Williams Carlos Williams fue un poeta y escritor polifacético nacido el 17 de septiembre de 1883, en Rutherford (Nueva Jersey), ciudad que no abandonaría hasta su muerte, exceptuando algunos viajes dispersos por Europa. Era hijo de un hombre de negocios de ascendencia inglesa y una madre nacida en Puerto Rico, de la que heredaría un perfecto conocimiento del idioma y de la cultura hispánica, además de su afición y talento para la pintura, que con el tiempo acabaría cultivando. A los catorce años es enviado a estudiar durante dos años a Suiza, recalando una temporada en París. Tras terminar el bachillerato en Nueva York, inició los estudios de medicina en la Universidad de Pennsylvania. Allí entabló una duradera amistad con Ezra Pound. Después de trabajar como interino en diversos hospitales, en 1906 se trasladó a Leipzig para cursar la especialidad de pediatría. Los tres años que vivió en Alemania le dieron ocasión de conocer, de primera mano, la cultura Europea. Viajó por los Países Bajos, Francia, Inglaterra y España. Ya regresado a su país, en 1910 abrió una clínica privada en Rutherford, se casó poco después con su prometida Florence Herman, y publicó su primer libro de poemas. Esta labor creativa, que abarcaría además novelas, memorias y ensayos, iba a mantenerla constante a lo largo de su vida, mientras diariamente se dedicaba a sus tareas de médico pediatra, asistiendo al parto de más de dos mil recién nacidos. Salvo un viaje por Europa a mediados de la segunda década, Williams ya apenas se movería de su ciudad natal. Cuando su obra comenzó a cosechar el reconocimiento general, en la década de los cuarenta, comenzó a hacer varias giras por las universidades de Estados Unidos, dando conferencias y recitales. El mismo año -1949- que publica la segunda parte de su célebre libro de poemas, “Paterson”, tiene su primer achaque importante de salud, con un ataque al corazón. En 1950 recibió el National Book Award por “Poemas selectos” y la tercera parte de “Paterson”. Poco después gozaría de una estancia en la colonia de artistas Yaddo, aparcando temporalmente la medicina para consagrarse a la escritura. Seguidamente continuó dando una serie de recitales por la costa del pacífico. Fue en ese momento cuando su fama comenzó a crecer, aupado por la admiración que empezaron a profesarle los escritores de la generación Beat. Amigo de Allan Ginsberg, se encargó de la presentación de su célebre libro, “Aullido”, donde hizo un elogio de la lucidez de los poetas: “Estamos ciegos y vivimos nuestras ciegas vidas en total oscuridad. Los poetas están malditos, pero no están ciegos; ven con los ojos de los ángeles”. En 1951 se retiró de la práctica de la medicina, a consecuencia de un segundo ataque al corazón. Fue acusado de asociación con actividades comunistas, al mismo tiempo que pagó un duro precio por su amistad con Ezra Pound, quien había sido condenado por traición a la patria: su relación con el poeta filofascista impidió el inminente nombramiento como asesor de poesía para la biblioteca del congreso. Todo ello le condujo a una fuerte depresión que le supuso el internamiento en un hospital. Aunque durante estos años no dejaba de publicar libros de poesía, su nivel de trabajo se vio mermado con un tercer ataque que le dejó casi paralizado y con dificultades para hablar. Cuando por fin fue recuperando el habla, siguió escribiendo hasta el final sus poemas a máquina con la mano útil. Antes de morir en su ciudad natal el 4 de marzo de 1963, aún tuvo fuerzas para dar a la imprenta su último libro de poemas dedicado a la pintura de Bruegel.
La obra poética de Williams –en contraste con la de sus
compatriotas Pound y Eliot-, se caracteriza por una concreción extrema que huye
de planteamientos abstractos. Ensayó una
poesía ágil y vivaz en la que trataba de transmitir sensaciones con la mayor
naturalidad posible. Con una mirada que posa su atención sobre los objetos,
logra transformar lo rutinario del mundo en algo extraordinario. Cultivó
siempre el verso libre iniciado por Walt Whitman, extendiéndolo al verso corto
mediante la introducción de un hallazgo formal de su propia cosecha: el llamado
“pie variable” Para Carlos Williams el abuso que hicieron los poetas del verso
libre inaugurado por Walt Withman había tenido un efecto deletéreo para la
poesía norteamericana que vino después. Con el “pie variable”, Williams lograba
romper con esa monotonía rítmica que había propiciado Wihtman. El “pie variable”
medía rigurosamente los espacios entre los acentos, los versos se disponían
tripartitamente y se iban desplegando en vaivén tipográfico, lo que acababa
dando a sus poemas un cariz más pictórico que musical. Se trataba de convocar
tanto al oído como a la vista, pintar con palabras y hacer escuchar las cosas,
dejar que estas se mostrasen; se trataba además de huir de toda sensación
abstracta o de cualquier nota reflexiva. Pero, sobre todo, Williams quería que
la sonoridad de sus poemas registrase el habla propia de los Estados Unidos.
Quería conectar el habla de la calle con la estructura poética. Seguía de esta
forma la conocida exhortación de Marianne Moore a escribir en una lengua que “los
perros y los gatos pudiesen entender".
Antes de la innovación formal que va a caracterizar el último
periodo de su obra, publica una serie de libros de tanteo, entre los que
destaca el publicado en 1928 con el título de “El descenso del invierno”. Un
impulso en esta experimentación formal lo daría con “Paterson”, una obra a la
que iba a consagrar gran parte de sus energías creativas, y que iba a
convertirse en crónica histórica y cotidiana de una ciudad, en la línea de la
Antología de Spoon River, de Lee Masters, o de los relatos de Sherwood Anderson
sobre Winnesburg. Paterson es el nombre de la ciudad que recrea, pero también
el del doctor protagonista que escucha a las personas a las que atiende, y a
las que da voz para que puedan asomar sus vidas. A juicio de Juan Miguel López
Merino, “Williams ve a sus semejantes y el entorno que comparte con ellos sin
idealizarlos ni ensalzarlos, y nos habla de ellos y de sí mismo del modo en que
ellos y él mismo hablan, consiguiendo trascender lo radicalmente concreto, el
aquí y el ahora, mediante un largo y logrado trabajo estilístico basado en la
concentración y en la brevedad”. En “Paterson” se cruza la poesía, la prosa y
el collage, utilizando técnicas de montaje que permiten la aleatoria sucesión
de imágenes y escenas Pero será sobre
todo a partir de su obra “La música del desierto”, 1954, donde da un giro radical para introducir su “pie
variable”. A partir de este poemario, el propio Williams comienza a aparecer
como tema de su propia poesía, sin ocultar su decadencia física iniciada por su
primer ataque al corazón. A medida que esta situación se hace precaria, echa
cada vez más mano a la memoria como un poder capaz de transformar la realidad. La
memoria es el elemento que reúne la experiencia y le otorga sentido. Esta
memoria debe proyectarse más lejos que la experiencia individual, incluso a un
pasado remoto que comprenda la vivencia colectiva. En su siguiente libro de
poemas, “Viaje al amor”, 1955, el poeta continua abundando en contenidos
autobiográficos, incluso en confesiones. Pero a juicio de Juan Antonio Montiel,
a quien se le debe la traducción de estos poemas, “Viaje al amor es cualquier
cosa menos un itinerario sentimental”. Las emociones con la que topa adquieren
en sus manos una fuerte carga estética. También sigue ampliando en este libro su
concepto de la memoria mediante lo que llama la “persistencia”. El poeta tiene
que permanecer próximo a aquello que está en el origen de su poesía. Su último
libro de poesía, “Cuadros de Brueghel”, lo publicó en 1962 y estuvo a punto de
ser un libro póstumo. En el muestra la admiración que siempre profesó durante
toda su vida a los pintores. También su viejo anhelo, expresado en una
entrevista, de fundir el poema y la pintura en una misma cosa.
EL DESCENSO
El descenso
nos llama
Como nos llama el ascenso.
La memoria es una
especie
De
consumación,
Una suerte de renovación,
Incluso
De inicio,
pues los espacios que abre son lugares nuevos
Habitados por hordas
De especies
Hasta
entonces impensadas;
Y sus movimientos
Se orientan hacia
nuevos objetivos
(aun cuando
antes hayan sido abandonados).
Ninguna
derrota es enteramente una derrota, pues
El mundo que
abre es siempre un sitio
Hasta entonces
Insospechado. Un
Mundo
perdido,
Un mundo insospechado,
Abre paso a nuevos lugares
Y no hay
blancura (perdida) tan blanca como el recuerdo
De la
blancura .
Con el
atardece, el amor despierta
Aunque sus sombras
-que dependen
De la luz
del sol-
Se adormecen y se apartan
Del deseo .
Despierta
así un amor
Sin sombras
Que ha de crecer
Con la
noche.
Surgido de
la desesperación,
Inconcluso,
El descenso
Despierta a
un nuevo mundo :
Que es el reverso
De la
desesperación.
Para lo que no podemos lograr,
lo que
Se niega al
amor,
Lo que perdimos por
anticiparnos
Se abre un descenso
Sin fin, e
indestructible .
LA ORQUESTA
La
contraparte precisa
De la cacofonía de los pájaros
llama,
Atrae al sol poderoso
A su esfera:
las maderas,
Clarinetes y violines ¡hacen
Sonar un dilatado La!
¡Ah! El sol,
¡el sol! A punto de salir arroja
Sus rayos,
Como cualquier día,
arroja
Sus rayos
sobre el mundo:
Esclavos o gente
De vida fácil,
Mujeres y
hombres,
Sobre viejos,
Sobre niños,
moribundos,
Enfermos que
de hecho yacen muertos
Sobre sus camas,
Sobre quienes nunca
Más verán su
luz. Valiente, el chelo
Elevan sus
notas graves,
Entre el estruendo de los agudos:
¡Ah! ¡Ah!
¡Ah!
Juntos, desentonados,
Buscando un tono
común.
El amor es
ese tono;
Feroz, debe alzar la cara: hacer
oír
Su voz.
El propósito
de una orquesta
Es organizar los sonidos
Y llevarlos, todos
juntos,
Al orden
Sin importar la
“nota falsa”. Al
final, ¿se trata de pensar
O de oír?
¿Existe una música que no
Se dirija tan solo al oído?
Entrecerramos
Los ojos: no
se escucha
Con los ojos. No son
Las notas
De la
flauta, sino
La relación de estas con la
Percusión. Estoy
Despierto.
La mente
Escucha
Alerta. Pero el
oído
Renuente
Se estira
… Y bosteza.
Agrupados en
filas,
Los violines
Animan la escena
con su
Pizzicato.
Para el que es
Desmemoriado, o para obligarnos
A escuchar
El tema se
repite
Marcando una variante: repetir
El tema es una
regla
En música;
repetir y repetir
Mientras el ritmo
Se acelera.
El tema es
difícil .
Pero no más que
Otras cosas que
hay
Que
resolver. Repetir
Y repetir
Hasta que
El
pensamiento
Se disuelva
En lágrimas. Un
recuerdo
Insomne
Ha tomado por asalto
Nuestros sueños. Los
Cornos
franceses
Interponen
… Sus voces.
Te amo. Mi
corazón
Es puro. ¡y hoy
El comienzo del
mundo!
Diles:
“El hombre
ha sobrevivido hasta ahora porque era demasiado ignorante para saber hacer
realidad sus deseos. Ahora que puede alcanzarlos, ha de aprender a cambiarlos,
o desaparecer”.
Ahora es el
tiempo :
Te amo, sin importar la
“nota falsa”. Mi corazón
Es puro.
Y hoy es el comienzo
(y el final) del
mundo
Los pájaros
trinan de nuevo
Pero, sobre su trino,
Hay un designio.
El designio
de un hombre
Los hace trinar.
Un designio.
A UN PERRO
HERIDO EN LA CALLE
Soy yo
mismo,
Y no la pobre bestia que aúlla de
dolor
En mitad de la calle
Lo que me
hace volver en mí con el
Sobresalto de la explosión de una
bomba,
Una bomba
Que
devastara el mundo
¿Qué puedo hacer
Sino cantar
Para calmar
Mi pena?
Mis sentidos
se embotan
Como si hubiera
Bebido cicuta, y
pienso
En la poesía
De René Char
Y en lo que debió
de haber visto
Y sufrido
Para hablar tan
Sólo de
Ríos llenos
de juncias,
Y de narcisos y tulipanes
Regados por sus
aguas,
O incluso de
ese río sin encauzar
Que moja las raicillas
De las
aromáticas flores
Que pueblan
la
Vía
Láctea .
Y me acuerdo
también de Norma
La setter irlandés de mi infancia
De sus sedosas
orejas
Y expresivos
ojos.
Una noche dio a luz
Una camada de cachorros
En la
despensa; pateé
A uno de ellos
Pensando,
Alarmado,
Que mordisqueaban sus ubres
Para
destrozarla.
Y también
recuerdo
Un conejo muerto
Que yacía
inofensivo
En la mano
abierta
De un cazador.
Mientras yo
Miraba
él tomó su cuchillo de caza
y entre risas
lo clavó
en el sexo del pobre animal.
Casi me
desmayo.
¿Qué me hace
pensar en eso ahora?
Los aullidos de un perro que
agoniza
Han de ser acallados
Lo mejor que
se pueda.
René Char, eres
Un poeta
que cree en
El poder de
la belleza
Para corregir el mal.
Yo lo
creo también.
Con
imaginación y coraje
Hemos de superar
A las
pobres estúpidas bestias:
Que todos lo
crean,
Como tú me has enseñado
A
creerlo.
LA FLOR
AMARILLA
Si debo
hablar, ¿qué diré?
¿Qué he encontrado cura
Para los
enfermos?
No hallé
ninguna
Cura,
Más que esta
flor torcida:
Con solo
mirarla
Los hombres sanan.
Es a esta
flor
A la que todos cantan
Secretamente
Sus himnos.
¡Esta es aquella
Sagrada
Flor!
¿Y cómo es
posible?
¿Una flor retorcida
Y oscura? Es
una
Flor de
mostaza,
Y aun menos:
Apenas un
ramillete
Sobre el
tallo deforme
Y de hojas carnosas,
Detrás del
vidrio,
En este
tiempo helado.
Una flor
desgarbada
E impropia
Del clima;
¿cómo es que
ha
Conseguido tenerme
Aquí, boquiabierto,
Inmóvil
frente a esta ventana,
En medio del frío,
Sin más
Voluntad,
sin ojos
Para nada que no sean
Sus
torcidos
Pétalos
amarillos . ?
Que esta
apariencia
Aunque extraña
Para mí
Es común
está claro:
Existen flores como esta,
Con hojas
así, que crecen
En sus
climas
Originarios.
Y entonces,
¿Por qué la tortura
Y la fuga a través
De la flor? Es
como si
Miguel Ángel
Hubiese tomado de ella
El tema de sus esclavos
-y quizás
así fue.
¿y no hizo él
Florecer el
mármol?
Estoy triste
Como lo estaba él
A su manera
heroica.
Pero además
Tengo ojos
Para ver
Y si bien
presienten mi ruina
Y la de todo
Lo que amo,
descubren
También
En mis ojos
Y mis labios
Y mi lengua
el poder
Para liberarme
Y para hablar
de ello, igual
Que Miguel
Ángel, en sus manos,
Notó un poder similar
Si bien
mayor.
En suma, he
ahí los
Torturados cuerpos
De
Los esclavos
El torturado cuerpo
De mi flor
Que no es
siquiera una flor de mostaza
Sino apenas una flor
irreconocible
Y extraña
Que yo he de
naturalizar
Y aclimatar
Y hacer
mía.
LA HOSTIA
Movidos por
la necesidad,
Este alto predicador negro
(a una
mesa separada del
Resto de
su grupo);
Estas dos
jóvenes monjas irlandesas
(a describir más adelante);
Y este
anglicano canoso han venido,
Tontamente,
A compartir la hostia servida para ellos
(y para
mí)
Por las
cansadas camareras.
Es la
necesidad común
(ya que todos debemos comer)
La que
vuelve sagrado todo esto.
A la hora de
rezar, los ayudantes
Del predicador son más
abiertos
Aunque
lo hacen en voz baja,
Como se
espera
En un lugar
Público. Las
monjas,
De perfil,
van de negro.
El clérigo cena solo.
Su
cabeza inclinada revela
Un mechón
rebelde
En su coronilla.
No me canso
de mirar.
Los predicadores comen bien:
Ostras
fritas y cuanto hay
En el bar,
digno de una estación ferroviaria.
Las hermanas terminan
pronto. Una mira
Fijamente al
irse,
Bajo sus
cejas resueltas descubro
Unos ojos azules.
Yo tengo
los ojos
Marrones
Y una boca menos rígida.
No hay nada
de comer,
Sino el cuerpo de
Cristo,
Sin
importar dónde se busque.
Las benditas
plantas
Y el mar lo entregan
Intacto
a la imaginación.
Y es así
como se hace
Real,
Para
amargura
De las
pobres bestias
Que sufren y mueren
Para
que vivamos.
Los
predicadores, bien comidos,
Las monjas de ojos
brillantes y boca sin labios,
El
alto
Y canoso
anglicano,
Lo proclaman con su
apetito,
Lo
mismo que yo, mientras
Mastico con
mis dientes gastados:
El señor es mi
pastor,
Nada me faltará.
No importa
lo bien que coman
Qué tan delicadamente
Se lleven la comida a la boca,
¡todo sucede
De acuerdo con la
imaginación!
¡Sólo la
imaginación
Es real! Ellos lo
han imaginado,
Y así sucede.
De los
predicadores,
Piernilargos como
corresponde a su raza,
Sólo las mujeres, dóciles,
Me sonrieron
cuando
Les hablé
Con los ojos.
Las monjas…
aunque, en realidad
Sólo vi un rostro,
joven
Y tapado hasta las cejas.
Sólo eso.
El clérigo, sin
duda
Formado en una buena
escuela,
Fue quien
más me interesó:
Alguien con quien
Se podría conversar.
Nadie estaba
allí
Sino por
La comida. Que solo yo,
Siendo
poeta,
Hubiera podido
darles.
Pero yo,
Para hablar,
sólo tenía
Mis ojos.
PROFUNDA FE
RELIGIOSA
Si no nos
lleva
Más allá de la muerte,
Más allá de
los días de lluvia, de la
Distracción
de las plateadas cardaminas;
Más allá de sus propias remotas
Fronteras
La poesía
Es inútil.
Con todo,
Ella fue la
que hizo que El greco
Pintara sus verdes y deformes
santos
Y viviera
Pobremente.
Nos hace apreciar
La música
Y lo antiguo
O sentarnos al costado
Del amigo
que agoniza.
Hace madurar
las peras
¡Y realidad
Los versos!
Su alma es
la invención
Sin sus
meandros
Y sus rarezas,
El
paralítico estaría
Condenado a
su parálisis
En un país boreal
Y medio salvaje
Donde el
odio
Es religión.
Donde
Los hombres
viven presos,
Y nadie
Rinde
culto a la rosa
Y los poetas
no pueden
Usarla en su beneficio.
De noche una
Tormenta enorme se ha
Desatado.
¡Y no
hubo quien imaginara
Un prado de
margaritas!
Hubo bramidos
Y rugidos
Dignos de un
libro
De cuentos de hadas,
Zumbaba
Una bomba,
lejos
-¡o quizás una abeja!
Nuestros
poetas debieran
Avergonzarse:
han contraído la fiebre de moda
Impresionados
Por
el “laboratorio”,
Han olvidado
Las flores
¡y estas superan cualquier
Laboratorio!
Han renunciado al oficio
De
la invención, y
Su
imaginación dormita
En un jarrón de
amapolas.
EL JARDÍN
DEL MANICOMIO
Está lejos
Asís, pero no
Demasiado lejos:
En este jardín,
rondando
Por este
jardín,
Hay un espíritu amable,
Hermano de los
pobres
Y ¿quién más
pobre
Que aquel que ama
En primavera
Cuando los
pájaros hacen sus nidos?
Vinieron
A comer de su
mano
Vacía
Y su abundancia
Los alimentó
A todos.
Es simple:
La humanidad
entera
Llegó a
estarle en deuda.
Es la estación del amor.
Es tiempo
De jacintos,
En el jardín
Del manicomio,
De racimos color coral
Y salmón,
Y es también
tiempo
De nidos
Abandonados, antes
De que
Los gorriones
Empiecen
A
destruirlos
Confiados en
que habrá otro tiempo
De abundancia
En que
podrán construirlos de nuevo.
Cerca de
ellos
Sobre la hierba
Las
jóvenes parejas
Se
abrazan .
Como en un cuento
De
Bocaccio.
No les
preocupa nada
Bajo licencia de la
enfermedad
Que
los confinó
En este
sitio.
San Francisco los perdona
Como a todos los que aman
Sin importar
de quién se trate.
Han visto
La
luz brota
De sus
desvergonzadas frentes.
Allí va a dar
La luz
Atrapada
entre estas cuatro paredes.
Los han apartado
De sus semejantes.
Esa es la
recompensa
Por el nido del año
pasado.
San Francisco,
Quien amó
los pájaros silvestres,
Intercede
Por quienes
Nada tienen
Y viven
Por obra y gracia del amor
Que,
Sobre este jardín,
vence
La desesperación.
Con el paso
del tiempo
El ritmo se ha hecho
más lento,
Y en eso
Ha cambiado
La escena.
Los amantes levantan la cara
Sin saber
qué ha pasado.
El verano ha
llegado ya.
Brilla intenso
El sol!
Cegados por la luz
Caminan confusos,
Buscando
Entre las hojas
En un lugar mejor
Para
atestiguar
La estación que avanza.
No creen
En su propia
cura
Y dudan
Si escapar
De nuevo
hacia lo oscuro.
El escenario
Ha cambiado.
Por la
gracia
De San
Francisco
El escenario ha cambiado.
Atisban
El cielo que
los rodea
Y la inmensidad del campo.
Llenos de
terror
Buscan
Una flor familiar
Para
guarecerse,
Y los
abruma
La inmensidad del campo.
Llenos de
terror
Buscan
Una flor familiar
para
guarecerse,
y los
abruma
la inmensidad del campo.
Avergonzados
Esconden la cara
Ante aquella plenitud,
Oteando
tímidamente
Entre los
dedos.
El santo los observa,
Los ojos
llenos de piedad.
El año es
joven aún
Pero no
tanto
Como ellos
Que lidian
Con el miedo
Que los invade.
Despertados
El sueño
del primer amor
Parecen niños
Arrancados
de un largo dormir.
El
verano está aquí,
Sin duda.
El santo
discretamente
Se
aleja.
Una de ellos,
Que se arma
de valor,
Aparta
las hojas
Y sale sola
A la luz
Haciéndose sombra
Con la mano
Mientras su
corazón
Bate
locamente
¡Y
su cerebro
Se abre
Al
sentido
De todo!
EL ARTISTA
El señor T.
Sin sombrero, con una
Camiseta sucia
Y el pelo
Completamente alborotado
Se alzó de puntillas
con
Los talones
junto
Y los brazos graciosa-
Mente
Curvados
sobre la cabeza.
Entonces, girando,
Dio un salto
En el aire
Y culminó el
Movimiento
Con un
perfecto
Entrechat.
Mi madre
Sentada en
su sillón de inválida
Enmudeció
A causa de la
sorpresa.
¡Bravo!,
gritó por fin,
Mientras aplaudía.
La esposa del
señor T.
Salió de la
cocina, diciendo:
¿Qué pasa aquí?
Pero el
espectáculo había terminado.
LA MÚSICA
DEL DESIERTO
… La danza
comienza; para ir a parar a donde
-en el
puente entre Juárez y El Paso-
Yace una
forma inmóvil, irreconocible en
La penumbra.
¡Un momento!
Se
detuvieron mientras inspeccionabas aquello,
En pleno
paso fronterizo
¿Está vivo?
¡… sin cabeza, ni
Brazos, ni
piernas!
¿No es tan
solo un montón de harapos
Que alguien
ha abandonado ahí . aletargado
Contra las
vigas del puente . ?
Una masa inhumana y amorfa, los
Muslos
apretados contra la barriga.
¡Como un huevo!
¡Qué lugar para
echarse a dormir!
En el límite
internacional: dónde si no,
Entre
jurisdicciones, para no ser molestado,
¿Cómo decir
lo que ha de ser dicho?
Solo el
poema
Solo el
poema, medido con exactitud;
Imitar, y no
copiar, la naturaleza: no copiar
La
naturaleza.
No copiar,
postrados, la naturaleza:
¡Danzar! Danzar
Dos por dos
con ella…
Y en ese arrebato ¡dormir
Boca arriba!
Una música
Abandona su
compostura, y nos saluda
A través de
una enorme distancia . .
Despierta a
la danza
¡que sacude
los dedos adormecidos!
Sólo el poema, solo el
Poema
escrito, para decir
Lo que ha de
ser dicho –sin copiar
La
naturaleza- se nos traganta
¿Y la
ley? Para la ley nunca hay nada
Más que un
cadáver, envuelto en una manta sucia.
La ley va
siempre con retraso, se basa
En el
asesinato y la reclusión,
Esto, en
cambio, por obra de la música insensata
Se funda en
la danza:
Una agonía de autoconciencia
Convocada
Por todo lo
que nos rodea .
No logro escapar
No consigo
vomitarlo
¡Solamente
el poema!
Sólo el
poema escrito: el verbo lo trae
Al ser.
… es pequeño para ser un
hombre.
Es una
mujer. O un viejo enjuto.
Muerto, tal
vez. Quizás inspeccionen el lugar más
adelante
Y se lo
lleven en una carretilla .
Y lo
arrojen al río
Sería bueno.
Volviendo de
California, hacia el este, el desierto fértil
(si al
menos hubiese agua)
Nos rodeaba,
música de supervivencia, tenue, distante, apenas
Audible; nos sumergimos en ella
Como en la
tarde, mirando el viento elevar
Y
agitar la arena. Yuma
Quedó atrás.
La noche entera, con dirección El Paso,
Para
encontrarnos con nuestro amigo
Durmiendo a
ratos. Pensando en París, me
despertó el tictac
De los rieles. El desierto
Dentado .
…
Para decir
Lo que vi
luego, y lo que oí
… para situarme
(desde mi
Naturaleza
ante la naturaleza
… para imitar
La
naturaleza
(pues copiarla sería una vergüenza)
Me
entrego:
El viejo
mercado es un buen sitio para comenzar,
Empecemos
desde aquí el recorrido:
Un vaso de tequila cuesta
Un peso por
las calles laterales.
Ten cuidado,
sin embargo. Sé que todo parece
Tranquilo a
estas horas, pero vi cómo golpeaban a H.
Dentro de
uno de estos tugurios. Él mismo
Se lo
buscó. Me parece que estuvieron
A punto de
matarlo. Yo prefiero tomar un trago
En la calle
principal .
Mira:
la plaza de toros
¡Oh!, dijo
Floss, cuando sus ojos se habituaron
A la
luz .
¡Qué colores! ¿no es
Maravillosa?
… unas flores de papel (para los
santos)
Objetos de
barro pintarrajeados
De azul,
utensilios de plata,
Chiles
secos, cebollas, telas estampadas,
Ropa de
niño . el sitio desierto excepto
Por los
pocos indios acuclillados en los
Puestos,
indiferentes (nno te creas)
Haciéndose
los dormidos .
Arriba hay otra planta.
¿subimos?
¿Por qué son tan altos los tejanos?
Esta mañana
había una mujer de casi dos metros
Vestida con
una capa de visión. ¡Qué mujer!
Sería una
actriz de Broadway.
Y otra cosa:
también vimos un millón
De gorriones
desgañitándose
En los
árboles de un parque
Donde paran
los autobuses,
Un
santuario, al parecer,
Contra el
viento que cubre la ciudad
De
arena .
“Lluvia de Texas”, lo
llaman
… y ese para
de lagartos de la fuente .
Eran cuatro
Yo tan solo vi dos
No dejaron ni un
momento
De mirarte
Penny please! ¡Por favor, un
centavo, mister!
No les des
. ya la mano
Se ha
apartado por instinto
De esos
obscenos deditos
Mientras
crece por dentro una vaga aprensión
Y la música
se aviva .
Entremos
aquí.
¡…
música! Se acalla
Cuando las
puertas del bar se cierran detrás.
Aún nos queda
Media hora.
… de regreso en la calle,
La presión
de la gente nos arrastra de un puesto a otro
A lo largo
de la acera. Enfrente, con no menos
insistencia,
Las tiendas
están abiertas. Pasen
Y vean. Sin compromiso: sombreros, botas
De montar,
mantas .
Mira allí,
en la calle:
Una india
joven cargando a su hijito
En un rebozo
que se ata al cuello!
…
el español, como un río,
Fluye al
tiempo que ella pasa, intensa y
De grandes
ojos, hablando con su marido-niño.
Tres
adolescentes se ríen, una de ellas comiendo
Granada.
Y aquella pareja de turistas,
serios,
De mediana
edad y del medio oeste,
Con su botín
en las manos, susurrando,
A la caza de
más ofertas .
Y el
puesto de dulces verdes
Y rojos de
anilina,
Que atiende
una india vieja.
¿Crees en serio que alguien
Se atreverá
a comérselos?
Los pies
comienzan a dolerme.
Aún
nos quedan unos cuantos minutos.
Probemos
aquí. El pasado mes despidieron
Al alcalde
por sacar 3.000 dólares al mes
De los
burdeles del pueblo. No había mucho
Para las
chicas. Ahora mismo hay un show.
Sólo hay algunas mesas
Ocupadas. Una orquesta convencional –el ambiente debe
De mejorar
más tarde- toca el ran-tarrán
Local. Una
joven y un muchacho, a dúo, mientras ella
Se
secretea con alguien
Tras
bambalinas. Se ríe: el número está por
terminar.
Así que
bebemos hasta el próximo, que es un striptease.
¿De
veras? ¡Caramba! ¡Mírala!
Hay que estar
Muy borracho
para excitarse con ella.
No parece
mexicana: una vieja vedette
Estadounidense. Observa esos pechos.
Hallo algo fascinante
En el modo en que sacude
La cadera y las cintas
Con lentejuelas.
Cuando gira no es
Como piensas:
Su barriga
No mueve a risa.
Algo hay que te conmueve, pero no
este
Espectáculo lastimero. El
Guitarrista bosteza, y ella
No sabe cantar.
Frente a este
Descaro, y a todo este maquillaje,
Hay
una pantalla
De hermosas palomas
Que baten las alas.
Sus ojos gélidos gimen mecánica-
Mente y jamás
Sonríen. Pero atraen y
Arrullan por la gracia de cierto
Candor. Parecen
Pesarle los
pies.
No
importa. Se agacha
Y se inclina
sobre una mesa
Donde está
Sentado
solo, muy recto,
Un calvo
De modo que
a ella
Todo le
cuelga hacia delante.
¿De qué diablos
Te ríes
Por lo bajo? ¿No
De ella?
¡La música! Ella
Me gusta. Combina
Con la música .
¿Cómo es que
estos indios no abandonan
De una vez
el horrendo balbuceo de sus amores
Y cantan,
para variar, otra cosa?
El lugar está lleno
De todo eso. Ella sabe
Cuando menos
Que
lo suyo es otra
Canción,
y sin duda
Comparte
Mi
opinión
Sobre
sus clientes. Ese es,
Sin duda un punto a su .
favor
Mientras suena esta música
Engañosa .
Pero hay una música distinta. El brillante
Caramelo de su desnudez hace que ella
Inesperadamente se eleve: la hace parte de esa
música .
Andrómeda de estas piedras,
La virgen de su interior .
los terribles
Verdes y rojos
En su mofa de la virtud
La vuelven inexplicablemente virtuosa .
Aunque ella en ningún caso
Lo pretenda .
Salgamos de aquí.
De regreso
en la calle
Aquello me llegó de golpe: ¿será que solo
Juego a ser un poeta? ¿Meramente me lo invento,
Como quien usa un disfraz? Pensé
.
¿Qué cosa, en la forma de la puta de un tugurio
Mexicano en Juárez, en el modo en que
Meneaba como loca el trasero desnudo,
Puede ser novedoso para mí; nacida entre tal
porquería,
Cómo puede parecerme una dulce tonada?
Ya estamos aquí. Llegarán en cualquier momento.
Hay una barra a la derecha de la puerta,
Y unas mesas enfrente, que hay que atravesar
Para ir al comedor, más allá.
Dos parejas, dos estadounidenses gigantescos, bastante
Mayores, vestidos como vaqueros, con todo
Y sombrero, borrachos y departiendo con sus
Chicas, bastante borrachas también,
Una de ellas sobre todo, empujando a su hombre, el más
alto
De los dos, ¡ea!,
a bailar,, en aquel
Estrecho espacio, olvidándose de todo. No para
De insistir y el intenta
Tambaleante acompañarla.
¡Amigo: suelta ya la pistola! ¡Ea!
Nos abrimos
Paso hasta una mesa, éramos siete.
Sentadas por todo el restaurante había
Familias comiendo tranquilas,
Con niños, incluso. Todos de mejor clase
Que la gente
De la calle.
Aquí estamos. Puede verse
La cocina, en el fondo un cocinero
Remangado, con un
Delantal sobre el fino
Pantalón de un traje de calle.
Pelo negro, bien peinado,
Un tipo alto y de buen
Ver, que trabaja absorto
Ante una tabla de picar.
¿Old fashioneds para todos?
Así que
este es William
Carlos Williams, el poeta .
Floss y yo nos habíamos comido
La mitad de la lechuga sin notar
Que los otros no tocaban la de sus platos .
Parece usted muy normal. ¿Podría decirme? ¿Por qué alguien
Querría escribir un poema?
Porque está ahí, esperando ser escrito.
Ah, ¿es cosa de inspiración, entonces?
Más bien de necesidad.
Muy bien, ¿y de dónde sale?
Soy alguien cuyo dilapidado
Cerebro
Avanza sin rumbo fijo
… y
así,
Llegada la hora, terminada la codorniz, ya estábamos
De nuevo camino de El Paso.
Buenas
noches. Buenas noches
Y gracias
. A ustedes. Iremos
Andando .
… y así, en la muñeca desnuda, sentimos de nuevo
Los insistentes deditos .
Penny
please, mister.
Penny please. Un centavo, por favor.
¡Toma y vete ya de una vez!
… pero la música, la música ha vuelto a despertarse
Mientras dejamos atrás la aglomeración de las calles
Y volvemos hacia el puente en penumbras,
Y pagamos la cuota, y empezamos nuevamente
A cruzar
. mientras vemos las luces
En las faldas de la montaña., al fondo de El Paso,
Y paramos a mirar a los niños que nos piden más
monedas
Desde un bajo del agua .
Así que
Aquel era el aliciente: el fastidio de aquellos
Deditos intempestivos.
Así que ¿es usted un poeta?
Buena carga para quitársela de encima… medio bebido,
Cena gratis en la barriga (aunque pesques la
tifoidea9,
Habiendo conocido alguna gente con la que al menos
Se podía conversar
.
Alivio de aquella música interminable, repetitiva,
Ineludible, insistente
¡Y qué otra cosa, sino alivio, buscan
Ustedes los latinos! Con
Inexpresivo ding dong nos sirven sus
Almas y sus amores, que nosotros tragamos
Luego.
¡Hispanos! (aunque estos sean
sobre todo indios
Que persiguen a los hijos de puta blancos
Por las calles el Día de la Independencia,
Buscando matarlos)
.
Y
eso, ¿qué es?
¡Por Dios!
¿Qué ES?
¡La música!
¡La
Música! Como cuando Casals toca
Y sostiene una nota en su violonchelo
Y me deja sin palabras .
Ahí estaba, abandonado
En el ángulo que forman los soportes del puente;
Me detuve aterrado y lo miré en la
Penumbra: amorfo, o habiendo quizá recobrado
Su forma original, sin brazos ni piernas,
Ni cabeza, encajado como el hueso de una fruta
En ese rincón
oscuro, como un
Pez que nadara contracorriente, como un
Feto que en el útero se alistara a imitar la vida,
Protegiéndose de la promesa
Del horrible nacimiento. La música
Lo protege, como una mucosa, o película, que lo
rodease,
Una tinta que entumeciera y manchara el
Mar de nuestra mentes manteniéndonos alejados;
resguardo
De una forma lo más cerca posible de lo amorfo,
¡una música! Una música protectora .
¡Soy un poeta! Eso
Soy. Eso soy: un poeta, lo confirmo, avergonzado.
Ahora la música se abre paso
En el solitario momento en que la escucho. Ahora
Me rodea.
¡La danza! El verbo se
desprende
Buscando volverse articulado .
Y yo apenas puedo ayudar pensando
En el maravilloso cerebro
Que percibe esa música y en nuestra
Ocasional capacidad de registrarla.
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