DESDE LAS NUEVE…
(1918)
Doce y media. Rápidamente el tiempo ha pasado
desde las nueve cuando encendí mi lámpara
y me senté aquí. Estoy sentado sin leer
ni hablar. A quién podría hablar
en la casa vacía.
La imagen de mi cuerpo joven,
cuando encendí mi lámpara a las nueve,
vino a mi encuentro despertando un perfume
de cámaras cerradas
y pasado placer -!qué audaz placer!
También trajo a mis ojos
calles ahora no reconocibles,
lugares de otro tiempo donde la vida ardió,
teatros y cafés que una vez fueron.
La imagen de mi cuerpo joven
volvió y me trajo también memorias tristes:
las penas familiares, los adioses,
los sentimientos de los míos, los sentimientos
apenas atendidos de los muertos.
Doce y media. Cómo pasan las horas.
Doce y media. Cómo pasan los años.
*****
CESARIÓN
En parte para verificar las descripciones de un período,
en parte para distraerme un rato,
anoche cogí y comencé a leer
un volumen de epígrafes de Ptolomeo.
Las exageradas loas y alabanzas
son siempre iguales. La gloria sucede a la gloria,
todos famosos, fuertes, llenos de nobles hazañas;
cada uno de sus actos la cumbre de la sabiduría.
E igual con respecto a las mujeres,
cada una posee la fama de Berenice o de Cleopatra.
Cuando hube rememorado mis recuerdos del período,
habría dejado caer el libro
si una breve e insignificante referencia de Cesarión
no me hubiese inmediatamente detenido.
Ah, ahí estás, con tu indefinido
encanto. En la historia hay tan sólo
unas pocas líneas sobre ti,
de modo que puedo moldearte más libremente en mi pensamiento.
Puedo hacerte bello y sensual.
Mi arte da a tu rostro
un atractivo bello y soñador.
Y tan completamente te he imaginado,
que ayer tarde cuando se apagó
mi lámpara -la dejé apagarse-
creí que entrabas en mi aposento,
parecías estar de pie frente a mí como cuando
entraste en Alejandría al ser conquistada,
pálido y cansado, idealizado en tu dolor,
aún esperando que tendrán piedad de ti
los más bajos -aquellos que murmuraban “Demasiados Césares”.
*****
EN UN PUERTO
(1918)
A Emes, joven de veintiocho años, un navío temio
trajo a este puerto sirio
para que aprendiese el comercio del incienso.
Enfermó durante el viaje. Y desembarcando
aquí, murió al pisar tierra. Fue pobremente
enterrado. Pocas horas antes había
susurrado dulcemente “casa” y “viejos padres”.
Mas nadie supo nunca quiénes eran,
ni cual su ciudad en el gran mundo griego.
Es el mal menor. Porque mientras aquí
en este pequeño puerto yace en paz,
sus padres guardan la esperanza de que aún vive.
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EMILIANO MONAE, ALEJANDRINO (628-655 d. C.)
(1918)
Con educación, aspecto y estudiadas palabras
me haré una sólida armadura;
con ella me enfrentaré a los malvados
sin temor ni flaqueza.
Querrán hacerme daño. Mas no sabrá
nadie de cuantos se me acerquen
dónde están mis heridas, mi punto vulnerable,
bajo los apariencias que me cubran.
– Palabras jactanciosas de Emiliano Monae.
¿Alguna vez hízose tal armadura?
No la usó desde luego mucho tiempo.
a los veintisiete años murió en Sicilia.
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HIJO DE HEBREOS (50 d. C.)
Pintor y poeta, corredor y discóbolo,
bello como Endimión, así era Jantes, hijo de Antonio.
De familia adicta a la Sinagoga.
“Mas días más preciados son aquellos
en que abandono la búsqueda estética,
en que dejo el hermoso y rígido helenismo,
con su obsesiva preocupación
por la belleza de los miembros blancos y perfectamente dibujados.
Y me convierto en uno de aquellos a los que
siempre quise pertenecer; los hebreos, los elegidos hebreos”.
Declaración demasiado ardiente. “Siempre
a los hebreos, a los elegidos hebreos -“.
Sin embargo no persistió mucho tiempo en esta idea.
El Hedonismo y el Arte de Alejandría
lo consagraron como a uno de los suyos.
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FAVOR DE ALEJANDRO BALAS
(1921)
Oh qué importa que una rueda partida
en mi carro me haga renunciar a la victoria.
Con excelentes vinos y bajo amadas rosaledas
humedecerás las horas de la noche. Antioquía me pertenece.
Soy el más admirado de sus jóvenes.
Soy la debilidad de Balas, su idolatría.
Mañana dirán que fue injusto el resultado de la carrera.
(Pero, incluso si tuviera el m gusto de exigirlo,
mis cantores dirían que, aun con una rueda rota, mi carro llegó el primero).
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DE LA ESCUELA DE UN CÉLEBRE FILÓSOFO
(1921)
Fue discípulo de Ammonio Sacca durante dos años;
mas la filosofía le aburría tanto como Sacca.
Después sintióse atraído por la política.
Pero la abandonó. El Gobernador era estúpido;
y como él los solemnes y oficiosos imbéciles de su séquito;
su griego era una forma bárbara, qué idiotas.
Su curiosidad le hizo interesarse
por la Iglesia, ser bautizado
y pasar por cristiano. Más pronto
cambio de idea. Sin duda eso disgustaría
a sus padres, prominentes paganos;
y suspenderían en el acto -cosa indeseable-
su asignación generosa.
Desde luego algo había de hacer. Comenzó a frecuentar
las casas de placer de Alejandría,
sus sórdidos burdeles.
La fortuna había sido amable con él,
regalándole una figura sumamente atractiva.
Y él disfrutaba de ese divino obsequio.
Cuanto menos diez años aún
duraría su belleza. Después…
quizá acudiera de nuevo a Sacca.
Y si entretanto el viejo hubiese muerto,
buscaría otro filósofo u otro sofista;
alguien idóneo se encuentra siempre.
Y al final, probablemente incluso
retorne a la política -recordando loablemente
las tradiciones familiares,
los deberes para con su país, y otras pomposidades semejantes.
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ANA DALASSENA
(1927)
Una “bulla áurea” publicó Alexis Kommeno
para honrar debidamente a su madre,
la inteligentísima soberana Ana Dalassena
-su obra dice quién fuera ella-,
repleta de elogios:
pero de tantos elijo aquí tan sólo
por sus nobles sentimientos, la frase
“Ni tuyas ni mías, nunca entre nosotros frías palabras fueron dichas”.
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