Stefan George fue un poeta y
traductor alemán nacido el 12 julio de 1868 en Büdesheim, junto a Bingen, en
Renania, hijo del vinatero Sthephan George y su esposa Eva Schmitt. En 1873 se
traslada con su familia a la vecina ciudad de Bingen y allí comienza sus
primeros estudios en el colegio con ocho años. Desde 1882 estudia durante seis
años en el Instituto Ludwig-Georg, en Darmstadt. En 1887 publica sus primeros
versos en la revista estudiantil Rosem Und
Disteln. Tras obtener el bachillerato en 1888, viaja a Londres en primavera y a
Suiza en otoño. Al año siguiente sigue viajando por Italia y llega hasta París,
donde traba relación con los poetas Verlaine y Mallarmé, el último de los
cuales tendrá gran repercusión en su concepción simbolista de una poesía pura y
hermética. No menos importancia para los comienzos de su obra iba a tener el
concepto poético de la creación rítmica de la belleza, acuñado por Poe,
concepción que adoptó a partir del conocimiento de la obra de Charles
Baudelaire, al que tradujo con fortuna. Su versación autodidacta en multitud de
lenguas le permitirá, además, realizar excelentes traducciones de la poesía de
Dante y Shakespeare. En 1889 emprende un viaje a Berlín, donde finalmente se
establecerá a finales de 1889 para cursar estudios de Filosofía. Tras un viaje
a Copenhague y de nuevo a París, se costea la edición de su primer libro, Himnos, un conjunto de poemas breves
sobre temas diversos, aunque en todos ellos vibra el peculiar acento religioso
que va a predominar en su poesía. En mayo de 1892 funda junto con unos poetas
amigos, entre los que se encontraba Hugo Von Hofmannsthal, la revista Hojas para el arte, órgano de un movimiento que propugnaba un arte
aristocrático dirigido a la expresión esencial, alejada de los postulados
realistas del naturalismo alemán que triunfaba en Berlín. En esta revista iba a
publicar, con el tiempo, la mayor parte de sus poemas y con ella comienza a
poner en práctica los postulados de los primeros libros publicados, Peregrinaciones (1891) y Algabel
(1892), que a causa de su estilo iban a ser acogidos con
incomprensión por la mayor parte de críticos y lectores. En estos primeros
libros el lenguaje mismo y la poesía se hacen temas centrales del poema; pone
el énfasis más en el signo que en el significado de la palabra –hasta el punto
de alterar la tipografía, suprimir las mayúsculas y convertir el poema en un
artefacto. Stefan George llegará a
proclamar que el valor de la poesía no lo determina el sentido (si no, sería
algo como sabiduría o enseñanza), sino la forma. Esta orientación del “arte por el arte” de sus primeros
versos, irá cediendo a un intento más ambicioso de renovar el espíritu alemán
por medio de la poesía. Poco a poco, Stefan George se iba instituir en
sacerdote de la belleza y a rodearse de un reducido círculo de fieles que van
creando sus propios mitos y rituales en torno a la belleza y la poesía. Este
círculo de discípulos buscaba restaurar por medio de la poesía un nuevo clima
espiritual más próximo a la religión que a la cultura. El círculo ansiaba
establecer un ideal de poesía impersonal, plástica y serena. Sus libros
posteriores se iban a hacerse más sencillos, pero tampoco iban a obtener la
acogida que buscaba: “Libros de los pastores y de los laudes”
“Libro de las leyendas y canciones” y “Libro de los jardines colgantes” (1894).
Este mismo año de 1894 conoce a Sabina Lepsius, pintora alemana que se
convertirá en acólita del círculo de George y que va a ilustrar su siguiente
libro de poesía, El año del alma, con
crítica más favorable. Se trata de un conjunto de poemas en que el ideal de
vida estética toma cuerpo y se impregna de sustancia humana. En su siguiente
libro, Tapiz de la vida (1899),
reclama del poeta un ideal más heroico. George ordena ahora su poesía en relación
didáctica con el círculo de discípulos cada vez más crecido. Se comienza a
vislumbrar la creación de una mitología poética personal donde ya se respira la
atmósfera de lo sagrado, a la vez que pone el énfasis en el efecto que la
palabra del poeta tiene sobre los hombres.
José Luis Reina Palazón –a quien se debe la traducción de los poemas que
se seleccionan aquí- añade además que esta mitología poética busca transmitir
también una utopía política a la sociedad de su tiempo; habría que decir además
que se trataría de una utopía más religiosa que política, apoyada en una
aristocracia cuasiplatónica: el filósofo entronizado por Platón es aquí
reemplazado por el vate, que se convierte en mago y sacerdote. Esta deriva se acentuará en su libro de 1907,
El séptimo anillo, que coincide con un suceso luctuoso en su vida, la muerte del padre. Mayor repercusión para este
libro y para la evolución de su poesía y la del cirulo de George había tenido
la muerte Maximilian Kronberger, un joven escolar y poeta de Munich al que
George había conocido en 1902, a la edad de trece años, y que murió de una
meningitis el 15 de abril de 1904, al poco de cumplir los dieciséis. Joven,
hermoso, con inquietudes poéticas y excelentes cualidades, Maximilian había
sido introducido en el círculo en virtud de su talento precoz. Su muerte
prematura provoca en Stefan George un duelo que será sublimado hasta convertir
su figura en el centro de un ritual estético, modelo ideal de belleza y
perfección, casi bosquejo de un nuevo dios mitopoético. En el séptimo anillo aparece transfigurado
poéticamente con el nombre de Maximin.
Éste se convierte en una especie de Cristo griego donde se funde lo apolíneo y
lo dionisiaco. Siguiendo la interpretación de Carmen Gómez García, el ciclo de
poemas dedicado a Maximin se estructura según el modelo de un suceso sagrado
que culmina en la resurrección y el advenimiento. Con la elaboración poética de
la muerte y experiencia de Maximiliam, el nacimiento de Maximin supone la
configuración de la existencia poética de Stefan George como poeta y salvador y
una nueva reconfiguración de su círculo. A partir de Maximin, en palabras de
Carmen Gómez, el peso de su obra se desplaza hacia la formación de sus
discípulos mediante el ritual de la palabra. El séptimo anillo marcará una nueva valoración de la palabra
poética mediante una rigurosa concentración del lenguaje en la extrañeza de la
forma. También acuñará en este poemario una imagen que a la que recurrirá
posteriormente: la imagen del velo que oculta lo esencial, con el consiguiente
peligro de olvidar lo encubierto y quedarse en la superficie sin llegar al
fondo; en la forma sin aspirar su esencia. Con la publicación en 1914 de La estrella de la alianza, George asume
la voz profética de juez de su tiempo, ya maduro para una tremenda expiación.
El poema se ha convertido en un texto sagrado: anuncia un programa y una manera
de pensar que lleva implícita una ideología. En los poemas de su último libro, El nuevo reino, publicado en 1928, el
concepto político toma un nuevo sentido más allá del reducido número de
discípulos. Según Palazón, “toma la significación tradicional de reflexión de
la historia que acontece en el poema, un intento del poeta por fundamentar y
defender su palabra frente a la realidad”.
El mismo Palazón subraya la renovación que supuso la obra de Stefan
George al sacar a la poesía moderna alemana del anquilosamiento y remedo
neoclásico gracias a una forma más pura y una indagación de ideas original. Sin
embargo, considera que “quedó perdido en el ocaso de un cambio de época radical
cuya revolución de valores no podía encontrar en las formas anteriores el eco
necesario para el desafío que introdujo la barbarie hasta nuestros días….”.
También José María Valverde abunda en la obsolescencia de su poesía, duda de su
valor intrínseco y la ve más como ornamento de una época y signo de una
posición personal. No obstante, la influencia de Stefan George se hizo notar en
diversos ámbitos culturales y en la mayor parte de los poetas de su tiempo. Adorno
y Benjamin apreciaron su obra y poetas como Celan y Benn acusaron su
huella. Sin embargo Benn se alejaría de su obra tardía y censuraría la deriva
política de su poesía: “El arte no se hace más profundo –dirá en uno de sus
discursos- cuando la historia lo confirma, ni la idea más pura si la realidad
la cubre”.
Tan importante o más que la obra
lírica de Stefan George, fue la existencia del Georgekreis –el círculo de George- que el poeta fue aglutinando en
torno a una pléyade de admiradores. Edgar Salin, uno de sus discípulos, definió
el círculo como un fenómeno único, tan enigmático y rodeado de leyenda como el
maestro mismo. La aportación del círculo de George a la cultura de su época fue
extraordinaria y supuso un trabajo de redescubrimiento –Hölderlin, Jean Paul,
Nietzsche- y renacimiento cultural. El poeta postuló como objetivo del círculo
la introducción en su poesía personal y el despertar de impulsos poéticos
propios en los discípulos. Desde la revista “Hojas para el Arte” se fomentaba,
a través de artículos y de la publicación de poemas, el nacimiento de una
tradición que orientase la creación literaria en Alemania. Sin embargo, la
revista vinculada al círculo no llegó a dar frutos de calidad poética y las
voces originales fueron escasas, si exceptuamos las de Wolfkel, Derleth y
Hofmannsthal. En el círculo se pedía a los jóvenes que leyesen sus poemas y
fueran recitados adecuadamente, pues se creía que en la lectura se mostraba el
ser del que lee. Más que sobre poemas y temas culturales, de lo que se hablaba
en el seno del círculo era acerca de la labor poética (hechos concretos,
correcciones, obra). El programa educativo del círculo iba más allá de lo
literario y buscaba moldear todos los actos de conducta: no sólo había que
escribir con una especial caligrafía, además había que vestirse, hablar, servir
el té y hasta trinchar la carne de una manera peculiar. Sobre todo, se hacía
hincapié en la lectura correcta y en dar la adecuada vivacidad al ritmo. En el
círculo se leía los poemas del maestro, los contemporáneos, algunos poemas de
las Hojas, los poemas de Hölderlin,
los sonetos de Shakespeare, algunas escenas de dramas, los poemas de Goethe y
mucho Dante. Aunque George pensaba que “sin sentido de la realidad no se puede
ser poeta” y que, además de consagrarse
a la poesía, había que enfrentarse con el mundo, el círculo se fue reduciendo a
una realidad cada vez más endogámica. La experiencia de la realidad quedaba
definida y limitada a la expresión del “instante eterno. Lo que se intentaba –en palabras de George-
era “crear un conjunto que salido de un determinado ideal lleve a cabo un
cierto nivel de humanidad. También este
es entonces un eterno momento como el griego”. El círculo iba a hacer de la
transfiguración de ese instante eterno el tema central de los poemas que ahí se
elaboraban. Para llegar a la vivencia de esta realidad quintaesenciada era
indispensable la convivencia dentro de la comunidad formada por el maestro y
sus discípulos. Carmen Gómez ha analizado el George-Kreis poniendo el acento en
su lado más religioso, al insertarlo en la tradición alemana del arte como
religión y colocar a Stefan George en la órbita de Holderlin y Nietzsche, con
su vuelta a los griegos. Del primero tomará su crítica a la desacralización y
decadencia del mundo moderno, al haberse alejado de los dioses; del segundo, su
concepción dionisiaca. Los tres parten de la premisa de que Dios ha muerto y
echan la culpa a la sociedad burguesa de haberse entregado al utilitarismo y de
haber privado a la humanidad de los
valores más trascendentes. En un mundo desencantado de dioses, sólo el poeta
mantiene aún los vínculos con lo sagrado; mediante un lenguaje poético
depurado, el arte puede ambicionar todavía ser la piedra de toque de la
trascendencia. Tal misión es la que se arroga Stefan George, proponiéndose en
medio de su círculo como guía, profeta y salvador de un grupo de elegidos por sus ideales
estéticos. Su anhelo es convertir la poesía en una forma de religión y fundir
la tradición mitológica y cristiana en la compostura de un nuevo dios, una
suerte de Cristo griego donde puedan convivir lo apolíneo y lo dionisíaco. Pero
tal anhelo de restituir lo sagrado a la sociedad sólo se puede realizar por
medio de una comunidad donde la comunión sea la fuerza mágica de la palabra, no
la que se profana en el intercambio diario, sino la que salvaguarda el mensaje
sagrado; esa que lleva la fuerza divina y logra esculpir a los hombres bajo su
perfil más noble. Para conseguir este objetivo ennoblecedor era indispensable,
por tanto, que el círculo se convirtiese en un centro de formación de
discípulos, con un alto sentido educador –“paideia”- en torno un ideal de
belleza y cohesionados sus miembros por la fuerza del “Eros” -con evidentes
resonancias homoeróticas. Todo esto apuntaba a la fundación de un reino
espiritual, un nuevo Estado que encarnase la vuelta al estado de la
naturaleza primigenia previo a la desacralización de la sociedad. En medio de
este movimiento que se contrapone a lo profano, al pueblo y a la burguesía, el
poeta se vuelve depósito de lo sagrado y heredero de una nueva aristocracia
basada en su elevada actitud espiritual. Liderando esta aristocracia se sitúa
el fürher, que es identificado con el mismísimo Stefan George, finalmente
convertido en profeta del nuevo dios Maximin y mensajero de la diosa poesía. No
es de extrañar que en clima del tercer Reich, esta manera de entender la
sociedad levantase las simpatías de sus dirigentes y se le intentase utilizar
para atraerlo a su terreno. Pero la regeneración moral que reclamaba para la sociedad
de su tiempo no admitía ningún encaje con las políticas de un gobierno secular.
Ya con motivo de la euforia que reinaba en Alemania durante la gran guerra,
Stefan George expresó su descontento anunciando en un poema -titulado
precisamente “La guerra”- que el antiguo dios de las batallas ya no existía y
anticipando el desastre al que se vería abocado el país: “Regocijarse no es
adecuado, ningún triunfo será/sólo muchos naufragios sin la menor dignidad”. Y
aunque durante la república de Weimar se convirtió en el ídolo de la
juventud más idealista –también de la más nihilista-, el poeta siguió mostrando
sus reticencias y rechazó el premio Goethe con el que se le quiso condecorar en
1927. También rechazó la dirección de una nueva academia de poesía que Goebbels
le ofreció cuando en 1933 los nazis llegaron al poder, y se mantuvo al margen
de los festejos que éstos le organizaron cuando cumplió 65 años. Meses más
tarde, ya enfermo, saldría del país para pasar sus últimos días en un hospital
de Locarno, Suiza, donde falleció el 4 de diciembre de 1933. La coda a la
ambivalente relación de George con los nazis se la pondría años más tarde uno
de las personas que asistieron a su entierro, Claus Von Staufenberg, quien
participaría en el verano de 1944 en el intento más serio para acabar con la
vida de Hitler, al colocar una bomba en la sala de mandos. El coronel
Staufenberg había sido un ferviente admirador de la poesía de Stefan y había
pertenecido a la última generación de miembros del círculo, bajo cuya advocación
habían formado “la Alemania secreta”, una especie de alianza que se había
conjurado para defender unos ideales menos innobles que los del tercer Reich y
que tomaba su nombre del título de unos de los poemas de su obra El nuevo reino. Sus primeros versos
rezan así: “!Arrástrame hasta tu borde/abismo pero -no me confundas-“. Unos
años antes, cuando rechazó el cargo que le ofrecieron los nazis, ya había
establecido la diferencia entre sus ideales morales y los que pretendían
abrazar los que llevaron a Alemania al desastre: “soy el antepasado de todos
los movimientos nacionalistas, pero no sé cómo podría injerirse el espíritu en
la política”. En su ensayo sobre Stefan George, Walter Benjamin definiría
irónicamente el papel que como profeta había jugado en la poesía y en la
historia alemana: “Si Dios castigó alguna vez a un profeta porque sus profecías
se cumplieran, ese fue él”.
¡Lamentar
nada aporta!
Diga de lo
mejor
La envidia lo
que osa.
Busca y
soporta
Y ¡Sea sobre
el dolor
La canción
victoriosa!
Así la
doctrina lo quiere.
Él en honor
lo hiciere
Hace ya de
nuevo un año.
El este como
el sur otrora
Le fue un
engaño
Y está
cansado ahora.
Al pie de
una encina
Una
sepultura zapa
Para bastón
y capa,
Muerte lo
inclina:
Ya el viaje
preparo
Que alegre
encaro.
La presa
vino a ceder
A fuentes de
agua en ira,
Su ojo se
humedeció,
Suspiró… Y
creo yo
Que debo
también romper
En ese
tronco mi lira.
(Peregrinaciones, 1891)
LOS JARDINES
CIERRAN
Lisos
senderos extravía noche temprana,
Fría lluvia
turbia puebla
Los
estanques. Felices Apolos y Dianas
Se ocultan
en velos de niebla.
En las
criptas grises hojas se arremolinan.
Las dalias
alhelíes y rosas
En una
obligada orquesta trasminan,
Blando musgo
su deseo reposa.
Lunas
calientes por el portal huyeron.
¿Tu
esperanza fue tu posesión?
¿Aún sus
palabras confianza te dieron,
Peregrino de
mano en el bastón?
(Himnos, 1890)
LA DIADEMA
De hierro
frío la quería
Y tal segura
cinta suave,
Pero la mina
no poseía
Metal al
fundido clave.
Ha de ser
más adelante:
Tal gran
umbela extranjera
De oro
rojo-fuego entera
Y rica
piedra radiante.
(Peregrinaciones, 1891)
EL TIEMPO EN
FLOR YA NO ES MÍO
El Tiempo en
flor ya no es mío,
Donde el
llanto aún embeleso.
¿Murió la
mariposa del estío
A la que un
aliento ya es beso?
Que sobre
trébol, mies, verdores
Y en
precioso jardines voló,
¿Un hálito
de aroma y colores
Pronto de
todas las flores sacó?
A quien la
noche un bien le dio
Que ella de
día inútil excita,
A la que con
la esperanza curó
Que a ella
el tulipán la invita.
¿Viene de
nuevo con los paros,
Las alondras
y su primer trino?
¿Alabará a
junio sin reparos,
Duerme o
murió en el camino?
(Algabal, 1892)
A VISTA DE
PÁJARO
Golondrinas
blancas vi volar,
Golondrina
nieve y argentinas,
Las vi en el
aire columpiar,
En el viento
claro en la calina.
Arrendajos
de color vi saltar,
Papagayos y
colibríes
Por
maravillosos árboles pasar
En el bosque
de los Tusferies.
Grandes
cuervos aletear,
Chovas
negras y gris oscuro
Sobre
culebras revolotear
Golpeando
con pico seguro.
Golondrinas
veo de nuevo volar
Enjambre de
nieve y argente,
¡Qué bello
en el viento su columpiar
En el viento
frío y transparente!
(Algabal, 1892)
EL DESFILE
DE LOS PRIMIGÉNITOS
Nos eligió
el destino: un nuevo hogar en el campo extranjero
Tenemos que
buscarnos nosotros que somos niños.
Una rama de
hiedra de la fiesta llevamos aún en el cabello,
La madre que
nos ha besado largamente en el umbral,
Suspiraba
suave y nuestros padres fueron con
Las bocas
cerradas hasta las fronteras, y nos colgaron
Al
separarnos las tabillas bien talladas de madera
De abeto
–nosotros arrojamos muchas de ellas
Si uno de
los amados hermanos muere a la tumba.
Nos
separamos sin pena, ninguno de nosotros ha llorado,
Pues lo que
hacemos sirve de salvación a los nuestros.
Sólo una
sola vez dirigimos la mirada hacia atrás
Y hacia el
azul de la lejanía marchamos confiados.
Nos gusta
partir: una bella meta nos está asegurada,
Partimos
contentos: los dioses nos abren el camino.
(“Los libros de las églogas y
alabanzas”, 1895)
EN EL
DESGRACIADO TONO DEL QUE…
Los nudos de
esta carta desatad con esmero,
Recibid sin
remordimiento a mi mensajero,
¡Pensad que
de un difunto él es viajero!
Primero
habéis dicho cuando os encontré:
“Allí habita
un dragón que todo enemigo resiste”.
A sus
grietas volando he saltado,
Tras una
lucha ardiente lo atravesé,
Más desde
entonces mi cabello esta quemado-
De lo que os
reísteis.
“Me gustaría
tener el turbante del corsario”.
Así
bromeabais – obedecí ciego
Y he salido
al mar en ruido y lucha a diario,
Con mi brazo
izquierdo lo pagué después,
El turbante
os lo puse a vuestros pies,
Como juguete
a un niño lo regalasteis luego.
Visteis cómo
mi cuerpo y mi suerte primero
En vuestro
servicio se estropeaba,
A vos no os
dolía en peligro mi paradero,
Entre
tormenta y polvo gracias penas disteis
Cuando fama
os ganaba,
A mis ruegos
muda permanecisteis.
Ahora mi
sufrimiento una herida profunda convoca,
Pero hasta
la última hora vuestra alabanza invoca,
Hermosa
dama, desde mi boca.
(“El libro de las sagas y los
cantos”, 1895)
DESPUÉS DE
LA COSECHA
Ven al
parque que dicen muerto y mira:
El fulgor de
lejanas orillas sonrientes.
El
imprevisto azul de puras nubes tira
Luz de
estanques y senderos lucientes.
Toma el
fuerte amarillo, el gris debilitado
De abedules
y hayas, el viento es templado,
La ajada
rosa tardía aún no se abandona,
Escógelos,
bésalos y trenza la corona.
No olvides
tampoco el amelo final,
De vides
silvestres el cirro que purpura,
Y lo que de
la verde vida aún perdura
Retuércelo
suave en el rostro otoñal.
(El año del alma, 1897)
GRITOS DE
JÓVENES AÑOS QUE ORDENARON
Gritos de
jóvenes años que ordenador
A ELLA bajo
estas ramas ir buscando:
Tengo que
inclinaros la frente negando,
Mi amor
duerme en rayos que pasaron.
Mas enviadme
aún la que en el fuego
Del verano y
en el volar de los amores
Tímida me ha
ofrecido sus favores,
Alegre
quiero reconocerla luego.
En las tinas
fermentan las uvas maduras
Mas quiero
todo lo que de bien brotado
Y bella mies
de verano me ha quedado
Postrar a
manos llenas ante su figura.
(El año del alma, 1897)
SALUD Y
GRACIAS A TI QUE LA DICHA TRAJISTE
¡Salud y
gracias a ti que la dicha trajiste!
Tú el
siempre alto latido adormeciste
Con la
esperanza de ti –Querida- suave
En estas semanas
de muerte de brillo grave.
Tú llegaste
y nos mantenemos abrazados,
Yo para ti
aprenderé palabras lunares,
Tal si la
única Lejana has igualado,
Te alabaré
en las excusiones solares.
(El año del alma, 1897)
HOY NOS
IREMOS A PASEAR AL JARDÍN
Hoy nos
iremos a pasear al jardín,
Pues tal a
veces veloz, de forma no aclarada
A nosotros
este suave olor o soplo afín
De nuevo nos
nutre de alegrías olvidadas:
Así aquel
monitorios fantasmas nos emana,
Miedosos y
cansados nos hace en sufrimiento.
¡Mira entre
los árboles fuera ante la ventana
Los muchos
cadáveres tras la lucha del viento!
Del portal
cuyos lirios de hierro enmohecen
Salen
volando pájaros a céspedes tardíos
Y otros
sobre los palos tiritando se mecen
Tras beber
la lluvia en los floreros vacíos.
(El año del alma, 1897)
EL TAPIZ
Aquí se enredan
hombre con plantas y animales
Entre sí
extraños en alianza entre flecos de seda
Y lunas
azules adornan y estrellas de cales
Y atraviesan
la rígida danza que así queda.
Peladas
líneas pasan a ricamente bordadas
Y parte a
parte es enredado y contravirado
Y nadie
imagina el enigma de entrelazadas
Criaturas…
una tarde la obra se ha avivado.
Entonces se
mueven terribles los ramos muertos,
Los seres
prietos por línea rodeados de moldura
¡Y ante las
borlas anudadas aparecen abiertos
Que sobre lo
que pensasteis aportan clave segura!
Ella no es a
voluntad: no es para cualquiera
Sabida hora:
no es un tesoro de la corporación.
Para muchos
nunca ni por la palabra se abriera,
A los raros
adviene rara en la imaginación.
(El tapiz de la vida, 1899)
EL DISCÍPULO
Habláis de
dicha que ni anhelo ni me gusta,
En mí el
amor tan solo late para mi Señor,
Conocéis
sólo la dulce, yo la augusta,
Yo vivo para
mi augusto Señor.
Más que en
cada obra de vuestra unión y signo
Soy yo
diestro en la obra de mi Señor,
Ahí quedaré
yo, pues mi Señor es benigno,
Yo sirvo a
mi complaciente Señor.
Sé que el
viaje lleva a un país doliente,
Donde muchos
murieron, pero con mi Señor
Desafío
peligros, pues mi Señor es prudente,
Yo confío
sin duda en mi Señor.
Y cuando de
todos los sueldos quitarme mande:
Mi sueldo
está en la mirada de mi Señor.
Son otros
más ricos: mi Señor es el más grande,
Yo sigo a mi
más grande Señor.
(El tapiz de la vida, 1899)
HORA AZUL
Para Reinhold y Sabine Lepsius
¡Mira esta hora azul ahora
Desaparecer
tras la tienda del jardín!
De alegres hallazgos fue portadora,
Para pálidas
hermanas recompensa al fin.
Conmovida, hermosa, placentera,
Ella así se
apresura con las nubes - ¡mira!
Una víctima de llamas de hoguera.
Ella dice
consumiéndose lo que inspira.
Que ellas tan rápido no se vayan, en
Eso pensamos
- sólo a ella consagrados –
Está
tensando ya sus arcos también
Una
oscuridad de regocijo atesorado.
Como una profunda melodía
Que nos
encanta y nos sorprende en gemido,
En un paraíso de nuevo día
Nos atrae y
toca cuando ya se ha extinguido.
(Canciones de Sueño y muerte, 1899)
EL LATIDO
Este latido
nos dice lo que dejamos,
Que en los
lugares vacíos mana
Donde en
alegría y adiós saludamos.
El camino ciego, la hora vana!
¡Cómo
sonámbulos nos extraviamos!
¡Toda la
palabra rechinaba,
Suenan a las
últimas que hayamos!
Cada piedra
ahora se vengaba.
Que largos
sólo nos hemos mirado…
El espacio
sofoca a presión
Las cosas
cerca que ella ha amado…
Queremos sin
duda su expulsión.
-Porque tan
chica meta ha buscado
La acción
nos pregunta y regaña-
¡Pero a ese
latido nunca ha ordenado
Que sólo
tristeza lenta amaña!
(Las canciones de sueño y muerte,
1899)
SUEÑO Y
MUERTE
¡Gloria y
fama! Así nuestro mundo se despierta.
Como héroes
dominamos montaña y mar abierta.
Joven y
grande mira el espíritu sin corregidor
Al campo a
la corriente que meció alrededor.
De camino
aparece un brillo una imagen vuela
Y la
embriaguez con el tormento agitan la vela.
El que ayer
mandó llora piensa con gusto se inclina
“Tú mi
salvación, mi fama, mi estrella matutina”.
Después el
sueño alto orgullo hacia arriba subido
Somete
atrevido al Dios a ése que lo ha elegido…
Hasta que
una llamada repudia nuestros gestos,
¡Somos tan
pequeños ante la muerte tan expuestos!
Todo eso
ataca arrastra golpea rayo en ardimiento,
Antes de que
sea tarde en el nocturno firmamento
Se une
brillando en silencio joya de luminosa suerte:
Brillo y
fama, ebriedad y tormento, sueño y muerte.
(Canciones de sueño y muerte, 1899)
EL POEMA
ACTUAL
Vosotros mis
contemporáneos me conocisteis ya
Me medisteis
ya y me censurasteis –errasteis.
Cuando en el
ruido y el ansia salvaje de la vida
Con pesado
paso y groseros dedos os disteis prisa:
Me
considerabais el príncipe lleno de ungüentos
Que
suavemente columpiado sus ritmos contaba
En una
frágil gracia o en una fría dignidad,
En una
pálida solemnidad alejada de la tierra.
De las obras
rudas de toda una juventud, vosotros
Nada
adivinasteis de los tormentos en la tempestad
Hacia más
alta cresta, de sueños de sangre y peligro.
“!En alianza
aún este amigo!” y no sólo jadeante
Después de
la acción el rebelde había penetrado
Con antorcha
y puñal en la casa del enemigo…
Vosotros
expertos no leísteis ni temblor, ni sonrisa,
Estuvisteis
ciegos para lo que en fino velo durmió.
Después el
pífano os atrajo a la montaña mágica
Con
halagadores amorosos sonidos y os mostró
Tan exóticos
tesoros que a vosotros de repente
El mundo os
hartó que hacía poco aún se alababa.
Ahora cuando
ya algunos arcádicos susurran
Y delicados
alardean: él agarra la charanga,
Hiere la
podrida carne con sus espuelas
Y resonante
les conduce de nuevo al gentío.
Pues
ancianos tal virilidad bizqueando esto alaban,
Vosotros
suspiráis: ¡tal excelencia se vino abajo!
¡El canto de
las nubes transfiguradas se hizo grito!...
Vosotros
veis cambios, pero yo hice lo mismo.
Y aquel que
hoy con fanatismo el trombón suena
Y fluido
fuego dispersa, sabe bien que mañana
Fácil toda
belleza, fuerza y grandeza se elevan
De la silente
canción de flauta de un jovenzuelo.
(El séptimo anillo, 1907)
DANTE Y EL
POEMA ACTUAL
Cuando en la
entrada tembloroso me incliné
Ante la
vista de la más agraciada, de ardor
Consumido
las amargas noches medité,
El amigo
compasivo me miró, yo tan sólo
Suspiraba
por su gloria y mi canto para ella:
Era yo burla
a los hombres que no se conmueven
Porque por
tan vanos amores nos lamentemos-
Efímeros,
como si siempre permaneciéramos.
Me hice
hombre y me conmovió la humillación
De imperio y
ciudad saqueados por falsos caudillos…
Donde me
sobrevino la salvación yo ayudé
Con espíritu
y bien y luché con los malhechores.
En pago fui
robado, proscrito y extraviado,
Un mendigo
durante años en puertas extrañas
Por orden
despótica de locos –ellos pronto
Sin polvo anónimo,
mientras que yo vivo.
Cuando
entonces mi triste y tan desviado andar,
Mi dolor por
nuestros tormentos de sí mismos
Alimentados,
mi ira contra infames viles y locos
En forma de
bronce corrió: entonces oyeron muchos,
En cuanto su
horror desapareció, el salvaje sonido
Y aunque
ninguno tampoco ardor y garra sintiera
En su propio
corazón: creció del Adigio al Tíber
La gloria
hasta la sede del sin paz y sin patria.
Pero cuando
por fin escapé del mundo, los prados
De los
bienaventurados vi, el coro de los ángeles oí
Y que yo
daba esto: ¡entonces sacaron de mi arpa
Débiles
sonidos jóvenes y viejos… oh insensatos!
Entonces
tomé de mi hogar un tizón y lo soplé –
Así se hizo
el infierno, todo el fuego sin embargo
Necesité
para hacer irradiar el amor más sublime
Y para la
anunciación del reino del sol y las estrellas.
(“El séptimo anillo, 1907)
DÍA DE
GOETHE
Partimos con
el delicado arrebol de la mañana
Al final del
verano a través de campos humeantes
Hacia Su
ciudad. Se alzaban aún burdos muros
Y una indigna
armazón, libre de hombre alguno
Y el día –
de una pureza irreal y casi sublime.
Nos
detuvimos ante su casa sosegada, enviamos
La reverente
mirada hacia arriba y nos fuimos. Hoy
Cuando todo
quiere gritar, calla nuestro saludo.
Todavía unas
pocas horas: el espacio bendito
Cruje: ellos
tienen que palpar para creer…
Los colores
chillones tiemblan en las callejas,
La
muchedumbre festiva se agita, la que gusta
Adornarse al
Grande adornando y le pregunta
Como él
sirve de estandarte para cada estirpe –
Ella que sólo
sigue a la más fuerte de las voces,
Y no conoce
alturas que alturas del alma son.
¡Qué sabéis
vosotros de este sueño y canto tan ricos
Que tanto
admiráis! Del sufrimiento ya en el niño
Que va a lo
largo de los muros, se inclina en el pozo,
Pena e inquietud
en el joven, pena en el hombre
Y melancolía
que ocultaba detrás de la sonrisa.
Si él como
alguien aún más bello en la vida
Ahora
viniera - ¿quién le honraría? Él pasaría
Tal un rey
desconocido sin que lo reconocierais.
Le nombráis
vuestro y le agradecéis y festejáis –
Por supuesto
llenos de todos sus instintos,
Sólo que en
las bajas capas como del animal –
Y hoy sólo
ladra la mala lengua del pueblo…
Pero no
imagináis que él después de hecho polvo
Desde
entonces encierra aún mucho para vosotros
Y que en él,
El Radiante, mucho ya ha palidecido
De lo que
vosotros llamáis eterno todavía.
(El séptimo anillo, 1907)
NIETZSCHE
Pesadas
nubes amarillas pasan sobre la colina
Y frías
tormentas –medio mensajeras del otoño
A mitad de
esta temprana primavera…¿Este muro
Pues cercaba
al Tronador… el que el único era
De entre
miles de humo y polvo a su alrededor?
De aquí
envió él sobre la llanura de la parte central
Y la muerta
ciudad los últimos rayos indolentes
Y fue de la
larga noche a la más larga noche.
Estúpida
trota la masa allá abajo: ¡no la espantéis!
¡Que sería
punzada a la medusa, cortad de raíz!
¡Que un
tiempo aún domine piadoso silencio
Y la jauría
que con alabanzas le ha manchado
Y se sigue
engordando en el olor de podredumbre
Que ayudó a
ahogarlo, que reviente primero!
Pero tú sin
embargo surges radiante ante los tiempos
Como otros
guías con la corona sangrienta.
¡Tú
salvador! –Siendo tú mismo el menos salvado-
¿Cargado con
la violencia de qué destinos,
No has visto
nunca sonreír el país de la nostalgia?
¿Creaste tú
dioses solamente para derribarlos
Nunca de un
descanso o construcción contento?
Tú has
matado lo más próximo en ti mismo
Para al
desear de nuevo poder temblar por él
Y poder
gritar alto en el dolor de la soledad.
Vino
demasiado tarde el que suplicando te dijo:
Allí ya no
hay camino sobre las heladas rocas
Y nidos de
aves espantosas –ahora es necesario:
Situarse en
la órbita que cierra el amor…
Y cuando la
severa y atormentada voz suene
Como una
canción de amor en la noche azul
Y la marea
clara –lamentaos: ¡Ella debía
Haber
cantado, no hablado, esta nueva alma!
(El séptimo sello, 1907)
EL POEMA
ACTUAL
Yo vuestra
conciencia, yo la voz en vosotros sondeo
A través de
vuestro abatimiento que reprueba y maldice:
“Sólo los
viles dominan todavía, los nobles murieron:
Borrada está
la fe y seco el amor. ¿Cómo huir
De la esfera
podrida?”. Dejad que se os mantenga
La antorcha
donde la corrupción del tiempo
Nos consume,
donde vosotros lo lográis
Por los
propios sentidos ardientes y el corazón lacerado.
Vosotros
girasteis la cabeza hasta que ya no visteis
A los
hermosos, a los Grandes –para renegarlos
Y vosotros
arrojasteis sus viejas y nuevas imágenes.
Vosotros
elevasteis por encima de Cuerpos y Suelo
La
construcción de humo, polvo y vapor; ya crecieron
En formas
gigantescas muros, arcos, torres-
Pero el
nublado que más alto se alzaba presintió
La hora
mucho antes de que él se derrumbara.
Después os
metisteis en cuevas y dijisteis:
“No hay día.
Sólo quien el cuerpo en sí mismo
Mata tiene
el salario de salvación: la duración”.
Así antaño
pálidos y febriles buscadores
De oro
fundieron su mena con aguas en el crisol
Y fuera
fueron muchos caminos hacia el sol…
Puesto que
cocisteis el alma de veneno y mierda
Vi los ojos
ahora viejos de milenios
De los reyes
de piedra cargados de nuestros sueños
Y de
nuestras lágrimas… ellos como nosotros sabían:
Con
desiertos se alternan jardines… escarcha con fuego,
La noche
viene tras la claridad –penitencia tras la dicha.
Y cuando nos
enreda la oscuridad y nuestro duelo:
El Uno que
fue desde siempre (nadie le conoce)
Y la flor y
la juventud ríen y el canto suena.
(“El séptimo sello, 1907)
LA LUCHA
Ebrio de sol
y de sangre
Huyo de una
casa rocosa,
Observo en
campo oloroso
Al dios de
hermosos rizos
Que con el
paso bailarín
Que con la
boca cantarina
En mi
caverna se mofa de mí.
¡Hoy va a
conocer la ira
Que surge de
lo profundo!
Mi puño que
bien abarca
Ahoga su
cuerpo rosa.
Mira cómo
avanza -¡un niño!
Le lanzo la
maza –un gancho
Tumba al
odiado al suelo.
¡Pon
cuidado!... Ay ¡cómo me hiere
Desde sus
ojos la luz!
Abajo en la
lucha en la cueva
De oscuro
humoso fuego
Era yo
vencedor del grupo…
¡Mantén,
cobarde, el rayo,
Muestra con
el brazo tu valentía!
(El séptimo anillo, 1907)
CANTOS DE
ALABANZA
¡Tú eres mi
señor! Cuando tú en mi camino,
Con figura
muy cambiante, pero a la vez reconocible
Y bella,
apareces, inclino ante ti la nuca.
Tú ya no
llevas armas ni vestido ni ala
Sólo Un
adorno: sobre el cabello la espesa corona.
Tú tocas
–una olorosa bebida embriagadora
Prende el
sentido que tu aliento siente
Y cada fibra
tiembla por tu presencia.
El que antes
sólo a ti el Manso te llamó
No pensó
que tu talón rosado
Tu delgado
dedo podrían así triturar.
Yo retiro
paciente mi cuerpo
También si
vienes con tu manada de animales
Que con las
agudas garras llagas queman
Con sus
colmillos heridas abren, suspiros
Obligando e
incalificable gemido.
Como de ti
fluye olor de fruto blando
Y jugoso
verde: así de ellos vaho de la selva.
No repugna
polvo y humedad que ellos guían,
Ninguna cosa
que se mueve en tu círculo es indigna.
Tú purificas
la mancha, curas la grieta
Y lavas las
lágrimas con tu dulce aliento.
En el
peligro y la sumisión, si sólo sobrevivimos.
Tiene cada
día con una victoria su final-
Así también
tu servicio: renovada alabanza,
Sonrisa
olvidada en el azul estrellado.
(El séptimo anillo, 1907)
RONDA DE
BRUJAS
Reímos de
vuestro delirar,
Gente de
cepa más que regular.
Vuestros
ojos tontos y azules
Ven sólo el
día lleno de engaño –
Los
nuestros, nocturnos tules,
Miran el
interno buen amaño.
Sólo la piel
os resulta conocida –
Nosotros mil
nombres conocemos:
De viento y
nubes la andadura,
De las
fuerzas del agua escondida,
De miles
oscuras semillas sabemos
A las que
tinieblas dieron sepultura.
Nuestra es
la danza en convulsión,
En los vientres
y en los intestinos
No son los
cuerpos hermosos.
Perfumes:
vapores de putrefacción.
Un estruendo
en remolinos
Los
percibimos como armonioso.
Vertimos en
la chimenea
El mosto
color mar rugiente:
Así sale de
simas en concierto,
Del fondo de
estrellas se menea
Hasta
nosotros de oeste y oriente
Lo que está
vivo y está muerto.
Sacudimos
nuestro colador
Hasta que lo
vulgar se desfigura,
De todo
tesoro separa, tal
Que lo que
queda alrededor
Es una
pétrea figura
Tal
testículos de un animal.
Nunca se os
abren los ojos,
Andáis
tontos y agobiantes.
En el fango
nuestra fiesta para,
Del
desolladero en los remojos,
En el
venenoso fósforo brillantes
Vemos la
existencia clara.
(El séptimo anillo, 1907)
EL
ANTICRISTO
“!Allí viene
del monte, allí está en el bosquecillo!
Lo vimos
nosotros mismos, es el que cambia en vino
El agua y
habla con los muertos”.
Oh si
pudierais oír mi risa en la noche tal vez:
Ahora suena
mi hora, ahora se llena la red,
Ahora acuden
los peces al anzuelo.
Los sabios,
los dementes – el loco pueblo se deshace,
Desarraiga
los árboles, el cereal machaca, abre
Camino al
paso del resucitado.
Ninguna obra
hay del cielo que yo no os la haga.
Sólo falta
un pelo, no os dais cuenta de la trampa
Con vuestros
sentidos ciegos.
Os creo para
todo lo que es singular y complicado
Lo más
fácil, una cosa que es como oro pero es barro,
Como aroma y
jugo y sabor.
Y lo que el
gran profeta no se atreve a realizar:
El arte de
sin más talar, ni sembrar, ni cultivar,
Chupar
fuerzas guardadas.
El príncipe
de la roña hace que su reino ensanche,
No hay
tesoro que le falte, ni dicha que le escape…
¡Abajo resto
de los indignados!
Jubiláis,
encantados de la demoníaca trampilla,
Derrocháis
lo que quedó de la anterior semilla.
Ahora sentís
la penuria antes del fin.
Entonces
colgáis vuestra lengua en la artesa que seca,
Andáis
perplejos cual ganado por caserío que se quema…
Y terrible
resuena la trompeta.
(El séptimo anillo, 1907)
EL ESPEJO
A un crisol
de un agua sin flor alguna
Tras cada
viaje mío retroceder me siento.
Ya siempre a
ese espejo fue la fortuna
De todos mis
sueños, deseos y pensamientos
Para que
ellos finalmente se reconocieran -.
Ellos
siempre se vieron pálidos y nocturnos:
“Nosotros no
somos así” decían taciturnos,
Lloraban
cada vez que del espejo se fueran.
De pronto
sentí a través de las amarguras
Y vieja
sombra de doloroso pudrimiento
La dicha
rodearme en todo su esplendor.
Me imaginé
que su brazo ebrio me mecía,
Que tuve de
su cabeza en arrancaduras
La estrella,
entonces a mis pies la sostenía.
Al fin de
salvajes llamas en envolvimiento
Ascendí
ardiendo y me entregué en amor.
¡Sueños,
deseos, al estanque alegres venid!
¡Cómo os
inclináis hondo hacia el espejo!
¿No creéis
que la imagen os asemeje al fin,
Tal vez por
plantas aburridas está surcado,
Por danzas
de nubes de fin de año alterado?
¡Cómo os
apretáis en miedoso cortejo!
Ya no
lloráis, decís triste y simplemente
Como antes:
no somos nosotros, ciertamente.
(El séptimo sello, 1907)
LLAMAS
Qué haces
para que en un fragor tan violento
Siempre nos
sople un lejano y extraño viento.
Cuando un
rato apenas en silencio titubeantes
Una nueva
boca nos lleva a puntas llameantes,
El sesgado
incendio aterra las barras lucientes
Apenas en
perlas se paran las gotas calientes.
Que nuestra
fuerza en una soda sobrecrecida
Corre en
metal y en suelo a la muerte enseguida.
“Lo que
frecuente de lejos tal aliento os encuentra
De las
mismas materias secretas se hincha y entra
Que os hacen
arder” – el Señor de las antorchas dice –
“y aunque os
consumáis entre sí llenos de luz os hice”.
(El séptimo anillo, 1907)
OLAS
Vosotras os
rompéis primero en las azules guijas
En el valle
del bosque donde el camino se prolija.
Cual arroyos
corréis a través de tierra soleada,
Os
desperdigáis llorando en la playa verdeada.
Entonces
bajo el rayo y los castillos helados
El río hacia
el gran oleaje os ha empujado.
En campo de
mirtos os habéis alzado salvajes,
Sobre arena
estéril lanzasteis espumoso oleaje.
Con cuerpos
color de nácar fuisteis lavadoras,
De cargas
llenas de dicha fuisteis movedoras,
Hasta que la
tempestad a la soledumbre os echó,
En escollo y
acantilado resonante os destrozó.
Os
encontráis en un abismo invisible ahora,
Removidas y
sin saber ya nada más de la hora
Del impulso
y la meta. Ni de viento o sotavento,
Sino corrientes
inmensas por el mar del momento.
(El séptimo anillo, 1907)
MAXIMIN
ADVIENTO
I,II,III
Para un
niño, para otro amigo.
Pero yo veo
en ti al Dios
Que
temblando he reconocido
Al que
corresponde mi devoción.
Tú llegaste
en el tercer día,
Cuando de
tanto esperar enfermé,
Cuando de
tanta oración cansado
Entre la
noche me he perdido:
Tú al que el
rayo me anunció
Que atravesó
en mi oscuridad,
Tú con ese
paso que la siembra
Ya de
inmediato hizo florecer.
Como ayer
aquel pueblo estúpido
Por aquel
liberador gritaba,
Y todas las
ventanas abría,
Y hasta le
ofreció mesa y cama,
Y de tan
largo esperar salvaje
Cayó después
en pena y burla –
Así vino a
bajar mi mirada:
“Quien se
equivocara por tres veces,
Y de niño no
encontró su imagen,
Como joven
se rompió de anhelo,
Quien hoy
pisa el centro del camino
Lleno está
aún de confianza”.
Llega de
nuevo la primavera…
Tú bendices
el camino, el aire
Y a nosotros
a los que tú miras –
Así balbucea
mi gratitud.
Antes que la
estupidez del hombre
Le inventara
palabra y hecho
Ya del
creador el aliento ha
Todo en el
espacio animado.
Cuando un
ojo tal irradia así
Va a
prosperar el tronco seco,
La tierra
que estaba seca late
Nueva por un
santo corazón.
(El séptimo anillo, 1907)
RESPUESTAS:
EL MILAGRO
¿Sabes aún
con cabello agreste
Por unos
distritos prohibidos?
¿Suplicas
que él se manifieste?
Mira cómo
actúa aquí venido:
Con fuego
pasa por el polvo este.
Sobre todo
aquel pueblo cubría
Él tu cabeza
con su fulgor,
Y así con
corona al que envía
Apareciera y
ante el guardador
De tu joven
sueño rezaría…
Nubes en la
tarde nada graves
Abovedó su
mano en redonda
Cámara de
llamas suaves
Ocurrió
maravilla más honda:
Sueño y
sueño juntos como aves.
(El séptimo anillo, 1907)
RESPUESTAS:
INTRODUCCIÓN
Incluso si
en tenebroso valle te has perdido
Y desde
arriba has bajado:
Como aquí
estás así te han elegido
Para mirar
en la tierra despierta.
De la fuente
has abrevado:
¡Entra en
las praderas abiertas!
Por los
prados de violetas pasa la espiga dorada,
Los altares
llamean en la floresta arbolada,
Adornados de
rosas… en las alturas
Tembloroso
cálido fulgor y el constante
Canto del
ángel suena… al besar
Su boca la
tuya enciende pura.
Tú
permaneces en santo lugar:
¡Arrodíllate
orante!
(El séptimo anillo, 1907)
RESPUESTAS:
DESCONOCIMIENTO
El discípulo
permaneció en duelo día y noche
En el monte
desde donde el Señor al cielo subió:
“¿Así dejas
ni entonces desesperar a tus fieles?
¿En tu
magnificencia no piensas tú en la tierra?
¿Así pues
nunca jamás podré ya oír tu voz
Ni tampoco
besaré entonces tu orla o tus pies?
Te estoy
suplicando un signo, pero tú te callas”.
Vino un
extraño de camino entonces: “Habla hermano!
En tu
mejilla arde tal tormento
Que yo le
sufro si no lo apago”
“Inútil es
tu consuelo… ¡abandona al miserable!
Yo busco a
mi señor que me olvidó”.
El extraño
desapareció… el joven se arrodilló
Dando un
fuerte grito, pues en el brillo del cielo
Que
permaneció en el sitio entonces descubrió
Que a causa
del ciego dolor y del enfermo esperar
Nada vio: era
el Señor el que vino y se fue.
(El séptimo anillo, 1907)
DUELO I, II,
III
Espera que
te haya anunciado:
Que te
ruegue – desee con ardor.
El día sin
ti es el pecado,
La muerte
junto a ti es el honor.
Cuando
acuden los Sombríos:
Subo yo el
peldaño acuciante.
La noche me
echa a los baldíos.
Responde al
grito suplicante…
“Hacia los
cielos deja mi subida!
¡Ya sano del
suelo te alzabas!
¡Mi milagro
testimonia y alaba
Y persiste
aún abajo en la vida!”.
Lamento
desde el bosque se avecina.
En vano
ardió en verdor para que lo veas.
Para que lo
bendigas el campo te añora.
Se hiela
puesto que tú no lo soleas:
Los tiernos
tallos tiemblan en la colina
Que tú nunca
pisas ahora.
¡Que son los
brotes si el despertar no aportas,
Las ramas
todas que no trenzan tus manos,
Qué son las
flores todas que con ellas no cortas,
Los frutos
que no gustas han de ser vanos!
En el joven
bosque suena un estampido
Del tronco
en tronco - ¿cuándo cae el siguiente?
El verde
mañanero duerme.
La hierba
apenas brotada yace inerme.
Ningún pájaro
canta… Sólo ríen vientos ateridos
Y el sonido
de las hachas consiguiente.
Insonoro es
el aire, desiertos son los días.
¿Cómo
encontraría yo honor que a ti te rindiera?
¿Cuándo he
de encender tu luz para nuestros días?
Yo tan sólo
deseo en la misma manera
Enterrar el
esplendor y ruinas de mis días,
En cada
camino sólo mi duelo quisiera,
Ir
arrastrando sin acción ni canción los días.
Toma sólo el
canto sombrío que oscureciera:
¡el
sacrificio acepta de mis muertos días!
(El séptimo anillo, 1907)
A LA VIDA Y
LA MUERTE DE MAXIMIN
EL PRIMERO
Por sueños
lejanos ya teníais ojos lacios
Y ya no os
ocupasteis más del feudo sagrado.
Sentisteis
el aliento final por los espacios –
Ahora alzad
cabeza, lo salvo os ha llegado.
En vuestro
año frío, que terminó sin destellos,
La primavera
de otros milagros irrumpió,
Con mano
florida y esplendor en los cabellos
Un dios
apareció y en vuestra casa os habló.
Reuníos
contentos, ya no estáis compungidos,
Ni tenéis
que enrojecer ante un ido esplendor:
Así la
llamada de un dios habéis oído
A vosotros
os ha besado la boca de un dios.
Ya no os
lamentéis más – pues fuisteis elegidos –
Porque los
días vuestros vuelen insatisfechos…
¡Alabad
vuestra ciudad porque un dios ha nacido!
¡Alabad
vuestro tiempo en que un dios se ha hecho!
(El séptimo anillo, 1907)
EL SEGUNDO:
LA PEREGRINACIÓN
En triste
recta línea de carril y muro,
En el
confuso enredo de patio y escalera-
¿qué busca
el extranjero de temblor inseguro?
Que aquí
¡Salvador nuestro! Tu cuna estuviera.
En ese
reconstruido cuadro donde las manchas
De hierba
salen por entre el suelo y retuercen
Junto a
delgadas flores los setos recortados
Has
levantado tú la mirada hacia la luz.
¡Cuánto
polvo el lugar! ¡Cuánto ruido suena!
Pisado por
pasos y por carros recorrido…
Como su carga
Mará la hija de Ana
La madre te
ha, desconocida, aquí traído.
Sólo una vez
en primavera cayó gris plata
Rocío del
cielo, gotas de olor insistentes,
Y todos los
niños llevan color azul-plata
Las delgadas
flores que ellos agitan sonrientes.
Esta casa
igual para todos meta es del viaje.
Vemos, la
cabeza desnuda, el desnudo lugar
Desde el que
tú al mundo te fuiste… El viraje
De la
estrella guió tres magos hasta el pajar.
(El séptimo anillo, 1907)
EL TERCERO
Tú velas
sobre nosotros
En esa gloria inaccesible:
Te uniste
con la palabra
Que nos habló desde allí arriba.
Pedimos en
cada uno de
Los pasos del día tu ternura
Hace así la
sonrisa de
Reyes a sus servidores ricos.
Pero así
baja la tarde
En la memoria a ti consagrada:
Entonces
tiembla el anhelo
Los brazos se extienden hacia ti,
Entonces
empujan labios
Hacia tu imagen aún humana
Tal si
estuvieras aún
Con nosotros -¡Magnífico!- igual.
(El séptimo anillo, 1907)
EL CUARTO
Sonando ya
escuchaste coros superiores,
Suplicaste
silencio a nuestro desvarío,
Que éste,
Transfigurado, no te acalore-
Censurándonos
escapaste al griterío.
Para la paz
del séptimo ya consagrado
Eres de
nuestro día compañero lejano…
Sólo este signo
le quedó a los amados
De que
nuestra tierra a ti no te fue en vano:
Cuando tu
pie ya en las estrellas se ponía
Todavía un
rayo más bajo te atravesó,
Mientras tu
ojo celestial se humedecía
De tristeza
enlutada sonaba tu voz:
“!Tal nunca
ahora me seduces, primavera!
Pueda ver
una vez más el mayo florido,
Otra vez con
vosotros las a mí de veras
Más amadas
flores en el terrestre ejido!”
(El séptimo anillo, 1907)
EL QUINTO:
ELEVACIÓN
Tú nos
llamas, a los que lloramos en lo oscuro:
¡Abrid esas
puertas en conjunto!
Del cirio ha
de apagarse el chispeo inseguro.
¡Acabad la
misa de difunto!
Lo que en tu
día terrenal en la aparición
Ofreciste en
fuerza, fantasía,
Lo aporte
cada uno para la resurrección
Hasta que tú
de nuestra energía
De toda la
belleza que hemos imaginado
Y que en
nosotros siempre encandece
Y del grito
de anhelo cuerpo hayas ganado
Y así
sonriente nos apareces.
Eras para
nosotros entre luces heladas
El fuego
encendido en el zarzal,
Eras el
expedidor de rosas nunca ajadas
Ante el
aliento primaveral.
Con tu nueva
forma de la reconciliación,
De
glorificarla así cantando,
De las
sombras que sólo suspiran en legión
A ti y a
nosotros ya salvando,
A dominar
nuestros destructivos dolores-
Tu fogoso
soplo nos conjura
Para arrojar
encima tantas y tantas flores
Que no
veamos tu sepultura.
(el séptimo anillo,1907)
EL SEXTO
Me guiabas,
mensajero de alegría
Por un
inverno repleto de pena,
Hacia una
isla pura fantasía
Que está de
flores y capullos llena.
De tus
bienes el oculto esplendor
Descubriste
para el Único aquí
Y tu amor
fue para el protector
Y de tu
propio florecer rubí.
En el bosque
despertó el festivo
De la
ofrenda primera santa prisa,
De su pronto
visto fuego altivo
Sólo débil
brillar recuerdo atiza.
Del ayudante
con vuelo encendido
Voló la
flecha en ardiente montón,
Fuegos
diversos en uno fundido
Aspirando a
la divinización.
Desde la montaña vi renovador
Lo que en
vano mi impulso preguntó:
País de
lejanías – tú, el guiador
Que desde la
niebla me amaneció.
Los arcos
del templo brillaban puros:
Miraste
alto… voló lleno de pudor
A su pilón
todo lo que era impuro,
Quedó sólo
el que llegaba de pastor….
Tu nombre ya
atraviesa soledades,
Nuestro
cerebro o corazón destella…
En oscuro
fondo de eternidades
Surge a
través de mí ahora tu estrella.
(El séptimo anillo, 1907)
ORACIONES,
I, II, III
Todo este
día tuve en mi interior
Sonido de
trompeta verdadera,
Alcé la
mano, que se mantuviera
Y la boca
alrededor de tu amor.
¿Llegó una
víctima sin mancilla
Más alegre
que ésta a tu rebaño?
Más liberado
del mundano daño
Nunca estaré
ante tu maravilla.
Quien en mí
este ardor atizó vivo
Que tan sólo
a él yo adapte mi vida:
¡Líbrame de
la arcilla endurecida!
¡mira cómo
me quejo y me desvivo!
¡Por fin
libéranos y así sosiega!
¡Escúchame
suplicar y pedir!
¡Dame la
dicha de por ti morir,
Donde más
cercana a ti es mi entrega!
¡No te
demores, condena no espero!
Te
pertenezco: toma y yo aprenda
Que yo
discurra y que yo me encienda
Todo en esa
tu blanca llama entero.
¿Esto nos es
solo oficio: temblar
Siempre que
percibimos tu estruendo
Y destruidos
en polvo arrodillar
Ante ti,
alto, terrible, temiendo?
¿Por qué
pues envías el verano
Al que
corrremos libres, desnudos,
Donde tu
fiel se ve a ti cerno,
Delirio y
ardor siendo sus nudos?
Por qué
permites las ebriedades
Do el
orgullo poderoso late,
Nos imagina
en tus vecindades,
Tu fervor en
nosotros se bate-.
Remolino de
un bajo linaje
A los astros
en rapto violento:
¿A ti
iguales ya en el oleaje,
También en
la nube y en el viento?
¡Cómo te
agradezco sol todo en redor
En ese
primer paso sobre mi umbral!
De ardientes
rayos besas alrededor,
Mañana
alegras, mediodía total.
El cabello
lo entrego al viento suave,
Cada poro
abierto al jardín en olor,
La mano del
brote púrpura sabe,
La mejilla
es fresca en la nevada flor.
Tarde que
sueña, arde y amenaza
Con los
héroes y los planes de magos,
¡mundos
enteros al jugar me pasa
Si en la
barca a las olas juego hago!
¡Después la
tarde, deseada fiesta!
Encendido
estoy de costumbre santa
Que al pecho
imágenes queridas presta,
Hasta
hundirse en el sueño dicha tanta.
(El séptimo anillo, 1907)
INCORPORACIÓN
Se hace
verdad lo que prometiste
Que una vez
el poder del trono fijo
Otra alianza
conmigo tú hiciste –
Yo criatura
ahora del propio hijo
Ahora en el
esponsal más secreto
Compartes
conmigo en la misma mesa,
En cada
fuente que mi sed sopesa,
En todos los
senderos que transito.
No tal
sombra y aparente ilusión
Te mueves en
mi sangre, mas en verdad.
Se enreda
alrededor tu bondad
Siempre
nueva para la santa unión.
Te han
tomado todos mis sentidos
Su color, su
brillo, su veteado
Y yo soy así
un fuego alejado
En cada
fibra de ti desprendido.
Acuclillado
como está mi anhelo
Tú con tu
almíbar ya lo reconfortas
Y así de tu
semilla bien me aportas
Ese aliento
que es todo mi celo:
Que del
brillo y de la espuma oscura
Que de tanto
júbilo y de llanto
Inseparablemente
ya entretanto
Imagen de ti
y de mi procura.
(“El séptimo anillo, 1907)
VISITA
Suave sol
cae sesgado
Por troneras
de tu muro,
En tu jardín
tan seguro
Y en tu casa
en el vedado.
Un prado de
aves vibrante,
La fronda
varas eriza:
Tras calor
del día pisa
Ruta el
primer caminante.
¡Llena los
cubos de prisa!
Moja la
guija al sendero,
Matas y
banca lindero,
¡majoletos,
hierba luisa!
¡Y en el
muro de reposo
Rompe la
yedra salvaje!
¡Tapiz en
flor el pasaje!
Todo fresco
y oloroso
Si ÉL como
peregrino
En
crepusculares luces
Tal vez otra
se introduce
En nuestra
tierra, camino
A nosotros y
matorral
Comparte con
aire santo –
Él porque tu
suelo en tanto
Pisa, allí
se queda tal cual.
(El séptimo anillo, 1907)
ÉXTASIS
Aire de otro
planeta siento en mi vía.
Se me
palidecen los rostros por lo oscuro
Que me
miraban amistosos todavía.
Árbol y
caminos que amaba palidecen
Que ahora
apenas los conozco y Tú puro
Sembrar
amado, por ti mis tormentos crecen –
Ahora estás
apagado en profundas brazas
Para tras el
éxtasis de ruido luchador
Imponerme el
piadoso temblor con que abrazas.
Me deshago
en sonidos, girando, temblando,
Gracias
insondables y alabanzas sin clamor,
Sin deseos
voyme al gran aliento entregando.
Me asalta un
impetuoso aliento, son instantes
De éxtasis
sagrado, con gritos fervientes
Suplican las
en polvo arrojadas orantes:
Entonces veo
cómo nieblas olorosas
Entran en
una llanura de sol luciente
Sólo rodeada
de cimas montañosas.
Vibra el
suelo blanco y blando, como suero…
Subo por
prodigiosos abismos en tanto
Siento sobre
la última nube que quiero
Nadar en un
mar de cristal y de luz tanta –
Yo soy tan
sólo una chispa del fuego santo,
Yo soy tan
sólo un resonar de la voz santa.
(El séptimo anillo, 1907)
CONCEPCIÓN
Puesto que
tú ya has centuplicado
Aquella mi
mirada en aquella hora:
Tu asalto
sobre mí ha dominado.
Atacó al
evocado impotente,
Lo empujó a
la grieta cegadora
Al nacido
para una luz diferente,
Lo arrastró
hasta altas escarpaduras…
Tal si él
entonces me he sentido
Tu secreto
iluminando aperturas
Me indujese
y ya en mí no cesa:
En mi por tu
gracia encandecido,
En mí
aplastado por tu grandeza,
Tal si la
roca o el suelo se abriera
Y se
hundieran y así nos avisara
Aquella hora
de la otra primera
En que por
ti asustado y cegado,
Temblando en
una alegrada ilusión
Yo total en
ti me he derrochado.
Que ningún
sonido más pulse en mí
De otro modo
que el a ti adecuado:
En tu yugo
aprieta y méteme a mí,
Enciérrame
en un nuboso sustento:
¡Tómame como
vaso consagrado!
¡Lléname:
tendido estoy y atento!
(El séptimo anillo, 1907)
LETANÍA
Profundo es
el duelo que a mí me entristece,
Paso adentro
otra vez ¡Señor! En tu casa…
Largo fue el
camino, cansados los miembros,
Vacíos los
cofres, mas lleno el tormento.
Seca lengua
ansía sedienta el vino.
Duro se ha
peleado, tieso está mi brazo.
Concede la
paz a los pasos dudosos,
¡Al
hambriento paladar pártele tu
pan!
Débil es mi
aliento apelando al sueño,
Huecas están
las manos, febril la boca…
Presta tu
frescura, apaga los incendios,
¡Borra la
esperanza, envíame la luz!
Ascua en el
corazón, llama aún abierta,
En lo más
íntimo veía aún un grito…
¡Mata el
anhelo, cierra ya la herida!
¡Tómame el
amor, entrégame tu dicha!
(El séptimo anillo, 1907)
ARPA SUBLIME
¿Buscáis al
lado aún el mal,
Andáis fuera
tras la salvación:
Os esforzáis
aún por lo venal,
Vertéis
todavía en roto latón.
Todo sois
vosotros y lo interior:
De oración
sonido que se goza
Se funde en
uno con cada amor
¡Llámalo
Dios y amigo y esposa!
Ninguna
época sirve prestada…
A la tierra
limpia la tempestad:
Pisad
vuestra mañana llegada,
Vuestra
encantada mirada lanzad
A las
comarcas ya conferidas,
Al pueblo
que alrededor tengáis,
A la tierra
al alba amanecida
Que en la
fuente temprano miráis.
Evitad el
delirio: de aprender
Más que el
entusiasmo al admirar
Bellas
flores, altas estrellas ver,
Solo UN
canto de alabanza solar.
(El séptimo anillo, 1907)
ABISMO
¿Fue aquí en
este abismo de intenso granizo
Una roca
antiquísima partida y arrastrada?
¿Una piedra
aquí, de un animal la garra hizo
Que del
viejo árbol la raíz fuera arrancada?
¿De vez en
cuando es una mancha en el paraje,
Montón de
copos grises que tu mirar acosa,
Disperso por
cualquier ángulo está el plumaje
De aquella
gris paloma que un gavilán destroza?
¿Cómo aquí
te arrojas en ranuras en destrozos
Así –cabeza
y pecho y brazo al descubierto?
¿Qué
significa tu temblor resuelto y ruidoso
Tus llantos
en el regazo de la tierra abierto?
(El séptimo anillo, 1907)
EL UMBRAL
Apenas dejó
la mano el palustre en el portal
Y mirasteis
contentos hacia vuestro edificio:
Os fue toda
la obra sólo para el otro umbral,
Ninguna
piedra le sirvió de oficio.
Os
correspondió una parte de mies, de flores,
Trenzasteis
coronas y sobre musgo danzasteis…
Pero
mirasteis las próximas cumbres mayores
Y al otro
lado la suerte buscasteis.
Puesto que
tú las rojas manzanas de ultramar
Y tú el vino
celebraste de otra cultura:
Se secó en
vuestro jardín la baya a estallar
Y alrededor
mucha fruta madura.
Y puesto que
escuchasteis a la abeja dorada
Y de un
viento el sonido seductor sin embargo:
Así no
oísteis a menudo la voz llegada
De la
Agradable que pasó de largo.
(El séptimo anillo, 1907)
¡Lamentar
nada aporta!
Diga de lo
mejor
La envidia lo
que osa.
Busca y
soporta
Y ¡Sea sobre
el dolor
La canción
victoriosa!
Así la
doctrina lo quiere.
Él en honor
lo hiciere
Hace ya de
nuevo un año.
El este como
el sur otrora
Le fue un
engaño
Y está
cansado ahora.
Al pie de
una encina
Una
sepultura zapa
Para bastón
y capa,
Muerte lo
inclina:
Ya el viaje
preparo
Que alegre
encaro.
La presa
vino a ceder
A fuentes de
agua en ira,
Su ojo se
humedeció,
Suspiró… Y
creo yo
Que debo
también romper
En ese
tronco mi lira.
(Peregrinaciones, 1891)
LOS JARDINES
CIERRAN
Lisos
senderos extravía noche temprana,
Fría lluvia
turbia puebla
Los
estanques. Felices Apolos y Dianas
Se ocultan
en velos de niebla.
En las
criptas grises hojas se arremolinan.
Las dalias
alhelíes y rosas
En una
obligada orquesta trasminan,
Blando musgo
su deseo reposa.
Lunas
calientes por el portal huyeron.
¿Tu
esperanza fue tu posesión?
¿Aún sus
palabras confianza te dieron,
Peregrino de
mano en el bastón?
(Himnos, 1890)
LA DIADEMA
De hierro
frío la quería
Y tal segura
cinta suave,
Pero la mina
no poseía
Metal al
fundido clave.
Ha de ser
más adelante:
Tal gran
umbela extranjera
De oro
rojo-fuego entera
Y rica
piedra radiante.
(Peregrinaciones, 1891)
EL TIEMPO EN
FLOR YA NO ES MÍO
El Tiempo en
flor ya no es mío,
Donde el
llanto aún embeleso.
¿Murió la
mariposa del estío
A la que un
aliento ya es beso?
Que sobre
trébol, mies, verdores
Y en
precioso jardines voló,
¿Un hálito
de aroma y colores
Pronto de
todas las flores sacó?
A quien la
noche un bien le dio
Que ella de
día inútil excita,
A la que con
la esperanza curó
Que a ella
el tulipán la invita.
¿Viene de
nuevo con los paros,
Las alondras
y su primer trino?
¿Alabará a
junio sin reparos,
Duerme o
murió en el camino?
(Algabal, 1892)
A VISTA DE
PÁJARO
Golondrinas
blancas vi volar,
Golondrina
nieve y argentinas,
Las vi en el
aire columpiar,
En el viento
claro en la calina.
Arrendajos
de color vi saltar,
Papagayos y
colibríes
Por
maravillosos árboles pasar
En el bosque
de los Tusferies.
Grandes
cuervos aletear,
Chovas
negras y gris oscuro
Sobre
culebras revolotear
Golpeando
con pico seguro.
Golondrinas
veo de nuevo volar
Enjambre de
nieve y argente,
¡Qué bello
en el viento su columpiar
En el viento
frío y transparente!
(Algabal, 1892)
EL DESFILE
DE LOS PRIMIGÉNITOS
Nos eligió
el destino: un nuevo hogar en el campo extranjero
Tenemos que
buscarnos nosotros que somos niños.
Una rama de
hiedra de la fiesta llevamos aún en el cabello,
La madre que
nos ha besado largamente en el umbral,
Suspiraba
suave y nuestros padres fueron con
Las bocas
cerradas hasta las fronteras, y nos colgaron
Al
separarnos las tabillas bien talladas de madera
De abeto
–nosotros arrojamos muchas de ellas
Si uno de
los amados hermanos muere a la tumba.
Nos
separamos sin pena, ninguno de nosotros ha llorado,
Pues lo que
hacemos sirve de salvación a los nuestros.
Sólo una
sola vez dirigimos la mirada hacia atrás
Y hacia el
azul de la lejanía marchamos confiados.
Nos gusta
partir: una bella meta nos está asegurada,
Partimos
contentos: los dioses nos abren el camino.
(“Los libros de las églogas y
alabanzas”, 1895)
EN EL
DESGRACIADO TONO DEL QUE…
Los nudos de
esta carta desatad con esmero,
Recibid sin
remordimiento a mi mensajero,
¡Pensad que
de un difunto él es viajero!
Primero
habéis dicho cuando os encontré:
“Allí habita
un dragón que todo enemigo resiste”.
A sus
grietas volando he saltado,
Tras una
lucha ardiente lo atravesé,
Más desde
entonces mi cabello esta quemado-
De lo que os
reísteis.
“Me gustaría
tener el turbante del corsario”.
Así
bromeabais – obedecí ciego
Y he salido
al mar en ruido y lucha a diario,
Con mi brazo
izquierdo lo pagué después,
El turbante
os lo puse a vuestros pies,
Como juguete
a un niño lo regalasteis luego.
Visteis cómo
mi cuerpo y mi suerte primero
En vuestro
servicio se estropeaba,
A vos no os
dolía en peligro mi paradero,
Entre
tormenta y polvo gracias penas disteis
Cuando fama
os ganaba,
A mis ruegos
muda permanecisteis.
Ahora mi
sufrimiento una herida profunda convoca,
Pero hasta
la última hora vuestra alabanza invoca,
Hermosa
dama, desde mi boca.
(“El libro de las sagas y los
cantos”, 1895)
DESPUÉS DE
LA COSECHA
Ven al
parque que dicen muerto y mira:
El fulgor de
lejanas orillas sonrientes.
El
imprevisto azul de puras nubes tira
Luz de
estanques y senderos lucientes.
Toma el
fuerte amarillo, el gris debilitado
De abedules
y hayas, el viento es templado,
La ajada
rosa tardía aún no se abandona,
Escógelos,
bésalos y trenza la corona.
No olvides
tampoco el amelo final,
De vides
silvestres el cirro que purpura,
Y lo que de
la verde vida aún perdura
Retuércelo
suave en el rostro otoñal.
(El año del alma, 1897)
GRITOS DE
JÓVENES AÑOS QUE ORDENARON
Gritos de
jóvenes años que ordenador
A ELLA bajo
estas ramas ir buscando:
Tengo que
inclinaros la frente negando,
Mi amor
duerme en rayos que pasaron.
Mas enviadme
aún la que en el fuego
Del verano y
en el volar de los amores
Tímida me ha
ofrecido sus favores,
Alegre
quiero reconocerla luego.
En las tinas
fermentan las uvas maduras
Mas quiero
todo lo que de bien brotado
Y bella mies
de verano me ha quedado
Postrar a
manos llenas ante su figura.
(El año del alma, 1897)
SALUD Y
GRACIAS A TI QUE LA DICHA TRAJISTE
¡Salud y
gracias a ti que la dicha trajiste!
Tú el
siempre alto latido adormeciste
Con la
esperanza de ti –Querida- suave
En estas semanas
de muerte de brillo grave.
Tú llegaste
y nos mantenemos abrazados,
Yo para ti
aprenderé palabras lunares,
Tal si la
única Lejana has igualado,
Te alabaré
en las excusiones solares.
(El año del alma, 1897)
HOY NOS
IREMOS A PASEAR AL JARDÍN
Hoy nos
iremos a pasear al jardín,
Pues tal a
veces veloz, de forma no aclarada
A nosotros
este suave olor o soplo afín
De nuevo nos
nutre de alegrías olvidadas:
Así aquel
monitorios fantasmas nos emana,
Miedosos y
cansados nos hace en sufrimiento.
¡Mira entre
los árboles fuera ante la ventana
Los muchos
cadáveres tras la lucha del viento!
Del portal
cuyos lirios de hierro enmohecen
Salen
volando pájaros a céspedes tardíos
Y otros
sobre los palos tiritando se mecen
Tras beber
la lluvia en los floreros vacíos.
(El año del alma, 1897)
EL TAPIZ
Aquí se enredan
hombre con plantas y animales
Entre sí
extraños en alianza entre flecos de seda
Y lunas
azules adornan y estrellas de cales
Y atraviesan
la rígida danza que así queda.
Peladas
líneas pasan a ricamente bordadas
Y parte a
parte es enredado y contravirado
Y nadie
imagina el enigma de entrelazadas
Criaturas…
una tarde la obra se ha avivado.
Entonces se
mueven terribles los ramos muertos,
Los seres
prietos por línea rodeados de moldura
¡Y ante las
borlas anudadas aparecen abiertos
Que sobre lo
que pensasteis aportan clave segura!
Ella no es a
voluntad: no es para cualquiera
Sabida hora:
no es un tesoro de la corporación.
Para muchos
nunca ni por la palabra se abriera,
A los raros
adviene rara en la imaginación.
(El tapiz de la vida, 1899)
EL DISCÍPULO
Habláis de
dicha que ni anhelo ni me gusta,
En mí el
amor tan solo late para mi Señor,
Conocéis
sólo la dulce, yo la augusta,
Yo vivo para
mi augusto Señor.
Más que en
cada obra de vuestra unión y signo
Soy yo
diestro en la obra de mi Señor,
Ahí quedaré
yo, pues mi Señor es benigno,
Yo sirvo a
mi complaciente Señor.
Sé que el
viaje lleva a un país doliente,
Donde muchos
murieron, pero con mi Señor
Desafío
peligros, pues mi Señor es prudente,
Yo confío
sin duda en mi Señor.
Y cuando de
todos los sueldos quitarme mande:
Mi sueldo
está en la mirada de mi Señor.
Son otros
más ricos: mi Señor es el más grande,
Yo sigo a mi
más grande Señor.
(El tapiz de la vida, 1899)
HORA AZUL
Para Reinhold y Sabine Lepsius
¡Mira esta hora azul ahora
Desaparecer
tras la tienda del jardín!
De alegres hallazgos fue portadora,
Para pálidas
hermanas recompensa al fin.
Conmovida, hermosa, placentera,
Ella así se
apresura con las nubes - ¡mira!
Una víctima de llamas de hoguera.
Ella dice
consumiéndose lo que inspira.
Que ellas tan rápido no se vayan, en
Eso pensamos
- sólo a ella consagrados –
Está
tensando ya sus arcos también
Una
oscuridad de regocijo atesorado.
Como una profunda melodía
Que nos
encanta y nos sorprende en gemido,
En un paraíso de nuevo día
Nos atrae y
toca cuando ya se ha extinguido.
(Canciones de Sueño y muerte, 1899)
EL LATIDO
Este latido
nos dice lo que dejamos,
Que en los
lugares vacíos mana
Donde en
alegría y adiós saludamos.
El camino ciego, la hora vana!
¡Cómo
sonámbulos nos extraviamos!
¡Toda la
palabra rechinaba,
Suenan a las
últimas que hayamos!
Cada piedra
ahora se vengaba.
Que largos
sólo nos hemos mirado…
El espacio
sofoca a presión
Las cosas
cerca que ella ha amado…
Queremos sin
duda su expulsión.
-Porque tan
chica meta ha buscado
La acción
nos pregunta y regaña-
¡Pero a ese
latido nunca ha ordenado
Que sólo
tristeza lenta amaña!
(Las canciones de sueño y muerte,
1899)
SUEÑO Y
MUERTE
¡Gloria y
fama! Así nuestro mundo se despierta.
Como héroes
dominamos montaña y mar abierta.
Joven y
grande mira el espíritu sin corregidor
Al campo a
la corriente que meció alrededor.
De camino
aparece un brillo una imagen vuela
Y la
embriaguez con el tormento agitan la vela.
El que ayer
mandó llora piensa con gusto se inclina
“Tú mi
salvación, mi fama, mi estrella matutina”.
Después el
sueño alto orgullo hacia arriba subido
Somete
atrevido al Dios a ése que lo ha elegido…
Hasta que
una llamada repudia nuestros gestos,
¡Somos tan
pequeños ante la muerte tan expuestos!
Todo eso
ataca arrastra golpea rayo en ardimiento,
Antes de que
sea tarde en el nocturno firmamento
Se une
brillando en silencio joya de luminosa suerte:
Brillo y
fama, ebriedad y tormento, sueño y muerte.
(Canciones de sueño y muerte, 1899)
EL POEMA
ACTUAL
Vosotros mis
contemporáneos me conocisteis ya
Me medisteis
ya y me censurasteis –errasteis.
Cuando en el
ruido y el ansia salvaje de la vida
Con pesado
paso y groseros dedos os disteis prisa:
Me
considerabais el príncipe lleno de ungüentos
Que
suavemente columpiado sus ritmos contaba
En una
frágil gracia o en una fría dignidad,
En una
pálida solemnidad alejada de la tierra.
De las obras
rudas de toda una juventud, vosotros
Nada
adivinasteis de los tormentos en la tempestad
Hacia más
alta cresta, de sueños de sangre y peligro.
“!En alianza
aún este amigo!” y no sólo jadeante
Después de
la acción el rebelde había penetrado
Con antorcha
y puñal en la casa del enemigo…
Vosotros
expertos no leísteis ni temblor, ni sonrisa,
Estuvisteis
ciegos para lo que en fino velo durmió.
Después el
pífano os atrajo a la montaña mágica
Con
halagadores amorosos sonidos y os mostró
Tan exóticos
tesoros que a vosotros de repente
El mundo os
hartó que hacía poco aún se alababa.
Ahora cuando
ya algunos arcádicos susurran
Y delicados
alardean: él agarra la charanga,
Hiere la
podrida carne con sus espuelas
Y resonante
les conduce de nuevo al gentío.
Pues
ancianos tal virilidad bizqueando esto alaban,
Vosotros
suspiráis: ¡tal excelencia se vino abajo!
¡El canto de
las nubes transfiguradas se hizo grito!...
Vosotros
veis cambios, pero yo hice lo mismo.
Y aquel que
hoy con fanatismo el trombón suena
Y fluido
fuego dispersa, sabe bien que mañana
Fácil toda
belleza, fuerza y grandeza se elevan
De la silente
canción de flauta de un jovenzuelo.
(El séptimo anillo, 1907)
DANTE Y EL
POEMA ACTUAL
Cuando en la
entrada tembloroso me incliné
Ante la
vista de la más agraciada, de ardor
Consumido
las amargas noches medité,
El amigo
compasivo me miró, yo tan sólo
Suspiraba
por su gloria y mi canto para ella:
Era yo burla
a los hombres que no se conmueven
Porque por
tan vanos amores nos lamentemos-
Efímeros,
como si siempre permaneciéramos.
Me hice
hombre y me conmovió la humillación
De imperio y
ciudad saqueados por falsos caudillos…
Donde me
sobrevino la salvación yo ayudé
Con espíritu
y bien y luché con los malhechores.
En pago fui
robado, proscrito y extraviado,
Un mendigo
durante años en puertas extrañas
Por orden
despótica de locos –ellos pronto
Sin polvo anónimo,
mientras que yo vivo.
Cuando
entonces mi triste y tan desviado andar,
Mi dolor por
nuestros tormentos de sí mismos
Alimentados,
mi ira contra infames viles y locos
En forma de
bronce corrió: entonces oyeron muchos,
En cuanto su
horror desapareció, el salvaje sonido
Y aunque
ninguno tampoco ardor y garra sintiera
En su propio
corazón: creció del Adigio al Tíber
La gloria
hasta la sede del sin paz y sin patria.
Pero cuando
por fin escapé del mundo, los prados
De los
bienaventurados vi, el coro de los ángeles oí
Y que yo
daba esto: ¡entonces sacaron de mi arpa
Débiles
sonidos jóvenes y viejos… oh insensatos!
Entonces
tomé de mi hogar un tizón y lo soplé –
Así se hizo
el infierno, todo el fuego sin embargo
Necesité
para hacer irradiar el amor más sublime
Y para la
anunciación del reino del sol y las estrellas.
(“El séptimo anillo, 1907)
DÍA DE
GOETHE
Partimos con
el delicado arrebol de la mañana
Al final del
verano a través de campos humeantes
Hacia Su
ciudad. Se alzaban aún burdos muros
Y una indigna
armazón, libre de hombre alguno
Y el día –
de una pureza irreal y casi sublime.
Nos
detuvimos ante su casa sosegada, enviamos
La reverente
mirada hacia arriba y nos fuimos. Hoy
Cuando todo
quiere gritar, calla nuestro saludo.
Todavía unas
pocas horas: el espacio bendito
Cruje: ellos
tienen que palpar para creer…
Los colores
chillones tiemblan en las callejas,
La
muchedumbre festiva se agita, la que gusta
Adornarse al
Grande adornando y le pregunta
Como él
sirve de estandarte para cada estirpe –
Ella que sólo
sigue a la más fuerte de las voces,
Y no conoce
alturas que alturas del alma son.
¡Qué sabéis
vosotros de este sueño y canto tan ricos
Que tanto
admiráis! Del sufrimiento ya en el niño
Que va a lo
largo de los muros, se inclina en el pozo,
Pena e inquietud
en el joven, pena en el hombre
Y melancolía
que ocultaba detrás de la sonrisa.
Si él como
alguien aún más bello en la vida
Ahora
viniera - ¿quién le honraría? Él pasaría
Tal un rey
desconocido sin que lo reconocierais.
Le nombráis
vuestro y le agradecéis y festejáis –
Por supuesto
llenos de todos sus instintos,
Sólo que en
las bajas capas como del animal –
Y hoy sólo
ladra la mala lengua del pueblo…
Pero no
imagináis que él después de hecho polvo
Desde
entonces encierra aún mucho para vosotros
Y que en él,
El Radiante, mucho ya ha palidecido
De lo que
vosotros llamáis eterno todavía.
(El séptimo anillo, 1907)
NIETZSCHE
Pesadas
nubes amarillas pasan sobre la colina
Y frías
tormentas –medio mensajeras del otoño
A mitad de
esta temprana primavera…¿Este muro
Pues cercaba
al Tronador… el que el único era
De entre
miles de humo y polvo a su alrededor?
De aquí
envió él sobre la llanura de la parte central
Y la muerta
ciudad los últimos rayos indolentes
Y fue de la
larga noche a la más larga noche.
Estúpida
trota la masa allá abajo: ¡no la espantéis!
¡Que sería
punzada a la medusa, cortad de raíz!
¡Que un
tiempo aún domine piadoso silencio
Y la jauría
que con alabanzas le ha manchado
Y se sigue
engordando en el olor de podredumbre
Que ayudó a
ahogarlo, que reviente primero!
Pero tú sin
embargo surges radiante ante los tiempos
Como otros
guías con la corona sangrienta.
¡Tú
salvador! –Siendo tú mismo el menos salvado-
¿Cargado con
la violencia de qué destinos,
No has visto
nunca sonreír el país de la nostalgia?
¿Creaste tú
dioses solamente para derribarlos
Nunca de un
descanso o construcción contento?
Tú has
matado lo más próximo en ti mismo
Para al
desear de nuevo poder temblar por él
Y poder
gritar alto en el dolor de la soledad.
Vino
demasiado tarde el que suplicando te dijo:
Allí ya no
hay camino sobre las heladas rocas
Y nidos de
aves espantosas –ahora es necesario:
Situarse en
la órbita que cierra el amor…
Y cuando la
severa y atormentada voz suene
Como una
canción de amor en la noche azul
Y la marea
clara –lamentaos: ¡Ella debía
Haber
cantado, no hablado, esta nueva alma!
(El séptimo sello, 1907)
EL POEMA
ACTUAL
Yo vuestra
conciencia, yo la voz en vosotros sondeo
A través de
vuestro abatimiento que reprueba y maldice:
“Sólo los
viles dominan todavía, los nobles murieron:
Borrada está
la fe y seco el amor. ¿Cómo huir
De la esfera
podrida?”. Dejad que se os mantenga
La antorcha
donde la corrupción del tiempo
Nos consume,
donde vosotros lo lográis
Por los
propios sentidos ardientes y el corazón lacerado.
Vosotros
girasteis la cabeza hasta que ya no visteis
A los
hermosos, a los Grandes –para renegarlos
Y vosotros
arrojasteis sus viejas y nuevas imágenes.
Vosotros
elevasteis por encima de Cuerpos y Suelo
La
construcción de humo, polvo y vapor; ya crecieron
En formas
gigantescas muros, arcos, torres-
Pero el
nublado que más alto se alzaba presintió
La hora
mucho antes de que él se derrumbara.
Después os
metisteis en cuevas y dijisteis:
“No hay día.
Sólo quien el cuerpo en sí mismo
Mata tiene
el salario de salvación: la duración”.
Así antaño
pálidos y febriles buscadores
De oro
fundieron su mena con aguas en el crisol
Y fuera
fueron muchos caminos hacia el sol…
Puesto que
cocisteis el alma de veneno y mierda
Vi los ojos
ahora viejos de milenios
De los reyes
de piedra cargados de nuestros sueños
Y de
nuestras lágrimas… ellos como nosotros sabían:
Con
desiertos se alternan jardines… escarcha con fuego,
La noche
viene tras la claridad –penitencia tras la dicha.
Y cuando nos
enreda la oscuridad y nuestro duelo:
El Uno que
fue desde siempre (nadie le conoce)
Y la flor y
la juventud ríen y el canto suena.
(“El séptimo sello, 1907)
LA LUCHA
Ebrio de sol
y de sangre
Huyo de una
casa rocosa,
Observo en
campo oloroso
Al dios de
hermosos rizos
Que con el
paso bailarín
Que con la
boca cantarina
En mi
caverna se mofa de mí.
¡Hoy va a
conocer la ira
Que surge de
lo profundo!
Mi puño que
bien abarca
Ahoga su
cuerpo rosa.
Mira cómo
avanza -¡un niño!
Le lanzo la
maza –un gancho
Tumba al
odiado al suelo.
¡Pon
cuidado!... Ay ¡cómo me hiere
Desde sus
ojos la luz!
Abajo en la
lucha en la cueva
De oscuro
humoso fuego
Era yo
vencedor del grupo…
¡Mantén,
cobarde, el rayo,
Muestra con
el brazo tu valentía!
(El séptimo anillo, 1907)
CANTOS DE
ALABANZA
¡Tú eres mi
señor! Cuando tú en mi camino,
Con figura
muy cambiante, pero a la vez reconocible
Y bella,
apareces, inclino ante ti la nuca.
Tú ya no
llevas armas ni vestido ni ala
Sólo Un
adorno: sobre el cabello la espesa corona.
Tú tocas
–una olorosa bebida embriagadora
Prende el
sentido que tu aliento siente
Y cada fibra
tiembla por tu presencia.
El que antes
sólo a ti el Manso te llamó
No pensó
que tu talón rosado
Tu delgado
dedo podrían así triturar.
Yo retiro
paciente mi cuerpo
También si
vienes con tu manada de animales
Que con las
agudas garras llagas queman
Con sus
colmillos heridas abren, suspiros
Obligando e
incalificable gemido.
Como de ti
fluye olor de fruto blando
Y jugoso
verde: así de ellos vaho de la selva.
No repugna
polvo y humedad que ellos guían,
Ninguna cosa
que se mueve en tu círculo es indigna.
Tú purificas
la mancha, curas la grieta
Y lavas las
lágrimas con tu dulce aliento.
En el
peligro y la sumisión, si sólo sobrevivimos.
Tiene cada
día con una victoria su final-
Así también
tu servicio: renovada alabanza,
Sonrisa
olvidada en el azul estrellado.
(El séptimo anillo, 1907)
RONDA DE
BRUJAS
Reímos de
vuestro delirar,
Gente de
cepa más que regular.
Vuestros
ojos tontos y azules
Ven sólo el
día lleno de engaño –
Los
nuestros, nocturnos tules,
Miran el
interno buen amaño.
Sólo la piel
os resulta conocida –
Nosotros mil
nombres conocemos:
De viento y
nubes la andadura,
De las
fuerzas del agua escondida,
De miles
oscuras semillas sabemos
A las que
tinieblas dieron sepultura.
Nuestra es
la danza en convulsión,
En los vientres
y en los intestinos
No son los
cuerpos hermosos.
Perfumes:
vapores de putrefacción.
Un estruendo
en remolinos
Los
percibimos como armonioso.
Vertimos en
la chimenea
El mosto
color mar rugiente:
Así sale de
simas en concierto,
Del fondo de
estrellas se menea
Hasta
nosotros de oeste y oriente
Lo que está
vivo y está muerto.
Sacudimos
nuestro colador
Hasta que lo
vulgar se desfigura,
De todo
tesoro separa, tal
Que lo que
queda alrededor
Es una
pétrea figura
Tal
testículos de un animal.
Nunca se os
abren los ojos,
Andáis
tontos y agobiantes.
En el fango
nuestra fiesta para,
Del
desolladero en los remojos,
En el
venenoso fósforo brillantes
Vemos la
existencia clara.
(El séptimo anillo, 1907)
EL
ANTICRISTO
“!Allí viene
del monte, allí está en el bosquecillo!
Lo vimos
nosotros mismos, es el que cambia en vino
El agua y
habla con los muertos”.
Oh si
pudierais oír mi risa en la noche tal vez:
Ahora suena
mi hora, ahora se llena la red,
Ahora acuden
los peces al anzuelo.
Los sabios,
los dementes – el loco pueblo se deshace,
Desarraiga
los árboles, el cereal machaca, abre
Camino al
paso del resucitado.
Ninguna obra
hay del cielo que yo no os la haga.
Sólo falta
un pelo, no os dais cuenta de la trampa
Con vuestros
sentidos ciegos.
Os creo para
todo lo que es singular y complicado
Lo más
fácil, una cosa que es como oro pero es barro,
Como aroma y
jugo y sabor.
Y lo que el
gran profeta no se atreve a realizar:
El arte de
sin más talar, ni sembrar, ni cultivar,
Chupar
fuerzas guardadas.
El príncipe
de la roña hace que su reino ensanche,
No hay
tesoro que le falte, ni dicha que le escape…
¡Abajo resto
de los indignados!
Jubiláis,
encantados de la demoníaca trampilla,
Derrocháis
lo que quedó de la anterior semilla.
Ahora sentís
la penuria antes del fin.
Entonces
colgáis vuestra lengua en la artesa que seca,
Andáis
perplejos cual ganado por caserío que se quema…
Y terrible
resuena la trompeta.
(El séptimo anillo, 1907)
EL ESPEJO
A un crisol
de un agua sin flor alguna
Tras cada
viaje mío retroceder me siento.
Ya siempre a
ese espejo fue la fortuna
De todos mis
sueños, deseos y pensamientos
Para que
ellos finalmente se reconocieran -.
Ellos
siempre se vieron pálidos y nocturnos:
“Nosotros no
somos así” decían taciturnos,
Lloraban
cada vez que del espejo se fueran.
De pronto
sentí a través de las amarguras
Y vieja
sombra de doloroso pudrimiento
La dicha
rodearme en todo su esplendor.
Me imaginé
que su brazo ebrio me mecía,
Que tuve de
su cabeza en arrancaduras
La estrella,
entonces a mis pies la sostenía.
Al fin de
salvajes llamas en envolvimiento
Ascendí
ardiendo y me entregué en amor.
¡Sueños,
deseos, al estanque alegres venid!
¡Cómo os
inclináis hondo hacia el espejo!
¿No creéis
que la imagen os asemeje al fin,
Tal vez por
plantas aburridas está surcado,
Por danzas
de nubes de fin de año alterado?
¡Cómo os
apretáis en miedoso cortejo!
Ya no
lloráis, decís triste y simplemente
Como antes:
no somos nosotros, ciertamente.
(El séptimo sello, 1907)
LLAMAS
Qué haces
para que en un fragor tan violento
Siempre nos
sople un lejano y extraño viento.
Cuando un
rato apenas en silencio titubeantes
Una nueva
boca nos lleva a puntas llameantes,
El sesgado
incendio aterra las barras lucientes
Apenas en
perlas se paran las gotas calientes.
Que nuestra
fuerza en una soda sobrecrecida
Corre en
metal y en suelo a la muerte enseguida.
“Lo que
frecuente de lejos tal aliento os encuentra
De las
mismas materias secretas se hincha y entra
Que os hacen
arder” – el Señor de las antorchas dice –
“y aunque os
consumáis entre sí llenos de luz os hice”.
(El séptimo anillo, 1907)
OLAS
Vosotras os
rompéis primero en las azules guijas
En el valle
del bosque donde el camino se prolija.
Cual arroyos
corréis a través de tierra soleada,
Os
desperdigáis llorando en la playa verdeada.
Entonces
bajo el rayo y los castillos helados
El río hacia
el gran oleaje os ha empujado.
En campo de
mirtos os habéis alzado salvajes,
Sobre arena
estéril lanzasteis espumoso oleaje.
Con cuerpos
color de nácar fuisteis lavadoras,
De cargas
llenas de dicha fuisteis movedoras,
Hasta que la
tempestad a la soledumbre os echó,
En escollo y
acantilado resonante os destrozó.
Os
encontráis en un abismo invisible ahora,
Removidas y
sin saber ya nada más de la hora
Del impulso
y la meta. Ni de viento o sotavento,
Sino corrientes
inmensas por el mar del momento.
(El séptimo anillo, 1907)
MAXIMIN
ADVIENTO
I,II,III
Para un
niño, para otro amigo.
Pero yo veo
en ti al Dios
Que
temblando he reconocido
Al que
corresponde mi devoción.
Tú llegaste
en el tercer día,
Cuando de
tanto esperar enfermé,
Cuando de
tanta oración cansado
Entre la
noche me he perdido:
Tú al que el
rayo me anunció
Que atravesó
en mi oscuridad,
Tú con ese
paso que la siembra
Ya de
inmediato hizo florecer.
Como ayer
aquel pueblo estúpido
Por aquel
liberador gritaba,
Y todas las
ventanas abría,
Y hasta le
ofreció mesa y cama,
Y de tan
largo esperar salvaje
Cayó después
en pena y burla –
Así vino a
bajar mi mirada:
“Quien se
equivocara por tres veces,
Y de niño no
encontró su imagen,
Como joven
se rompió de anhelo,
Quien hoy
pisa el centro del camino
Lleno está
aún de confianza”.
Llega de
nuevo la primavera…
Tú bendices
el camino, el aire
Y a nosotros
a los que tú miras –
Así balbucea
mi gratitud.
Antes que la
estupidez del hombre
Le inventara
palabra y hecho
Ya del
creador el aliento ha
Todo en el
espacio animado.
Cuando un
ojo tal irradia así
Va a
prosperar el tronco seco,
La tierra
que estaba seca late
Nueva por un
santo corazón.
(El séptimo anillo, 1907)
RESPUESTAS:
EL MILAGRO
¿Sabes aún
con cabello agreste
Por unos
distritos prohibidos?
¿Suplicas
que él se manifieste?
Mira cómo
actúa aquí venido:
Con fuego
pasa por el polvo este.
Sobre todo
aquel pueblo cubría
Él tu cabeza
con su fulgor,
Y así con
corona al que envía
Apareciera y
ante el guardador
De tu joven
sueño rezaría…
Nubes en la
tarde nada graves
Abovedó su
mano en redonda
Cámara de
llamas suaves
Ocurrió
maravilla más honda:
Sueño y
sueño juntos como aves.
(El séptimo anillo, 1907)
RESPUESTAS:
INTRODUCCIÓN
Incluso si
en tenebroso valle te has perdido
Y desde
arriba has bajado:
Como aquí
estás así te han elegido
Para mirar
en la tierra despierta.
De la fuente
has abrevado:
¡Entra en
las praderas abiertas!
Por los
prados de violetas pasa la espiga dorada,
Los altares
llamean en la floresta arbolada,
Adornados de
rosas… en las alturas
Tembloroso
cálido fulgor y el constante
Canto del
ángel suena… al besar
Su boca la
tuya enciende pura.
Tú
permaneces en santo lugar:
¡Arrodíllate
orante!
(El séptimo anillo, 1907)
RESPUESTAS:
DESCONOCIMIENTO
El discípulo
permaneció en duelo día y noche
En el monte
desde donde el Señor al cielo subió:
“¿Así dejas
ni entonces desesperar a tus fieles?
¿En tu
magnificencia no piensas tú en la tierra?
¿Así pues
nunca jamás podré ya oír tu voz
Ni tampoco
besaré entonces tu orla o tus pies?
Te estoy
suplicando un signo, pero tú te callas”.
Vino un
extraño de camino entonces: “Habla hermano!
En tu
mejilla arde tal tormento
Que yo le
sufro si no lo apago”
“Inútil es
tu consuelo… ¡abandona al miserable!
Yo busco a
mi señor que me olvidó”.
El extraño
desapareció… el joven se arrodilló
Dando un
fuerte grito, pues en el brillo del cielo
Que
permaneció en el sitio entonces descubrió
Que a causa
del ciego dolor y del enfermo esperar
Nada vio: era
el Señor el que vino y se fue.
(El séptimo anillo, 1907)
DUELO I, II,
III
Espera que
te haya anunciado:
Que te
ruegue – desee con ardor.
El día sin
ti es el pecado,
La muerte
junto a ti es el honor.
Cuando
acuden los Sombríos:
Subo yo el
peldaño acuciante.
La noche me
echa a los baldíos.
Responde al
grito suplicante…
“Hacia los
cielos deja mi subida!
¡Ya sano del
suelo te alzabas!
¡Mi milagro
testimonia y alaba
Y persiste
aún abajo en la vida!”.
Lamento
desde el bosque se avecina.
En vano
ardió en verdor para que lo veas.
Para que lo
bendigas el campo te añora.
Se hiela
puesto que tú no lo soleas:
Los tiernos
tallos tiemblan en la colina
Que tú nunca
pisas ahora.
¡Que son los
brotes si el despertar no aportas,
Las ramas
todas que no trenzan tus manos,
Qué son las
flores todas que con ellas no cortas,
Los frutos
que no gustas han de ser vanos!
En el joven
bosque suena un estampido
Del tronco
en tronco - ¿cuándo cae el siguiente?
El verde
mañanero duerme.
La hierba
apenas brotada yace inerme.
Ningún pájaro
canta… Sólo ríen vientos ateridos
Y el sonido
de las hachas consiguiente.
Insonoro es
el aire, desiertos son los días.
¿Cómo
encontraría yo honor que a ti te rindiera?
¿Cuándo he
de encender tu luz para nuestros días?
Yo tan sólo
deseo en la misma manera
Enterrar el
esplendor y ruinas de mis días,
En cada
camino sólo mi duelo quisiera,
Ir
arrastrando sin acción ni canción los días.
Toma sólo el
canto sombrío que oscureciera:
¡el
sacrificio acepta de mis muertos días!
(El séptimo anillo, 1907)
A LA VIDA Y
LA MUERTE DE MAXIMIN
EL PRIMERO
Por sueños
lejanos ya teníais ojos lacios
Y ya no os
ocupasteis más del feudo sagrado.
Sentisteis
el aliento final por los espacios –
Ahora alzad
cabeza, lo salvo os ha llegado.
En vuestro
año frío, que terminó sin destellos,
La primavera
de otros milagros irrumpió,
Con mano
florida y esplendor en los cabellos
Un dios
apareció y en vuestra casa os habló.
Reuníos
contentos, ya no estáis compungidos,
Ni tenéis
que enrojecer ante un ido esplendor:
Así la
llamada de un dios habéis oído
A vosotros
os ha besado la boca de un dios.
Ya no os
lamentéis más – pues fuisteis elegidos –
Porque los
días vuestros vuelen insatisfechos…
¡Alabad
vuestra ciudad porque un dios ha nacido!
¡Alabad
vuestro tiempo en que un dios se ha hecho!
(El séptimo anillo, 1907)
EL SEGUNDO:
LA PEREGRINACIÓN
En triste
recta línea de carril y muro,
En el
confuso enredo de patio y escalera-
¿qué busca
el extranjero de temblor inseguro?
Que aquí
¡Salvador nuestro! Tu cuna estuviera.
En ese
reconstruido cuadro donde las manchas
De hierba
salen por entre el suelo y retuercen
Junto a
delgadas flores los setos recortados
Has
levantado tú la mirada hacia la luz.
¡Cuánto
polvo el lugar! ¡Cuánto ruido suena!
Pisado por
pasos y por carros recorrido…
Como su carga
Mará la hija de Ana
La madre te
ha, desconocida, aquí traído.
Sólo una vez
en primavera cayó gris plata
Rocío del
cielo, gotas de olor insistentes,
Y todos los
niños llevan color azul-plata
Las delgadas
flores que ellos agitan sonrientes.
Esta casa
igual para todos meta es del viaje.
Vemos, la
cabeza desnuda, el desnudo lugar
Desde el que
tú al mundo te fuiste… El viraje
De la
estrella guió tres magos hasta el pajar.
(El séptimo anillo, 1907)
EL TERCERO
Tú velas
sobre nosotros
En esa gloria inaccesible:
Te uniste
con la palabra
Que nos habló desde allí arriba.
Pedimos en
cada uno de
Los pasos del día tu ternura
Hace así la
sonrisa de
Reyes a sus servidores ricos.
Pero así
baja la tarde
En la memoria a ti consagrada:
Entonces
tiembla el anhelo
Los brazos se extienden hacia ti,
Entonces
empujan labios
Hacia tu imagen aún humana
Tal si
estuvieras aún
Con nosotros -¡Magnífico!- igual.
(El séptimo anillo, 1907)
EL CUARTO
Sonando ya
escuchaste coros superiores,
Suplicaste
silencio a nuestro desvarío,
Que éste,
Transfigurado, no te acalore-
Censurándonos
escapaste al griterío.
Para la paz
del séptimo ya consagrado
Eres de
nuestro día compañero lejano…
Sólo este signo
le quedó a los amados
De que
nuestra tierra a ti no te fue en vano:
Cuando tu
pie ya en las estrellas se ponía
Todavía un
rayo más bajo te atravesó,
Mientras tu
ojo celestial se humedecía
De tristeza
enlutada sonaba tu voz:
“!Tal nunca
ahora me seduces, primavera!
Pueda ver
una vez más el mayo florido,
Otra vez con
vosotros las a mí de veras
Más amadas
flores en el terrestre ejido!”
(El séptimo anillo, 1907)
EL QUINTO:
ELEVACIÓN
Tú nos
llamas, a los que lloramos en lo oscuro:
¡Abrid esas
puertas en conjunto!
Del cirio ha
de apagarse el chispeo inseguro.
¡Acabad la
misa de difunto!
Lo que en tu
día terrenal en la aparición
Ofreciste en
fuerza, fantasía,
Lo aporte
cada uno para la resurrección
Hasta que tú
de nuestra energía
De toda la
belleza que hemos imaginado
Y que en
nosotros siempre encandece
Y del grito
de anhelo cuerpo hayas ganado
Y así
sonriente nos apareces.
Eras para
nosotros entre luces heladas
El fuego
encendido en el zarzal,
Eras el
expedidor de rosas nunca ajadas
Ante el
aliento primaveral.
Con tu nueva
forma de la reconciliación,
De
glorificarla así cantando,
De las
sombras que sólo suspiran en legión
A ti y a
nosotros ya salvando,
A dominar
nuestros destructivos dolores-
Tu fogoso
soplo nos conjura
Para arrojar
encima tantas y tantas flores
Que no
veamos tu sepultura.
(el séptimo anillo,1907)
EL SEXTO
Me guiabas,
mensajero de alegría
Por un
inverno repleto de pena,
Hacia una
isla pura fantasía
Que está de
flores y capullos llena.
De tus
bienes el oculto esplendor
Descubriste
para el Único aquí
Y tu amor
fue para el protector
Y de tu
propio florecer rubí.
En el bosque
despertó el festivo
De la
ofrenda primera santa prisa,
De su pronto
visto fuego altivo
Sólo débil
brillar recuerdo atiza.
Del ayudante
con vuelo encendido
Voló la
flecha en ardiente montón,
Fuegos
diversos en uno fundido
Aspirando a
la divinización.
Desde la montaña vi renovador
Lo que en
vano mi impulso preguntó:
País de
lejanías – tú, el guiador
Que desde la
niebla me amaneció.
Los arcos
del templo brillaban puros:
Miraste
alto… voló lleno de pudor
A su pilón
todo lo que era impuro,
Quedó sólo
el que llegaba de pastor….
Tu nombre ya
atraviesa soledades,
Nuestro
cerebro o corazón destella…
En oscuro
fondo de eternidades
Surge a
través de mí ahora tu estrella.
(El séptimo anillo, 1907)
ORACIONES,
I, II, III
Todo este
día tuve en mi interior
Sonido de
trompeta verdadera,
Alcé la
mano, que se mantuviera
Y la boca
alrededor de tu amor.
¿Llegó una
víctima sin mancilla
Más alegre
que ésta a tu rebaño?
Más liberado
del mundano daño
Nunca estaré
ante tu maravilla.
Quien en mí
este ardor atizó vivo
Que tan sólo
a él yo adapte mi vida:
¡Líbrame de
la arcilla endurecida!
¡mira cómo
me quejo y me desvivo!
¡Por fin
libéranos y así sosiega!
¡Escúchame
suplicar y pedir!
¡Dame la
dicha de por ti morir,
Donde más
cercana a ti es mi entrega!
¡No te
demores, condena no espero!
Te
pertenezco: toma y yo aprenda
Que yo
discurra y que yo me encienda
Todo en esa
tu blanca llama entero.
¿Esto nos es
solo oficio: temblar
Siempre que
percibimos tu estruendo
Y destruidos
en polvo arrodillar
Ante ti,
alto, terrible, temiendo?
¿Por qué
pues envías el verano
Al que
corrremos libres, desnudos,
Donde tu
fiel se ve a ti cerno,
Delirio y
ardor siendo sus nudos?
Por qué
permites las ebriedades
Do el
orgullo poderoso late,
Nos imagina
en tus vecindades,
Tu fervor en
nosotros se bate-.
Remolino de
un bajo linaje
A los astros
en rapto violento:
¿A ti
iguales ya en el oleaje,
También en
la nube y en el viento?
¡Cómo te
agradezco sol todo en redor
En ese
primer paso sobre mi umbral!
De ardientes
rayos besas alrededor,
Mañana
alegras, mediodía total.
El cabello
lo entrego al viento suave,
Cada poro
abierto al jardín en olor,
La mano del
brote púrpura sabe,
La mejilla
es fresca en la nevada flor.
Tarde que
sueña, arde y amenaza
Con los
héroes y los planes de magos,
¡mundos
enteros al jugar me pasa
Si en la
barca a las olas juego hago!
¡Después la
tarde, deseada fiesta!
Encendido
estoy de costumbre santa
Que al pecho
imágenes queridas presta,
Hasta
hundirse en el sueño dicha tanta.
(El séptimo anillo, 1907)
INCORPORACIÓN
Se hace
verdad lo que prometiste
Que una vez
el poder del trono fijo
Otra alianza
conmigo tú hiciste –
Yo criatura
ahora del propio hijo
Ahora en el
esponsal más secreto
Compartes
conmigo en la misma mesa,
En cada
fuente que mi sed sopesa,
En todos los
senderos que transito.
No tal
sombra y aparente ilusión
Te mueves en
mi sangre, mas en verdad.
Se enreda
alrededor tu bondad
Siempre
nueva para la santa unión.
Te han
tomado todos mis sentidos
Su color, su
brillo, su veteado
Y yo soy así
un fuego alejado
En cada
fibra de ti desprendido.
Acuclillado
como está mi anhelo
Tú con tu
almíbar ya lo reconfortas
Y así de tu
semilla bien me aportas
Ese aliento
que es todo mi celo:
Que del
brillo y de la espuma oscura
Que de tanto
júbilo y de llanto
Inseparablemente
ya entretanto
Imagen de ti
y de mi procura.
(“El séptimo anillo, 1907)
VISITA
Suave sol
cae sesgado
Por troneras
de tu muro,
En tu jardín
tan seguro
Y en tu casa
en el vedado.
Un prado de
aves vibrante,
La fronda
varas eriza:
Tras calor
del día pisa
Ruta el
primer caminante.
¡Llena los
cubos de prisa!
Moja la
guija al sendero,
Matas y
banca lindero,
¡majoletos,
hierba luisa!
¡Y en el
muro de reposo
Rompe la
yedra salvaje!
¡Tapiz en
flor el pasaje!
Todo fresco
y oloroso
Si ÉL como
peregrino
En
crepusculares luces
Tal vez otra
se introduce
En nuestra
tierra, camino
A nosotros y
matorral
Comparte con
aire santo –
Él porque tu
suelo en tanto
Pisa, allí
se queda tal cual.
(El séptimo anillo, 1907)
ÉXTASIS
Aire de otro
planeta siento en mi vía.
Se me
palidecen los rostros por lo oscuro
Que me
miraban amistosos todavía.
Árbol y
caminos que amaba palidecen
Que ahora
apenas los conozco y Tú puro
Sembrar
amado, por ti mis tormentos crecen –
Ahora estás
apagado en profundas brazas
Para tras el
éxtasis de ruido luchador
Imponerme el
piadoso temblor con que abrazas.
Me deshago
en sonidos, girando, temblando,
Gracias
insondables y alabanzas sin clamor,
Sin deseos
voyme al gran aliento entregando.
Me asalta un
impetuoso aliento, son instantes
De éxtasis
sagrado, con gritos fervientes
Suplican las
en polvo arrojadas orantes:
Entonces veo
cómo nieblas olorosas
Entran en
una llanura de sol luciente
Sólo rodeada
de cimas montañosas.
Vibra el
suelo blanco y blando, como suero…
Subo por
prodigiosos abismos en tanto
Siento sobre
la última nube que quiero
Nadar en un
mar de cristal y de luz tanta –
Yo soy tan
sólo una chispa del fuego santo,
Yo soy tan
sólo un resonar de la voz santa.
(El séptimo anillo, 1907)
CONCEPCIÓN
Puesto que
tú ya has centuplicado
Aquella mi
mirada en aquella hora:
Tu asalto
sobre mí ha dominado.
Atacó al
evocado impotente,
Lo empujó a
la grieta cegadora
Al nacido
para una luz diferente,
Lo arrastró
hasta altas escarpaduras…
Tal si él
entonces me he sentido
Tu secreto
iluminando aperturas
Me indujese
y ya en mí no cesa:
En mi por tu
gracia encandecido,
En mí
aplastado por tu grandeza,
Tal si la
roca o el suelo se abriera
Y se
hundieran y así nos avisara
Aquella hora
de la otra primera
En que por
ti asustado y cegado,
Temblando en
una alegrada ilusión
Yo total en
ti me he derrochado.
Que ningún
sonido más pulse en mí
De otro modo
que el a ti adecuado:
En tu yugo
aprieta y méteme a mí,
Enciérrame
en un nuboso sustento:
¡Tómame como
vaso consagrado!
¡Lléname:
tendido estoy y atento!
(El séptimo anillo, 1907)
LETANÍA
Profundo es
el duelo que a mí me entristece,
Paso adentro
otra vez ¡Señor! En tu casa…
Largo fue el
camino, cansados los miembros,
Vacíos los
cofres, mas lleno el tormento.
Seca lengua
ansía sedienta el vino.
Duro se ha
peleado, tieso está mi brazo.
Concede la
paz a los pasos dudosos,
¡Al
hambriento paladar pártele tu
pan!
Débil es mi
aliento apelando al sueño,
Huecas están
las manos, febril la boca…
Presta tu
frescura, apaga los incendios,
¡Borra la
esperanza, envíame la luz!
Ascua en el
corazón, llama aún abierta,
En lo más
íntimo veía aún un grito…
¡Mata el
anhelo, cierra ya la herida!
¡Tómame el
amor, entrégame tu dicha!
(El séptimo anillo, 1907)
ARPA SUBLIME
¿Buscáis al
lado aún el mal,
Andáis fuera
tras la salvación:
Os esforzáis
aún por lo venal,
Vertéis
todavía en roto latón.
Todo sois
vosotros y lo interior:
De oración
sonido que se goza
Se funde en
uno con cada amor
¡Llámalo
Dios y amigo y esposa!
Ninguna
época sirve prestada…
A la tierra
limpia la tempestad:
Pisad
vuestra mañana llegada,
Vuestra
encantada mirada lanzad
A las
comarcas ya conferidas,
Al pueblo
que alrededor tengáis,
A la tierra
al alba amanecida
Que en la
fuente temprano miráis.
Evitad el
delirio: de aprender
Más que el
entusiasmo al admirar
Bellas
flores, altas estrellas ver,
Solo UN
canto de alabanza solar.
(El séptimo anillo, 1907)
ABISMO
¿Fue aquí en
este abismo de intenso granizo
Una roca
antiquísima partida y arrastrada?
¿Una piedra
aquí, de un animal la garra hizo
Que del
viejo árbol la raíz fuera arrancada?
¿De vez en
cuando es una mancha en el paraje,
Montón de
copos grises que tu mirar acosa,
Disperso por
cualquier ángulo está el plumaje
De aquella
gris paloma que un gavilán destroza?
¿Cómo aquí
te arrojas en ranuras en destrozos
Así –cabeza
y pecho y brazo al descubierto?
¿Qué
significa tu temblor resuelto y ruidoso
Tus llantos
en el regazo de la tierra abierto?
(El séptimo anillo, 1907)
EL UMBRAL
Apenas dejó
la mano el palustre en el portal
Y mirasteis
contentos hacia vuestro edificio:
Os fue toda
la obra sólo para el otro umbral,
Ninguna
piedra le sirvió de oficio.
Os
correspondió una parte de mies, de flores,
Trenzasteis
coronas y sobre musgo danzasteis…
Pero
mirasteis las próximas cumbres mayores
Y al otro
lado la suerte buscasteis.
Puesto que
tú las rojas manzanas de ultramar
Y tú el vino
celebraste de otra cultura:
Se secó en
vuestro jardín la baya a estallar
Y alrededor
mucha fruta madura.
Y puesto que
escuchasteis a la abeja dorada
Y de un
viento el sonido seductor sin embargo:
Así no
oísteis a menudo la voz llegada
De la
Agradable que pasó de largo.
(El séptimo anillo, 1907)
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