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POETAS 57. Blas de Otero I (Pido la paz y la palabra)

 
 


VIDA
“Nacido en Bilbao (1916), cursé el bachillerato en Madrid, luego recorrí casi toda España y más tarde residí diversas temporadas en París, Unión Soviética, República Popular China y Cuba. Actualmente vivo en Madrid”. (Ciudad en la que murió, en el año 1979).


BIOTZ-BEGIETAN

Ahora
Voy a contar la historia de mi vida
en un abecedario ceniciento.
El país de los ricos rodeando mi cintura
y todo lo demás. Escribo y callo.
Yo nací de repente, no recuerdo
si era sol o era lluvia o era jueves.
Manos de lana me enredaran, madre.
Madeja arrebatada de tus brazos
blancos, hoy me contemplo como un ciego,
oigo tus pasos en la niebla, vienen
a enhebrarme la vida destrozada.
Aquellos hombres me abrasaron, hablo
del hielo aquel de luto atormentado,
la derrota del niño y su caligrafía
triste, trémula flor desfigurada.
Madre, no me mandes más a coger miedo
y frío ante un pupitre con estampas.
Tú enciendes la verdad como una lágrima,
dame la mano, guárdame
en tu armario de luna y de manteles.
Esto es Madrid, me han dicho unas mujeres
arrodilladas en sus delantales,
esto es el sitio
donde enterraron un gran ramo verde
y donde está mi sangre reclinada.
Dias de hambre, escándalos de hambre,
misteriosas sandalias
aliándose a las sombras del romero
y el laurel asesino. Escribo y callo.
Aquí junté la letra a la palabra,
la palabra al papel.
                                  Y esto es París,
me dijeron los ángeles, la gente
lo repetía, esto es París. Peut être,
allí sufrí las iras del espíritu
y tomé ejemplo de la torre Eiffel.
Esta es la historia de mi vida,
dije, y tampoco era. Escribo y callo.


 
HOMBRE

Luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte,
al borde del abismo, estoy clamando
a Dios. Y su silencio, retumbando,
ahoga mi voz en el vacío inerte.
Oh Dios. Si he de morir, quiero tenerte
despierto. Y, noche a noche, no sé cuándo
oirás mi voz. Oh Dios. Estoy hablando
solo. Arañando sombras para verte.
Alzo la mano, y tú me la cercenas.
Abro los ojos: me los sajas vivos.
Sed tengo, y sal se vuelven tus arenas.
Esto es ser hombre: horror a manos llenas.
Ser -y no ser- eternos, fugitivos.
!Ángel con grandes alas de cadenas!


DIGO VIVIR

Porque vivir se ha puesto al rojo vivo.
(Siempre la sangre, oh Dios, fue colorada.)
Digo vivir, vivir como si nada
hubiese de quedar de lo que escribo.
Porque escribir es viento fugitivo,
y publicar, columna arrinconada.
Digo vivir, vivir a pulso; airada-
mente morir, citar desde el estribo.
Vuelvo a la vida con mi muerte al hombro,
abominando cuanto he escrito: escombro
del hombre aquel que fui cuando callaba.
Ahora vuelvo a mi ser, torno a mi obra
más inmortal: aquella fiesta brava
del vivir y el morir. Lo demás sobra.


A LA INMENSA MAYORÍA

Aquí tenéis, en canto y alma, al hombre
aquel que amó, vivió, murió por dentro
y un buen día bajó a la calle: entonces
comprendió: y rompió todos sus versos.
Así es, así fue. Salió una noche
echando espuma por los ojos, ebrio
de amor, huyendo sin saber adónde:
a donde el aire no apestase a muerto.
Tiendas de paz, brizados pabellones,
eran sus brazos, como llama al viento;
olas de sangre contra el pecho, enormes
olas de odio, ved, por todo el cuerpo.
!Aquí! !Llegad! !Ay! Ángeles atroces
en vuelo horizontal cruzan el cielo;
horribles peces de metal recorren
las espaldas del mar, de puerto a puerto.
Yo doy todos mis versos por un hombre
en paz. Aquí tenéis, en carne y hueso,
mi última voluntad. Bilbao, a once
de abril, cincuento y uno.
                                              BLAS DE OTERO


JUICIO FINAL

Yo, pecador, artista del pecado.
comido por el ansia hasta los tuétanos.
Yo, tropel de esperanza y de fracasos,
estatua del dolor, firma del viento.
Yo, pecador, en fin, desesperado
de sombras y de sueños: me confieso
que soy un hombre en situación de hablaros
de la vida. Pequé. No me arrepiento.
Nací para narrar con estos labios
que barrerá la muerte un día de estos,
espléndidas caídas en picado
del bello avión aquel de carne y hueso.
Alas arriba disparó los brazos,
alardeando de tan alto invento;
plumas de níquel: escribid despacio.
Helas aquí, hincadas en el suelo.
Éste es mi sitio. Mi terreno. Campo
de aterrizaje de mis ansias. Cielo
al revés. Es mi sitio y no lo cambio
por ninguno. Caí. No me arrepiento.
Ímpetus nuevos nacerán, más altos.
Llegaré por mis pies -¿para qué os quiero?-
a la patria del hombre: al cielo raso
de sombras ésas y de sueños ésos.


EN LA INMENSA MAYORÍA

Podrá faltarme el aire,
el agua,
el pan,
sé que me faltarán.
El aire, que no es de nadie.
El agua, que es del sediento.
el pan… Sé que me faltarán.
La fé, jamás.
Cuanto menos aire, más.
Cuanto más sediento, más.
Ni más ni menos. Más.


CARTILLA (POÉTICA)

La poesía tiene sus derechos.
Lo sé.
Soy el primero en sudar tinta
delante del papel.
La poesía crea las palabras.
Lo sé.
Esto es verdad y sigue siéndolo
diciéndola al revés.
La poesía exige ser sinceros.
Lo sé.
Le pido a Dios que me perdone
y a todo dios, excúsemme.
La poesía atañe a lo esencial
del ser.
No lo repitan tantas veces,
repito que lo sé.
Ahora viene el pero.
La poesía tiene sus deberes.
igual que un colegial.
Entre yo y ella hay un contrato
social.
Ah las palabrás más maravillosas,
“rosa”, “poema”, “mar”,
son m pura y otras letras:
o, a…
Si hay un alma sincera, que se guarde
(en el almario) su cantar.
¿Cuántos de vida y esperanza,
serán?
Pero yo no he venido para ver el cielo,
te advierto. Lo esencial
es la existencia; la conciencia
de estar
en esta clase o en la otra.
Es un deber elemental.


POÉTICA

Escribo
hablando.


EL VERSO

Entre la realidad y la prosa se alza el verso, con todas las ventajas del jugador de ajedrez y ninguno de sus extravagantes cuadros. Ni siquiera el soneto, tan recogido, tan cruzado de brazos. Pues alguien lo acantiló, lo precipitó por dentro, abombando sus límites para que una historia completa cupiera en una palabra tan triste como ésta. Es el verso sin sonido, el verso por sí mismo, sonando siempre que se le tacta con la boca, caso curioso de subsonido, pero evidente y prolongado.
 
Duerme la rosa, el soldado y sus predecesores. La poesía sólo aspira a esto, a ser presente sin fábula, puro verso sostenido con una mano en el día siguiente. La rosa puede seguir aquí, dejadla hasta que termine de moverse, es una realidad, al fin y al cabo, contradictoria: una traición al tiempo, un poco de polvo iluminado.
 
El verso es distinto, ni realidad encogida ni prosa en exceso descalabrada, de un solo verso nacen multitud de paréntesis, soldados y otras cuestiones.
 
Respetemos al niño que berrea, a los poetas de antes de la guerra, ignoro a cual me refiero porque todas trajeron multitud de vates nuevos, mesas redondas y una causa que permanece aún en entredicho, la paz, ante todas las cosas.
 
Para algo ha de servir un renglón, acto seguido de muchas obras públicas, una revolución tal vez aunque todavía desconozcamos la forma de abordarla.
 
 
POESÍA Y PALABRA
 
Sabido es que hay dos tipos de escritura, la hablada y la libresca. Si no se debe escribir como se habla, tampoco resulta conveniente escribir como no se habla. El Góngora de las Soledades nos lleva a los dictados de Teresa de Cepeda. Sin ir tan lejos, la palabra necesita respiro, y la imprenta se torna de pronto el alguacil que emprisiona las palabras entre rejas de líneas. Porque el poeta es un juglar o no es nada. Un artesano de lindas jaulas para jilgueros disecados.
 
El disco, la cinta magnetofónica, la guitarra o la radio y la televisión pueden -podrían: y más la propia voz directa- rescatar al verso de la galera del libro y hacer que las palabras suenen libres, vivas, con dispuesta espontaneidad. Mientras haya en el mundo una palabra cualquiera, habrá poesía. Que los temas son cada días más ricos y acuciantes.
 

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