lunes, 22 de mayo de 2017

POETAS 66. Rubén Darío IV (Musas de carne y hueso)

 
 


¿Cuál fue el tema de Rubén Darío? Para Pedro Salinas es el erotismo, el afán erótico del hombre. Salinas ve este erotismo desplegado en cuatro aspectos distintos: lo erótico insatisfactorio, lo erótico fatal, lo erótico agónico y lo erótico trágico. Pero todas estas facetas del erotismo rubeniano acaban incidiendo en un erotismo trascendente que dispara las potencias del ser humano a otro espacio. Y es aquí donde a juicio de Salinas el erotismo de Darío alcanza la propiedad más distintiva del ser humano: su trascendencia. Cuando el erotismo de Darío ingresa en esta fase, le está dando el más alto destino que le cabe al hombre. “Lo erótico en Darío –según Salinas- no queda en los profundos de lo humano, en la forma más sumida del hombre, sube con él a las más vertiginosas alturas, donde le toca por fin el aire de purificación.
 
 
AMA TU RITMO…

Ama tu ritmo y ritma tus acciones
bajo su ley, así como tus versos;
eres un universo de universos,
y tu alma una fuente de canciones.

La celeste unidad que presupones
hará brotar en ti mundos diversos;
y al resonar tus números dispersos
pitagoriza en tus constelaciones.

Escucha la retórica divina
del pájaro del aire y la nocturna
irradiación geométrica adivina;

Mata la indiferencia taciturna,
y engarza perla y perla cristalina
en donde la verdad vuelca su urna.


  
BALADA EN HONOR DE LAS MUSAS DE CARNE Y HUESO

A G. Martínez Sierra

Nada mejor para cantar la vida,
y aun para dar sonrisas a la muerte,
que la áurea copa en donde Venus vierte
la esencia azul de su vida encendida.
Por respirar los perfumes de Armida
y por sorber el vino de su beso,
vino de ardor, de beso, de embeleso;
muérase al cielo en la bestia de Orlando.
!Voz de oro y miel para decir cantando:
La mejor musa es la de carne y hueso!


Cabellos largos en la buhardilla,
noches de insomnio al blancor del invierno,
pan de dolor con la sal de lo eterno
y ojos de ardor en que Juvencio brilla;
y el tiempo en vano mueve su cuchilla,
el hilo de oro permanece ileso;
visión de gloria para el libro impreso
que en sueños va como una mariposa,
y una esperanza en la boca de rosa.

No protestéis con celo protestante,
contra el panal de rosas y claveles
en que Tiziano moja sus pinceles
y gusta el cielo de Beatrice el Dante.
Por eso existe el verso de diamante,
por eso el iris tiéndese y por eso
humano genio es celeste progreso.
Líricos cantan y meditan sabios
por esos pechos y por esos labios:
!la mejor musa es la de carne y hueso!

ENVIO
Gregorio: nada al cantor determina
como el gentil estímulo del beso;
gloria sabor de la boca divina:
la mejor musa es la de carne y hueso!

 

 A LOS POETAS RISUEÑOS

Anacreonte, padre de la sana alegría;
Ovidio, sacerdote de la ciencia amorosa;
Quevedo, en cuyo cáliz licor jovial rebosa;
Banville, insigne Orfeo de la sacra Harmonía;

Y con vosotros, toda la grey hija del día,
a quien habla el amante corazón de la rosa,
abejas que fabrican sobre la humana prosa
en sus Himeros mágicos mieles de poesía:

Prefiero vuestra risa sonora, vuestra musa
risueña, vuestros versos perfumados de vino,
a los versos de sombra y a la canción confusa

Que opone el numen bárbaro al resplandor latino;
y ante la fiera máscara de la fatal Medusa,
medrosa huye mi alondra de canto cristalino.


 
YO PERSIGO UNA FORMA…
Yo persigo una forma que no encuentra mi estilo,
botón de pensamiento que busca ser la rosa;
Se anuncia con un beso que en mis labios se posa
el abrazo imposible de la Venus de Milo.

Adornan verdes palmas el blanco peristilo;
los astros me han predicho la visión de la Diosa;
y en mi alma reposa la luz, como reposa
el ave de la luna sobre un lago tranquilo.

Y no hallo sino la palabra que huye,
la iniciación melódica que de la flauta fluye
y la barca del sueño que en el espacio boga;

Y bajo la ventana de mi Bella-Durmiente,
el sollozo continuo del chorro de la fuente
y el cuello del gran cisne blanco que me interroga.


 
¡TORRES DE DIOS! ¡POETAS!

!Torres de Dios! ¡Poetas!
!Pararrayos celestes
que resistís las duras tempestades,
como crestas escuetas,
como picos agrestes
rompeolas de las eternidades.

La mágica esperanza anuncia un día
en que sobre la roca de armonía
expirará la pérfida sirena.
!Esperad, esperemos todavía!

Esperad todavía.
El bestial elemento se solaza
en el odio a la sacra poesía
y se arroja baldón de raza a raza.
La insurrección de abajo
tiende a los Excelentes.
El caníbal codicia su tasajo
con roja encía y afilados dientes.

Torres, poned al pabellón sonrisa.
Poned, ante ese mal y ese recelo,
una soberbia insinuación de brisa
y una tranquilidad de mar y cielo…



EL VERSO SUTIL QUE PASA O SE POSA

El verso sutil que pasa o se posa
sobre la mujer o sobre la rosa,
beso puede ser, o ser mariposa.

En la fresca flor el verso sutil;
el triunfo de Amor en el mes de Abril:
Amor, verso y flor, la niña gentil.

Amor y dolor. Halagos y enojos.
Herodías ríe en los labios rojos.
Dos verdugos hay que están en los ojos.

!Oh saber amar es saber sufrir,
amar y sufrir, sufrir y sentir,
y el hacha besar que nos ha de herir!

Rosa de dolor, gracia femenina;
inocencia y luz, corola divina,
y aroma fatal y cruel espina…

Líbranos, Señor, de Abril y la flor,
y del cielo azul, y del ruiseñor;
De dolor y amor, líbranos, Señor.



!AY, TRISTE DEL QUE UN DÍA…!

!Ay, triste del que un día en su esfinge interior
pone los ojos e interroga! Está perdido
!Ay del que pide eurekas al placer o al dolor!
Dos dioses hay, y son: Ignorancia y Olvido.

Lo que el árbol desea decir y dice al viento,
y lo que el animal manifiesta en su instinto,
cristalizamos en palabra y pensamiento.
Nada más que maneras expresan lo distinto.



EN EL PAÍS DE LAS ALEGORÍAS

En el país de las Alegorías
Salomé siempre danza,
ante el tiarado Herodes,
eternamente,
y la cabeza de Juan el Bautista,
ante quien tiemblan los leones,
cae al hachazo. Sangre llueve.
Pues la rosa sexual
al entreabrirse
conmueve todo lo que existe
con su efluvio carnal
y con su enigma espiritual.


 
MELANCOLÍA

Hermano, tú que tienes la luz, dime la mía.
Soy como un ciego. Voy sin rumbo y ando a tientas.
Voy bajo tempestades y tormentas
ciego de ensueño y loco de armonía.

Ése es mi mal. Soñar. La poesía
es la camisa férrea de mil puntas cruentas
que llevo sobre el alma. Las espinas sangrientas
dejan caer las gotas de mi melancolía.

Y así voy, ciego y loco, por este mundo amargo;
a veces me parece que el camino es muy largo,
y a veces que es muy corto…

Y en este titubeo de aliento y agonía,
cargo lleno de penas lo que apenas soporto.
¿No oyes caer las gotas de mi melancolía?



NOCTURNO

Los que auscultasteis el corazón de la noche,
los que por el insomnio tenaz habéis oído
el cerrar de una puerta, el resonar de un coche
lejano, un eco vago, un ligero rüido…

En los instantes del silencio misterioso,
cuando surgen de su prisión los olvidados,
en la hora de los muertos, en la hora del reposo,
sabréis leer estos versos de amargor impregnados…

Como en un vaso vierto en ellos mis dolores
de lejanos recuerdos y desgracias funestas,
y las tristes nostalgias de mi alma, ebria de flores,
y el duelo de mi corazón, triste de fiestas.

Y el pesar de no ser lo que yo hubiera sido,
la pérdida del reino que estaba para mí,
el pensar que un instante pude no haber nacido,
!Y el sueño que es mi vida desde que yo nací!

Todo esto viene en medio del silencio profundo
en que la noche envuelve la terrena ilusión,
y siento como un eco del corazón del mundo
que penetra y conmueve mi propio corazón.
 
EPÍSTOLA A LA SEÑORA DE LEOPOLODO LUGONES
III
En fin, convaleciente, llegué a nuestra ciudad
de Buenos Aires, no sin haber escuchado
a míster Roor a bordo del Charleston sagrado.
Mas mi convalecencia duró poco. ¿Qué digo?
Mi emoción, mi entusiasmo y mi recuerdo amigo,
y el banquete de La Nación, que fue estupendo,
y mis viejas siringas con su pánico estruendo,
y ese fervor porteño, ese perpetuo arder,
y el milagro de gracia que brota en la mujer
argentina, y mis ansias de gozar de esa tierra,
me pusieron de nuevo con mis nervios en guerra.

Y me volví a París. Me volví al enemigo
terrible, centro de la neurosis, ombligo
de la locura, foco de todo surmenage,
donde hago buenamente mi papel de sauvageencerrado en mi celda de la rue Marivaux,
confiando sólo en mí y resguardando el yo.
!Y si lo resguardara, señora!…! Si no fuera
lo que llaman los parisienses una pera!…
A mi rincón me llegan a buscar las intrigas,
las pequeñas miserias, las traiciones amigas,
y las ingratitudes. Mi maldita visión
sentimental del mundo me aprieta el corazón,
y así cualquier tunante me explotará a su gusto.
Soy así. Se me puede burlar con calma. Es justo.
Por eso los astutos, los listos, dicen que
no conozco el valor del dinero. ¡Lo sé!
Que ando, nefelibata, por las nubes… Entiendo.
Que no soy hombre práctico en la vida… ¡Estupendo!
Si, lo confieso: soy inútil. No trabajo
por arrancar a otro su pitanza; no bajo
a hacer la vida sórdida de ciertos previsores.
Yo no ahorro ni en seda, ni en champaña, ni en flores.
No combino sutiles pequeñeces, ni quiero
quitarle de la boca su panal compañero:
Me complace en los cuellos blancos ver los diamantes.
Gusto de gentes de maneras elegantes
y de finas palabras y de nobles ideas.
Las gentes sin higiene ni urbanidad, de feas
trazas, avaros, torpes, o malignos y rudos,
mantienen, lo confieso, mis entusiasmos mudos.

(Si el sportman es Petronio, con él mis gustos son:
porque, si no, prefiero a Verlaine o a Villon.)

No conozco el valor del oro… ¿Saben ésos
que tal dicen, lo amargo del jugo de mis sesos,
del sudor de mi alma, de mi sangre y mi tinta,
del pensamiento en obra y de la idea encinta?
¿He nacido yo acaso hijo de millonario?
¿He tenido yo Cirineo en mi Calvario?


 
LO QUE HABLA, EN EL SILENCIO

Lo que habla, en el silencio de mi vida,
de voz, canción, llamada, trino o queja
no lo dirá ya Desdémona dormida,
porque ya el ruiseñor no está en la reja.

La esencia de la sangre de mi herida,
el misterio profundo de mi queja,
y lo que puso en mi panal la abeja
mientras parió la leona en su guarida;

todo lo que hay en mí de complicado,
de pecador sutil o de perverso,
vino de amor o extracto de pecado,

abarcando en mi afán el universo,
todo eso lo he exprimido y lo he brindado
en sacrificio, inspiración y verso.



ORACIÓN POR ANTONIO MACHADO

Misterioso y silencioso
iba una y otra vez.
Su mirada era tan profunda
que apenas se podía ver.
Cuando hablaba tenía un dejo
de timidez y altivez.
Y la luz de sus pensamientos
casi siempre se veía arder.
Era luminoso y profundo
como era hombre de buena fe.
Fuera pastor de mil leones
y de corderos a la vez.
Conduciría tempestades
o traería un panal de miel.
Las maravillas de la vida
y del amor y del placer,
cantaba en versos profundos
cuyo secreto era de él.
Montado en un raro Pegaso,
un día al imposible se fue.
Ruego por Antonio a mis dioses,
ellos le salven siempre. Amén.



A JUAN RAMÓN JIMÉNEZ

¿Tienes, joven amigo, caída la coraza
para empezar, valiente, la divina pelea?
¿Has visto si resiste el metal de tu idea
la furia del mandoble y el peso de la maza?

¿Te sientes con la sangre de la celeste raza
que vida con los números pitagóricos crea?
¿Y, como el fuerte Heracles al león de Nemea,
a los sangrientos tigres del mal darías caza?

¿Te enternece el azul de una noche tranquila?
¿escuchas pensativo el sonar de la esquila
cuando el Ángelus dice el alma de la tarde…?

¿Tu corazón las voces ocultas interpreta?
Sigue, entonces, tu rumbo de amor. Eres poeta.
La belleza te cubra de luz, y Dios te guarde.

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