Escribo una frase, pero apenas la termino empiezo a darme cuenta de que no he elegido las palabras adecuadas. No parece que el verbo sea el correcto, quizás la coma sobre o la conjunción pueda cortarse en seco. Me revuelvo en el asiento dándole vueltas al escrito, la duda me atenaza atándome un nudo en el estómago y busco en vano el impulso que me haga remontar el vuelo. Reviso entonces el párrafo anterior que un momento antes había dejado clausurado y en una de las frases advierto una fisura que amenaza con afectar al edificio entero. La tapo, mudando de palabra, pero noto con horror que el reajuste amenaza con transformar a las adláteres y cambiar por completo el sentido originario. Y entonces ocurre lo de siempre, que de tanto mutilar frases, mudar palabras, conmutar el ritmo y trocar los puntos por las comas, convierto todo el texto en un borrador impresentable, garrapateado de paréntesis, tachaduras y acotaciones. Intento reanudar la tarea, iniciar el texto desde un pr...
Bitácora de Poesía y Pensamiento