En 1930, y bajo la influencia de su reciente conversión al anglocatolicismo, escribe T. S. Eliot el largo poema “Miércoles de ceniza”, en que maneja por igual material mítico y cristiano, y en el que nos sorprende a veces con potentes imágenes religiosas de resonancia bíblica: “escupiendo por la boca la reseca semilla de manzana”. Como en muchos de sus poemas, T. S Eliot toma como pretexto un motivo religioso para hacer una reflexión sobre el tiempo y el lenguaje, sobre la incapacidad que tienen las propias acciones y palabras para redimir por sí solas nuestra vida intrascendente, efímera vida a la que se ha despojado del poder de retornar a la tierra o resucitar la carne, reducida al fin a polvo y ceniza. Vida vivida como destierro, “ceniza o esqueleto, y después ni siquiera un nombre, un ruido, un eco”, que diría Marco Aurelio. Vaya por delante que el poema está escrito desde la posición y actitud del que ha perdido toda esperanza, “del que...
Bitácora de Poesía y Pensamiento