José Ángel Valente, nacido en Orense en 1929 y muerto en Ginebra en 2000, fue un poeta, ensayista y traductor español que perteneció a lo que se ha llamado el núcleo central de la segunda promoción de postguerra, entre poetas como Claudio Rodríguez, Ángel González y Francisco Brines. (Una reseña biográfica más detallada queda emplazada para próximas entregas de este poeta. De momento, se deja una disquisición biográfica sobre su nacimiento, escrita por el propio autor y extraída del libro "Nueve enunciaciones". Los poemas seleccionados en esta entrega pertenecen al libro "Mandorla", publicado en 1982)
BIOGRAFÍA
Nace, nació, naciera o habría nacido en los términos del Gallaecia regnum, en un lugar que acaso cabría llamar Aguas Caliente o Augasquentes, y suele llamarse Orense, aunque lo que ahora con tal designación se conozca poco o nada tenga en común con el posible lugar de su supuesto nacimiento. ¿Deriva el nombre Orense de un gótico Warmsee? ¿O tal vez de Auransio o Aransio divinidad latina de las fuentes, con lo que Orense y Orange serían lo mismo? nada en el nombre ni en el lugar remite con fundamento a ninguna raíz áurea, sino a una raíz ácuea. Lo que allí viva o pueda haber vivido es hijo de las aguas. Aguas soterradas que, como señal o do don de los dioses del fondo, vienen a la superficie burbujeantes, calientes. Bebió él esas aguas, que era necesario batir a causa de su grosor y que era necesario beber para defenderse de las miasmas de la muerte. Aguas. Burgo de las aguas. Burgas. Aguas placentarias.
MANDORLA
Estás oscura
en tu concavidad
Y en tu
secreta sombra contenida,
Inscrita en
ti.
Acaricié tu
sangre.
Me entraste
al fondo de tu noche ebrio
De claridad.
Mandorla
(“Mandorla”, 1980-1982)
CUELLO
La blanca
anatomía de tu cuello.
Subí a la
transparencia.
Tallo
de soberana
luz,
tu cuello.
Podría estar
exento,
ser sólo así
en la naturaleza,
tallo de una
cabeza no existente.
Cuello.
Tallo de luz.
Exento.
Para
inventar de nuevo tu mirada
y tu
irrealidad.
Para soñar
de nuevo el mismo sueño.
(“Mandorla”, 1980-1982)
PAJAROS
El vuelo- de
los pájaros lunares
despierta poco
a poco el sumergido
corazón de
la noche.
Senos
de luz
lunar.
Bebemos
su
inagotable sombra láctea.
el pezón es
el centro
de la
nocturnidad
y el vuelo
busca el centro.
Pájaro.
Mujer.
La noche:
su luz
vertiginosa
que estalla
en sombras.
Suena
bajo las
aguas ciegas
como látido
o germen
un vuelo
inmemorial
de pájaros
solares.
(“Mandorla”, 1980-1982)
MATERIAL
MEMORIA, III
El encuentro
fugaz de los amantes
en las
furtivas camas del atardecer
y ya el
adiós como de antes casi
de empezar
el amor
y el
jadeante amor
bebiendo
entre tus ingles
el vientre
azul de tu primer desnudo,
tus párpados
y el súbito
pulso roto
de un tiempo inmemorial
largando
amarras hacia dentro del tiempo.
Tú decías
será de noche, amor.
Y ya caía
La luz,
más era
igual, como era igual
Igual a
igual
Y nunca a
siempre, jamás a todavía
en la sola
estación
solar
de
tu mirada.
(“Mandorla”, 1980-1982)
EL TEMBLOR
La lluvia
como una
lengua de prensiles musgos
parece recorrerme
buscarme la
cerviz,
bajar,
lamer el eje
vertical,
contar el
número de vértebras
que me
separan de tu cuerpo ausente.
Busco ahora
despacio con mi lengua
la demorada
huella de tu lengua
hundida en
mis salivas.
Bebo, te
bebo
en las
mansiones líquidas
del paladar
y en la
humedad radiante de tus ingles,
mientras tu
propia lengua me recorre
y baja,
retráctil y
prensil, como la lengua
oscura de la
lluvia.
La raíz de
temblor llena tu boca,
tiembla, se
vierte en ti
y canta
germinal en tu garganta.
ALBADA
Cuando feraz
tu cuerpo se deshace
en líquidas
sustancias,
cuando al
amanecer en tu deriva encuentro
fragmentos
de mí mismo naufragados
y a tientas
vuelvo a entrar en tus entrañas,
en la oscura
raíz del sueño siento
con qué puro
poder puedes llamarme.
(“Mandorla”, 1980-1982)
GRAAL
Respiración
oscura de la vulva.
En su latir
latía el pez del légamo
Y yo latía
en ti.
Me respiraste
En tu vacío
lleno
Y yo latía
en ti y en ti latían
La vulva, el
verbo, el vértigo y el centro.
(“Mandorla”, 1980-1982)
CINCUENTENARIO
En mi
cincuenta aniversario,
solo o
mientras se oía
el piano de
Thelonious Monk mojado por la lluvia,
tuve dolor
costal y fuertes calenturas,
coloqué como
pude un pétalo en el ojo
izquierdo,
saqué brillo
al derecho y fuerzas de miseria
y en
posición marcial saludé a las modestas
señales del
futuro.
(“Mandorla”, 1980-1982)
ÍCARO
Sobre la horizontal del laberinto
trazaste el eje de la altura
y la profundidad.
Caer fue sólo
la ascensión a lo hondo.
(“Mandorla”, 1980-1982)
ÚLTIMA REPRESENTACIÓN
A parlar d’ira, a ragionar di norte
Rime: CCCXXXII
Los dioses
de esta primavera
no me han sido propicios
y cuidadosamente los maldigo, madre
oscura, blasfemia, madre de la plegaria.
Han dispuesto sus negros artilugios
encima del tablado.
La representación comienza,
pero sólo un final se representa.
Al centro de la escena, un hombre
o figura de un hombre
de cenicientos pómulos ostenta
una pesada cornamenta.
con cada uno de los cuernos
hace beber sucios detritos líquidos
a su exánime estirpe.
Excremental el hombre.
Nada
con él ni en él podría
crecer, multiplicarse.
Ni aun el llanto.
Poblad la tierra.
Oh dioses,
error sin fin, sin fondo, de este sueño.
Hacia las candilejas, deslumbrada,
una mujer desnuda abre
sus claros ojos ciegos a la nada.
Va a caer el telón.
La sombra
va a caer otra vez sobre la sombra.
Aplaudo solo, en la sala repleta
de espectadores muertos.
(“Mandorla”, 1980-1982)
ELEGÍA MENOR, 1980
El viernes,
treinta y uno de octubre
de este años cualquiera,
una mujer saltó
del puente de Vessy al río
Arve.
Su cuerpo fue
recuperado
por los hombres del puesto permanente.
El otoño desciende en avenidas,
procesional y enorme, hasta los bordes
amarillos del aire.
Salud, hermana.
En la noticia anónima
no te acompañan deudos
ni cercanos amigos.
Sólo un
rastro
de soledad arrastran sin tu cuerpo
los dolorosos ríos.
(“Mandorla, 1980-1982)
NUTRICIA SOMBRA
Una vez más el cebo
Nocturno de la araña o la implacable
Aversión del amor.
Los hilos
como duros alambres que aferrasen
de nervadura en nervadura el hálito.
Tendido en cruz, inmóvil alimento
de la devoración.
Desde el límite extremo
del respirar huí.
Una vez más huí y vi mi cuerpo
en la malla tenaz.
Bajaba
desde el centro de sí,
desde sus propios líquidos oscuros,
el ávido animal
al devorar mi cuerpo abandonado,
o lo que fui, lo que no fui,
su sombra o su vacío.
(“Mandorla, 1980-1982)
RITUAL DE LAS AGUAS
Venías del subsueño.
No había imágenes de ti y nada
podía ser representado.
Estabas
en el calor o en la humedad
que sumergidos guarda en sí la tierra.
Antelatido cóncavo
de lo que puede ser raíz o vuelo.
Umbilical tu negación oculta
nos hacía vivir.
Por eso ahora
los largos ríos del otoño arrastran
hacia tu entro oscuro
las amarillas sombras
de todo lo visible.
(“Mandorla”, 1980-1982)
MUERTE Y RESURRECCIÓN
No estabas tú, estaban tus despojos.
Luego y después de tanto
morir no estaba el cuerpo
de la muerte.
Morir
no tiene cuerpo.
Estaba
traslúcido el lugar
donde tu cuerpo estuvo.
La piedra había sido removida.
No estabas tú, tu cuerpo, estaba
Sobrevivida al fin la transparencia.
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