Los poemas que se seleccionan aquí están extraídos del libro de Elvira Sastre (Segovia, 1992) titulado "La soledad de un cuerpo acostumbrado a la herida".
EL DESIERTO
DE MI ISLA
Soy una
isla.
Todos
quieren llegar,
Traerse un
libro,
Algo de
comida
Y un amor.
Imaginan los
árboles,
Piensan en
el mar que no se vacía,
Son capaces
de tumbarse sobre
Mi arena
Y ser ellos
mismos
Porque es
terriblemente sencillo:
En mí no
existen los espejos,
Cuido con
esmero la contracción del paisaje,
Acaricio el
pasado y los errores ajenos,
Marco el
camino y no el tesoro
Y me
mantengo siempre estática,
Sin hacer
ruido, sin causar peligro,
Esperando el
golpe con las palmas abiertas.
Es fácil
querer llegar.
Querer
quedarse es igual de fácil
Que ahogarse
en una gota
De agua.
Es así:
todos quieren llegar
Y, sin
embargo,
Todos quieren
irse
En el
momento en el que llegan.
Quizá sea
por el olor a polvo que me cubre,
Por el
viento que va dejando partes de mí
En cada
trozo de tierra que piso
Y me
devuelve incompleta a la orilla,
Por el
cansancio de mis ojos
Que siempre
está en otra parte
O, quizá,
porque nadie quiere vivir
En un lugar
deshabitado.
Nadie quiere
estar en una isla desierta
Cuando se
hace de noche.
ESTRELLA
FUGAZ
Hay una
tristeza propia de las cosas
Que las hace
bellas
Y no quiero
llegar a comprender nunca.
Hoy he
tenido un sueño triste
He
despertado en una cama ausente,
En unas
sábanas blancas y tristes,
Y en el
balcón mis plantas me miraban tristes.
Ha salido a
la calle y era pronto,
Los domingos
por la mañana
Madrid es
hermosa y duele:
Pasearla así
ha sido como ver una estrella fugaz,
Y me ha
parecido todo tan triste
Que me he
puesto la canción más triste de mi cabeza
Y he deseado
la soledad.
Me he
acordado
De este
olvido mío
Y he
maldecido el paso del tiempo por un momento;
Después he
leído que la mujer de Cortázar
Tenía los
ojos azules y apenados
Y el mundo
se ha vuelto algo más sencillo,
Pero también
más triste.
Los
fantasmas también quieren flores,
Pero la
gente sólo tiene miedo.
He visto a
una pareja sentarse separada
En el metro
Con los ojos
a un centímetro de distancia,
A una niña
reírse a carcajadas de una verdad,
Dos manos
besarse en una terraza,
Una tierra
abandonada a través de una ventana
A alguien
pensando en otra vida,
Y me he
puesto triste
Al verme en
todos ellos.
Después,
He vuelto a
casa,
A mi refugio
blanco y triste,
A mi paz en
calma culpable,
Al fin de
cada comienzo,
Y te he
mirado, tranquila y bella
En el sofá y
en tu universo
De estrella
fugaz,
Y he dejado
toda la tristeza en la puerta.
LA PREGUNTA
QUE TERMINA CON TODO
Me dijiste
que debía
Olvidar todo
lo que me habías hecho
Para que
esto pudiera funcionar.
Y lo hice,
amor, lo hice,
Y olvidé
también y sin querer
Tu manera de
acariciarme,
Tu facilidad
de hacerme reír,
Tu esmero al
limpiarme,
El amor al
cuidarme,
Y te olvidé
a ti entre un daño
Y otro,
Olvidé sin
querer.
Esa pregunta que termina
Con todo:
¿Puedes
seguir enamorada de alguien
Que has
dejado de querer?
RUIDO
Si te
marchas
Hazlo con
ruido:
Rompe las
ventanas,
Insulta a
mis recuerdos,
Tira al
suelo todos y cada uno
De mis
intentos
De alcanzarte,
Convierte en
grito a los orgasmos,
Golpea con
rabia el calor
Abandonado,
la calma fallecida, el amor
Que no
resiste,
Destroza la
casa
Que no
volverá a ser hogar.
Hazlo como
quieras,
Pero hazlo
con ruido.
No me dejes
a solas con mi silencio.
LO IMPOSIBLE
De todas las
formas de pedirte que te quedes,
A saber,
Con los ojos
abiertos, con un ramo
Fresco en la
mañana, con una frase a destiempo
Que te
convenza de que puedes sentarse al borde
De mis
heridas sin miedo a hacerme daño;
Es decir,
Con la
rodilla sobre el césped, la súplica en el dedo,
Con la noche
que se termina si no respondes a
Mi urgencia,
con esta valentía mía que promete
Hacerte reina
del castillo sólo si te quedas,
Sólo si te
pido que te quedes,
Con esta
soledad que se llena de tu nombre y me dibuja
Cien pájaros
en la espalda del color de tus ojos hierba,
De todas
estas formas, amor mío,
De pedirte
que te quedes conmigo
Escojo el
silencio
Que es el
único que sabe cómo pedirte
Lo imposible.
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