El cuadro está colgado enfrente de la puerta de mi apartamento y me siento a menudo a contemplarlo cuando vengo de la calle. Se trata de una iglesia gótica vista desde una plaza de Noia y cuando miro a la torre que debería estar inacabada me entra vértigo. Una desazón como la de los tullidos cuando sienten el dolor del miembro que les falta. El cuadro tiene un toque expresionista y mi amigo el pintor le incrustó en el rosetón toda la amalgama de colores del ocaso, un sol herido en agonía escupiendo vidrio.
Bitácora de Poesía y Pensamiento