Los jóvenes: se les ve cruzando el espacio y se puede percibir cómo se dirigen al futuro y eso en cada uno de sus gestos y movimientos. Lo mismo se puede decir de los ancianos, pero en sentido contrario: se les venir desde todo su pasado y se puede percibir que apenas se dirigen a parte alguna. Unos van tan despacio que parece que no tienen prisa; otros tan rápido que quisieran llegar ya. Ambos son como fantasmas que en el espacio y en el presente cobran cuerpo –se corporeizan- como viniendo de otro tiempo y de otro mundo para insertarse en éste. Y en el medio se presentan los adultos, como madurando en su propio mediodía y que parecen que siempre hubiera estado ahí, con su pasado y su futuro en equilibrio. ***** Los niños tienen la audacia del adulto que aún no ha perdido su inocencia. ***** Cuando se llega a cierta edad se cae en la cuenta que se está sucediendo a una generación que declina y perece y que sobre las cabez...
Bitácora de Poesía y Pensamiento