Wilde había conocido al joven Alfred en
1891, cuando contaba 21 años: el escritor le doblaba la edad. Juntos emprendieron una carrera
desenfrenada tras el placer, que sumiría a Wilde en una verdadera ruina económica.
Viajaron a Argel, a Italia, a Francia, se alojaron en hoteles suntuosos, comieron
en los mejores restaurantes, frecuentaron costosos prostíbulos; cargó sobre sus
espaldas cuantiosas deudas para prestar a su amante el dinero que dilapidaba.
Alguna de sus correrías escandalizaron a la alta sociedad londinense y sus ecos
llegaron a oídos del marqués de Queensburry, que intentó provocar a Wilde para que
se alejara del hijo: lo buscaba por los restaurantes de Londres, iba a su casa
para montarle escándalos, lo insultaba y le amenazaba. Finalmente, una nota
dejada por el padre en un club que
frecuentaba Wilde, en la que le acusaba de sodomita, colmó su paciencia, y
decidió llevarle a juicio. El marqués salió absuelto e inmediatamente se
querelló contra el escritor en un proceso judicial de vuelta que acabó condenándole a dos
años de trabajos forzados: por “cometer actos sumamente indecentes con otras
personas del sexo masculino”. Sus obras dejaron de estrenarse, sus libros de
imprimirse, sus amigos y la sociedad a la que había satirizado le dieron la
espalda. Pero en “De profundis”, Wilde va desmenuzando los verdaderos motivos
que le llevaron a la cárcel: el hacer de él un chivo expiatorio para desencadenar
una guerra de odio entre padre e hijo. Cebado por el odio, Alfred sacó las cosas domésticas de su
terreno y lo llevó a una esfera de dominio público donde el daño al padre pudiera
tener más repercusión. El resultado fue el embargo de todas las posesiones de
Wilde, el desprecio de la sociedad y el sufrimiento padecido durante sus dos
años de prisión. Porque fue, sobre todo, el dolor, lo que acabó con la vida de
Wilde. Pese al panegírico que hace de él en sus dos años de encierro, se puede
decir que sucumbió a la pena, y que ya no volvió a recuperarse. “En prisión -escribe
Wilde- el tiempo no avanza: gira. Se mueve en círculo bajo el eje del dolor en
una “paralizadora inmovilidad de una vida regulada por una rutina inmutable, de
suerte que comemos, bebemos, nos paseamos, dormimos y rezamos conforme al inflexible dictado de
un reglamento de hierro”.
No es extraño que el Wilde de la
prisión tomase una postura próxima al cristianismo, dedicándose a ensalzar la
humildad en un momento en que lo había perdido todo. De ella dijo en “De
profundis”: es la más singular de todas las cosas: no es posible regalarla ni recibirla
como un regalo. Para adquirirla es forzoso desposeerse de cuanto se posee. Y
sólo sabe uno que la posee después de haberlo perdido todo”. Desesperado por este dolor, se entrega
también al arrepentimiento, pues era el único medio que tenía de deshacer el
pasado o de consolarse de él. Siempre exaltado por la trascendencia del arte, veía
en Cristo al precursor del movimiento romántico y en su imaginación ardiente el
poder del artista y del poeta. El Wilde de la prisión todavía acariciaba
grandes proyectos: pretendía mostrar en el plano artístico todo lo que el dolor
le había enseñado; creía ser un hombre nuevo destinado a la regeneración del
arte, sin saber que era ya un hombre moribundo que caminaba hacia su ruina.
Para este nuevo Wilde, macerado por el sufrimiento, el dolor constituía la
emoción más noble del hombre y la piedra de toque del gran arte. Creía haber
descubierto en este sentimiento la clave de bóveda de todo el universo: “el
misterio de la vida es el sufrir”. El mundo está hecho de dolor y sólo gracias
a éste el hombre puede alcanzar el completo desarrollo de su perfección.
Para un escritor como Wilde, que tenía una
repugnancia congénita a ver la vida en su amargura y su fealdad, este cambio en
su forma de concebir el arte y el mundo tuvo que representar una dolorosa
experiencia. Concebía la vida como una ingeniosa comedia y de golpe palpó en
sus propias carnes su lado trágico. Con su propio ejemplo probaba que entre la
gloria y la infamia sólo mediaba un paso. Y durante su estancia en la prisión
de Reading debió llegar a esa comprensión de sabiduría que tenían los antiguos
griegos, de que para hacer un juicio global sobre la prosperidad de la propia
existencia, antes hay que aguardar el momento de la muerte, pues la
fortuna es caprichosa y se empeña a veces en cebarse con los más afortunados. En
el momento en que conoce a Alfred Douglas, Wilde se halla en la cima de su gloria, gozando
una
vida que él mismo califica de encantadora y maravillosa. Su mejor retrato de
aquel momento de esplendor y del papel que llegó a representar en la escena
artística de su tiempo nos lo ha legado el propio Wilde en uno los fragmentos
de su carta. Su semblanza representa también la conciencia que el autor tenía
de su caída y de los motivos de su descarrío.
“Yo era una encarnación del arte y la cultura de mi época. Los dioses me
habían otorgado casi todos sus dones: poseía el genio, un nombre ilustre, una
elevada posición social, la fama, el esplendor, la audacia intelectual. Yo he
hecho del arte una filosofía y de la filosofía un arte; yo he enseñado a los hombres a pensar de otra
forma, y he dado otro color a las cosas. Cuanto yo decía o hacía asombraba a
las gentes. Me apoderé del drama, la forma más objetiva que se conocer en el
arte, y lo convertí en un modo de expresión tan personal como una poesía lírica
o un soneto, y al mismo tiempo amplié su campo de acción y lo enriquecí en su
psicología. Drama, novela, poesía en prosa y poesía en verso, cuanto yo toqué
lo revestí de una belleza nueva. E incluso a la verdad le impuse el artificio y
le di su carácter natural, e hice de ambos su imperio legítimo. Y mostré que la
verdad y el artificio son únicamente unos aspectos intelectuales.
Para mí el arte fue una verdad superior y la vida una forma de la
ficción. Desperté la imaginación de mi siglo, haciéndola envolverme en mitos y
leyendas. Resumí en una frase todos los sistemas filosóficos, y toda la existencia
en un epigrama. Y tenía además aún otras muchas cosas. Pero me dejé arrastrar a
dilatados períodos de un bienestar sensual y vacío. Me divertí en ser un
ocioso, un dandi, un árbitro de la elegancia. Me rodeé de caracteres pequeños y
espíritus mezquinos. Dilapidé mi propio genio y encontré una alegría en
arruinar una juventud que había de ser eterna. Cansado de pasear por las
cumbres, descendí desde los libres senderos a los abismos, y me precipité en
busca de nuevas sensaciones. Lo que para mí era la paradoja en el mundo del
pensamiento, lo fue la perversidad en el de la pasión. Y por último el deseo se
convirtió en enfermedad o en locura o en ambas cosas a un tiempo. Dejé de
preocuparme en la vida de los demás y gocé donde se me antojó y seguí adelante.
Olvidé que las más íntima de las acciones cotidianas forma o destruye el
carácter, y que, por lo tanto, algún día habremos de gritar desde el tejado lo
hecho en el secreto de la alcoba. Perdí el dominio sobre mí mismo. Dejé de ser
el piloto de mi alma sin advertirlo. En cambio, me dejé dominar por el placer,
y vine a parar a esta tremenda vergüenza.”
Esa tremenda vergüenza ya no lo
abandonaría más. Salió de la cárcel dos años después, pero no volvería a
escribir nada notable durante los tres años que le quedaban de vida; tampoco
regresaría a su país. Llevó durante
algún tiempo una vida errante y solitaria en Francia, hasta que por fin
se volvió a reunir en Nápoles con su antiguo amante, que también esta vez le
provocó un perjuicio inmenso: su mujer, enojada por tamaña obstinación amorosa, dejó
de pasarle la pensión, y su amigo acabó abandonándole, una vez que se gastó el
poco dinero que le restaba de un patrimonio ya embargado. Pasó sus últimos años
en Paris, sumido en la pobreza y ahogando sus penas en alcohol, lo que acabó agravando un tumor
cerebral contraído por un golpe que se diera en la prisión, todo un símbolo de
su caída moral. André Gide, que lo había conocido en la capital francesa en los
años de éxito y que destacaba su genio para la conversación muy por encima del
talento desperdigado en su obra, lo describe en sus últimos encuentros como una caricatura de sí mismo, incapaz ya
de comunicar ese genio. En una ocasión le confesó que sólo había querido conocer
el otro lado del jardín. Poco antes de morir en una sórdida pensión, adicto al
alcohol y a la morfina, lanzó a un amigo su último sarcasmo: “voy a morir como
he vivido, siempre por encima de mis medios”.
Los aforismos que se seleccionan aquí están entresacados de un libro titulado “Oscariana”, encargado a su mujer para que extrajera de sus libros todo el ingenio de sus frases. Se ha tratado de seleccionar aquí aquellas frases que contienen más gravedad. Como no era Wilde escritor a quien faltase el ingenio, otros preferirían algunas más frívolas y afortunadas que ya corren de boca en boca. Yo las desdeño, porque sería no tomarse a Wilde demasiado en serio. La frivolidad que ensayaba Wilde era tan sólo una máscara para poder reírse más a sus anchas de la superficialidad del mundo. Su virtud se sustentaba sin embargo en la profundidad; trataba de evitar la gravedad a través de su recurso al humor. He añadido a este compendio una selección de citas capturadas de su libro “De profundis”, ya que no aparecen recogidas en su libro “Oscariana”. Hay en esta larga carta una máxima que la atraviesa y que se repite como un “leit motiv”: “el mayor de los vicios es la ligereza; todo lo que llega hasta la conciencia es justo”. Es una máxima enigmática, que tiene algo de sapiencia socrática y que se aleja bastante de los moldes ingeniosos en los que Wilde vertía su pensamiento. Wilde la esgrimía para afear al amante la ligereza de su conducta y expresaba así su esperanza de que reconociese sus defectos y los enmendase. Pero también delata el anhelo que tenía Wilde por encontrar la verdad de la cosas, más allá de sus sarcasmos y sus paradojas: la conciencia de honestidad. Pero también aquí incurre Wilde en la paradoja, pues lo paradójico estriba en que se considera a la ligereza como un defecto menor cuando es el mayor de los vicios. Es el defecto moral que afecta a la ignorancia, y que impide que se manifieste en los hombres la justicia. Con ello se señala que la búsqueda de la verdad entraña determinadas perfecciones morales. La corrección a la que se refiere con la justicia, es la corrección del conocimiento y de la verdad, pero también la corrección moral: la de uno consigo mismo y con los otros hombres. Quien ignora una determinada falta no incurre sólo en ignorancia: es culpable de cometer injusticia; con uno mismo, con los otros y con el mundo. A Wilde se le puede tachar de todo menos de frívolo. Era todo lo contrario. Borges, para desterrar un prejuicio, lo define como un ingenioso que tenía casi siempre razón. Si era un maestro en el arte del sarcasmo y la ironía, lo era porque su inteligencia penetraba el fondo de las cosas y enseguida descubría, como Heráclito, que las cosas envuelven en su seno la contradicción. Veía una contradicción entre el deseo que alentaban las personas y su choque con la realidad. Idealista de corazón, pero con los pies en el suelo, se daba cuenta de que la realidad imponía su ley a los deseos de los hombres. Todo este choque entre el ideal y la realidad le producía un desencanto que le revelaba la falsedad de los lugares comunes. La realidad le resultaba paradójica porque se encargaba ésta de desmentir las pretensiones del reino ideal. Lo que pretenden ser las cosas se revela contrario a lo que verdaderamente son, cuando se contrasta con la realidad o se hurga en su fondo. Para la mentalidad común, las penas y los amores superficiales duran menos que las penas y los amores profundos. No así para Wilde, que enseguida señala el error al descubrir que la plenitud de los últimos los destruye antes. Es por eso por lo que Wilde se valía de la paradoja: la usaba para atacar a la “doxa” y a su ingenuo modo de valorar las cosas. Acusaba a la opinión pública de no tener ideas, pues éstas no existen allí donde reina la apariencia. La superficie de las cosas nos presta un saber que muchas veces se revela falso y contradictorio en lo que su fondo muestra, una vez buceamos en él. De ahí que a menudo se vea a Wilde arremetiendo contra los tópicos, lo lógico y la moral convencional. Su inmoralidad era la forma paradójica de la que se revestía para ejercer de moralista. Nada es nunca lo que parece y casi siempre acaba siendo lo contrario. “Sólo los modernos –dijo una vez- pasan de moda”. Son aquellos que se empeñan en acompasarse con la moda los que más dificultades encuentran para seguirla. El tiempo resulta inmisericorde para quienes bailan a su ritmo. Una vez dijo Wilde que para poner a prueba la realidad tenemos que verla en la cuerda floja: también para eso usaba la paradoja. Era su manera de colocar la superficie de las cosas balanceándose sobre el abismo de su fondo. Y entonces es cuando las cosas, con sus pretensiones de seriedad, se tambalean y se vuelven ridículas. Por eso muchas veces nos asalta el humor cuando leemos sus máximas, y si nos contenemos la risa es porque al mismo tiempo captamos la gravedad con que vienen cargadas. La fuerza del sarcasmo radica en advertirnos que antes de ponernos a reír es necesario pensar. Que la realidad no es lo que aparenta. Que a veces da vuelcos y otras está invertida. Toda comedia, para Wilde, escondía un origen o un destino trágico. Así también su vida: quiso ensayar una comedia y le salió tragedia.
OSCARIANA
Lo único que
sabemos sobre la naturaleza humana es que cambia.Los aforismos que se seleccionan aquí están entresacados de un libro titulado “Oscariana”, encargado a su mujer para que extrajera de sus libros todo el ingenio de sus frases. Se ha tratado de seleccionar aquí aquellas frases que contienen más gravedad. Como no era Wilde escritor a quien faltase el ingenio, otros preferirían algunas más frívolas y afortunadas que ya corren de boca en boca. Yo las desdeño, porque sería no tomarse a Wilde demasiado en serio. La frivolidad que ensayaba Wilde era tan sólo una máscara para poder reírse más a sus anchas de la superficialidad del mundo. Su virtud se sustentaba sin embargo en la profundidad; trataba de evitar la gravedad a través de su recurso al humor. He añadido a este compendio una selección de citas capturadas de su libro “De profundis”, ya que no aparecen recogidas en su libro “Oscariana”. Hay en esta larga carta una máxima que la atraviesa y que se repite como un “leit motiv”: “el mayor de los vicios es la ligereza; todo lo que llega hasta la conciencia es justo”. Es una máxima enigmática, que tiene algo de sapiencia socrática y que se aleja bastante de los moldes ingeniosos en los que Wilde vertía su pensamiento. Wilde la esgrimía para afear al amante la ligereza de su conducta y expresaba así su esperanza de que reconociese sus defectos y los enmendase. Pero también delata el anhelo que tenía Wilde por encontrar la verdad de la cosas, más allá de sus sarcasmos y sus paradojas: la conciencia de honestidad. Pero también aquí incurre Wilde en la paradoja, pues lo paradójico estriba en que se considera a la ligereza como un defecto menor cuando es el mayor de los vicios. Es el defecto moral que afecta a la ignorancia, y que impide que se manifieste en los hombres la justicia. Con ello se señala que la búsqueda de la verdad entraña determinadas perfecciones morales. La corrección a la que se refiere con la justicia, es la corrección del conocimiento y de la verdad, pero también la corrección moral: la de uno consigo mismo y con los otros hombres. Quien ignora una determinada falta no incurre sólo en ignorancia: es culpable de cometer injusticia; con uno mismo, con los otros y con el mundo. A Wilde se le puede tachar de todo menos de frívolo. Era todo lo contrario. Borges, para desterrar un prejuicio, lo define como un ingenioso que tenía casi siempre razón. Si era un maestro en el arte del sarcasmo y la ironía, lo era porque su inteligencia penetraba el fondo de las cosas y enseguida descubría, como Heráclito, que las cosas envuelven en su seno la contradicción. Veía una contradicción entre el deseo que alentaban las personas y su choque con la realidad. Idealista de corazón, pero con los pies en el suelo, se daba cuenta de que la realidad imponía su ley a los deseos de los hombres. Todo este choque entre el ideal y la realidad le producía un desencanto que le revelaba la falsedad de los lugares comunes. La realidad le resultaba paradójica porque se encargaba ésta de desmentir las pretensiones del reino ideal. Lo que pretenden ser las cosas se revela contrario a lo que verdaderamente son, cuando se contrasta con la realidad o se hurga en su fondo. Para la mentalidad común, las penas y los amores superficiales duran menos que las penas y los amores profundos. No así para Wilde, que enseguida señala el error al descubrir que la plenitud de los últimos los destruye antes. Es por eso por lo que Wilde se valía de la paradoja: la usaba para atacar a la “doxa” y a su ingenuo modo de valorar las cosas. Acusaba a la opinión pública de no tener ideas, pues éstas no existen allí donde reina la apariencia. La superficie de las cosas nos presta un saber que muchas veces se revela falso y contradictorio en lo que su fondo muestra, una vez buceamos en él. De ahí que a menudo se vea a Wilde arremetiendo contra los tópicos, lo lógico y la moral convencional. Su inmoralidad era la forma paradójica de la que se revestía para ejercer de moralista. Nada es nunca lo que parece y casi siempre acaba siendo lo contrario. “Sólo los modernos –dijo una vez- pasan de moda”. Son aquellos que se empeñan en acompasarse con la moda los que más dificultades encuentran para seguirla. El tiempo resulta inmisericorde para quienes bailan a su ritmo. Una vez dijo Wilde que para poner a prueba la realidad tenemos que verla en la cuerda floja: también para eso usaba la paradoja. Era su manera de colocar la superficie de las cosas balanceándose sobre el abismo de su fondo. Y entonces es cuando las cosas, con sus pretensiones de seriedad, se tambalean y se vuelven ridículas. Por eso muchas veces nos asalta el humor cuando leemos sus máximas, y si nos contenemos la risa es porque al mismo tiempo captamos la gravedad con que vienen cargadas. La fuerza del sarcasmo radica en advertirnos que antes de ponernos a reír es necesario pensar. Que la realidad no es lo que aparenta. Que a veces da vuelcos y otras está invertida. Toda comedia, para Wilde, escondía un origen o un destino trágico. Así también su vida: quiso ensayar una comedia y le salió tragedia.
OSCARIANA
*****
Recomendar austeridad a los pobres es grotesco y ofensivo. Es como aconsejar a un hambriento que coma menos.
*****
En los viejos tiempos los libros los escribían los hombres de letras y los leía el público. Ahora los libros los escribe el público y no los lee nadie.
*****
Sólo una clase social piensa más en el dinero que los ricos y esos son los pobres. Los pobres no pueden pensar en nada más. Esa es la miseria de ser pobre.
*****
La sociedad con frecuencia perdona al criminal, pero nunca perdona al soñador.
*****
Cualquiera
puede acompañar a un amigo en su sufrimiento, pero hay que ser muy buena
persona para acompañarlo en sus éxitos.
*****
Las peores
obras se hacen con las mejores intenciones.
*****
Es una pena
que en la vida recibamos las lecciones cuando ya no nos hacen falta.
*****
En este
mundo hay sólo dos tragedias. Una es no conseguir lo que uno quiere; otra es
conseguirlo. Esta última es mucho peor, es una verdadera tragedia.
*****
El hecho de
que un hombre muera por una idea no la convierte en verdadera.
*****
La verdadera
perfección del hombre no reside en lo que tiene sino en lo que es.
*****
La gente
habla mucho de la belleza de las confidencias. Parece desconocer por completo
la belleza mucho más sutil de la duda. La convicción es aburrida; la duda es
mucho más interesante. Estar en alerta es vivir; el adormecimiento de la certeza
es la muerte.
*****
Siempre
merece la pena formular una pregunta, aunque no siempre merezca la pena
contestarla.
*****
Los ideales
son peligrosos. Es mejor la realidad. Hiere, pero es mejor.
*****
*****
Una sonrisa
eterna es mucho más fatigosa que un ceño perpetuamente fruncido. La primera
elimina todas las posibilidades, el segundo sugiere miles.
*****
Las personas
que sólo aman una vez en la vida son muy superficiales. Lo que denominan
lealtad y fidelidad yo lo llamo letargo derivado de la costumbre o la falta de
imaginación.
*****
La verdad
pocas veces es pura y nunca es simple. La vida moderna sería muy tediosa si así fuera, y la literatura moderna
resultaría imposible.
*****
Enseñamos a
memorizar, pero no enseñamos a crecer.
*****
Es absurdo
clasificar a las personas en buenas y malas. La gente es encantadora o
aburrida.
*****
La única
manera que una mujer tiene para llegar a reformar a un hombre es aburriéndolo
hasta que éste pierda todo interés por la vida.
*****
Ser natural
es ser obvio y ser obvio es ser poco artístico.
*****
No hay que
hablar nunca de modo despectivo de la buena sociedad: sólo lo hace la gente que
no tiene acceso a ella.
*****
Formar parte
de la buena sociedad es un aburrimiento, pero no formar parte de ella es una
tragedia.
*****
La
conversación debería tratar de todo pero no debería concentrarse en nada.
*****
Las mujeres,
tal como dijo un francés ingenioso, nos inspiran el deseo de realizar obras
maestras y siempre nos impiden que las llevemos a cabo.
*****
Ser bueno es
vivir en armonía con uno mismo. La disonancia se produce cuando nos vemos
forzados a estar en armonía con los demás.
*****
Todo
pensamiento es inmoral. Su misma esencia es la destrucción. Basta con pensar en
una cosa para matarla; nada sobrevive al pensamiento.
*****
Es fácil
persuadir a los demás; lo difícil es persuadirse a uno mismo.
*****
Una idea que
no sea peligrosa no merece el nombre de idea.
*****
El deber es
lo que esperamos de los demás, no lo que hacemos nosotros.
*****
La belleza
posee tantos significados como estados de ánimo tiene el hombre. Es el símbolo
de los símbolos. Lo revela todo porque no expresa nada. Cuando se muestra, nos
muestra el mundo con vivos colores.
*****
Sólo las
personas superficiales necesitan años para librarse de una emoción. Un hombre
que es dueño de sí mismo pone fin a un pesar con tanta rapidez como inventa un
placer.
*****
El
descontento es el primer paso en el progreso de un hombre o de una nación.
*****
En la moral
y en la vida la imitación es un error.
*****
Es mucho más
difícil hablar de una cosa que hacerla. En la esfera de la vida real es, sin
duda, evidente. Cualquiera puede hacer historia, pero sólo un gran hombre es
capaz de escribirla.
*****
Si
viviéramos tiempo suficiente para ver el resultado de nuestros actos, bien
podría suceder que aquellos que se consideran buenas personas se llenaran de
terribles remordimientos y aquellos que el mundo considera malos se
estremecieran de noble alegría. Todo lo que hacemos pasa por la gran máquina de
la vida, que bien puede pulverizar nuestras virtudes y hacerlas inútiles, o
transformar nuestros pecados en elementos de una nueva civilización más
maravillosa y más espléndida que ninguna de las anteriores.
*****
Hay que
absorber los colores de la vida, pero no hay que recordar nunca los detalles.
Los detalles son siempre vulgares.
El cinismo
es solo el arte de ver las cosas como son en lugar de verlas como deberían ser.
Cada vez que
se ama es la única vez que se ha amado. La diferencia de objeto no cambia la
singularidad de la pasión, sólo la intensifica.
*****
La personalidad
es una cosa muy misteriosa. No siempre se puede estimar a un hombre por lo que
hace. Puede respetar la ley y, sin embargo, ser despreciable. Puede transgredir
la ley y ser bueno. Puede ser malo sin haber hecho nunca nada malo. Puede pecar
contra la sociedad y, a través de ese pecado, alcanzar su verdadera perfección.
*****
En la vida,
en el mejor de los casos, sólo podemos tener una gran experiencia y el secreto
de la vida es repetirla tanto como sea posible.
*****
En el mundo
vulgar de los hechos, los malos no reciben castigo ni los buenos recompensa. El
éxito llega a los fuertes y el fracaso recae sobre los débiles.
*****
La moralidad
moderna consiste en aceptar lo establecido para la época. Considero que, para
cualquier hombre de cultura, aceptar lo establecido para su época es una de las
mayores inmoralidades.
*****
Una vida
sólo se echa a perder cuando se detiene su crecimiento. Si quieres estropear
una personalidad, basta con reformarla.
*****
Si un hombre
trata la vida artísticamente, su cerebro es su corazón.
*****
El mundo se
ha reído siempre de sus tragedias, ya que es la única manera de sobrellevarlas.
Por ese motivo, lo que el mundo ha tratado en serio corresponde al lado cómico
de las cosas.
*****
¡Cuánta
importancia da la gente a la fidelidad! Incluso el amor es mera cuestión de
fisiología. No tiene nada que ver con la voluntad. Los jóvenes quieren ser
fieles y no lo son; los viejos quieren ser infieles y no pueden: eso es lo
único que se puede decir sobre el asunto.
Las personas
fieles sólo conocen el lado banal del amor; sólo quien es infiel conoce sus
tragedias.
*****
Los hombres
pueden creer en lo imposible, pero no en lo improbable.
*****
La educación
es algo admirable, pero es bueno recordar de vez en cuando que nada de lo que
vale la pena saber puede enseñarse.
*****
Es un error
creer, como hace mucha gente, que el rostro es el espejo del alma. El vicio
algunas veces se manifiesta en las arrugas y en algún cambio de contorno, pero
eso es todo. En realidad, el rostro es la máscara que se nos da para ocultar el
alma.
*****
La única
diferencia entre un capricho y una pasión para toda la vida es que el capricho
dura un poco más.
*****
Actualmente
la gente conoce el precio de todo y el valor de nada.
*****
Para volver
a la juventud sólo tenemos que repetir nuestras locuras.
*****
*****
No existen
libros morales o inmorales. Los libros están bien o mal escritos, eso es todo.
*****
El sentido
del deber es como una enfermedad horrible. Destruye los tejidos de la mente
igual que algunas dolencias destruyen los tejidos del cuerpo. El catecismo es
responsable de ello en gran medida.
*****
Pocas
personas tienen fuerza suficiente para resistirse a las ridículas pretensiones
de la ortodoxia.
*****
Una virtud
es como una ciudad situada en una montaña: no puede ocultarse. Podemos esconder
nuestros vicios si ponemos empeño –al menos, durante un tiempo-, pero la virtud
sale a la luz.
*****
Si una
persona pretende ser buena, debe abordar la tarea como si fuera una profesión.
Es la más absorbente del mundo.
*****
La virtud
es, por lo general, una simple deficiencia, de la misma manera que el vicio es
una muestra de talento.
La gente da
clases para ocultar su ignorancia, de la misma manera que sonríe para ocultar
las lágrimas.
*****
Ser poco
natural con frecuencia implica grandeza. Por lo general, la naturalidad es
muestra de estupidez.
*****
Mentir bien
es un arte y decir la verdad es actuar de acuerdo con la naturaleza.
*****
La belleza
es lo único que el tiempo no puede dañar. Las filosofía se desmoronan como si
fueran de arena, los credos se suceden unos a otros, pero lo hermoso es una
alegría para todas las estaciones, una posesión para toda la eternidad.
*****
Actualmente
la gente parece contemplar la vida como una especulación. No es una
especulación, es un sacramento. Su ideal es el amor. Su purificación es el
sacrificio.
*****
La compasión
es un sentimiento elevado, pero la compasión por los que sufren es la forma
menos elevada de todas.
*****
Si queremos
comprender a los demás tenemos que acentuar nuestro individualismo.
*****
Hay momentos
en los que hay que elegir entre vivir la propia vida, plena y entera, o
arrastrarse en la existencia superficial, falsa y degradante que exige el mundo
en su hipocresía.
*****
La ciencia
no puede resolver lo irracional, por eso no tiene futuro en este mundo.
*****
La
desobediencia, vista por cualquiera que conozca la historia, es la virtud
original del hombre. El progreso se ha conseguido gracias a la desobediencia:
la desobediencia y la rebelión.
*****
No es
sensato encontrar símbolos en todo lo que uno ve. Llena la vida de terrores.
*****
No puede
decirse que un elevado tono moral favorezca la salud o la felicidad.
*****
Es necesario
poseer fuerza –fuerza y valor- para ceder ante algunas terribles tentaciones.
Para poner en juego toda una vida en un momento, arriesgarlo todo a un golpe,
se apueste el poder o el placer –tanto da-, no se puede ser débil. Hace falta
un valor horrible, terrible.
*****
Tiraríamos
muchas cosas si no temiéramos que los demás las recogieran.
*****
Apreciad el
arte por sí mismo y todo lo que necesitéis se os dará por añadidura. Esta
devoción por la belleza y por la creación de cosas hermosas es la piedra de
toque de todas las grandes naciones civilizadas; es lo que convierte la vida de
todo ciudadano en un sacramento y no en una especulación.
*****
Las penas y
los amores superficiales perduran. Las grandes penas y los grandes amores son
destruidos por su propia plenitud.
*****
Mientras la
guerra se considere algo perverso, seguirá ejerciendo fascinación. Cuando se
considere vulgar dejará de ser popular.
*****
*****
Sólo hay una
cosa peor que la injusticia, y es la justicia que no empuña la espada. Cuando
el bien no es poderoso se convierte en mal.
*****
Los actos
son la primera tragedia de la vida; las palabras la segunda. Las palabras quizá
sean la peor de todas, son implacables.
*****
Es mejor deleitarse
con la rosa que poner sus raíces bajo el microscopio.
*****
La mayor
parte de la gente estropea su vida con un altruismo exagerado y malsano.
*****
Todas las
cosas hermosas pertenecen a la misma época.
*****
Todos nos
enfrentamos al mismo mundo, y el bien y el mal, el pecado y la inocencia, pasan
por él cogidos de la mano. Cerrar los ojos a la mitad de la vida para vivir más
seguro sería como cegarse para caminar con más seguridad en un terreno lleno de
precipicios.
*****
Tengo la
tentación de definir al hombre como un animal racional que siempre pierde los
estribos cuando se ve obligado a actuar de acuerdo con los dictados de la
razón.
*****
En
cuestiones importantes, lo vital es el estilo, no la sinceridad.
*****
La adoración
de la belleza es poco razonable. Es demasiado espléndida para serlo. Aquellos
en cuya vida la belleza ocupa un lugar destacado siempre parecerán al mundo
meros visionarios.
*****
Todo lo que
se acerque al libre ejercicio del pensamiento es prácticamente desconocido
entre nosotros. La gente clama contra el pecador, pero nuestra vergüenza no es
el pecador sino el tonto. No hay más pecado que el de la estupidez.
*****
El hombre es
menos auténtico cuando habla por sí mismo. Dale una máscara y te dirá la
verdad.
*****
El hombre es
un ser con miríadas de vidas y miríadas de sensaciones, una criatura multiforme
y compleja que lleva en sí raras herencias de pensamientos y pasiones, y cuya
carne está manchada con las monstruosas enfermedades de los muertos.
*****
La comodidad
es lo único que nuestra civilización puede darnos.
*****
*****
No existen
los presagios. El destino no envía heraldos, es demasiado sabio o demasiado
cruel.
*****
*****
Existen tres
tipos de déspotas. El déspota que tiraniza el cuerpo, el déspota que tiraniza
el alma y el déspota que tiraniza el cuerpo y el alma por igual. El primero recibe
el nombre de príncipe. El segundo recibe el nombre de papa. Al tercero se le
llama pueblo.
*****
*****
La vida es
terrible. Es ella quien nos domina, no nosotros a ella.
*****
*****
Sólo los
modernos pasan de moda.
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Con
frecuencia se reprocha a los artistas y hombres de letras que no sean hombres
completos. Así debe ser. La misma concentración de visión y propósito que es
característica del temperamento artístico es una forma de limitación. Todas las
personas preocupadas con la belleza de la forma no parecen dar importancia a
nada más.
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El arte crea
un efecto incomparable y único y, tras hacerlo pasa a otras cosas. La
naturaleza, por otra parte, olvidando que la imitación puede convertirse en la
forma de insulto más sincera, no deja de repetir el efecto hasta que nos cansa
por completo.
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La esencia
del pensamiento, como la esencia de la vida, es el crecimiento.
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¿Qué es la
verdad? En cuestión de religión, es sólo la opinión que ha sobrevivido. En
cuestión de ciencia, la última sensación. En cuestión de arte, el último estado
de ánimo.
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Es un error
creer que la pasión que se siente al crear aparece siempre en la obra creada.
El arte es siempre más abstracto de lo que pensamos. La forma y el color sólo
hablan de la forma y el color, eso es todo.
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Hay que
absorber el color de la vida, pero nunca hay que recordar los detalles. Los
detalles son siempre vulgares.
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El camino de
la paradoja es el camino de la verdad. Para poner a prueba la realidad tenemos
que verla en la cuerda floja. Cuando las verdades se convierten en acróbatas
podemos juzgarlas.
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Influir en
una persona es darle nuestra propia alma. Esa persona ya no piensa sus
pensamientos ni arde con sus pasiones naturales. Sus virtudes no son
auténticas. Sus pecados, si es que existe algo así, son prestados. Se convierte
en un eco de la música de otro, en un actor para un papel que no han escrito
para él.
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La opinión
pública sólo existe donde no hay ideas.
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La amistad
es más trágica que el amor. Dura más.
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Lo único que
no ve el artista es lo obvio. Lo único que ve el público es lo obvio. El
resultado es la crítica periodística.
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El dandismo
es la afirmación de la absoluta modernidad de la belleza.
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Lo único que
consuela de ser pobre es el derroche. Lo único que consuela de ser rico es el
ahorro.
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Incluso el
discípulo tiene su utilidad. Permanece en pie detrás de nuestro trono y, en el
momento del triunfo, nos susurra al oído que, pese a todo, somos inmortales.
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Las clases
criminales están tan cerca de nosotros que incluso los policías pueden verlas.
Y están tan lejos que únicamente el poeta puede entenderlas.
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La
perversidad es un mito inventado por la buena gente para explicar el peculiar
atractivo de otras personas.
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Nada de lo
que termina por suceder tiene la menor importancia.
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El
aburrimiento es la mayoría de edad de la seriedad.
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Si uno dice
la verdad, tarde o temprano, saldrá a la luz.
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Sólo
deberíamos vivir para el placer. Nada envejece tanto como la felicidad.
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Sólo los
superficiales se conocen.
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El tiempo es
un derroche de dinero.
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La
preocupación sobre lo que es una buena o mala conducta indica cierto retraso en
el desarrollo intelectual.
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La ambición
es el último refugio del fracaso.
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Uno debe ser
una obra de arte o llevar una obra de arte.
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La
laboriosidad es la raíz de toda fealdad.
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Las
distintas épocas viven en la historia a través de sus anacronismos.
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El anciano
cree en todo; el maduro lo sospecha todo; el joven lo sabe todo.
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Solo los
grandes maestros del estilo consiguen ser oscuros.
AFORISMOS EXTRAÍDOS DE "DE PROFUNDIS"
Las funestas equivocaciones de la vida no debe ser atribuidas a la ausencia de razón. Un instante de irracionalidad puede llegar a ser nuestro momento más hermoso. Nuestras equivocaciones son producto de lógica que rige al hombre. Entre ambas cosas media un abismo.
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La voluntad es la base del carácter.
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Ser completamente libre y hallarse al mismo tiempo sometido al dominio de la ley, he aquí la eterna paradoja de la vida del hombre.
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Es preciso que todo le fluya a uno de sí mismo. El decirle a uno alguien una cosa que ni siente, ni ha de comprender, no tiene finalidad alguna.
*****
El amor no regatea en el mercado, ni emplea balanzas. Su alegría, como la del espíritu, está en sentir que vive. Su esfuerzo consiste en amar, nada más y nada menos.
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Los grandes acontecimientos de la existencia son lo que aparentan y por eso, a menudo, difíciles de explicar; pero los pequeños son siempre un símbolo. Ellos nos suministran la parte más asequible de nuestras amargas enseñanzas.
*****
La humildad es la más singular de todas las cosas: no es posible regalarla, ni recibirla como un regalo. Para adquirirla es preciso desposeerse de todo cuanto se posee. Y sólo sabe uno que la posee después de haberlo perdido todo.
*****
El mayor de los vicios es la ligereza; todo cuanto llega a la conciencia es justo.
*****
El dolor, lo mismo en la vida que en el arte, es el modelo supremo. Detrás de la alegría y de la risa podrá disimularse un temperamento tosco, duro, limitado; Pero detrás del dolor sólo cabe dolor. Contrariamente a la alegría, el dolor no lleva careta.
*****
En arte, la verdad consiste en la concordancia que un objeto guarda consigo mismo, en que lo externo se convierte en expresión de lo interno, el alma en carne, y en que el cuerpo se halla animado por el espíritu.
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Los mundos están hechos con dolor y sin dolor no puede verificarse ni el nacimiento de un niño ni el de una estrella.
*****
Si el mundo está hecho de dolor, es la mano del dolor la que lo ha construido, pues de otro modo el alma del hombre, para la cual este mundo fue creado, no podría alcanzar el completo desarrollo de su perfección. El placer para el cuerpo hermoso; para la belleza del alma el dolor.
*****
En cada momento aislado de la existencia uno es aquello que será no menos que aquello que ya ha sido. El arte es un símbolo, porque el hombre también lo es.
*****
La humildad en el artista consiste en aceptar sin condiciones todas las experiencias, así como el amor en él estriba sencillamente en el sentido de la belleza, que revela al mundo su cuerpo y su alma.
*****
Cristo llevó a toda la esfera de las relaciones humanas esa imaginación que es todo el secreto de la creación artística. Comprendió la dolencia del leproso, las tinieblas del ciego, la cruel miseria de los que viven en el placer y la singular miseria de los ricos.
*****
Emerson dice que nada hay más raro en el hombre que una acción de su propia voluntad. Esto es una gran verdad, pues la mayoría de las gentes son distintas de ellas mismas. Piensan con las ideas de otro; su vida es una parodia, y sus pasiones son remembranzas.
*****
Cristo no les ha dicho a los hombres: "Vivir para los demás", sino que ha afirmado que no existe ninguna diferencia entre la vida de los demás y nuestra propia vida, dando con ello a los hombres una dilatadísima y titánica personalidad. Desde su aparición la historia de cada individuo en sí es, o puede llegar a ser, la historia del mundo.
*****
Todos los grandes pecados del mundo se realizan en el cerebro. y es que en el cerebro es donde se realiza todo. Ya sabemos que no vemos con la vista ni oímos con el oído. Que en realidad la vista y el oído no son sino canales conductores, y más o menos fieles trasmisores, de las impresiones de los sentidos. En el cerebro es donde está roja la amapola y perfumada la manzana, y donde canta la alondra.
*****
El que aspira a ser algo exterior a sí mismo; miembro del Parlamento, rico tendero, eminente abogado, juez u otra cosa igualmente aburrida, ve siempre sus esfuerzos coronados por el éxito. y éste es su castigo. El que anhela una careta, no tiene más remedio que llevarla.
*****
Claro que es preciso que el pecador se arrepienta. mas ¿por qué? Pues por la sencilla razón de que de otro modo no se hallaría en condiciones de comprender lo que ha hecho. El momento del arrepentimiento es el de la iniciación. Más aún : es el medio por el cual puede uno deshacer el pasado.
*****
En la economía extrañamente sencilla del mundo, uno recibe únicamente aquello que da.
*****
El filisteísmo de la vida no consiste en la incapacidad para comprender el arte. Hay hombres encantadores: los pescadores, los pastores, los labradores, los campesinos y otros de igual índole, que nada saben del arte, y son, sin embargo el aroma de la tierra. El verdadero filisteo es aquel que estimula las fuerzas mecánicas, pesada, enojosas y ciegas de la sociedad y las apoya sin reconocer la fuerza dinámica cuando se le presenta en un hombre o en un movimiento.
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Las grandes pasiones son para las almas grandes. Y los grandes acontecimientos sólo pueden ser comprendidos por quienes se hallan a su altura.
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AFORISMOS EXTRAÍDOS DE "DE PROFUNDIS"
Las funestas equivocaciones de la vida no debe ser atribuidas a la ausencia de razón. Un instante de irracionalidad puede llegar a ser nuestro momento más hermoso. Nuestras equivocaciones son producto de lógica que rige al hombre. Entre ambas cosas media un abismo.
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La voluntad es la base del carácter.
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Ser completamente libre y hallarse al mismo tiempo sometido al dominio de la ley, he aquí la eterna paradoja de la vida del hombre.
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Es preciso que todo le fluya a uno de sí mismo. El decirle a uno alguien una cosa que ni siente, ni ha de comprender, no tiene finalidad alguna.
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El amor no regatea en el mercado, ni emplea balanzas. Su alegría, como la del espíritu, está en sentir que vive. Su esfuerzo consiste en amar, nada más y nada menos.
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Los grandes acontecimientos de la existencia son lo que aparentan y por eso, a menudo, difíciles de explicar; pero los pequeños son siempre un símbolo. Ellos nos suministran la parte más asequible de nuestras amargas enseñanzas.
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La humildad es la más singular de todas las cosas: no es posible regalarla, ni recibirla como un regalo. Para adquirirla es preciso desposeerse de todo cuanto se posee. Y sólo sabe uno que la posee después de haberlo perdido todo.
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El mayor de los vicios es la ligereza; todo cuanto llega a la conciencia es justo.
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El dolor, lo mismo en la vida que en el arte, es el modelo supremo. Detrás de la alegría y de la risa podrá disimularse un temperamento tosco, duro, limitado; Pero detrás del dolor sólo cabe dolor. Contrariamente a la alegría, el dolor no lleva careta.
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En arte, la verdad consiste en la concordancia que un objeto guarda consigo mismo, en que lo externo se convierte en expresión de lo interno, el alma en carne, y en que el cuerpo se halla animado por el espíritu.
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Los mundos están hechos con dolor y sin dolor no puede verificarse ni el nacimiento de un niño ni el de una estrella.
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Si el mundo está hecho de dolor, es la mano del dolor la que lo ha construido, pues de otro modo el alma del hombre, para la cual este mundo fue creado, no podría alcanzar el completo desarrollo de su perfección. El placer para el cuerpo hermoso; para la belleza del alma el dolor.
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En cada momento aislado de la existencia uno es aquello que será no menos que aquello que ya ha sido. El arte es un símbolo, porque el hombre también lo es.
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La humildad en el artista consiste en aceptar sin condiciones todas las experiencias, así como el amor en él estriba sencillamente en el sentido de la belleza, que revela al mundo su cuerpo y su alma.
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Cristo llevó a toda la esfera de las relaciones humanas esa imaginación que es todo el secreto de la creación artística. Comprendió la dolencia del leproso, las tinieblas del ciego, la cruel miseria de los que viven en el placer y la singular miseria de los ricos.
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Emerson dice que nada hay más raro en el hombre que una acción de su propia voluntad. Esto es una gran verdad, pues la mayoría de las gentes son distintas de ellas mismas. Piensan con las ideas de otro; su vida es una parodia, y sus pasiones son remembranzas.
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Cristo no les ha dicho a los hombres: "Vivir para los demás", sino que ha afirmado que no existe ninguna diferencia entre la vida de los demás y nuestra propia vida, dando con ello a los hombres una dilatadísima y titánica personalidad. Desde su aparición la historia de cada individuo en sí es, o puede llegar a ser, la historia del mundo.
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Todos los grandes pecados del mundo se realizan en el cerebro. y es que en el cerebro es donde se realiza todo. Ya sabemos que no vemos con la vista ni oímos con el oído. Que en realidad la vista y el oído no son sino canales conductores, y más o menos fieles trasmisores, de las impresiones de los sentidos. En el cerebro es donde está roja la amapola y perfumada la manzana, y donde canta la alondra.
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El que aspira a ser algo exterior a sí mismo; miembro del Parlamento, rico tendero, eminente abogado, juez u otra cosa igualmente aburrida, ve siempre sus esfuerzos coronados por el éxito. y éste es su castigo. El que anhela una careta, no tiene más remedio que llevarla.
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Claro que es preciso que el pecador se arrepienta. mas ¿por qué? Pues por la sencilla razón de que de otro modo no se hallaría en condiciones de comprender lo que ha hecho. El momento del arrepentimiento es el de la iniciación. Más aún : es el medio por el cual puede uno deshacer el pasado.
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En la economía extrañamente sencilla del mundo, uno recibe únicamente aquello que da.
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El filisteísmo de la vida no consiste en la incapacidad para comprender el arte. Hay hombres encantadores: los pescadores, los pastores, los labradores, los campesinos y otros de igual índole, que nada saben del arte, y son, sin embargo el aroma de la tierra. El verdadero filisteo es aquel que estimula las fuerzas mecánicas, pesada, enojosas y ciegas de la sociedad y las apoya sin reconocer la fuerza dinámica cuando se le presenta en un hombre o en un movimiento.
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Las grandes pasiones son para las almas grandes. Y los grandes acontecimientos sólo pueden ser comprendidos por quienes se hallan a su altura.
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