En casa, las mujeres -mi madre y mis dos hermanas- estaban lavando mi mejor traje en la lavadora y les pregunté con rabia que como no lo lavaban a mano o por qué no lo llevaban a la tintorería. Se echaron a llorar y sólo entonces me di cuenta que eso lo estaba viviendo mi alma y que acababa de perder el cuerpo en aquella caja hecha a su medida.
Bitácora de Poesía y Pensamiento