Nicolás Gómez Dávila nació en Bogotá, Colombia, el 18 de mayo de 1913 y
murió en la misma ciudad en 1994, un día antes de cumplir los 81 años. Nacido en el seno de una
familia de clase alta, la fortuna familiar le permitió educarse en París. Allí
asistió a un colegio benedictino, cultivándose en los valores del humanismo
cristiano. Una enfermedad pulmonar lo acaba recluyendo en su casa donde recibe
la visita de preceptores que le inician en el conocimiento de los clásicos y la
cultura francesa, a la que siempre profesaría una gran admiración. Todavía en
edad universitaria, regresa a Colombia y se enclaustra en su casa familiar
donde va atesorando una biblioteca inmensa, de la que va a nutrir su
pensamiento. A los veintitrés años se casa con Emilia Nieto, con la que tuvo
tres hijos. Al igual que Montaigne, atrincherado en su soberbia biblioteca de
más treinta mil volúmenes, y desde la rumia de sus lecturas diarias, se
dedicó a urdir una de las obras
aforísticas más ricas del siglo XX.
Su obra magna consta de tres volúmenes de aforismos reunidos bajo
el título de “Escolios a un texto implícito”. Según Franco Volpi, “En la
actitud de limitarse a anotar escolios –notas en los manuscritos antiguos,
añadidos al margen por los escoliastas para explicitar los pasajes oscuros del
texto-, se hace evidente una elección de vida y de pensamiento antes que de
escritura y de estilo”. Según el mismo Volpi, el texto implícito al que aluden
los “escolios” sería la obra ideal, perfecta, tan sólo imaginada, en la que se
prolongan y se cumplen las proposiciones de Dávila. Estos escolios se condensan
y aglutinan en torno a los eternos problemas de la filosofía: Dios, el alma, el
mundo, pero ampliados en las más variadas gamas de los asuntos filosóficos: el
arte, la religión, el lenguaje, la ciencia o la historia. Gómez Dávila se opuso
visceralmente tanto al conservadurismo como al marxismo, y se declaró un
“auténtico reaccionario”, es decir, alguien que está en contra de todo porque
no existe ya nada que valga la pena ser conservado. Su reaccionarismo resulta
ser a menudo tan elegante y tan convincente que uno comienza a añorar ese mundo
revindicado por Dávila y que ya ha desaparecido, usurpado por los nuevos
tiempos, que comportan principios y valores nuevos, y que a juicio de Dávila,
vienen a tergiversar el orden antiguo.
Dávila cultivó el aforismo de una manera proverbial y
fecunda: los escribió por miles. Se puede ver en muchos de sus aforismos la conclusión final y genial que
resume un largo ensayo sobre multitud de temas que el autor nos ha eximido a
base de dar con su formulación sentenciosa. En Dávila, la brevedad no es
sinónimo de simplicidad, sino de complejidad condensada. Lo que demuestra
Dávila en sus aforismos es la capacidad para llegar a la concusión exacta que
resulta de una serie de hechos o a la abstracción que formula toda una
casuística. Sabe además matizar y contrapuntear las opiniones comunes y los
tópicos. Por ejemplo, ante el tópico de la eficacia como una virtud, Dávila
logra ver su doble fondo y extrae el lado perturbador de la eficacia. El
aforismo resultante se estructura con la forma adecuada que logra dar expresión
a este gran malentendido: “La eficacia del individuo es menos una virtud que
una amenaza para sus semejantes”.
La sabiduría no consiste en moderarse por horror al exceso,
sino por amor al límite.
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Gran escritor es el que moja en tinta infernal la pluma que
arranca al remo de un arcángel.
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La industria moderna rebosa de artículos inútiles no sólo,
como es obvio, para la perfección espiritual del hombre, sino también para la
perfección material de la civilización.
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El hombre necesita vivir atareado. Nada más lamentable que el
ocioso que no nació predestinado a serlo.
Una vida ociosa sin tedio, ni torpezas, ni crueldad, es tan
admirable como rara.
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La trivialidad es el precio de la comunicación.
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El impacto de la ciencia sobre la religión aconteció en el
siglo pasado.
Lo que acontece en este siglo es el impacto de la técnica sobre
la imaginación de los imbéciles.
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El cadáver del gran hombre sólo se descompone definitivamente
en mano de sus biógrafos.
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Los monismos se vuelven panteísmos en manos limpias y
materialismos en manos sucias.
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El alma es una aglomeración de polvo que compacta la certeza de nuestra filiación divina.
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El alma es una aglomeración de polvo que compacta la certeza de nuestra filiación divina.
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Lo amenazante del aparato técnico es que pueda utilizarlo el
que no tiene la capacidad intelectual del que lo inventa.
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El discípulo no es dueño ni de una solución, ni de un problema, sino de un vocabulario.
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El discípulo no es dueño ni de una solución, ni de un problema, sino de un vocabulario.
Su función se limita a formular banalidades en el léxico de
su maestro.
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Soy meramente el sitio desde el cual percibo lo que me
interesa, no el objeto de mi interés.
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Sólo es católico cabal el que edifica la catedral de su alma sobre criptas paganas.
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Los libros resucitan cuando el olvido sepulta a sus plagiarios.
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Sólo es católico cabal el que edifica la catedral de su alma sobre criptas paganas.
Los libros resucitan cuando el olvido sepulta a sus plagiarios.
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No es solamente entre generaciones donde la experiencia se
pierde, sino también entre períodos de una misma vida.
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El sufragio universal no pretende que los intereses de la
mayoría triunfen, sino que la mayoría lo crea.
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La civilización es flor de mil sórdidas raíces.
La civilización es flor de mil sórdidas raíces.
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El tonto se escandaliza y ríe cuando advierte que los filósofos se contradicen.
El tonto se escandaliza y ríe cuando advierte que los filósofos se contradicen.
Es difícil hacerle entender al tonto que la filosofía,
precisamente, es el arte de contradecirse mutuamente sin anularse.
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La filosofía no es objeto de aprendizaje, sino de conquista.
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La filosofía no es objeto de aprendizaje, sino de conquista.
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La técnica no es aplicación de la ciencia.
La técnica no es aplicación de la ciencia.
La ciencia es teoría de la técnica.
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La ética entusiasma al incrédulo, mientras que el creyente meramente se resigna a la moral.
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La ética entusiasma al incrédulo, mientras que el creyente meramente se resigna a la moral.
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No debemos escribir como hablamos, sino como debiéramos
hablar.
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A la inversa de lo que acontece a los contemporáneos, la
posteridad percibe mejor las virtudes de las obras maestras y los defectos de
las obras mediocres.
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Para calcular la importancia del cristianismo no cuenta la originalidad de la doctrina, sino la divinidad de Cristo.
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Para calcular la importancia del cristianismo no cuenta la originalidad de la doctrina, sino la divinidad de Cristo.
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Sólo debemos leer para descubrir lo que debemos releer
eternamente.
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Una vocación genuina lleva al escritor a escribir sólo para sí mismo: primero por orgullo, después por humildad.
Una vocación genuina lleva al escritor a escribir sólo para sí mismo: primero por orgullo, después por humildad.
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Actuar sobre la historia no es tanto modificar acontecimientos
prácticos como acuñar en un gesto, en una obra, en un libro, un significado
eterno.
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La piedra acierta, cualquiera que sea el sitio en donde caiga.
La piedra acierta, cualquiera que sea el sitio en donde caiga.
Quien hable de error postula actos libres.
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La libertad no es indispensable porque el hombre sepa qué quiere y quien es, sino para que sepa quién es y qué quiere.
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Para que la libertad dure debe ser la meta de la organización social y no la base.
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La buena obra teatral no se puede ver, ni la mala leer.
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La pasión igualitaria es una perversión del sentido crítico: atrofia de la facultad de distinguir.
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La idea del “libre desarrollo de la personalidad” parece admirable mientras no se tropieza con individuos cuya personalidad se desarrolló libremente.
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La libertad no es indispensable porque el hombre sepa qué quiere y quien es, sino para que sepa quién es y qué quiere.
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Para que la libertad dure debe ser la meta de la organización social y no la base.
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La buena obra teatral no se puede ver, ni la mala leer.
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La pasión igualitaria es una perversión del sentido crítico: atrofia de la facultad de distinguir.
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La idea del “libre desarrollo de la personalidad” parece admirable mientras no se tropieza con individuos cuya personalidad se desarrolló libremente.
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El alma vulgar oculta su dicha por temor a la envidia, el
alma noble por compasión con ella.
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A ninguno se nos dificulta amar al prójimo que nos parece
inferior.
Pero amar al que sabemos superior es otra cosa.
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Las opiniones estúpidas cesan de irritarnos si las escuchamos como documentos sobre el opinante.
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El santo no es un distinto tipo de hombre, sino una nueva especie humana.
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Gran escritor no es el que nos parece grande, sino el que nos parece ser, mientras lo estamos leyendo, el único grande.
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El poeta no traduce una visión en palabras. Su visión se elabora en ellas.
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Las opiniones estúpidas cesan de irritarnos si las escuchamos como documentos sobre el opinante.
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El santo no es un distinto tipo de hombre, sino una nueva especie humana.
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Gran escritor no es el que nos parece grande, sino el que nos parece ser, mientras lo estamos leyendo, el único grande.
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El poeta no traduce una visión en palabras. Su visión se elabora en ellas.
El poeta descubre lo que quiere decir diciéndolo.
La poesía es una retórica victoriosa.
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El gusto de las masas no se caracteriza por su antipatía a lo excelente, sino por la pasividad con que igualmente gozan de lo bueno, lo mediocre y lo malo.
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El gusto de las masas no se caracteriza por su antipatía a lo excelente, sino por la pasividad con que igualmente gozan de lo bueno, lo mediocre y lo malo.
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Las masas no tienen mal gusto. Simplemente no tienen gusto.
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En la intimidad de la lectura el gran escritor no parece
limitarnos, sino completarnos.
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Muchos aman al hombre sólo para olvidar a Dios con la
conciencia tranquila.
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No es en lo que expresa donde debemos buscar lo que el hombre inteligente dice, sino en lo que sobrentiende.
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El determinismo se invoca para exorcizar la gracia.
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No es en lo que expresa donde debemos buscar lo que el hombre inteligente dice, sino en lo que sobrentiende.
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El determinismo se invoca para exorcizar la gracia.
Con la cantilena del efecto y la causa tratamos de ensordecer
nuestro miedo y de enmudecer nuestra culpa.
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El estado de tensión entre clases sociales, fenómeno estructural y constante, se metamorfosea en lucha de clases, sólo cuando lo utiliza una clase política como mecanismo demagógico.
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El talento resulta inútil cuando un género literario se agota.
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La personalidad no es un fin realizable, sino lo que resulta de un fin realizado.
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Lo grave de las ciencias naturales sería que se perdieran las respuestas, en filosofía que se olvidaran las preguntas.
*****
La desorientación intelectual en que vivimos no proviene del fraccionamiento creciente de la ciencia, sino del rigor creciente de la filosofía.
*****
El hombre camina a trompicones cuando la filosofía rehúsa ensuciarse las manos.
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Sólo el solitario se salva del provincianismo.
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El estado de tensión entre clases sociales, fenómeno estructural y constante, se metamorfosea en lucha de clases, sólo cuando lo utiliza una clase política como mecanismo demagógico.
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El talento resulta inútil cuando un género literario se agota.
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La personalidad no es un fin realizable, sino lo que resulta de un fin realizado.
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Lo grave de las ciencias naturales sería que se perdieran las respuestas, en filosofía que se olvidaran las preguntas.
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La desorientación intelectual en que vivimos no proviene del fraccionamiento creciente de la ciencia, sino del rigor creciente de la filosofía.
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El hombre camina a trompicones cuando la filosofía rehúsa ensuciarse las manos.
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Sólo el solitario se salva del provincianismo.
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Toda religión ajena oscila entre lo ridículo y lo diabólico.
Toda religión ajena oscila entre lo ridículo y lo diabólico.
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Los raciocinios sólo convencen a quien necesita una excusa para rendirse.
*****
Los sistemas deben ser sólo la estela pasajera del pensamiento.
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La vulgaridad nace cuando la autenticidad se pierde.
Los raciocinios sólo convencen a quien necesita una excusa para rendirse.
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Los sistemas deben ser sólo la estela pasajera del pensamiento.
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La vulgaridad nace cuando la autenticidad se pierde.
La autenticidad se pierde cuando la buscamos.
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La excelencia técnica del trabajo intelectual ha llegado a
tal punto que las bibliotecas revientan de libros que no podemos desdeñar, pero
que no vale la pena leer.
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El nombre del maestro pasa a sus discípulos, el espíritu
generalmente a un extraño.
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Los verdaderos problemas no tienen solución sino historia.
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Los verdaderos problemas no tienen solución sino historia.
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En el científico se conjuntan preocupación de hombre
inteligente con la paciencia del imbécil.
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