sábado, 31 de diciembre de 2022

CUENTOS MÍNIMOS 15. FELIZ AÑO PEOR

 



Había sido el año más horrible de su vida, el que justo ahora, cuando sonaba por la televisión la primera histérica campanada y comenzaba a atacar en la boca las uvas del platillo, creía despedir, mandar a la mierda aquella temporada en el infierno encarnado en 365 días, el año aquel que había comenzado ingresando en el hospital después de atragantarse con la última uva -¿o fue la penúltima?-, el tubo en la tráquea como una branquia que se hincha para un pez que se ahoga al otro lado del mar, el año nefasto del divorcio de su mujer y de la muerte de su madre -¿o fue al revés?-, el año en que se arruinó apostando en línea y cuando le embargaron el piso y le dio el lumbago bajando los muebles por la escalera,  el de la detección precoz y la recaída prematura, el de las colas del paro y las caídas del pelo por el sumidero, y el de las ganas de cortarse a lo largo las venas,

y había sido, sobre todo, ahora que se acercaba la última uva en el plato y que las campanadas sonaban más deprisa que el vuelo de esas uvas, el año que volvía a empezar igual que lo había acabado, atragantándose al ver que a las once campanadas no le quedaban más uvas, y que alguien estaba contado mal, y que la cara se le hinchaba como hacía un año cuando se le cortó el aliento, y los aspavientos en el cuello de la camisa sabiendo que nadie llegaría a tiempo para darle su última uva, para siempre viviendo aquella campanada fatal, y el par de rostros engolados marcándole por la televisión la cuenta atrás de su caída en la lona, recordándole que ya era tarde para levantarse y que estaba muerto cuando había llegado al hospital, y volver otra nueva temporada a pasarla en el infierno, sabiendo que ese era precisamente el infierno que le aguardaba, el eterno retorno a un año nuevo que era el viejo, una invitación a repetir una y otra vez el peor año de su vida, y no adivinarlo hasta la duodécima uva que le faltaba, y ahogarse del disgusto y después olvidarse que volvía a empezar el año viejo, y así sin parar todos los días de aquel año hasta la última campanada.

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