Creo que a Wislawa le hubiera gustado saber lo que hice con su libro “Dos puntos” -Ediciones “Igitur” y traducido por Gerardo Beltrán y A Murcia Soriano-, del que se han extraído estos poemas seleccionados. Casi no me queda ningún buen libro de poesía: los acabo perdiendo o regalando -regalo sólo los buenos, que recuerdo con cariño; los malos me los quedo y los acabo olvidando-, y tal vez por eso, para que no acabe perdiéndolos del todo, me dedico a copiarlos en esta página. ¿Pero es que se acaba perdiendo un libro del todo?, me pregunto. ¿Y qué pasa con quién lo encuentra? ¿Y que le ocurre a quien le es donado un libro? ¿Sería igual su vida sin ese libro que le ha sido caído del cielo?. Hay que decir aquí que las metáforas no son gratuitas: exigen que se amolden a la verdad de los hechos y sus sustancias. Si fuera una novela lo que hubiera perdido o regalado, no se me ocurriría decir de ese libro que va a caerle del cielo a alguien: no quiero ni imaginar lo que lo que le puede pasar a la cabeza de alguien a quien le cae un Quijote, un Ulises o una Magdalena revenida de Marcel Proust -qué diferencia, con la Rosa de Rilke que se deshoja en cuanto es tocada, y nos satura con toda su esencia, dentro-. De una novela se puede decir, metafóricamente, que ha sido exhumada como un tesoro perdido, y más tarde encontrado. O, a veces, es la novela la que nos encuentra, y la vida nos sale al encuentro igual que si fuera una novela, justo cuando habíamos perdido la fe de que la vida fuera igual que una novela. Toda novela resulta ser terráquea y viajera como la odisea; todo teatro es acuático y oral, y también coral; todo ensayo lleva en sí la mecha de los pirómanos, y tiene vocación cósmica. Sólo de la poesía podemos decir que nos viene del cielo y que tiene la ligereza y la gracia de lo aéreo. Ligero y gracioso es Don Quijote, pero la novela por la que pasa matando endriagos y desfaciendo entuertos es tan pesada como los cerrojos y los barrotes de hierro desde los que tuvo que imaginar a su héroe, un héroe con yelmo y celosía: porque aunque parezca un antihéroe, hay que decir que lo que andaba enrevesado y del revés era el mundo que le acabó tocando en suerte, y enloqueciéndole, y que el Quijote es un héroe metido en un antimundo contra el cual batalla, con el fin de enderezarlo y convertirlo en mundo. Es una batalla espiritual la del quijote. Si pierde, se quedará toda su vida clausurado en su desván sin tocar la vida más que por medio de los libros de caballería. El Quijote es un personaje escapado del mundo de los libros, que lleva consigo la irrealidad de los libros, y que quiere liberar al mundo y realizar en el mundo el espíritu de los libros. Si alguien quiere saber cómo es el mundo contra el que se dirigía el Quijote, si alguien quiere saber cómo es el mundo que va colocando una camisa de fuerza sobre todos los Alonsos Quijanos del otro mundo, que se aproxime al mundo antipoético que nos traza Wislawa en su poema “Sueño horrible de un poeta”; que es el mismo desgraciado mundo que pinta Huxley en “Un mundo feliz”. Si alguien quiere saber cuál es la tarea de un poeta, que la copie de su poema “falta de atención”: sólo la atención plena -como diría Weil- nos lleva a la vida plena; sólo coge la rosa quien no cesa de ir en su busca y mira en las cunetas mientras sigue su camino. Mientras tanto, hay que decirlo, nosotros pasamos de largo. El poeta, también, hace camino al andar, y pasa, pero algún apunte nos deja en sus poemas, no la toca ya más la rosa, y nos la deja, mientras nosotros, despistados, vamos deshojándola, pisoteándola… (buena palabra en castellano esa de “despistado”: fuera de la pista y del camino, completamente descarriado, “asendereado”, que diría Cervantes, siempre él tan descarriado, tan trabajado -también aquí la antigua acepción de la palabra “trabajo” nos trae lo que tiene de aspereza todo trabajo que hacemos o pasamos: penalidad, molestia, tormento o suceso infeliz. Para quienes se han descarriado de su vocación -¿y quien no lo hecho?- el trabajo es la peor plaga bíblica que puede caernos encima, especialmente si las Leyes del Trabajo ponen encima toda su pena y su condena.)
Creo que a Wislawa le hubiera gustado saber que mientras llevaba un par de libros suyos conmigo tuve un tropiezo y fuí a parar a un ámbito con cerrojos y barrotes, donde me encontré a una mujer polaca, tan descarriada y aherrojada como yo lo estaba en aquel momento, y a la que le regalé un par de libros de Wislawa en edición bilingüe y con sonoridad polaca. Todo libro anda esperando su ocasión de de ser alumbrado en un lector ideal, pero, por lo ordinario, no consigue hacernos pasar más que un buen rato: lo mismo pasa con los libros escritos; se intuye que a Cervantes su libro le quitó las cadenas de su prisión, y no se quedó en un pasatiempo más, al contrario de lo que ocurre con algunos escritores, que nos hacen perder el mismo tiempo que ellos han perdido en escribirlo. Supongo que el libro de Wislawa acabó en la mano afortunada que supo arrancarle todo su caudal. En algún momento le hice recitar -a Emilia, así se llamaba la mujer polaca- algún poema en polaco, para ver si aquello creaba un clima en el que cualquier milagro poético no hubiera sido inverosímil y hubiera producido su cura y su remedio. No se cómo se entenderán en polaco estos poemas, pero de momento me gusta más cómo suena Wislawa en castellano. Lo cierto es que antes de entregarle el segundo libro a Emilia -le había regalado ya el anterior libro, del que dejé algunos poemas aquí, semanas pasadas allí-, fuí trasladando alguno de sus poemas a una libreta y sobre algunos higiénicos papeles sueltos, por lo que no sería raro que con las prisas de la copia hubiera más de un verso mal cortado, de alguna coma mal comida, de algún punto que no está sobre su í, o de alguna palabra travestida o fuera de su estrofa. (Se da la circunstancia que el mismo libro se lo regalé hace cuatro años a otra amiga, así que mi relación con los libros de Wislawa es muy personal, muy a lo Wislawa, a la que me imagino sumamente liberal y despistada). No obstante, aquí dejo estos poemas de Wislawa, que tuvieron su peripecia: perdí su libro, pero antes tuve la buena precaución de hacer una mínima copia de seguridad, y el libro dejó su huella, que es para lo que están hechos los libros -alguien, incluso, dijo que el mundo se hizo para escribir un libro-; de aquéllos que no nos dejan huella, ya tenemos nosotros la precaución de olvidarlos; de los otros libros que sí nos dejan huella, nos los llevamos puestos, y con ellos vamos también nosotros dejando su huella y nuestra huella. No me gustan “los hombres y mujeres de mundo” a los que tratan de conducirnos las novelas -estoy exagerando, por supuesto, también me gustan las novelas-. Las novelas nos dan una educación mundana y nos ponen los pies en el suelo -aunque las grandes novelas busquen lo contrario-. Prefiero la educación poética: la poesía todavía conserva la fe en algo, y por eso resulta utópica, ensoñadora y contramundana -al contrario de lo que ocurre con la novela, que es de carácter satírico y escéptico, a veces fiel reflejo del espejo que tratamos de esquivar-. Y nunca, nunca, tiene los pies en el suelo la poesía, porque sabe -porque no olvida- que su origen y destino está arriba, o en otra parte, o en otro mundo; aunque haya que traerlo a éste, como aquí se hace cada vez que vertemos las palabras de un poeta. En este caso habría que escribir el nombre de Wislawa Szymborska con mayúsculas, sino fuera porque le molestaba la ostentación: supo ser grande, porque se sabía pequeña.
*****
ABC
Ya nunca sabré
qué pensaba de mi A.
Si B. llegó a perdonarme de verdad.
Por qué C. aparentaba que no pasaba nada.
Qué papel jugó D. en el silencio de E.
Qué esperaba F., si es que esperaba.
Qué aparentaba G., a pesar de estar segura.
Qué quería ocultar H.
Qué quería añadir I.
Si el hecho de que yo estuviera a su lado
tuvo alguna importancia
para J., para K y para el resto del alfabeto.
*****
MAÑANA SIN NOSOTROS
Se espera una mañana fría y con nieblas
Por el oeste se avecinan nubes de lluvia.
La visibilidad será escasa.
Condiciones adversas para la circulación.
Según avance la jornada, la gradual
influencia de una cuña anticiclónica por el norte
hará posible algunos claros.
A pesar de ello, ráfagas fuertes y racheadas de viento
pueden ir acompañadas de tormenta.
Por la noche
cielos despejados en casi todo el país,
Sólo en la parte suroeste,
podrían darse algunas precipitaciones.
Las temperaturas bajarán considerablemente
pero aumentará la presión atmosférica.
El día siguiente
se anuncia soleado,
si bien a los que siguen viviendo
todavía les será de utilidad el paraguas.
*****
EL VIEJO CATEDRÁTICO
Le pregunté sobre aquellos tiempos
en qué éramos aún tan jóvenes,
ingenuos, entusiastas, tontos, inexpertos.
Algo de eso ha quedado, excepto la juventud
-respondió.
Le pregunté si todavía sabe a ciencia cierta
lo que es bueno y malo para el hombre.
La más mortífera ilusión posible
-respondió.
Le pregunté por el futuro
si lo sigue viendo claro.
He leído demasiados libros de historia
-respondió.
Le pregunté por la fotografía
esa en el marco, sobre el escritorio.
Fueron, pasaron. Mi hermano, mi primo, mi cuñada
mi esposa, mi hijita sobre las rodillas de mi esposa,
el gato en los brazos de mi hijita,
y un cerezo en flor, y sobre el cerezo,
un pájaro volador no identificado
-respondió.
Le pregunté si es a veces feliz.
Trabajo
-respondió.
Le pregunté por los amigos, si todavía tiene.
Alguno de mis antiguos ayudantes,
que también tienen antiguos ayudantes,
La señora Ludmila, que gobierna en casa,
alguien muy cercano, pero en el extrajero
dos señoras de la biblioteca, las dos sonrientes,
el pequeño gregorio de enfrente y Marco Aurelio
-respondió
Le pregunté por la salud y por su estado de ánimo.
Me prohíben el vodka, los cigarros
cargar recuerdos y objetos pesados.
Tengo que fingir que no lo oigo
-respondió
Le pregunté por el jardín y el banco en el jardín.
Cuando la noche es serena observo el cielo.
No deja de asombrarme cuantos puntos de vista hay ahí
-respondió.
*****
EL HORRIBLE SUEÑO DE UN POETA
Imagínate lo que soñé.
Aparentemente, todo como aquí.
El suelo bajo los pies, el fuego, el agua, el aire,
lo vertical, lo horizontal, el triángulo, el círculos
el lado izquierdo y el derecho.
El clima, soportable, los paisajes, nada mal
y muchos seres dotados de habla.
Sin embargo su idioma es distinto al de la tierra.
En las frases predomina el modo incondicional,
los nombres se ajustan estrictamente a las cosas,
nada que añadir, quitar, mover, cambiar.
El tiempo siempre como en el reloj.
El pasado y el futuro tienen un alcance limitado.
Para los recuerdos un único recuerdo transcurrido.
Para la previsiones, otro que justo comienza.
Palabras las necesarias. Nunca una de más.
Y eso significa que no hay poesía,
y no hay filosofía y no hay religión.
Este tipo de diabluras aún no entran en juego.
Nada que pueda sólo pensarse
o verse con los ojos cerrados.
Si hay que buscar, lo que está claramente al lado.
Si preguntan, aquello para lo que hay respuesta.
Mucho se sorprenderían
si supieran sorprenderse,
que en algún sitio existan motivos para sorprenderse.
La palabra “inquietud”, considerada por ellos obscena,
no tendría la osadía de estar en el diccionario.
El mundo se presenta claro
aún en la más profunda oscuridad.
Se ofrece entre todos a precios accesible.
Tras dejar la caja, nadie reclama el cambio.
En cuanto a los sentimientos, satisfacción y nada de paréntesis.
La vida en su punto -y punto.
y el zumbido de las galaxias.
Confiesa que nada peor
le puede suceder a un poeta.
Y luego nada mejor que despertarse enseguida.
*****
LABERINTO
Y ahora algunos pasos
de pared a pared
por esta escalera hacia arriba
o por aquella hacia abajo
y luego un poco a la izquierda,
si no a la derecha del muro
al fondo del muro hasta el séptimo umbral,
de donde sea adonde sea,
donde se encuentran
para cruzarse
tus esperanzas, errores, fracasos,
pruebas, intentos y nuevas esperanzas.
Camino tras camino,
pero sin regreso.
Accesible sólo aquello
que tienes frente a ti y allí,
como consuelo vuelta tras vuelta, sorpresa tras sorpresa,
tras la vista una vista. Y puedes elegir
donde estar o no estar, saltar, desviar,
con tal de no dejar pasar.
Así que por ahí o por ahí,
intuyendo, cruzando, a tientas y atinado,
por atajos enredados.
Por la fila siguiente de la fila, por corredores y puertas,
y rápido porque en el tiempo
siempre andas a destiempo
de un lugar a otro
a muchos que siguen abiertos
donde es oscuro e incierto
pero con luz y embeleso
donde es alegre y no alegre
por poco, tan cerca,
y en otra parte, otras partes,
aquí y allí, en cualquier parte,
dentro de lo malo no ha estado tan mal
como un paréntesis entre paréntesis
y todo bien a tu juicio
y de pronto un precipicio,
precipicio pero puente,
puente pero colgante,
colgante pero único,
porque otro no hay.
En algún lado debe haber una salida,
eso es más que seguro.
Mas no eres tu quien la busca,
ella te busca a ti.
Es ella la que va
tras de ti desde el principio,
y este laberinto
no es una cosa que tú,
sólo tú, mientras se pueda,
sólo tú mientras sea tuya,
huída, huída-.
*****
ESTATUA GRIEGA
Con la ayuda de la gente y otros elementos
el tiempo ha hecho con ella un buen trabajo.
Primero eliminó la nariz, después los genitales,
luego los dedos de las manos y los pies,
con el paso de los años los brazos, uno tras otro
el muslo derecho y el el muslo izquierdo,
los hombros, las caderas, las cabezas, las nalgas,
y lo ya caído lo ha hecho pedazos,
escombros, residuos, arena.
Cuando así muere alguien vivo
brota mucha sangre tras cada golpe,
las estatuas de mármol, sin embargo, mueren blancamente
y no siempre del todo.
De ésta que hablamos ha quedado el torso
y está como contenido en el esfuerzo de la respiración,
porque ahora debe
atraer
hacia sí, toda la gravedad y la gracia
del resto perdido y eso lo consigue,
sigue y deslumbra
deslumbra y perdura.
El tiempo
también merece una mención elogiosa
porque ha hecho una pausa
y algo dejó para después.
*****
AUSENCIA
Faltó poco
y mi madre podría haberse casado
con el señor Zbigmiew B de Zdumska Wola.
Y si hubieran tenido una hija, no habría sido yo.
Quizás habría tenido mejor memoria para los nombres y las caras,
y para las melodías oídas una sola vez.
Habría reconocido sin problemas qué pájaro era cada cuál.
Habría tenido unas notas fantásticas de
Física y de Química,
peores de Lengua,
pero habría escrito a escondidas poemas
de entrada mucho más interesantes que los míos.
Faltó poco
y mi padre podía haberse casado en ese mismo momento
con la señorita Sadwiga R. de Zakopane.
Y si hubieran tenido una hija no hubiera sido yo.
Quizás habría sido más terca en lo de salirse con la suya.
Y se habría lanzado sin temor a aguas profundas,
capaz de abandonarse a emociones gregarias.
Vista permanentemente en varios lugares al mismo tiempo,
pero rara vez entre libros,
más a menudo en la calle jugando a la pelota con los chicos.
Quizás se hubieran encontrado ambas
en la misma escuela, en la misma clase.
Pero no habrían sido amigas, no habrían tenido ningún parentesco,
y en las fotos de grupos estarían lejos unas de otras.
Niñas, poneos ahí
– habría dicho el fotógrafo-
las más bajas delante, las más altas detrás.
Y sonreíd cuando os de la señal.
Pero contad antes
si estáis todas.
– Si señor, estamos todas.
*****
FALTA DE ATENCIÓN
Ayer me porté mal en el cosmos.
Viví todo el día sin preguntarme nada,
sin sorprenderme de nada.
Realicé acciones cotidianas,
como si fuera lo único que tenía que hacer.
Aspirar, espirar, un paso tras otro, obligaciones,
pero sin pensamientos que fueran más allá
de salir de casa y volver a casa.
El mundo podría ser tenido por un mundo loco
y yo lo tuve para mi propio y trivial uso.
Ningún cómo, ningún porqué
o de dónde ha salido éste
o para qué quiere tantos impacientes detalles.
Fui como un clavo superficialmente clavado en la pared
o
(aquí una comparación que no se me ha ocurrido)
Uno tras otro se fueron sucediendo cambios
incluso en el limitado campo de un abrir y cerrar de ojos.
En la mesa más joven, con una mano un día más joven
había un pan de ayer cortado de forma distinta.
Las nubes como nunca y la lluvia como nunca
porque era con otras gotas que llovía.
La tierra giraba sobre su eje
pero en un espacio abandonado para siempre.
Duró sus buenas 24 horas.
1.440 minutos de ocasiones.
86.400 segundos que mirar.
El cósmico savoir-vivre
aunque calle sobre nuestro asunto,
exige, sin embargo, algo de nosotros:
una cierta atención, un par de frases de Pascal
y una sorprendente participación en este juego
de reglas desconocidas
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