Marta D. Riezu nació en Tarrasa en 1979, hija de padres emigrantes que se conocieron en Colonia. Cursó Comunicación y Estudio de Medios en la Universidad Pompeu Fabra y sus primeros artículos los escribió para la revista Marie Claire. Como periodista ha estado siempre relacionado con la comunicación de "moda", agudizando su habilidad para la redacción publicitaria . El éxito de la primera edición de su libro "Agua y Jabón. Apuntes sobre la elegancia involuntaria" suscitó una segunda edición en Cuadernos Compactos, de la Editorial Anagrama. Inspirado en los dietarios de Josep Pla o de Julio Ramón Ribeyro, el libro es una mezcolanza de reflexiones, recomendaciones personales y también un anecdotario en el que combina lo autobiográfico con la curiosidad por las vidas de personajes de la cultura y la moda. "Agua y Jabón" es un libro que, como recomienda la autora, "hay que leerlo a salto de mata, siempre abriéndolo al azar". A pesar de su trabajo relacionado con el mundo de la moda, no tiene Facebook, TikTok o Twitter. "Las redes sociales -ha escrito- rara vez hacen honor a su nombre, tienen poco que ver con la conversación y mucho con el marketing. (...) Lo que me gusta es escribir, no las redes sociales. Lo que me gusta es la gente, no las redes sociales" También le gusta la literatura y el cine, la fotografía y la arquitectura; y por supuesto la moda cuando revela esa "elegancia involuntaria" que intenta glosar en su libro.
La anécdota es conocida. Preguntaron a Cecil Beaton qué es la elegancia, y respondió: agua y jabón. Que es lo mismo que decir: lo elegante es lo sencillo, lo honesto, lo de toda la vida.
La elegancia involuntaria no tiene que ver con la moda, ni con el dinero, ni con lo estético. La asocio a la persona que aporta y apacigua, a la alegría discreta, al gesto generoso. Ensancha y afina nuestro mundo. Está siempre cerca del silencio, el bien común, la paciencia, la naturaleza, la voluntad de construir y conservar.
Si la elegancia les suena demasiado pretenciosa, piensen en la gracia. Es más viva y menos solemne, y también tiene carácter e integridad. (...)
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Hay quien vive en el mundo digital, tenga delante una pantalla o no. Internet se ha entrelazado de tal modo en su conciencia que para esa persona ya no es un lugar, sino un modo de habitar la realidad. Para mí sigue siendo un espacio que visito a ratos y que intento que no someta mi lógica. La vida no está en la actualidad. A la Historia le importa un pito la actualidad.
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Quien bien nos quiere se fija en lo que nos gusta, pero quien nos aprecia de verdad memoriza lo que detestamos. Para ahorrárnoslo, sobre todo; pero también para esgrimirlo en un momento tenso y hacernos reír.
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La única persona a la que le he pedido un autógrafo en mi vida: Arsenio Iglesias. Eran los noventa, las dos familias viajamos por el norte y llegamos a Santiago de Compostela. Mis primas y yo lo vimos desde la otra punta de la Plaza del Obradoiro. Salimos corriendo como para avisarlo de un meteorito a punto de caer sobre él. Mi devoción quizá viene de su elegancia involuntaria en la rueda de prensa después del penalti fallido de Djukic (y la liga perdida) en el Depor-Valencia de 1994. "Mucho que decir y poco que contar."
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Ahora que ya está claro el coste ecológico de la aventura low cost caprichosa, admiro todavía más a los inmovilistas que saben que en nuestra misma calle están representados todos los vicios y virtudes humanos.
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Es más fácil florecer si uno se rodea de personas brillantes e inflexibles, personas con las que no hay más remedio que intentar igualar su ritmo. El listón bajo solo, sin darse uno cuenta, como los calcetines malos. Cada pocas semanas hay que revisar el propio trabajo con un látigo.
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Cómo detectar a un mediocre: por su gusto por lo extraordinario. Le gusta todo cuanto más embrollado mejor: lo centelleante, lo atronador, ese horror indefinido que es lo premiun, lo VIP, lo in-your-face, el "ya que pago, me se note". Lo discreto le aburre, la rutina le desespera. No ve nada; ni el milagro de la fuente en la calle, ni la dignidad cívica del buzón de correos, ni la tentación del pico de pan.
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En el amigo busco las pequeñas virtudes: cortesía, gracia, destreza. En la pareja busco las grandes virtudes: voluntad, generosidad, honestidad.
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El hombre sentado a la mesa de un restaurante con amigos. Comparte confidencias en voz baja, pero se le escapa una risa fuerte, a pleno pulmón. He ahí un hombre libre.
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El gesto de compromiso de barrer el trozo de la calle delante de casa, como hacían nuestras madres. Me dice la vecina cuando me ve: "Si de eso ya se ocupa el Ayuntamiento." Frase que explica muchos de nuestros males.
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En ese dificilísimo trance que es autodefinirse hay que tomar ejemplo de la sencillez del historiador Julio Caro Baroja: "Soy una señora que se dedica a sus labores. " Y añade: "Tengo tendencia a escudriñar en ámbitos sin popularidad alguna. Soy un defensor de la variedad, del matiz, de la excepción." Antes que trabajar en un museo o una universidad, Caro Baroja "preferiría pedir limosna con un perro en la puerta de San Ginés".
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El espectáculo del bullicio al entrar en una fonda al mediodía. "¿De qué se ríen tanto? ¿Han dicho alguna gracia? No señor; se ríen de que han comido." Qué razón tiene Larra: somos así de simples.
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Sé que me gusta mucho un restaurante cuando, quizá en el segundo plato aún, ya estoy planeando la siguiente visita. El síntoma más primario de felicidad es desear la repetición.
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No me fío de casi ningún objeto que esté de moda. Prefiero la calidad y el pragmatismo de esos útiles que solemos ignorar, resignados a nuestras prisas: el reloj de estación, el semáforo de entrada a la ciudad, las papeleras, las cestas del supermercado, todo invisible y todo tan importante.
Entro en un establecimiento, y en lugar de una selección personal encuentro una antología de la teletienda. Yo, lo primero, empatizo con los ciudadanos que tienen un comercio: hay que ganarse la vida. Pero que no lo justifiquen con esa cobardía moral: "A nosotros tampoco nos gusta, pero esto es lo que pide la gente".
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No sabemos qué es una buena casa. Nadie educa para ello. No entendemos la claridad, la salubridad, el silencio, lo útil, lo cambiante. Nos quedamos en la vanidad y el manierismo.
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Los buenos arquitectos construyen a favor del terreno, sin inmiscuirse, haciendo el menor daño posible, quizá por aquel poema de Maragall:
Alquant aquestes parets
heu pres entre sos caires
lo que era abans de tots: l'espai, l'ambient, la llum
mai més lliure un ocell travessarà aquest aires.
(Alzando estas paredes, preso ha quedado en ellas
lo que era antes de todos: ambiente, luz, espacio
ya nunca más un ave ha de cruzar sus aires.)
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Tarde o temprano llega un frío terrible.
Somos jóvenes, fuertes y nos va más o menos bien, pero en algún momento de la vida pasaremos por una crisis, que puede tomar mil formas: soledad, desazón inexplicable, enfermedad, desajuste químico, ruptura, apatía. Y llegaremos a la intemperie.
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La música, el arte, las lecturas, la filosofía; con lo vivido, lo escuchado y lo reflexionado se crea un búnker mental. Pero hay que tener los deberes hechos; uno pierde a la madre y no piensa: bueno, ahora voy a ponerme a escuchar Cadena Dial, a ver si me alivia. Se trata, dice Joan margarit, de "convertir el dolor en tristeza. El dolor no se puede gestionar; la tristeza sí".
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SUPLEMENTO DE AFINIDADES
Acompañar. Poner música y no prestarle atención es una falta de respeto tan grande como bajar del coche dejando una canción a medias.
Adolescentes. El cuarto sexo, según la exposición en 2003 en Florencia de Raf Simons y Francesco Bonami. Todo lo que rodea a los adolescentes es a la vez tabú y mercancía. Se les toma como inspiración y se deposita en ellos la esperanza de futuro, pero no se les cede el paso como ciudadanos, sino como consumidores.
Alemán. Idioma sagacísimo -perfecto para hundir al otro en la miseria con gran pulcritud- y estructurado ferrovialmente, uniendo vagones de palabras. Ejemplo: Backpfeifengesicht (cara merecedora de un tortazo)
Alma. Gregorio Luri: "Tenemos el deber moral de ser inteligentes. Para los antiguos esto equivalía al cuidado del alma. El alma se asemeja a lo que ama, y por eso es importante amar el conocimiento, que proporciona experiencias de orden, definición y límite."
Amor. En "Je vous salue, Marie" (Godard, 1985) parece la mejor definición de esa extraña amnesia que atañe a la cara de los familiares que hemos perdido: "En el amor no se ve nada: ni miradas, ni rasgos, ni parecidos. Nuestros corazones tiemblan solo a la luz."
Aprendizaje. Uno solo aprende lo que tiene ya en su propia naturaleza. Eso arraiga y pasa a nuestro interior. Todo lo demás queda prendido en la superficie, como esas bardanas pegadas a la ropa tras una caminata por el bosque. Las sacudimos y nos olvidamos sin remordimiento.
Arte. Lo que te llena. Lo explica de maravilla Guillermo Pérez Villalta: "Si cuando uno está ante una obra de arte no tiene un subidón, aquello no funciona. Hay que tener un subidón. Alegría, emoción, sensación de vida."
Arribismo. No he deseado nunca -como si esto pudiera elegirse, estar en el meollo. El meollo es mucho más atractivo desde lejos. Sí he buscado la compañía de personas inteligentes. Quería ver si, con suerte, se me pegaba algo. Sólo más tarde uno descubre que la inteligencia no siempre va ligada a la compasión, ni a la sensibilidad, ni a la generosidad.
Azar. El lado misterioso de la vida, o el vértigo de pensar que todo lo importante de verdad nos vino de rebote. Con nuestra predisposición, seguro, pero de rebote.
Banderas. No entiendo la pasión que despiertan. Además suelen estar hechas de unos sintéticos terribles. En cambio, amo los pañuelos de bolsillo heredados.
Biblioteca. Quevedo viajaba con una biblioteca portátil de más de cien tomos. En la Casa Laporte de Gio Ponti había una librería en cada habitación, para que los libros te pudieran seguir acompañando allí donde quisieras dejarlos. Es también un modo de jugar al escondite con ellos.
Botafumeiro. Sesenta kilos de carbón y resinas en vaivén furioso. Uno se siente apabullado ante ese movimiento hipnótico, aromático y aterrador que, de caernos encima, podría destruirnos como un mísil catedralicio. La plegaria sincera sube hacia el cielo, siguiendo el camino del humo del incienso.
Burguesía. Karl Kraus: "El burgués no tolera en su casa nada que no entienda."
Caoba. Único material pertinente para la barra de un bar o el mostrador de un banco, dos lugares donde uno busca piedad.
Cardenal, Ernesto. Un místico con boina, un poeta que leía ciencia, un revolucionario enclaustrado en un monasterio. "Bienaventurado el hombre que no lee sus anuncios / ni escucha sus radios / ni cree en sus slogans / Será como un árbol plantado junto a una fuente."
Carisma. Siempre preferiré alguien discreto a un pavo real, pero hay que rendirse a la fuerza de arrastre del carismático. Todavía mejor cuando el carisma, que siempre tiene algo de detonación, se alía con años silenciosos de macerar ideas, especulaciones y estilos. Y, de pronto, sale al mundo.
Castaing, Madeleine. "Hay dos cosas que importan en esta vida: el amor y la salud. El dinero: nada. La gente: no mucho, aparte de unos pocos."
Castigo. La única sanción que me parece un trofeo es que a uno le coloquen en la cabeza unas venerables orejas de burro.
Civismo. No ser pesado. Agradecer. No dar gato por liebre. Vivir la cultura como placer, no como obligación. Saberse poco importante y disfrutarlo. Respetar, conservar y dejar vivir.
Defectos. Dispensar al amigo también es una elegancia. Lo que dijo Umbral de Cela: "Conozco sus debilidades, pero todavía me fascinan sus potencias."
Deserción. No es la palabra exacta, porque el que deserta antes ha tenido que estar, pero los artistas sin obra -que obsesionan a Jouannais, a Vila-Matas- son "maestros de la influencia imperceptible", elegantes involuntarios que se encogen de hombros y dejan paso a otros.
Despilfarro. Un arte si se hace bien, que casi nunca es el caso. La madre de Lorca no se fiaba mucho de él: "Si puedes, me gustaría que me mandases el dinero que tengas, pues en todas partes hay robos y pillerías, y aquí está más seguro."
Dignidad. Unificadora, inviolable, abstracta y exigente: estar a su altura pide un compromiso moral de por vida. Javier Gomá: "Estamos abocados a la indignidad máxima, que es la muerte. De manera que desarrollamos un arte de vivir, una combinación de insumisión y deportividad. La insumisión contra nuestro destino funerario y sus miserias produce la compasión, la benevolencia, el arte, la ciencia, la técnica, la filosofía, en suma, la cultura, aquello que hace la vida digna de ser vivida."
Distancia. Un factor clave de lo interesante. Lo explica Ingrid Guardiola en "Releer a Debord". El entretenimiento actual invita a la inmersión, pero siempre a través de la pantalla y desde la experiencia directa de las cosas. En la vida real uno detectaría rápidamente el andamiaje raquítico que hay detrás de esa foto, ese vídeo. El distanciamiento propicia que nos creamos ese mundo "fast, precocinado, simplificado, amusant, reconfortante, planificado, irreal y, por todo ello, delirante".
Edad. La amistad más elegante es la complicidad con alguien con quien nos separan dos generaciones o más.
Edad del pavo. Antes acababa alrededor de los dieciséis años, y ahora a los treinta y ocho. Esto ha hecho nacer aberraciones como el numblecore, pseudogénero cinematográfico que detesto. Chicas soñadoras aparejadas con chicos inútiles, adultos que se drogan porque creen que tiene gracia, goras y barbasw, referencias culturales metidas con calzador, bares y cerveza, gente que to0davía tiene mejores amigos (con principios de artritis), malos empleos... Hay que tener mucha jeta para comparar todo este sinsentido con el cinéma vérité y la nouvelle vague.
Emancipación. Mejor volar de casa cuanto antes. Maurice Maeterlinck: "El peor enemigo de la semilla es el tronco paterno. Toda semilla que cae al pie de un árbol está perdida. De ahí ese inmenso esfuerzo para sacudirse el yugo y conquistar el el espacio con sistemas de diseminación, propulsión, aviación."
Escepticismo. Sánchez-Ostiz: "La capacidad de engañarse a uno mismo es un signo inequívoco de juventud."
Éxito. Cada vez que algún escritor se queje del poco caso que le hacen le hablaré de los veinte años de aduanero en el puerto de Nueva York de Herman Melville.
Experiencia. Si algo se anuncia como "una experiencia", no vayan.
Farmacias. Uno de los pocos lugares del planeta que siguen siendo fiables. En espíritu, son como clubs privados ingleses: antipáticos, al grano, acostumbrados a oír de todo (y callar) y con soluciones específicas. Las farmacias son orteguianas, porque son un canto a lo exacto: "Los hombres mueren de vaguedad, de verlo todo incierto y brumoso, en lugar de tomar la decisión de precisarse.
Frivolidad. Cómo reconocer el alma inmadura: debe de estar siempre haciendo algo agradable y, si es posible, dos cosas agradables a la vez.
Gorriones. Miguel d'Ors los llamó "calderilla del cielo". José Jiménez Lozano: "Gorrioncillo urbano / perdido entre las mesas / de una terraza, en un hotel de lujo. / Como a ti, me bastan y me sobran / las migajas del mundo."
Gratitud. El desagradecido no tiene una micra de elegancia en su cuerpo.
Hielo. Henry Pollack, geofísico: "El indicador más inequívoco del cambio climático es el hielo. No presenta argumentos, no lee periódicos, no escucha debates. No lleva ninguna carga política cuando cruza el umbral de lo sólido a lo líquido.
Independencia. Francis Hallé: "Encuentro a los árboles extraordinariamente autónomos. Lo único que pide un árbol es que se le deje en paz. Hay un contraste extraordinario entre lo poco que necesitan y la enormidad de lo que logran."
Interiores. Nicholas Korody: "sin arquitectura no hay nada que decorar, y sin decoración la arquitectura desaparece en la ilegibilidad, no es navegable ni habitable."
Larkin, Philip. "Ser valiente es no asustar a los demás". De Larkin, todo, excepto su poema de hijo ingrato ("Man hands on misery to man").
Levedad. No pienso ligar jamás por aplicaciones, ni que sea para ahorrarme la humillación de pensar que alguien ha pasado un dedo despreciativo hacia la izquierda por encima de mí.
Literatura. Strindberg definió la escritura como "desnudarse en medio de una plaza". Para Juan Eduardo Zúñiga, la literatura no es un espectáculo ni un trampolín de egolatría. El buen lector llega a uno sin presiones comerciales; lo hace por casualidad, destino o boca a boca.
López Aranguren, José Luis. Le preguntaron por los peligros del intelectual exuberante y divo. "¿Cree usted que el intelectual debe intervenir en política?" "Interesarse por ella, desde luego sí; intervenir, en modo alguno. Hasta cuando es menos mala, la política es siempre una simplificación de la realidad, y el intelectual se debe a la verdad entera."
Memorizar. Siguen siendo importante, lo será siempre. Un joven periodista entrevistó en 1976 en París al poeta Czeslaw Milosz. En aquel entonces el exiliado Milosz había sido etiquetado como "enemigo de la Polonia Popular". Sus libros estaba prohibidos, el hostigamiento era brutal. Se sentaron en la mesa de un bar del Barrio Latino y al rato, superada la timidez, el joven se atrevió a recitar unos poemas de Milosz. El hombre se puso a llorar. "No sabía que los jóvenes supieran de memoria mis poesías". Y con ese gesto generoso el chico borró la tentativa de abandono del escritor, que en 1980 ganó el Nobel de Literatura.
Moliner, María. Intrusa en el entorno académico, le echaron en cara su mayor virtud: la intuición. Escribió sola en su casa, a mano, un diccionario de 3.000 páginas. Y lo hizo a lo largo de quince años, en los ratos libres que le dejaba su trabajo y su familia.
Montessori. La educación como un proceso de dentro hacia fuera, y no a la inversa. Cosechar del interior, sin meter apretujadas las ideas. Apoyarse en diálogo cordial, la integridad, la naturaleza, la belleza del orden.
Muerte. Karmelo C. Iribarren: "La vida sigue -dicen-, / pero no siempre es verdad. / A veces la vida no sigue. /A veces solo pasan los días." Otra definición de Gómez de la Serna, solo para muy lectores: "La muerte es cuando va a salir el tren y ya no hay tiempo de comprar revistas."
Norte. Y sur. Salvador de Madariaga: "La honradez se mide de cintura para arriba y la honestidad de cintura para abajo."
Nosé. Un estado anímico y una palabra que el diccionario debería admitir cuanto antes, por su importancia capital para acabar con entuertos.
Opiniones. Aquello de Martínez Zarracina: "Las opiniones no sierva para nada. Apenas para subirse a ellas y parecer más alto. Pero desde luego las opiniones no sirven para escribir. El oficio es más arriesgado, en realidad: se escribe con el carácter."
Ornamento. La falta de ornamentos es un signo de fuerza espiritual, decía Adolf Loos. !Si viera Loos cómo aquellas artesanías innecesarias pero bien hechas hoy no llegan ni a la categoría de adornitos!.
Paciencia. Ambrose Bierce: "Desesperación disfrazada de virtud."
Perdonar. Mirar hacia atrás sin ira. El derecho a la supresión de internet debería tener un equivalente en la vida real. En las culturas orales se perdía lo que ya no aportaba, pero hoy todo queda registrado. Damos mucho valor al recuerdo, pero la mala memoria es una bendición.
Pesimismo. Samuel Beckett: "Tengo un pie en la tumba, y el otro en una piel de plátano."
Poetas de Instagram. Javier Salvago: "todo es poesía pero no todo es un poema."
Pragmatismo. Hay una sensatez elegante en unir tareas que se benefician entre sí. Tres ejemplos. Uno: la confitería y la cerería eran vecina; miel para los pasteles, cera para las velas. Dos: las monjas almidonaban las tocas con claras batidas y, para no desperdiciar las yemas, empezaron a cocinar dulces. Tres: en el Barrio alto de Albox (Almería) la principal actividad económica era la alfarería. Noelia Cortés: "En las fiestas del barrio los alfareros hacían vasijas llenas de caramelos y juguetes, para que los niños las tirasen al suelo y cogieran lo que más les guastase. En la calle había un horno de ladrillo, barro y leña, y en los respiraderos de arriba las vecinas ponían sus rejas llenas de patatas, para asarlas con el calor. Aquellos días, el barrio entero comía patatas alfareras."
Promesa. Una de mis pesadillas, ya superada por la misma biología: ser identificado como joven talento. Qué presión, que arbitrariedad. Quedas obligado a seguir subiendo como sea.
Revancha. Nicolás Gómez Dávila: "Basta observar al que nos insulta para sabernos vengados."
Rituales. En declive por culpa de la prisa y la productividad. Generan comunidad sin necesidad de hablar. El narcisista detesta las formas, la cortesía, porque le parece que aplanan su individualidad.
Rybcysnski, Sitold. Su libro. "La casa" enumera (sin querer) todas las cobardías del burgués: el conforto, lo utilitario, el guardar las formas, la regularidad, una ética de grises, la moderación, el disimulo, las satisfacciones modestas...
Soledad. Joan Margarit: "La ausencia es una casa con radiadores helados."
Tacto. Kant: "La mano es la ventana de la mente." Al "Homo sapiens" no lo constituye solo la sutileza de la mano al presionar, sino -como saben por ejemplo los cirujanos o los pianistas- la habilidad de soltar.
Tristeza. Me deprime el "hoy por ti, mañana por mí". Disfraza de solidaridad el egoísmo estratégico. Si se ayuda, que sea por empatía o compasión.
Troyano, Ritama. Ritama y Lorca visitan el Louvre, y el poeta le dice: "Vamos a pasar por delante de la Gioconda sin mirarla. !Es una burguesa! !No la mires! Y ambos giran la cabeza de perfil como egipcios, muertos de risa.
Tutear. Los que tutean por sistema se pierden el placer y la repentina fraternidad que da el tratar de usted.
Turismo. Huida aburguesada. Todos fantaseamos alguna vez con la evasión, con desaparecer y no volver más. Viajar es una deserción controlada.
Vallcorba, Jaume. Cuando le dijero al juicioso editor de Quaderns Crema y Acantilado que tenía fama de elitista exquisito, respondió: "Si exquisito quiere decir exigente, lo asumo."
Venganza. En la fábula del flautista de Hamelín, que secuestra a los niños porque el pueblo le ha estafado unos dineros, los únicos críos que se salvan son un cojo que va demasiado lento, un sordo que ni se entera del lío y un ciego que se pierde por el camino. Yo quiero estar en ese grupo maravilloso de Los Dejados atrás.
Vicios. Las únicas dos adicciones que no provocan daños en la salud son la lectura apasionada y la escucha obsesiva de música.
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