Jaime Sabines Gutiérrez (Tuxtla
Gutiérrez, Chiapas, 25 de marzo de 1926 – Ciudad de México; 19 de marzo de
1999) fue un poeta y político mexicano, reputado como uno de los grandes
exponentes de la lírica mexicana. Su padre, Julio Sabines, había nacido en el
Líbano; pronto emigró con sus padres y sus dos hermanos a Cuba y, ya trasladado
a México, entró a formar parte de la revolución de ese país en 1914. La figura
del padre, al que más tarde dedicara el libro de poemas “Algo sobre la muerte
del mayor Sabines”, fue clave para su vocación por la
poesía, pues se había empeñado en inculcar en el hijo el gusto por
la literatura. La madre, Luz Gutiérrez, procedía de una familia de tradición
militar, y su abuelo llegó a ser gobernador de Chiapas. En 1945, Jaime Sabines
se traslada a la Ciudad de México con la idea de estudiar medicina,
carrera que deja sin concluir cuando entiende que su verdadera vocación es la
literatura. Regresa a su tierra natal, pero enseguida vuelve a la Ciudad
de México para ponerse a estudiar Literatura en la UNAM. Un grave accidente
acaecido a su padre en 1952 obliga a Jaime Sabines a volver a la casa
familiar. En Txula entra en contacto con un grupo de escritores y poetas que
iban a tener gran importancia para su formación, además de los abundantes
poetas clásicos y modernos que nutrieron sus lecturas. De esta época datan sus
dos primeros libros de poemas, donde ya es fácil reconocer su voz propia y en
donde se hallan presentes los dos temas más arraigados en su obra: la vida
y la muerte. Los libros son “Horal”, 1950; y “La Señal”, 1951. En Txula
entra a trabajar en el negocio familiar ejerciendo una actividad como
vendedor de ambulante de telas que más tarde llegaría a tachar como “la más
antipoética actividad del mundo”. A la vez que se dedica a este oficio, para él
humillante, comienza a leer con fruición el romancero español, a los clásicos y
a Juan Ramón Jiménez. Más tarde ampliaría su repertorio con lecturas de García
Lorca, de Cesar Vallejo, Pablo Neruda y Miguel Hernández. En 1953 se casa con
Josefa Rodríguez Zebadúa, con quien tendrá 4 hijos. En 1954 publica el libro de
poemas “Tarumba”. A pesar del prestigio que el libro alcanzó fuera de su país,
la tibia acogida que tuvo en México decepcionó a Sabines. La muerte del padre
en 1961 sume al poeta en un abatimiento profundo del que logra salir
escribiendo uno de los libros más doloridos de la poesía mexicana: “Algo sobre
la muerte del Mayor Sabines”. Julio Sabines decidió adoptar la forma del soneto
porque era la más adecuada para contener la emoción de una muerte que en los
primeros días la sintió como propia, según llego a declarar más tarde. Este
libro tuvo una continuación tres años después, en 1964: la escritura de este
poemario le ayudó finalmente a quitarse la muerte de la cabeza y a salir de la
sensación de soledad que le había dejado la desaparición del padre.
Paralelamente a su vocación de poeta, y fiel a su ideario político, decide
inmiscuirse en la política, y en 1976 gana un escaño como diputado
federal por Chiapas, representando al Partido Revolucionario Institucional
(PRI) . En 1988 es elegido diputado en el Congreso de la unión. Su carrera
estuvo acompañada de multitud de reconocimientos a su obra, destacando el
Premio Nacional de Ciencias y Artes lingüísticas y Literatura en 1983. Jaime
Sabines definió su poesía como un largo testimonio de vida. Poeta que nunca
renunció al compromiso social, incluso al matiz político, buscó la comunicación
con los lectores a base de hacer crónica de la vida cotidiana de una forma
sencilla y espontánea. Poeta hondo, dolorido, casi un metafísico de la pena, la
solidaridad con la desgracia y la miseria humana ennoblece y da profundidad a
su poesía. En alguna ocasión, cuando se le invitaba a que hiciese una reflexión
sobre lo que para él significaba la poesía, la llegó a considerar sobre todo
como un destino: “un poeta es una gente descarnada, es decir una persona
que va por el mundo sin piel, con la carne viva. Por lo tanto las cosas que
suceden le afectan más que a otros”. Para Sabines el perfil más reconocible de
la poesía era su vivencia humana: “el poema no tiene más que una medida, su
autenticidad”. Por tanto, era importante que el poeta no escribiera nada más
que sobre aquello que hubiera vivido: “todo lo que se haga al margen de la
experiencia emocional será una construcción verbal, juego entretenido, pero no
poesía”. En el fondo de estas palabras late la suspicacia que le provocaba la
poesía de Octavio Paz: “No me gustan los poemas –dijo en cierta ocasión, sobre
Paz- donde no se ve al poeta ni al hombre. Pura construcción, pura objetividad
sin mancha y sin trato”. Sin embargo, Octavio Paz, que sí apreciaba la poesía
de Jaime Sabines, llegó a dejar una semblanza bastante atinada de la
relevancia del poeta para la lírica mexicana: “Jaime Sabines es uno de los
mejores poetas contemporáneos de nuestra lengua. Muy pronto, desde su primer
libro, encontró su voz. Una voz inconfundible, un poco ronca y áspera, piedra
rodada y verdinegra, veteada por estas líneas sinuosas y profundas que trazan
en los peñascos el rayo y el temporal. Mapas pasionales, signos de los cuatros
elementos, jeroglíficos de la sangre, la bilis, el semen, el sudor, las
lágrimas y los otros líquidos y sustancias con que el hombre dibuja su muerte
–o con los que la muerte dibuja nuestra imagen de hombre”.
DOÑA LUZ
I
Acabo de desenterrar a mi madre,
muerta hace tiempo. Y lo que desenterré fue una caja de rosas: frescas,
fragantes, como si hubiesen estado en un
invernadero.
¡Qué raro es todo esto!
II
Es muy raro también que yo tuviese
una madre. A veces pienso que la soñé
demasiado, la soñé tanto que la hice.
Casi todas las madres son criaturas de nuestros sueños.
III
En la fotografía conserva para
siempre el mismo rostro. Las fotografías son injustas, terriblemente limitadas,
esclavas de un instante perpetuamente quieto. Una fotografía es como una
estatua: copia del engaño, consuelo del tiempo.
Cada vez que veo la fotografía me
digo: no es ella. Ella es mucho más.
Así todas las cosas me la recuerdan
para decirme que ella es muchas cosas más.
IV
Creo que estuvo en la tierra algunos
años. Creo que yo también estuve en la tierra. ¿Cuál es esa frontera?, ¿qué es
lo que ahora nos separa?, ¿nos separa realmente?
A veces creo escucharla: tú eres el
fantasma, tú la sombra. Sueña que vives, hijo, porque es hermoso el sueño de la
vida.
V
En un principio, con el rencor de su
agonía, no podía dormir. Tecas, dolorosas imágenes repetían su muerte noche a
noche. Eran mis ojos sucios, lastimados de verla; el tiempo del sobresalto y de
la angustia. ¡Qué infinitas caídas agarrado a la almohada, la oscuridad
girando, la boca seca, el espanto!
Pero una vez, amaneciendo, la luz
indecisa en las ventanas, pasó su mano sobre mi rostro, cerró mis ojos. ¡Qué
confortablemente ciego estoy de ella! ¡Qué bien me alcanza su ternura!!Qué
grande ha de ser su amor que me da su olvido!
VI
Si tú me lo permites, doña Luz, te
llevo a mi espalda, te paseo en hombros para volver a ver el mundo.
Quiero seguir dándote el beso en la
frente, en la mañana y en la noche y al mediodía. No quiero verte agonizar,
sino reír y enojarte o estar leyendo seriamente. Quiero que te apasiones de
nuevo por la justicia, que hables mal de los gringos, que defiendas a Cuba y a
Vietnam. Que me digas lo que pasa en Chiapas y en el rincón más apartado del
mundo Que te intereses en la vida y seas generosa, enérgica, espléndida y
frutal.
Quiero pasear contigo, pasearte en la
rueda de la fortuna de la semana y comer las uvas que tu corazón agitaba a cada
paso.
Tú eres un racimo, madre, un ramo,
una fronda, un bosque, un campo sembrado, un río. Toda igual a tu nombre, doña
Luz, Lucero, Lucha, manos llenas de arroz, viejecita sin años, envejecida sólo
para parecerte a los vinos.
IX
¡Con qué gusto veías los nuevos
utensilios de cocina, una sartén, una reluciente, un mondador facilísimo!
Sabías para qué sirven las cosas y extraías de ellas el máximo provecho. Nunca
dejaste de estar asombrada ante la radio, la televisión, los progresos del
hombre: asombrada, interesada, despierta.
Y algo en ti, sin embargo, era
antiquísimo, elemental, permanente. Por eso podías, con el Viejo, remontar un
río en canoa, construir una cerca, levantar una pared, cuidar un gallinero, dar
de comer, dar sombra, dar amor.
Aún en los años de la derrota -vejez,
viudez y soledad juntas- seguiste levantándote temprano, hacías café para
todos, un desayuno abundante y rico; esperabas tus hijos, tus nietos, lo que te
quedaba.
Te lo agradezco, madre: hay que
seguir levantándose temprano para esperar diariamente la vida.
X
Quiero hacerte un poema, darte unas
flores, un plato de comida que te guste, alguna fruta, un buen trago; llevarte
tus nietos, comunicarte una noticia estupenda.
De la ventana de tu casa me he
regresado porque tu casa está vacía inexplicablemente.
¿Qué le pasa al mundo?
Me he puesto a trabajar como un burro
tratando de ocuparme, de traerme al mundo, de estar con las cosas. Lo he
logrado. ¡Pero hay un instante de lucidez, un solo instante!
“Si vuelves atrás la mirada quedarás
hecho una estatua de sal”. Y yo soy, apenas, un hombre de piedra que quiere ver
hacia delante.
XI
Dame la mano, o cógete del brazo, de
mi brazo. Entra al coche. Te llevaré a dar el último paseo por el bosque.
Querías vivir, lo supe. Insistías en
que todo era hermoso, pero tu sangre caía como un muro vencido. Tus ojos se
apagaban detrás de ti misma. Cuando dijiste “volvamos” ya estabas muerta.
¡Qué dignidad, qué herencia! Nos
prohíbes las lágrimas ahora. No nos queda otro remedio que ser hombres.
XII
Debe de ser algo distinto. Tu alma:
unos puntos de luz reunidos en el aire, una luz tibia y flotante. Algo que se
aposenta en el corazón como un pájaro.
Yo la he visto sin verla, la he
tocado con otras manos diferentes a éstas. Hemos hablado de algún modo que
todavía no entiendo, y me ha dejado triste.
Me ha dejado triste, tirado todo el
día sobre mis sueños.
XIII
Decías que una mariposa negra es el
alma de un muerto. Y hace muchos días que esta mariposa no sale de la casa. Hoy
temprano la he visto sobre el cristal de la ventana, aleteando oscuramente, y
dije: ¡Quién sabe! ¿Por qué no habías de ser una mariposa rociando mi casa con
el callado polen de sus alas?
XIV
Tú conoces la casa, el pequeño
jardín: paredes altas, estrechas, y allí arriba el cielo. La noche permanece
todavía sobre la tierra y hay una claridad amenazante, diáfana, encima. La luz
penetra a los árboles dormidos (hay que ver la isla de los árboles dormidos en
la ciudad dormida y quieta). Se imaginan los sueños, se aprende todo. Todo está
quieto, quieto el río, quieto el corazón de los hombres. Los hombres sueñan.
Amanece sobre la tierra, entre los
árboles, una luz silenciosa, profunda.
Me amaneces, dentro del corazón,
calladamente.
XV
Estoy cansado, profundamente cansado
hasta los huesos. No tengo más que el reloj al que doy cuerda todos los días
como me doy cuerda a mí. Este desierto no es árido ni tremendo. En él hay
gente, árboles, edificios, automóviles, trenes, banderas y jardines. ¡Y qué
desolación! ¿Qué estamos haciendo tú y el Viejo y yo? Caminar sobre la tierra o
subterráneamente hacia el sol, hacia la boca del fuego redondo, hacia el hoyo
que se abre en el cielo entre las constelaciones.
El espasmo del día, el corazón
detenido de la noche, todo es igual, ay, todo es la muerte, la gran serpiente
ciega arrastrándose interminablemente.
XVI
“Cuando revivía mi abuelita, voy a
acusar a Julio con ella”, me dio a entender la Pipi hoy en su media lengua.
“¿Veldá, papa?”
-
Sí,
hijita. Cuando reviva tu abuelita le va a dar unas nalgadas a Julio para que no
te moleste.
Y me quedé pensando que todavía no es
posible. Son los meses del frío. Habrá que esperar la primavera, para que
nazcas de la amorosa tierra, bajo los árboles luminosos, en el aire limpio.
XVII
Lloverás en el tiempo de lluvia,
Harás calor en el verano,
Harás frío en el atardecer.
Volverás a morir otras mil veces.
Florecerás cuanto todo florezca.
No eres nada, nadie, madre.
De nosotros quedará la misma huella,
La semilla del viento en el agua,
El esqueleto de las hojas en la
tierra.
Sobre las rocas, el tatuaje de la
sombras,
En el corazón de los árboles la
palabra amor.
No somos nada, nadie, madre.
Es inútil vivir
Pero es más inútil morir.
XVIII
Sobre tu tumba,
Madre, padre,
Todo está quieto.
Mapá, te digo,
Revancha de los huesos,
Oscuro florecimiento,
Encima de ti, ahora,
Todo está quieto.
Una piedra, unas flores,
El sol, la noche, el viento
(¿el viento?)
Mi corazón, el mundo,
Todo está quieto.
XIX
Niña muerte, descansa
En nuestros brazos quietos.
En la sombra, descansa
Junto a nuestro cuerpo.
Cómete mis ojos
Para mirar adentro,
Acaba mis labios,
Mi boca, el silencio,
Bébete mi alma,
Bébete mi pecho,
Niña muerte, mía,
Que yo te mantengo.
La tierra está negra,
Mi dolor es negro.
Vacía está mi caja,
Vacío está mi cuerpo.
Niña muerte, gota
De rocío en mi pelo.
XX
Vienen la Noche Buena
Y el Año Nuevo.
¿Quién soy yo que me escape
Ahora de ser bueno?
Hermano mío, te saco
El puñal de la espalda,
Y tú, que me has robado,
Déjame entrar a casa.
Vienen la noche mala
Y el año viejo,
¡y qué cansado estás,
Qué desnudo me siento!
XXI
La casa me protege del frío nocturno,
del sol del mediodía, de los árboles derribados, del viento de los huracanes,
de las asechanzas del rayo, de los ríos desbordados, de los hombres y de las
fieras.
Pero la casa no me protege de la
muerte. ¿Por qué rendija se cuela el aire de la muerte? ¡Qué hongo de las
paredes, qué sustancia ascendente del corazón de la tierra es la muerte?
¿Quién me untó la muerte en la planta
de los pies el día de mi nacimiento?
XXII
¿Es que el viejo está muerto y tú
apenas recién morida? (¿Recien parida?), ¿palpitante en el seno de la muerte?,
¿aprendiendo a no ser?, ¿deslatiendo? ¿Cómo decir del que empieza a contar al
revés una cuenta infinita?)
¿Es que hay flores frescas y flores
marchitas en el rosal oscuro de la muerte?
¿Por qué me aflijo por ti, como si el
Viejo ya fuese un experto en estas cuestiones y tú apenas una aprendiz?
¿Es que han de pasar los años para
que los muertos saquen de su corazón a los intrusos? ¿Cuándo me arrojarás, tú
también, de tu tumba?
XXIII
El cráneo de mi padre ha de ser
pequeño y fino. Sin dientes: se los quitaron hace tiempo. Las cuencas de los
ojos no muy grandes. La frente tersa, sin daño, ascendiendo graciosamente; la
herradura del maxilar sólida, maciza.
Si pudiera ponerle unos ojos al
destino, le pondría suyos, de una vez que me dijo: somos polvo.
Somos huesos un tiempo. Harina de la
piedra que ha de quedarse inmóvil.
Siento que no podré morirme hasta no
tener en mis manos un momento el cráneo de mi padre. Es como una cita que
tenemos: lo más amado de nosotros dos.
XXIV
Todo esto es un cuento, lo sabemos.
He querido hacer un poema con tu muerte y he aquí que tengo la cabeza rota, las
manos vacías. No hay poesía en la muerte. En la muerte no hay nada.
Tú me das el poema cuando te sientas
a mi lado, cuando hablamos. ¡En sueño! ¿No serán los sueños sólo la parte
subterránea de este río que amanece cargado de sencias? ¿No serán el momento de
conocer para siempre el corazón oculto de la tierra?
¡Quién canta? El que lloró hace rato.
¿Quién va a vivir ahora? Los que estábamos muertos.
El paralítico se levanta todos los
días a andar, mientras el ciego atesora la luz para siempre.
Por eso el hambriento tiene el pan, y
al amoroso no lo sacia la vida.
II
JUGUETERÍA Y CANCIONES
BUENOS DÍAS, MEMORIA TERCA,
Buenos días, sangre seca,
Buenos días, hueso acostado,
Buenos días, aire sin manos.
(Pensar es hacer burbujas
Con el corazón ahogándose.)
Buenos días, amapola,
Buenos, señor oceánico,
Buenos, piedra, buenos días
(¿por qué me han de dar de palos?),
Tengo unas manos espléndidas
Y me sobra mi tamaño.
MI CORAZÓN NOCTURNO SE LEVANTA
El sábado temprano
(tomar café, lavarse,
Empezar el cigarro).
Hay ciertas cosas que he de hacer
Según está dictado,
Todo eso que se llama
El placer y el trabajo.
Escucho al barrendero allí en la calle
Jalar vidrios y sueños y muchachos.
Llega el día friolento
Sobre el lomo de un gato.
Y se avecina el trueno,
El cuchillo, el relámpago,
Horas amotinadas,
Motores a caballo,
Gases subiendo
Muertos escarpados,
Neblinas escondidas
En algunos cuartos.
Todo es puntual y cierto
El lunes, digo el sábado.
CARRETÓN DE LA BASURA:
Llévame temprano,
No muy tarde, o nunca.
LAS HORMIGAS se agarran de las manos
y de las patas y hacen un círculo en torno del escarabajo muerto.
Las lechugas -con las hojas
perforadas como tarjetas de IBM- ofrecen sus jugos al paladar ambicioso.
En la reunión de los poetas y las
autoridades estuvo presente la generosa comprensión de la miseria humana, el
mutuo perdón de la necesidad y de la tontería.
No quería levantarse porque eran las
cuatro de la madrugada, pero podía dedicar el insomnio a iluminar las cavernas
adjuntas y a trazar en ellas los signos rupestres de la importancia cotidiana.
Los caracoles estaban exquisitos.
Ahora danzan silenciosamente en las secreciones biliares y continúan, serenos y
confiados, por el camino de la resurrección.
AQUEL MUCHACHO TENÍA, DE VERDAD, el
sano propósito de acercarse a Dios. La enmienda fijaba las condiciones de
cambiar de piel y de alma, de borrar el pasado licencioso, la injuria, la
rebeldía estéril, la incomprensión adolescente. Iba a quemar sus libros, la
obra de su vida, en un acto de contrición Era preciso ser humilde, seguir el
buen camino, tocar a las puertas de la divinidad.
Organizó un coctel, invitó a mucha
gente, agasajó con bocadillos y bebidas, y todo fue un éxito. Salió en las
principales páginas de Sociales y su actitud quedó como un ejemplo para todos
aquellos que se arrepienten de verdad y se convierten, iluminados de pronto y
para siempre, a la fe de la vida sencilla, discretos y apartados de los ruidos
del mundo.
NO ESCUCHÉ LOS PASOS DEL GATO sobre
la alfombra, ni su maullido de hambre -casi palabra humana-, ni su ronquido de
satisfacción.
Algo como el espíritu del gato se
enredó entre mis pies y los llevó hacia debajo de la escalera. Allí estaban
unas muñecas abandonadas, una maceta de plástico y las esferas del árbol de
navidad en una caja. No había huellas de lucha, ningún rastro de sangre, ningún
indicio.
¿Por qué sospecho que mi gato ha sido
asesinado? Porque siempre a estas horas, cuando amanece, o baja de las azoteas
vecinas, trasijado y maltrecho, o me saluda desde el sillón en que ha evitado
el frío y el amor. Las noches son todas paralelas, y esta última, sin embargo,
es ominosa, falsa: mi sueño interrumpido constantemente, las casi pesadillas de
la vigilia, esa atmósfera ruin y silenciosa con olores extraños y bajas
sombras.
Todo ha sido en vano. Lo he buscado y
llamado inútilmente. Si no encuentro su cadáver, éste va a ser el crimen
perfecto.
PARA HACER FUNCIONAR A LAS ESTRELLAS
es necesario apretar el botón azul.
Las rosas están insoportables en el
florero.
¿Por qué me levanto a las tres de la
mañana mientras todos duermen? ¿Mi corazón sonámbulo se pone a andar sobre las
azoteas detectado los crímenes, investigando el amor?
Tengo todas las páginas para
escribir, tengo el silencio, la soledad, el amoroso insomnio; pero sólo hay
temblores subterráneos, hojas de angustia que aplasta una serpiente en sombra.
No hay nada que decir: es el presagio, sólo el presagio de nuestro nacimiento
ME PREOCUPA EL TELEVISOR. Da imágenes
distorsionadas últimamente. Las caras se alargan de manera ridícula, o se
acortan, tiemblan indistintamente, hasta volverse un juego monstruoso de
rostros inventados, rayas, luces y sombras como en una pesadilla. Se oyen las
palabras claramente, la música, los efectos de sonido, pero no corresponden a
la realidad, se atrasan, se anticipan, se montan sobre los gestos que uno
adivina.
Me dicen que un técnico lo arreglaría
en dos o tres días, pero yo me resisto. No quiero la violencia: le meterían las
manos, le quitarían las partes, le harían injertos ominosos, trasplantes
arriesgados y no siempre efectivos. No volvería a ser el mismo.
Ojalá que supere esta crisis. Porque
lo que tiene es una fiebre tremenda, un dolor de cabeza, una náusea horrible,
que lo hacen soñar estas cosas que vemos.
SOBRE EL ASFALTO se mece el trigo de
la madrugada. Pájaros prematuros cantan picando las paredes y los ventanales.
El aire fresco se desliza, por fin,
libre del campo.
El barrendero silvestre, en punto de
la seis, pasa su escoba, anunciando los maleficios del día, las asechanzas del
sol sobre la ciudad inerte. Todo ha acabado. La luz, enemiga de la magia,
atraviesa los párpados, echa a andar los relojes de la turbulencia.
LAS SIRENAS DE LOS BARCOS que zarpan
de la ciudad al mar, se escuchan por entre la neblina al amanecer.
Estos días son largos. Junio tiene
coraje de la noche. Se despiertan las lluvias, tira su piel el aire, crece
tranquilo.
Las paredes sustenta a los árboles.
Camina solitario, sobre calles
baldías, el amor.
DESPUÉS DE RECORRER los bajos fondos
del día, las semanas, los meses, el estupor, la angustia, los perros
civilizados, las telarañas que hay entre los edificios -arenas movedizas,
disminuya la velocidad frente a burdeles, no toque el claxon en zonas de escándalo-,
he llegado, por fin, a la indiferencia, al bendito surmenage que pide cama y
cloroformo, pastillas de largo alcance, cucharaditas de agua delgadas…
Extracciones de muelas, composición del esqueleto, disturbios en el colon
ascendente, arreglos definitivos a la inmortalidad. El alma descansa, macerada,
infinita, trasciende a Dios -poseído después de su rebeldía inútil, de su terca
fuga, de su insistente silencio.
Es el comienzo del principio, el alba
del primer día, el resplandor de la anunciación. Ahora tenemos fuerzas
suficiente para emborracharnos de nuevo, para investigar otra vez en nuestro
desahucio, para colgarnos de los alambres tensos de la noche inalámbrica que
comunica incesantemente al espacio exterior noticias de la locura de este mundo
extraño.
III TESTIMONIOS
TLATELOLCO 68
1
Nadie sabe el número exacto de los muertos,
Ni siquiera los asesinos,
Ni siquiera el criminal.
(Ciertamente ya llegó a la historia
Este hombre pequeño por todas partes,
Incapaz de todo menos del rencor.)
Tlatelolco será mencionado en los años que vienen
Como hoy hablamos de Río Blanco y Cananea, `
Pero esto fue peor,
Aquí han matado al pueblo:
No eran obreros parapetados en la huelga,
Eran mujeres y niños, estudiantes,
Jovencitos de quince años,
Una muchacha que iba al cine,
Una criatura en el vientre de su madre,
Todos barridos, certeramente acribillados
Por la metralla del Orden y la justicia Social.
A los tres días, el ejército era la víctima de los
desalmados,
Y el pueblo se aprestaba jubiloso
A celebras las Olimpiadas, que darían gloria a México.
2
El crimen está allí,
Cubierto de hojas de periódicos.
Con televisores, con radios, con banderas olímpicas.
El aire denso, inmóvil,
El terror, la ignominia.
Alrededor las voces, el tránsito, la vida.
Y el crimen está allí.
3
Habría que lavar no sólo el piso: la memoria.
Habría que quitarles los ojos a los que vimos,
Asesinar también a los deudos,
Que nadie llore, que no haya más testigos.
Pero la sangre echa raíces
Y crece como un árbol en el tiempo.
La sangre en el cemento, en las paredes,
En una enredadera: nos salpica,
Nos moja de vergüenza, de vergüenza.
Las bocas de los muertos nos escupen
Una perpetua sangre quieta.
4
Confiaremos en la mala memoria de la gente,
Ordenaremos los restos,
Perdonaremos a los sobrevivientes,
Daremos libertad a los encarcelados,
Seremos generosos, magnánimos y prudentes.
Nos han metido las ideas exóticas como una lavativa,
Pero instauramos la paz,
Consolidamos las instituciones;
Los comerciantes están con nosotros,
Los banqueros, los políticos auténticamente mexicanos,
Los colegios particulares,
Las personas respetables.
Hemos destruido la conjura:
Aumentamos nuestro poder.
Ya no nos caeremos de la cama
Porque tendremos dulces sueños.
Tenemos Secretarios de Estado capaces
De transformar la mierda en esencias aromáticas,
Diputados y senadores alquimistas,
Líderes inefables, chulísimos,
Un tropel de putos espirituales
Enarbolando nuestra bandera gallardamente.
Aquí no ha pasado nada.
Comienza nuestro reino.
5
En las planchas de la Delegación están los cadáveres.
Semidesnudos, fríos, agujereados,
Algunos con el rostro de un muerto.
Afuera la gente se amontona, se impacienta,
Espera no encontrar el suyo:
“vaya usted a buscar a otra parte”.
6
La juventud es el tema
Dentro de la Revolución.
El Gobierno apadrina a los héroes.
El peso mexicano está firme
Y el desarrollo del país es ascendente.
Siguen las tiras cómicas y los bandidos en la televisión.
Hemos demostrado al mundo que somos capaces,
Respetuosos, hospitalarios, sensibles
(¡qué Olimpiada maravillosa!),
Y ahora vamos a seguir con el “Metro”
Porque el progreso no puede detenerse.
Las mujeres, de rosa,
Los hombres, de azul cielo,
Desfilan los mexicanos en la unidad gloriosa
Que construye la patria de nuestros sueños.
LAS MONTAÑAS
En la finca de Orencio López, llamada El Carmen,
Municipio de Ixhuatán, Chiapas, conocí las montañas.
Las montañas existen. Son una masa de árboles y de agua,
De una luz que se toca con los dedos,
Y de algo más que todavía no existe.
Penetradas del aire más solemne,
Nada como ellas para ser la tierra,
Siglos de amor ensimismado, absorto
En la creación y muerte de sus hojas.
A punto de caer sobre los hombres,
Milagros de equilibrio, permanecen
En su mismo lugar, caen hacia arriba,
Dentro de sí, se abrazan, el cielo las sostiene,
Les llega el día, la noche, los rumores,
Pasan nubes y ríos, y tormentas,
Guardan sombras que crecen escondidas
Entre bambúes líquidos, dan el pecho
A limones increíbles, pastorean arbustos y zacates,
Duermen de pie sobre su propio sueño
De madera, de leche, de humedades.
Aquí Dios se detuvo, se detiene,
Se abstiene de sí mismo, se complace.
DIARIO OFICIAL
(Marzo de 70)
Por decreto presidencia: el pueblo no existe.
El pueblo es útil para hablar en banquetes:
2Brindo por el pueblo de México”,
“Brindo por el pueblo de Estados Unidos”.
También sirve el pueblo para otros menesteres literarios:
Escribir el cuento de la democracia,
Publicar la revista de la revolución,
Hacer la crónica de los grandes ideales.
El pueblo es una entidad pluscuamperfecta
Generosamente abstracta e infinita.
Sirve también para que jóvenes idiotas
Aumenten el área de los panteones
O embaracen las cárceles
O aprendan a ser ricos.
Lo mejor de todo lo ha dicho un señor Ministro:
“Con el pueblo me limpio el culo”.
He aquí lo máximo que puede llegar a ser el pueblo:
Un rollo de papel higiénico
Para escribir la historia contemporánea con las uñas.
IV
COMO PÁJAROS PERDIDOS
I
La canción no es el canto. Al canto lo conocen los mudos.
II
¿Creíste que podías burlar a tu destino? El mar arroja a los
ahogados prematuros y la muerte no abre sus puertas sino a la hora precisa.
Tu cadáver te ha de alcanzar, no tengas cuidado.
III
Tengo hambre. Es necesario que me ponga a ayunar.
IV
No deseo nada para lo porvenir. Deseo que puedas hacerte un
pasado feliz.
V
El amor es una memoria educada (o un olvido insistente).
VI
La mujer no es una serpiente ni es una flor. No tiene leche
debajo de la lengua, ni miel, ni nada: tiene saliva. La mujer es,
afortunadamente, todo lo que quieras darle.
VII
Te dicen descuidado porque ellos están acostumbrados a los
jardines, no a la selva.
VIII
Empieza a caminar. Todo es cuestión de que empieces a
caminar. Levántate. ¿Qué muro podrá detener al paralítico, qué abismo?
IX
En la tarde quieta las sombras de los árboles juegan a
esconderse. En mi corazón juegan las penas, los sueños, los deseos.
X
Se tiró a bucear en lo profundo del lago y andaba a tientas
entre las algas y los peces, mientras arriba el viento, cómplice del sol, se
llevaba doradas monedas hacia el campo.
XI
¡Qué hermosa es la vida! ¡Cómo nos despoja todos los días,
cómo nos arruina implacablemente, cómo nos enriquece sin cesar!
XII
El secreto de Dios:
Acercó
sus labios a mi oído
Y no me dijo nada.
XIII
Por el ojo de la llave no vas a ver nada en el cuarto a
oscuras. ¡Tira la puerta!
XIV
El piquete de una mariposa es más peligroso, mucho más que el
de una víbora.
XV
¿Cómo se escribe agua? Se debería escribir haguah, jáguaj…
como el que tiene sed.
XVI
Estoy harto de los poetas y de las quinceañeras. Siempre
están ensayando el vals de su presentación en sociedad.
XVII
El ratón se quejaba en su agujero: No me importa comer trigo,
migas de pan o granos de maíz: lo que no soporto del mundo es esta opresión y
esta oscuridad.
XVIII
El crimen perfecto sería un suicidio con apariencias de
crimen. (Meterme un balazo por la espalda un día de éstos.)
XIX
Como ahora no hay maestros ni alumnos, el alumno preguntó a
la pared: ¿qué es la sabiduría? Y la pared se hizo transparente.
XX
Me habló de la mariguana, de la heroína, de los hongos, de la
yaguasa. Por medio de las drogas llegaba a Dios, se hacía perfecto,
desaparecía.
Pero yo prefiero mis viejos alucinantes: la soledad, el amor,
la muerte.
XXI
En el capullo de tu ausencia crece mi corazón, ¿larva de ti?
XXII
No me vuelvan a hablar de los hombres. Mi rencor es infinito:
nada pude darles.
XXIII
Me gustaría ser “jet-set” Tener una fortuna de veinte mil
millones de dólares, yates y palacios, aviones, servidumbre, no hacer nada. Ir
de un lado a otro, comprar caballos y pinturas, poetas y jardines, baratijas,
museos y danzantes y bahías. ¿Arder, arder, brillar con luz propia, ser uno
mismos!
XXIV
El joven artista revolucionario quería, con toda el alma,
asustar al burgués.
El joven artista revolucionario vive asustado para siempre
por el burgués.
XXV
Con el calor han reventado las moscas. Hay un zumbido de
pétalos negros, insistentes picaduras al aire, pieles enmelazadas, horas lentas
y torpes en el mismo lugar. Las moscan dan calor, gotas quietas y negras de
calor. Entre miles de patas revienta el calor.
XXVI
Se puso a desprender, una tras otra, las capas de la cebolla,
y decía: ¡he de encontrar la verdadera cebolla, he de encontrarla!
XXVII
¡Qué hermosa es la página de papel en blanco! Es como una
mujer desnuda esperándonos. Hay una invitación, una petición, una urgencia, una
llamada del destino. Todo acto de amor es una escritura permanente.
XXVIII
Cuarenta días y cuarenta noches estuve en vela esperando.
Hasta que
resucitaste.
XXIX
Cada amanecer doy las gracias por haber sobrevivido a la
noche.
Cada anochecer doy la gracias por haber sobrevivido al día.
(Debiera dar las gracias, es cierto, por sobrevivirme a mí
mismo.)
XXX
Más que triste es sucia. La pobreza ensucia la casa, la cama,
el cuerpo y el alma. Se ahoga con su vómito. Revive para agonizar.
XXXI
Debí haberte encontrado diez años antes o diez años después,
pero llegaste a tiempo.
XXXII
Me quité los zapatos para andar sobre las brasas.
Me quité la piel para estrecharte.
Me quité el cuerpo para amarte.
Me quité el alma para ser tú.
XXXIII
Derribé la pared más oculta de tu alma y fui a dar al patio
de un alma vecina. Derribé otras paredes y siempre me encontré con que detrás
de un alma hay otros, muchas almas Por eso pienso que las almas no existen.
XXXIV
La poesía bucólica actualmente sólo puede extraerse de los
campos de Vietnam.
XXXVI
La policía irrumpió en la casa y atrapó a los participantes
de aquella fiesta. Se los llevó a la cárcel por lujuriosos y perversos. Era
natural. La policía no puede irrumpir en las calles y acabar con otros
escándalos, como el de la miseria.
XXXVII
¿Cuál es la diferencia entre los dos o tres días de la mosca
y los doscientos años de la tortuga?
XXXVIII
El infame despertador, estrellado sobre la pared, hecho
pedazos, repiquetea todavía, brinca de un lado a otro, gozoso, perverso,
vengativo.
V
COLLAGE
PRÓXIMO EN LA NOCHE, un poco al margen,
Como tocando puertas en la sombra
(esto ha de ser la vida, ay, tan cercana),
Caminando en oscuros corredores,
Buscándome, buscando dónde estuve,
Mi nombre, mis olores, algo mío.
No dije adiós a nadie, ni a mí mismo.
Nada dejé: ni un hueso para un perro.
Despedazando a Dios, trapos oscuros,
Jalándolo a mi muerte, ven conmigo,
Arrástrate, criatura, aquí a mi hoyo,
Cae conmigo.
Y esto es caerse horizontalmente,
Caer como al fondo de una calle.
SIEMPRE PENSÉ QUE CAMINAR A OSCURAS
Era lo normal.
Por debajo de puentes, de trenes subterráneos,
De mazorcas de piedra suspendidas
A la entrada de todos los abismo:
Por debajo de ríos congelados,
De ciudades hundidas en el lodo
De la avalancha de los días purísimos;
A un lado de las vías que acostumbran los muertos,
Por debajo de los lechos nupciales
Y de los jardines en la niebla.
Atravesar la oscuridad, la espesa sombra
Alrededor del cuerpo, para llegar a uno;
Adivinarse próximo, cercano,
Como una puerta abierta hacia un patio vacío.
Pero la luz llega de pronto,
Una doncella con los dedos largos,
Y te hunde los ojos en la cara,
Te los destripa para hacer el vino
Que bebe, lenta, todas las mañanas.
CON PALABRAS PRECISAS: el burlador burlado,
El cuerpo, el alma yace.
Está para sí mismo
Hasta la tierra,
El polvo genital
La matriz incesante.
¿Qué fue después de todo
Ese mover los labios,
Cambiarse de lugar,
Crecer, amar, partir?
La sangre seca en los maderos rotos,
La mirada perdida,
El rostro evaporado.
Un nombre, una memoria frágil
Jamás tendrá el calor de esta carne del mundo.
A VECES -NO SIEMPRE, PERO A VECES-
Alguien nos dicta, nos conduce
De un acto a otro,
Somos un instrumento,
Nada más un muñeco con hilos invisibles.
¿Quién es, o quiénes son,
O quiénes somos?
Caballo de la noria dando vueltas
Igual ayer que ahora,
¡qué hermosa libertad la de tu surco!
Me transito, quiere decir, recorro
De sorpresa en sorpresa mis lugares,
Me tomo de las manos nuevamente.
Para vivir no hay que tener memoria.
Para amar hay que olvidarlo todo.
SALEN LOS POEMAS DEL ÚTERO DEL ALMA
A su debido tiempo.
(¿Salen del alma?)
Hay hombres con tres almas o con cinco
Preñadas incesantemente
Por el silbato de las locomotoras o las alas del ángel.
Se muere el hombre
Y sus almas sobreviven un tiempo
Como las flores puestas en un vaso de agua.
(No hay espacio sobre la tierra para tantas almas.)
¿Qué pasará cuando no haya un lugar para enterrar a un
hombre?
Ataúdes en órbita, cementerios volantes
En busca de la estrella deshabitada.
¿No será esto la tierra: un cementerio enorme
Girando alrededor del sol
Que gira alrededor de la nada?
No son más ciertas las estrellas
Que el parpadeo del hombre.
(Toma, ven acá:
Muerde el pan engañoso,
Bebe la boca dulce de la vida.)
VENÍAS DE MUY LEJOS hacia la tierra
prometida. Y hallaste que la tierra prometida eran dos metros en el cementerio.
Es mejor estar en la tierra que nadie
promete. En esta humilde, llana tierra simple. No te alegres ni te
entristezcas. Vive parsimoniosamente, todo lo quiero que puedas en la cuerda
floja.
EL AGUA LAVA TODOS LOS PECADOS, los
pecados apestan. Sumérgete. Aquí hay jabón para las partes genitales y para el
alma. Desodorantes para la memoria. Ponte ropas limpias, levántate.
Cuando no se puede morir ha llegado
la hora de vivir. Las campanas de los cementerios tocan hacia arriba expulsando
a los muertos. Todos los ahorcados cortan la cuerda.
Puedes hablar de la tarde o de la
noche o del amanecer. El mediodía no sirve para nada, sólo para sembrarnos en
el sol (gota de agua irritada, estate quieta).
Magia de la cansada tristeza, vómito
de pelos, algodones mortuorios: es preciso que el amor alcance a la esperanza.
No podrás decir no. La piedra se
levanta, la montaña se abre, el río se detiene. Podrás regenerar otra cabeza,
otros brazos, otro tiempo.
¿Qué me pasó?, pregúntate, asustado.
Y no sabrás si fue un golpe de muerte o de fortuna, si bebiste un veneno o
exprimiste una fruta. Nada pasó. Estás.
DANDO RESPIRACIÓN MORTAL D BOCA A
BOCA, investigando en lo íntimo, yéndose al fina, al cabo, al término, al
principio. (La luz ciega tantea detrás de las pupilas.) Pulmones atrapados en
la maleza diurna, sangre golpeada contra el cuerpo, las piedras, las raíces.
Techo descendente. Paredes de cristal de roca.
EN ESTAS PROFUNDAS SOLEDADES te has
perdido a ti mismo. Corres detrás de las personas, las estrechas la mano,
deseando que en alguna de ellas estés tú. Y ellas tienen también el mismo
gesto: desean encontrarse en ti.
En estas profundas soledades giran
los aspirantes, nadan los peces transparentes, idénticos al agua de la
resurrección.
SI ME DEJAS ARRANCARTE LOS OJOS, amor
mío, me harías feliz.
Quisiera quemarte el corazón,
sellarte la memoria.
No quiero que me ames. Quiero dejarte
la boca para que me hables y para que me beses. Y todo lo demás de tu cuerpo,
que es delicioso.
ECHÉ EN LA BOLSA DEL TIEMPO todo lo
que tenía y la cerré con fuerza y la escondí cuidadosamente.
Nadie pudo encontrarla nunca.
Después de mil años la saqué de su
escondite y la abrí delante de todos, y no tenía nada.
HACE MUCHOS AÑOS que murieron mis padres,
Hace mucho, mis tíos, mis abuelos,
Un mundo de gente conocida.
A veces he sentido que estoy a punto de morirme
-como si de pronto envejeciera todo lo viejo que he de ser-
Y reflexiono en cosas sencillas,
Más bien dicho, alguien en mí se da cuenta
De lo profundamente sencilla
De lo maravillosamente sencilla y simple que es la vida.
Si tengo hambre, como,
Si tengo sed, bebo,
Si tengo amor, me como y me bebo.
No puedo ser mío si no soy de todos.
¡Y qué poco soy! ¡Qué extrañas complicaciones
Para ser un mundo mío tan pequeño!
Soy agua, soy calor, soy aire,
Todo soy menos tierra.
Sobre la tierra ando.
Le daré mi cuerpo a la tierra
Pero otra vez volveré a ser yo.
ME PREGUNTARON SI IRÍA a tu entierro,
Viejo abuelo León Felipe,
Y dije para qué.
Me contaron que te estaba muriendo
Y dije para qué.
Nada de eso sirve.
¡Es tan corriente morirse, abuelo!
YO NO TENGO IDEAS.
Siento pánico ante los hombres inteligentes.
Yo no puedo decir “haré esto”,
No tengo voluntad para nada.
Dejé de buscar explicaciones hace tiempo.
Tomo lo que traen las horas
Y a todo digo sí, nada más.
QUIERO UNA CAJA DE MUERTO que esté cómoda,
No vaya a estar angosta o corta.
La almohadilla, no muy alta
Y el color que quieran.
Herméticamente cerrada
Para que no me entre nada de la vida.
VI MALTIEMPO
ANIMALES SIMULTÁNEOS, LOS POETAS,
decentes o in, se reúnen gráficamente en las exposiciones del siglo.
En el camino de las tentaciones
siempre estará presente tu imagen, desamada mía.
Yo soy sólo un investigador de la
noche.
Cuando te beso allí es que estoy
buscando, sin darme cuenta, el refugio de la humedad primera, de la ciega,
tibia, infinita célula derramada, crecida.
En la insistencia de la muerte he
visto el mismo cuestionario tonto, la misma vieja preocupación de los
aspirantes: para las moscas encerradas en un frasco es muy difícil ingresar en
la vida.
¿Qué voy a morir pronto? Lo sé.
Siempre será demasiado pronto. Por eso duermo poco, quiero estar despierto a
todas horas, morir con los ojos abiertos para mirar un poco mas.
En el final fue el verbo. En el
principio fue el entendimiento armonioso, el silencioso amor.
Tú sólo mirarás las llamas, el
resplandor instantáneo de ese fuego perpetuo que soy yo.
AHORA ME PONGO LENTES para escribir.
Es el 3 de enero de 1970. Próximamente cumpliré 44 años.
Desde hace dos o tres meses digo:
¿Llegaré a fin de semana? No creo que tenga cáncer ni ninguna otra enfermedad
incurable, pero siento que de un momento a otro me voy a desplomar: ¡Veo morir
a la gente tan fácilmente!
Por lo general no tengo miedo, pero a
veces, en la madrugada, hay una eternidad de pesadillas, me alejo de mi cuerpo,
estoy al acecho, espero el ¡basta! Definitivo. Y me tengo lástima: ¡es tan
hermoso todo!, ¡amo tanto!
¡Qué remedio! Por todos lados veo
venir mi cadáver,
Pero se desvanece constantemente. No
habrá más que esperar, sentado a la puerta de mi casa…
ES LA HORA DE LA TRANSMIGRACIÓN de
las almas y los amores por los gatos.
En La madrugada vacía sólo dos o tres
moscas revolotean sobre la mesa, desveladas por la luz que he encendido,
interrumpidas en su efímero sueño, desquiciadas por este amanecer imprevisto.
Se oyen tres o cuatro gallos escondidos en los más lejano de la noche, cantando
equivocadamente por algún resplandor que no es el día.
Es desconcertante la ciudad a estas
horas. El silencio llena las piezas, transforma los objetos, deja escuchar el
sueño de los niños. Los utensilios de la civilización construyen entre sí una
mágica naturaleza muerta. El teléfono, minúsculo féretro de voces, carece de
sentido. La televisión, el tocadiscos, la máquina de escribir, unos cuadernos,
un libro semiabierto, son testigos paralizados de esa enorme e infinita vida
del residuo de leche en el vaso y de las migas sobre el mantel. Fluye difícil y
milagrosa la tinta y este papel la absorbe como la tierra del campo la primera
lluvia.
¿Estará la vida en el retrato que
cuelga de la pared y donde mis padres tienen la misma terca, insistente postura
de hace diez años? ¿no sería posible que de un momento a otro bajasen la
cabeza, volviesen la vista a otro lado o conversasen entre sí?
¿Estará la vida en las máscara de
Guanajuato, en el candelabro sin velas, en las flores marchitas de ese florero
olvidado?, ¿estará en la taza de café ya frío, en las frutas de cera, o en mis
manos?
EL RUIDO DEL CALENTADOR en el cuarto
vecino es como el de un ejército en marcha. Las pequeñas explosiones del gas
hacen un coro de amenazas, de airadas protestas, de sordas lamentaciones.
Tambores remotos, insistentes, al amanecer: parece que aceleran su ritmo, que
está próxima la catástrofe, el fin.
Todos duermen, yo escribo. Esta es la
hora más dulce de los sueños, cuando los cuerpos cansados, descansados, se
abrazan a sí mismos bajo las sábanas, y no quieren saber nada del día que
comienza. Sueño: tierno amor, anuncio de nuestra vocación definitiva, anticipo
del beso profundo de la muerte.
(Es la hora: ¡a bañarse!)
DESDE LA MUERTE de mi hijo Jaime, de
22 años, no he querido hablar más de la muerte. En esos días escribí un poema
de ocho o diez cuartillas, pero lo hice trizas y lo arrojé a la calle. No s
posible pasarse la vida hablando de los muertos. Estoy harto. Me da vergüenza.
(Lo malo es que no acaba uno de encontrar cómo deshacerse de los muertos.)
“Dejad que los muertos entierren a
los muertos”, una frase estupenda de Cristo. Pero, ¿no son los muertos los que
nos matan un poco, los que nos jalan un poco a su propia tumba? ¿Cómo rescatar
nuestra vida de manos de los muertos? Ni a palos ni con lumbre: los muertos nos
tienen agarrados furiosamente de los calzones, del pellejo.
Cristo no tuvo madre. Lo digo como lo
dicen los mexicanos, porque en realidad no tuvo ni madre, ni padre, ni hijos, y
de este modo no es difícil ser Dios.
No te ensucies el alma con este
mugroso amor terrestre a tu mujer que pelea, a tus padres que regañan, a tus
hijos que no agradecen, a tus hermanos que traicionan, a tus amigos que
olvidan: dedícate al divino amor de todos, al acuoso amor que perdona las
ofensas no recibidas y la gloriosa crucifixión.
LA MÚSICA -DICE IGOR STRAVINSKI- no
expresa nada: expresa solamente la música.
Ahora me explico por qué no me gusta,
por qué siempre me ha molestado la música de Stravinski.
La música expresa la música. La
pintura expresa la pintura, la poesía expresa la poesía. Cada vez somos más
inteligentes, más abstractos, más espirituales. ¿Llegará el hombre a ser sólo
un pensamiento del hombre?
HACE TRES DÍAS regresaron los hombres
de la luna. Nadie habla de otra cosa. Fue un viaje magnífico y aterrador.
La televisión nos la enseñó de cerca:
¿arena, cenizas, roca?, el horizonte demasiado breve, parecía que el astronauta
se fuese a caer por la borda.
¿Cuántas cosas averiguamos de la
luna! Su estupenda, desolada soledad infinita, su enrarecimiento, ¿su vacío?,
su superficie igual que el espacio que la rodea: caminos empedrados hacia todas
las estrellas.
Sabremos muchas cosas de la luna,
composición química, distancias, logos y grafías. Y sin embargo… ¿le quitarían
su miel?, ¿perderá su ternura?
Quiero pensar que no ha pasado nada.
La luna no es eso. La luna es la distancia de aquí a la luna. Es la luz de la
luna mansa e infinita. Es también su sombra, la certeza de que está allí
esperando.
Mientras no nos la quiten, mientras
no la hagan girar en órbita alrededor de otro planeta, la luna será nuestra
como siempre hemos pensado: un hermoso sueño, una distante luz que nos penetra,
un suave amor profundo y quieto en nuestro corazón. La luna será siempre el
resplandor que sale de nosotros en la noche y en la soledad.
GIRA POR SU ECUADOR EMPOBRECIDO
Un viento espeluznante, hecho de
nada,
Acostumbrado a ser sólo silencio,
Sólo derrame de una vena seca,
Sólo respiración de un pulmón muerto.
Un viento que no raspa, que no toca,
Que no levanta apenas la ceniza
de aquel ahogado incendio,
de la boca de Dios
(que ya sabemos que Dios no tiene
boca)
Sale el viento lunar, ágil,
terrestre,
Herido, quieto.
SI LA VIDA ES EJERCER nuestros
sentidos (cinco, d iez, los que sean) satisfechos, pensar, sentir, querer, y si
la muerte es todo lo contrario, ¿cómo incursionar ahora en la muerte? El ciego
se ejercita en ella parcialmente, el sordomudo, el paralítico, pero ¿Quién deja
de comer y de beber, quién deja de pensar? El estado de shock, o el coma, son
una antesala ordinaria y mediocre. Lo importante sería experimentar la muerte.
Serrar todas las puertas e introducirse en lo oscuro, ¡y regresar!
Yo tengo la certeza de que podría, en
un momento, detener mi corazón, morirme. Casi he llegado a hacerlo. Pero antes
de dar la orden definitiva me asalta el miedo: ¿y quién va a indicarme latir de
nuevo?
Hay otro camino, más activo y
espléndido: ejercitarse en la pasividad, en la cesación total. Romper de algún
modo y salirse de la órbita normal del pensamiento humano (la muerte es una
idea): llegar a la anti-idea. Ver en la oscuridad, respirar el vacío, hablar
sin articular palabra, atravesar los muros normalmente. Algo así. Descubrir que
lo extraordinario, lo monstruosamente anormal es esta breve cosa que llamamos
vida.
TE PREOCUPA QUE YO ESCRIBA con
disciplina, todos los días o casi todos los días. Eso lo hice hace veinte años.
Hoy me da vergüenza. Yo no soy una vieja jugando con muñecas, ni circulo en el
cuarto de los espejos.
¿Qué son las palabras desprendidas de
la vida? Naipes, juegos solitarios, pasatiempos mortales.
Esperemos. El vacío está lleno de
promesas.
ESTOY SEGUDO DE QUE ESTOS BRAZOS de
hoy no son los mismos de ayer. Tengo la certeza de que mi rostro es distinto,
mi estatura es otra, mi voz es diferente. Y sin embargo todos me reconocen, me
llaman por mi nombre, me hablan de cosas que sabemos.
¿Cómo podrían darse cuenta de mis
almas de cada día, de la que estoy regenerando, reconstruyendo en este
instante?
EL ESTÓMAGO, los intestinos, los
nervios, creo que hasta los riñones se me están echando encima. Necesito otro
cuerpo. Necesito un cuerpo de metal para que aguante. O bien un árbol, o una piedra.
Tiene que ser resistente al venenoso amor, a la insondable fatiga, al alcohol
tutelar, a la congregación de los presagios, al ritmo impúdico, vicioso de la
vida.
La paranoia se desnuda al pie de la
cama y baila, silva silenciosamente. Me pongo a ver un programa de vaqueros en
la televisión.
La muerte no importa. Lo que importa
es la lluvia, afuera, la insensible tarde, la vida despidiéndose inútilmente.
LA SENSATEZ Y LA CORDURA, hijas del
temor y la costumbre, no han convencido a mi corazón con sus dulces palabras.
La prudencia es una puta vieja y
flaca que baila, tentadora, delante de los ciegos.
Cautiva a los ancianos, comodidad,
seduce a los cansados y a los enfermos.
Mi corazón sólo ama el riesgo.
FUI A LA CASA DE EMPEÑOS y les dije:
-Éste es el traje con que me casé, nunca he vuelto a usarlo, ¿cuánto pueden
darme?
-El pasado sólo tiene valor para ti
-me dijeron-. Nada.
-Ésta es la factura de mi ataúd -les
dije-. ¿Cuánto?
Y se echaron a reír_ -El porvenir
vale menos que el pasado.
-¿Podría empeñar entonces mi
desnudez?
-Tu desnudez es invisible, y no le
queda a nadie más que a ti.
HE REPARTIDO MI VIDA inútilmente
entre el amor y el deseo, la queja de la muerte, el lamento de la soledad. Me aparté
de los pensamientos profundos, y he agredido a mi cuerpo con todos los excesos
y he ofendido a mi alma con la negación.
Me he sentido culpable de derrochar
la vida y no he querido quedarme en casa a atesorarla. Tuve miedo del fuego y
me incineré. Amaba las páginas de un libro y corría a las calles a aturdirme.
Todo ha sido superficial y vacío. No tuve odio sino amargura, nunca rencor sino
desencanto. Lo esperé todo de los hombres y todo lo obtuve. Sólo de mí no he
sacado nada: en esto me parezco a las tumbas.
¿Pude haber vivido de otro modo? Si
pudiera recomenzar, ¿lo haría?
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