De Wislawa Szymborska, y a la espera
de que se escriba su reseña biográfica en esta página (que ya por fin se hará
dentro de unas semanas, en la última entrega de esta poeta), únicamente interesa
saber por ahora que se murió el 1 de febrero 2012, en su casa de Cracovia, a
causa de un cáncer de pulmón -tan empedernida fumadora como entrañable
bebedora-; que había nacido el 2 de julio de 1923 cerca de Poznan y que la
mayor parte de su vida quiso vivirla en Cracovia, donde le sorprendió en 1996
la noticia de la concesión del premio nobel de literatura. Pocas veces un nobel
fue más justo; pocas veces los de Estocolmo acertaron tan de pleno como con
Wislawa, que para entonces era una perfecta e injusta desconocida. A Wislawa se
le dedicó un espacio en esta página que data de marzo de 2009 -y donde se
reproduce su discurso de recepción del nobel, titulado “El poeta y el mundo”- y
también se reprodujo otro poema suyo ,”Hijos de la época”, en un artículo
titulado “¿Se puede escribir poesía después de Auschwitz?”, diciembre 2009.
Quedaba pendiente prolongar la selección que se hizo de Wislawa, tal como se
está haciendo con Octavio Paz, y como se hará con Ángel González o Valente.
Dejo aquí una selección de poemas pertenecientes a sus primeros libros, que
abarcan desde “La llamada al Yetti”, 1957, hasta “Gente en el puente”, 1988. Se
aconseja, especialmente, su libro titulado “El gran número, Fin y principio y otros poemas”, editado en
Hiperión, y del que se editarán aquí próximamente una selección de sus poemas
-si el tiempo es benévolo y nos da su permiso, añadiría Wislawa-. Dejo el
primer poema seleccionado “Una del montón”, a modo de epitafio, y vuelvo a
hacer notar que lo que ya comenté el día en que saltó la noticia de su muerte,
que como siempre los periódicos perdieron la oportunidad de hacerle su mejor
homenaje a un poeta muerto, que es seleccionar un sólo poema suyo y publicarlo.
Poema que no ocuparía mucho más espacio que el de una viñeta de un mal chiste.
Aquí se ve lo poco tiene que ver el periodismo con la poesía, pese a que
reserve algunas páginas a la cultura, que a veces parecen una forma de pregonar
su incultura.
Unas reflexiones apresuradas -y muy
desordenadas-sobre Wislawa. Parece difícil encontrar otra poeta tan
elegantemente irónica como Wislawa. La elegancia de su ironía seguramente le
viene de ser mujer. Los hombres, más agresivos, son incapaces de la ternura de
la que hace gala Szymborska. Si todos consiguiéramos ser irónicos a la manera
de Szymborska, no conseguiríamos herir a nadie, y a la gente que nos escuchase
le arrancaríamos una sonrisa de inteligencia, también de ternura, también de
piedad. Eso nos lleva a la otra faceta que desarrollaba Szymborska en su
poesía: poseía lo que cierto filósofo había denominado la piedad de la
pregunta. Wislawa era piadosa por preguntar; o preguntaba de una forma piadosa.
Sin molestar nunca a nadie, era capaz de hurgar en todas las heridas. Compasiva
con la penuria e insuficiencia de los otros, pero mordaz con los bárbaros de la
historia. Se puede observar en Wislawa que, al no ser agresiva, tampoco se le
oye levantar la voz. Siempre nos habla como en susurros. Tampoco le gustaban
los gestos grandilocuentes, los aspavientos. A Wislawa lo que le gustaba era
hablarnos a cada uno de nosotros como si se hablara a sí misma; de ahí que su
tono siempre lo oigamos con sordina. No le gustaba el uso del megáfono, las
palabras altisonantes o los efectos de la oratoria. Por eso es Wislawa la poeta
de las preguntas, de las pequeñas preguntas, de las que todavía podemos obtener
respuestas que nos pueden ser útiles. Uno se pregunta ¿por qué se hace tantas
preguntas Wislawa en sus poemas? Seguramente, porque todavía duda; porque, como
ya escribió en uno de sus poemas, ella sabe que no tiene la última palabra, que
tampoco tiene la llave de sus certidumbres. Hay que dejar a otros la
posibilidad de completar nuestra palabra, de iluminarnos con sus dudas y
certezas. Sabe que la incertidumbre y la inseguridad forma parte sustancial de
la vida. Sabe que la vida está hecha de cosas ordinarias y que la poesía no
debe alzar el vuelo, ni esquivarlas. Su poesía sabe narrar las cosas
extraordinarias que ocurren en las pequeñas cosas.
Creo que Wislawa es mejor narradora
que poeta; o, mejor dicho, es tan buena poeta porque sabe encontrar la
narración poética de las cosas. Wislawa sabía que para componer un buen poema
hay que saber situarse y en esa situación consiste el compromiso del poeta: lo
que vulgarmente se llama el punto de vista. No le debería bastar al poeta en
abusar del yo y usar su exclusivo punto de vista. Hay otros “yo” heterónomos,
otros seres y cosas por las que deberíamos divagar y experimentar. El poeta
debe situarse en el mundo, entre los seres y las cosas, y tiene que dar cuenta
de ellos desde esa situación tomada. Tal
vez ese sea uno de los secretos del arte. Hacer la puesta en escena desde un
punto de vista original. Todo esto se puede ver en el poema que se seleccionó
aquí en marzo de 2009, “Gato en un piso vacío”. Es la descripción de la muerte
de un hombre a través de su gato, las repercusiones que la muerte de alguien
tiene sobre todas las cosas, pero especialmente sobre sus seres queridos. La
inteligencia de Wislawa está en elegir un ser marginal, un punto de vista al
margen, para salirse del tópico, pero también para hacernos ver mejor. Para
hacernos ver mejor que no es el punto de vista humano el exclusivo, aunque al
final sea de un hombre de aquello sobre lo que se habla. Pero el protagonista
es un gato en una situación de desamparo. El desamparo siempre está en el fondo
de los poemas de Wislawa. Wislawa sabe que no puede haber mejor épica y mejor
epitafio para un hombre muerto que el desconsuelo en el que queda un gato
abandonado por su dueño en un piso vacío. El dolor de ese gato en el poema
puede ser comparado con el que siente Aquiles por la muerte de Patroclo.
Resulta así un maravilloso poema elegíaco.
También hay que decir que a Wislawa
le gusta hacer componendas al mundo. Parece conformista, pero esa es la máscara
que se coloca para no ser agresiva. Su inconformismo es total. Le gusta
zambullirse en las posibilidades infinitas que el mundo tiene de ser de otra
manera. Wilslawa sabe que podría haber sido otra persona. Cualquiera de las
criaturas que componen el mundo. Ella no es panteísta. Le gusta contemplarse en
otros para no envanecerse por ser Wislawa. En esto Wislawa sabe ser
maravillosamente fantástica. Llega a la humildad por una fuerza piadosa de la
imaginación. Ella podía haber sido otra -podía haber nacido en la tribu
indebida-, podía haber tenido otra vida -con un destino no benévolo-, pero
Wislawa no cree en el destino: nos propone de alguna manera el libre albedrío.
Dios no tiene sitio en la poesía de Wislawa. A cambio el hombre se vuelve más
humano, más inseguro. Pero también con más necesidad de ser solidario. Apoyada
más en sus dudas que en sus certezas, el hombre es ese animal que todo lo quiere
saber, sabiendo que no podrá saber casi nada. Esto que puede ser una tragedia
para la mayoría, es para Wislawa una pequeña grandeza del hombre. Como todos
los grandes poetas, Wislawa logra ser profunda y reflexiva, desconfiando de las
grandes palabras de la filosofía. De ahí le viene su excesiva alergia a la
palabra “todo”, “palabra impertinente y henchida de orgullo”. Su poesía ha sido
definida por Fernando Savater como “reflexiva sin engolamiento ni altisonancia,
de forma ligera y fondo grave, directa al sentimiento, pero sin chantaje
emocional.” Al final se nos olvidaba, por tanto, decir lo más importante: todo
esto lo consigue Wislawa de la forma más sencilla posible, haciendo que lo más
difícil resulte fácil. En algún lugar se pregunta Wislawa -siempre tan encantadoramente
escéptica- “en qué dedo corazón está ahora el anillo del alma que le fue robado
o perdido” -también dice en otro poema: “alma se tiene a veces./Nadie la posee
sin pausa/ y para siempre”-. Si tuviera que responder a esa pregunta,
respondería -aún a riesgo de resultar cursi- que Wislawa era todo corazón, o
bien que escribía sus poemas con corazón, o que Wislawa iba perdiendo un jirón
de alma con cada poema que escribía, me atrevería a decir que es ahí, en sus
poemas, donde habría que ir a buscar el alma de Wislawa, diría que leer los
poemas de Wislawa es una forma de beberse a tragos su bella alma de poeta. Y
que aproveche.
EL GRAN
NÚMERO
Cuatro mil
millones de gentes sobre esta tierra,
Y mi
imaginación es la que era.
No se le dan
bien los grandes números.
Sigue
conmoviéndola lo particular.
Vuela en la
penumbra cual luz de linterna,
Revela sólo
los primeros rostros de la fila,
Mientras el
resto se pierde en el abismo ciego,
En el no
pensamiento, en el no olvido.
Pero esto,
ni el mismo Dante lo detendría.
Y qué decir
cuando una no lo es,
Aun con
todas las musas a mi lado.
Non omnis
moriar -pena prematura.
Pero, ¿acaso
vivo entera?, ¿y si esto basta?
Nunca ha
bastado, mucho menos ahora.
Elijo
rechazando pues no hay otra manera,
Pero lo que
rechazo es más numeroso,
Más espeso,
más insistente que nunca.
A costa de
pérdidas indescriptibles, un poemita, un suspiro.
A una
llamada estruendosa respondo con un susurro.
Cuánto
silencio, no lo contaré.
Un ratón al
pie de su montaña materna.
La vida dura
unas pocas huellas de uña sobre la arena.
Mis sueños,
incluso, no son, como debieran, populosos.
Hay más
soledad en ellos que multitudes y jaleo.
A veces pasa
un momento alguien ya difunto.
Una sola
mano mueve el pomo.
La casa
vacía se cubre de anexos de eco.
Desde el
umbral bajo corriendo al valle
Silencioso,
como de nadie, ya anacrónico.
De dónde aún
este espacio dentro de mí.
No lo sé.
(Traducción de Elzbieta Bortkiewicz)
AGRADECIMIENTO
Debo mucho
A aquellos
que no quiero.
El alivio
con el que acepto
Que sean más
cercanos a otro.
La alegría
de que yo no sea
El lobo de
sus ovejitas.
La Paz sea
con ellos,
Y mi
libertad con ellos,
Y eso el
amor ni lo puede dar
Ni tomarlo
sabe.
No les
espero
Desde la
ventana hasta la puerta.
Paciente
Casi como un
reloj de sol,
Comprendo
Lo que el
amor no comprende,
Perdono
Lo que el
amor jamás perdonaría.
Desde el
encuentro hasta la carta
No pasa una
eternidad,
Sino,
simplemente, algunos días o semanas.
Los viajes
con ellos son siempre un acierto,
Conciertos
oídos,
Catedrales
visitadas,
Paisajes
nítidos.
Y cuando nos
separan
Siete
montañas y ríos,
Son montañas
y ríos
Muy
familiares del mapa.
Es mérito
suyo,
Que yo viva
en tres dimensiones,
En un
espacio no lírico y no retórico,
Con un
horizonte, por móvil, real.
Ellos mismos
no saben
Cuánto
llevan en sus manos vacías.
“No les debo
nada” –
Diría el
amor
Sobre esta
cuestión abierta.
SALMO
¡Qué poco
herméticas son las fronteras de los reinos humanos!
¡Cuántas
nubes vuelan impunemente sobre ellas,
Cuántas
arenas del desierto pasan de un país a otro,
Cuantas
piedras del monte ruedan con propiedades ajenas
Dando
provocativos saltos!
¿Tengo que
enumerar, unos tras otro, a todos los pájaros al vuelo
O al que en
este justo momento se posa en una barrera cerrada?
Aunque se
trate sólo de un gorrión, su cola ya es fronteriza,
Pero su pico
es aún d e aquí. Y para colmo no se está un segundo quieto.
De los
innumerables insectos me limitaré a la hormiga,
Que entre la
bota izquierda y la derecha del aduanero,
No se digna
a contestar a las preguntas “de dónde”, “a dónde”.
¡Ah, ver
claramente, a un tiempo, ese completo desorden en todos los continentes!
¿No es acaso
ese ligustro de la orilla opuesta
El que de
contrabando pasa por el río una enésima hoja?
¿O no es
acaso la atrevidamente manilarga sepia
La que viola
la sagrada zona de las aguas territoriales?
¿Se puede
acaso hablar de un cierto orden,
Cuando ni
las estrellas se dejan colocar
Para que
quede claro bajo cuál ha nacido cada uno?
¡Y no
hablemos del censurable comportamiento de la niebla!
¡Ni del
polen que surca las estepas
Como si
nunca hubieran sido divididas!
Ni del
sonido de las voces en las serviciales ondas del aire:
Chillidos
evocadores y significativos gorgoteos.
Sólo lo
humano sabe ser verdaderamente ajeno.
El resto son
bosques mixtos, viejos topos y viento.
(Traducción Carlos Marrodán Casas)
LA MUJER DE
LOT
Miré atrás
dicen que por curiosidad.
Mas,
curiosidad aparte, pude haber tenido otras razones.
Miré atrás
de penas por la fuente de plata.
Por
descuido, mientras ataba la correa de mi sandalia.
Para no
mirar más el cogote justo de mi esposo, Lot.
Por la
súbita certeza de que si muriera,
Ni siquiera
me habría detenido.
Por la
desobediencia de los sumisos.
A la escucha
de la persecución.
Tocada por
el silencio, esperando que Dios cambiara de parecer.
Nuestras dos
hijas ya desaparecían detrás de la cima de la colina.
Sentí la
vejez en mí. La lejanía.
La vanidad
de la andadura. El sueño.
Miré atrás
al poner el hatillo sobre el suelo.
Miré atrás
por temor a dónde dar el paso.
En mi
sendero aparecieron serpientes,
Arañas,
ratones, polluelos de buitres.
Ya ni lo
bueno ni lo malo -simplemente, todo lo vivo
Reptaba y
saltaba en pánico colectivo.
Miré atrás
por mi soledad.
Por
vergüenza de estar huyendo a hurtadillas.
Por ganas de
gritar, de volver.
O quizá sólo
cuando arreció el viento
Soltó mi
cabello y me levantó el vestido.
Sentía que
me miraban desde las murallas de Sodoma
Y rompían en
carcajadas sonoras, una y otra vez.
Miré atrás
por rabia.
Para saciarme
de su gran perdición.
Miré atrás
por todas las razones arriba expuestas.
Miré atrás
de forma involuntaria.
Fue sólo una
piedra la que giró rugiendo bajo mi cuerpo.
Fue una
grieta la que, de súbito, me cortó el camino.
En el borde
un hámster se agitaba sobre sus dos patas.
Y fue
entonces cuando ambos miramos atrás.
No, no. Yo
seguí corriendo,
Arrastrándome
y levantando el vuelo,
Hasta que la
oscuridad cayó del cielo,
Y con ella
la gravilla ardiente y las aves muertas.
Por falta de
aliento giré repetidas veces.
Quien lo
viese habría pensado que bailaba.
No descarto
que tuviera los ojos abiertos.
Es posible
que me desplomara con el rostro vuelto hacia la ciudad.
(Traducción de
Elzbieta Borkiewicz)
VISTO DESDE
ARRIBA
Sobre un
sendero yace un escarabajo muerto.
Ha doblado
con cuidado sus tres pares de patitas sobre el vientre.
En el lugar
del caos de la muerte -orden y esmero.
El horror de
esta imagen es moderado,
El alcance
estrictamente local, entre la grama y la menta.
La tristeza
no contamina.
El cielo es
azul.
Para nuestra
tranquilidad, su muerte es más superficial
Los animales
no fallecen, simplemente, se mueren
Perdiendo
-queremos creerlo- menos sentimiento y menos mundo,
Al abandonar
-pensamos- un escenario menos trágico.
Sus ánimas
sumisas no nos asustan de noche,
Respetan la
distancia,
Saben qué es
el rigor.
Y aquí está
sobre el sendero el escarabajo muerto,
En un estado
no lamentable brilla al sol.
Da lo mismo
pensar en él o mirarle:
No parece
que le haya pasado nada importante.
Lo
importante, dicen, sólo está unido a nosotros.
Sólo a
nuestra vida, sólo a nuestra muerte,
La muerte
que se regocija de su forzada primacía.
(Traducción de Elzbieta
Bortkiewicz)
SUEÑO DE UNA
VIEJA TORTUGA
Sueña la
vieja tortuga con lechugas de hojas verdes
Y junto a
ellas, de pronto, he aquí al Emperador,
Apareció tan
campante, como hace un siglo y tres meses.
Mas la
tortuga no sabe que esto causa admiración.
Es cierto
que el Personaje no apareció todo entero,
En sus
botines bien limpios se mira brillante el sol,
Arriba sus
pantorrillas con medias blancas de estreno.
Mas la
tortuga no sabe que esto es conmovedor.
Dos piernas
en la parada de Austerlitz hacia Jena,
Hay niebla
densa en lo alto, y de allí llega una risa.
Podéis dudar
si queréis de lo real de esta escena
Y de si son
imperiales sus botines con hebillas.
Reconocer es
difícil a una persona por partes:
Ya sea por
el pie izquierdo, ya sea por el derecho.
La tortuga
no recuerda casi nada de sus padres
Menos sabe
todavía quién se le metió en el sueño.
Fuera o no
el Emperador, ¿cambia acaso en algo esto,
Lo inaudito
de su sueño? Una sombra parecida
Fue capaz de
escabullirse del olvido unos segundos
Y ¡colarse
por el mundo!, del talón a la rodilla.
(Traducción de
David Carrión Sánchez)
EXPERIMENTO
Antes de la
película
En la que
los actores hicieron lo que pudieron
Para
conmoverme, e incluso hacerme reír,
Proyectaron
un curioso experimento
Con una
cabeza.
La cabeza
Momentos
antes aún pertenecía a…
Ahora estaba
cortada,
Todos
pudieron ver que no había tronco.
Por la nuca
colgaban las tuberías del aparato
Gracias al
cual la sangre circulaba todavía.
La cabeza
Se
encontraba bien.
Sin síntomas
de dolor, siquiera de sorpresa,
Seguía con
la mirada el movimiento de una linterna.
Movía las
orejas cuando sonaba un timbre.
Con su nariz
húmeda sabía distinguir
El olor a
tocino de la insípida inexistencia
Y lamiéndose
con evidente placer
Segregaba
siva en honor de la fisiología.
Leal cabeza
de perro,
Fiel cabeza
de perro,
Cuando era
acariciada, entornaba los ojos
Con la
confianza de que todavía era parte de un todo
Que comba el
lomo bajo un gesto de cariño
Y menea el
rabo.
Pensé en la
felicidad y sentí miedo.
Porque, si
la vida sólo se trataba de eso,
La cabeza
era feliz.
(Traducción de David Carrión
Sánchez)
SONRISAS
El mundo
confía más en lo que ve que en lo que escucha.
Los hombres
de Estado tienen que sonreír.
Su sonrisa
indica que mantienen el ánimo de lucha.
Aunque es
difícil el juego, los intereses opuestos,
Inseguro el
resultado, siempre nos mueve a seguir
Una sonrisa
cordial sobre unos dientes bien puestos.
Con
amabilidad deben mostrar la frente,
En el
parlamento, al llegar de visita.
Parecer
alegres, moverse ágilmente.
Éste saluda
a aquél, aquél al otro felicita.
Muy
necesario es un rostro sonriente,
Para los
objetivos, para reunir mucha gente.
La
ortodoncia en diplomacia
Es garantía
de eficacia.
Bienintencionados
colmillos, conciliadores incisivos
No pueden
fallar en momento decisivos.
Aún no es
tanta en estos tiempos la certeza
Como para
que los rostros muestren su natural tristeza.
Una
humanidad de hermanos, según los soñadores,
Transformará
la tierra en un mundo de sonrisas.
Lo dudo.
Imaginemos mejor que esos señores
No tienen
que sonreír en vano.
Sólo de vez
en cuando: en primavera, en verano,
Sin
contracciones nerviosas, sin prisas.
Es triste
por naturaleza el ser humano.
A uno así
espero y me alegro de antemano.
(Traducción de Gerardo Beltrán)
UN
TERRORISTA OBSERVA
La bomba
explotará en el bar a las trece veinte.
Ahora apenas
son las trece y dieciséis.
Algunos
todavía tendrán tiempo de salir.
Otros de
entrar.
El
terrorista ya se ha situado al otro lado de la calle.
Esa
distancia lo protege de cualquier mal
Y se como en
el cine:
Una mujer
con una cazadora amarilla: ella entra.
Un hombre
con unas gafas oscuras: él sale.
Unos chicos
con vaqueros: ellos están hablando.
Trece
diecisiete y cuatro segundos.
Ese más bajo
tiene suerte y sube a una moto,
Y ese más
alto entra.
Trece
dieciocho.
Ya no está
la niña.
Habrá sido
tan tonta como para entrar, o no,
Eso ya se
verá cuando vayan sacando.
Trece
diecinueve.
Y ahora como
que no entra nadie.
En vez de
entrar aún hay un gordo calvo que sale.
Pero parece
que busco algo en sus bolsillos y
A las trece
veinte menos diez segundos
Vuelve a
buscar sus miserables guantes.
Son las
trece veinte.
Qué lento
pasa el tiempo.
Parece que
ya.
Todavía no.
Sí, ahora.
Una bomba:
la bomba explota.
(Traducción de
Abel A. Murcia Soriano)
ELOGIO DE MI
HERMANA
Mi hermana
no escribe versos
Y dudo que
empiece de repente a escribir versos.
Lo sacó de
mi madre, que no escribía versos,
Y de mi
padre, que tampoco escribía versos.
Bajo el
techo de mi hermana me siento segura:
El marido de
mi hermana por nada en el mundo escribiría versos.
Y aunque
esto suene a obra de Adam Macedonski,
Ninguno de
mis parientes se dedica a escribir versos.
En los
cajones de mi hermana no hay viejos versos,
Ni recién
escritos en su bolso.
Y cuando mi
hermana me invita a comer
Sé que no es
con la intención de leerme sus versos.
Sus sopas
son exquisitas sin premeditación
Y el café no
se derrama sobre sus manuscritos.
En muchas
familias nadie escribe versos.
Pero si lo
hacen, es raro que sea sólo una persona.
A veces la
poesía fluye en cascadas de generaciones,
Lo que crea
peligrosos remolinos en sus mutuos sentimientos.
Mi hermana
cultiva una buena prosa hablada,
Y toda su
escritura son postales de sus vacaciones
Con textos
que prometen lo mismo cada año:
Que cuando
vuelva,
Me contará
todo,
Todo,
Todo.
(Traducción de Gerardo
Beltrán)
RETRATO DE
MUJER
Debe ser a
elección.
Cambiar para
que no cambie nada.
Es fácil,
imposible, difícil, vale un intento.
Sus ojos
son, si cabe, una vez azules, otra vez grises,
Negros,
alegres, sin causa llenos de lágrimas.
Duerme con
él como una cualquier, única en el mundo.
Le parirá
cuatro hijos, ningún hijo, uno.
Ingenua, mas
la que mejor aconseja.
Débil, mas
podrá con el peso.
No tiene
cabeza, pues la tendrá.
Lee a
Jaspers, y revistas de mujeres.
No sabe el
porqué de este tornillo y construirá un puente.
Joven, como
siempre joven, todavía joven.
Sostiene en
sus manos un gorrión alirroto,
Su propio
dinero para un viaje largo y ajeno,
Un mazo, una
compresa y una copa de vodka.
¿A dónde
corre?, ¿no está cansada?
Que no, un
poco, mucho, no pasa nada.
O le quiere
o se empeña.
Por lo
bueno, por lo malo y por el amor de Dios.
(Traducción de Elzbieta
Borkiewicz)
RESEÑA DE UN
POEMA NUNCA ESCRITO
En las
primeras palabras del poema
La autora
afirma que la Tierra es pequeña,
El cielo, en
cambio, grande hasta la exageración,
Y las
estrellas, cito: “Más de las necesarias”
En la
descripción del cielo se advierte una cierta impotencia,
La autora se
pierde en una terrible extensión,
La impacta
lo desolado de muchos planetas
Y pronto en
su pensamiento (agreguemos: no exacto)
Empieza a
surgir una duda,
Quizá al
final no estemos solos
Bajo el sol,
bajo todos los soles del mundo.
¡En contra
del cálculo de probabilidades!
¡Y de la
convicción hoy generalizada!
¡A pesar de
las pruebas irrefutables que cualquier día
Pueden caer
en manos del hombre! ¡Ay, la poesía!
Mientras
tanto nuestra profetisa vuelve a la Tierra,
Planeta que
quizá “gira a puerta cerrada”,
Única
“ciencia ficción de que es capaz el cosmos”.
La
desesperación de Pascal (1623-1662, la nota es nuestra),
Considera la
autora, no tiene paralelo,
Ni siquiera
en Andrómeda o en Casiopea.
La
exclusividad agiganta y obliga,
Surge
entonces el problema de cómo vivir et caetera,
Pues “el
vacío no lo resolverá por nosotros”,
“Dios mío,
clama el hombre hacia Sí Mismo,
Ten piedad
de mí, ilumíname”…
A la autora
le angustia pensar en una vida derrochada a la ligera
-como si de
vida hubiera reservas sin fondo.
En guerras
que -según su opinión-
Pierden
siempre ambos bandos.
En el
“estadoensañamiento” (sic) de la gente con la gente.
A través del
poema se trasluce una intención moral
Que una
pluma menos ingenua haría resplandecer.
Desafortunadamente
esta arriesgada tesis
(quizá al
final no estemos solos
Bajo el sol,
bajo todos los soles del mundo)
Y su
desarrollo en un estilo nada riguroso
(mezcla de
solemnidad y lenguaje cotidiano)
Plantean una
pregunta: ¿quién va a creer en esto?
Evidentemente
nadie. ¡Pues claro!
(Traducción de Gerardo
Beltrán)
AVISO
No llevéis
al cosmos a los bufones,
Bien os lo
digo.
Catorce
planetas muertos,
Algunos
cometas, dos estrellas,
Ya camino de
la tercera
Los burlones
perderán el humor.
El cosmos es
como es,
Es decir
perfecto.
Los burlones
unca se lo perdonarán.
Nada les
alegrará:
El tiempo
-por demasiado eterno,
La belleza
-por intachable,
La seriedad
-por no dejarse bromear.
Todos
admirarán,
Ellos
bostezarán.
Camino de la
cuarta estrella
Será aún
peor.
Sonrisas
ácidas,
Alteraciones
de sueño y equilibrio,
Conversaciones
tontas:
Que si un
cuervo con un queso en su pico,
Que si
moscas sobre el retrato de Su Graciosa Majestad
O el mono en
la bañera
-bien, así
es, era la vida.
Limitados.
Prefieren el
jueves a la infinitud.
Primitivos.
Prefieren
una nota falsa a la música de las esferas.
Donde mejor
se sienten es en las rendijas entre
La práctica
y la teoría,
La causa y
el efecto,
Pero eso no
es la Tierra y todo se ajusta.
En el
planeta número treinta
(de aspecto
desértico irreprochable)
Se negarán a
abandonar las cabinas,
Que si la
cabeza, que si el dedo duele.
Menudo
problema y qué vergüenza,
Tanto dinero
tirado por el Cosmos.
(Traducción de Elzbieta
Bortkiewicz)
CEBOLLA
La cebolla
es otra historia.
No tiene
entrañas la cebolla.
Es cebolla cebolla de verdad,
Hasta el
colmo de la cebollosidad.
Por fuera cebolluda,
Cebollina
hasta la médula,
Podría
escrutar su interior
La cebolla
sin temor.
En nosotros
extranjería y salvajismo
Apenas
cubiertos por la piel,
El infierno
de la medicina interna,
Anatomía
violenta,
Y en la
cebolla, cebolla
Y no sinuosos
intestinos.
Reiteradamente
desnuda
Y hasta el
fondo asíporelestilo.
Ser no
contradictorio la cebolla,
Logrado ente
la cebolla.
En una,
simplemente otra,
La mayor una
menor contiene
Y la
siguiente a la siguiente,
Y así la
tercera y la cuarta.
Fuga
centrípeta.
Eco
concertado en coro.
Lo de la
cebolla, eso sí lo entiendo,
El vientre
más bello del mundo:
Se envuelve
a sí mismo en aureolas
Para su
propia gloria.
En nosotros:
grasas, nervios, venas,
Secreciones
y secretos.
Y se nos ha
denegado
La idiotez
de lo perfecto.
(Traducción de Carlos Marrodán
Casas)
LA
HABITACIÓN DEL SUICIDA
Seguramente
creéis que la habitación estaba vacía.
Pues no.
Había tres sillas bien firmes.
Una lámpara
buena contra la oscuridad.
Un
escritorio, en el escritorio una cartera, periódicos.
Un buda
despreocupado. Un cristo pensativo.
Siete
elefantes para la buena suerte y en el cajón una agenda.
¿Creéis que
no estaban en ella nuestras direcciones?
Seguramente
creéis que no había libros, cuadros ni discos.
Pues sí. Había
una reanimante trompeta en unas manos negras.
Saskia con
una flor cordial.
Alegría,
divina chispa.
Odiseo sobre
el estante durmiendo un sueño reparador
Tras las
fatigas del canto quinto.
Moralistas,
Apellidos
estampados con sílabas doradas
Sobre lomos
bellamente curtidos.
Los
políticos justo al lado se mantenían erguidos.
No parecía
que de esta habitación no hubiera salida,
Al menos por
la puerta,
O que no
tuviera alguna perspectiva, al menos desde la ventana.
Las gafas
para ver a lo lejos estaban en el alféizar.
Zumbaba una
mosca, o sea que aún vivía.
Seguramente
creéis que cuando menos la carta algo aclaraba.
Y si yo os
dijera que no había ninguna carta.
Tantos de
nosotros, amigos, y todos cupimos
En un sobre
vacío apoyado en un vaso.
(Traducción de Gerardo Beltrán)
EL MANZANO
En el
paraíso de mayo, un bello manzano
Que, con sus
flores, como de risas, se estremece,
Yo debajo,
él tan inconsciente del bien y del mal,
Que ante
ello se encoge de ramas,
Yo debajo,
él tan ajeno, a qué año, qué país,
Qué planeta
y a dónde rueda,
Yo debajo,
él tan poco familiar y tan diferente,
Que ni me
consuela ni me espanta,
Yo debajo,
él indiferente a cualquier cosa que pase,
Tembloroso
de paciencia con cada hoja,
Yo debajo,
él tan inconcebible, como si yo con él soñara,
O como si
todo, menos él, fuera un sueño
Demasiado
visible y vanidoso,
Quedarme un
poco más, no volver a casa.
Sólo los
presos ansían volver a casa.
(Traducción de Elzbieta
Borkiewicz)
ELOGIO DE LA
MALA CONCIENCIA DE UNO MISMO
El ratonero
no tiene nada que reprocharse.
Los
escrúpulos le son ajenos a la pantera negra.
No dudan de
lo apropiado de sus actos las pirañas.
El crótalo
se acepta sin complejos a sí mismo.
No existe un
chacal autocrítico.
El tábano,
la langosta, la tenia y el caimán
Viven como
viven y así están satisfechos.
De cien
kilos es el corazón de la orca,
Pero no le
pesa.
Nada más
animal
Que una
conciencia limpia
En el tercer
planeta del Sol.
(Traducción de
Abel A. Murcia Soriano)
VIDA AL
INSTANTE
Vida al
instante.
Función sin
ensayo.
Cuerpo sin
prueba.
Cabeza sin
reflexión.
Ignoro el
papel que hago.
Sólo sé que
es mío, no intercambiable.
De qué va la
obra,
Debo adivinarlo
sobre el escenario.
Malamente
preparada para el honor de la vida,
Soporto a
duras penas el compás impuesto de la acción.
Improviso,
aunque aborrezco la improvisación.
Tropiezo a
cada paso con el desconocimiento de causa.
Mi modo de
vivir huele a aldea.
Mis
instintos son de aprendiz.
La
vergüenza, al excusarme, tanto más me humilla.
Siento las
circunstancias atenuantes como crueles.
Palabras y
gestos irrevocables,
Estrellas no
contadas,
El carácter,
como un abrigo abrochado, en marcha,
He aquí el
penoso fruto de este apremio.
¡Si al menos
pudiera un miércoles ensayar primero,
O al menos
un jueves repetir una vez más!
Pero ya
llega el viernes con un guion desconocido.
¿Acaso está
bien? -pregunto
(con voz
ronca,
Pues ni me han
dejado aclararla tras los bastidores).
En vano
pensar que no es más que un examen somero
Hecho en un
lugar provisorio. No.
Me hallo
entre los decorados y veo cuán sólidos son.
Me choca la
precisión de cualquier atrezzo.
El equipo
giratorio funciona desde hace largo rato.
Las
nebulosas más lejanas ya han sido encendidas.
Ah, no me
cabe duda de que esto es el estreno.
Y lo que
haga
Se tornará
siempre en lo que hice.
(Traducción de Elzbieta Borkiewicz)
UTOPÍA
Isla en la
que todo se aclara.
Ahí se puede
arribar apruebas firmes.
No hay más
caminos que aquellos de llegada.
Las zarzas
se doblan por el peso de las respuestas.
Crece ahí el
árbol de la Suposición Correcta
Con sus
ramas eternamente desenredadas.
Y
deslumbrantemente recto el árbol de la Comprensión
Junto a una
fuerte llamada Ah, De Eso Se Trata.
Cuanto más
denso se hace el bosque, más amplio aparece
El Valle de
la Evidencia.
Si hay
alguna duda, el viento la disipa.
El eco de
ninguna voz toma la palabra
Y aclara con
entusiasmo los secretos de los mundos.
A la
derecha, la caverna en la que se encuentra el sentido.
A la
izquierda, el lago de la Convicción Profunda.
Del fondo se
desprende la verdad y sale sin más a la superficie.
Domina el
valle la Seguridad Inquebrantable.
Desde su
cima se extiende la Esencia de la Cosas.
A pesar de
sus encantos, la isla está desierta,
Y las
pequeñas huellas de pasos que se ven en sus orillas
Se dirigen
hacia el mar sin excepción.
Como si de
ahí solamente se saliera
Para hundirse
irremediablemente en el abismo.
En una vida
inconcebible.
(Traducción de Abel. A. Murcia Soriano)
EL NÚMERO PI
Digno de admiración
es el número Pi
Tres coma
catorce.
Todas sus
siguientes cifras también son iniciales,
Quince noventa
y dos porque nunca
termina.
No se deja
abarcar sesenta y cinco treinta y cinco con la mirada
Ochenta y
nueve con los cálculos
Sesenta y
nueve con la
imaginación
Y ni
siquiera treinta y dos treinta y ocho con una broma o sea comparación
Cuarenta y
seis con nada
Veintiséis
cuarenta y tres en
el mundo.
La serpiente
más larga de la tierra después de muchos metros se acaba.
Lo mismo
hacen aunque un poco después las serpientes de las fábulas.
La comparsa
de cifras que forma el número Pi
No se
detiene en el borde de la hoja,
Es capaz de
continuar por la mesa, el aire,
La pred, la
hoja de un árbol, un nido, las nubes, y así hasta el cielo
A través de
toda esa hinchazón e inconmensurabilidad celestiales.
Oh, qué
corto, francamente rabicorto es el cometa.
¡En
cualquier espacio se curva el débil rayo de una estrella!
Y aquí dos
treinta y uno cincuenta y tres diecinueve
Mi número
de teléfono el número de tus zapatos
El año
mil novecientos setenta y tres piso sexto
El número
de habitantes sesenta y cinco céntimos
Centímetros
de cadera dos
charada y mensaje cifrado
En el cual ruiseñor
que vas a Francia
Y se
ruega mantener la calma
Y también pasarán
la tierra y el cielo,
Pero no el
número Pi, de eso ni hablar,
Seguirá sin
cesar con un cinco en bastante buen estado,
Y un ocho,
pero nunca uno cualquiera,
Y un siete
que nunca será el último,
Y metiéndole
prisa, eso sí, metiéndole prisa a la perezosa eternidad
Para que
continúe.
(Traducción
de Carlos Marrodán Casas)
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