No nos aflige tanto nuestra propia muerte como la de los seres queridos que se van muriendo antes que nosotros. Ser inmortal no nos serviría de nada en un mundo en que hubieran muerto los que nos acompañaron: nos quedaríamos solos, vacíos y sin amor. Y gustosamente aceptaríamos nuestra muerte si fuera el precio que tuviéramos que pagar por rescatar de ella a nuestros difuntos. ***** Que los hombres no vayan a su cita con la muerte en las mismas condiciones vitales es el mayor alegato metafísico contra la desigualdad de los hombres. La alta esperanza de vida de los ricos debería convertirse en la eterna de desesperación de los pobres y abrirles los ojos sobre la consustancial injusticia del mundo. ***** No hay nada más fértil que la muerte, y es esta la gran paradoja de la vida, que aquello que vuelve estéril todo lo que toca contenga a la vez el germen de toda vida y de toda creatividad. Acaso nos hayamos equivocado al conceder a la apariencia de toda vida el poder de la fertilidad, pu...
Bitácora de Poesía y Pensamiento