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POETAS 21. Elvira Sastre II ("Adiós al frío)

 


Los poemas que se seleccionan aquí están extraídos del libro de Elvira Sastre (Segovia, 1992) titulado "Adios al frío". 


EL GRITO QUE SERÁ SUSURRO


Y que abras los ojos,

Y que no me veas,

Y que una parte de ti suspire aliviada

Para que después vuelva la culpa

Y piense en ello,

Y te des cuenta de que fuiste tú:

Tú seguiste caminando,

Tú dejaste de mirarme

El día que quise dibujarte la espalda,

Tú me tiraste al suelo,

Tú te reíste de mi herida,

Tú cerraste las puertas en cada paso adelante,

Tú bailaste con otra

Mientras seguía sonando nuestra canción.

 

Y que abras los ojos.

Y me veas ahí, contigo, libre de marcas.

Y suspires de alivio.

 

Y que te mire.

Y que no seas tú.

Y suspire de alivio.

 

 

TUS HUESOS CHOCAN COMO PLACAS TECTÓNICAS


Tus huesos que chocan

Como placas tectónicas

Y destruyen reinos y crean países nuevos

Y llueven inundan arrasan derrumban y

Tus huesos que chocan

Como placas tectónicas

Y me obligan a a empezar de nuevo

A ser valiente y a construirme

Esta casa sobre ellos

Y hoy hace tan bueno

Que tengo ganas de empezar a vivir

En este lugar sin nombre sin gente

Este lugar que huele a río

Y mira esa montaña qué alta es

Tanto como yo me dices

Y creo que puedo subirla y

Tus huesos que chocan

Como placas tectónicas

Y todos los árboles

Son tan pequeños como yo

Me dices

Son cachorros

Y es tierno verlos crecer igual que creces tú

Alguien dijo una vez que hay que

escribir un libro tener un hijo y plantar un árbol

Y yo quiero escribirte a ti bajo la sombra del nieto de este roble y

Tus huesos que chocan

Como placas tectónicas

Y eso que ves

Son las estrellas

Se ven porque en este lugar nuevo

Se ve el horizonte desde cualquier punto y

Todo empieza de nuevo y

Tú empiezas de nuevo y

Yo empiezo de nuevo y

Tus huesos que chocan

Como placas tectónicas

Y la tierra

Que empieza

De nuevo.

 

 

SUCEDE


Es solo que te imagino aquí,

Presa de un instante aún por suceder.

 

Sucede.

 

Cuando sacas la lengua y me lames

Los daños

Hasta convertirlos en una laguna de agua dulce

Y te quitas la ropa

Y te zambulles en ella con tu risa de río verde,

Y te juro

Que en medio de la guerra vislumbro una bandera,

Por un breve momento.

 

Sucede.

 

Cuando no comprendo la tierra

Y tú señalas el cielo,

Cuando el polvo llena mi boca

Y tú te abres los pulmones,

Cuando el ruido cubre el suelo

Y despeinada me susurras algo que no escucho,

Y en medio de la guerra vislumbro una bandera,

Por un breve momento.

 

Sucede.

 

 

LOS DÍAS QUE HUELEN A TI


Los días que huelen a ti,

Que aparecen como golpes secos

En esta memoria apagada.

 

Los días que huelen a ti

No son más que un recuerdo

Colocado en un lugar equivocado.

 

Me levanto y me digo:

De ella solo tienes esto,

Un instante

Suspendido en otra vida

Donde quedaba sitio para el amor,

Pero no para el olvido.

 

Me levanto y me digo:

Esto es lo que queda.

Encontrarnos en los días

Que huelen a ti

Y que atacan por sorpresa.

 

Esto, nada más,

Y continuar el paso

Hacia esos otros días que me protegen.

 

 

EL SILENCIO


El silencio.

 

Los pasos sordos.

Los murmullos desconocidos.

El crujido seco.

La habitación fría.

Las puertas cerradas.

La casa limpia.

La alegría perdida.

El suelo vacío.

 

Tu ruido.

Tu ruido apagado.

 

 

LA LISTA DE LA COMPRA


Han pasado treinta días

Desde la tarde en la que las cuentas dejaron

De hacerse hacia atrás,

Treinta días en los que me he agarrado

A todo lo que dejé en casa cuando nos fuimos

Y que encontré el día que volví sin ti,

A todo lo que compré un día que

Todavía vivías,

A todo lo que ya existía

Antes de que tú dejaras de hacerlo:

Los cartones de leche, el papel higiénico,

El champú de litro,

Los paquetes de zumos para cuando el azúcar también

Se quede corto,

El detergente de veintisiete lavados,

La sal normal, las bolsas de basura.

 

Todas esas cosas que uno compra

Muy de vez en cuando porque duran mucho

Tiempo sin estropearse.

 

Ahora, treinta días después,

Todo va gastándose, golpe a golpe,

Como la propia vida

Y apenas queda nada

De aquello,

Pero yo ya no quiero volver al supermercado

A comprar de nuevo todas esas cosas

Que duran mucho tiempo sin estropearse,

Porque hasta lo más absurdo de esta casa contiene tu vida,

Porque hasta lo más absurdo también se va muriendo,

Porque no quiero volver a empezar

De nuevo,

No quiero volver a comprar cosas duraderas

En las que ya no creo,

No quiero volver a comprarlas

Ahora que has muerto,

No quiero volver a empezar

Una vida interminable

Sin ti.

 

 

EL CUERPO DE IRENE


No he dejado de creer en las grietas,

En la sacudida de la tierra que convierte

La hierba en montaña.

 

No he dejado de creer en el dolor,

El mismo que coloca su cuerpo en el suelo

Y lo acerca al mío.

 

No he dejado de creer en el aire,

El que llega fuerte y la lanza contra las paredes

De todas las jaulas.

 

No he dejado de creer en la muerte,

Aunque ella se arme y la niegue con los dientes apretados

Y no entienda su perdón.

 

No he dejado de creer, tampoco, en la vida,

Porque me recoge en sus brazos y todo, entonces,

Crece, avanza, mejora.

 

No he podido hacerlo,

Porque la hierba también es montaña,

Porque el viento no es más que un avance,

Porque el daño es un camino paralelo entre nuestros nombres,

Porque el amor debe tener el tamaño de sus manos

Y mi vida tiene mucha más luz cuando ella vuelve.

 

Y así quisiera que ella se viera, como lo hago yo:

Como esa caricia que se alza en medio de mil golpes.

 

 

LA MARAVILLOSA SUERTE DE QUE TODO SIGA EN SU SITIO


Tus arrugas:

Las toco y pienso en todos esos campos

Que asaltamos de jóvenes,

Que allanamos sin vergüenza

Y con pasión.

Tus arrugas:

Las toco y veo ahora

Montañas llenas de ríos

E historias,

Hechas con árboles ya viejos

Que nadie entiende que resumen el paisaje.

 

Tu cuerpo:

Lo toco y creo en el deseo

Del tiempo,

En los sueños de las noches de insomnio.

Tu cuerpo:

Lo toco y lo recorro de memoria y recuerdo

Lo absoluto del amor,

El milagro de conocerte e invadirte

Con la paz que da

Alcanzar el hogar,

La maravillosa suerte de que todo siga en su sitio.

 

Tu silencio:

Lo toco y me parece joven,

Tus veinte años devueltos a un gemido entrecortado.

Tu silencio:

Lo toco y lo traduzco en otro idioma

Que se antoja lejano pero sigue ahí,

Hablándonos,

Recordando la chispa que enciende el juego,

El trozo de madera que lo aviva.

 

Te toco.

 

Y entro en ti,

Con el nervio de una guerra

Que ya ha terminado

Pero en la que aún resuenan los disparos.

 

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