Para Proust la belleza es una cuestión de imaginación, de ahí que cada artista imponga su propio canon. No existe algo tal como una belleza objetiva. Cada artista ha de encontrar su propio concepto de belleza con arreglo a su personalidad y a sus propios pensamientos: ellos reflejan la belleza interior que porta el artista. "Dejemos las mujeres bonitas para los hombres sin imaginación", llega a exclamar Proust en su desdén por la belleza objetiva. Y la imaginación exige que cada cual encuentre su belleza por los tortuosos caminos del placer. Una belleza que no nos reportara placer sería una belleza insensible y paradójica: nos sería indiferente. Por eso es tan difícil reconocer la verdadera belleza en un artista nuevo: porque es la que escapa a los cánones. No es la belleza ideal, sino la que el artista crea de nuevo con su obra. Ese es el motivo de que a toda obra genial le siga la incomprensión y de que, para decirlo en palabras de Swift, al genio se le reconozca, en su aparición, por la conjura de todos los necios contra él. El genio debe crear la posteridad de su obra en pugna contra este gigantesco obstáculo. Su pecado es su extraordinario talento y la mediocridad de su entorno lo vuelve invisible. Para que el genio se haga visible ha de ganarse la comprensión de aquellos pocos espíritus selectos que se le pueden asemejar. La verdad que encierra una obra genial no es evidente a los ojos de sus contemporáneos. Y para dilucidar esta verdad es preciso un esfuerzo que la hace difícil de asimilar. ¿Pero cual es la característica de estos genios que producen una obra que escapa a los radares de su época? La de reflejar algo superior a ellos mismos. Su personalidad entonces se convierte en un espejo y cesan de vivir para sí mismos, convirtiéndose por este renunciamiento en una especie de místicos, lo que ya nada tiene que ver ni con su grado de cultura ni con sus dotes intelectuales. De ahí que las facultades del verdadero artista estén reñidas con la inteligencia y su capacidad para construir teorías. El reino del artista es su realidad interior, que ha de sacar a la luz por medio de otras potencias, que se nutren más del instinto que de la inteligencia. Pues la materia prima con la que trabaja el artista es la impresión; la inteligencia viene después. Por eso cada artista ha de desenterrar esa realidad interior, ha de someterse a ella y descubrirla como una ley propia. El verdadera artista no inventa, traduce la obra que ya lleva dentro. Su tarea es la del descubrimiento y la exhumación y es precisamente porque el arte consiste en reflejar una realidad interior por lo que Proust milita contra el realismo.
Lo que achaca al realismo es que resulta impotente para reflejar la realidad artística que funda todo arte. Del realismo no se puede extraer ninguna enseñanza. El realismo no posee el ingrediente educativo de todo arte que, al transfigurar la realidad, quintaesencia la sustancia de las cosas y les aporta una riqueza nueva. El realismo, al limitarse a describir la realidad, la empobrece, alejándose de esa misma realidad. La realidad para Proust cobra valor cuando pasa por el tamiz de la sensibilidad del artista y se convierte en algo inmaterial que está impregnado de su alma, y cuando éste coloca esas cosas reales en la sustancia anímica, que es la durée bergsoniana, en un tiempo que fluye y que revuelve todo con la riqueza de su pasado y con el impulso del porvenir. Lo que llamamos realidad, es para Proust una relación entre las sensaciones de las cosas y los recuerdos que nos circundan: cualquier intento de describir a las cosas mismas, tal como son, resulta una ingenuidad y una quimera. Pues el arte no consiste en describir objetos sino en encontrar el lazo secreto que los une y que es único para cada artista: el artista verdadero logra convertir ese lazo secreto en estilo. Los datos reales de la vida, nos advertirá Proust, no tienen valor para el artista. Sólo son una ocasión para poner de manifiesto su genio. El verdadero arte es arte porque logra escapar del solipsismo y comunicar la esencia de la personalidad, ese mundo secreto que encierra cada cual y en el que logra instalarnos. El arte es una forma privilegiada de comunicación, ese espacio donde se comunican los espíritus, y expresan lo invisible, lo más espiritual, la creación de un mundo y la posibilidad de que ese mundo persista después de la muerte de su creador.
Se deja a continuación una selección de pensamientos de Proust sobre el arte y la belleza. Se puede leer una larga reseña biográfica en una entrega anterior de esta misma página.
https://umbralygozne.blogspot.com/2022/11/pensamientos-31-marcel-proust-i-sobre.html?m=1
PENSAMIENTOS SOBRE ARTE Y BELLEZA
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