Los años de Tolstoi que se recorren en esta entrega están marcados por la muerte de su hijo menor Vániechka, que murió de escarlatina antes de cumplir los siete años. El 26 de febrero de 1895 escribe Tolstoi en su diario su propio telegrama de aquel suceso: “Enterramos a Vaniechka. Terrible, no, terrible no, un gran acontecimiento espiritual. Te doy las gracias, padre”. Tolstoi se tomó la muerte de su hijo como una manifestación de Dios, un acercamiento a él. En vez de ver en esta muerte un suceso doloroso, siente el júbilo que le produce la misericordia de Dios. Esta muerte no hace más que ponerle de manifiesto la mentira de la vida. Sin embargo, su mujer, Sofia Andreievna, queda sumida en un doloroso duelo, lo cual le va a generar, a la postre, una enfermedad nerviosa. Para Tolstoi, Sofia es incapaz de trascender por medio del amor esta pérdida, y lo achaca a que no consigue ver la vida de un modo religioso. Sofia iba a aliviar gran parte de su pena entregándose a la música. La ad...
Bitácora de Poesía y Pensamiento