Escribo esto desde uno de los escasos bares que todavía guardan en su recinto el secreto de su silencio, cuyos ingredientes son bien sencillos: no tener televisión, ni hilo musical, ni máquina tragaperras. Tan escasos se han vuelto esos bares en nuestras ciudades, que si hace tan solo una década se podían contar por decenas, ya solo los podemos contar por unidades, y eso después de habernos dado una larga vuelta de cabo a rabo por nuestra geografía urbana. Tal ha sido en las últimas décadas el perfeccionamiento técnico de nuestras sociedades para conspirar contra el silencio y acabar atropellándolo. Y pese a que me he convertido en los últimos años en un perfecto buscador frustrado de este tipo de establecimientos- y es que no consigo escribir en ellos si no hay un mínimo de silencio-, pese a que en la nueva ciudad en que vivo acabo de encontrar por fin un bar –antiguo- que respeta el silencio, tengo que decir que tal vez sea la primera y la última vez que venga a este bar....
Bitácora de Poesía y Pensamiento