de
funcionar (un escáner, un torniquete automático de billetes, etc) y tienen que
venir a ser provisionalmente sustituidas
por seres humanos que ejecutan esa labor mecánica, acaba uno siendo contrariado
por el pensamiento de que algo no funciona, y aquel hombre que vuelve a ejercer
por unos instantes su antiguo y ya arrumbado oficio comienza a parecernos un
especimen salido de las catacumbas de la Historia.
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EL MUNDO INTERIOR DE LA TÉCNICA. Finalmente la técnica
material y física logrará alcanzar el ideal que no tuvo tiempo de lograr la
técnica del espíritu: prescindir totalmente del mundo físico y natural para
introducirnos en uno interior y artificial propio del hombre. Todo lo que
necesitamos del mundo se hallará dentro de una pantalla a través de la cual
estableceremos todo contacto con los seres y las cosas. Y será por fin un mundo
propio del hombre, pero un mundo alienado y absolutamente inhumano.
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AQUELLAS MALETAS SIN RUEDAS: Toda época tecnológica hace
trampa y se mide solo respecto a sus
productos o aparatos tecnológicos, y de este modo las épocas anteriores quedan
reducidas a épocas primitivas donde aquellos hombres quedan ridiculizados y
retratados como arrastrando una vida peor por el hecho de no haber sido
auxiliados por los implementos de la época actual. Por ejemplo, si nuestros
abuelos emigraban cargando una maleta (sin ruedas), los modernos emigrantes de
hoy (así pregona la "vox populi" de los mass-media) lo han hecho con el teléfono
en el bolsillo y un ordenador portátil en el equipaje de mano, sin duda
desplazándose de un país con una vida
mejor para pasar a mejor vida en otro.
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EL TÁNTALO MODERNO. Gracias a las redes sociales y otras
aplicaciones de la comunicación, el hombre cree estar un poco más cerca de los
lugares que ha abandonado –sus antiguos amigos, su ciudad, su país- o de
aquellos lugares de la tierra en
que no puede estar presente, pero
a la vez ahonda la distancia al hacerle ver que sólo puede estar en esos
lugares de un modo vicario y virtual y, como si fuera un nuevo tántalo, se da
cuenta de que la imagen de su tentación está cada vez más cerca, haciéndosele,
precisamente por esto, cada vez más doloroso no poder palpar la realidad de la
que vive alejado.
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LAS ALABANZAS REACCIONARIAS. No hay nada más reaccionario que
alabar la tecnología que el hombre tiene a su alcance en cada momento
histórico, pues ese elogio de la realidad actual impide mirarla con ojo crítico
y nos somete a cualquier realidad que nos venga dada.
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LOS PERIÓDICOS YA NO SON LIBRES: Lo más simpático de las
noticias en las que se nos anticipa la
tecnología que viene siempre es la alabanza de sus ventajas que nos va a
reportar y el absoluto mutismo sobre sus desventajas y futuras consecuencias
para nuestra vida cotidiana. Y es que no anuncian un aparato sino que lo
publicitan, y toda publicidad sólo se dedica a cantar las bondades del
producto, sin pararse a glosar el cambio que habrá que afrontar en el entorno y
en las costumbres del hombre. Los periódicos de hoy en día ya no anuncian
tecnología de la comunicación; ellos mismos se han convertido en sus aliados y
su misión es publicitárnosla para venderse mejor.
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EL PELIGRO DE LA PRODUCTIVIDAD. Puesto que la función de una
máquina es ser productiva, se ejerce, desde el momento de la aparición de una
máquina, una presión para hacer del trabajador una persona más productiva, sin
darnos cuenta que la productividad es una cualidad de la máquina que, cuando se
le exige y se le transfiere al hombre, lo convierte en un verdadero mecano.
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EL SABER TECNOLÓGICO. El mismo saber que ha conducido a la
construcción de máquinas, produce la
conversión de los hombres en máquinas. Todo el saber que tiene el hombre se
reduce a un saber sobre la construcción de máquinas y sobre la manipulación de
esas máquinas. El hombre se pasa toda
una vida sabiendo sobre ordenadores, ha perdido de vista sus propios poderes y
los ha dirigido al poder de la máquina o de la sociedad. Las máquinas son los instrumentos
de dominio que utilizan quienes dirigen una sociedad para hacer eficaz la
manipulación y la propia labor de dominio.
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LA MÁSCARA DEL PROGRESO TÉCNICO. Los inventos nos ahorran
trabajos para darnos otros trabajos y otros afanes peores a los de las épocas
anteriores. Cualquier ahorro de tiempo se ve como algo positivo sin pararnos a
pensar si el hombre poseía antes una mejor calidad de tiempo y lo ocupaba
mejor. Cada invento tecnológico hace que el mundo anterior se vea desde el
punto de vista de la humanidad tecnológica –y desde ningún otro-, es decir:
obsoleto e irremediablemente anticuado, con una humanidad muchos más estúpida,
ineficaz y absurda. Y entonces uno cae en la ilusión de percibir lo
inteligente, eficaz y dotado de sentido que resulta el mundo en el que vive. De
la mano de valedores, voceros publicitarios y empresarios que difunden y
explotan sus productos, los inventos tecnológicos no pueden ser más que una
bendición sobre el mundo y cualquier
intento crítico de ver su lado negativo y maldito queda silenciado. De este
modo todos los cambios sociales que acaecen en el mundo pasan sin ser
impugnados y producen una mentalidad reaccionaria que aprisiona cualquier
visión revolucionaria de la sociedad. De todos los recursos que el hombre ha
extraído de sus dotes y potencias, el de la tecnología es el más reaccionario
de todos. Lo más reaccionario que posee el hombre es la tecnología y
curiosamente este conato hacia la reacción y el retroceso en el hombre pasa
siempre desapercibido –enmascarado como progreso técnico-, sin apenas
impugnarlo ni resistirse a él. Si el hombre es como animal social profundamente
reaccionario es por la tecnología y se puede decir que cuanto más tecnologizado
está, más reaccionario se hace.
Por otra parte sólo puede haber resistencia
durante un instante breve en que el nuevo producto o aparato sale al mercado,
pues al instante siguiente el nuevo aparato o máquina se ha difundido tanto por
los mercados que casi todos los consumidores lo utilizan y lo hacen
imprescindible para el nuevo modo de vida que ese aparato trae consigo, con lo
cual la única manera de resistirse sería dejar de utilizarlo, lo que haría que
viéramos esa tecnología y ese aparato en cuestión con la mirada naif anterior a
esa tecnología, logrando ver de esta manera con más amplitud e intensidad las
desventajas del aparato, pues al desalojarlo de nuestras vidas también vemos el
bien que nos ocasiona. Pero por otra
parte desalojar los aparatos tecnológicos de nuestras vidas nos lleva hacia una
medievalización, hacia un estar en otra época y quedarnos con la aureola de lo
trasnochado y a contracorriente, lo cual nos señala como sospechosos entre las
horda de los ciudadanos modelos para el sistema, que son los que consumen todo
tipo de tecnología sin discriminar lo que mejora su vida de lo que la envenena.
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AGOTARSE O MORIR. Antes se decía “renovarse o morir”. Como la velocidad de los tiempos ha aumentado, ahora se nos dice sin ningún pudor: “renovarse sin parar hasta agotarse o morir”
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LAS MÁQUINAS CONFUNDEN A LOS HOMBRES. Hay algo en la
evolución de la relación del hombre con la máquina que nos dice que cuanto más
progresa esa evolución más impedido se ve el hombre para salirse de ella y más
alienado se encuentra, pues todo progreso en la invención y fabricación de
máquinas tiene a la fuerza que hacernos sentir cada vez más que no estamos
tratando con una máquina sino con algo que se parece al hombre, pero cuanto más
trata el hombre con facsímiles mecánicos de éste –con autómatas que suplantan
al hombre en sus tareas-, más grande se vuelve el embaucamiento y más maquinal
se vuelve el hombre. Los teléfonos de última generación que sustituyen la
pantalla de cristal líquido por piezas tan orgánicamente humanas como “la
super-retina”, los reconocimientos faciales con sólo una mirada, la presencia
del asistente virtual a una sola voz de mando, todos estos artilugios de la
comunicación van en esa dirección de convertir al hombre en algo poderoso, pero
a la vez inhumano y mecánico. Se trata de hacerle olvidar al hombre que está
tratando con máquinas para que puedan, en su momento, ser facilitados los
controles super-estatales por medio de órdenes, pues ningún hombre estaría
dispuesto a aceptar órdenes de una máquina, pero sí, en cambio, de una máquina
que ya se ha confundido con un hombre.
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EL HOMBRE YA NO COMPITE CON OTROS HOMBRES SINO CON LAS
MÁQUINAS. A diferencia de los hombres, las máquinas nunca se equivocan. Claro,
exclamaría uno, ¡cómo no van a querer los hombres algo que nunca se equivoca,
que todas las tareas las lleva a cabo de un modo perfecto! Esa es una de las
cualidades de la máquina, el no equivocarse nunca, la exactitud con que lo hace
todo, esa es una de las razones por las que el hombre admira las máquinas,
viendo en ellas la perfección que no puede ver en sí, pero admirándose de su
propio poder por haber logrado de este modo mejorar sus condiciones de vida,
aunque no pueda mejorarle a él. Pero lo que hay que medir precisamente es qué
consecuencias nefastas tienen en el hombre el que la máquina no se equivoque
nunca. Puesto que a una máquina no se le permite ni se le perdona errores, ya
que entonces dejaría de ser máquina, también se le hacen al hombre más
imperdonables e inadmisibles sus errores, exigiéndole en todas sus facetas que
obre con exactitud, sin equivocaciones y a la perfección. En todas aquellas
funciones que el hombre puede ser superado por una máquina, será prescindible y
sustituible, pues ¿qué empresario iba a querer contratar hombres que se puedan
equivocar, cuando puede contratar vitaliciamente máquinas que nunca se
equivocan? Pero no sólo es esta incapacidad de equivocarse que tiene la máquina
lo que provoca males en el hombre, por contagio, por exigencia de esas mismas
virtudes inhumanas en el hombre. Hay que saber que la máquina es inhumana y que
no se le puede pedir al hombre que actúe como una máquina, pues se volvería
inhumano. Y sin embargo eso es lo que se le está exigiendo al ser humano cada
vez que aparece una máquina.
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CUANDO LO NUEVO NACE VIEJO: Las novedades son ya tan
instantáneas y se suceden tan vertiginosamente que llegará un momento en que la
humanidad morirá de vieja por no poderse hacer ya cargo de lo nuevo.
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EL HOMBRE PREDECIBLE. Hoy en día el objetivo de la tecnología
ya es hacer del hombre un ser predecible del que ya se sabe de él todo lo que
va a desear y lo que se puede esperar y que, no teniendo apenas capacidad de
sorprender ni de sorprenderse, será mejor controlado para convertirlo en presa propiciatoria de
los gobiernos y del mercado.
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O DICHO DE OTRA MANERA: Las nuevas empresas tecnológicas
pretenden –así lo afirman sus directivos- crear modelos predictivos, es decir,
métodos de conocimiento para saber lo que vamos a necesitar sin nosotros
saberlo. Pero digamos claramente de que se trata: lo que se pretende es
vendernos y obligarnos a comprar un conocimiento y unas necesidades que no son
las nuestras, sino las de las empresas depredadoras de los hombres. Ellas saben
lo que necesitan y cuáles son sus necesidades y ya poseen los cauces para sacar
un rendimiento económico haciéndonos creer que todo lo suyo puede ser nuestro.
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LA PERFECCIÓN DE LA TÉCNICA. Lo que viene a decirnos
Friedrich Jünger en su libro “La perfección de la técnica” es que el
trabajador, al trabajar dentro del proceso instaurado por la aparición de la
máquina, trabaja ya desde ese momento no para sí, para su disfrute y para el
despliegue de sus habilidades, sino para que la máquina funcione, y así se acabe convirtiendo el hombre en una
función de la máquina, en un engranaje más, y ya nunca vuelva a trabajar con su
cuerpo ni para su cuerpo, sino engranado en el cuerpo de la máquina y para el
cuerpo de la máquina. Es decir, para que en aras de la técnica vaya perdiendo
su alma y, una vez alienado, no le sirva ya su cuerpo más que para servir al
cuerpo material del aparato tecnológico.
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A LA MISMA VELOCIDAD. La tragedia del hombre en su mundo
laboral procede de que, puesto que gran parte de su trabajo viene siendo
realizado desde hace mucho tiempo por
las máquinas, se le exige al hombre que rinda con la misma eficacia que las
máquinas, con la misma velocidad, puntualidad etc. por lo que el hombre trata
de competir con la máquina a la misma velocidad y puntualidad, etc, hasta que
acaba muerto de fatiga, con los nervios destrozados y, como consecuencia de
tener este desajuste nervioso, acaba
tratando a las personas con el frenesí y el despotismo propios de las cosas
inhumanas.
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EL ELEMENTO INHUMANO DEL HOMBRE. Cuando el hombre actúa
inhumanamente –sin tratar con consideración fraterna a los otros- no se
diferencia apenas de una máquina. Si las máquinas se han podido insertar entre
la humanidad de un modo triunfante es porque ésta se ha ido degradando
imperceptiblemente hasta hacer del hombre un ser cada vez más inhumano. Por
supuesto, el contacto cada vez más
estrecho y abundante con las máquinas ha colaborado, pero el hombre no puede
evadirse de su propia responsabilidad. No es que la máquina vuelva inhumano al
hombre, sino que el hombre, al volverse inhumano, trata a su prójimo como una
cosa y propicia el advenimiento de la era de la máquina, donde el hombre se
encuentra ya en su propio elemento inhumano.
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A MEDIAS. Nunca lograremos comunicarnos mientras lo hagamos a
medias entre el teléfono que tenemos entre manos y las personas que tenemos a
nuestro lado. Podemos estar conectados con muchos hombres por muchos medios, pero así no llegaremos a
conectarnos con nosotros mismos ni con
el mundo que nos rodea.
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LA TÉCNICA ES CONTRARREVOLUCIONARIA. Se cree que el progreso
es una pura consecuencia o resultado espontáneo de un estado de sociedad que
sucede al anterior en virtud de la sola inercia de la técnica y que, por tanto,
cambian los aparatos tecnológicos pero todo lo demás sigue como antes, sólo que
con un aumento del confort; pero lo cierto es que nada más mendaz. El hombre
cambia tanto por efecto de la técnica que, a cada paso que éste da instaurando
usos y costumbres nuevas por medio de sus aparatos, nace un hombre nuevo en una
sociedad diferente que apenas tiene enlace con la anterior. Y se trata de hacer
creer al hombre que cada innovación técnica trae una revolución y un progreso
también para la vida espiritual del hombre, de modo que no tome conciencia de
lo que cada invento supone de verdad. Pero nada más contrario: todo innovación
técnica es contrarrevolucionaria, y aproxima al ser humano un paso más hacia su
alienación.
APRENDER TODO EL RATO. Según un directivo del buscador más
famoso del mundo, antes se aprendía de una vez y te servía para siempre; hoy se
aprende todo el rato. Y al decir esto ha puesto, sin darse cuenta, el dedo en
esa llaga que la tecnología no deja de enconar: la tecnología digital ha
apartado a los hombres tanto de su derecho a la pereza como de su derecho a
aprender aquellas cosas que de verdad valen la pena. Con la aparición de la
tecnología digital –y mucho antes, baste pensar en los diplomas que hay que
sacarse para tratar con máquinas en nuestra vida cotidiana: carnet de conducir,
mecanografía etc- los hombres están compelidos no sólo a aprender el manejo de
la propia tecnología, sino además a convertirla en la única penosa ocupación
dentro de nuestro aprendizaje.
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ES IMPARABLE. El axioma
que se nos vende hoy en día por los gurús de las grandes compañías: El
cambio tecnológico es imparable. Así la imparabilidad (o inexorabiidad) de los cambios
tecnológicos se convierte en un atributo esencial de la misma tecnología, y
cualquier resistencia que se oponga por parte de los hombres los convierte en
locos que intentan poner compuertas al mar.
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QUE NO SE MIRE HACIA ATRÁS. Tal vez lo peor de la marcha
arrolladora del progreso técnico –que no espiritual- no sea el que no se pueda debatir sobre qué es
lo que vamos a ganar con ello, sino más bien que no nos deja echar una mirada
atrás para averiguar qué es lo que hemos perdido.
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LA PÉRDIDA DE LO MARAVILLOSO. Todo cuanto es útil resulta
maravilloso, pero los hombres pierden el sentido maravilloso del mundo cuando
pasan a ser utilizados por la técnica y, en vez de servirse de los útiles que
la cultura ha puesto a su alcance, comienzan a ser siervos de las máquinas.
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¿DÓNDE ESTÁ EL AHORRO? La técnica sólo tendría sentido, y ese
parece su propósito, como método o medio para ahorrársenos energías y tiempo.
Pero, después de varios milenios de historia de la técnica, resulta que cada
vez el ser humano tiene más trabajo y ha de encontrarse disponible más allá de
su jornada laboral y, por otra parte, cada vez dispone de menos tiempo libre,
pues el que le resta ya está dirigido hacia el trato con las máquinas y las
industrias del ocio, por lo que el cansancio físico que antes era producido por
las labores manuales, ahora se lo produce la máquina con la que entra en
permanente contacto, añadiendo además la nueva plaga del cansancio mental.
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LA TRAMPA ES SU VENTAJA. ¿Cuál es la trampa de cualquier
invento tecnológico? Que ofrece una ventaja. La trampa está en que esta ventaja
se nos coloca como una anteojera que nos impide percibir las desventajas que
nos trae a la vez. Y no es que no se
pueda ver –no sería difícil-, sino que la mercadotecnia que utilizan los que
producen y comercian con los productos tecnológicos nos lo impide ver. Es
decir, no podemos ver las desventajas que traen para el mundo los productos
tecnológicos porque los que mercadean con ellos no quieren que se vean ni que
se debata, algo que resulta desmesuradamente antidemocrático. Hay cuantiosos
intereses en juego que impiden la libertad de un debate sobre la conveniencia
de determinados productos tecnológicos para una sociedad. Y de esta manera es
como se hace primar los intereses económicos de unos pocos sobre los intereses
humanos del conjunto de la sociedad.
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EL RETROCESO DEL ESPÍRITU. Parece mentira pero es verdad:
cada paso que el hombre da en su contacto con la técnica es un paso de retroceso
para su propio espíritu. El hombre no creó la técnica para potenciar su
espíritu sino para atrofiarlo a costa de sobrepotenciar las posibilidades del
cuerpo. El crecimiento de una civilización no tiene por qué comportar el de los
hombres que la disfrutan. Puesto que el cuerpo siempre acompaña el espíritu,
cada hombre vive en la ilusión de que el progreso técnico multiplica sus
posibilidades espirituales, pero lo único que ha hecho es limitarlas en las
entrañas de la región de la técnica. Toda la infinita extensión de
posibilidades espirituales ha sido abandonada y, entre el hombre y su propia
humanidad, se extiende un desierto que le acaba agostando.
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YA VIVIMOS EN EL MEJOR DE LOS MUNDOS POSIBLES. Uno de los motivos de que los hombres sean tan dóciles a
cualquier cambio social provocado por la técnica –por muy nocivo y reaccionario
que puede resultar- es que, desde los tiempos modernos en que la técnica se ha
impuesto, las nuevas generaciones nacen en un mundo ya reificado, esto es,
acompañado a su alrededor de tal plétora de objetos y máquinas puestos en
funcionamiento que pronto aprenden a usar y a hacerlos imprescindibles, y acaba
por pensar que el mundo ya nació así con todos estos aparatos tecnológicos de
fábrica y que, como creían antiguamente los teólogos, Dios no puede crear nada
en el mundo que sea pernicioso porque se nos ha colocado en el mejor de los
mundos posibles. Y es que eso es lo que implica la técnica, un optimismo
sociológico que llega a hacernos creer que al margen y fuera del progreso
tecnológico nunca podría caber otra sociedad mejor.
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