domingo, 7 de enero de 2024

POETAS 137. Antonio Gamoneda ("Blues Castellano")

 



Antonio Gamoneda nació en Oviedo en 1931. Su padre, periodista y poeta del modernismo tardio muere al año siguiente. En 1934 la viuda se tralada a un barrio obrero de la ciudad de Leon. Para ayudar en la economía familiar se ve obligado a trabajar en un banco siendo todavía adolescente. No obstante, continua sus estudios de bachillerato por libre. A finales de los 40 comienza escribir sus primeros poemas, a la vez que mantiene contactos con los grupos poéticos surgidos en torno a las resvistas "Espadaña" y "Claraboya". Al final de la década de los 60 se entrega, con un grupo de amigos, a la militancia antifranquista, lo que en parte justifica el largo silencio literario entre 1967 y 1975. En 1969 deja el trabajo en el banco y se incorpora a los servicios culturales de la diputación de Leon. En su seno crea la colección de poesía "Provincia" y la sala de arte del mismo nombre. Colabora como crítico de artes plásticas en "Diario de León", "Proa", "La hora leonesa", "Tierras de León", "Gaceta del arte". Comienza a recorrer España como conferenciante invitado por varias universidades y entidades culturales.

Desde los años 80 es gerente de la fundación leonesa "Sierra pambley, en sintonía con el espíritu de la institución libre de enseñanza. En esta década comienza a ser reconocido públicamente como poeta: recibe el premio de Castilla y León de las letras y el Nacional de literatura. Este reconocimiento se culmina en el año 2006 al ser elegido para recibir el premio "Miguel de Cervantes.

La obra de Gamoneda revela un mundo propio y por eso resulta reacia a cualquier adscripción estética. Comparte con sus coetáneos el rechazo a la corriente social y la concepción de una realidad interiorizada, pero difiere en otros muchos aspectos. Lejos del distancimiento irónico y el juego intelectual, sus versos están hechos de compulsión afectiva, de apelación vehemente y lo patético está presente en ellos, eslabones aún de una cadena que procede de la visión romántica (Miguel Casado). El poeta ha afirmado que su poesía adquiere su completo sentido cuando comporta un discurso inseparable de hechos interiorizados que han proporcionado cuerpo y carácter a su vida. Su poesia trata de imitar la creación desordenada de la vida con todo su caos interior y exterior. De ahí que se puede apreciar en sus versos una fuerte carga de irracionalidad: trata de capatar la hondura metafícisa del ser humano.

Los primeros versos de formación se encuentran en su libro "La tierra y los labios", escritos entre 1947 y 1952, versos que permanecerían inéditos hasta su inclusión en "Edad", el libro que décadas más tarde merecerá el Premio Nacional de literatura. Aquí encontramos su inconfundible voz desgarrada -bajo el influjo de Blas de Otero- y el dolor que engendra la presencia de la muerte. Su primer libro publicado se hará esperar: "Sublevación inmóvil", 1960. Con esas intermitencia de silencio, se da el caso del segundo libro escrito verá la imprenta después de la publicación de un libro escrito con posterioridad. Este segundo libro preterido, "Blues Castellano" se demora hasta el año 1982. Es un libro fuertemente narrativo en la que va hilando experiencia personales (familia, trabajo, vida cotidiana). También es notable su actitud inconformista que se aproxima a la reivindicación social y se solidariza con el hombre. A ritmo de jazz, blues o spiritual, va enhebrando una visión del mundo transida de dolor, aliviada únicamente por un matiz piadoso. Pone el acento en una fraternidad sin esperanza.

Su etapa de plenitud arranca con "Descripción de una mentira, lleno de imágenes visionarias. Se trata de un largo poema en versículos, dividido en fragmentos que mantiene una esencial unidad; se ha comparado su forma expresiva en este libro con un jarrón roto: partes desencajadas y desiguales pero nunca caóticas. 

Este libro continua la estela de "Blues Castellano" en lo que respecta a sus estructuras rítmicas, pero aquí aparece una repetición de conceptos que produce una sensación de estar siempre ante la misma frase girando alrededor de un sólo pensamiento, según Miguel Casado, "como si buscase la respuesta a la misma pregunta". Las vivencias personales que sirven de base se mezclan con enigmáticas alusiones que remiten a un universo inquietantes, oscuro, presidido por un irracionalismo pesimista. Asistimos a un ininterrumpido flujo de conciencia en el que el poeta desgrana sus angustias y perplejidades.

"Lápidas" (1987) responde a planteamientos similares, aunque algunos textos son más explícitos en la transmisión de experiencias personales y el lenguaje resulta más llano. En este libro continua ahondando en la memoria personal en busca de recuerdos torturantes. El dolor de España se siente en algunos poemas.

En 1992 publica el "libro del frío", una meditación sobre la muerte y sobre la memoria de la vida en el límite del tiempo. Esta inminencia de la desaparición física la continúa abordando en "El libro de los venenos" que abunda en datos sobre las distintas maneras de administrar la muerte para adentrarse mejor en los últimos confines de la vida. En 2003 publica "Arden las pérdidas", donde gravitan las inquietudes de siempre vertidas en un discurso hermético.

En el 2004 publica su poesía reunida bajo el título de "Esta luz". 2006 será el año de su consagración definitiva al recibir el premio "Reina Sofía" y el "Miguel de Cervantes.

Se dejan aquí los versos de su primera época hasta la publicación de su libro "Blues Castellano"



DESPUÉS DE VEINTE AÑOS

Cuando yo tenía catorce años,

me hacían trabajar hasta muy tarde.

Cuando llegaba a casa, me cogía

la cabeza mi madre entre mis manos.


Yo era un muchacho que amaba el sol y la tierra

y los gritos de mis camaradas en el soto

y las hogueras en la noche

y todas las cosas que dan salud y amistad

y hacen crecer el corazón.


A las cinco del día, en el invierno,

mi madre iba hasta el borde de mi cama

y me llamaba por mi nombre

y acariciaba mi rostro hasta despertarme.


Yo salía a la calle y aún no amanecía

y mis ojos parecían endurecerse con el frío.


Esto no es justo, aunque era hermoso

ir por las calles y escuchar mis pasos y sentir la noche de los que dormían

y comprenderlos como a un solo ser,

como si descansaran de la misma existencia,

todos en el mismo sueño.


Entraba en el trabajo.

                                     La ofician

olía mal y daba pena.

                                     Luego,

llegaban las mujeres.

                                     Se ponían

a fregar en silencio.


Veinte años. 

                      He sido

escarnecido y olvidado.

Ya no comprendo la noche

ni el canto de los muchachos sobre las praderas.

Y, sin embargo, sé

que algo más grande y más real que yo

hay en mnmí, va en mi huesos:


Tierra incansable,

                               firma

la paz que sabes.

                               Danos

nuestra existencia a

                                  nosotros

                                  mismos.



MALOS RECUERDOS

                            La vergüenza es un sentimiento

                            revolucionario.

                                                     KARL MARX


Llevo colgados de mi corazón

los ojos de una perra y, más abajo,

una carta de madre campesina.


Cuando yo tenía doce años,

algunos días, al anochecer,

llevábamos al sótano a una perra

sucia y pequeña.


Con un cable le dábamos y luego

con las astillas y los hierros. (Era

así. Era así.

                   Ella gemía,

se arrastraba pidiendo, see orinaba,

y nosotros la colgábamos para pegar mejor.)


Aquella perra iba con nosotros 

a las praderas y los cuestos. Era

veloz y nos amaba.



Cuando yo tenía quince años,

un día, no sé cómo, llegó a mí

un sobre con la carta del soldado.


Le escribía su madre. No recuerdo:

"¿Cuando vienes? Tu hermana no me habla.

No te puedo mandar ningún dinero...".


Y, en el sobre, doblados, cinco sellos

y papel de fumar para su hijo.

"Tu madre que te quiere."

                                             No recuerdo

el nombre de la madre del soldado.


Aquella carta no llegó a su destino:

Yo robé al soldado su papel de fumar

y rompí las palabras que decían

el nombre de su madre.



Mi vergüenza es tan grande como mi cuerpoo,

pero aunque tuviese el tamaño de la tierra

no podría volver y despegar

ell cable de aquell vientre ni enviar 

la carta del soldado.




CAIGO SOBRE UNAS MANOS


Cuando no sabía

aún que yo vivía en unas manos,

ellas pasaban sobre mi rostro y mi corazón.


Yo sentía que la noche era dulce

como una leche silenciosa. Y grande.

Mucho más grande que mi vida.

                                                       Madre:

eran tus manos y la noche juntas.

Por eso aquella oscuridad me amaba.


No lo recuerdo pero está conmigo.

Donde yo existo más, en lo olvidado,

están las manos y la noche.

                                                A veces,

cuando mi cabeza cuelga sobre la tierra

y ya no puedo más y está vacío

el mundo, alguna vez sube el olvido

aún al corazón.

                           Y me arrodillo

a respirar sobre tus manos.

                                               Bajo

y tú escondes mi rostro, y soy pequeño,

y tus manos son grandes, y la noche

viene otra vez, viene otra vez.

                                                    Descanso

de ser hombre, descanso de ser hombre.



¿OCULTAR ESTO?

                La conciencia estéril no es más que un momento

               de la conciencia desdichada.

                                                       HENRI LEFEBVRE


Sé que pronto algún rostro golpeado

vendrá a mirarme y abrir la boca

y de ella y los ojos fluirá

las pasta roja, la que amo, río

espeso de la tierra, interminable.


Al hombre cuyo oficio y vigilancia

en la vida, feroz como el mercurio

una bolsa de pena lo acompaña.

Está cansado sobre el propio rastro

como un ave de plomo. Dormiría

sobre todas las cosas: las miserias

y las humillaciones y el olvido.


Pero si cierra el vigilante, cierra

la dentadura sobre la conciencia

y no ve el rostro nunca y el espanto

oprímele los ojos y se oculta

entre los paños de la soledad,

entonces, nada más, se ensucia, llora

y no sale de su caja amarilla.

El hombre cuyo oficio y vigilancia

es la vida ¿qué hará, cómo podría

subirse encima de la enfermedad,

comprender y luchar?

                                       Bajé los ojos

ante el mundo. Cubrí con una sombra

mi vergüenza y mi pena. Me dispuse

a una fraternidad sin esperanza.



BLUES DEL NACIMIENTO

Nació mi hija con el rostro ensangrentado

y no me la dejaron ver despacio.

Nació mi hija con el rostro ensangrentado

pero me la quitaron de las manos.


Mi hija ya va a hacer tres años

y habla conmigo y ve mi rostro.

Mi hija ya va a hacer tres años

y canta y piensa pero ve mi rostro.


Yo ahora ya no me pregunto

por qué se ama a un rostro ensangrentado.



BLUES DEL CEMENTERIO

Conozco un pueblo -no lo olvidaré-

que tiene un cementerio demasiado grande.

Hay en mi tierra un pueblo sin ventura

porque el cementerio es demasiado grande.

Sólo hay cuarenta almas en el pueblo.

No sé para qué tanto cementerio.


Cierto año la gente empezó a irse

y en muchas casas no quedaba nadie.

El año que la gente empezó a irse

en muchas casas no quedaba nadie.

Se llevaban los hijos y las camas.

Tenían que matar los animales.


El cementerio ya no tiene puertas

y allí entran y salen las gallinas.

El cementerio ya no tiene puertas

y salen al camino las ortigas.

Parece que saliera el cementerio 

a los huertos y a las calles vacías.


Conozco un pueblo. No lo olvidaré.

Ay, en mi tierra sin ventura,

no olvidaré a mi pueblo.


!Qué mala cosa es haber hecho

un cementerio demasiado grande!



BLUES DE LA CASA

En mi casa están vacías las paredes

y yo sufro mirando la cal fría.

Mi casa tiene puertas y ventanas:

No puedo soportar tanto agujero.


Aquí vive mi madre con sus lentes

Aquí está mi mujer con sus cabellos.

Aquí viven mis hijas con sus ojos.

¿Por qué sufro mirando las paredes?


El mundo es grande. Dentro de una casa

no cabrá nunca. El mundo es grande.

Dentro de una casa -el mundo es grande-

no es bueno que haya tanto sufrimiento.



LIBERTAD EN LA CAMA

Todos los días salgo de la cama

 digo adiós a mi compañera.

Vean: cuando me pongo

los pantalones,

me quito

la 

libertad.


Cuando llega la noche, otra vez

vuelvo a la cama y duermo.


A veces sueños que me llevan con las manos atadas,

pero entonces me despierto y siento la oscuridad,

y, con el mismo valor, el cuerpo de mi mujer y el mío.



ESTAR EN TI

Ya no entro en ti para que tú te pierdas

bajo la fuerza de mi amor;

yo no entro en ti para perderme

en tu existencia ni en la mía;

yo te amo y entro en tu corazón

para vivir con tu naturaleza,

para que tú te extiendas en mi vida.


Ni tú ni yo. Ni tú ni yo.

Ni tus cabellos esparcidos aunque los amo tanto.

Sólo esta oscura compañía.

                                               Ahora

siento la libertad.

                              Esparce

tu cabellos.

                    Esparce tus cabellos.



CAIGO SOBRE UNA SILLA

Cuando yo caigo sobre una silla

y mi cabeza roza la muerte;

cuando cojo con mis manos la tiniebla 

de las cazuelas, o cuando contemplo

los documentos representativos

de la tristeza, es

la amistad quien me sostiene.


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