miércoles, 25 de marzo de 2020

PENSAMIENTO 25. Rabindranath Tagore (La Religión del Hombre)




Rabindranath Tagore fue un poeta, dramaturgo y filósofo nacido en Calcuta el 6 de mayo de 1861. Era el hijo menor de una familia de acaudalados propietarios y negociantes, con ricas propiedades en el campo y una suntuosa residencia en la capital. Se cultivó en un entorno opulento que favorecía las inclinaciones artísticas y filosóficas. Su abuelo Duarkanaz había sido uno de los más íntimos colaboradores del famoso reformador indio Rammohan Roy. Su padre también desempeñó un papel preeminente en las reformas políticas y religiosas de su tiempo y la fama de su sabiduría le reportó el título Maharshi o “Gran sabio”. “Soy nacido –escribió Rabindranath Tagore- en la que antaño fue metrópoli de la India Inglesa. Mis antepasados llegaron a Calculta arrastrados por la primera oleada de la fluctuante fortuna de la Compañía de la India Oriental. La norma de vida, libre de prejuicios, que para mi familia era una confluencia de tres culturas: la hindú, la mahometana y la inglesa”. De niño asiste a la escuela pero la indulgencia de su familia le permite recibir la primera educación dentro del hogar, en contacto con la naturaleza. Más tarde evocará este periodo infantil subrayando su peculiaridad: “En el curso habitual de las cosas me enviaban a la escuela; pero puede que mi sufrimiento allí fuese insólitamente mayor que el de los otros niños. Lo no civilizado en mí era lo sensitivo; y esa parte de mi yo estaba sedienta de colores, de músicas, de movimiento. Nuestra educación de ciudad moderna no tenía para nada en cuenta este hecho vivo. Pero lo no civilizado triunfó en mi demasiado pronto, impulsándome a alejarme de la escuela cuando no había hecho más que cumplir mis diez años. Y me encontré desembarcado en una solitaria isla de ignorancia, y hube de fiarme exclusivamente de mis instintos para elaborar mi educación, desde los mismos comienzos”. Ya siendo adolescente prosigue sus estudios de manera irregular en la Academia de Bengala y en el Colegio de San Javier. A consecuencia de una epidemia que se declara en Calcuta, el padre lo lleva a una finca campestre, junto al Ganges, y allí experimenta las primeras vivencias intensas con la naturaleza. Al mismo tiempo comienza a entrar en contacto con la poesía de Jayadeva y Kalidasa. Para seguir mejorando su educación, el padre promueve varios viajes por Bolpur y el noroeste de la india, lo que le permite un conocimiento de primera mano de su país y sus gentes. A los trece años ya comienza a escribir sus primeros poemas. Antes de los quince publica su primera composición poética. Entre los quince y los dieciocho no cesa de cultivar todo tipo de géneros, desde poemas hasta dramas, desde ensayos hasta artículos. Estudia a Dante, a Petrarca y a Goethe. En otoño de 1877 marcha a Inglaterra para completar su educación, comenzando a elaborar su visión crítica sobre Occidente. Fruto de este viaje es su drama sentimental “El corazón roto”, con influencia de los líricos ingleses, especialmente de Shelley y de Shakespeare. A punto de cumplir los veinte años fue enviado a Inglaterra para terminar los estudios iniciados en la visita anterior, pero el viaje se malogró al enfermar un sobrino suyo que le acompañaba. Poco después de este viaje da un salto de calidad en sus producciones con “Cantos a la noche”, de tono elegíaco. En su siguiente libro, “Cantos de la mañana”, sus poemas están teñidos de esa luz reveladora que justifica en una experiencia personal de iluminación que más tarde evocará en uno de sus escritos: “Cierta mañana se me ocurrió salir al pórtico. Justo en aquel momento empezaba el sol a despuntar por entre las frondosas copas de los árboles. Me quedé a contemplar el espectáculo, cuando, de repente, pareció como si se me cayera una especie de venda de los ojos, y el mundo entero se me reveló bañado en un resplandor maravilloso cual si oleadas de gozo y de hermosura se hinchiesen por todas partes. Este resplandor traspasó en un momento todos los velos que la melancolía y el abatimiento habían ido acumulando sobre mi corazón, inundándolo de una luz universal.”. En estos cantos abandona el énfasis sentimental para embarcarse en una lírica más consonante con su sensibilidad personal recién encontrada. También data de esta época un libro de ensayos y una novela titulada “La feria de la joven reina”. A la vuelta de una estancia en Karwar, en la costa del poniente, escribe su primera pieza dramática, “El asceta”, que ya contiene las virtudes y los defectos de su posterior producción dramática: obra de gran fuerza lírica y de un alto contenido filosófico, pero que adolece  de una debilidad en el tratamiento dramático de la acción. Teatro que tiene más fuerza leído que representado. Tagore cifró el tema de esta obra en el motivo que va a acompañar sus posteriores obras dramáticas: “el gozo de alcanzar lo Infinito en el seno de lo Finito”. A la vuelta de Karwar, en diciembre de 1883, el poeta contrae matrimonio con Mirinalinidebi, de la que tendrá un hijo y una hija. Durante los años que prosiguen a su matrimonio, abandona los viajes, vive en la placidez de la vida conyugal y comienza a adoptar una suerte de dandismo en su atuendo y en su aspecto externo. Mantiene la fertilidad en sus composiciones y géneros y escribe por esta época dos novelas: “La Corona” y “El rey Santo”. En poesía publica “Cuadros y Canciones”, que contiene poemas en que se aparta de la sensiblería de su anterior producción. Su siguiente libro de poemas, “Graves y agudos”, contiene canciones que con el tiempo se harían populares en la india. En 1886 fallece la esposa de su hermano mayor, Jyotirindra, con quien congeniaba especialmente. El duelo en que sume al poeta va a provocar intensas  reflexiones sobre la muerte, lo que se convertirá más tarde en motivo central de su obra, iniciando su periodo artístico de madurez. Durante los próximos diez años va escribir algunas de sus obras maestras, en los que  alterna periodos de reclusión con otros de intensa actividad social. A raíz de la muerte de su cuñada, Tagore se retira junto con su esposa a Ghazipur, una localidad junto al Ganges, donde escribe la mayor parte de Manasi (1891), una serie de poemas que se inspiran tanto en Keats y Browning como en Kalidasa, abundando la temática de simpatía cósmica. Entre los años 1891 y 1895 se va a volcar en la redacción de la revista Sadhana, trasladándose a Shileida para encargarse de la administración de las propiedades de su familia. Los nuevos paisajes de esta tierra le inspirarán sus dos libros posteriores, “La barca de oro” y “La tarde”, a los que se le suma en 1896 el libro de poemas que va marcar un punto de inflexión en su carrera literaria: “Chatali”. Los poemas de este libro mezclan lo lírico con lo descriptivo y el tono se va haciendo más grave y reflexivo. También durante este periodo no deja de cultivar su vena teatral y escribe varias obras, tanto comedias como tragedias. En el año 1900 Tagore decide romper con el exclusivismo de su vida literaria y se va a vivir al santuario de Santiniketan, fundado por su padre, siguiendo la milenaria tradición india de apartarse a algún lugar solitario del bosque para encontrar la unidad de alma con toda la creación y la comunicación con el Ser Supremo. En esta localidad a una legua de Bolpur funda una escuela que en principio acoge a cuatro alumnos y que el con el tiempo se haría numerosa, utilizando los procedimientos pedagógicos más variados: amistad estrecha de profesores y alumnos, formación total de la personalidad, fomento de la iniciativa individual, espíritu de tolerancia, independencia de criterio y ayuda mutua, cultivo de la destreza física y manual y educación del gusto. De los libros que fue publicando en este periodo, el más notable es “Ksanika”, obra favorita del poeta. Su preferencia radica en el descubrimiento de la belleza y musicalidad del lenguaje coloquial. Tagore se dio cuenta de que podía utilizar cualquier palabra que quisiera sacándole el máximo partido lírico. “En Kshanika, lo único que hay es mi gozo en la cración formas… Nada de pensamiento, de doctrina de tema: gozo, y nada más. Lo que yo gozaba era mi libertad.”. Por esta época dos desgracias recaen sobre el poeta: el fallecimiento en 1902 de su esposa, y el de su hija dos años después. Fruto del duelo experimentado por estas dos pérdidas son sus libros Smaran (“Nostalgias” y Sisu (“El niño”). En 1905, ante la división de Bengala en dos provincias, decretada por el gobierno inglés, Tagore rompe su retiro y sale a la palestra pública. Se lanza a la campaña de agitación, da arengas en que hace gala de su elocuencia, participa en reuniones políticas y financia talleres y cooperativas. Ante el éxito que cosechan sus soflamas y conferencias, las autoridades del Virreinato incluyen su nombre en la lista de sospechosos. Descontento por la deriva del movimiento nacionalista, al dejar de lado las necesidades más acuciantes de la sociedad, en 1907 Tagore abandona todos los cargos que ostentaba en los organismos de resistencia patriótica y vuelve a su retiro durante varios años. En este ashram o retiro vuelve a volcarse en una actividad literaria frenética. De 1906 a 1916 escribe los diecisiete pequeños volúmenes donde, bajo el título general de Santiniketan, se recogen las oraciones religiosas que iba pronunciando en la capilla del colegios; en 1912 aparece, con buena acogida, jibasmiriti (“Mis reminiscencias”). Durante esta época también reanuda su producción teatral con desigual fortuna. Su obra de 1910, “El rey”, tendrá un éxito discreto en Francia y Alemania y aborda el tema de las relaciones de Dios con sus criaturas, obligadas a una dedicación total sin reservas para merecerle. “El cartero del Rey”, de 1912 toca el tema de las ilusiones que se hace un niño enfermo de recibir un día la carta de un rey.   Coetánea a estos dos dramas es la elaboración de Gitánjali, libro de poemas que contribuyó a cimentar la fama mundial de Tagore. Recurriendo sólo a unos pocos motivos –el viento, la lluvia, el pájaro, el viajero, etc- logra romper con la previsible monotonía mediante la matización y el sentimiento lírico. A partir de la publicación de este libro, Tagore comienza a recibir el favor del público y el homenaje de las instituciones indias. Realiza su tercer viaje a Inglaterra, que prolonga en Estados Unidos, mientras da recitales y conferencias. Tras su llegada a la India en el otoño de 1913, le llega la noticia de la concesión del premio Nobel. Las molestias que la fama le acarrea -especialmente el acoso de los periodistas- lleva al poeta a recluirse de nuevo en Bolpur durante un periodo de tres años. En su retiro termina Gitimaya (que no publicará hasta 1920) y Gitali, un conjunto de canciones de gran calidad que pasarían a ser cantadas por arrieros y campesinos. Según algunos críticos, el punto culminante de su carrera lo alcanza con Balaka (1914-1916), libro de poemas en lo que fusiona el clasicismo con el barroquismo; su tono más sereno logra salvarle de caer en su habitual sentimentalismo. A raíz de la publicación de una novela –“La casa y el mundo”- que provocó violentas críticas tachándole de inmoral y antipatriótico, Tagore estuvo tentado de apartarse de todo su mundo y hacerse sanyasi, pero superado el momento de crisis existencial, emprendió en el verano de 1916 un viaje a Japón y a los Estados Unidos, para dar una serie de conferencias sobre nacionalismo y personalidad, de contenido pacifista. Durante la travesía fue escribiendo los aforismos que más adelante reuniría bajo el título de “Pájaros perdidos”, parte de los cuáles se seleccionan aquí. Junto con la suma recibida por el premio Nobel, Tagore invirtió todo el dinero que recaudó en estas conferencias a su escuela de Santiniketan. A su vuelta en 1917, muere su hija mayor. Ese mismo año escribe Palataka (La fugitiva), una quincena de historias en las que pone a juego sus dotes de narrador. Las conferencias sobre el nacionalismo fueron publicadas también en forma de libro. Las tesis de su exposición son, según Agustín Caballero, las siguientes: “El gobierno británico de la India era impersonal y eficaz como una máquina de tortura, mientras que los gobiernos autóctonos eran incapaces, pero permeables a la personalidad; el genio de la India, tierra asimiladora de civilizaciones, estaba en la reelaboración de los elementos foráneos recibidos para integrarlos en una síntesis cultural superior; 2ª, el moderno culto a la nación no puede traer sino las más funestas consecuencias; 3ª, en la India se impone la supresión radical de las viejas injusticias sociales. La cruenta represión con que las autoridades ocupantes castigaron los disturbios del Punjab –soldados ametrallaron a una multitud de miles de hombres, mujeres y niños desarmados- impelieron a Tagore a renunciar, en 1919, al título de sir que Inglaterra le concediera años antes. Partidario de la no-violencia, sus diatribas contra la guerra le indispusieron en contra de muchas de sus amistades inglesas. Un viaje en 1921 a Estados Unidos dejó en evidencia que el antiguo fervor por su figura se había trocado en indiferencia. Sin embargo, su peregrinación por Francia, Dinamarca, Suecia y Alemania siguió siendo acompañada de reconocimiento y su obra en estos países se publicaba de forma masiva. En la década de 1920 continúa publicando con asiduidad sus nuevas obras; las más notables Puravy (1926) y Mahuya (1928). En los últimos años del poeta, sus fuerzas se consagran a promover la paz en el mundo, abogando por el entendimiento entre Oriente y Occidente y recorriendo una y otra vez Asia, Europa y América. En 1930 comienza a cultivar la pintura y diserta sobre “La religión del hombre” en auditorios de varios países: Dinamarca, Rusia, Alemania, los Estados Unidos e Inglaterra. En 1932 visita Persia; en 1934, Ceilán; En 1937 cae gravemente enfermo y Gandy le devuelve la cortesía de haberle ido a visitar a la cárcel cinco años antes. El congreso Panindio vota una moción de gracias por el restablecimiento del poeta. En 1940 le llega la rehabilitación en Inglaterra,  y le conceden el título de doctor por la Universidad de Oxford. Ya octagenario y debilitada su salud, aún tiene fuerzas durante una convalecencia para escribir dos libros de versos –Rogsajjav y Arogya-, un volumen de cuentos y otro de reminiscencias infantiles. Sus fuerzas, sin embargo, se van agotando. Una infección de riñón le postra en cama y finalmente pierde la consciencia durante dos días. El 7 de agosto de 1941 fallecía en su residencia de Calcuta.

En 1930 Tagore imparte una serie de conferencia sobre “La religión del hombre” recorriendo diversos países europeos y Estados Unidos. Más tarde estas conferencias se recogerían en un volumen con el mismo título.  En estas conferencias Tagore explicitaba su ideal de Hombre que ya estaba impregnando su obra y que se halla implícito en la manera que tiene la India de entender la cultura y la religión. Pero Tagore trata de rebajar el umbral de trascendencia de las religiones para hacerlo más inmanente y cercano al espíritu humano: Dios mora en el espíritu del hombre y ese espíritu divino es que el dota de sentido los más altos fines de la humanidad. Para Tagore todas las Religiones tienen como fin el cultivo de esa relación con lo que él denomina “el hombre divino o  eterno”. Su concepto de la religión del hombre radica en la toma de conciencia que ha de hacer el hombre por cultivar esa relación y que se manifiesta en un esfuerzo por cultivar el perfeccionamiento. Tagore Parte de la base de que el hombre mismo es el pináculo de la creación y representa a ese espíritu creador que está en todas partes. La tarea del hombre debe ser realizar su propio espíritu en unión con éste. Toda la comprensión superior que manifiesta el hombre tener del mundo a través de su conocimiento, sentimientos e imaginación es fruto de esta relación y de esta conciencia que atisba al espíritu superior que late en lo más íntimo de cada hombre. El hombre nace incompleto pero su tarea es el completarse mediante la realización de esta humanidad trascendental. Todas las revelaciones superiores que se producen en cada época, todas las más altas manifestaciones de la cultura –ya sean arte, filosofía, ciencia o religión-, son el indicio de que se está realizando esta visión de lo espiritual perfecto en su aspecto más externo. Pero en su interior esta realización se produce en el ámbito de su personalidad, por medio de lo que Tagore denomina el “remanente”, un remanente que es semejante a la atmósfera de la tierra, que la mantiene en una constante circulación de luz, vida y goce. El aprovechamiento de este remanente es lo que mueve la evolución espiritual del hombre, así como la evolución física, en un primer estadio, es impulsada por la comunicación con el mundo físico. La personalidad del hombre adquiere su desarrollo cuando por medio de este remanente encuentra su liberación, es decir, cuando supera las limitaciones de su ego. El hombre desarrolla su personalidad superior y mantiene despejado el camino de su libertad  en el esfuerzo por representar lo humano divino, por tratar de superar los límites que se le impone y expresar el infinito que lleva dentro. Para Tagore todos los individuos –especialmente los más eminentes- buscan realizar en su individualidad esta expresión de lo infinito,  este anhelo de perfección, pero su éxito –cuando se da- no  es individual, pues todas las grandes obras de creación del hombre plasman este prurito por sentir y representar al hombre eterno y creador. La creación humana es un descubrimiento continuo de la humanidad trascendental. Y este espíritu abarcador de humanidad exige el sacrificio de su individualidad, que Tagore lo cifra en el amor. Tagore ve en el amor el vehículo que nos une con este espíritu divino que late en la creación y en lo más íntimo del hombre. Se trata de cultivar la grandeza de alma mediante la identificación con todas las almas, mediante la extinción del yo en el amor. No sólo concibe la dignidad de una vida en el desarrollo de la fuerza amorosa; también en la ejecución de aquellos actos que expresan el sentido de lo ideal y de la belleza y que son los que regeneran la vida moral del hombre. A este idealismo de altos vuelos que propugna Tagore en su religión del hombre se opone como un obstáculo todo aquello que representa el materialismo en la vida de los hombres, esas vidas que se viven sin ningún objeto de interés profundo. Tagore radica este materialismo en las pasiones animales que mueven a los hombres a una vida sensual de puro goce. Pues cree Tagore que la ambición y la codicia nos aparta de la atención al valor infinito de nuestra personalidad, llevándonos a la tentación de cosas materiales. La misión de la religión del hombre es subordinar la naturaleza animal a esta naturaleza superior en la que descansa toda verdad del hombre. La fe de esta religión es la fe en el hombre eterno y su culto estriba “en nuestro indómito valor de ser grandes y represente así a lo humano divino”.

Si de noche lloras por el sol, no verás las estrellas.

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El que se ocupa demasiado en hacer el bien, no tiene tiempo de ser bueno.


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Tu no ves lo que eres, sino su sombra.
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Entendimiento agudo y sin grandeza, lo pincha todo pero nada mueve.
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La vida se nos da y la merecemos dándola.
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No temáis nunca al instante, dice la voz de lo eterno.


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El tesoro de la castidad viene de la abundancia del amor.
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Leemos mal el mundo y decimos luego que nos engaña.
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La vida hace muchos de uno; la muerte, uno de muchos. La religión será una cuando mueran los nombres de Dios.
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El brote y la caída de la hoja no son sino el rápido giro menor del torbellino inmenso, cuyos círculos más grandes ruedan lentamente entre los astros.
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El cuño de la muerte da valor a la moneda de la vida, y hace posible comprar con la vida lo que es verdaderamente precioso.
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Las raíces son ramas bajo tierra; las ramas, raíces en el aire.
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No insultes a tu amigo con méritos de tu bolsillo.
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El eco se mofa de su origen para decirle que el original es él.
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El hombre se entra en la multitud por ahogar el clamor de su propio silencio.
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Lo que termina agotándose no es más que muerte; el finalizar perfecto está en lo infinito.
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Yo llevo en mi mundo en flor los mundos todos que fracasaron.
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Es fácil hablar claro cuando no va a decirse toda la verdad.
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El tiempo es el tesoro de la mudanza, pero la parodia del reloj lo hace sólo cambio sin riqueza.
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El vestido de los hechos aprieta demasiado a la verdad. ¡Cuánto más holgada está vestida de ficciones!
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El silencio lleva en sí tu voz, como el nido la música de sus pájaros dormidos.
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Lo más grande va sin reparo en lo más pequeño. Lo mediocre, va solo.
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¿Qué es esto que así me aprieta el pecho? ¿Mi alma que quiere salir a lo infinito, o el alma del mundo que quiere entrar en mi corazón?
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El pensamiento se come sus propias palabras, y así crece.
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Tienes quehacer o no lo tienes. Cuando necesitas decir: “Tendré que hacer algo”, comienza el mal.
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¡Quieto, corazón mío, no levantes polvo; que el mundo encuentre tu camino!
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El arco dice bajito a la flecha, al despedirla: “Tu libertad es mía”.
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La alabanza me avergüenza, porque la mendigo en secreto.
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Dios espera volver a ganar sus propias flores, regaladas por la mano del hombre.
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Los hombres son crueles, pero el hombre es bueno.
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Si el mundo no hace agua, es porque la muerte no es una grieta.
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La fuente de la muerte hace fluir el agua quieta de la vida.
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¡Vea sólo espinas quien tenga ojos para la rosa!
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El río de la verdad va por cauces de mentiras.
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El hombre, cuando es animal, es peor que el animal.
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La mentira es la verdad mal leída y mal acentuada.
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En este mundo mío tan pequeño, ¡qué miedo de disminuir, en un átomo, lo más mínimo! ¡Levántame tú hasta el centro de tu mundo; concédeme la libertad de darlo todo alegremente!
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Vivimos en el mundo cuando lo amamos.
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Tengan los muertos la inmortalidad de la fama, pero sea para los vivos la del amor.
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Cuando llega la verdad, parece última su palabra, pero su palabra última da siempre a luz otra palabra.
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Cuando sonrió el hombre, el mundo le amó. Cunado rió, le tuvo miedo.
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Dios espera hasta que el hombre se hace niño de nuevo en la sabiduría.
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El silencio de Dios madura pensamientos del hombre y los hace palabras.

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