viernes, 29 de abril de 2022

POETAS 132. Stefan George (II). "La Estrella de la Alianza".

 


Stefan George fue un poeta y traductor alemán nacido el 12 julio de 1868 en Büdesheim, junto a Bingen, en Renania, hijo del vinatero Sthephan George y su esposa Eva Schmitt. En 1873 se traslada con su familia a la vecina ciudad de Bingen y allí comienza sus primeros estudios en el colegio con ocho años. Desde 1882 estudia durante seis años en el Instituto Ludwig-Georg, en Darmstadt. En 1887 publica sus primeros versos  en la revista estudiantil Rosem Und Disteln. Tras obtener el bachillerato en 1888, viaja a Londres en primavera y a Suiza en otoño. Al año siguiente sigue viajando por Italia y llega hasta París, donde traba relación con los poetas Verlaine y Mallarmé, el último de los cuales tendrá gran repercusión en su concepción simbolista de una poesía pura y hermética. No menos importancia para los comienzos de su obra iba a tener el concepto poético de la creación rítmica de la belleza, acuñado por Poe, concepción que adoptó a partir del conocimiento de la obra de Charles Baudelaire, al que tradujo con fortuna. Su versación autodidacta en multitud de lenguas le permitirá, además, realizar excelentes traducciones de la poesía de Dante y Shakespeare. En 1889 emprende un viaje a Berlín, donde finalmente se establecerá a finales de 1889 para cursar estudios de Filosofía. Tras un viaje a Copenhague y de nuevo a París, se costea la edición de su primer libro, Himnos, un conjunto de poemas breves sobre temas diversos, aunque en todos ellos vibra el peculiar acento religioso que va a predominar en su poesía. En mayo de 1892 funda junto con unos poetas amigos, entre los que se encontraba Hugo Von Hofmannsthal,  la revista Hojas para el arte, órgano de un movimiento que propugnaba un arte aristocrático dirigido a la expresión esencial, alejada de los postulados realistas del naturalismo alemán que triunfaba en Berlín. En esta revista iba a publicar, con el tiempo, la mayor parte de sus poemas y con ella comienza a poner en práctica los postulados de los primeros libros publicados, Peregrinaciones (1891) Algabel (1892), que  a causa de su estilo iban a ser acogidos con incomprensión por la mayor parte de críticos y lectores. En estos primeros libros el lenguaje mismo y la poesía se hacen temas centrales del poema; pone el énfasis más en el signo que en el significado de la palabra –hasta el punto de alterar la tipografía, suprimir las mayúsculas y convertir el poema en un artefacto.  Stefan George llegará a proclamar que el valor de la poesía no lo determina el sentido (si no, sería algo como sabiduría o enseñanza), sino la forma.  Esta orientación  del “arte por el arte” de sus primeros versos, irá cediendo a un intento más ambicioso de renovar el espíritu alemán por medio de la poesía. Poco a poco, Stefan George se iba instituir en sacerdote de la belleza y a rodearse de un reducido círculo de fieles que van creando sus propios mitos y rituales en torno a la belleza y la poesía. Este círculo de discípulos buscaba restaurar por medio de la poesía un nuevo clima espiritual más próximo a la religión que a la cultura. El círculo ansiaba establecer un ideal de poesía impersonal, plástica y serena. Sus libros posteriores se iban a hacerse más sencillos, pero tampoco iban a obtener la acogida que buscaba:  “Libros de los pastores y de los laudes” “Libro de las leyendas y canciones” y “Libro de los jardines colgantes” (1894). Este mismo año de 1894 conoce a Sabina Lepsius, pintora alemana que se convertirá en acólita del círculo de George y que va a ilustrar su siguiente libro de poesía, El año del alma, con crítica más favorable. Se trata de un conjunto de poemas en que el ideal de vida estética toma cuerpo y se impregna de sustancia humana. En su siguiente libro, Tapiz de la vida (1899), reclama del poeta un ideal más heroico. George ordena ahora su poesía en relación didáctica con el círculo de discípulos cada vez más crecido. Se comienza a vislumbrar la creación de una mitología poética personal donde ya se respira la atmósfera de lo sagrado, a la vez que pone el énfasis en el efecto que la palabra del poeta tiene sobre los hombres.  José Luis Reina Palazón –a quien se debe la traducción de los poemas que se seleccionan aquí- añade además que esta mitología poética busca transmitir también una utopía política a la sociedad de su tiempo; habría que decir además que se trataría de una utopía más religiosa que política, apoyada en una aristocracia cuasiplatónica: el filósofo entronizado por Platón es aquí reemplazado por el vate, que se convierte en mago y sacerdote.  Esta deriva se acentuará en su libro de 1907, El séptimo anillo, que coincide con un suceso luctuoso en su vida, la muerte del padre. Mayor repercusión para este libro y para la evolución de su poesía y la del cirulo de George había tenido la muerte Maximilian Kronberger, un joven escolar y poeta de Munich al que George había conocido en 1902, a la edad de trece años, y que murió de una meningitis el 15 de abril de 1904, al poco de cumplir los dieciséis. Joven, hermoso, con inquietudes poéticas y excelentes cualidades, Maximilian había sido introducido en el círculo en virtud de su talento precoz. Su muerte prematura provoca en Stefan George un duelo que será sublimado hasta convertir su figura en el centro de un ritual estético, modelo ideal de belleza y perfección, casi bosquejo de un nuevo dios mitopoético. En el séptimo anillo aparece transfigurado poéticamente  con el nombre de Maximin. Éste se convierte en una especie de Cristo griego donde se funde lo apolíneo y lo dionisiaco. Siguiendo la interpretación de Carmen Gómez García, el ciclo de poemas dedicado a Maximin se estructura según el modelo de un suceso sagrado que culmina en la resurrección y el advenimiento. Con la elaboración poética de la muerte y experiencia de Maximiliam, el nacimiento de Maximin supone la configuración de la existencia poética de Stefan George como poeta y salvador y una nueva reconfiguración de su círculo. A partir de Maximin, en palabras de Carmen Gómez, el peso de su obra se desplaza hacia la formación de sus discípulos mediante el ritual de la palabra. El séptimo anillo marcará una nueva valoración de la palabra poética mediante una rigurosa concentración del lenguaje en la extrañeza de la forma. También acuñará en este poemario una imagen que a la que recurrirá posteriormente: la imagen del velo que oculta lo esencial, con el consiguiente peligro de olvidar lo encubierto y quedarse en la superficie sin llegar al fondo; en la forma sin aspirar su esencia. Con la publicación en 1914 de La estrella de la alianza, George asume la voz profética de juez de su tiempo, ya maduro para una tremenda expiación. El poema se ha convertido en un texto sagrado: anuncia un programa y una manera de pensar que lleva implícita una ideología. En los poemas de su último libro, El nuevo reino, publicado en 1928, el concepto político toma un nuevo sentido más allá del reducido número de discípulos. Según Palazón, “toma la significación tradicional de reflexión de la historia que acontece en el poema, un intento del poeta por fundamentar y defender su palabra frente a la realidad”.  El mismo Palazón subraya la renovación que supuso la obra de Stefan George al sacar a la poesía moderna alemana del anquilosamiento y remedo neoclásico gracias a una forma más pura y una indagación de ideas original. Sin embargo, considera que “quedó perdido en el ocaso de un cambio de época radical cuya revolución de valores no podía encontrar en las formas anteriores el eco necesario para el desafío que introdujo la barbarie hasta nuestros días….”. También José María Valverde abunda en la obsolescencia de su poesía, duda de su valor intrínseco y la ve más como ornamento de una época y signo de una posición personal. No obstante, la influencia de Stefan George se hizo notar en diversos ámbitos culturales y en la mayor parte de los poetas de su tiempo. Adorno y Benjamin apreciaron su obra y poetas como Celan y Benn acusaron su huella. Sin embargo Benn se alejaría de su obra tardía y censuraría la deriva política de su poesía: “El arte no se hace más profundo –dirá en uno de sus discursos- cuando la historia lo confirma, ni la idea más pura si la realidad la cubre”.

Tan importante o más que la obra lírica de Stefan George, fue la existencia del Georgekreis –el círculo de George- que el poeta fue aglutinando en torno a una pléyade de admiradores. Edgar Salin, uno de sus discípulos, definió el círculo como un fenómeno único, tan enigmático y rodeado de leyenda como el maestro mismo. La aportación del círculo de George a la cultura de su época fue extraordinaria y supuso un trabajo de redescubrimiento –Hölderlin, Jean Paul, Nietzsche- y renacimiento cultural. El poeta postuló como objetivo del círculo la introducción en su poesía personal y el despertar de impulsos poéticos propios en los discípulos. Desde la revista “Hojas para el Arte” se fomentaba, a través de artículos y de la publicación de poemas, el nacimiento de una tradición que orientase la creación literaria en Alemania. Sin embargo, la revista vinculada al círculo no llegó a dar frutos de calidad poética y las voces originales fueron escasas, si exceptuamos las de Wolfkel, Derleth y Hofmannsthal. En el círculo se pedía a los jóvenes que leyesen sus poemas y fueran recitados adecuadamente, pues se creía que en la lectura se mostraba el ser del que lee. Más que sobre poemas y temas culturales, de lo que se hablaba en el seno del círculo era acerca de la labor poética (hechos concretos, correcciones, obra). El programa educativo del círculo iba más allá de lo literario y buscaba moldear todos los actos de conducta: no sólo había que escribir con una especial caligrafía, además había que vestirse, hablar, servir el té y hasta trinchar la carne de una manera peculiar. Sobre todo, se hacía hincapié en la lectura correcta y en dar la adecuada vivacidad al ritmo. En el círculo se leía los poemas del maestro, los contemporáneos, algunos poemas de las Hojas, los poemas de Hölderlin, los sonetos de Shakespeare, algunas escenas de dramas, los poemas de Goethe y mucho Dante. Aunque George pensaba que “sin sentido de la realidad no se puede ser  poeta” y que, además de consagrarse a la poesía, había que enfrentarse con el mundo, el círculo se fue reduciendo a una realidad cada vez más endogámica. La experiencia de la realidad quedaba definida y limitada a la expresión del “instante eterno.  Lo que se intentaba –en palabras de George- era “crear un conjunto que salido de un determinado ideal lleve a cabo un cierto nivel de humanidad.  También este es entonces un eterno momento como el griego”. El círculo iba a hacer de la transfiguración de ese instante eterno el tema central de los poemas que ahí se elaboraban. Para llegar a la vivencia de esta realidad quintaesenciada era indispensable la convivencia dentro de la comunidad formada por el maestro y sus discípulos. Carmen Gómez ha analizado el George-Kreis poniendo el acento en su lado más religioso, al insertarlo en la tradición alemana del arte como religión y colocar a Stefan George en la órbita de Holderlin y Nietzsche, con su vuelta a los griegos. Del primero tomará su crítica a la desacralización y decadencia del mundo moderno, al haberse alejado de los dioses; del segundo, su concepción dionisiaca. Los tres parten de la premisa de que Dios ha muerto y echan la culpa a la sociedad burguesa de haberse entregado al utilitarismo y de haber privado  a la humanidad de los valores más trascendentes. En un mundo desencantado de dioses, sólo el poeta mantiene aún los vínculos con lo sagrado; mediante un lenguaje poético depurado, el arte puede ambicionar todavía ser la piedra de toque de la trascendencia. Tal misión es la que se arroga Stefan George, proponiéndose en medio de su círculo como guía, profeta y salvador  de un grupo de elegidos por sus ideales estéticos. Su anhelo es convertir la poesía en una forma de religión y fundir la tradición mitológica y cristiana en la compostura de un nuevo dios, una suerte de Cristo griego donde puedan convivir lo apolíneo y lo dionisíaco. Pero tal anhelo de restituir lo sagrado a la sociedad sólo se puede realizar por medio de una comunidad donde la comunión sea la fuerza mágica de la palabra, no la que se profana en el intercambio diario, sino la que salvaguarda el mensaje sagrado; esa que lleva la fuerza divina y logra esculpir a los hombres bajo su perfil más noble. Para conseguir este objetivo ennoblecedor era indispensable, por tanto, que el círculo se convirtiese en un centro de formación de discípulos, con un alto sentido educador –“paideia”- en torno un ideal de belleza y cohesionados sus miembros por la fuerza del “Eros” -con evidentes resonancias homoeróticas. Todo esto apuntaba a la fundación de un reino espiritual, un nuevo Estado que encarnase la vuelta al estado de la naturaleza primigenia previo a la desacralización de la sociedad. En medio de este movimiento que se contrapone a lo profano, al pueblo y a la burguesía, el poeta se vuelve depósito de lo sagrado y heredero de una nueva aristocracia basada en su elevada actitud espiritual. Liderando esta aristocracia se sitúa el fürher, que es identificado con el mismísimo Stefan George, finalmente convertido en profeta del nuevo dios Maximin y mensajero de la diosa poesía. No es de extrañar que en clima del tercer Reich, esta manera de entender la sociedad levantase las simpatías de sus dirigentes y se le intentase utilizar para atraerlo a su terreno. Pero la regeneración moral que reclamaba para la sociedad de su tiempo no admitía ningún encaje con las políticas de un gobierno secular. Ya con motivo de la euforia que reinaba en Alemania durante la gran guerra, Stefan George expresó su descontento anunciando en un poema -titulado precisamente “La guerra”- que el antiguo dios de las batallas ya no existía y anticipando el desastre al que se vería abocado el país: “Regocijarse no es adecuado, ningún triunfo será/sólo muchos naufragios sin la menor dignidad”. Y aunque durante  la república de Weimar se convirtió en el ídolo de la juventud más idealista –también de la más nihilista-, el poeta siguió mostrando sus reticencias y rechazó el premio Goethe con el que se le quiso condecorar en 1927. También rechazó la dirección de una nueva academia de poesía que Goebbels le ofreció cuando en 1933 los nazis llegaron al poder, y se mantuvo al margen de los festejos que éstos le organizaron cuando cumplió 65 años. Meses más tarde, ya enfermo, saldría del país para pasar sus últimos días en un hospital de Locarno, Suiza, donde falleció el 4 de diciembre de 1933. La coda a la ambivalente relación de George con los nazis se la pondría años más tarde uno de las personas que asistieron a su entierro, Claus Von Staufenberg, quien participaría en el verano de 1944 en el intento más serio para acabar con la vida de Hitler, al colocar una bomba en la sala de mandos. El coronel Staufenberg había sido un ferviente admirador de la poesía de Stefan y había pertenecido a la última generación de miembros del círculo, bajo cuya advocación habían formado “la Alemania secreta”, una especie de alianza que se había conjurado para defender unos ideales menos innobles que los del tercer Reich y que tomaba su nombre del título de unos de los poemas de su obra El nuevo reino. Sus primeros versos rezan así: “!Arrástrame hasta tu borde/abismo pero -no me confundas-“. Unos años antes, cuando rechazó el cargo que le ofrecieron los nazis, ya había establecido la diferencia entre sus ideales morales y los que pretendían abrazar los que llevaron a Alemania al desastre: “soy el antepasado de todos los movimientos nacionalistas, pero no sé cómo podría injerirse el espíritu en la política”. En su ensayo sobre Stefan George, Walter Benjamin definiría irónicamente el papel que como profeta había jugado en la poesía y en la historia alemana: “Si Dios castigó alguna vez a un profeta porque sus profecías se cumplieran, ese fue él”.


LA ESTRELLA DE LA ALIANZA


Tú siempre aún principio para nosotros fin y centro

Hacia adentro de tu trayectoria, Señor del giro,

Se eleva nuestra alabanza arriba hacia tu estrella.

Entonces se extendía amplia oscuridad sobre el país.

El templo vacilaba, incluso del Interior la llama

No nos elevaba más en lo alto aún por otra fiebre

Agotados que la de los padres: tras de los Serenos,

De los Fuertes, los Ligeros ya inalcanzados tronos,

La mejor sangre nos chupó el afán de la lejanía…

Entonces llegaste tú, brote de nuestro propio tronco,

Bello tal ninguna imagen, tangible tan ningún sueño.

En el desnudo brillo del dios viniste a nosotros:

Entonces goteó consumación de manos consagradas,

Entonces se hizo la luz y todo anhelar se calló. 


Tú nos libraste del tormento de la dualidad,

Y nos trajiste la plena fusión hecha carne

Al par una cosa y Otra, Ebriedad y Claridad:

Tú eras aquel orante en los tronos de nubes,

Con el espíritu luchabas hasta alcanzarlo

Que se ofreció de víctima una vez llegó su día…


El amigo eras de la ola de primavera

Que esbelto y luciente se entregó a su adular

Y fuiste el dulce durmiente en aquellos los campos

Junto al que uno de los Celestiales descendió.

Nosotros te adornamos con palmas y con rosas 

Y te homenajeamos por tu doble belleza,

Sin saber que ante el cuerpo nos arrodillábamos

En el que se consumó el nacimiento del dios.


Vosotros no sabéis quién soy…, sabed sólo esto:

Aún no comencé palabra y hecho en la tierra

Lo que me hace hombre… ahora se acerca el año

En el que yo determino ya mi nueva forma.

Me transformo pero permanezco el mismo ser,

No me vuelvo como vosotros: ya cayó la elección.

Así que traed las santas ramas y la corona

De color de violetas de flores de la muerte

Y aportad la llama pura: ¡y que os vaya bien!

Ya está dado el paso hacia otra órbita

Y devine lo que quiero. A vosotros os queda

Al dejarnos el don que sólo da quien es tal yo:

Mi aliento que os aviva ánimo y fuerza,

Mi beso que tan profundo en vuestras almas arde.


La corriente se alza… y este corazón salvaje

En el que un incendio se remueve de mil años

Que desea extender en luz y profundidad

Y no consigue descargar –sigue los reflejos.

Suspira por las olas como otros tantos seres

Que se le escapan y que se le han escapado,

No habrá tregua antes que las dos gotas de sangre

Estén derramadas en la sonora plenitud…

Entonces surges Dios ante mí en esta orilla,

Así que yo por ti prendido sólo a ti miro,

Tu cuerpo terrenal, ese estrecho santuario,

La medida apeas que para un brazo abarca,

Capta todos los pensamientos que a las estrellas

Huyen y me sitúa en el día para el que soy.


¿Era de nuevo plenitud de tiempos? ¿Qué ardor

Como si un mundo quisiera renacer de nuevo?

Claros mediodías de luz sombras recorrían…

Noches con la danza alrededor fuegos abiertos…

Los portadores de rojas antorchas, las blancas

Portadoras de coronas… fuerte son de flautas

Y la de todos unión en el beso mezclado.

Cuando oscurecía nos prendía el espíritu

De él, poseída manaba en el cambio el habla.

Nos encantó al juramento y voto a la muerte

Hasta que cada último temblor rogó: oh ven

Tú, sostén, acorde en nuestros locos torbellinos.

¡Tú de nuestra fiesta la salvación y corona,

En nuestros oscuros sueños tú eres el rayo!


Ya estaba el espacio lleno de orgullosas llamas,

Las chispas brotaban en vapores enlazados

Y saltaban los reflejos ya surgidos junto a

Los nobles, agraciados, de la noche original.

Su temblor saltaba sobre brillos metálicos

Que ansiosos se buscaban para condensarse,

Nos rodearon atormentándonos ya pálidos…

Así nos sentamos impotentes en su ronda…

¿Dónde del hogar caliente la llama terrestre,

Dónde está la sangre pura que nos dé de beber?


¡Vapores neblinosos concentraos en formas!

¡Pies de plata aparecer de la ola púrpura!

Así penetró por nuestro ardiente conjurar

El grito del dolor hacia el núcleo viviente.


Entregado estoy ante el poder del enigma

Cómo él es mi hijo y yo hijo de mi hijo…

Cómo su ley es que de materia de tierra

El Alto se hace y antes que la acción lo consuma

Con dolor y sonriente el camino a su país toma.

Cómo su ley es que tan sólo se cumple aquel

Que a sí mismo y a todos se da como víctima

Y entonces el hecho con su muerte hace nacer.

La más profunda raíz descansa en noche eterna…

Vosotros que me seguís y preguntando me rodeáis,

No expliquéis más ¡A mí sólo me tenéis por él!

Había sucumbido cuando de nuevo crecí…

Dejad lo oculto: inclinad la cabeza conmigo:

¡Oh Salvador! En el viento del horror oscuro.


Ahora crezco contigo de vuelta a los años

Más confiado en ti en una más secreta alianza.

Tú me irradias de obras de augustos antepasados,

Encantadas contiendas y embriagadores viajes

Y a veces tú velas tal vergonzoso escondido

En el más sabio, piadoso oráculo de vidente.

Lo que sobre aún tan orgulloso vecino eleva

Antiquísima herencia intacta en la sangre:

Tú arrojas al universo en plazos fértiles

Una llama agitándose, una marea de oro.

Como debe ser pues el día –confiar y esperar-

Donde apareciste como aquel que va sin velos,

Corazón de la ronda, nacimiento, imagen:

¡Espíritu de la santa juventud del pueblo!


¿Quién es tu Dios? De mi sueño todo el anhelo,

El más próximo de mi Idea, bello y almo.

Lo que dio fuerza a nuestras oscuras entrañas,

Lo que nos adquirió siempre valor y grandeza-

Secreto manantial y el más íntimo fuego:

Está donde mi mirada lo más puro encontró.

Quien para uno liberador e instigador

Echa después un nuevo impulso por cada vena

Con fresco jugo inflama a los dioses anteriores

Y a toda palabra ya muerta en el universo.

El dios es misterio de suprema consagración

Con rayos alrededor manifiesta su línea:

 El hijo de la procreación estelar lo muestra

Del nuevo centro del espíritu dado a luz.




LIBRO PRIMERO


Pues tu tormenta, oh tronador, las nubes destroza,

Tu borrasca desgracia sopla y fuerte sacude,

¿no es pues buscar sonidos un esfuerzo impío?

El arpa sublime e incluso la suave lira

Dicen mi voluntad en tiempo de auge o caída

Dicen lo inalterable en el orden de los astros.

Y esta sentencia guarda para ti: que en la tierra

No hay príncipe ni salvador que con el primer 

Aliento no suma un aire música de profetas

Y sobre su cuna no tiemble un canto de héroes.


¿Toda la juventud te escapó como una danza

Como un juego embriagado de cuerno y flauta?

Señor, así atraje yo a tus hijos del sol.

De la dicha humana abjuré yo por tu canción,

Me resigné a las penas del peregrinaje,

Busqué hasta poder dentro de ellas encontrarte…

Día y noche sólo no he hecho más que esto

Desde que yo me acuerdo de tener vida propia:

Buscarte por cada camino y cada sendero.


Pues ya tu semilla que llevé en los peligros

Y de mí alimenté y eduqué en necesidad

Hoy inextirpable florece: concede esto aún

Mientras que yo en la agradable luz me mantenga:

Que yo la dignidad de tu bendición conserve

Y en la alabanza de los amigos, el elogio

De discípulos nada se sepa de los cantos

Silenciosos y en la agitación y murmullo

Del grupo guarde fielmente tu secreto santo.


Es lo sumo del destino el hecho de que vives,

En cada caída a ti infligida sólo vacilas,

Tú te doblas y te divides ante el destino.

En el asalto del comienzo se hunden muchos,

Al segundo quedan los mejores  -de pie, caen.

Tú te mantuviste… eres todo tan armado

Que lo que a otro tiene que romper no te rompe:

Cuando al fuerte cerca de la meta de la obra

El altísimo aparece, no peleas perdido,

No, lleno de dicha su primer servidor eres.


Cuando de joven se te anunció tu vocación

Eras tú un expulsado en aire enrarecido

Y llevaste todo solo el tormento de todos.

Y arrojaste de ti un tal grito a las estrellas

Que ni la tierra ni aún el cielo lo soportó

Y respuesta vino con tal tono de los astros

Como antes ningún oído de mortal percibió…

Te sedujo, te arrancó hacia arriba: ¡quédate!

A tan extraño paso falta el primer apoyo,

Sólo puede ayudarte lo que contigo nació-

No increpes tu sufrir, tú mismo eres el sufrir…

¡Retorna en la imagen, retorna en el sonido!


Que un destino incomprensible antes del nacer

Esté decidido es hermoso invento de poetas-

¡Tú sigues en cada obra el sueño más temprano!

De un grano de polvo tú erigiste el estado,

Tú ibas como guiado y te supiste elegido.

“En la presión del universo contra el que actuabas”.

Determinaste moneda, lenguaje y ley.

Una vez hecho esto, tú dividiste el trono

Y partiste tranquilo hacia otros universos.


Al que diste tu luz hasta lo más alto de ti

Sabe que nunca decir te debe y la palabra

Que está para ser llevada fuera a la multitud

Sólo un rato tiene efecto y después muere

Hasta que un nuevo inspirador de nuevo la da.

Si quiero yo conquistar toda mi parte de ti

Tengo que ver cómo comprendo bien una cosa:

Cómo me mantengo en el espacio que me diste,

Llevo a cabo el concreto trabajo de mi día

Y cómo me esposo con el sueño de mañana.


Llamad al rayo que golpeó el signo que guió:

Aquella cosa que en mí sobrevino a mi hora…

Es incomprensible y real como la semilla.

Llamadlo la chispa que se escapa de la nada,

¡Llamadlo el giro del pensamiento que circula:

No lo comprenden sentencias: como fuerza y llama

Llenadlo en imagen en reinos del mundo y de dios!

Yo no vengo para anunciar un nuevo Una-vez:

De una era de voluntad recta tal flecha

Guío hacia la ronda arrastro hasta el anillo.


¿El verbo precede a la acción o la acción al verbo?

La ciudad antigua llamó a escena al bardo…

Incluso si a su brazo y pierna le faltó vigor,

Su verso insufló valor al ejército roto

Y él dispensaba la victoria tan deseada.

Cambia el destino sonriente modo y materia:

Mi sueño se hizo carne y envió al espacio

Formado de dulce tierra –con seguro paso

Al niño de placer sublime y sublime entrega.


Soy el uno y ambos igual

Soy el procreador y el seno

Soy la vaina y el puñal

Soy víctima y golpe pleno

Soy la vista y el vidente

Soy arco y flecha certera

Soy altar y el penitente

Soy el fuego y la madera

Soy el rico y el mendigo

Soy la sombra y lo real

Soy el signo y lo que digo

Soy un fin y un manantial. 


Desde ascuas de púrpura habló del cielo la ira:

Mi mirada está alejada de este pueblo…

¡Enfermo está el espíritu! ¡Muerta está la acción!

Solamente a los que hacia el recinto sagrado 

Han huido en trirremes de oro

Que tocan mis arpas y en el templo

Hacen los sacrificios… y aún el camino buscando

Fervientes en la tarde los brazos estiran

Sólo a sus pasos sigo yo aún con favor-

Y todo el resto es noche y nada.  


Teniéndolo todo y sabiéndolo ellos suspiran:

“!Mezquina vida! ¡Miseria y hambre por doquier!

¡Falta abundancia!”.

De graneros yo se encima de cada casa.

Lleno de cereal que vuela y nuevo se amontona-

Ninguno toma…

Bodegas bajo cada patio donde se impone

El vino noble y en la arena después se extiende…

Ninguno bebe…

Toneladas de puro oro en el polvo dispersas:

Pueblo en harapos lo roza con el dobladillo-

Ninguno ve.


Estos tiempos que nombráis salvajes, oscuros

En el vuestro libre suave inteligente, en falsos:


Querían empero por terror, suplicio, crimen

por máscara, delirio y error ir hacia el dios.

Sacrílegos, os elimina el dios los primeros

Creáis un ídolo que no es según Su imagen,

Con adulación nombrada y cruel como ninguna

Y le arrojáis lo mejor vuestro en las fauces.

Lo llamáis VUESTRA vía y no queréis descansar

En seco delirio corriendo hasta que a todos

Cobardes y venales en vez de sangre roja

De Dios pus de ídolos en las venas os corra.


Vosotros construid criminales en medida y límites:

¡Lo que es alto puede ser más alto! Mas ningún hallazgo

Ningún apoyo o arreglo sirve ya… se tambalea la obra.

Y al fin de la sabiduría llamáis vosotros al cielo:

“¿Qué hacer antes de ahogarnos en los propios escombros,

Antes de que el propio fantasma nos consuma el cerebro?”

¡Él ríe: demasiado tarde para tregua y remedio!

Decenas de millares han de ser golpeados por la locura santa.

Decenas de millares tiene la santa plaga que arrebatar.

Decenas de millares la guerra santa.


Sobre la ciudad callada una cinta sangrante.

Vino de lo oscuro sobre mí una tormenta

Y entre sus truenos oí pasos aproximarse

De grupos, sordos y cercanos. Férreo resonar…

Y un jubiloso amenazador sonido en tres

Partido, metálico claro grito, ira, fuerza

Y temblor me asaltaron como si se posara

Una hoja de acero plana sobre la cabeza-

Un rápido pulsar llevó al trote a las sordas…

Y siempre otros nuevos batallones y el mismo

Estridente sonido de fanfarria… ¿Es esta

La última rebelión de los dioses sobre el país?


Callad sobre el Supremo Bien: antes purificaos,

Para no hacerlo bajo tal pensáis y sois…

¡Dios es un nada si vosotros mismos decaéis!

No me habléis de la mujer antes que veáis

Todo lo que bajo el fértil, doloroso choque

Del más fuerte tiene que suspirar en el placer.

No me habléis del pueblo: pues ninguno imagináis

La unión de la gleba y la empedrada era

Y la justa extensión del ascenso y descenso-

El enlazado de los hilos de oro rotos.


Uno que se alzó cortante tal rayo y acero

El abismo abrió y los campamentos dividió

Un Al-otro-lado creó al invertir vuestro Aquí…

Quien vuestro delirio tanto en vosotros gritó

Con tal vehemencia que su garganta reventó.

¿Y vosotros? Tonto o listo o falso o verdadero

Oísteis y visteis tal si nada hubiera pasado…

Seguís comerciando, habláis, reís y os apareáis.

El amonestador se fue… a la rueda que rodó

Al vacío ningún brazo alcanza ya en los radios.


¡Ved el peligro para preciosa imagen y hoja

Ante las que os postráis tal nos –en el gran incendio!

Mucho mejor destruidos si es que os permanecen

Por vuestro veneno corrosivo y fosa común

Que por la escombrera y el maternal abismo.

¡Puede una vez suceder que de restos más raros

Por escombros guardados –de muro reventado

De piedra derruida de corroído mineral

O amarillenta escriturar una vida se encienda!...

La manera como conserváis es ruina total.


Ardía el crepúsculo del mundo… entró el Señor

De nuevo en la rica ciudad con puerta y templo,

Pobre del que ríe que todo esto echará abajo.

Sabía: ninguna piedra debe quedar unida 

A no ser el cimiento el conjunto debe hundirse.

Los que se pelearon aspirando a lo mismo,

Un sinnúmero de manos se movió y también

 de importantes palabras y Uno fue necesidad.

Ardía el crepúsculo del mundo… juego y canto

Todo miraron a la derecha –Él a la izquierda.


No tembléis ante grietas, ruputuras, arañazos,

Heridas, magia que destroza renueva trazos.

Cada cosa como antes santa y bella se cura,

Pero un nuevo hálito invisible la procura:

Lo que ya está nombrado alrededor se desploma,

ÉSTE carcasa vacía –ÉSTE un arma roma:

Los que están enfilados y los ya retrógrados…

¡Aportad guirnalda y corona al Innominado!


¡Cómplices de entonces! El día del juicio se acerca

Su Por y Contra corta la cinta de otra manera

Y el amor temprano calla y de ambos la lágrima,

Fuimos al otro lado y allí permanecisteis.

Con fuerza y arte y también el más noble deseo

Hacéis del maná del cielo venenosa amapola

Vosotros impulsáis no menos al fin infame

Hasta que a una jauría de perros bastardos

Iguale la mejor descendencia –y en los rostros

De vuestros hijos el último sueño se borre.


Soñador obligado porque os aprieta lo sólido,

Nostálgico por necesidad porque nunca o escapáis,

Permanecéis inocentes en lo vago que alabáis,

Un paso afuera: ¡se vuelve mentira toda existencia!

Vosotros estáis en nosotros contenidos, nosotros

En vosotros no. Lo que vosotros también lleváis

A cabo lo sacáis de sustancias que vosotros como

Apariencia despreciáis. Vosotros quedáis al acecho,

Gritáis cerca del umbral: ¡Inúndanos remolino!

¡Abárcanos inmenso Más Allá. ¡Irrumpe adelante!

¡Oh iluminación, salvación! ¡Y lo que llega es noche! 


Ahora sólo queda un camino: ya es la Hora…

Lo más duro de la más creída duración vacila

A pesar de lo que cede: TAL linaje dice aún su palabra

El que controla lo que hace tiempo presentía.

Quien tiene nobleza se cumple sólo en imagen

Incluso paga por ello con su perdición.

Lo más bajo se va manteniendo como larva,

Se resigna con la muerte antes de la plenitud.

¡Probad según sentido y sonido a lo astral,

El más grandioso milagro de la finitud!


¡Pueblo Extremo del escollo fustigado por el viento

Y barbecho nevado! ¡Pueblo del desierto encendido!

¡Lugar de origen del dios fantasmas… igual de alejado

De esa mar serena y del Interior donde la vida

Se vive hasta el fin en un universo de dios e imagen!...

Rubios y negros, vosotros salisteis del mismo vientre,

Desconocidos hermanos buscándoos y odiándoos,

Vosotros, siempre errando y por ello nunca colmados.


Os movéis en febril tumulto sin una meta,

Os movéis en la tempestad, el mar y la tierra,

Os movéis a través de los hombres… anheláis

Inalcanzables que os alcancen… e incompleto

Anheláis que se os complete… también teméis la calma

En la que sólo os encontráis con vosotros mismos

Temiendo a vosotros mismos como el peor enemigo 

Y vuestra solución es la muerte por vosotros.


Vosotros, sólo para la edad heroica nacidos

Y para la noche original, después no subsistís.

Entonces os debéis retirar a extraña comarca,

la preciosa sangre infantil y animal se corrompe

Si no la mezcláis en el reino de la mies y el vino.

Vosotros influís en otros, no en vosotros mismos.

Tropa de pelo rubio, sabed que vuestro propio dios

Poco antes de la victoria os atravesó a traición.


Casi malignas, no del todo organizadas fuerzas:

La época de todo atenta que cada débil ruido

Anotó en el libro y toda agitación del polvo

No se dio cuenta de vuestro subterráneo rodar-

Sabedora de todo e ignorante de lo que era real,

A vosotras preñadas del pasado, que ella habría

Podido aprovechar y exorcizar par animación,

Os pasó de largo, las más oscuras desaparecidas…

Así sin poder alguno habéis recaído en la noche, 

Apagado chisporroteo alrededor de la luz interior.


Tienes la mirada del águila que alegre hacia el sol

Se dirige –abajo sólo para ataque y mordisco.

Tú vienes de aquella hermandad que cuerda y flagelo

Inventaron para la carne ya demasiado venal,

El sentido laso con furor y rigor refrescaron.

Así Francisco pobre y casto atravesó el país

Coloreando la inmundicia con su luz seráfica.

Así espoleaba Bernhard con el delirio de la cruz…

A ti negó acogida un seno que se hizo estrecho,

A ti de iglesia cansada luchador tarde nacido-

Ríos de la tierra escondiste que ella nunca más retuvo.


Tú, hogareño espíritu, que por viejos muros husmeas,

Que deseoso de embarazo bajo arcos escondido

De los escombros aspirando fragmentos del existir:

Acariciaba tu mano los restos de conchas y urnas,

Se alzaba casi corporal ante nosotros tu imagen:

Sobre las doradas columnas serpenteaban guirnaldas,

Cuencos de cobre humeaban junto a lechos de púrpura,

Estaban cuerpos de leche y rosas, color de cobre,

Iban de puntillas tímidos a través de la puerta…

Pero poco quedó de día de los coros de sombra,

Se esfumó la visión: los opulentos fastos caóticos

De la matrona Roma a la que los reyes requebraban.


Cuestionable fue todo pues lo Uno huyó:

El espíritu se separó a ciegas del arnés,

El alma huida se volvió un juego insensato-

Expresable fue Todo: trillar sobre paja vana.

Librad el corazón de ira y delirio obstruido,

De fermentación, oscuridad, trolas, barullo:

La acción se ha enardecido en terrenal júbilo,

La imagen se eleva libre y desnuda en la luz.




LIBRO SEGUNDO


Abre el espíritu al silencio

Debajo de limpios nublados

Envíalo a la calma atenta

Hondo en la noche horrorosa

Que se purifique y refuerce

Tú de las capas te liberes

Nunca más seas mudo y sordo

Cuando en ti se agite el Dios

Cuando tu amado te susurre.


Libérame de fáciles palabras de inicio,

Pues tan ardiente fuerza no me forja más fuerte,

Envíame de nuevo entre el pueblo insensible,

No soy apto para la siguiente consagración…

No pienses que nada hay allí donde nada ves.

Cuando la otra tarde en tu casa estaba sentado,

Sentí como a través de tu primero: el segundo,

El rostro de Dios lentamente se despertaba.


En el pecho, en el lugar de tu corazón,

Déjame poner la boca, que ella dentro

Vieja fiebre, temblantes llagas, chupe

Tal piedra de salud veneno de herida.

Mi mano en la tuya transmite el vigor

A tus miembros para que se agiten libres…

No te quejes, pues, de tu cerebro en cura

Que negros vapores de podridos sueños

Una y otra vez llenaron -¡ellos llamean

Huyendo en el incendio de este amor!


A mí, el oscuro, tienes que atarme,

A mí, el loco, tienes que matarme,

A ti en pago para mí en dicha…

“!Deja de bramar! ¡Entrega tu brazo!”

De otro modo te quiero ahora atar,

De otro modo llevarte a la alegría,

El poder del sol debes tú sentir

Y tu sortilegio se romperá.


¡Santa noche por Él ordenada

Sombrea todavía con tus velos!

Antes de que comprenda tu dicha

Y lo que comenzaste termine

Ninguna obra del día me obligará,

Me debe calentar sólo y aclarar

Luz que a través de Él me apareció.


Él es Claridad… cuando ilumina,

No cubras tu cabeza en el camino

Del más claro reflejo donde nos reímos

De las cosas en cristalina altura.

Él es Oscuro y él nos arrastra

A las olas en las que temblamos

Ciegos y embriagados… ¿puedes saber

Hacia dónde ÉL me lleva contigo?


Cuando mis labios buscan a los tuyos

Yo todo en tu interior aliento vivo

Y entonces de tu cuerpo que me abraza

Para el que me enciendo el abrazo suelto

Y retrocedo la cabeza baja:

Así mi propia carne adivino-

En lejanías terribles que el sentido nunca

Mide contigo surjo del mismo tronco real.


Lo que sólo nos pertenece: tu ronda y la mía

A esas las debes llenar y quedamos llenos…

Donde te regalas y así sólo más te sientes,

Donde el espacio que estrechamos más se amplía,

Sólo eres para mí y así todos me florecen…

Mira este día de sol, rompe toda frontera,

Los tiempos de lo antes y lo después él comprende.


Tu viniste hacia mí desde una vida alegre

Entregando al azar como tú ya regalabas…

Yo no me puedo regalar para una parte,

Yo soy comienzo quiero todo para siempre.

Tú eres para mí mientras la suerte lo exija

Mi vida más que dicha y entusiasmo y llama

Eres para mí todo, mi corazón íntimo-

Y una órbita así significa la eternidad.


Lo que se ha sufrido olvida,

El contra-espíritu ya vencido

Y sólo el Dios da la medida.

El sueño salvaje abatido,

Mi destrucción en ti cumplida…

Ya determina el alto envío

Si en ti me completo en lo mío.


QUIEN DE SU RIQUEZA INDIGNO NO LA APROVECHA

Tiene que llorar: no quien es pobre, quien perdió…

Tú, el descubridor de la vara, cuyo golpe

Indica donde agua salubre quiere subir

Y venas de oro en lo profundo descansan,

No te asustes ni te asombres: “¿por qué pues yo?”

No lances en despecho al lado la maravilla

Porque no la comprendes… gózala y ayuda

Mientras que la vara en tus manos obedezca.


E ignorando lo que buscaba

Sabía en mí ricos impulsos

Fronda que en paisaje destaca…

Clavada en la cápsula de un pesado sueño

Hasta que un soplo me despertó…

¡Ven, mi ayudante, que yo crezca!

Tú sólo miras en mis penas,

Libérame de mi rigidez,

Que yo con la vida me funda.


Tú has recibido y tú has dado

Como la ley exige.

Nada abandonas ni te abandona

Hasta que el ciclo se cierra.

No busques alegrías o metas

Tras lo que puede ser más:

El noble no sorbe el vino del dios

Bebiendo en trago ansioso.

Así ondea en las sombras del festejo

Orgullo sobre tu peso

Y alaba el pleno poder, su turbión

Nunca TE arrastra al abismo.


Suspendido de ti con todas las fibras

Sólo deseo explayarme más bello

Que el don que yo ofrezco así se multiplique.

¡Destrúyeme! ¡Déjame tragar tu fuego!

Yo mismo libre me sometí libremente…

Rómpase cada deseo cada enlace

En tal servicio de amor… queda una cosa

Que es más fuerte, más frágil: el santo honor.


¿Qué puedo más si todo esto a ti yo entrego?

¿Qué yo como arcilla me doblego en tus manos,

Según tu corazón golpean mis pensamientos?

¿Qué tu vigor en mí a ti suave asemeja,

Tu mirada, tu paso dícenme adónde voy?

Tu empapas con ese tu color mis sueños,

Tú ayudas al sonido a inspirarme si oro,

Tu aliento en mi palabra corre a las estrellas.


¿Qué ha pasado que ya apenas me conozco,

No soy otro y más empero que yo era?

Quien me ha amado, honrado, no lo hace menos.

Compañeros me buscan con bella timidez.

Nada de antes me falta: alegrías de estío,

El sueño ufano y el beso de labios tiernos…

Un más osado palpitar late en mi sangre-

Yo era pobre aún cuando velaba y defendía

Desde que entero me di, me poseo entero.


¡Tú llamas mucho a que tú como propio tomas

Mi bien y el tuyo… aún no has nombrado nada!

Te has vuelto copropietario de mis horas,

Tu ruego es inquietante como una orden.

Tengo que ser tu protección donde peligres,

Aceptar el golpe que a ti correspondía.

Para cada defecto tuyo soy garante,

A mí me corresponden todas esas cargas

Que arrojas por demasiado pesadas –todas

Tus lágrimas que debes llorar y no lloras.


Lo que oculto atormentaba antes fue descubierto,

Me acerqué con todo el impulso de la juventud

Hacia aquel que su favor presta en la madurez,

Imaginé qué dolor yo más bien soportaría

Que el cansancio y la soltura de una tal unión:

El ardiente vigor que me ha prendido indica

Dónde permanezco y cambio –ese mi lugar

En cada uno cuya felicidad contigo garantiza

Y suave a otro transmitiéndose como el año…

Ya entré silencioso en otra posición distinta.


Tal se mira atrás el pasaje del arrecife

Al que sólo una vez salvo se pasa –nunca más

Cuando el peligro de cada paso se conoce:

Así tiemblas por lo que te resultó logrado

Cuando yo en tus manos entregado me había…

Ellas más suaves, tiernas -¡y quedé destrozado!

Ahora honra a esa ley que no se doblega

Y a esa forma con la que yo la satisfago:

Pues el ser humano sólo se mantiene allí

Donde ese oscuro sacrificio se repite.


Me dice el grano del hondo surco que levanta:

“De vapor y sombra cada cosa se ha logrado…

No condenes el espanto que te ha abrazado,

No te dejes impresionar por la noche tanta-

Son los esfuerzos que a la preñez dan garantías”…

Con sus alegrías estoy viendo ya esos días

Donde nuestro común fruto en luz se encanta.


SOBRE MILAGROS PENSÉ EN LOS

Sótanos de la sabiduría.

¿Vino aquel dios que me iluminó,

El espíritu que apareció,

Lejos desde inmensas alturas?

¿Lo he dado a la luz yo mismo?

¡Cállate pensar, alma reza!

¿Es un milagro, igual a otro

Milagro como los del año?

¿No arranqué a la vida estrecha

Por la fortaleza de mi amor

Una estrella de su órbita?


Ya vuelto del país de la ebriedad,

De ricas playas y frutos y flores,

Te encontré en la primavera natal,

Ella es oro verde, tierna y áspera.

Junto a un blanco tronco de abedul,

Luciente y de toda ropa desnudo,

Tu pie seguro sobre campo en flor,

Pues eres un dios de la cercanía.

Los ojos claros todavía sin sombras,

Fuertes aún las palmas de tus manos-

Tienes del pastor pecho y rodilla…

Sí, tú eres un dios del amanecer.


¿Es este el muchacho de la más larga saga

Que por entones vino con ojos de adulador

Con los rosados tiernos miembros de muchacha

Con abundantes cintas en la cabellera?

Su cuerpo se hizo esbelto y derecho. Él 

Agarra. Ya nos seduce. Va sin adornos.

El valor y placer de la lucha ilumina

Su mirada… su beso es corto y ardiente.

Cuando ha sembrado desde su santo seno

Se apremia en busca de esfuerzo y peligro.


Cuando la querida libertad vuelva y la deseada paz

Y el canto pueda subir a todos los Poderosos

Entonces podrán las ligeras parejas en los bosques

Pasear a gusto e inconsciente dulzura sorber.

Yo tengo que someter a disciplina nuestra dicha…

Cuando me conozcas de veras en mi dignidad última,

Me imagines en el rango que me ha sido asignado,

Entonces ha de llegar el tiempo en que yo a ti me entregue.


En la víspera de nuestra fiesta en el monte,

En esa en que tú bebiste el vino de mi copa.

Subimos desde el río hacia la cumbre, allí

El cielo verde prado se volvió de repente

Azul transparente como en las bahías del sur.

Una irreal luz dorada hacía árbol y casas

Lugar de bienaventurados… instante atemporal,

Fue el paisaje espíritu y el sueño presencia.

Nos cubrió un chaparrón… instante de gran dicha

Que una vida terrestre en resumen coronó

Y ya no dejó envidiar al siempre deseado,

Al fulgor del divino mar sembrado de islas.


¡Alabado sea el guía que en el día futuro

A la acción contigo me destinó que nos inmola

En loor de las estrellas, hermano tú en la lucha!

Tú sueñas con la gloria, yo con el descanso oportuno,

Ningún donar ni ningún tomar apagará la llama

Que tú en mí has encendido, ni nada me rompería

La fuerza que me ha unido a ti… ninguna otra unión

Contigo sino el bautismo de sangre que me puede liberar.

¡Oh sosiego de la última noche en tus brazos

Antes de esa señal que me convoque a mi reposo!

¡Oh única dicha de esa alborada embriagadora!

¡Con Dios y contigo la victoria! ¡Contigo la muerte!


El Señor ebrio del otoño me habló así:

Antes que tú a mi gemelo de esta comarca

En el propio cuerpo a encontrar te atrevas-

Deseo demasiado Valente, excesivo esperar:

¡Come este fruto, bebe esta copa de vino!

El medio arbusto florece y se ensancha allí

Más lleno, más oloroso que junto a vosotros.

De lo noble lo más noble crece sólo aquí.


No sé si yo dignamente os he alabado,

A ti el Nacido y a ti el Aún-no-nacido.

Sé de Uno sólo que de muchas formas

Se crece, quiere que él sea destruido

Y cada vez resucite por nueva llama.

Primero Uno, llena sus muchas formas,

Otro y el mismo en igual magnificencia

Surge de la noche de purificación.


Los unos enseñan: terrenal aquí –allí eterno…

Y aquel: yo soy la necesidad y tú la abundancia.

Aquí se proclama: como algo terrenal es eterno

Y la necesidad del uno la plenitud del otro.

No sabiéndose lo bello florece y se marchita,

El espíritu que perdura arrebata lo efímero,

Él piensa, él aumenta y él mantiene la Belleza,

Con toda violencia la convierte en imperecedera.

Un cuerpo que es hermoso tiene efecto e mi sangre,

El espíritu que soy yo lo abraza con deleite:

Así se renueva en la obra del espíritu y la sangre

Así se hace mío y deviene un constante deleite.


¿Dónde las perlas, lágrimas de dulzores,

Dónde las rosas, el edredón aupado,

Juego del requiebro, conceder favores?

El fasto se fue, el olor ya es pesado.

Ahora expiación: silencio más severo:

Mes germinal éste… alba más temprana,

Brotes ocultos, florecer casto emana,

Una luz fresca, un amargo aliento empero.





LIBRO TERCERO


¿DE QUÉ MARAVILLAS RÍE LA TIERRA EN LA MAÑANA

Como si fuera su primer día? Asombroso canto

De mundos de nuevo despiertos nos trae el viento,

Cambiada está la flora de las antiguas montañas,

Como en el jardín de la infancia se mecen las flores…

La corriente baña la orilla y su temblorosa

Plata de pronto absorbió todo el polvo de los años.

Tiembla la creación, tal vez en un estado de gracia.

Ninguno llega de camino del que la cabeza

No adorne una majestuosidad desconocida.

Sobre el país se ha derramado una luz amplia…

¡Salud a todos aquellos que entre sus rayos van!


Este es reino del Espíritu: de mi

Reino reflejo, hogar y bosque. Aquí

Cada uno es reformado, renacido:

Lugar de la cuna, país natal: aún

Permanece un sonido de cuento.

A través de la misión, de la gracia

Cambiáis estirpe estado y nombre,

Los padres y madres ya no están…

De la filiación, de los elegidos

Escojo yo a mis señores del mundo.


Quien la llama rodeó una vez,

satélite de la llama queda.

No importa dónde vaya y circule:

Donde aún su reflejo le alcanza,

No yerra él muy lejos de la meta.

Sólo cuando su mirada la perdió

Y su propio brillo le engaña:

Si le falta la ley del centro,

Pulverizado por el espacio yerra.


¡A la nueva nobleza que buscáis

No la traigáis de escudo y corona!

Sostén de todos los rangos llevan

Venal mirada igual de los sentidos,

La dura mirada igual del espía…

Sin tronco crecen en el barullo

Raros brotes de propio rango

Y conoceréis los co-nacimientos

Por el ardor verdadero de los ojos.


¡Con las mujeres de orden extraña

No debéis manchar vuestros cuerpos! ¡Quietos!

¡Al pavo real dejadlo junto al mono!

Allí junto al lago obra la Veleda,

Despierta a las chicas un muerto saber:

El misterio más propio de la mujer.

Según las originales costumbres

Ella os va unir a los senos maduros

Que son dignos de llevar vuestro semen.


Por los jardines susurran temblando

El gris y el oro del día tardío.

La quimera se enjuga meditando

Los hilos veraniegos de la frente

La melancolía flautea… en casas

Varios sonidos invitan, halagan,

Atraen dulces las almas… ¡de prisa!

Todo esto es canto del otoño.

La Voz que en vosotros ha resonado

No pide brillo ajado ni veneno.


Cuando para celebrar en brazos del amigo

Llevados habéis sido a la casa consagrada,

Atónitos, conmovidos os arrodillasteis,

En lo íntimo prendidos a un todo os disteis:

La vieja pena se quebró –os vino un Sentido.

Vosotros os alzáis con orgullo y alegría

No sólo en la cabeza: en todo el cuerpo radiando…

Un corazón lleno de amor entra en todos los seres,

Un corazón lleno de ardor aspira a toda altura

Y santo y sobrio comienza el discurrir del día.


Sois confesores con la mirada al universo abierta, 

Sacrificadores coronad el pelo libre al viento

Iagual  a mejores en el ágil juego de los miembros.

Míseros son los que de vuestras ligazones se burlan,

Los que os miran fijamente y en sus propia ataduras

Emjor se atormentan que agradecer al rompedor de ellas…

La más temblorosa opresión no libertad es su duda

Y deformidad, abandono e impedimento… Fe

Es fuerza de la sangre, es fuerza de la hermosa vida.


Ante el brillo de constantes estrellas

Cambian día y noche de los pueblos

Tal de los espíritus crecer y caer-

Vale lo mismo sueño y vigilia.

Las más gloriosas uniones terrestres

Disuelve el juego de flujo y reflujo…

No nos impresiona ese saber,

Nuestro año marca nuestra frontera,

Nuestra luz el ascua en el anillo

Y su servicio nuestra meta y dicha.


Ya no miramos más esa tierra resecada,

Al bosque por venenoso viento envejecido,

Por la enorme sequedad el suelo rehendido,

La hierba y la maleza, pálida y quemada.

En las alturas una fuente han destapado

Y unas frescas islas florecen escondidas:

La nueva palabra por ti antes prometida,

El nuevo pueblo que por ti ya ha despertado.


SOBRE LAS NUEVAS TABLAS ESCRIBID LA NUEVA CASTA:

Dejad a los viejos del bien adquirido alegrarse

La lejana tormenta no llega a sus oídos.

Pero a toda juventud debéis llamarla esclava

Que hoy con seductoras melodías se embriaga,

Con guirnaldas de rosas sobre el abismo flirtea.

Debéis escupir de la boca todo lo espurio,

Debéis llevar el puñal en el ramo de laurel,

Según en paso y sonido al cercano Combate.


Lo que os interesó en vuestra cinta de bronce…

Os ha enmarañado un delirio y despertáis

Y aún no podéis con franqueza mirar a la luz:

Aprended del héroe a arrojaros a la espada.

Habéis faltado en lo pequeño contra un igual

A vosotros, id pues y pagad mudos con hechos,

Después volver: ya no tenéis derecho a mancillar

Esa dignidad de dos y provocar ardiente

Vergüenza sobre la frente de vuestro hermano…

Pedir perdón y perdonar es una atrocidad.


Así lo quiere la razón: de fuera no llega enemigo…

Si se le necesita, tenéis que crearlo de vosotros,

En el contra-ataque desempeña él su servicio.

El es un bastardo, él esconde, disloca, retuerce,

Afila las armas y estimula las buenas fuerzas,

Aporta venenos necesarios en actos odiosos.

Pero a los extraños malhechores decid confiados:

¡Oprimidnos! Imborrable es la palabra que florece.

¡Oídnos! ¡Aceptad! A pesar de vuestro favor: florece-

Asesinadnos: más rico florece lo que florece.


Un solo saber igual para todos se llama engaño.

Tres son los grados del saber. El primero sube de ese

Presentir insensible de la plebe: semilla y cría

En todos los despiertos, vigilantes, de vuestra estirpe.

El segundo: lo trae el libro de los tiempos y escuela.

El tercero pasa por la puerta de la consagración.

Tres son las etapas de aquel que sabe. Sólo el delirio

Dice que él puede saltárselos: nacimiento y cuerpo.

La otra de igual obligación es mirar y comprender.

La última conoce sólo aquel con el que Dios duerme.


El espíritu creó la era que conocemos,

Que por siempre es hombre: honrad a la mujer

En la materia… que no es una sacralidad

Menor. La mujer pare al animal, el hombre

Crea al hombre y la hembra infame y buena

Es de vuestra costilla. No toquéis su secreto:

Siendo orden dentro,  en el mercado anarquía

E infamia. Como en el Libro de los libros

Habla el Ungido a cada mundo en pleno cambio:

Yo he venido a deshacer las obras de la mujer.


Si encontráis a uno de los eremitas

Que en soledumbres solitarios meditan,

Enjuto con los cabellos enredados…

Si aconseja como el meollo de la verdad:

Mirad a un Uno que un todo sería

Para prepararos para la gran Nada-

Dad como respuesta: nunca sentirá

Quien su corazón nunca ha despreciado

Miedo de cuerpo y desprecio por la tierra.


Rompe de nuestro labio el sello

Di que desciframos la runa

Al pueblo que llama hambriento…

“No os engañéis con los tontos

Que sólo escuchan la solución:

Romper la fuerza de la runa

Para enterrarla deshonrada

Y aún peor empobrecerse-

Sólo el maestro sabe el día”.


Te nombras embaucador para toda una estirpe

Que bizquea, no ve, ni siente, sólo se agita y tiembla.

Qué va a pasar cuando muchos un día se alcen y

Seduciendo brillen: ¡Venid, somos el camino!

“Aquí os sirve mi testamento: ¡pues yo os di

Para el cerebro que engañe el ojo verdadero!

Rostro y estatura os designan al Auténtico.

Él sella ya, en el primer año de siete, cuando

Dentro se nos hace luz, la imagen de dominio:

Llevaba la señal de la elección marcada en beso”.


Aquí cerrad la puerta: enviad al no dispuesto.

Mortal puede ser doctrina al que no la comprende.

Imagen, sonido y corros la tienen guardada,

De boca sólo a boca va como una indicación 

De cuya plenitud ninguno os debe hablar…

Con el primer juramento sabéis dónde callar,

Incluso al más claro prometedor palabra 

A palabra del mundo que miráis y miraréis

Aún tímido el sublime Ancestro no debe nombrar.


La secreta doctrina tanto se revela:

A la virtud de la parte el todo es superior.

Que el nuevo ser en la ronda se desvela

Y de cada miembro supera todo vigor:

De ese anillo de amor del que nada se agota

Se saca su fuerza cada nuevo templario

Y la suya propia –mayor- en todos brota

Y hacia el círculo vuelve al modo contrario.


VOSOTROS SOIS LA FUNDACIÓN TAL COMO YO OS CELEBRO

Como cada uno es consigo mismo con cada uno:

Celo del deber y empuje en el corazón piadoso.

Vosotros sois los consagrantes y lleváis el reino

Tal como inconscientemente en otra estrella una vez

Antes y después se representa escena terrestre.

No ruegues rápido crecimiento de mayor poder:

El número que corona encierra posibilidad…

Lo que en ella se Hace el universo pronto lo hará

Y lo que hoy no podéis vivir no podrá ser nunca.


Al que le fue dado mirar hasta abajo

Aporta, invulnerable, para bien de todos

El misterio como Celebración, como Imagen.

Trae sólo signos: los anula y a sí mismo:

Como alguien que ve excelente al que le falta un ojo.

Nadie que vio verdadera sabiduría traicionó:

Los hombres sufrirían un horror paralizador,

Se helaría a los más valientes sangre y semen,

Se desplomarían si delante de su mirada

Cruel y horroroso Lo Otro se levantara.


Cuando tras el plazo de la bendita iniciación

Te fuiste de mí –por encima de mi tejado

Yo vi una estrella dorada hacerme señales,

A mí, primer Transformado por el espíritu;

Y propusiste la elección aún de una cuestión,

Vacilé primero, después me incliné: perdona,

Quien vivió lo alto no necesita interpretación,

Seríamos tú si te hubiéramos compredido

Todo. Me diste bastante para mover mundos:

El suelo seguro de un pie de ancho en el que estoy.


Yo me dejé coronar por las escuelas que

Ne consideraron digno de su dignidad…

Ya no es el tiempo de la simplicidad. Se fue.

Después comenzó la verdadera enseñanza:

Conocer que ella es venal en conocimiento,

Un sabio es sólo el que sabe desde Dios.

A través del santo campo llego andando,

Contigo me dirijo hacia la meta final…

En armonía siento semilla y marchitar,

Veo mi vida como una especie de dicha.


¿Quién te debe desear de otro modo si tú así

Tu cabeza con sonrisa inclinas y vacilante

Te vuelves flor demasiado plena en tan tierno tallo?

¿Quién no te regalaría la luz y el aire suave?

Y, sin embargo, sabe: que tú vives para el día

En el que a ti la tormenta benéfica el resto

De ceniza desempolva en tu cabello dorado…

No habléis muy severo del débil que se separó,

Acordaos cómo me halagasteis amablemente:

Era un rubio milagro para vosotros –nada más.


¡No pienses demasiado en lo que nadie sabe!

Las imágenes de la vida son oscuras:

El cisne salvaje al que tiraste, en el patio

Dejaste unos días con las alas rotas,

Él recordaba –decías- un ser lejano

Semejante a ti que tú en él has destruido.

Languidecía, sin agradecer tu cuidado

Y sin enojo… pero cuando llegó su fin

Su ojo rompiéndose te regañó que lo

Cambiaras a un nuevo círculo del ser.


Llevaste en dulce azoro la frente inclinada,

Supuse dónde tu libro dejó en lo oscuro:

Si el espíritu o el cuerpo fija el sentido…

Sólo una mano viva te indica lo que es eje,

Es rueda que gira, que cambia y queda salvo.

Entonces el señor del banquete te alcanzó:

En el torrente de su llameante embeleso

Y en el ardor de la dicha tan retenida

Se hundió no sólo el espíritu –el cuerpo

Calló, tarde a ocultas viniste a mi lecho.


Proverbio y consejo, amigo y maestro,

Me dejaron desamparado de camino…

Tú oíste el grito de la juventud,

Tú fuiste el defensor de mi valía,

Hasta que mi tierno y valioso crecer

De posible caída –luchar pudiera.

Por eso me he consagrado a ti,

Envíame de un polo a otro polo,

Déjame eliminar a tu enemigo,

Toma esta sangre mía para tu obra.


Expulsados seáis del espacio interior

De la célula, el núcleo de fuerzas unidas

Y copiosos temblores hacia la amplia tierra.

De cada ojo se adivinó aquí su grado,

De cada forma el modo del futuro coraje,

Separados en marcha, sois en el fin unidos.

Os circula en la sangre triple vino de amor,

Los fuertes de hoy son los bellos del ayer

Crecidos bajo la sombra del que Despierta

Su fuerza endurece, su sonrisa os esplende.


Tras luchada la lucha, el campo ahora granado,

El suelo ya hinchado para nueva semilla,

Con coronas entraron hombres y marinos:

La fiesta es comenzada en el cantón más bello

Donde con homenaje de flautas y de trompas,

De todos los colores, canto y baile rodeado,

De todos los olores de fruta y flor bañado,

El himno sagrado sube: eterno manantial.


CORO FINAL

La senda de Dios se nos ha ensanchado.

El país de Dios nos está destinado.

La guerra de Dios nos ha enardecido.

La corona de Dios se nos ha asignado.

La calma de Dios en nuestros corazones.

La fuerza de Dios en nuestro pecho.

La ira de Dios en nuestras frentes.


El ardor de Dios en nuestra boca.

La cinta de Dios nos ha religado.

El rayo de Dios nos ha encendido.

La salvación de Dios nos ha regado.

La dicha de Dios nos ha florecido.


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