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POETAS 90. Carlos Martínez Rivas II

 
 


Nacido en Guatemala en 1924, se consagró a edad temprana con su poema “Paraíso recobrado”, de gran influencia en generaciones posteriores. En 1946 se trasladó a Madrid para estudiar Filosofía y Letras y allí acabó -según cuentan sus biógrafos- volviéndose noctámbulo y dipsómano. En la década de los 60 trabajó como diplomático en Roma y Madrid y en los 70 mudó su residencia a San José de Costa Rica, donde se ocupó en trabajos para el Consejo Superior Universitario Centroamericano. Tras su regreso a Managua después del triunfo sandinista, ocupó una cátedra de literatura en la Universidad y recibió el prestigioso premio Rubén Darío por su libro “Infierno de Cielo”, libro que se negó a publicar para seguir la tradición de poeta inédito que se había forjado una vez acabó de publicar su libro más famoso: “La insurrección solitaria” (1954). Con este libro, que fue sometiendo a parcas y lentas adiciones de nuevos poemas,  su obra se fue convirtiendo con el tiempo en un referente para iniciados. Solitario y mujeriego empedernido, cultivó siempre una imagen de poeta maldito curtido en noches alcohol y de bohemia: “Encuentro otra taberna entro me siento/pago en cuanto me sirven desde/hace treinta años esto”.  Con su salud ya estragada por el alcohol, un tanto aislado y enemistado con su propia familia,  el 17 de junio de 1998 murió por fin en paz en un hospital de Managua: “Morir sin enlutar un solo corazón, !Qué paz!”. Su vida rebelde y tabernaria tuvo como irónico colofón el boato con el que fue enterrado. Una carroza tirada por caballos y flanqueada por dos columnas de guardias militares despidió en el cementerio de Granada al poeta de vida y obra legendaria, cuyos versos,  inéditos y garabateados en las mismas paredes de su casa, eran recitados de memoria por los jóvenes poetas cual si fueran consignas contra la rutina burguesa y adocenada que él había combatido en vida. Su obra poética  se inserta en la tradición de poetas vanguardistas nicaragüenses que optan por un lenguaje claro y sencillo, de lengua coloquial y vocablos vernáculos, y que oponían a la ocupación norteamericana del país,  una conciencia nacional propia que podía usarse como arma poética, pero también como un modo de reacción ante una cultura forzada y artificiosa.  Al igual que otros poetas hispanoamericanos de su generación ya seleccionados en esta serie -Eliseo Diego, Idea Vilariño o Roberto Juarroz-, Carlos Martínez Rivas trata de explorar en su poesía las zonas sumergidas del ser humano mediante una interrogación del lenguaje, que es a la vez cuestionamiento de la tradición cultural y de las convenciones sociales.



VILLANCICO

!Un niño nos ha nacido
un niño se nos ha dado!


Vamos, pastores, vamos,
vamos a Belén,
a adorar, etcétera…


Para algo nace
el niño.
Por algo lo hace.
No se alza porque sí
el vientre, la purísima clausura
de una Niña de Niñas (!Virgen virginum!).


Si viene a traer la paz y no la guerra,
no sé a qué venga.



Por más dulce que sea la llegada
de los bebes, y ofrecerlos,
!Por el amor de Dios!, si no ha de cambiar todo
esto, no sé a que vienen,
y sí
 sé
que vienen a engrosarlo no a cambiarlo.


Si Él no ha venido -espada
en mano- contra el sabor a hierro,
el regusto a cobre de no haber
sembrado sino desparramado,
de haber sido gastado
por la existencia sin gastarla,
de haber sido usado sin usar,
si Él no viene a quitar
de una vez por todas
ese resabio a cobre de las bocas,
no sé a qué viene.


Vamos, pastores, vamos,
a Belén,
a adorar, etcétera.


Porque hemos entendido bastante
bien el sentido oculto (la segunda
intención) de lo blanco, de
lo blancuzco y sus relaciones
con la lepra y el sello del pecado
casi como en el éxodo y el levítico es entendido
(“…y he aquí que estaba leprosa como la nieve”)


-pero sin poder remediarlo-

(la manchada rutina, el empaste blanque-
cino y la abominable pereza del color, años
centurias eras para que el gris se arrastre
un poco hacia el verde-z
inc)


-pero sin poder combatirlo-

creo entonces que a eso
viene y que si no viene a eso no sé a qué viene.


Vamos, pastores, vamos,
a Belén,
a adorar, etcétera.


El zapatón que taconea con estrépito
no ha sido silenciado.
Los prójimos unos contra otros se aguzan
como cuchichos, chas-chas-chas.


Se oye el encierro, el din-don monótono
el cencerro de los adúlteros
guisando al rojo y cenando al frío
y el ruido de hojas secas de la ropa humana…
Si Él no viene a acabar
con ese chas-chas-chas y el frou-frou
de la hojarasca y el din-don y el !tac
tac! de la bota y toda
nuestra cacofonía,


no sabré que ha venido cuando venga.
No tendré la menor idea.


Vamos, pastores, vamos
a Belén,
a adorar, etcétera…


Aquí están todos los hijos, madres.
Recién nacidos, puros como la nieve.
Son la sal de la tierra. El libre
vuelo de nuestro ser.
Oidlos ahora, parlotear. Miradlos marchitarse
y adiestrarse -agíbilibus- y mancharse.
Hinchándose codiciosos,
empobreciéndose de oro. Poco
de todo aquél libre vuelo del ser, madres.
Y poco que hacer de vuestro lecho
contra esta ola en torno a una cuna.
Poco desde vuestro rezo,
desde vuestro sueño, desde vuestro puesto.
Sólo  hay la nieve afuera amontonada
como la sal que se ha vuelto insípida
y es tirada y pisada.


Sólo la nieve sucia, el sello blanco
de la lepra y la sal desalada.


Vamos, pastores, vamos
a Belén,
a adorar, etcétera…



*****


SELECCIÓN EN CONSTRUCCIÓN


            s-ELECCIÓN eñ irrupción
                                         selección en destrucciónSIN     m u n i c i ó n
                                                   e ñ  C O S T
                                                    EÑ rución 



*****


PETICIÓN DE MANO

Sigue amor mío, síguete, sigámonos.
Sólo estando juntos podremos despistarles.
Sólo juntos podemos volcar el matrimonio,
!Hacerlo saltar en astillas!


Déjalos bisbiseando, abriéndose
y cerrándose, los labios de la Excusa.
Aparta tu oreja de la boca
de tu runruneante preceptor.


¿Qué puede decirte? ¿Qué otra cosa
sentir tú en su aliento, amor mío,
sino el olor delicado y repugnante de la muerte
y el aire frío del vacío?


Asómate…¿qué ves? ¿Qué
más podrías ver sino la rala oscuridad
y la mortaja, sola,
albeando en el fondo del sepulcro?


Ten cuidado con los casados que se retiran temprano.
Témeles.
Al Marido, a su Trabajo, a su Mujer, témeles.
No les toques ni te toquen. Yo, les tiemblo.


Es contra nosotros que se han casado.
Es contra ti y contra mí, amor mío,
que ellos se retiran temprano a su trabajo:
los productores, los engendradores, los publicadores de libros.
Son el Demonio. El demonio, más activo que Dios.


 Es el Diablo y su banda de muertos laboriosos.


Si oyeres algún ruido, Cualquier ruido
al otro lado del mundo, al otro lado
de la noche;

cualquier ruido sospechoso y prudente de falso día
de clandestino taller sepulcral,
de disimulada fábrica de pasado;


aviva tu ocio.
Oponles tu presente de poderosa caducidad.
Que son ellos, amor mío, !siempre los mismos!
!Los muertos enterrando sus muertos!


!Desenterrándolos
y enterrándolos
y volviéndolos
a desenterrar!



*****


PACHUCA

!Ahí, riéndose
 
con la risa de las antiguas mujeres zapotecas
riendo con la risa y la caries de las primeras zapotecas


risa sin miedo que llegaba de años sin miedo
antes de que fueran descifrados los signos
escudriñados los códices




*****


AVISOS Y CAUTELAS

I
Avisos a Carmen

corta a la manera menor
el beso y crezca
a no durar tu amor.


O te perderás lo mejor.


II
Y cautelas a H.R.

Cuídate de los ángeles visibles.
Y cuida de tus ángeles invisibles.


Porque los visibles no son ángeles.
Tampoco los asiduos.
“Sus visitas, breves y raras”


¿No has dado ya bastante de ti a los ángeles visibles?

¿No has abusado del insólito episodio
en que el alado ser ceñido se aparece
a compartir un viaje, a la puerta del Libro de Tobit?


!Han sido tan interminablemente encantadores
tus ángeles visibles! Siluetas
irrumpiendo puntuales y angulares
(como sombras en el Espectro de la Rosa)
entre una esquina y otra de la enemistad de los sexos.


Mientras los invisibles oyen tu teléfono
cuando no allí.
O si es que sí.
Si sola si la sala si las alas.

Tímidos rígidos ríspidos ángeles.

Los que la noche de una mano sobre los ojos
reúne.
Los que una vela que apagamos
congrega.


Guarda tus ángeles invisibles.
Guarda los de la guarda. Aguárdalos.
Porque los necesitarás.


Porque los vas a necesitar.


*****


EL PINTOR ESPAÑOL

-Yo pintaré un hombre con una linterna.
-Hazlo. Pero ¿qué le pondrás?
alrededor para que se vea?
-Pues, noche -dijo, ya iracundo.

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