Claudio Rodríguez nace en Zamora el 30 de enero de 1934, en el seno de
una familia burguesa de provincias. Es el primer hijo de María García Moralejo,
de arraigadas convicciones burguesas y heredera de algunas propiedades cerca de
Zamora, y de Claudio Rodríguez Diego, de origen humilde; era hijo de una
lechera, y sólo con mucho esfuerzo había logrado terminar la carrera de Derecho
y trabajar como interventor de Hacienda. El padre es, además, gran lector de
poesía y, con el tiempo, ha logrado reunir una importante biblioteca; también
escribe versos, que de vez en cuando publica en los periódicos locales. El
poeta es muy niño cuando comienza la guerra civil y apenas conserva vagos
recuerdos, excepto el del día en que, acompañado de su padre, contempla un
fusilamiento en las tapias del cementerio de Zamora. Desde los cinco años, su
vida se reparte entre Zamora y la finca de su abuela materna, muy cerca de la
ciudad, donde pasa temporadas en contacto con la naturaleza y los trabajos del
campo, que va a dejar impronta en su obra.
En 1944 comienza los estudios de Bachillerato en el Instituto
"Claudio Moyano", y un año más tarde tiene lugar el nacimiento de sus
hermanas gemelas María Luisa y María del Carmen. Ante el opresivo ambiente
provocado en su vida burguesa por las desavenencias entre sus padres, comienza
a buscar consuelo y desahogo haciendo escapadas por el campo, que le sirve para
intimar desde muy temprano con la naturaleza, volviendo su carácter más
contemplativo. El 23 de marzo de 1947 muere repentinamente su padre, un suceso
capital en la vida del poeta, por el trauma que le produjo. Su muerte prematura
supone también la ruina de la familia y la incapacidad de la madre para hacerse
cargo de la hacienda familiar. Adolescente aún, ha de ocuparse de la
administración de las fincas y tratando con jornaleros comienza a pasar largas
temporadas en el campo. Por esta misma época comienza a saquear la biblioteca
de su padre y se convierte en un voraz lector de poesía: los poetas franceses,
Verlaine, Rimbaud, Baudelaire, Valery son los más frecuentados, además de Rubén
Darío, Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado. Hacia 1948 comienza a hacer sus
primeros tanteos con la poesía, centrándose sobre todo en la práctica del
ritmo. Tras un intento frustrado de la publicación de un libro con sus primeras
composiciones, en 1951 comienza a escribir Don de la ebriedad. Escribí casi
todo el libro andando -llegó a declarar más tarde-. Me lo sabía de memoria y lo
iba repitiendo, corrigiendo, modificando, cuando andaba por el campo”. Ese
mismo año se traslada a Madrid para estudiar, con una beca, Filosofía y Letras
en la Universidad Central. Allí traba en seguida relación con Carlos Bousoño,
Vicente Aleixandre y Dámaso Alonso. En 1952 cede a los deseos de la madre y se
matricula por libre en la Facultad de Derecho de la Universidad de Salamanca,
que abandonará enseguida tras aprobar algunas asignaturas. En 1953, tras
recepción favorable de Vicente Aleixandre, se decide a mandar el libro “Don de
la ebriedad” al premio Adonáis. Un jurado compuesto por Gerardo Diego, José
Hierro y Luis Felipe Vivanco le concede el premio. La publicación del libro en
enero de 1954 se convierte en un acontecimiento para los poetas y críticos del
momento. Ese año comienza a relacionarse con el grupo de Leopoldo Panero y Luis
Rosales. También intima con Blas de Otero, con quien realiza algunas
excursiones por tierras del Duero. En 1956 se afilia al partido comunista, que
abandona enseguida, aunque nunca llegó a perder la vinculación con algunos de
sus camaradas. En 1957 se licencia en Filología Románica. En 1958 consigue un
puesto de lector de Español en la Universidad de Nottingham, donde permanece
dos años. Allí entra en contacto con el pensamiento y la literatura en lengua
inglesa. En 1959 se casa con Clara Miranda, a quien había conocido años antes
en el curso de una excursión Universitaria a Granada. Desde octubre de 1960 es
lector en la Universidad de Cambridge, donde permanecerá cuatro años y
establecerá relación con Francisco Brines, lector entonces en Oxford. De nuevo
en España fija su residencia en Madrid, donde va a permanecer hasta 1991,
trabajando como profesor universitario y siempre conservando un contacto muy
estrecho con su ciudad natal. En 1965 publica “Alianza y condena”, libro por el
que recibirá el premio de la Crítica. En 1974 un suceso trágico sume al poeta
en una gran desesperación: muere asesinada en medio de una calle de Madrid, en
un crimen de violencia de género, su hermana María del Carmen, con la que se
hallaba muy unido. Un año más tarde muere su madre. En 1976 publica “El vuelo
de la celebración”, que supone su consagración definitiva, convirtiéndose en
uno de los poetas más leídos entre los lectores jóvenes. En 1983 obtiene el
Premio Nacional de Poesía por un libro recopilatorio de toda su obra: “Desde
mis poemas”. En 1987 es elegido miembro de la Real Academia Española. En mayo
de 1991 publica “Casi una leyenda”, que se atrajo el favor de la crítica y fue
considerado uno de los más significativos libros de poesía de las últimas
décadas. En 1993 es galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras.
Además, obtiene el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana. Fallece en
Madrid en 1999 a consecuencia de un cáncer de colon.
Carlos Bousoño ha etiquetado la poesía de Claudio Rodríguez de “realismo
metafórico”, por su capacidad para unir contrarios y utilizar un pensamiento
paradójico. La complejidad de su técnica es la responsable de la dificultad con
que algunos se han acercado a su poesía. Claudio Rodríguez toma un elemento
concreto extraído de la vida real y lo interpreta en clave. Por ejemplo, en el
poema “El dinero” éste representa “todo cuanto es valioso en la vida del
hombre, “porque el dinero a veces es el propio/sueño, es la misma/vida”.
Bousoño también señala que el lenguaje con sabor castizo, tan predominante en
su poesía, no procede de lecturas sino de haberlo aprendido en el trato con los
hombres y en cotidiana conversación. De ahí ese tono tan original y vivo que
tiene su poesía.
Claudio Rodríguez identifica actividad poética y conocimiento. Sostiene
la idea de que la poesía “nace de una participación que el poeta establece
entre las cosas y su experiencia poética de ellas, a través del lenguaje. Esta
participación es un modo peculiar de conocimiento”. También tenía la poesía
para Rodríguez un componente de revelación humana: la poesía había de revelar
al hombre "aquello por lo cual es humano, con todas sus consecuencias”.
Esto da a la poesía de Claudio un relevante matiz moral: “La poesía trata de
poner el destino humano en una relación de totalidad con la época en que se
produce y con el hombre que la escribe”
Conjuros (1958) consta de veintisiete poemas distribuidos en cuatro
libros o secciones, dentro de los cuales cada poema cobra sentido en relación
con los demás. En este libro se puede vislumbrar una crisis y un cambio con
respecto a su anterior libro, “Don de la ebriedad”. Hay en estos poemas un ansia
de volver a unirse con la naturaleza, la armonía y la inocencia perdida. Se observa
cierto tono pesimista, especialmente en la última parte del libro, donde el
poeta se hace consciente del paso del tiempo, de la falsedad, del miedo y de la
muerte. La fiesta, la amistad y la participación con la colectividad son
elementos claves que ensalzan la celebración y la alegría. Junto al tono
exclamativo todavía patente en el libro, predominante en “Don de la ebriedad”, comienza
a nacer un hilo de duda que enhebra ese tono meditativo y reflexivo
característico de su obra posterior y que enlaza este libro con su siguiente, “Alianza
y Condena”.
SIEMPRE SERÁ MI AMIGO
Siempre será mi amigo no aquel
que en primavera
sale al campo y se olvida entre
el azul festejo
de los hombres que ama, y no ve
el cuero viejo
tras el nuevo pelaje, sino tú,
verdadera
amistad, peatón celeste, tú, que
en el invierno
a las claras del alba dejas tu
casa y te echas
a andar, y en nuestro frío hallas
abrigo eterno
y en nuestra honda sequía la voz
de las cosechas.