martes, 20 de febrero de 2018

POETAS 121. Elvira Sastre


Los poemas que se seleccionan aquí están extraídos del libro de Elvira Sastre (Segovia, 1992) titulado "La soledad de un cuerpo acostumbrado a la herida".
EL DESIERTO DE MI ISLA

Soy una isla.


Todos quieren llegar,

Traerse un libro,

Algo de comida

Y un amor.


Imaginan los árboles,

Piensan en el mar que no se vacía,

Son capaces de tumbarse sobre

Mi arena

Y ser ellos mismos

Porque es terriblemente sencillo:

En mí no existen los espejos,

Cuido con esmero la contracción del paisaje,

Acaricio el pasado y los errores ajenos,

Marco el camino y no el tesoro

Y me mantengo siempre estática,

Sin hacer ruido, sin causar peligro,

Esperando el golpe con las palmas abiertas.


Es fácil querer llegar.

Querer quedarse es igual de fácil

Que ahogarse en una gota

De agua.


Es así: todos quieren llegar

Y, sin embargo,

Todos quieren irse

En el momento en el que llegan.


Quizá sea por el olor a polvo que me cubre,

Por el viento que va dejando partes de mí

En cada trozo de tierra que piso

Y me devuelve incompleta a la orilla,

Por el cansancio de mis ojos

Que siempre está en otra parte

O, quizá, porque nadie quiere vivir

En un lugar deshabitado.


Nadie quiere estar en una isla desierta

Cuando se hace de noche.





ESTRELLA FUGAZ

Hay una tristeza propia de las cosas

Que las hace bellas

Y no quiero llegar a comprender nunca.


Hoy he tenido un sueño triste

He despertado en una cama ausente,

En unas sábanas blancas y tristes,

Y en el balcón mis plantas me miraban tristes.


Ha salido a la calle y era pronto,

Los domingos por la mañana

Madrid es hermosa y duele:

Pasearla así ha sido como ver una estrella fugaz,

Y me ha parecido todo tan triste

Que me he puesto la canción más triste de mi cabeza

Y he deseado la soledad.


Me he acordado

De este olvido mío

Y he maldecido el paso del tiempo por un momento;

Después he leído que la mujer de Cortázar

Tenía los ojos azules y apenados

Y el mundo se ha vuelto algo más sencillo,

Pero también más triste.


Los fantasmas también quieren flores,

Pero la gente sólo tiene miedo.


He visto a una pareja sentarse separada

En el metro

Con los ojos a un centímetro de distancia,

A una niña reírse a carcajadas de una verdad,

Dos manos besarse en una terraza,

Una tierra abandonada a través de una ventana

A alguien pensando en otra vida,

Y me he puesto triste

Al verme en todos ellos.


Después,

He vuelto a casa,

A mi refugio blanco y triste,

A mi paz en calma culpable,

Al fin de cada comienzo,

Y te he mirado, tranquila y bella

En el sofá y en tu universo

De estrella fugaz,

Y he dejado toda la tristeza en la puerta.



LA PREGUNTA QUE TERMINA CON TODO

Me dijiste que debía

Olvidar todo lo que me habías hecho

Para que esto pudiera funcionar.


Y lo hice, amor, lo hice,

Y olvidé también y sin querer

Tu manera de acariciarme,

Tu facilidad de hacerme reír,

Tu esmero al limpiarme,

El amor al cuidarme,

Y te olvidé a ti entre un daño

Y otro,

Olvidé sin querer.


Esa  pregunta que termina

Con todo:

¿Puedes seguir enamorada de alguien

Que has dejado de querer?



RUIDO

Si te marchas

Hazlo con ruido:

Rompe las ventanas,

Insulta a mis recuerdos,

Tira al suelo todos y cada uno

De mis intentos

De alcanzarte,

Convierte en grito a los orgasmos,

Golpea con rabia el calor

Abandonado, la calma fallecida, el amor

Que no resiste,

Destroza la casa

Que no volverá a ser hogar.


Hazlo como quieras,

Pero hazlo con ruido.


No me dejes a solas con mi silencio.



LO IMPOSIBLE

De todas las formas de pedirte que te quedes,

A saber,

Con los ojos abiertos, con un ramo

Fresco en la mañana, con una frase a destiempo

Que te convenza de que puedes sentarse al borde

De mis heridas sin miedo a hacerme daño;

Es decir,

Con la rodilla sobre el césped, la súplica en el dedo,

Con la noche que se termina si no respondes a

Mi urgencia, con esta valentía mía que promete

Hacerte reina del castillo sólo si te quedas,

Sólo si te pido que te quedes,

Con esta soledad que se llena de tu nombre y me dibuja

Cien pájaros en la espalda del color de tus ojos hierba,

De todas estas formas, amor mío,

De pedirte que te quedes conmigo

Escojo el silencio

Que es el único que sabe cómo pedirte

Lo imposible.

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