lunes, 7 de junio de 2021

POETAS 131. Leopoldo María Panero ("El desencanto")

 




De entre las frases más célebres que se oyen en “El desencanto”, el impactante documental que Jaime Chávarri hizo sobre los Panero, la que salió de la boca de un joven Leopoldo María sobre el fracaso quizás ha sido la más sonada, también la más falsa y la más fácil: “el fracaso –sentenció- es la más resplandeciente de las victorias”. Triste victoria la de una vida cuyo mente acabó fracasando estrepitosamente en los manicomios. De ellos nos quedan los libros que fue mandando a la imprenta, especialmente el poemario “Poemas del Manicomio de Mondragón”, 1987, manicomio del que llegó a decir, en una segunda parte del documental -“Después de tantos años”- que era el infierno: “te putean los locos de la manera más descarada, están todo el día en plan agresivo, beben como cosacos, les azuzan contra mí”. Además de sacarle brillo sin parar a su lado maldito y de sentirse el chivo expiatorio de todo  un país fratricida, jugó a perfeccionar la máscara de la locura, y sin embargo no cesaba de despotricar contra ella, una vez que la había escarmentado en sus propias carnes: “Yo creía en la locura antes –sigue diciendo en este segundo documental-, creía en su valor ético, pero he comprobado que la gente que sufre no tiene por qué ser buena, generalmente son más malos  que la quina, una vez que se entra aquí sólo se sale con los pies por delante”. En sus últimos años Leopoldo María no dejaba de quejarse de su infierno, de su sufrimiento. Quizás el malditismo tenga que ver más con el sufrimiento que con el mismo mal. Es paradójico que el mejor poema de Leopoldo María Panero sea acaso el más bendito de toda su producción y seguramente uno de los más bellos poemas de la gente de su generación. También es curioso que se lo dedicase a su madre, a la que por otra parte maldecía y la acusaba de ejercer la brujería. Su hermano Michi Panero –al que le habían colgado la leyenda de ser el mejor escritor de la familia sin haber escrito nada- lo dijo con su lucidez acostumbrada: “Leopoldo escribe cada vez peor, lo cual es trágico para él porque se da cuenta”. Creo que esta degradación poética  que se va acompasando con la mental es la que puede percibir el lector que se acerque a su obra y no se deje obnubilar por el brillo del malditismo. Antes de hacerse famoso con la celéberrima película de Chávarri, ya era una joven promesa de la poesía al aparecer seleccionado en la antología de Castellet, “Nueve poetas novísimos”, cuando apenas había escrito un puñado de poemas. Su primer encontronazo con la psiquiatría ya viene de 1968. Siguió destruyéndose con el alcohol, aliñándolo con las no menos destructivas y pérfidas drogas que le iban endilgando los psiquiatras en los sanatorios. Mientras iba perfilando los libros con los que cimentaba su leyenda de poeta loco, cargando las tintas en el repertorio de títulos, cuanto más malditos más laureles: Teoría en 1973; El último hombre, 1983; Contra España y otros poemas no de amor, 1990 Heroína y otros poemas en 1992;  Locos, 1995. No abundo más en pormenores de su vida, porque creo que su mejor documento biográfico aparece en los espléndidos documentales ya reseñados y de los que aquí se deja enlace. También es buen documento del más interesante de los tres hermanos, Michi Panero -se deja la magnífica canción que le dedicara Nacho Vegas-, y del más distante, el poeta Juan Luis Panero. Todos competían en “El desencanto” por ver quién daba la estocada de fin de raza y quién mataba de forma más cruel al padre, el poeta más celebre del clan y aupado como poeta oficial del régimen del dictador Franco, Leopoldo Panero Torbado. Todos, como en el título de Fitzgerall, eran hermosos y malditos. La más hermosa de todos ellos era la madre, quien fuera descrita como la chica más hermosa de la alta burguesía de Madrid, Felicidad Blanc, mujer culta e inteligente, quizás también la más maldita, o eso pensaba su hijo Leopoldo cuando la llamaba la bruja y le echaba la culpa de su alcoholismo y de su locura y de toda la ruina de la familia. Le había dado a luz en Madrid un 17 de julio de 1948 y le había seguido para cuidarle en su periplo manicomial hasta Mondragón, Guipúzcoa, donde murió de un cáncer de pecho en 1990. Su hijo sobrevivió 24 años sin la sombra de su madre por los distintos manicomios en los que fue recalando hasta que murió en el último de ellos, en Las Palmas de Gran Canaria, un 5 de marzo de 2014. Poco antes había dicho: “Viejo es poco; me siento Matusalén: me miro al espejo y me doy miedo”. Podría haber sido uno de sus epitafios o uno de sus versos malditos. O tal vez la frase de uno de los monstruos en una película de terror. También dijo: “Yo creo que toda la existencia es obra del miedo. Yo creo que el Estado existe para amparar al hombre del miedo”; Leopoldo María murió solo y desamparado en una de esas instituciones que nos protegen del miedo: el que todos tenemos  por los locos. Creo que eso es lo mejor que se puede decir de sus libros; creo que encontró en ellos ese amparo que la sociedad le había negado. Fueron una dulce droga contra ese horrible miedo de sentirse loco y maldito.

Se deja enlace a los dos documentales sobre la familia: "El desencanto" y "Después de tantos años".


https://zoowoman.website/wp/movies/el-desencanto/

https://zoowoman.website/wp/movies/despues-de-tantos-anos/


 

EL LOCO MIRANDO DESDE LA PUERTA DEL JARDÍN

Hombre normal que por un momento

cruzas tu vida con la del esperpento

haz de saber que no fue por matar al pelícano

sino por nada por lo que yazgo aquí entre otros sepulcros

y que nada sino al azar y a ninguna voluntad sagrada

de demonio o de dios debo mi ruina.




A MI MADRE

(reivindicación de una hermosura)

 

Escucha en las noches cómo se rasga la seda

Y cae sin ruido la taza de té al suelo

Como una magia

Tú que sólo palabras dulces tienes para los muertos

Y un manojo de flores llevas en la mano

Para esperar a la Muerte

Que cae de su corcel, herida

Por un caballero que la apresa con sus labios brillantes

y llora por las noches pensando que le amabas,

Y dice sal al jardín y contempla cómo caen las estrellas

Y hablemos quedamente para que nadie nos escuche

Ven, escúchame hablemos de nuestros muebles

Tengo una rosa tatuada en la mejilla y un bastón con

                               Empuñadura en forma de pato

Y dicen que llueve por nosotros y que la nieve es nuestra

Y ahora que el poema expira

Te digo como un niño, ven

He construido una diadema

(sal al jardín y verás cómo la noche nos envuelve).

 

 

DESEO DE SER PIEL ROJA

La llanura infinita y el cielo su reflejo.

Deseo de ser piel roja.

A las ciudades sin aire llega a veces sin ruido

El relincho de un onagro o el trotar de un bisonte.

Deseo de ser piel roja.

Sitting Bull ha muerto: no hay tambores

Que anuncien su llegada a las Grandes Praderas.

Deseo

De ser piel roja.

El caballo de hierro cruza ahora sin miedo

Desiertos abrasados de silencio.

Deseo de ser piel roja.

Sitting Bull ha muerto y no hay tambores

Para hacerlo volver desde el reino de las sombras.

Deseo de ser piel roja.

Cruzó un último jinete la infinita

Llanura, dejó tras de sí vana

Polvareda, que luego se deshizo en el viento.

Deseo de ser piel roja.

En la Reservación no anida

Serpiente cascabel, sino abandono.

DESEO DE SER PIEL ROJA.

(Sitting Bull ha muerto, los tambores

Lo gritan sin esperar respuesta.)

 

 

V

TROBAR LEU

 

SPIRITUAL I

Salí a la calle y no vi a nadie,

Salí a la calle y no vi  a nadie,

¡Oh, Señor!, desciende por fin

Porque en el infierno ya no hay nadie.

 

SPIRITUAL II

Hoy Los perros del Amo están de caza

No preguntes por quién ladran los perros de ese Amo

Ya que es por mí.

 

HAIKÚ

(Variable)

 

Yo soy sólo mi perfil.

Cuando la nieve cae, de mi rostro

Nada se ve.

 

(Variante)

 

Yo soy sólo mi perfil.

Cuando la nieve cae de mi rostro

Nada se ve.

 

(3ª variante)

 

Cuando la Nieve caiga

No estaré ya.

 

 

EVE

A Mercedes, por el hilo que la une al secreto

 

Porque hiciste mi gesto eterno supe

Que eras la muerte: porque ella sólo podía

Amarme si no había

                                    Hombres para mí, vivos:

Sólo ella

               Podía amarme; y supe también que tú eras

La Muerte, y que me amabas.

El rostro de la Humanidad era

Para mí el de nadie: como para ella,

Como para ti: eres negra y no quieres

Nada de lo que vive y no sabe

Hasta morir que te desea.

                                               Y vi, a través de ti, cómo surgían

Y surgen cabezas de la tierra helada:

Cabezas, yelmos, corazas, espadas

Es el fruto que cosecha la tierra en este año

Que tanto recuerda al último, al siguiente

Y me amaste porque ya lo veía, porque

Veía crecer ya en el huerto el fruto

Monstruoso que incorporaba en sí

Todo dolor en injusticia y desastre

Y me dijiste “he aquí mi primer hijo

Yo que nada sabía del ridículo

Acto de nacer!”. Y agregaste:

“Éste reirá de todo,

Y lo encenegará todo con

El veneno de risa mortal:

                                            Cuando no haya nadie

Que recuerde como se reía, éste reirá.”

Y te reíste de mí, como mi madre

Al ver que yo había nacido de ella.

                                                             Tan inmenso

Era el frío en las ciudades

Que algunos sabían que no era locura

Ni es, creer que caerán –sobre mí

O seré yo el que caiga al morir sobre tu cuerpo.

                                                                    Pero en el frío crecían

Seguían creciendo –la peor de las alfombras

De césped- los huesos y la carne de soldados

Que crecían sobre la tierra helada. Y me dijiste:

“Ellos no tendrán miedo porque están

Muertos, lo mismo que tú me amas,

                                                                A mí que soy negra

Como la vida, e hice una piedra de tu gesto”.

Y los muertos brotaban sobre la tierra helada

-cabezas, yelmos, corazas y espadas

Porque la Muerte se había hecho vida.

                                                                     Y pregunté

-te pregunté entonces-: “Será mi alma

Buen alimento para perros? Y contestaste: “no esperes

Que ella sirva para otra cosa: fue creadas

Y pensada lo mismo que tu cuerpo y huesos para

Que tus palabras”. “Y ¿nada he de esperar?” “Nada”.

Y vi cómo espadas y corazas y yelmos

Crecían sobre el campo más yermo.

Y me olvidé.

 

 

LA ALUCINACIÓN DE UNA MANO O LA ESPERANZA PÓSTUMA Y ABSURDA EN LA CARIDAD DE LA NOCHE

Todo el bienestar del mundo lo encuentro en Suleika cuando la achucho un poco me siento digno de mí mismo; si me dejara –perdería los ojos.

                    (GOETHE, Diván Orienta Occidental.)

 

Una mujer se acercó a mí y en sus ojos

Vi todos mis amores derruidos

Y me asombró que alguien amase aún el cadáver,

Alguien como esa mujer cuyo susurro

Repetía en la noche el eco de todos mis amores aplastados

Y me asombró que alguien lamiese en las costras todavía

Tercamente la sustancia que fue oro,

Aquello que el tiempo purificó en nada.

Y la vi como quien ve sin creerla

En el desierto la sombra de un agua,

La amé sin atreverme a creerlo.

Y la ofrecí entonces mi cerebro desnudo,

Obsceno como un sapo, como una paz inservible

Animándola a que día tras día lo tocase

Suavemente con su lengua repitiendo

Así una ceremonia cuyo sentido único

Es que olvidarlo es sagrado.

 

 

UN POEMA DE JOHN CLARE

I am

(je suis)

 

Soy –más qué soy nadie sabe ni a nadie

Le interesa –mis amigos

Me dejaron como un recuerdo inútil

Que sólo se alimenta de su propia desdicha

De mis penas que surgen y se van, sin más, y para nada

Ejército en marcha hacia el olvido

Sombras confusamente mezcladas a los pálidos

Mudos, convulsivos, escalofríos de algo

Parecido al amor –y pese a todo soy y vivo

Como vapor en el cristal, que borrarán seguro

Cuando llegue el día.

                                      En la nada del desprecio, en el ruido de

                                      Muerte de la vida

En el mar frenético de los sueños despiertos, del delirio

Que tranquiliza a los hombres, pero más allá aún

Donde no hay rastro de sensación de vida

Nada más que un gran naufragio en mi vida de todo lo que quería

Hasta de los más íntimos amores, por los que hubiera dado la vida

Son ahora extraños –más todavía que el resto.

Languidezco en una morada que ningún hombre holló

Un lugar en que jamás aún mujer lloró o sonrió

Para estar a solas con Dios, el Creador

Y dormir ese sueño que dormía en la infancia

Procurando no molestar a nadie –helado, mudo

Sobre la hierba como un perro, irreal como el cielo.

 

 

EL BACARRÁ EN LA NOCHE

¿Quién me engaña en la noche, y aúlla

Pidiéndome que salga, que salga a la calle y camine,

Y corra, y atraviese las calles como perro rabioso

Las calles desiertas en que es siempre de noche,

Buscando locamente el bacarrá de la noche?

 

¿Quién me despierta, qué hembra mortal o pájaro,

                                                                                  Para decirme

Que aún vivo, que aún deseo, que tengo

Todavía que imprimir una última dirección a mis ojos

Para buscar el bacarrá en la noche?

 

¿Qué uñas escarban mi vejez, y qué mano que no perdona

Tortura mi muñeca, conduciéndome

Como a un lugar seguro, al bacarrá en la noche?

¿Qué mano de madre, qué oración susurran

Luna tras luna los labios de la luna

Gritando en medio de la calle a solas

Descubriéndome en la acera, denunciando a todos

Mi testamento secreto, mi pavor y mi miedo

Sin descanso de encontrarme, no sé si hoy quizás, tal vez

                                                                            Mañana, jugando

Ya para siepre al bacarrá en la noche.

 

 

EL DÍA EN QUE SE ACABA LA CANCIÓN

Cuando el sentido, ese anciano que te hablaba

En horas de soledad, se muere

                                                       Entonces

Miras a la mujer amada como a un viejo,

Y lloras.

              Y queda

Huérfano el poema, sin padre ni madre,

                                                                        Y lo odias,

Aborreces al hijo colgado

Como un aborto entre las piernas, balanceándose allí

Como hilo que cuelga o telaraña,

Cuando el sentido muere,

                                              Como un niño

Castrado por un ciego,

Al amparo de la noche feroz, de la noche:

Como la voz de un niño perdido aullando en sólo un poco de tabaco en la mano,

                                                                                El viento

El día en que se acaba la canción, dejando

Sólo un poco de tabaco en la mano,

                                                                Y la ciudad ahora, las

Ciudades convertidas en vastas plantaciones de tabaco,

                                                                                          Y la mano

Asombrada toca la boca sin labios

El día en que se acaba la canción, y se pierde

El hombre que a sí mismo le daba el nombre de alguien

Al dar la vuelta a una esquina, un atardecer sin música.

El día en que se acaba la canción el dolor mismo

Es sólo un poco de tabaco en la mano,

                                                                    Y las palabras

Son todas de antaño, y de otro país, y caen

De la boca sin dientes como un líquido

Parecido a la bilis,

                                El día

En que se muere el sentido, ese

Asesino que al crepúsculo hablaba y al

Insomnio susurraba palabras y cosas,

                                                                  El día

En que se acaba la canción miras

A la mujer amada como a un viejo, y

Con la cabeza entre las piernas,

Frente al mundo abortado, lloras.

 

 

HAIKU

Te ofrezco en mi mano

                                         Los sauces que no he visto.

                                        ***

                                         “sta selva selvaggia ed aspra e forte”

                                                                           DANTE. Inferno

Si no es ahora ¿Cuándo moriré?

Si no es ahora que me he perdido en medio

Del camino de mi vida, y voy

Preguntando a los hombres quién soy, y

Para qué mi nombre, si no es ahora

¿Cuándo moriré?

Si no es ahora que aúllan los lobos a mi puerta

Si no es ahora que aúllan los lobos de la muerte

Si no es ahora que está como caído

Mi nombre al pie de mí, y boquea, y pregunta

A Dios por qué nace: si no es ahora

¿Cuándo moriré?

 

 

TERRITORIO DEL MIEDO

Está sola la araña en el telar del miedo

Está sola y lucha contra las estrellas del miedo

Y canta, canta la araña canciones al miedo

Que dicen por ejemplo: el miedo es una

Mujer que camina descalza en la nieve

En la nieve del miedo, rezando, pidiendo a Dios de

                                                                                           Rodillas

Que no haya sentido, y que

Camine la muerte por las calles

Desnuda, ofreciendo su sexo y su mano para

Acompañarnos en el Miedo.

 

 

EL LOCO

He vivido entre los arrabales, pareciendo

Un mono, he vivido en la alcantarilla

Transportando las heces,

He vivido dos años en el Pueblo de las Moscas

Y aprendido a nutrirme de lo que suelto.

Fui una culebra deslizándose

Por la ruina del hombre, gritando

Aforismos en pie sobre los muertos,

Atravesando mares de carne desconocida

Con mis logaritmos.

Y sólo pude pensar que de niño

Me secuestraron para una alucinante batalla

Y que mis padres me sedujeron para

Ejecutar el sacrilegio, entre ancianos y muertos.

He enseñado a moverse a las larvas

Sobre los cuerpos, y a las mujeres a oír

Cómo cantan los árboles al crepúsculo, y lloran.

Y los hombres manchaban mi cara con cieno, al hablar,

Y decían con los ojos “fuera de la vida”, o bien

                                                                 “no hay nada que pueda

Ser menos todavía que tu alma”, o bien “cómo te llamas”

Y “qué oscuro es tu nombre”.

He vivido los blancos de la vida,

Sus equivocaciones, sus olvidos, su

Torpeza incesante y recuerdo su

Misterio brutal, y el tentáculo

Suyo acariciarme el vientre y las nalgas y los pies

Frenéticos de huida.

He vivido su tentación, y he vivido el pecado

Del que nadie cabe nunca nos absuelva.

 

 

DEDICATORIA

Más allá de donde

Aún se esconde la vida, queda

Un reino, queda cultivar

Como un rey su agonía,

Hacer florecer como un reino

La sucia flor de la agonía:

Yo que todo lo prostituí, aún puedo

Prostituir mi muerte y hacer

De mi cadáver el último poema.

 

 

LA ORACIÓN

Y la Madre reprendió al niño, y dijo

Qué haces que no velas el cadáver

Y el puso su boca en aquel falo, y

Subió lentamente como de un alimento

Porque el muerto ese era el incienso

Que purificaba los

Sabidos hedores del teatro, su

Turbia agonía de modo que al crepúsculo la madre repetía

Al fondo para saber si duerme o si nos piensa

Y no te olvides nunca de velar el cadáver:

Que nos absuelva, dile, que hemos vivido mucho

Y tropezamos ya con los muebles, y el alma está

Podrida, y huele

Demasiado, demasiado: ve y mira si nos piensa

Y el hijo sorbía de aquel ano abierto.

 

 

INCESTO

Bello es el incesto.

Hay torneo de lanzas, y juegos

Y el vino promete su derrame

Para alegrar la unión

De los esposos.

Se decapitará a dos niños para saber si es buena

La sangre, y si así augura

Una feliz unión para los siglos.

Cándido, hermoso es el incesto.

Madre e hijos se ofrecen sus dos ramos

De lirios blancos y de orquídeas, y en la boca

Llevan ya el beso para desposarlo.

Y en la noche

De bodas, invitado

Viene también el cielo: lluvia

                                                   Y truenos

Y los rayos, y el mundo entero convertido en lodo

Para celebrar la unión

De los esposos.

 

 

NECROFILIA (prosa)

El acto del amor es lo más parecido

A un asesinato.

En la cama, en su terror gozoso, se trata de borrar

El alma del que está,

Hombre o mujer,

Debajo.

              Por eso no miramos.

Eyacular es ensuciar el cuerpo

Y penetrar es humillar con la

Verga la

Erección de otro yo.

Borrar o ser borrados, tanto da, pero

En un instante, irse

                                  Dejarlo

                                               Una vez más

Entre tus labios.

 

 

TRES HISTORIAS DE LA VIDA REAL (1981)

 

LA LLEGADA DEL IMPOSTOR FINGIÉNDOSE LEOPOLDO MAÍA PANERO

Al amanecer, cuando las mujeres comían fresas crudas, alguien llamó a mi puerta diciendo ser y llamarse Leopoldo María Panero. Sin embargo, su falta de entereza al representar el papel, sus abundantes silencios, sus equivocaciones al recordar frases célebres, su embarazo cuando le obligué a recitar a Pound, y finalmente lo poco gracioso de sus gracias, me convencieron de que se trataba de un impostor. Inmediatamente, hice venir a los soldados: al amanecer día siguiente, cuando los hombres comían pescado congelado, y en presencia de todo el regimiento, le fueron arrancados sus galones, su cremallera, y arrojado a la basura su lápiz de labios, para ser fusilado poco después.  Así terminó el hombre que se fingía Leopoldo María Panero.

 

EL HOMBRE QUE SE CREÍA LEOPOLDO MARÍA PANERO

Llovía y llovía sobre la casa de De Kooning, célebre por sus aparecidos. Allí, el hijo menor de De Kooning, se levantó nervioso de la cama, se puso una bata y fue hasta el dormitorio de su padre para decirle que era Leopoldo María Panero. Mientras se demoraba por acentuar su disgusto por la película de Chávarri El desencanto, no hubo más remedio que llamar a un psiquiatra. Ya en el manicomio, persistía en su delirio, imaginaba escenas de la infancia, calles de Astorga, campanadas, porrazos de mi padre. Tras un rápido electroshock, pasó a creerse Eduardo Haro, una ligera variante de la primera figura. Luego se puso a cojear y a toser y afirmar ser vicente Aleixandre. Mientras tanto en la casa de De Kooning, entre ruido de cadenas, siguen multiplicándose los aparecidos.

III EL HOMBRE QUE MATÓ A LEOPOLDO MARÍA PANERO

Mi querido amigo Javier Barquín siempre creerá que fue él quien mató a Leopoldo María Panero. Pero eso no es cierto. Nadie tenía entonces valor para hacerlo. El sujeto tenía aterrorizada a toda la ciudad. Había raptado a varias mujeres y amenazaba con torturarlas. Así que esa tarde me decidí, fui a la armería de Jim y compré un revólver calibre 45. En el momento en que Leopoldo María Panero estaba intentado extorsionar una vez más a Javier Barquín, yo disparé desde lejos. Como Javier había sacado también una pequeña pistola, supuso haber sido él quien hiciera justicia. Toda su vida creerá que fue él quien mató a Leopoldo María Panero. Pero no fue así. Yo soy el hombre que mató a Leopoldo María Panero.

 

 

ORA ET LABORA, I

Señor, largo tiempo llevo tus restos en el cuello

                                                                                     Y aún

Mi boca sola, y me arrodillo ante las tardes

Y en el rezo me evaporo,

Como si fuera mi casa la ceniza.

                                                         Es

Como si no existo, como si el rezo

Pidiera a los dioses la limosna de mi nombre

Ante la tarde entera.

Nunca supe lo que el cielo era:

Quizá la tarde, tal vez

Amar más que ninguno

A mi madre, la ceniza.

                                       ¡Oh espía!

De mí aparta tu ojo, hice un voto

Haz secreta mi muerte.

 

 

EL CANTO DE LO QUE REPTA

La que después de muerta se demora en morir, repta

La que tarda, simplemente, en morir repta

Y deja un rastro de baba entre casas y hecho como signo

De la vida que arrastra: es

Pesarosa y lenta la vida de lo que repta. Y así

Tu recuerdo en el fondo de mi alma repta

Y su contacto de piel viscosa y muerta me

Produce algo así como un escalofrío

Algo como terror. Y también yo repto, me

Arrastro entre los vidrios dispersos de tu espejo, entre los

                           Harapos de ti que aún quedan

Absurdamente en el

Cubo de basura de mi memoria,

Espectros en la casa abandonada

En la casa abandonada que yo soy. Y repto

Al fondo de mí, como si fuera

Yo mi recuerdo tan sólo, como si estuviera

Dormido al fondo de mí, como una vivencia olvidada. Y

                        Me desenvuelvo entre las ruinas somnolientas

  Y a través

Del palacio en el que no puedo entrar, como

Una hábil serpiente. Me queda sólo la ebriedad

Dolorosa que produce

La idea del suicidio; estoy a solas

Con la idea del suicidio, con la idea de aplastarme como a un

                                Reptil.

Todo hombre es un rey entre almenas que sienten

Todo hombre es castillo de una princesa muerta

Todo hombre, una máscara rodeada de tenedores

Y un cadáver que escupe la boca de un fauno.

Llevan mis ojos en la frente

Mis enemigos han muerto,

                                                Sólo queda

La vergüenza de la vida.

De mí sólo queda la vida,

Las manos que se mueven,

Los ojos de la frente,

Las lágrimas sin dueño:

Mientras los hombres mueren

La barba crece.

                           Guárdate, amor, de cruzar el río

Que nos separa,

                            La vida es sólo un árbol

Un árbol

                Que crece.

Crece el poema como un árbol

Y entre sus ramas, como niebla densa,

Alabando a la noche,

                                      Mi padre

Se ahorca.

 

 

EL LAMENTO DE JOSÉ DE ARIMATEA

No soporto la voz humana,

Mujer, tapa los gritos del

Mercado y que no vuelva

A nosotros la memoria del

Hijo que nació de tu vientre.

No hay más corona de

Espinas que los recuerdos

Que se clavan en la carne

Y hacen aullar como

Aullaban

En el Gólgota los dos ladrones,

Mujer,

No te arrodilles más ante

Tu hijo muerto,

                            Bésame en los labios

Como nunca hiciste

Y olvida el nombre

Maldito

De Jesucristo.

 

Danza en la nieve

Mujer maldita

Danza hasta que tus pies

Descalzos sangren,

El sabbath ha empezado

Y en las casas tranquilas

De los hombres

Hay muchos más

Lobos que aquí.

Luego de bailar toca

La nieve: verás que es buena

Y que no quema tus manos

Como la hoguera

En que tanta belleza

Arderá algún día.

Partiendo de los pies

Hasta llegar al sexo

Y arrasando los senos

Y chamuscando el pelo

Con un crujido como de

Moscas al estallar en la

Vela.

   Así arderá tu cuerpo

Y del Sabbath quedará

Tan sólo una lágrima

Y tu aullido.

 

 

ACERCA DEL CASO DREYFUSS SIN ZOLA O LA CAUSALIDAD DIABÓLICA

 

EL FIN DE LA PSIQUIATRÍA

La locura se puede definir, muy brevemente, como una regresión al abismo de la visión o, en otras palabras, al cuerpo humano que ésta gobierna. En efecto, la zona occipital, que regula el desarrollo de la visión, controla, según mi hipótesis, el cerebro, y el cerebro controla todo el cuerpo. De ahí que sea tan importante lo que Lacan minimizaba como “inconsciente escópico”, y esa mirada a la que el dicho psicoanalista apodara “objeto a minúscula”. Por el contrario, la mirada es un infinito. Contiene imágenes en forma de alucinaciones que son lo que Jung llamará “arquetipos” y Rascowski “visión prenatal”. Frenczi habló del inconsciente biológico: por muy increíble que parezca, ése está contenido en la  mirada en forma de alucinaciones. La magia, el inconsciente antes de Freud, lo sabía: “Fons oculus fulgur”. Freud también decía que el inconsciente se crea a los cuatro o cinco años; en efecto, los niños padecen dichas alucinaciones de una forma natural: de ahí el retorno infantil al totemismo, del que habla también el fundador del psicoanálisis.

Pero el cuerpo humano, que, salvo para los niños, es un secreto, contiene igualmente alucinaciones olfativas, aunque éstas no remitan a inconsciente metafísico o junguiano alguno, es decir, a inconsciente alguno de la especie o, en otras palabras, a su pasado, en el que los dioses están bajo la figura de tótems, pues no en vano la palabra “zodiaco” significa en griego animales. Dioses estos, pues, corporales, hijos del Sol y de la Tierra.

He aquí, por consiguiente, que el cuerpo contiene la locura y como el único cuerpo entero que existe es el cuerpo infantil, es por tal motivo que la esquizofrenia tuvo por primera nombre “dementia precox” o demencia traviesa. Respecto a la paranoia, su problemática es triple o, en otras palabras, quiero decir que existen tres tipos de paranoia, pues ya nos dijo Edwin Lemert que no existe la paranoia pura; uno de los tipos de paranoia, cuyo síndrome es el delirio de autorreferencia, no reenvía al problema de que el psiquismo animal es colectivo, y ése es el magma alquímico, en cuyo seno se hunde tal género de paranoico. El otro género de paranoico es el que proyecta su agresividad, con frecuencia, sobre su mujer en el delirio de los celos. El tercer género de paranoico es el que, según ya dijo Edwin Lemert, tiene realmente perseguidores. Ése es el caso al que yo llamo el caso Jacobo Petrovich  Goliadkin (el protagonista de El doble de F. M. Dostoyewski). Es un sujeto con frecuencia deforme, enano o simplemente raro o tan oscuro como Dreyfuss, que es víctima de agresiones, humillaciones y vejaciones por parte de sus amigos o compañeros de oficina – o, a veces, de un portero, o sencillamente de un camarero-, y que para dar sentido estético a su vivencia se inventa a los masones, o a la C.I.A., metáforas que reflejan a tan sombríos compañeros.  

Las otras locuras son frecuentemente productos la psiquiatría: tal es el caso de las alucinaciones auditivas, que no existen en estado natural alguno y que son producto de la persecución social o psiquiátrica que cuelga, como vulgarmente se dice, en lugar de explicar o aclarar. Pues cada ser humano puede ser en potencia un psiquiatra, con sólo prestarnos la ayuda de su espejo. Pasemos ahora al caso de Dreyfuss.; el caso Dreyfuss, en verdad, fue, como el mío, un caso muy extraño. Ni yo ni él entendimos el origen de la persecución: su naturaleza, sin embargo, o su mecanismo puede definirse como el efecto “bola de nieve” se empieza por un pequeña injusticia y se sigue por otra y por otra más aún hasta llegar a la injusticia mayor, la muerte. O bien como en Lynch empieza uno y continúan todos. Así, yo he sido la diversión de España durante mucho tiempo y, a la menor tentativa de defenderme, encontraba la muerte, primero en Palma de Mallorca en forma de una navaja y, luego, en el manicomio del Alonso Vega (Madrid) en forma de una jeringa de estricnina; pero todo por un motivo muy oscuro, no sé si por mi obsesión por el proletariado, nacida en la cuna de la muerte, o bien, por miedo a que desvelara los secretos de un golpe de Estado en que fui utilizado como un muñeco, y en el que los militares tuvieron, primero, la cordura de apodarme “Cervantes”, para llamarme después, en el juicio, “el escritorzuelo”. Pero no son sólo los militares los que me usaron: en España me ha usado hasta el portero para ganarse una lotería que de todos depende, porque el psiquismo animal es colectivo, y éste es el motivo de que el chivo expiatorio regale gratuitamente la suerte, en un sacrificio ritual en pleno siglo XX, en nombre de un dios que ya no brilla, sino que cae al suelo herido por las flechas de todos. Ese dios al que todos odian por una castidad que ha convertido al español en un mulo y en una mala bestia. Al parecer toda España ha rodeado amorosamente a la muerte entre sus brazos, y la prefieren al sexo y a la vida.

Que ella les dé al fin su último beso en la pradera célebre del uno de mayo.

 

 

LO QUE STÉPHANE MALLARMÉ QUISO DECIR EN SUS POEMAS

Quiso el viejo decir cuando ya la última lámpara

En el cuarto esta apagada

Y el sol no nos veía, la sierpe lanzada

Con las heces del día al pozo del recuerdo

Al sueño que todo lo borra, al sueño,

Quiso decir el viejo que las leyes

Del amor no son las leyes de la nada

Y que sólo abrazados a un esqueleto en el mundo vacío

Sabemos como siempre que el amor es nada

Y que la nada

Siendo así algo que con el amor y la vida

Finalmente rompe, quiere una ascesis

Y es por ello que una cruz en los ojos, y un

Escorpión el falo representan al poeta

 En brazos de la nada, de la nada henchido

Diciendo que ni siquiera Dios es superior al poema.

 

 

INVOCACIÓN Y LECTURA

Del color de la vejez es el poema

Que a la vida insulta y a los hombres increpa

Llamándoles con voz de sirena hacia el desierto:

Qué larga es hacia la nada la procesión de los hombres

Con gritos y relinchos, y fuego en los dos ojos

Y ceniza que cae señalando el camino

Y alabando al abismo la página que escribo

Y que se dobla y se tuerce entre tus manos.

 

 

REGALO DE UN HOMBRE

Esta tarde, a las 7,

Brillará mi cadáver

De una luz más pura: y una mano

Lo tocará desde el poema.

Al rito de morir se le llama la vida

Y Dios se esconde entre mis muslos

Y mis padres piden perdón por haber entregado

Desnudo a los hombres en la oscura llanura.

 

 

BRILLO EN LA MANO

Locura es estar ausente

Humo es todo lo que queda

De mí en la página que no hay

Cae al suelo mi figura

Y llibre de mí se mueve

El papel de pura ausencia.

 

 

COMO UN VIEJO CHUPANDO UN LIMÓN SECO

Como un viejo chupando un limón seco

Así es el acto poético.

El caballo con su espada

Divide la vida en dos:

A un lado el placer sin nada

Y al otro, como mujer vencida

La vida que despide mal olor.

 

 

PIEDRA NEGRA

Señor del mal, ten piedad de mi madre

Que murió sin sus dos tetas

Y sobre la que yo escupí,

Y ahora amo

Ahora en vano reclamo al país de los muertos

Que murió envuelta en víboras y víctima

De una podredumbre que nos hacía mirarnos a los ojos

Como dicen que Dios mira a los hombres, con horror

Con pena del asesino, con tibia extrañeza

De la jibia que entre sus manos se retuerce

Por temor a ser mirada por Dios,

Y ver en su luz que no merece

Ni mereció nunca la vida: y que él arroja desde lo alto del cielo a Despeñaperros

Diciendo: tan alto subió tu orgullo

Mira ahora que cae igual de rápido.

Pero ya voy, madre, a encontrarme

Con la única mujer que he conocido, y que es la muerte

Cuyo cuerpo con vicio tantas veces he tocado

Riéndome de todos mis cadáveres!

Y que sea la rosa infecunda de la nada

Que tantas veces cultivé porque se parecía a la muerte

La que recuerdo mis heces a otros condenados

A escribir y mear, bajo el sol entero

En esta habitación parecida a un retrete

Donde la crueldad dora la piedra negra

En que toda vida acaba, y se celebra

Tirando de la cadena.

 

 

SUICIDIO

Oh mano mía, mano de mi fantasma

Mano de Scardanelli que tercamente escribe

La historia al revés (a partir de mi vida

Acabada)

Háblame otra vez del misterio de la lluvia

Que habla sola con el cristal

Como invocándome desde el reino de los muertos

Como llamándome a esa comunión en el Leteo: porque

Qué impura es la noche para el jorobado

Y cómo oscuramente

Lo bendice el rocío

Y que lejos está Dios del insecto

Que retiene en su ámbar la noche

Para no morir y cómo

Se vence la mano y cae con ella

Cuando de la noche no es, cuando

Termina el poema.

 

 

LECTURA

Yo no hablo del sol, sino de la luna

Que ilumina eternamente este poema

En donde una manada de niños corre perseguida por los lobos

Y el verso entona un himno al pus.

Oh amor impuro! Amor de las sílabas y de las letras

Que destruyen el mundo, que lo alivian

De ser cierto, de estar ahí para nada,

Como un arroyo

Que no refleja mi imagen,

Espejo del vampiro,

De aquel que, desde la página

Va a chupar tu sangre, lector

Y convertirla en lágrima y en nada:

Y a hacerte comulgar con el acero

 

 

LECTURA (II)

En silencio un áspid

Muerte tu cuello: y caen

De la herida rubíes y avanzan

Mujeres a lo largo de la nada:

                                                     Peor que el invierno

La ceniza del cigarrillo sobre el poema.

 

VARIANTE

En el silencio un áspid

Muerde tu cuello: y cae

La ceniza del cigarrillo sobre el poema.

 

 

OH SEÑOR JESÚS, PUES LA LEPRA ME CONSUME

Oh Señor Jesús, `pues la lepra me consume

¡Ten piedad de mí!

Señor  de los leprosos y rey de los gusanos

Ya que tengo el labio destrozado

Y el brazo convertido en muñón

Y la baba de los días quema mi esperanza

¡Ten piedad de mí!

Yo que ni hijos ni mujer merezco

Aquí, en la isla de Molokai

Viendo cómo cae al suelo mi carne

Rezo para ver tu cara,

También consumida por la lepra.

Tú que eres mi mujer y mis hijos

Ya que es lo único que puedo yo ofrecerte

Te ofrezco, laurel y cirio,

Mi muerte.

 

 

LA CUÁDRUPLE FORMA DE LA NADA

Yo he sabido ver el misterio del verso

Que es el misterio de lo que a sí mismo nombra

El anzuelo hecho de la nada

Prometido al pez del tiempo

Cuya boca sin dientes muestra el origen del poema

En la nada que flota antes de la palabra

Y que es distinta a esa nada que el poema canta

Y también a esa nada que el poema canta

 Y también a esa nada en que expira el poema:

Tres pues son las formas de la nada

Parecidas a cerdos bailando en torno del poema

Junto a la casa que el viento ha derrumbado

Y ay del que dijo una es la nada

Frente a la casa que el viento ha derrumbado:

Porque los lobos persiguen el amanecer de las formas

Ese amanecer que recuerda a la nada;

Triple es la nada y triple es el poema

Imaginación escritura y lectura

Y páginas que caen alabando a la nada

La nada que no es vacío sino amplitud de palabras

Peces shakesperianos que boquean en la playa

Esperando allí entre las ruinas del mundo

Al señor con yelmo y con espada

Al señor sin fruto de la nada.

Testigo es su cadáver aquí donde boquea el poema

De que nada se ha escrito ni se escribió nunca

Y ésta es la cuádruple forma de la nada.

 

 

ÉXTASIS

El león florece en la nada

Único verdadero unicornio

Única rosa

Sobre mi cabeza calva

En que anida el búho

Cantando no para el hombre:

Y es como si una mujer de repente en la calle volviese su cara

El éxtasis y el asombro del poema.

 

 

SERENIDAD

                          A Martin Heidegger

Sólo hay dos cosas: mi rostro desfigurado

Y la dureza de la piedra.

La conciencia sólo se enciende

Cuando el ser está contra ella:

Y es así que todo conocimiento

Y la matriz de toda figura

Es una herida,

Y sólo es inmortal

Lo que llora.

Y la noche, madre de la sabiduría

Tiene la forma inacabable del llanto.

***

La luz, la luz

Cuando estaba demasiado cerca del mar

Límite del desierto

Del desierto en que florecen las rosas crueles

Hambrientas del hombre.

***

Las palabras

Construyen el bosque

Un árbol es sólo un árbol

Cuando lo toca el poema.

***

Las campanas barren el sonido

Enuncian letra a letra el desierto

En que una flor se pudre entre las manos ajadas

                                         De una vieja

Que llora de haber perdido su nombre.

 

 

EL PANTANO

                        A Toñi, In memoriam

Ven, es de noche, recorramos el pantano

Y el ocaso de los reyes

Ven, es de noche, todos los reyes han muerto

Recorramos como por vez primera el pantano:

El cielo se retuerce en los ojos de la sierpe

Y es como si amaneciera para siempre

Y nuestros ojos no pudieran cerrarse

Sólo ver y volver a ver el pantano

Cuando amanece en los ojos de la sierpe.

 

 

UN GOLPE DE DADOS NO ABOLIRÁ EL AZAR

Cosa redonda en mis labios

El infierno en mis pupilas

Bajo el oro de lo escrito

Muere el papel siempre en vano.

***

Qué fue lo que aquí hubo.

Un animal, un rostro, el pecho de una herida.

Para que con su sangre

Con luz reguemos el viento de la nada,

La atroz convulsión de unos ojos que,

Antes de morir, disparan

Sobre el poema.

Y sangra la luz, sangra el poema

Ya que entre jazmines un animal ha muerto.

He aquí, en la nada

El pecho del poema.

***

Qué es el viento sin sombra, sino una nada

A si misma abrazada.

Qué es la serpiente muerta, sino

Una luz en los ojos, una imagen

Que nombra a la cosa.

Qué es tu vida, mamón, sino algo

Que es menos todavía que una vida

Que una mano pálida que torpemente araña

La pared.

                Dicen que estoy vivo.

Dicen que estoy vivo y me llamo de algún modo

Y vanamente escribo,

Sobre la sombra cruel de la pared.

Pero es verdad que el viento ha deshecho la casa

Como el soplo del lobo,

Y unas voces me insultan en la cama.

 

 

ME CELEBRO Y ME ODIO

Me celebro y me odio a mí mismo

Palpo el muero en que habrá de grabarse mi ausencia

Mientras el poema se escribe contra mí,

   Contra mi nombre

Como una maldición del tiempo.

 

                    Escupo estos versos en la guarida de Dios

    Donde nada existe

Sino el poema contra mí.

 

 

ADORAR A DIOS ES ODIAR A LOS HOMBRES

Adorar a Dios es odiar a los hombres

Que reptan a sus pies

Y rezan contra la vida

Y desaparecen en el canto

En el canto cruel que escribe contra la vida

Y contra el hombre: oh Diana cazadora

Que azuzas a tus perros contra el hombre.

 

KAFKA

La luna y la locura

En este verso anidan

Huyendo de los hombres,

Del ladrido de los hombres

De su furia ajena al verso

En que se balancea el trapecio

De un artista del hambre.

 

 

LA IDIOTEZ ES UNA CONJURA

La idiotez es una conjura

Para que brille el aire

Como una madonna ante el espejo

Masturbándose lentamente.

 

 

MI MEMORIA ARDE EN LA SOMBRA

Mi memoria arde en la sombra

Y quema: quema como la yesca

El martillo de mi memoria

Que me dice que no soy, ni he sido,

Que soy como alguien escupido

En los labios del presente.

 

 

EL VIENTO ROMPE MI CARA

El viento rompe mi cara

Y el aire desdibuja mi figura

Soy una bruja allá donde no hay nadie

Sino un temblor en mis manos

Cuando escribo el poema

 

 

Y(ETA)

El león se quiebra en el aire

Y día a día bajo de la ceniza de sus ojos

Y una flor se derrumba ante mi mirada

Y escribo mi nombre con dedos gordezuelos.

***

El silencio no es el fin:

Es el comienzo.

Todo empieza allá donde nadie habla

Y un leopardo cae de mi boca

Y una serpiente detiene su caída:

El silencio no es el fin:

Es el amanecer del color, y de las bestias.

***

Donde no hay color,

                                     Es el amanecer de las formas.

Donde la bestia no muge,

                                             Es el despertar del leopardo.

Donde tiembla mi voz,

                                        El comienzo del poema.  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

     


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