martes, 23 de mayo de 2017

PENSAMIENTO 8. William Shakespeare I

Iba a decir que Shakespeare no necesita presentación, pero más bien pienso ahora que es todo lo contrario. Lo que ocurre es que Shakespeare es bastante impresentable. También es poco fiable: lo que se sabe de Shakespeare puede ser falso o no corresponder con el verdadero autor de las obras. En todo caso, Shakespeare no debería dejar indiferente a nadie. A mí no deja de asombrarme. Alguno se preguntará: ¿Es que Shakespeare pensaba? Tal vez, no tiene mérito suficiente para que se le dedique un espacio a sus pensamientos. Tal vez, lo suyo fuera idear agudas  frases, citas que merecen engrosar un gran libro de citas. Cada uno que piense lo que quiera. Yo podría argumentar que acaso me viera en apuros si tuviera que  destacar un solo pensamiento memorable entre todos los libros de algún célebre filósofo. Yo me pregunto ¿merece recordarse lo que es fácilmente olvidable? A mí me parece que Shakespeare pensaba y que lo hacía muy bien. La prueba es que los pensamientos que dejo aquí están extraídos de un solo libro: “Hamlet”. Alguno de estos pensamientos ha corrido por la boca y la pluma de algún que otro filósofo. Se puede decir de Shakespeare lo que Alberto Manguel comenta de la Divina Comedia de Dante: uno se asombra de que semejante obra fuera obra de un solo hombre. Tanto es así, que alguno de los estudiosos ingleses de su obra dudan de que fuera Shakespeare el autor de las obras de Shakespeare. Y es que uno se niega a creer lo que resulta increíble. Que un  actor ingles de origen rural y que muere a consecuencia de una borrachera pueda ser capaz de urdir asombrosas tramas y crear personajes que se nos parecen a nosotros más que nosotros mismos. Los complejos  pensamientos y dichos de los personajes de Shakespeare sólo pueden ser la maquinación de un aristócrata instruido y leído que se toma la vida en serio. Tal vez Sir Francis Bacon o Edward de Vere, conde de Oxford. No podría ser la obra de Shakespeare un cuento dicho por un actor medio idiota y bohemio. En todo caso, pueden leerse estas citas aquí seleccionadas como agudas observaciones o como bellas metáforas. Contienen una feliz armonía entre la expresión y el pensamiento. Se hace la advertencia de que estos pensamientos seleccionados no son máximas, ni aforismos, ni nada que se le parezcan: están sacados de su artístico contexto y por ello pierden gran parte de su valor y de su comprensión cabal. Lo idóneo, por supuesto, sería ponerse a leer “Hamlet”.


PENSAMIENTOS DE SHAKESPEARE
 

Hay, [Horacio],en la tierra y en el cielo más de lo que puede soñar la filosofía.

 
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El ser grande no consiste sólo en obrar cuando existe un gran motivo, sino en hallar una razón plausible de contienda, aunque sea pequeña la causa, cuando se trata de adquirir un honor.


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Las razones agudas son ronquidos para los oídos tontos.


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Tan lleno de recelos está siempre el delincuente, que el temor de ser descubierto hace tal vez que él mismo se descubra.


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Cuanto nos proponemos hacer debería ejecutarse en el instante mismo en que lo deseamos, porque la voluntad se altera fácilmente, se debilita y se entorpece, según la lengua, las manos y los accidentes que se atraviesan.


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La muerte es un ministro inexorable que no dilata la ejecución.


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La costumbre es capaz de borrar la impresión misma de la naturaleza, reprimir las malas inclinaciones y alejarlas de nosotros con maravilloso poder.


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Palabras sin afecto nunca llegan a los oídos de Dios


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¿Qué hay en la oración sino la duplicada fuerza capaz de sostenernos al ir a caer, o de adquirir el perdón habiendo caído?


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Todo lo que a un ambicioso agita no es más que la sombra de un sueño.


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Tan propio parece de la edad anciana pasar más allá de lo justo en sus conjeturas, como lo es en la juventud la falta de previsión.


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La imaginación obra con mayor violencia en los cuerpos más débiles.


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Las malas acciones, aunque toda la tierra las oculte, se descubren por fin a la vista humana


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La brevedad es el alma del talento


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PENSAMIENTOS DE ÍNDOLE FANTÁSTICA


Tal vez un hombre pueda pescar con el gusano que ha comido a un rey, y comerse después el pez que se alimentó de aquel gusano.



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¿Y por qué no podría la imaginación seguir las ilustres cenizas de Alejandro Magno hasta encontrarlas tapando la boca de algún barril?

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