De entre las frases más célebres que se oyen en “El desencanto”, el impactante documental que Jaime Chávarri hizo sobre los Panero, la que salió de la boca de un joven Leopoldo María sobre el fracaso quizás ha sido la más sonada, también la más falsa y la más fácil: “el fracaso –sentenció- es la más resplandeciente de las victorias”. Triste victoria la de una vida cuyo mente acabó fracasando estrepitosamente en los manicomios. De ellos nos quedan los libros que fue mandando a la imprenta, especialmente el poemario “Poemas del Manicomio de Mondragón”, 1987, manicomio del que llegó a decir, en una segunda parte del documental -“Después de tantos años”- que era el infierno: “te putean los locos de la manera más descarada, están todo el día en plan agresivo, beben como cosacos, les azuzan contra mí”. Además de sacarle brillo sin parar a su lado maldito y de sentirse el chivo expiatorio de todo un país fratricida, jugó a perfeccionar la máscara de la locura, y sin embargo no cesaba de despotricar contra ella, una vez que la había escarmentado en sus propias carnes: “Yo creía en la locura antes –sigue diciendo en este segundo documental-, creía en su valor ético, pero he comprobado que la gente que sufre no tiene por qué ser buena, generalmente son más malos que la quina, una vez que se entra aquí sólo se sale con los pies por delante”. En sus últimos años Leopoldo María no dejaba de quejarse de su infierno, de su sufrimiento. Quizás el malditismo tenga que ver más con el sufrimiento que con el mismo mal. Es paradójico que el mejor poema de Leopoldo María Panero sea acaso el más bendito de toda su producción y seguramente uno de los más bellos poemas de la gente de su generación. También es curioso que se lo dedicase a su madre, a la que por otra parte maldecía y la acusaba de ejercer la brujería. Su hermano Michi Panero –al que le habían colgado la leyenda de ser el mejor escritor de la familia sin haber escrito nada- lo dijo con su lucidez acostumbrada: “Leopoldo escribe cada vez peor, lo cual es trágico para él porque se da cuenta”. Creo que esta degradación poética que se va acompasando con la mental es la que puede percibir el lector que se acerque a su obra y no se deje obnubilar por el brillo del malditismo. Antes de hacerse famoso con la celéberrima película de Chávarri, ya era una joven promesa de la poesía al aparecer seleccionado en la antología de Castellet, “Nueve poetas novísimos”, cuando apenas había escrito un puñado de poemas. Su primer encontronazo con la psiquiatría ya viene de 1968. Siguió destruyéndose con el alcohol, aliñándolo con las no menos destructivas y pérfidas drogas que le iban endilgando los psiquiatras en los sanatorios. Mientras iba perfilando los libros con los que cimentaba su leyenda de poeta loco, cargando las tintas en el repertorio de títulos, cuanto más malditos más laureles: Teoría en 1973; El último hombre, 1983; Contra España y otros poemas no de amor, 1990 Heroína y otros poemas en 1992; Locos, 1995. No abundo más en pormenores de su vida, porque creo que su mejor documento biográfico aparece en los espléndidos documentales ya reseñados y de los que aquí se deja enlace. También es buen documento del más interesante de los tres hermanos, Michi Panero -se deja la magnífica canción que le dedicara Nacho Vegas-, y del más distante, el poeta Juan Luis Panero. Todos competían en “El desencanto” por ver quién daba la estocada de fin de raza y quién mataba de forma más cruel al padre, el poeta más celebre del clan y aupado como poeta oficial del régimen del dictador Franco, Leopoldo Panero Torbado. Todos, como en el título de Fitzgerall, eran hermosos y malditos. La más hermosa de todos ellos era la madre, quien fuera descrita como la chica más hermosa de la alta burguesía de Madrid, Felicidad Blanc, mujer culta e inteligente, quizás también la más maldita, o eso pensaba su hijo Leopoldo cuando la llamaba la bruja y le echaba la culpa de su alcoholismo y de su locura y de toda la ruina de la familia. Le había dado a luz en Madrid un 17 de julio de 1948 y le había seguido para cuidarle en su periplo manicomial hasta Mondragón, Guipúzcoa, donde murió de un cáncer de pecho en 1990. Su hijo sobrevivió 24 años sin la sombra de su madre por los distintos manicomios en los que fue recalando hasta que murió en el último de ellos, en Las Palmas de Gran Canaria, un 5 de marzo de 2014. Poco antes había dicho: “Viejo es poco; me siento Matusalén: me miro al espejo y me doy miedo”. Podría haber sido uno de sus epitafios o uno de sus versos malditos. O tal vez la frase de uno de los monstruos en una película de terror. También dijo: “Yo creo que toda la existencia es obra del miedo. Yo creo que el Estado existe para amparar al hombre del miedo”; Leopoldo María murió solo y desamparado en una de esas instituciones que nos protegen del miedo: el que todos tenemos por los locos. Creo que eso es lo mejor que se puede decir de sus libros; creo que encontró en ellos ese amparo que la sociedad le había negado. Fueron una dulce droga contra ese horrible miedo de sentirse loco y maldito.
Se deja enlace a los dos documentales sobre la familia: "El desencanto" y "Después de tantos años".
https://zoowoman.website/wp/movies/el-desencanto/
https://zoowoman.website/wp/movies/despues-de-tantos-anos/
EL LOCO MIRANDO DESDE LA PUERTA DEL JARDÍN
Hombre normal que por un momento
cruzas tu vida con la del esperpento
haz de saber que no fue por matar al pelícano
sino por nada por lo que yazgo aquí entre otros sepulcros
y que nada sino al azar y a ninguna voluntad sagrada
de demonio o de dios debo mi ruina.
A MI MADRE
(reivindicación
de una hermosura)
Escucha en
las noches cómo se rasga la seda
Y cae sin
ruido la taza de té al suelo
Como una
magia
Tú que sólo
palabras dulces tienes para los muertos
Y un manojo
de flores llevas en la mano
Para esperar
a la Muerte
Que cae de
su corcel, herida
Por un caballero que la apresa con sus labios brillantes
y llora por las noches
pensando que le amabas,
Y dice sal
al jardín y contempla cómo caen las estrellas
Y hablemos
quedamente para que nadie nos escuche
Ven, escúchame
hablemos de nuestros muebles
Tengo una
rosa tatuada en la mejilla y un bastón con
Empuñadura en
forma de pato
Y dicen que
llueve por nosotros y que la nieve es nuestra
Y ahora que
el poema expira
Te digo como
un niño, ven
He
construido una diadema
(sal al
jardín y verás cómo la noche nos envuelve).
DESEO DE SER
PIEL ROJA
La llanura
infinita y el cielo su reflejo.
Deseo de ser
piel roja.
A las
ciudades sin aire llega a veces sin ruido
El relincho
de un onagro o el trotar de un bisonte.
Deseo de ser
piel roja.
Sitting Bull
ha muerto: no hay tambores
Que anuncien
su llegada a las Grandes Praderas.
Deseo
De ser piel
roja.
El caballo
de hierro cruza ahora sin miedo
Desiertos
abrasados de silencio.
Deseo de ser
piel roja.
Sitting Bull
ha muerto y no hay tambores
Para hacerlo
volver desde el reino de las sombras.
Deseo de ser
piel roja.
Cruzó un
último jinete la infinita
Llanura,
dejó tras de sí vana
Polvareda,
que luego se deshizo en el viento.
Deseo de ser
piel roja.
En la Reservación
no anida
Serpiente
cascabel, sino abandono.
DESEO DE SER
PIEL ROJA.
(Sitting
Bull ha muerto, los tambores
Lo gritan
sin esperar respuesta.)
V
TROBAR LEU
SPIRITUAL I
Salí a la
calle y no vi a nadie,
Salí a la
calle y no vi a nadie,
¡Oh, Señor!,
desciende por fin
Porque en el
infierno ya no hay nadie.
SPIRITUAL II
Hoy Los
perros del Amo están de caza
No preguntes
por quién ladran los perros de ese Amo
Ya que es
por mí.
HAIKÚ
(Variable)
Yo soy sólo
mi perfil.
Cuando la
nieve cae, de mi rostro
Nada se ve.
(Variante)
Yo soy sólo
mi perfil.
Cuando la
nieve cae de mi rostro
Nada se ve.
(3ª
variante)
Cuando la
Nieve caiga
No estaré
ya.
EVE
A Mercedes, por el hilo que la une al
secreto
Porque
hiciste mi gesto eterno supe
Que eras la
muerte: porque ella sólo podía
Amarme si no
había
Hombres
para mí, vivos:
Sólo ella
Podía amarme; y supe también que
tú eras
La Muerte, y
que me amabas.
El rostro de
la Humanidad era
Para mí el
de nadie: como para ella,
Como para
ti: eres negra y no quieres
Nada de lo
que vive y no sabe
Hasta morir
que te desea.
Y vi, a través de ti, cómo surgían
Y surgen
cabezas de la tierra helada:
Cabezas,
yelmos, corazas, espadas
Es el fruto
que cosecha la tierra en este año
Que tanto recuerda
al último, al siguiente
Y me amaste
porque ya lo veía, porque
Veía crecer
ya en el huerto el fruto
Monstruoso
que incorporaba en sí
Todo dolor
en injusticia y desastre
Y me dijiste
“he aquí mi primer hijo
Yo que nada
sabía del ridículo
Acto de
nacer!”. Y agregaste:
“Éste reirá
de todo,
Y lo
encenegará todo con
El veneno de
risa mortal:
Cuando no haya nadie
Que recuerde
como se reía, éste reirá.”
Y te reíste
de mí, como mi madre
Al ver que
yo había nacido de ella.
Tan inmenso
Era el frío
en las ciudades
Que algunos
sabían que no era locura
Ni es, creer
que caerán –sobre mí
O seré yo el
que caiga al morir sobre tu cuerpo.
Pero en el frío crecían
Seguían
creciendo –la peor de las alfombras
De césped- los huesos y la carne de soldados
Que crecían
sobre la tierra helada. Y me dijiste:
“Ellos no
tendrán miedo porque están
Muertos, lo
mismo que tú me amas,
A mí que soy negra
Como la
vida, e hice una piedra de tu gesto”.
Y los
muertos brotaban sobre la tierra helada
-cabezas,
yelmos, corazas y espadas
Porque la
Muerte se había hecho vida.
Y pregunté
-te pregunté
entonces-: “Será mi alma
Buen
alimento para perros? Y contestaste: “no esperes
Que ella
sirva para otra cosa: fue creadas
Y pensada lo
mismo que tu cuerpo y huesos para
Que tus
palabras”. “Y ¿nada he de esperar?” “Nada”.
Y vi cómo
espadas y corazas y yelmos
Crecían
sobre el campo más yermo.
Y me olvidé.
LA
ALUCINACIÓN DE UNA MANO O LA ESPERANZA PÓSTUMA Y ABSURDA EN LA CARIDAD DE LA
NOCHE
Todo el
bienestar del mundo lo encuentro en Suleika cuando la achucho un poco me siento
digno de mí mismo; si me dejara –perdería los ojos.
(GOETHE, Diván Orienta
Occidental.)
Una mujer se
acercó a mí y en sus ojos
Vi todos mis
amores derruidos
Y me asombró
que alguien amase aún el cadáver,
Alguien como
esa mujer cuyo susurro
Repetía en
la noche el eco de todos mis amores aplastados
Y me asombró
que alguien lamiese en las costras todavía
Tercamente
la sustancia que fue oro,
Aquello que
el tiempo purificó en nada.
Y la vi como
quien ve sin creerla
En el
desierto la sombra de un agua,
La amé sin
atreverme a creerlo.
Y la ofrecí
entonces mi cerebro desnudo,
Obsceno como
un sapo, como una paz inservible
Animándola a
que día tras día lo tocase
Suavemente
con su lengua repitiendo
Así una
ceremonia cuyo sentido único
Es que
olvidarlo es sagrado.
UN POEMA DE
JOHN CLARE
I am
(je suis)
Soy –más qué
soy nadie sabe ni a nadie
Le interesa
–mis amigos
Me dejaron
como un recuerdo inútil
Que sólo se
alimenta de su propia desdicha
De mis penas
que surgen y se van, sin más, y para nada
Ejército en
marcha hacia el olvido
Sombras
confusamente mezcladas a los pálidos
Mudos,
convulsivos, escalofríos de algo
Parecido al
amor –y pese a todo soy y vivo
Como vapor
en el cristal, que borrarán seguro
Cuando
llegue el día.
En la
nada del desprecio, en el ruido de
Muerte de
la vida
En el mar
frenético de los sueños despiertos, del delirio
Que
tranquiliza a los hombres, pero más allá aún
Donde no hay
rastro de sensación de vida
Nada más que
un gran naufragio en mi vida de todo lo que quería
Hasta de los
más íntimos amores, por los que hubiera dado la vida
Son ahora
extraños –más todavía que el resto.
Languidezco
en una morada que ningún hombre holló
Un lugar en
que jamás aún mujer lloró o sonrió
Para estar a
solas con Dios, el Creador
Y dormir ese
sueño que dormía en la infancia
Procurando
no molestar a nadie –helado, mudo
Sobre la
hierba como un perro, irreal como el cielo.
EL BACARRÁ
EN LA NOCHE
¿Quién me
engaña en la noche, y aúlla
Pidiéndome
que salga, que salga a la calle y camine,
Y corra, y
atraviese las calles como perro rabioso
Las calles
desiertas en que es siempre de noche,
Buscando
locamente el bacarrá de la noche?
¿Quién me
despierta, qué hembra mortal o pájaro,
Para decirme
Que aún
vivo, que aún deseo, que tengo
Todavía que
imprimir una última dirección a mis ojos
Para buscar
el bacarrá en la noche?
¿Qué uñas
escarban mi vejez, y qué mano que no perdona
Tortura mi
muñeca, conduciéndome
Como a un lugar seguro, al bacarrá en la noche?
¿Qué mano de
madre, qué oración susurran
Luna tras
luna los labios de la luna
Gritando en
medio de la calle a solas
Descubriéndome
en la acera, denunciando a todos
Mi
testamento secreto, mi pavor y mi miedo
Sin descanso
de encontrarme, no sé si hoy quizás, tal vez
Mañana,
jugando
Ya para
siepre al bacarrá en la noche.
EL DÍA EN
QUE SE ACABA LA CANCIÓN
Cuando el
sentido, ese anciano que te hablaba
En horas de
soledad, se muere
Entonces
Miras a la
mujer amada como a un viejo,
Y lloras.
Y queda
Huérfano el
poema, sin padre ni madre,
Y lo odias,
Aborreces al
hijo colgado
Como un
aborto entre las piernas, balanceándose allí
Como hilo
que cuelga o telaraña,
Cuando el
sentido muere,
Como un niño
Castrado por
un ciego,
Al amparo de
la noche feroz, de la noche:
Como la voz
de un niño perdido aullando en sólo un poco de tabaco en la mano,
El viento
El día en
que se acaba la canción, dejando
Sólo un poco
de tabaco en la mano,
Y la ciudad
ahora, las
Ciudades
convertidas en vastas plantaciones de tabaco,
Y la mano
Asombrada
toca la boca sin labios
El día en que
se acaba la canción, y se pierde
El hombre
que a sí mismo le daba el nombre de alguien
Al dar la
vuelta a una esquina, un atardecer sin música.
El día en
que se acaba la canción el dolor mismo
Es sólo un
poco de tabaco en la mano,
Y
las palabras
Son todas de
antaño, y de otro país, y caen
De la boca
sin dientes como un líquido
Parecido a
la bilis,
El día
En que se
muere el sentido, ese
Asesino que
al crepúsculo hablaba y al
Insomnio
susurraba palabras y cosas,
El día
En que se
acaba la canción miras
A la mujer
amada como a un viejo, y
Con la
cabeza entre las piernas,
Frente al
mundo abortado, lloras.
HAIKU
Te ofrezco
en mi mano
Los
sauces que no he visto.
***
“sta
selva selvaggia ed aspra e forte”
DANTE.
Inferno
Si no es
ahora ¿Cuándo moriré?
Si no es
ahora que me he perdido en medio
Del camino
de mi vida, y voy
Preguntando
a los hombres quién soy, y
Para qué mi
nombre, si no es ahora
¿Cuándo
moriré?
Si no es
ahora que aúllan los lobos a mi puerta
Si no es
ahora que aúllan los lobos de la muerte
Si no es
ahora que está como caído
Mi nombre al
pie de mí, y boquea, y pregunta
A Dios por
qué nace: si no es ahora
¿Cuándo
moriré?
TERRITORIO
DEL MIEDO
Está sola la
araña en el telar del miedo
Está sola y
lucha contra las estrellas del miedo
Y canta,
canta la araña canciones al miedo
Que dicen
por ejemplo: el miedo es una
Mujer que
camina descalza en la nieve
En la nieve
del miedo, rezando, pidiendo a Dios de
Rodillas
Que no haya
sentido, y que
Camine la
muerte por las calles
Desnuda,
ofreciendo su sexo y su mano para
Acompañarnos
en el Miedo.
EL LOCO
He vivido
entre los arrabales, pareciendo
Un mono, he
vivido en la alcantarilla
Transportando
las heces,
He vivido
dos años en el Pueblo de las Moscas
Y aprendido
a nutrirme de lo que suelto.
Fui una
culebra deslizándose
Por la ruina
del hombre, gritando
Aforismos en
pie sobre los muertos,
Atravesando
mares de carne desconocida
Con mis
logaritmos.
Y sólo pude
pensar que de niño
Me
secuestraron para una alucinante batalla
Y que mis
padres me sedujeron para
Ejecutar el
sacrilegio, entre ancianos y muertos.
He enseñado
a moverse a las larvas
Sobre los
cuerpos, y a las mujeres a oír
Cómo cantan
los árboles al crepúsculo, y lloran.
Y los
hombres manchaban mi cara con cieno, al hablar,
Y decían con
los ojos “fuera de la vida”, o bien
“no hay nada que pueda
Ser menos
todavía que tu alma”, o bien “cómo te llamas”
Y “qué
oscuro es tu nombre”.
He vivido
los blancos de la vida,
Sus
equivocaciones, sus olvidos, su
Torpeza
incesante y recuerdo su
Misterio
brutal, y el tentáculo
Suyo
acariciarme el vientre y las nalgas y los pies
Frenéticos
de huida.
He vivido su
tentación, y he vivido el pecado
Del que
nadie cabe nunca nos absuelva.
DEDICATORIA
Más allá de
donde
Aún se
esconde la vida, queda
Un reino,
queda cultivar
Como un rey
su agonía,
Hacer
florecer como un reino
La sucia
flor de la agonía:
Yo que todo
lo prostituí, aún puedo
Prostituir
mi muerte y hacer
De mi
cadáver el último poema.
LA ORACIÓN
Y la Madre
reprendió al niño, y dijo
Qué haces
que no velas el cadáver
Y el puso su
boca en aquel falo, y
Subió
lentamente como de un alimento
Porque el
muerto ese era el incienso
Que
purificaba los
Sabidos
hedores del teatro, su
Turbia
agonía de modo que al crepúsculo la madre repetía
Al fondo
para saber si duerme o si nos piensa
Y no te
olvides nunca de velar el cadáver:
Que nos
absuelva, dile, que hemos vivido mucho
Y tropezamos
ya con los muebles, y el alma está
Podrida, y
huele
Demasiado,
demasiado: ve y mira si nos piensa
Y el hijo
sorbía de aquel ano abierto.
INCESTO
Bello es el
incesto.
Hay torneo
de lanzas, y juegos
Y el vino
promete su derrame
Para alegrar
la unión
De los
esposos.
Se
decapitará a dos niños para saber si es buena
La sangre, y
si así augura
Una feliz
unión para los siglos.
Cándido,
hermoso es el incesto.
Madre e
hijos se ofrecen sus dos ramos
De lirios
blancos y de orquídeas, y en la boca
Llevan ya el
beso para desposarlo.
Y en la
noche
De bodas,
invitado
Viene
también el cielo: lluvia
Y truenos
Y los rayos,
y el mundo entero convertido en lodo
Para
celebrar la unión
De los
esposos.
NECROFILIA
(prosa)
El acto del
amor es lo más parecido
A un
asesinato.
En la cama,
en su terror gozoso, se trata de borrar
El alma del
que está,
Hombre o
mujer,
Debajo.
Por eso no miramos.
Eyacular es
ensuciar el cuerpo
Y penetrar
es humillar con la
Verga la
Erección de
otro yo.
Borrar o ser
borrados, tanto da, pero
En un
instante, irse
Dejarlo
Una vez más
Entre tus
labios.
TRES
HISTORIAS DE LA VIDA REAL (1981)
LA LLEGADA DEL IMPOSTOR FINGIÉNDOSE LEOPOLDO MAÍA PANERO
Al amanecer, cuando las mujeres comían fresas crudas, alguien
llamó a mi puerta diciendo ser y llamarse Leopoldo María Panero. Sin embargo,
su falta de entereza al representar el papel, sus abundantes silencios, sus
equivocaciones al recordar frases célebres, su embarazo cuando le obligué a
recitar a Pound, y finalmente lo poco gracioso de sus gracias, me convencieron
de que se trataba de un impostor. Inmediatamente, hice venir a los soldados: al
amanecer día siguiente, cuando los hombres comían pescado congelado, y en
presencia de todo el regimiento, le fueron arrancados sus galones, su
cremallera, y arrojado a la basura su lápiz de labios, para ser fusilado poco
después. Así terminó el hombre que se
fingía Leopoldo María Panero.
EL HOMBRE QUE SE CREÍA LEOPOLDO MARÍA PANERO
Llovía y llovía sobre la casa de De Kooning, célebre por sus
aparecidos. Allí, el hijo menor de De Kooning, se levantó nervioso de la cama,
se puso una bata y fue hasta el dormitorio de su padre para decirle que era
Leopoldo María Panero. Mientras se demoraba por acentuar su disgusto por la
película de Chávarri El desencanto,
no hubo más remedio que llamar a un psiquiatra. Ya en el manicomio, persistía
en su delirio, imaginaba escenas de la infancia, calles de Astorga, campanadas,
porrazos de mi padre. Tras un rápido electroshock, pasó a creerse Eduardo Haro,
una ligera variante de la primera figura. Luego se puso a cojear y a toser y
afirmar ser vicente Aleixandre. Mientras tanto en la casa de De Kooning, entre
ruido de cadenas, siguen multiplicándose los aparecidos.
III EL HOMBRE QUE MATÓ A LEOPOLDO MARÍA PANERO
Mi querido amigo Javier Barquín siempre creerá que fue él
quien mató a Leopoldo María Panero. Pero eso no es cierto. Nadie tenía entonces
valor para hacerlo. El sujeto tenía aterrorizada a toda la ciudad. Había raptado
a varias mujeres y amenazaba con torturarlas. Así que esa tarde me decidí, fui a
la armería de Jim y compré un revólver calibre 45. En el momento en que
Leopoldo María Panero estaba intentado extorsionar una vez más a Javier
Barquín, yo disparé desde lejos. Como Javier había sacado también una pequeña
pistola, supuso haber sido él quien hiciera justicia. Toda su vida creerá que
fue él quien mató a Leopoldo María Panero. Pero no fue así. Yo soy el hombre
que mató a Leopoldo María Panero.
ORA ET
LABORA, I
Señor, largo
tiempo llevo tus restos en el cuello
Y
aún
Mi boca
sola, y me arrodillo ante las tardes
Y en el rezo
me evaporo,
Como si
fuera mi casa la ceniza.
Es
Como si no existo,
como si el rezo
Pidiera a
los dioses la limosna de mi nombre
Ante la
tarde entera.
Nunca supe
lo que el cielo era:
Quizá la
tarde, tal vez
Amar más que
ninguno
A mi madre,
la ceniza.
¡Oh
espía!
De mí aparta
tu ojo, hice un voto
Haz secreta
mi muerte.
EL CANTO DE
LO QUE REPTA
La que
después de muerta se demora en morir, repta
La que
tarda, simplemente, en morir repta
Y deja un
rastro de baba entre casas y hecho como signo
De la vida
que arrastra: es
Pesarosa y
lenta la vida de lo que repta. Y así
Tu recuerdo
en el fondo de mi alma repta
Y su
contacto de piel viscosa y muerta me
Produce algo
así como un escalofrío
Algo como
terror. Y también yo repto, me
Arrastro
entre los vidrios dispersos de tu espejo, entre los
Harapos de ti que
aún quedan
Absurdamente
en el
Cubo de
basura de mi memoria,
Espectros en
la casa abandonada
En la casa
abandonada que yo soy. Y repto
Al fondo de
mí, como si fuera
Yo mi
recuerdo tan sólo, como si estuviera
Dormido al
fondo de mí, como una vivencia olvidada. Y
Me desenvuelvo entre las ruinas somnolientas
Y a través
Del palacio en el que no puedo entrar, como
Una hábil serpiente. Me queda sólo la ebriedad
Dolorosa que produce
La idea del suicidio; estoy a solas
Con la idea del suicidio, con la idea de aplastarme como a un
Reptil.
Todo hombre es un rey entre almenas que sienten
Todo hombre es castillo de una princesa muerta
Todo hombre, una máscara rodeada de tenedores
Y un cadáver que escupe la boca de un fauno.
Llevan mis ojos en la frente
Mis enemigos han muerto,
Sólo queda
La vergüenza de la vida.
De mí sólo queda la vida,
Las manos que se mueven,
Los ojos de la frente,
Las lágrimas sin dueño:
Mientras los hombres mueren
La barba crece.
Guárdate, amor, de cruzar el río
Que nos separa,
La vida es sólo un árbol
Un árbol
Que
crece.
Crece el poema como un árbol
Y entre sus ramas, como niebla densa,
Alabando a la noche,
Mi padre
Se ahorca.
EL LAMENTO DE JOSÉ DE ARIMATEA
No soporto la voz humana,
Mujer, tapa los gritos del
Mercado y que no vuelva
A nosotros la memoria del
Hijo que nació de tu vientre.
No hay más corona de
Espinas que los recuerdos
Que se clavan en la carne
Y hacen aullar como
Aullaban
En el Gólgota los dos ladrones,
Mujer,
No te arrodilles más ante
Tu hijo muerto,
Bésame en los labios
Como nunca hiciste
Y olvida el nombre
Maldito
De Jesucristo.
Danza en la nieve
Mujer maldita
Danza hasta que tus pies
Descalzos sangren,
El sabbath ha empezado
Y en las casas tranquilas
De los hombres
Hay muchos más
Lobos que aquí.
Luego de bailar toca
La nieve: verás que es buena
Y que no quema tus manos
Como la hoguera
En que tanta belleza
Arderá algún día.
Partiendo de los pies
Hasta llegar al sexo
Y arrasando los senos
Y chamuscando el pelo
Con un crujido como de
Moscas al estallar en la
Vela.
Así arderá tu cuerpo
Y del Sabbath quedará
Tan sólo una lágrima
Y tu aullido.
ACERCA DEL CASO DREYFUSS SIN ZOLA O LA CAUSALIDAD DIABÓLICA
EL FIN DE LA PSIQUIATRÍA
La locura se puede definir, muy
brevemente, como una regresión al abismo de la visión o, en otras palabras, al
cuerpo humano que ésta gobierna. En efecto, la zona occipital, que regula el
desarrollo de la visión, controla, según mi hipótesis, el cerebro, y el cerebro
controla todo el cuerpo. De ahí que sea tan importante lo que Lacan minimizaba
como “inconsciente escópico”, y esa mirada a la que el dicho psicoanalista
apodara “objeto a minúscula”. Por el contrario, la mirada es un infinito.
Contiene imágenes en forma de alucinaciones que son lo que Jung llamará
“arquetipos” y Rascowski “visión prenatal”. Frenczi habló del inconsciente
biológico: por muy increíble que parezca, ése está contenido en la mirada en forma de alucinaciones. La magia,
el inconsciente antes de Freud, lo sabía: “Fons oculus fulgur”. Freud también
decía que el inconsciente se crea a los cuatro o cinco años; en efecto, los
niños padecen dichas alucinaciones de una forma natural: de ahí el retorno
infantil al totemismo, del que habla también el fundador del psicoanálisis.
Pero el cuerpo humano, que, salvo
para los niños, es un secreto, contiene igualmente alucinaciones olfativas,
aunque éstas no remitan a inconsciente metafísico o junguiano alguno, es decir,
a inconsciente alguno de la especie o, en otras palabras, a su pasado, en el
que los dioses están bajo la figura de tótems, pues no en vano la palabra
“zodiaco” significa en griego animales. Dioses estos, pues, corporales, hijos
del Sol y de la Tierra.
He aquí, por consiguiente, que el
cuerpo contiene la locura y como el único cuerpo entero que existe es el cuerpo
infantil, es por tal motivo que la esquizofrenia tuvo por primera nombre “dementia precox” o demencia traviesa.
Respecto a la paranoia, su problemática es triple o, en otras palabras, quiero
decir que existen tres tipos de paranoia, pues ya nos dijo Edwin Lemert que no
existe la paranoia pura; uno de los tipos de paranoia, cuyo síndrome es el
delirio de autorreferencia, no reenvía al problema de que el psiquismo animal
es colectivo, y ése es el magma alquímico, en cuyo seno se hunde tal género de
paranoico. El otro género de paranoico es el que proyecta su agresividad, con
frecuencia, sobre su mujer en el delirio de los celos. El tercer género de
paranoico es el que, según ya dijo Edwin Lemert, tiene realmente perseguidores.
Ése es el caso al que yo llamo el caso Jacobo Petrovich Goliadkin (el protagonista de El doble de F. M. Dostoyewski). Es un
sujeto con frecuencia deforme, enano o simplemente raro o tan oscuro como
Dreyfuss, que es víctima de agresiones, humillaciones y vejaciones por parte de
sus amigos o compañeros de oficina – o, a veces, de un portero, o sencillamente
de un camarero-, y que para dar sentido estético a su vivencia se inventa a los
masones, o a la C.I.A., metáforas que reflejan a tan sombríos compañeros.
Las otras locuras son frecuentemente
productos la psiquiatría: tal es el caso de las alucinaciones auditivas, que no
existen en estado natural alguno y que son producto de la persecución social o
psiquiátrica que cuelga, como vulgarmente se dice, en lugar de explicar o aclarar.
Pues cada ser humano puede ser en potencia un psiquiatra, con sólo prestarnos
la ayuda de su espejo. Pasemos ahora al caso de Dreyfuss.; el caso Dreyfuss, en
verdad, fue, como el mío, un caso muy extraño. Ni yo ni él entendimos el origen
de la persecución: su naturaleza, sin embargo, o su mecanismo puede definirse
como el efecto “bola de nieve” se empieza por un pequeña injusticia y se sigue
por otra y por otra más aún hasta llegar a la injusticia mayor, la muerte. O
bien como en Lynch empieza uno y continúan
todos. Así, yo he sido la diversión de España durante mucho tiempo y, a la
menor tentativa de defenderme, encontraba la muerte, primero en Palma de
Mallorca en forma de una navaja y, luego, en el manicomio del Alonso Vega
(Madrid) en forma de una jeringa de estricnina; pero todo por un motivo muy
oscuro, no sé si por mi obsesión por el proletariado, nacida en la cuna de la
muerte, o bien, por miedo a que desvelara los secretos de un golpe de Estado en
que fui utilizado como un muñeco, y en el que los militares tuvieron, primero,
la cordura de apodarme “Cervantes”, para llamarme después, en el juicio, “el
escritorzuelo”. Pero no son sólo los militares los que me usaron: en España me
ha usado hasta el portero para ganarse una lotería que de todos depende, porque
el psiquismo animal es colectivo, y éste es el motivo de que el chivo
expiatorio regale gratuitamente la suerte, en un sacrificio ritual en pleno
siglo XX, en nombre de un dios que ya no brilla, sino que cae al suelo herido
por las flechas de todos. Ese dios al que todos odian por una castidad que ha
convertido al español en un mulo y en una mala bestia. Al parecer toda España
ha rodeado amorosamente a la muerte entre sus brazos, y la prefieren al sexo y
a la vida.
Que ella les dé al fin su último beso
en la pradera célebre del uno de mayo.
LO QUE STÉPHANE MALLARMÉ QUISO DECIR EN SUS POEMAS
Quiso el viejo decir cuando ya la última lámpara
En el cuarto esta apagada
Y el sol no nos veía, la sierpe lanzada
Con las heces del día al pozo del recuerdo
Al sueño que todo lo borra, al sueño,
Quiso decir el viejo que las leyes
Del amor no son las leyes de la nada
Y que sólo abrazados a un esqueleto en el mundo vacío
Sabemos como siempre que el amor es nada
Y que la nada
Siendo así algo que con el amor y la vida
Finalmente rompe, quiere una ascesis
Y es por ello que una cruz en los ojos, y un
Escorpión el falo representan al poeta
En brazos de la nada,
de la nada henchido
Diciendo que ni siquiera Dios es superior al poema.
INVOCACIÓN Y LECTURA
Del color de la vejez es el poema
Que a la vida insulta y a los hombres increpa
Llamándoles con voz de sirena hacia el desierto:
Qué larga es hacia la nada la procesión de los hombres
Con gritos y relinchos, y fuego en los dos ojos
Y ceniza que cae señalando el camino
Y alabando al abismo la página que escribo
Y que se dobla y se tuerce entre tus manos.
REGALO DE UN HOMBRE
Esta tarde, a las 7,
Brillará mi cadáver
De una luz más pura: y una mano
Lo tocará desde el poema.
Al rito de morir se le llama la vida
Y Dios se esconde entre mis muslos
Y mis padres piden perdón por haber entregado
Desnudo a los hombres en la oscura llanura.
BRILLO EN LA MANO
Locura es estar ausente
Humo es todo lo que queda
De mí en la página que no hay
Cae al suelo mi figura
Y llibre de mí se mueve
El papel de pura ausencia.
COMO UN VIEJO CHUPANDO UN LIMÓN SECO
Como un viejo chupando un limón seco
Así es el acto poético.
El caballo con su espada
Divide la vida en dos:
A un lado el placer sin nada
Y al otro, como mujer vencida
La vida que despide mal olor.
PIEDRA NEGRA
Señor del mal, ten piedad de mi madre
Que murió sin sus dos tetas
Y sobre la que yo escupí,
Y ahora amo
Ahora en vano reclamo al país de los muertos
Que murió envuelta en víboras y víctima
De una podredumbre que nos hacía mirarnos a los ojos
Como dicen que Dios mira a los hombres, con horror
Con pena del asesino, con tibia extrañeza
De la jibia que entre sus manos se retuerce
Por temor a ser mirada por Dios,
Y ver en su luz que no merece
Ni mereció nunca la vida: y que él arroja desde lo alto del
cielo a Despeñaperros
Diciendo: tan alto subió tu orgullo
Mira ahora que cae igual de rápido.
Pero ya voy, madre, a encontrarme
Con la única mujer que he conocido, y que es la muerte
Cuyo cuerpo con vicio tantas veces he tocado
Riéndome de todos mis cadáveres!
Y que sea la rosa infecunda de la nada
Que tantas veces cultivé porque se parecía a la muerte
La que recuerdo mis heces a otros condenados
A escribir y mear, bajo el sol entero
En esta habitación parecida a un retrete
Donde la crueldad dora la piedra negra
En que toda vida acaba, y se celebra
Tirando de la cadena.
SUICIDIO
Oh mano mía, mano de mi fantasma
Mano de Scardanelli que tercamente escribe
La historia al revés (a partir de mi vida
Acabada)
Háblame otra vez del misterio de la lluvia
Que habla sola con el cristal
Como invocándome desde el reino de los muertos
Como llamándome a esa comunión en el Leteo: porque
Qué impura es la noche para el jorobado
Y cómo oscuramente
Lo bendice el rocío
Y que lejos está Dios del insecto
Que retiene en su ámbar la noche
Para no morir y cómo
Se vence la mano y cae con ella
Cuando de la noche no es, cuando
Termina el poema.
LECTURA
Yo no hablo del sol, sino de la luna
Que ilumina eternamente este poema
En donde una manada de niños corre perseguida por los lobos
Y el verso entona un himno al pus.
Oh amor impuro! Amor de las sílabas y de las letras
Que destruyen el mundo, que lo alivian
De ser cierto, de estar ahí para nada,
Como un arroyo
Que no refleja mi imagen,
Espejo del vampiro,
De aquel que, desde la página
Va a chupar tu sangre, lector
Y convertirla en lágrima y en nada:
Y a hacerte comulgar con el acero
LECTURA (II)
En silencio un áspid
Muerte tu cuello: y caen
De la herida rubíes y avanzan
Mujeres a lo largo de la nada:
Peor que
el invierno
La ceniza del cigarrillo sobre el poema.
VARIANTE
En el silencio un áspid
Muerde tu cuello: y cae
La ceniza del cigarrillo sobre el poema.
OH SEÑOR JESÚS, PUES LA LEPRA ME CONSUME
Oh Señor Jesús, `pues la lepra me consume
¡Ten piedad de mí!
Señor de los leprosos
y rey de los gusanos
Ya que tengo el labio destrozado
Y el brazo convertido en muñón
Y la baba de los días quema mi esperanza
¡Ten piedad de mí!
Yo que ni hijos ni mujer merezco
Aquí, en la isla de Molokai
Viendo cómo cae al suelo mi carne
Rezo para ver tu cara,
También consumida por la lepra.
Tú que eres mi mujer y mis hijos
Ya que es lo único que puedo yo ofrecerte
Te ofrezco, laurel y cirio,
Mi muerte.
LA CUÁDRUPLE FORMA DE LA NADA
Yo he sabido ver el misterio del verso
Que es el misterio de lo que a sí mismo nombra
El anzuelo hecho de la nada
Prometido al pez del tiempo
Cuya boca sin dientes muestra el origen del poema
En la nada que flota antes de la palabra
Y que es distinta a esa nada que el poema canta
Y también a esa nada que el poema canta
Y también a esa nada
en que expira el poema:
Tres pues son las formas de la nada
Parecidas a cerdos bailando en torno del poema
Junto a la casa que el viento ha derrumbado
Y ay del que dijo una es la nada
Frente a la casa que el viento ha derrumbado:
Porque los lobos persiguen el amanecer de las formas
Ese amanecer que recuerda a la nada;
Triple es la nada y triple es el poema
Imaginación escritura y lectura
Y páginas que caen alabando a la nada
La nada que no es vacío sino amplitud de palabras
Peces shakesperianos que boquean en la playa
Esperando allí entre las ruinas del mundo
Al señor con yelmo y con espada
Al señor sin fruto de la nada.
Testigo es su cadáver aquí donde boquea el poema
De que nada se ha escrito ni se escribió nunca
Y ésta es la cuádruple forma de la nada.
ÉXTASIS
El león florece en la nada
Único verdadero unicornio
Única rosa
Sobre mi cabeza calva
En que anida el búho
Cantando no para el hombre:
Y es como si una mujer de repente en la calle volviese su
cara
El éxtasis y el asombro del poema.
SERENIDAD
A Martin Heidegger
Sólo hay dos cosas: mi rostro desfigurado
Y la dureza de la piedra.
La conciencia sólo se enciende
Cuando el ser está contra ella:
Y es así que todo conocimiento
Y la matriz de toda figura
Es una herida,
Y sólo es inmortal
Lo que llora.
Y la noche, madre de la sabiduría
Tiene la forma inacabable del llanto.
***
La luz, la luz
Cuando estaba demasiado cerca del mar
Límite del desierto
Del desierto en que florecen las rosas crueles
Hambrientas del hombre.
***
Las palabras
Construyen el bosque
Un árbol es sólo un árbol
Cuando lo toca el poema.
***
Las campanas barren el sonido
Enuncian letra a letra el desierto
En que una flor se pudre entre las manos ajadas
De una
vieja
Que llora de haber perdido su nombre.
EL PANTANO
A Toñi, In memoriam
Ven, es de noche, recorramos el pantano
Y el ocaso de los reyes
Ven, es de noche, todos los reyes han muerto
Recorramos como por vez primera el pantano:
El cielo se retuerce en los ojos de la sierpe
Y es como si amaneciera para siempre
Y nuestros ojos no pudieran cerrarse
Sólo ver y volver a ver el pantano
Cuando amanece en los ojos de la sierpe.
UN GOLPE DE DADOS NO ABOLIRÁ EL AZAR
Cosa redonda en mis labios
El infierno en mis pupilas
Bajo el oro de lo escrito
Muere el papel siempre en vano.
***
Qué fue lo que aquí hubo.
Un animal, un rostro, el pecho de una herida.
Para que con su sangre
Con luz reguemos el viento de la nada,
La atroz convulsión de unos ojos que,
Antes de morir, disparan
Sobre el poema.
Y sangra la luz, sangra el poema
Ya que entre jazmines un animal ha muerto.
He aquí, en la nada
El pecho del poema.
***
Qué es el viento sin sombra, sino una nada
A si misma abrazada.
Qué es la serpiente muerta, sino
Una luz en los ojos, una imagen
Que nombra a la cosa.
Qué es tu vida, mamón, sino algo
Que es menos todavía que una vida
Que una mano pálida que torpemente araña
La pared.
Dicen
que estoy vivo.
Dicen que estoy vivo y me llamo de algún modo
Y vanamente escribo,
Sobre la sombra cruel de la pared.
Pero es verdad que el viento ha deshecho la casa
Como el soplo del lobo,
Y unas voces me insultan en la cama.
ME CELEBRO Y ME ODIO
Me celebro y me odio a mí mismo
Palpo el muero en que habrá de grabarse mi ausencia
Mientras el poema se escribe contra mí,
Contra mi nombre
Como una maldición del tiempo.
Escupo estos versos en la guarida de Dios
Donde nada existe
Sino el poema contra mí.
ADORAR A DIOS ES ODIAR A LOS HOMBRES
Adorar a Dios es odiar a los hombres
Que reptan a sus pies
Y rezan contra la vida
Y desaparecen en el canto
En el canto cruel que escribe contra la vida
Y contra el hombre: oh Diana cazadora
Que azuzas a tus perros contra el hombre.
KAFKA
La luna y la locura
En este verso anidan
Huyendo de los hombres,
Del ladrido de los hombres
De su furia ajena al verso
En que se balancea el trapecio
De un artista del hambre.
LA IDIOTEZ ES UNA CONJURA
La idiotez es una conjura
Para que brille el aire
Como una madonna ante el espejo
Masturbándose lentamente.
MI MEMORIA ARDE EN LA SOMBRA
Mi memoria arde en la sombra
Y quema: quema como la yesca
El martillo de mi memoria
Que me dice que no soy, ni he sido,
Que soy como alguien escupido
En los labios del presente.
EL VIENTO ROMPE MI CARA
El viento rompe mi cara
Y el aire desdibuja mi figura
Soy una bruja allá donde no hay nadie
Sino un temblor en mis manos
Cuando escribo el poema
Y(ETA)
El león se quiebra en el aire
Y día a día bajo de la ceniza de sus ojos
Y una flor se derrumba ante mi mirada
Y escribo mi nombre con dedos gordezuelos.
***
El silencio no es el fin:
Es el comienzo.
Todo empieza allá donde nadie habla
Y un leopardo cae de mi boca
Y una serpiente detiene su caída:
El silencio no es el fin:
Es el amanecer del color, y de las bestias.
***
Donde no hay color,
Es el amanecer de las
formas.
Donde la bestia no muge,
Es
el despertar del leopardo.
Donde tiembla mi voz,
El comienzo
del poema.
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