CADA VEZ SOMOS MÁS MORTALES. Por todas partes, un
chisporreteo constante de fotos como un pobre medio de inmortalizar nuestra
vida, sin darnos cuenta de que la mortalizamos más, le damos un toque mortal a
nuestra vida cada vez que disparamos una foto y desplazamos así el momento para
ser vivido por un instante de posado o de exhibición en las redes, donde quedan
expuestos de un modo grotesco y obsceno nuestros más íntimos momentos de vida.
Disparar una foto es disparar un chorro de muerte a la vida palpitante, cambiar
nuestra memoria viva por un documento que aún certifica más nuestra falta de
memoria y curiosidad para la vida misma. En medio de un mundo maquinal, andamos
distraídos de las cosas vivas y presentes, y ya solo sentimos curiosidad por
las cosas muertas, síntoma incontestable de que la vida del hombre ya ha sido
inficionada por el mortal veneno de lo mecánico.
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GIGANTES Y PIGMEOS. Hasta qué punto la máquina
priva al hombre de inteligencia y lo reduce a un tamaño de pigmeo, se puede
constatar por el hecho de que cada vez es más fácil ver a los hombres
idiotizados ante la aparente grandeza de una máquina.
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LA SOCIOPATÍA VIRTUAL. Continuamente se nos informa
que la tecnología cambia nuestra forma de relacionarnos y que casi la mitad de
las personas conocen a su pareja en páginas de contacto, pero todo esto, más
que información, es publicidad engañosa. Las páginas digitales de contacto han de
publicitarse para vender su producto y su producto consiste en hacer que la
gente se relacione virtualmente, por lo que hay que hacer creer a toda costa,
mediante la manipulación de las estadísticas, que el futuro de las relaciones
humanas se halla ahora en el mundo virtual.
Se trata de reconducir ciertas prácticas, actividades y hábitos a un
ámbito virtual donde los ciudadanos se convierten en clientes que han de pagar
con dinero y datos por algo que antes era gratis, confidencial y espontáneo. En
cuanto se crean nuevos hábitos incitados por la tecnología también quedan
obsoletos antiguos hábitos y prácticas, pues tener relaciones presenciales,
cortejarse en la calle, o en la pistas de bailes, comienza a estar trasnochado,
sólo porque ya no se cuenta con el aura que presta la tecnología. Pero igual
que los creyentes se arrodillan ante el aura de los santos, la ardiente fe en
la tecnología hace que nos prosternemos ante el aura de los algoritmos.
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SEAMOS DIGNOS. No dignarse a dejarse dirigir
por la voz inhumana y robótica de una máquina. En esto debería
consistir el límite de la dignidad
humana que la humanidad está rebasando ya.
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LAS PLATAFORMAS YA SON PITAGÓRICAS. “Hay una
corriente de fondo que el álgebra percibe mejor que el más fino de los
filósofos” sentencia un sociólogo a través de un artículo en el que encomia el
algoritmo de Netflix, ya que éste ha
detectado algo profundo en sus consumidores y logra adivinar lo que les puede
importar y emocionar para mejor manipularlos a través de las series. Igual se
pretende ahora que el filósofo vuelva a ser oracular y pitagórico, para así
dejar que las plataformas se apropien de su función, que siempre ha sido, como
Nietzsche ya adivinó, la de engendrar espíritus libres. En fin, se le está
adjudicando al algoritmo un saber artístico, capaz de crear una obra de arte
que encaja con el deseo del público. Pero lo que el algoritmo sabe -si algo pudiera saber-, nada tiene
que ver con lo artístico, sino con satisfacer la demanda de los consumidores, y
es así como adviene la nueva esclavitud de los tiempos, que condena a los
artistas a satisfacer nada más que el deseo de una mayoría de consumidores. Al
encargarse la técnica de conocer y averiguar lo que desea el público, castra al
mismo tiempo el ingenio artístico y creativo del autor para convertirlo
meramente en un productor de una manufactura digital. Al contacto con la
máquina, hasta los espíritus más refinados de una sociedad se convierten en
operarios de una industria mecánica.
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LA INSOPORTABLE LEVEDAD DEL SER HUMANO. No hay nada
que pueda venir a interrumpir el
funcionamiento de una máquina y ésta es una de la características que
distinguen a las máquinas de los hombres, eso sí, cada vez más interrumpidos
por las llamadas tecnologías de la interrupción, hasta el punto de que ya es
muy difícil concentrarse en cualquier tarea. Y esto se convierte en una ley que
rige la evolución de la técnica. Cuanto más ininterrumpidamente trabajan las
máquinas alrededor, más interrumpidamente llevan a cabo sus vidas los hombres,
haciendo casi imposible cualquier tarea seria.
Es decir, cuanto mejor funcionan las operaciones de las máquinas, peor
funcionan las vidas de los hombres. Pero es que este efecto de la técnica acaba
repercutiendo fundamentalmente sobre el carácter del hombre. Pues por mor de
esta interrupción incesante, la vida de los hombres va perdiendo gravedad. Ya
nada es lo suficientemente serio y la vida en la civilización va adquiriendo
por todas partes la insoportable levedad del ser humano.
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LOS VIGILANTES NOS QUIEREN DOCUMENTADOS. Toda
fotografía es un documento, pero a la vez un método de vigilancia sobre las
personas. Cada vez que enseñamos una imagen o una fotografía muchos ojos nos escrutan, nos
vigilan y saben más sobre nosotros.
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NUESTRAS FACES YA SERÁN INTERFACES. Las pantallas
nos invaden en los lugares más íntimos y también en los más públicos, en la
oscuridad dentro de las sabanas o bajo las marquesinas de las paradas de bus. Y
los carteles publicitarios son sustituidos por pantallas con imágenes que se
mueven y captan la atención de los clientes potenciales para atraparlos mejor. El
ciudadano es entonces transformado en cliente, cada vez más indefenso ante el poder de
seducción de la publicidad, abducido por los mensajes que lo atrapan incansablemente
en la rueda del consumo. La tecnología potencia el poder de las grandes
corporaciones, además de volver obsoleta las anteriores técnicas o soportes,
como el papel, que quedan sustituidos por las omnipresentes pantallas. Cuando ya se haya implantado
en la mente la inteligencia artificial, y se haya hecho realidad la traducción de los
pensamientos, nuestros ojos serán cámaras, nuestra boca se hará micro, y el
rostro una interfaz que plasmará nuestras emociones. ¿Pero serán nuestras o de
las empresas que nos las sirvan?
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TODOS SEREMOS APRENDICES. Tenemos que reinventarnos
profesionalmente de forma permanente, nos repiten los expertos en tecnología, y
no entiendo como no se cansan así van saliendo palabras tan cansinas de su
boca. Además de querer fatigarnos, lo que nos quieren decir es que hemos de ser
camaleones y llegar a tener varias profesiones distintas en una sola vida, eso
sí, exprimida por una formación continua y exhaustiva, hasta conseguir que en
ella ya no nos quede más tiempo que el consagrado al trabajo.
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¿A QUE SE VA A DEDICAR EL SER HUMANO? La tecnología
tiene como finalidad última construir un hombre mejorado que venga a sustituir
al hombre en todas sus funciones –aunque ese modelo de hombre sea falso e
impostado- y esto se va realizando de
forma parcial y disgregada en un único proceso paulatino. Pero uno se pregunta,
si todas las funciones del hombre vienen a ser con el tiempo reemplazadas por
las máquinas ¿a qué se va a dedicar el hombre? ¿Y será mejor el mundo del futuro
que el del pasado –no tendrá, para el carácter y la vida del hombre, en su
balance, más efectos negativos que positivos? Pero lo que es más importante ¿serán
mejores las pocas y nuevas ocupaciones de los hombres del futuro que aquellas
ocupaciones y oficios que fue arrollando la maquinaria de la técnica? Y lo que
quizás sea aún más relevante, si una gran mayoría de los hombres se queda
sin trabajo -que es la fuente de toda riqueza-, ¿no se convertirá la masa de
los hombres en una horda de pobres oprimidos por aquellos que se lucran con la
producción de la técnica?
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NO SEAMOS INGENUOS. La ingenuidad ante la técnica,
el general sentimiento de que ella es inofensiva y constituye el verdadero
progreso de la humanidad, porque no reporta más que beneficios, eso es lo que
la vuelve más peligrosa, pues el hombre comparece siempre ante ella con la
guardia baja, creyendo que solo constituye una fuerza aliada con la que puede
contar, sin que sea capaz de atisbar que también tiene una dimensión que le es
hostil y que, precisamente por inadvertida, acaba recibiendo el ser humano sus
efectos nocivos cuando ya es demasiado tarde para revertirlos. No situarse ante
la técnica en estado de alerta es lo que puede conducir al hombre a la
catástrofe y, lo que es peor aún, a aceptar con resignación cualquier estado
al que le conduzca la técnica.
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LA UTOPIA DIGITAL NOS HARÁ MÁS POBRES. La gran
distopía de nuestro mundo viene ya preanunciada por las grandes empresas de
comunicación digital que pretenden
apoderarse de la utopía de las sociedades y marcarles la dirección en que ésta
ha de realizarse, es decir, exclusivamente en el ámbito tecnológico o en el
mundo digital. Lo que para los presidentes de estas compañías promete la
tecnología al mundo del futuro no tiene límites; liberarán -nos anuncian a
bombo y platillo- a la gente de la pobreza, lo que resulta un maravilloso
brindis al sol, porque al mismo tiempo nos aseguran que las fábricas, gracias a
la eficiente productividad de estas máquinas, apenas necesitarán de gente que
trabaje en ellas, con lo cual se realizará el viejo sueño utópico de una
sociedad en que la gente deje al mismo tiempo de trabajar y de ser pobre. Pero como
ya nos adviertió Friedrich Jünger en “La perfección de la técnica”, la situación
humana típica para nuestra técnica es “el pauperismo, que nunca puede ser
superado por ningún esfuerzo técnico. Está adherido a la era de la Técnica, a
la que se acompaña y acompañará hasta el fin”.
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POR ESO PERDIMOS EL PARAÍSO. Lo que “el mito del
paraíso perdido” ilustra en realidad no es el camino emprendido hacia la ciencia y el conocimiento, sino la irrupción de la técnica en la prehistoria
del hombre, ya que “in illo tempore” se le hizo intolerable andar desnudo y
descalzo y alimentarse de frutos y se vio obligado a tejer sus vestidos y
fabricar su calzado y moler el trigo y hornear su pan. Y ahí empezó la
maldición del hombre. Pues se podría pensar que es deseable pasar de una
situación de penuria a otra de sobreabundancia, mas cualquiera preferiría vivir
en el paraíso un breve lapso de vida austera, mas lleno de dicha, que una vida
desdichada en el destierro, por mucho lujo que le rodease.
EL GRAN REEMPLAZO. Las funciones del hombre son
reemplazadas por la técnica, lo que lleva a la desaparición de las condiciones
de vida y profesiones que permitían a gran número de hombres ejercer aquellas
funciones y ganarse así la vida. Si los hombres permiten ese reemplazo hostil
para su existencia es porque este aparece solapadamente al principio, con una
apariencia inofensiva, sólo sustituyéndole en algunas de esas funciones y en
otras no. Pero el desarrollo de toda tecnología se acaba culminando con el
reemplazo total: no es difícil adivinar, por ejemplo, que las nuevas técnicas
digitales de quitar años al actor se dedicarán a quitarle también todos sus
papeles. En el futuro las películas serán interpretadas dócilmente por actores
digitales, es decir, robots digitales, y la profesión de actor será expulsada
hacia las catacumbas de las tablas y las candilejas, allí donde la máquina no
se ha asomado y el hombre puede llevar a cabo sus funciones de forma libre y
sin amenazas.
"UN TELEFONO COLGADO ES EL SÍMBOLO MODERNO DE LA
INCOMUNICACIÓN" (Lawrence Durrell). Nada más contagioso que las interrupciones provocadas por los
teléfonos móviles. Un hombre que habla a gritos en un autobús interrumpe la
concentración de todos los viajeros y la conferencia telefónica se convierte en
espectáculo penoso que todos estamos obligados a presenciar. Un sólo hombre que
en el interior de un grupo anda despistado tecleando mensajes, acaba distrayendo
a todo el grupo. Pero el principal efecto de las conversaciones telefónicas en
los lugares públicos es que interrumpen la posibilidad de mezclarnos en esa
conversación. Todo conversar humano nos concierne y nos anima a participar en
él. Nada de esto ocurre en la privacidad onanista de las conversaciones telefónicas, porque toda máquina interrumpe las
relaciones entre los hombres, e incluso el teléfono, que es una tecnología de
acercamiento y de allanamiento de las distancias, paradójicamente contribuye a
agravar la incomunicación entre los hombres. En el momento en que cualquier persona
saca el móvil para encontrarse menos solo, comienza a agudizar su soledad y a zanjar una
trinchera comunicativa que le desconecta del mundo real.
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LA EMANCIPACIÓN DE LA MÁQUINA. La esencia de la
técnica es tener ella sus propios fines, independientemente de los que tenga el
hombre confiados para ella. Y ese es el motivo por los que finalmente la
máquina se emancipará del hombre.
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TECNÓFILOS COMPULSIVOS. Puesto que la civilización
actual depende en su existencia de la fabricación de máquinas y artefactos, y todos
trabajamos de una manera u otra para su construcción, nada tiene más prestigio
en nuestra sociedad que la adquisición y el uso de las máquinas para las que laboramos,
hasta el punto de que hay una compulsión social que nos conduce hacia el abuso,
sean necesarias o no. Pero cada vez que usamos una maquina seguimos trabajando
para ellas, no descansamos nunca de nuestro trabajo con las máquinas y cada uno
se convierte en un engranaje en la cadena de su montaje.
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EL TRABAJO SE DEPRECIA Y NOS DESPRECIA. El valor del trabajo de los
hombres vale cada vez menos porque el que desempeñan las máquinas cada vez se
cotiza más, ya que el resultado de su labor es mejor y más perfecto que el
realizado por los hombres. Es decir, que las máquinas vienen a dejar a unos
hombres sin trabajo y a dejar el trabajo de los hombres depreciado. Muchos
hombres ignoran que su autodesprecio y su baja consideración vienen provocados por
la aparición de las máquinas. Pues el ser humano no puede soportar durante
mucho tiempo que apenas se valore aquello para lo que se emplea.
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YA NO CONFÍAMOS EN NOSOTROS MISMOS. La esencia de
un mundo técnico es la desconfianza en la naturaleza humana, ya que ésta es fuente de errores. Llegará un momento
en que la máquina ya no permitirá que el hombre se equivoque y tomará todas las
decisiones, ejecutará todos los actos relevantes, a fin de que la sociedad
toda funcione con la perfección y la infalibilidad de una máquina: hará una
sociedad perfecta y sin errores. Y entonces el hombre se habrá dado cuenta de
su error: haber depositado su confianza en quien no admite errores.
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LA SOFISTICACIÓN DEL SER HUMANO. Cuanto más se
sofistican las máquinas que reemplazan a los hombres en sus quehaceres, más se
tienen que sofisticar los mismos hombres, que trabajan, no compitiendo en
eficacia e inteligencia con los mismos
hombres, sino compitiendo con las máquinas.
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SUMISOS POR IMITACIÓN. Es un poco lamentable pero
es verdad: en la era de la técnica, en que los trabajadores compiten con las
máquinas para un puesto de trabajo, el hombre comienza a creer que sólo puede
vencer a la máquina pareciéndose a ella, perdiendo así toda su identidad y
volviéndose cada vez más siervo y sumiso, pues no otra cosas son las máquinas
para quien con ellas se enriquecen: sumisos siervos a su servicio. Si los
hombres se han vueltos cada vez más resignados y sumisos en sus lugares de
trabajo, dejando que le expolien todos aquellos derechos de los que antaño
gozaban, es por tratar de competir con las máquinas en su grado de sumisión.
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¿QUIEN GARANTIZA LA VERDAD? A medida que proliferan
los medios tecnológicos que documentan la realidad, la palabra de los hombres
pierde valor como garantía de verdad. Ya no basta que por medio de nuestra
palabra garanticemos la verdad de algo, pues ahora, para reforzar nuestra credibilidad,
necesitamos aportar tantas pruebas documentales como nos ofrece la tecnología.
El hombre más mentiroso del mundo podría ser creído si aportarse documentos
falsos y, por el contrario, aquel hombre
que nunca hubiera mentido en su vida, no sería creído si no aportase
ninguna prueba técnica. Y es que la autoridad de un hombre ya no se basa en su
conducta personal, sino en el poder de convicción que tiene la técnica.
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EL DRON NO ES NINGÚN PÁJARO DIVINO. Al no venir el dron pilotado por humanos, sus
efectos mortales pasan desapercibidos. El dron mata y destruye impersonalmente,
como si fuera un ataque divino. Los avances tecnológicos hacen que acabemos
dando a Dios lo que es del César.
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SÓLO MIRAMOS EL DEDO QUE APUNTA A LA LUNA. Con la
extensión de las técnicas de la comunicación ha triunfado lo deíctico, el
mostrar antes que el demostrar, la prueba por encima de la argumentación, la
representación antes que la descripción, la imagen por delante de la palabra y
el simulacro antes que el original. ¿Pero qué es lo que nos muestra este
siempre valerse de lo deíctico para comunicar cualquier mensaje? Lo que muestra es la pereza del individuo
para urdir por medio de su inteligencia cualquier mensaje o conocimiento,
pereza que forzosamente ha de venir atizada por el uso ininterrumpido de la
máquina. Ya se prefiere apretar un botón antes que apretar las neuronas para
producir un conocimiento, pues ese conocimiento ya lo posee la máquina dotada
de inteligencia artificial. A diferencia del conocimiento de cada persona, que
es individual, original y adaptado a cada momento, el conocimiento que posee la
máquina siempre es repetitivo, mecánico e impersonal. Pero al mismo tiempo, lo
que muestra el triunfo de lo deíctico –este continuo señalar a la pantalla para
apoyar nuestro discurso oral- es el triunfo de las máquinas en la vida
intelectual y creativa de los hombres. Y en este punto es por lo que se puede
decir que el conocimiento excretado por las máquinas no es un conocimiento
preñado, como el conocimiento gestado en el interior de las mentes, sino un conocimiento
castrado y propio de una era de eunucos. Lo que el hombre siempre señala con el dedo, -ya sea imagen o información- no es más que
la misma máquina o algún fruto artificialmente inteligente salido de la
máquina. Ya es incapaz de señalar con el dedo la labor de su propia
inteligencia.
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CONOCIMIENTO DE PACOTILLA. El conocimiento con que
internet nutre a sus usuarios es un conocimiento de pacotilla. Pero cada vez
proliferan más aquellos que creen haber encontrado un tesoro sin saber que no
tienen más que baratijas. Creemos ahora ser más doctos, y esa jactancia vana nos
hace todavía más ignorantes, pues nuestro conocimiento de pacotilla es el que nos
impide salir a la busca del verdadero conocimiento. Siempre el gran enemigo del
conocimiento humano ha sido la ignorancia disfrazada de ciencia. Las consultas
de los médicos se llenan de pacientes pseudo-doctos que acuden para que se les
recete los que ellos mismos ya se han prescrito vía internet, y los doctores, que son los que portan el verdadero
saber, son puestos en tela de juicio y desautorizados por los auténticos
ignorantes.
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NUESTRAS CIUDADAES NO SON TAN INTELIGENTES. Con los
dispositivos de última generación, la tecnología nos conduce hacia una “ciudad
inteligente” con ciudadanos cada vez más torpes y tontos.
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HAY QUE LEER AL REVÉS Y ENTRE LÍNEAS. Sólo es
posible entender los retrocesos que nos vienen a traer cada innovación
tecnológica leyendo al revés las palabras que salen de los labios de sus
panegeristas y “vendehúmos” de toda laya. Allí donde nos dicen que tal innovación
tecnológica traerá nuevos servicios adaptados a las necesidades de los clientes,
hay que leer que será a partir de ahora el ciudadano -transfigurado en cliente- quien tendrá que adaptarse a
las necesidades de esa tecnología, para mayor gloria de las empresas. Donde se
nos dice que enriquecerá nuestra comunicación, hay que leer que vendrá a
empobrecerla, pues, en cuanto media una máquina, la comunicación se dilata y
adelgaza y se llena de interferencias, y cualquier comunicación en el medio
digital impone una nueva distancia y nos entrega otro sucedáneo más de la
auténtica comunicación, que es siempre directa y presencial. Allí donde se nos
dice que las nuevas comunicaciones tecnológicas que se nos proponen producirán
una sensación de cercanía y personalización, hemos de leer que está
comunicación se hará más remota y distante y todavía más despersonalizada, si
es que es posible cualquier atisbo de lo personal en la relación con una
máquina. Cada vez que nos dicen que una máquina viene para adaptarse a la
persona, tenemos que pensar que viene para quitar de en medio a las personas.
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EL PRECIO DE SOÑAR EN TECNICOLOR. “Haremos vuestros
sueños realidad”, tal parece el mensaje sublime que nos vienen a pregonar los
voceros y lacayos de la tecnología, pero por debajo se escucha el murmullo del
verdadero mensaje que suena subliminalmente a los oídos atentos, la ínfima
letra sólo legible a los ojos avizores: “pero a cambio convertiremos vuestra
realidad en pesadilla”. Y es que nada nos vienen a decir sobre el precio
distópico que tendremos que pagar por ello.
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LA GRAN INGENUIDAD. El rasgo humano que más nos
viene a revelar el triunfo de la tecnología es la ingenuidad. Haberse creído
todas las promesas de la tecnología y que ésta venía a resolver todos los
problemas humanos, ese ha sido el gran pecado de los hombres. Si los hombres no
hubieran depuesto su suspicacia y no
fueran tan ingenuos, habrían descubierto hace mucho tiempo la verdad.
Tendríamos que haber dado la vuelta a los cosas y ver lo que escondía la
tecnología en su reverso: que sólo viene a solucionar aquellos problemas que
ella misma ha engendrado y agudizado. Cada vez que un invento nuevo viene al
mundo hay que preguntarle siempre cual es el problema que nos viene a acarrear
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NOS LLUEVEN BENDICIONES. Si algo dudosamente bueno
se quiere hacer pasar por incontestablemente bueno no hay más que bendecirlo.
Eso es lo que desde siempre se ha hecho con la técnica, que a fuerza de
bendiciones se ha conseguido que los hombres sean incapaces de ver el efecto
deletéreo que tienen sobre su personalidad y sobre sus condiciones de vida.
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LA PÉRDIDA DE NUESTRO PATRIMONIO. Lo que pierde el
hombre con la extensión de la técnica y la aparición de sucesivos inventos no
lo podrá saber jamás, pues lo que ya era posesión natural del hombre no se
valoraba en su justa medida, por ser patrimonio con el que ya contaba. Se
podría decir incluso que el hombre permite introducir cambios de hábitos y
formas de vida nuevos porque los antiguos ya no los valoraba suficientemente.
El sosiego de la vida, el contacto con la naturaleza y el silencio, eran elementos que creía que iban
a estar siempre ahí para su disfrute, sin darse cuenta de que los podía perder
en su carrera hacia el progreso. Por otra parte, los hombres caen en la ilusión
de pensar que, puesto que se les inculca hasta el hartazgo que toda máquina representa un progreso
y una mejora para la humanidad -en el sentido de que va a hacer nuestra vida
más eficaz y confortable-, también este progreso tiene que comportar una mejora
en su carácter y en su modo de vida: piensa el hombre ingenuamente que la
técnica va a derramar sus beneficios sobre el conjunto de su vida, sin
comprender que acaso sea lo contrario. Pues ve al progreso técnico como ensanchando su humanidad en el proyecto histórico, sin advertir que la
acaba estrechando por alguno de sus extremos, al menguar su patrimonio humano
en aquellos aspectos que son degradados y erradicados por la técnica. Pues el
estrés y el estruendo de la vida moderna y el mundo artificial e inhumano de
las ciudades en que está obligado a vivir son ahora el negativo de aquellas bondades de
sus condiciones de vida y naturaleza humana, con las que ya contaba: la
perdida de la serenidad, del silencio y del contacto con la naturaleza la paga
ahora con el trágico precio de su enfermedad mental, pues toda pérdida de una parte de
la naturaleza humana se acaba saldando con la pérdida del equilibrio global y, como
resultado, con la pérdida de su salud.
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LA TELARAÑA DE INTERESES. Aquello que tiene un peso
más importante sobre nuestras vidas -es decir, la tecnología- queda fuera del
escrutinio de los hombres: nunca ha interesado que se descubra que los ídolos
tienen los pies de barro. Sobre el espacio en el que mora algún dios siempre se
teje una tela de araña de intereses que impiden al hombre mirarle directamente
a la cara.
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LAS MÁQUINAS VIENEN PARA DESACTIVARNOS. ¿Cuál es la
actitud más notable que las máquinas suscitan en los hombres? La pasividad.
Cada vez que aparece una máquina, al hombre ya sólo le queda apoltronarse, y
una parte de su conciencia queda inactiva, aquella que estaba destinada a velar
por la actividad que ha suplido la máquina. Pero también las funciones del
cuerpo quedan atrofiadas por el relevo de la máquina. Las máquinas vienen a
estrechar –angustiar y agostar- el espacio de su vitalidad. Cuanto más rodeado
de máquinas se halla el hombre, más se enrarece el aire vital que respira y más
se le va asfixiando su humanidad, pues las máquinas han venido a usurpar
aquellas funciones que le deban sentido y dignidad humana.
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NOS ESTÁN SAQUEANDO. Se vende el mantra entontecedor
de que “toda transformación de un entorno físico en uno digital siempre acaba
mejorando nuestras experiencias”, pero ese mantra, que busca hipnotizarnos, trata de escamotear la verdadera realidad: que
quien resolvía asuntos y necesidades en medio de espacios físicos y a través de
relaciones humanas ahora se ve recluido en los angostos límites de su
domicilio, condenado al ostracismo de la relación con la máquina. Los
mercaderes han logrado colocar sus tenderetes y bazares en nuestras casas y
somos nosotros los que teletransportamos esas mercancías, sin que los señores del
dinero tengan que hacer el menor esfuerzo para saquear nuestros datos y
nuestros bolsillos.
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EL PRESTIGIO NOS ESTÁ VOLVIENDO IDIOTAS. Los
hábitos más peligrosos son los que vienen a implantarnos la tecnología, pues el
prestigio que da a todo lo que toca hace que los hombres estén encantados de
idiotizarse.
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EL CANCERBERO LABORAL. El patrón ya no necesita
vigilar a los trabajadores pues la máquina lo hará por él de una manera más
eficaz y solapada. Al imponer su inhumano ritmo de trabajo, la máquina impide
todo momento de indolencia y hace que el trabajador no tenga ningún instante de
solaz. Cada vez que el trabajador pretende comportarse como un ser humano,
imponiendo sus maneras, la máquina se encarga de llevarle a su carril. Pues él
mismo no es ya un ser humano autónomo, sino un engranaje sin el cual la máquina
no podría funcionar. Pero mientras el hombre está trabajando, se convierte en
un apéndice de la máquina y el patrón sabe que mientras ésta se halle en
funcionamiento, el trabajador obrará con la misma diligencia. Y no
le hará falta al patrón vigilar su grado de laboriosidad, pues ahora ya tiene a su su perro pastor.
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LA NUEVA ALIENACIÓN DEL HOMBRE. Con la sustitución
de los profesionales por las máquinas y el “hágalo usted mismo”, cada uno realiza profanamente el trabajo que ejercían aquellos,
sin que estemos preparados para ello; con la consecuencia de estar siempre ejecutando
un trabajo torpe en el que dilapidamos nuestro tiempo, para mayor gloria de las
empresas y las burocracias.
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YA NO ESTÁ LA MÁQUINA A NUESTRO SERVICIO. A menudo
se cambian personas por máquinas que ejecutan las mismas funciones, pero como
toda máquina tiene por función que se le de uso, allí donde hay poco uso, desaparecen las máquinas, a la vez que las personas
con sus oficios y sus funciones, con lo que las máquinas se convierten en la
excusa perfecta para hacer desaparecer aquellos servicios que prestaba el
hombre. Pues la máquina es más inhumana que el trabajador y repele el elemento
humano. Un trabajador puede tener razón de ser si sus servicios son demandados
por unas pocas personas. Pero la máquina no puede tener más sentido que el que
le designan los que las fabrican: es decir, prescindir de los trabajadores para
así tener un rendimiento por encima de ellos.
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EL GENIO MALIGNO. El mundo digital viene a ser un
genio maligno cuya función es la de engañarnos siempre: nos hace creer que la
copia es mejor que el original y nos deja siempre la sensación de que estamos
mejor colocados en el mundo, a pesar de que viene precisamente a descolocarnos.
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LOS NUEVOS ESCLAVOS DEL OCIO. En un mundo en que
las industrias de los hombres ya son llevadas a cabo por máquinas y robots, los
esclavos de nuestro tiempo, no lo son del trabajo, sino del ocio: su esclavitud
se traduce en vivir del ocio sin ocuparse de nada. Los hombres ya no podrán
quejarse de sus miserables condiciones laborales, pero quedarán vacando sin rumbo en la
miseria de sus condiciones vitales.
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INTOLERABLE REPRESIÓN. Ya se habla en algunos países –sobre todo de Oriente- de vigilancia masiva a toda la población, sólo tolerada bajo la excusa de ser una vigilancia tecnológica, y todo lo que se produce a través de la tecnología acaba siendo sacramentado. A la tecnología se le toleran prácticas represivas sobre los hombres que serían inimaginables sin ella.
LAS MÁQUINAS SON COMO ABEJAS OBRERAS. El principal perjuicio de la tecnología es que no deja conocer al hombre ni expresar sus conocimientos, mientras la máquina o la inteligencia artificial lo haga por él. Cada vez que una máquina reproduce o muestra una información, una voz grabada, un vídeo, el hombre pierde el poder de referirse mediante sus facultades a aquello que la máquina refiere o reproduce. Siempre que la máquina se expresa, el hombre calla y pierde el poder de crear algo nuevo mediante su discurrir y sus palabras. Y lo más curioso es que la máquina es estéril como una perfecta abeja obrera: nunca crea nada, pues siendo un invento, carece del poder de inventiva; no reproduce más que siempre lo mismo. Y sin embargo le hace perder al hombre esta capacidad de inventiva. Así es como viene la máquina a agudizar la atrofia de las facultades del hombre.
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LOS TRANSHUMANISTAS SE HAN PASADO DE ROSCA. Nada
más fantástico que los transhumanistas, esos que aspiran a transmutar el ser
humano por medio de la tecnología. Aspiran a convertirse en pseudomáquinas
cuando todavía no se ha cumplido una ínfima parte del programa de ser hombre.
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LOS TRANSHUMANISTAS NO SON SUPERHOMBRES. La
diferencia entre el superhumanismo y el trashumanismo es como la de la noche al
día. Los primeros aspiran al superhombre y los segundos al infrahombre. Más
modesto y razonable nos resulta el humanista, que sólo aspira a ser el hombre que
ya era.
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LOS TRANSHUMANISTAS SON UNOS INGENUOS. Para ser
groseramente materialistas, los transhumanistas mantienen un idealismo ingenuo
y descabellado. No sólo creen en una mente fuera del cuerpo o al margen de
éste, sino además creen posible que una mente puede transferirse a una máquina
y que siga siendo la misma.
*****
LO QUE NOS IMPIDE ESTRECHARNOS. La aparición de la tecnología ciega la posibilidad de cualquier pensamiento y formas de vida alternativas, pues para darnos esa posibilidad tendríamos que retroceder a un estado de vida anterior a la aparición de una determinada tecnología. La aparición de las tecnologías de la comunicación implica que ya no se explorará la posibilidad de mejora de la comunicación humana más que dentro del carril que abre las nuevas formas y aplicaciones, echando a perder sus potencialidades no exploradas todavía. Los hombres se pueden comunicar todo cuanto quieran, pero siempre desde la distancia que cubre el nuevo dispositivo tecnológico; y lo que se ve es que todo medio tecnológico viene a producir una sobreabundancia pero también una penuria; la penuria de estar obligado a comunicarse desde la distancia con todas las insuficiencias y limitaciones, es decir, condenados a no verse o a no poder tocarse, a no poder perpetuar la comunicación tanto como se quiera, una comunicación condenada a no tener nunca sus efectos en el momento actual, pues emplaza las posibles formas de acción en común a un futuro en que por fin nos hallemos juntos. Si el grado de atención y felicidad del ser humano ha sido siempre medido por su capacidad para vivir "el aquí y el ahora", hay que decir que el desarrollo de estas comunicaciones ha venido a debilitar su felicidad y su concentración, pues el "ahora" ya no logra producir sus efectos más que verbalmente, y el "aquí" queda demediado por el "allí" físicamente inalcanzable, haciendo que el presente se nos vuelva inabordable y ensanchando el espacio que impide estrecharnos.
*****
SUPERFICIALES. Es algo irremediable provocado por
el signo de los tiempos y que constato al leer lo que dicen los opinadores de
periódico. A medida que los libros con sus letras son cada vez más arrumbados
por las nuevas tecnologías de la comunicación, que se basan en la imagen, en
detrimento de la palabras, los escritores dicen cada vez más cosas banales
porque el mundo de las imágenes anega el del pensamiento y el hombre se queda
sin herramientas que les abran las puertas de la profundidad. Cada vez nos
dedicamos más a constatar cómo son las cosas sin que logremos escarbar en sus raíces , es decir, que nos quedamos en la superficie.
*****
LA MAQUINARIA KAFKIANA. En un mundo técnico quien
no pacta con la tecnología y queda rezagado, situándose en una época
preadamita, comienza a habitar a la vez un mundo kafkiano donde una maquinaria
burocrática acaba cerrando las puertas para dejarle frustrado y a la intemperie
fuera del castillo. Lo que hace la tecnología es engrasar una maquinaria burocrática. Mientras se disfruta de la
tecnología, la maquinaria fluye sin que nadie se dé cuenta de que ésta se hace cada
vez más cruel y demoniaca.
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HAY QUE SACAR LA MÁQUINA A PASEAR PARA QUE EL HOMBRE DEJE DE SER RESPONSABLE. Las máquinas y
los algoritmos ya toman la decisión capital que debe tomar un entrenador:
elegir a los jugadores que deben lanzar los penaltis después de una prórroga en
una final de futbol. La decisión del líder –su verdadero sentido de ser- es reemplazada por la decisión de la máquina,
en base a un maremágnum de datos con los que se pretende adivinar el futuro. No
importa que después la máquina elija a los lanzadores más estrafalarios y una
selección quede eliminada de un europeo por fallar los penaltis. Siempre se
podrá echar la culpa a la tecnología de haber perdido una final, antes que
buscar un responsable humano, pues la responsabilidad humana queda abolida al convertirse el hombre en un servidor de la máquina. Lo importante es sacar la máquina a pasear –tal como
se hace con el robot que lleva el balón al centro del campo- y poner sobre el
terreno sus peregrinas y autoritarias ideas. En el futuro, cada vez que se le venga a pedir responsabilidades a un dirigente, éste señalará a la máquina que ha tomado las decisiones y acabará lavándose las manos.
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LOS SÍMBOLOS QUE DAN SIGNIFICADO A NUESTRAS VIDAS.
Como las maquinas dirigen nuestras vidas, también se convierten en
protosímbolos de las realidad, como el reloj es el símbolo del tiempo, como el
cajero automático es el símbolo del cuerno de la abundancia, como el teléfono
lo es de la incomunicación.
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YA SE VOTA SIN CORAZÓN. En Rusia el líder de la
oposición apela al voto inteligente por medio de la informática, seguramente
porque toma a los ciudadanos por tontos. Y es que cuanto más listas son las
máquinas, más se puede prescindir de la inteligencia humana. Para desalojar del
poder al tirano, se propone unificar a los votantes de la oposición en torno al
candidato que más posibilidades tenga, según nos lo va chivando una aplicación
digital. “Puedes votar inteligente o puedes votar con el corazón”, reza el lema
de la campaña. Y es que ya se quiere delegar en la máquina la decisión más
importante de la vida comunitaria. La máquina ya vota por ti porque la
alternativa es votar inteligente y nadie quiere ser un tonto con corazón. Es
decir, cuanto más inteligentes son las máquinas en las que nos apoyamos, menos
corazón poseen las personas y más raramente usan su propio caletre. Y es que
las consecuencias de poner una máquina en la vida de las personas es la de
hacer que éstas se vuelvan más inhumanas. Por el camino se gana en inteligencia
que sólo comprenden las máquinas y se deja al hombre más perdido y sin corazón.
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YA NO TENEMOS QUE BUSCAR LA VERDAD. Clama un presidente de una liga de futbol: “El VAR
es una victoria de la verdad deportiva”. Lo que quiere decir que los árbitros podrán
errar en sus decisiones, pero las máquinas arbitrales nunca. De esta manera se
convierte a la máquina en el único garante y árbitro de la verdad última. La
máquina garantiza la verdad porque elimina el error humano, y aunque yerre de
otra manera y produzca terribles injerencias, sus decisiones se vuelven
indiscutibles. Y lo que es peor, la máquina de la verdad ya deja de trabajar
para el árbitro y éste se convierte en un operario que ha de acatar y administrar
su veredicto. El árbitro humano ya no puede impartir en el campo la justicia del juego a su propio arbitrio, sino que la tendrá que impartir al arbitrio de la máquina. Pues lo que la máquina arbitra es mucho más verídico que lo que el árbitro pueda contemplar. Y como ocurre en la tragedias griegas con el "Deus ex máquina", la máquina siempre viene a interponerse aparatosamente entre el hombre y su libre albedrío.
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PLATON Y LA ERA DE LA POSTVERDAD. Si el mundo
presencial es el nativo y el original, habrá que decir entonces que el digital
es una copia del primero y por lo tanto falso. Y son la impostura y la falsedad,
precisamente, los atributos que impregnan el mundo digital. No es más que un
teatro donde los actores que colaboran en él, a través de las redes sociales,
se empeñan en ensayar un papel que no es el suyo, con gestos fingidos y llenos
de falsedad. Y llega a tal grado de falsedad, que si el mundo presencial –o
sea, el real- es aquel en el que uno todavía puede llegar a conocerse a sí
mismo –el gran ideal del sabio-, pues es ahí donde es mucho más difícil fingir,
por estar sometidos al más riguroso escrutinio de la transparencia, el mundo
digital no puede ser más que un mundo de opacidad donde las personas sólo
llegan a conocerse en lo que no son, es decir, con un conocimiento velado y por
intermediaciones, que da lugar al ideal antagónico del necio. No aquel, como
Sócrates, que sabe que no sabe nada –y
que sólo presume de modestia y de no saber-, sino aquel que ignora que no sabe
nada y que por lo tanto presume con petulancia de saberlo todo, porque todo lo
sabe internet. El mundo digital se erige así en el mundo de las sombras de la
caverna de Platón, donde la luz que se proyecta da lugar a fantasmas, máscaras
y avatares y donde rugen las pasiones más obscenas, alimentadas por el odio, un
mundo donde sólo se puede tener un conocimiento confuso y de ínfima categoría y
donde se está mucho más cerca de la mentira que de la verdad.
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LA TRAGEDIA DE LOS POBRES es querer ser cómo los
ricos, para lo que es necesario que empiecen pensando como ellos hasta adoptar
su misma mentalidad. Lo que acaba haciéndoles más miserables, pues mientras
piensen cómo ricos sin salir de la pobreza no ven más que angustias y
estrecheces mayores y acaban corroídos por la enfermedad de la envidia, además
de convertirse en traidores de su clase social. Pero el mayor secuestro
ideológico que los ricos realizan sobre las mentes de los pobres es haberles
inoculado el optimismo tecnológico: haber conseguido que crean que todos los
avances en este terreno suponen su liberación y no ver que precisamente es una
vuelta de tuerca a su esclavitud y a su síndrome de Estocolmo. Han de trabajar
sin descanso a su servicio para vender sus productos tecnológicos y luego para
comprarlos y finalmente para usarlos, en un ciclo de adición sin fin que acaba
empobreciéndolos más a costa de engordar a los mismos.
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LAS MÁQUINAS YA SE MERECEN TODOS LOS PREMIOS. En el
colmo de la tontería, ya andan los físicos discutiendo si algún día una máquina
ganará el premio Nobel. No sería de extrañar que el jurado de ese premio ya
esté orquestado por los datos que sirven las computadoras o que anden las máquinas
discutiendo si el premio ha de quedar
desierto algún día.
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OBSOLETOS E INSACIABLES. Lo peor que le puede pasar
al mercado es que la nueva tecnología que se aplica a un producto no nos
convenza, pues entonces sólo podrían vendernos el mismo producto. ¿Y para qué
cambiar o comprar otro producto cuando ya poseemos uno parecido? Pero lo peor
que le puede pasar a quienes los consumimos es que nos convenzan de que tenemos
que adquirir un producto con nueva tecnología, pues así siempre estamos
descontentos con lo que tenemos. Nunca nos basta con lo que tenemos porque lo que
nos ofrecen los mercados hace que nos sintamos miserables si no pasamos por
caja para adquirirlo.
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INTERNET NOS VUELVE MIOPES. Escucho la conversación
de una chica adolescente que, ante su deficiencia para recordar ciertos sucesos,
tal vez por exceso de alcohol u otras sustancias, o porque es natural que el
ser humano sea desmemoriado, refiere a una
amiga haber buscado en internet la causa por la que le falla la memoria y que
ha resultado que es por la mala conexión de las neuronas, y con esta
explicación de perogrullo se queda tan ancha y tan ufana. Me pregunto de qué le sirve saber que le fallan las neuronas si no puede hacer nada con ellas, ni su conocimiento se ha hecho mayor, sino sólo más pedante. Internet, además de
proporcionarnos una información tan superflua como inútil, nos ofrece una
información sesgada que siempre conviene con la explicación científica y miope
de la realidad. Mientras nos conformemos con saber que el opio nos duerme
porque tiene una virtud dormitiva, seguiremos estando durmiendo. Y aún
seguiremos pensando que cada día estamos más despiertos y que sabemos más.
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DOGMA Y FALACIA. El dogma del progreso es que
dentro de él nunca existen retrocesos.
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CUALQUIER TIEMPO FUTURO SERÁ MEJOR. La incapacidad
que tiene el hombre de poner reparos a la tecnología y ver su cara amarga está
relacionada con su incapacidad para valorar las cosas, es decir, para juzgar lo
que es valioso, que también se debe a una propensión a cierto tipo de amnesia que implica una ceguera axiológica:
no se quiere tener memoria para recordar cómo era el mundo antes de la
aparición de determinados inventos y por tanto no se consigue establecer puntos
de comparación. Pero también hay que ver lo eficaz que resulta la ideología del
progreso tecnológico que nos impide ver un tiempo pasado mejor que el presente,
al correr el riesgo de ser tachados de antiguos y de nostálgicos. Y es que
mirar hacia atrás con nostalgia y aprecio implicaría mirar hacia adelante con
aprehensión y desprecio, lo que produciría en una civilización el más terrible de los abatimientos.
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ASÍ SE VIGILA A LAS GALLINAS DE LOS HUEVOS DE ORO. A
los futbolistas ya se les trata como robots. Se trata de aprovechar el progreso
científico y tecnológico para exprimir a los futbolistas y deportistas hasta la extenuación, igual que ya se hace con los animales de granja. Se les vigila sin cesar para que no se lesionen con frecuencia mediante
un seguimiento médico basado en grandes datos y análisis exhaustivos. El objetivo
es que la gallina de los huevos de oro no se muera y siga poniendo más huevos, a
ser posible de oro, pero al final se convierte al deportista en un robot y en
un producto industrial. Ya se piensa en implantar chips subcutáneos que acabarán
controlando hasta la calidad del sueño. Cuanto más se inserta la máquina en la
vida de un ser humano, más se va volviendo máquina e incluso animal de granja: y la esencia de la máquina, como la del animal de granja, es siempre rendir más.
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LAS CIUDADES INHUMANAS. Las ciudades se vuelven
cada vez más inhumanas porque se han construido para las máquinas, de espaldas
a la naturaleza. Cada coche que se fabrica le roba al peatón un banco de piedra
y una sombra de árbol. En su lugar florecen los semáforos y brotan los pretiles
en los arcenes.
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TECNODICEA. El gran atractivo de los tiempos
siempre ha sido la expectativa de novedades que involucra todo el ingenio de la
humanidad para inventar cachivaches y artilugios sin cuento. Cada vez que
irrumpe un objeto nuevo, un invento reciente, una novedad, una nueva
tecnología, la gente se congratula por vivir el tiempo presente y de este modo
mata la monotonía y da un sentido a su vida, pero resulta ser un sentido de los
más insulso, el que justifica cualquier tiempo presente y hace que cada tiempo sea el mejor de los tiempos posibles, un optimismo histórico que convierte a
los hombres en idiotas incapaces de pasar examen a su propio tiempo.
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LA ANALOGÍA DE LOS MUNDOS. Cuanto más se alfabetiza
uno digitalmente, más analfabeto y distraído se vuelve en el mundo analógico,
del que va desertando cada vez más. El resultado podría ser el nacimiento de
una cultura superior en un mundo paralelo, pero en realidad somos más incultos
que nunca en cualquiera de los dos mundos.
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LA REALIDAD ESTÁ MÁS LEJOS. La tecnología hace que
las cosas cercanas se nos vayan alejando cada vez más. Podríamos creer que
aquellas cosas de nuestra cercanía con las que teníamos trato cotidiano siguen
a nuestro alcance en un espacio remoto y que la velocidad de los nuevos tiempos
nos permite llegar hasta ellas, alcanzándolas con la mano al golpe de click.
Pero aquellas cosas desaparecieron y en su lugar nos quedan sus reliquias,
simulacros virtuales que nos hacen perder el trato con las verdaderas cosas.
Las cosas ahora son más falsas e intangibles, están más lejos y a nadie humano
encontramos en nuestro camino hacia ellas. Ya estamos dentro del ámbito de la
máquina y nada humano podremos encontrar en sus entrañas.
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LA CALLADA VIOLENCIA DE LA TÉCNICA. Toda tecnología
empleada en un determinado ámbito tiene para imponerse que llegar a disuadir
del uso de las viejas tecnologías y esas maniobras arteras no se pueden llevar
a cabo sin perpetrar una coacción violenta y punitiva.
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EL AZAR YA NO ES CIEGO, ES TONTO. A pesar de que
todo el mundo sabe que las máquinas son infalibles y nunca se equivocan, los
hombres las utilizan cada vez más a menudo de coartada para echarle la culpa de
sus propios fallos, con el propósito de que pensemos que el hombre nunca se
equivoca. ¿Será entonces que la mayor equivocación del hombre ha sido la
máquina? Actualmente, en los grandes torneos de futbol, ya se empiezan a
equivocar en los emparejamientos de los equipos y hay que repetir los sorteos,
escudándose en los fallos de los programas informáticos. Hasta la práctica más
antediluviana del hombre -la de echar suertes para decidir sobre los destinos-,
se vuelve ciega cuando la ilumina la técnica.
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