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POETAS 135. Louise Glück (II) Averno



 

Louise Glück es una poeta nacida en Nueva York el 22 de abril de 1943, hija de un hombre de negocios y una ama de casa, ambos de ascendencia judía, originarios de Hungría por parte del padre y de Rusia por la línea materna. Se crió escuchando historias de la literatura clásica y de mitología griega por boca de su padre, que en su juventud acarició la ambición de convertirse en escritor. Su hija fue la que llegó a culminar esta vocación y comenzó a escribir poesía a una edad temprana. Desde su adolescencia padeció una anorexia nerviosa vinculada a la enfermedad y muerte de una hermana mayor  y a una conflictiva relación con la madre. Durante siete años necesitó un tratamiento psicoanalítico que le ayudó tanto a superar la enfermedad como a pensar radicalmente la vida desde un punto de vista existencial. Todas estas dificultades aparecidas en su adolescencia le impidieron matricularse en la Universidad a tiempo completo; sin embargo, permaneció fiel a su vocación de escritora y consiguió alternar varios talleres de poesía en la Universidad de Colombia, llegando a publicar, entretanto, sus primeros poemas. Después de abandonar Columbia se gana la vida trabajando como secretaria y en 1967 se casa con Charles Hertz en 1967 -con quien tendría un hijo. Al año siguiente publica su primera colección de poemas, "Firstborn"/"Primogénita", que fue recibida con críticas favorables. En 1971 comienza a enseñar poesía en el Goddard College de Vermont, lo que le ayuda a disolver un prolongado bloqueo creativo que se resuelve con la publicación, en 1975, de su segundo libro, "The House on Marshland"/"La Casa de las Marismas", que la crítica saludó como el advenimiento de una nueva voz diferente. En 1977 se casa en segundas nupcias con el escritor John Dranow y en 1980 publica su tercer libro, que fue valorado como uno de los  más importantes del año en su país, "Figura en descenso", del que se muestra en esta página una selección de alguno de sus poemas. Este mismo año su casa fue devorada por un incendio y esta tragedia será utilizada como catarsis para su siguiente colección de poemas, el triunfo de Aquiles, 1985, obra que ganó en su país el premio de la crítica y que contiene un poema que ha sido empuñado a menudo como bandera feminista: "The mock orange"/"Naranja falsa". Ese mismo año la muerte su padre  impulsa una nueva colección de Poemas, "Ararat", que publicará en 1990, y que hace alusión a la montaña que aparece en el relato del Génesis sobre Noé y el diluvio. Su siguiente libro lo llevará a imprenta en 1992 bajo el título de "The wild iris"/"El iris salvaje", poemario donde las flores entran en coloquio con su jardinero y una deidad de la naturaleza. Después de obtener críticas bastantes laudatorias, al año siguiente el libro recibe el espaldarazo definitivo con la obtención del premio Pullitzer. Esta década de los 90 será la de su consagración a la escritura -tarea que hacía compatible con la docencia en la Universidad-, sirviendo de contrapeso a un periodo lleno de turbulencias vitales, especialmente en lo tocante a su segundo matrimonio, que hace aguas definitivamente en 1994, al igual que el Instituto Culinario de Nueva Inglaterra que había cofundado junto a su marido. También será este el año en que publique una colección de ensayos sobre poesía. Dos años después, en 1996, aparece un nuevo libro de poemas titulado "Meadowland"/"Praderas", que versa sobre la naturaleza del amor y el deterioro de un matrimonio. Prolonga su racha poética en dos libros más: "Vita Nova", 1999 y "The seven ages"/"Las siete edades", 2001. Después de ser nombrada en 2004 escritora residente en la Universidad de Yale, continua publicando colecciones de Poesía periódicamente. En 2006, "Averno"; en 2014, "Noche fiel y virtuosa", por el que recibirá el premio National Book Award. Finalmente, en 2020  se hace acreedora del premio nobel "por su inconfundible voz poética, que con una voz austera convierte en universal la existencia individual". En su discurso de recepción del nobel mencionará a los poetas William Blake y Emily Dickinson como alguno de los poetas que fueron dejando huella en su obra.

Se suele decir que la poesía Glück se centra en los efectos del trauma y la potencialidad latente para superarlo. Así, a lo largo de su carrera, su poesía ha versado sobre la muerte, la pérdida, el sufrimiento, el fracaso de las relaciones y los intentos de sanación y regeneración. En "El triunfo de Aquiles", el trauma es tomado como una oportunidad para apreciar más la vida. Aquiles triunfa porque logra aceptar su mortalidad, lo que le permite convertirse en un ser humano más plenamente realizado. Otro de los temas comunes es el deseo, especialmente el deseo de amor o de intuición, siempre marcado por el signo de lo ambivalente, como resultado de "un autointerrogatorio extenuante". Su traductor al castellano, Abraham Gragera, ha sintetizado los rasgos de su poesía de forma magistral: "Louise Glück lo obliga a uno a recorrer el camino que ella ha recorrido y recrea en el poema como si lo estuviera recorriendo por primera vez. Lo empuja a uno más adentro, lo obliga a enfrentarse con la ambivalencia y la violencia de los vínculos, con la herencia familiar y religiosa, con el amor como una puerta falsa a lo sagrado, con la belleza terrible de la naturaleza, con la nada hecha carne de los contemplativos, con el milagro vulgar de envejecer; con los mitos que dieron origen a nuestra cultura y que parecen conservar intacto su poder, al menos en las manos de esta poeta, para hablarnos de nuestras vidas, para encarnarlas. Y todo ello con un distanciamiento irónico y un desapego que devienen, paradójicamente, en una extraña forma de piedad".

Por el uso frecuente  de la primera persona y por la inspiración de algunos poemas en acontecimientos biográficos, se ha apuntado que su poesía es de índole confesional. Sin embargo su técnica de habitar varias personas, que van desde los antiguos dioses griegos hasta las flores del jardín, hace que sus poemas sean más que meras confesiones. Buena muestra de esta vertiente podría ser su poema o prosa poética titulada confesión, perteneciente al libro "Ararat": "Decir que nada temo sería faltar a la verdad. La enfermedad, la humillación, me atemorizan. Tengo sueños, como cualquiera. Pero aprendí a ocultarlos para protegerme de la plenitud: la felicidad atrae a las Furias. Son hermanas, salvajes, que no tienen sentimientos, sólo envidia".


AVERNO

 

I

 

Te mueres cuando se muere tu espíritu.

En caso contrario, sigues vivo.

Puede que de cualquier manera, pero sigues:

Es algo que no puedes elegir.

 

Cuando se lo digo a mis hijos

No me prestan atención.

Los viejos, piensan,

Siempre andan con lo mismo:

Hablan de cosas invisibles

Para disimular que van perdiendo neuronas.

Se guiñan el ojo entre ellos;

Escucha lo que dice la vieja, hablando del espíritu

Porque no es capaz de acordarse de la palabra silla.

 

Es terrible estar sola.

No me refiero a vivir sola:

Estar sola, donde no te oye nadie.

 

Me acuerdo de la palabra silla

Quiero añadir: lo que pasa es que ya no me interesa.

 

Me despierto pensando

Tienes que prepararte.

Pronto el espíritu se rendirá

Y ni todas las sillas del mundo te servirán de nada.

 

Sé lo que dicen cuando me voy del cuarto.

Que si debería ver a alguien, que si debería tomar

Uno de los nuevos medicamentos para la depresión.

Los oigo, susurrando, planeando cómo repartir los gastos.

 

Y yo quiero gritar

Estáis viviendo todos en un sueño.

 

Como si no bastara, piensan, con ver cómo voy desmoronándome.

Como si no bastara con los sermones que les caen últimamente,

Y yo fuera la única con derecho a esta nueva información.

 

Bueno, ellos también tienen derecho.

 

Viven todos en un sueño, y yo me he preparado

Para ser un fantasma. Quiero gritar

 

Se ha levantado la niebla

Es como si fuera una nueva vida:

No te interesa nada el desenlace;

Ya sabes cuál es el desenlace.

 

Piénsalo: sesenta años sentada en una silla. Y ahora el espíritu mortal

Intenta abiertamente, sin asomo de temor,

 

Levantar el velo.

Para ver aquello a lo que estás diciendo adiós.

 

 

II

 

No regresé durante mucho tiempo.

Cuando volví a ver el campo, el otoño había acabado.

Aquí acaba casi antes de que empiece…

Los viejos ni siquiera tienen ropa de verano.

 

El campo está cubierto de nieve, inmaculado.

No quedaba ninguna señal de lo que ocurrió.

Era imposible saber si el labrador

Volvió a sembrar o no.

Quizás se diera por vencido y se marchara.

 

La policía no atrapó a la muchacha.

Tras un tiempo dijeron que se fue a otro país,

Uno donde no hay campos.

 

Un desastre como este

No deja ninguna marca en la tierra.

Y a la gente le gusta eso… creen que les permite

Empezar de cero.

 

Me quedé un buen rato, mirando a la nada.

Al poco, me di cuenta de la oscuridad, del frío que hacía.

Un buen rato… No sé por cuánto tiempo.

Una vez que la tierra decide no tener recuerdos

El tiempo resulta irrelevante en cierto modo.

 

Pero no para mis hijos. Me persiguen

Para que haga testamento; les preocupa que el gobierno

Se lo quede todo.

 

Deberían venir conmigo alguna vez

A ver este campo cubierto por la nieve.

Todo está escrito allí.

 

Nada: no tengo nada que darles.

 

Esa es la cláusula primera.

La segunda es: no quiero ser incinerada.

 

 

III

 

Por un lado, el alma no deja de vagar.

Por el otro, los seres humanos viven asustados.

Entremedias, el abismo de la desaparición.

 

Algunas chicas me preguntan

Si los alrededores del Averno son seguros:

Tienen frío, quieren irse al sur una temporada.

Y una dice, bromeando: Pero no demasiado al sur…

 

Yo les digo que tan seguro como cualquier otra parte,

Y se quedan tan contentas.

Lo que quiero decir es que no hay ningún lugar seguro.

 

Te subes a un tren, desapareces.

Escribes tu nombre en la ventanilla, desapareces.

 

Hay lugar como este en todas partes,

Lugares a los que entras cuando eres una niña,

De los que nunca regresas.

 

Como el campo, aquel que se quemó.

Después la muchacha se marchó.

Quizás no existió nunca,

En todo caso no tenemos pruebas.

 

Lo único que sabemos es:

El campo se quemó.

Pero eso lo vimos.

 

Así que tenemos que creer en la muchacha,

En lo que hizo. De otro modo

La tierra estaría gobernada por fuerzas

Que no comprendemos.

 

Las chicas están contentas, pensando en sus vacaciones.

No cojáis el tren, les digo.

 

Escriben sus nombres en el vaho de la ventanilla.

Quiero decirles: Sois buenas chicas,

Tratáis de dejar vuestros nombres atrás.

 

 

IV

 

Nos pasamos el día entero

Surcando el archipiélago,

Las pequeñas islas que formaban

Parte de la península

 

Hasta que se desgajaron

En los fragmentos que ahora veis

Flotando en el mar del norte.

 

Me parecían lugares seguros,

Creo que porque son inhabitables.

 

Luego nos sentamos en la cocina

A ver caer la tarde y después la nieve.

Primero una, luego la otra.

 

Nos quedamos en silencio, hipnotizados por la nieve,

Como si una especie de turbulencia

Que antes hubiera estado oculta

Se hubiese hecho visible,

 

Algo en el interior de la noche

Ahora a la vista…

 

En nuestro silencio nos preguntábamos esas cosas que los amigos íntimos

Se preguntan cuando están muy cansados,

Y cada uno espera que el otro sepa más

Y, cuando no es así, espera

Que las impresiones compartidas sirvan de algo.

 

¿Aporta algún beneficio obligarse a tomar conciencia

De que la muerte es inevitable?

¿Es posible que uno se pierda la oportunidad de su vida?

 

Preguntas de este tipo.

 

La nieve copiosa. La noche negra

Transformada en un incesante aire blanco.

 

Algo que nunca habíamos visto, revelado.

Lo que no se reveló fue su sentido.

 

 

V

 

Tras el primer invierno, el campo volvió a crecer.

Pero no había ya surcos precisos.

El olor del trigo persistía, una especie de aroma aleatorio

Mezclado con varias hierbas, para las que

Aún no se ha concebido un uso humano.

 

Era desconcertante: nadie sabía

A dónde se había ido el labrador.

Algunos creían que había muerto.

Alguien dijo que tenía una hija en Nueva Zelanda,

Que se había ido allí a criar

A su nietos en lugar de cultivar trigo.

 

Resulta que la naturaleza no es como nosotros;

No tiene un almacén de recuerdos.

El campo no le coge miedo a las cerillas,

A las muchachas. No recuerda

Tampoco los surcos. Es arrasado, incendiado,

Y un año más tarde vuelve a estar vivo

Como si no hubiera sucedido nada extraordinario.

 

El labrador se asoma a la ventana.

Quizás en Nueva Zelanda, quizás en otra parte.

Y piensa: Mi vida ha acabado.

Este campo era la expresión de su vida;

Ha dejado de creer en hacer nada

Con la tierra. La tierra, piensa,

Me ha vencido.

 

Recuerda el día en que se quemó el campo.

No precisamente por accidente, piensa.

Algo en su interior dijo: Puedo vivir con esto,

Puedo enfrentarme a esto cuando pase el tiempo.

 

Lo peor fue la primavera después de ver borrado su trabajo,

Cuando entendió que la tierra

No sabía guardar luto, y en lugar de eso cambiaría.

Y después, sin él, seguiría existiendo.

 

 

 

 

 

 

PERSÉFONE LA ERRANTE

(Primera versión)

 

En la primera versión, Perséfone

Es raptada de brazos de su madre

Y la diosa de la tierra

Castiga a la tierra: esto

Concuerda con lo que sabemos del comportamiento humano,

 

Los seres humanos siente una profunda satisfacción

Cuando hacen daño, especialmente

Si el daño es inconsciente:

 

Podríamos llamar a esto

Creación negativa.

 

La estancia inicial de Perséfone

En el infierno continúa siendo

Manoseada por los académicos que cuestionan

Lo que sentía la virgen:

 

Si cooperó en su secuestro

O fue drogada, violada contra su voluntad,

Como tan a manudo les sucede a las chicas de hoy en día.

 

Como es bien sabido, el regreso de lo amado

No corrige

La pérdida de lo amado: Perséfone

 

Regresa a casa

Con una mancha de zumo rojo, igual

Que un personaje de Hawthorne…

 

No estoy segura de que

Me guste esa palabra: ¿es la tierra

La “casa” de Perséfone? ¿es posible que se sienta

En casa en el lecho del dios? ¿No está

Su casa en ningún sitio? ¿Acaso es

Una errante nata, en otras palabras,

Una replica existencial

De su propia madre, solo que menos

Atada al concepto de causalidad?

 

Se te permite no sentir

Aprecio por nadie, ya lo sabes. Los personajes

No son gente.

Son aspectos de un dilema o un conflicto.

 

Tres partes: igual que se divide el alma,

Yo, superyó, ello. Igual

 

Que los tres niveles del mundo conocido,

Una especie de diagrama que separa

El cielo de la tierra del infierno.

 

Debes preguntarte:

¿dónde está nevando?

 

Blanco de olvido,

De profanación…

 

Está nevando en la tierra; el viento helado dice

 

Que Perséfone hace el amor en el infierno.

A diferencia de nosotros, no sabe

Qué es el invierno, solo que ella

Es quien lo causa.

 

Está acostada en la cama de Hades.

 

Está acostada en la cama de Hades.

¿Qué le ronda la mente?

¿tiene miedo?¿Acaso algo

Ha borrado el concepto

De mente?

 

Lo que sí sabe es que la tierra

Está a cargo de la madres, de eso

No hay duda. También sabe

Que ya no es lo que se dice

Una niña. En cuanto

A la reclusión, cree

 

Que ser prisionera y ser hija son lo mismo.

 

Los terrible reencuentros que le esperan

Ocuparán el resto de su vida.

 

Cuando la pasión por la expiación

es crónica, feroz, no eliges

Cómo vivir. No vives;

No te está permitido morir.

 

Vagas entre la tierra y la muerte,

Que parecen, al final,

Extrañamente semejantes. Los académicos nos dicen

 

Que no tiene sentido saber lo que quieres

Cuando las fuerzas que pugnan por ti

Pueden matarte.

 

Blanco de olvido,

Blanco de salvación…

 

Dicen

Que hay una grieta en el alma humana

Que no fue creada para pertenecer

Del todo a la vida. La tierra

 

Nos pide que neguemos esta grieta, una amenaza

Que oculta en forma de una sugerencia;

Tal y como hemos visto en la historia de Perséfone,

Que debería ser leída

 

Como una disputa entre la madre y el amante:

La hija es solo carne.

 

Cuando se le presenta la muerte, nunca ha visto

La pradera sin margaritas.

De repente ya no canta

Sus canciones de doncella

Sobre la belleza y la fecundidad

De su madre. Allí donde

Esta la grieta está la fractura.

 

Canción de la tierra,

Canción de la mítica visión de la vida eterna…

 

Mi alma

Hecha añicos por el esfuerzo

De intentar ser parte de la tierra…

 

¿Qué harás tú,

Cuando sea tu turno en el campo con el dios?

 

 

 

PERSÉFONE LA ERRANTE

(Segunda versión)

 

En la segunda versión, Perséfone

Esta muerta. Muere, su madre la llora,

Los problemas sexuales aquí

No juegan ningún papel.

 

Apenada, Deméter recorre

Compulsivamente la tierra. No tenemos por qué saber

Que hace Perséfone.

Está muerta, los muertos son misterios.

 

Tenemos aquí

Una madre y un enigma: es algo

Que concuerda

Con la experiencia de la madre

 

Cuando mira el rostro de su hija. Piensa:

Recuerdo cuando no existías. La niña

Está desconcertada; más tarde, la opinión de la niña es

Que siempre ha existido, igual que

 

Su madre siempre ha existido

En la forma que tiene ahora. Su madre

Es como una figura en la parada del autobús

En público para cuando llegue el autobús. Antes de eso,

Ella misma era el autobús, un hogar

O acomodo temporal. Perséfone, protegida,

Mira por la ventanilla del carruaje.

 

¿Qué es lo que ve? Una mañana

De principios de primavera, en abril. Ahora

 

Su vida entera está empezando… Por desgracia

Va a ser una vida

Breve. Va a conocer, en realidad,

 

Tan solo a dos adultos: a la muerte y a su madre.

Pero dos es

El doble de lo que conoce su madre:

Su madre tiene

 

Un solo hijo, una niña.

Como diosa que es, podría haber tenido

Un millar de hijos.

 

Aquí ya se percibe

La intensa violencia de la tierra

 

Cuya hostilidad sugiere

Que no tiene ningún deseo

De continuar siendo una fuente de vida.

 

 

PERSÉFONE LA ERRANTE

(Segunda versión)

 

En la segunda versión, Perséfone

Esta muerta. Muere, su madre la llora,

Los problemas sexuales aquí

No juegan ningún papel.

 

Apenada, Deméter recorre

Compulsivamente la tierra. No tenemos por qué saber

Que hace Perséfone.

Está muerta, los muertos son misterios.

 

Tenemos aquí

Una madre y un enigma: es algo

Que concuerda

Con la experiencia de la madre

 

Cuando mira el rostro de su hija. Piensa:

Recuerdo cuando no existías. La niña

Está desconcertada; más tarde, la opinión de la niña es

Que siempre ha existido, igual que

 

Su madre siempre ha existido

En la forma que tiene ahora. Su madre

Es como una figura en la parada del autobús

En público para cuando llegue el autobús. Antes de eso,

Ella misma era el autobús, un hogar

O acomodo temporal. Perséfone, protegida,

Mira por la ventanilla del carruaje.

 

¿Qué es lo que ve? Una mañana

De principios de primavera, en abril. Ahora

 

Su vida entera está empezando… Por desgracia

Va a ser una vida

Breve. Va a conocer, en realidad,

 

Tan solo a dos adultos: a la muerte y a su madre.

Pero dos es

El doble de lo que conoce su madre:

Su madre tiene

 

Un solo hijo, una niña.

Como diosa que es, podría haber tenido

Un millar de hijos.

 

Aquí ya se percibe

La intensa violencia de la tierra

 

Cuya hostilidad sugiere

Que no tiene ningún deseo

De continuar siendo una fuente de vida.

 

 

 

PRISMA

 

I

¿Quién puede decir lo que es el mundo? El mundo

Está en movimiento, por lo tanto

Es ilegible, los vientos cambian,

Las placas terrestres se deslizan y se transforman sin ser vistas…

 

 

II

Tierra. Fragmentos

De roca pulverizada. Sobre los que

El corazón desnudo construye

Una casa, una memoria: los jardines

Dóciles, a pequeña escala, los arriates

Húmedos a la orilla del mar…

 

 

III

Igual que se deja

Entrar a un enemigo, por estas ventanas

Uno deja que entre

El mundo:

 

Esta es la cocina, este el despacho en penumbra.

 

Lo que uno quiere decir es: Aquí yo soy el amo.

 

 

IV

Cuando te enamoras, decía mi hermana,

Es como si te cayera un rayo encima.

 

Lo decía esperanzada, como queriendo

Llamar la atención del rayo.

 

Le recordé que estaba repitiendo exactamente

La expresión de nuestra madre, una que ella y yo

 

Discutíamos de niñas, porque a ambas

Nos parecía que lo que percibíamos en los adultos

 

No eran los efectos de un rayo

Sino de la silla eléctrica.

 

 

V

Adivinanza:

¿Por qué era feliz mi madre?

 

Respuesta:

Se casó con mi padre.

 

 

VI

“Vosotras -solía decir mi madre- deberíais

Casaros con alguien como vuestro padre”.

 

Ese era uno de sus comentarios. Otro era:

“No hay nadie que se parezca a vuestro padre”.

 

 

VII

Desde las nubes en jirones, firmes líneas plateadas.

 

El insólito

Amarillo del avellano, las vetas

Del mercurio que fueron el cauce de los ríos…

 

Luego otra vez la lluvia, que borra

Las huellas sobre la tierra húmeda.

Un sendero implícito, como

Un mapa sin encrucijadas.

 

 

VIII

La implicación era que se debía dejar atrás

La infancia. La palabra “casarse” era una señal.

Podías también tomártelo como un consejo estético:

La voz de una niña es agotadora,

No tiene registros graves.

La palabra era un código misterioso, como la piedra de Rosetta.

También era un cartel, una advertencia.

Podías llevarte algunas cosas como si fueran una dote.

Podías llevarte la parte de ti que pensaba.

“Casarse” significaba que debías mantener esa parte en silencio.

 

 

IX

Una noche de verano. En el exterior,

Ruidos de tormenta. Luego despejó.

En la ventana, las constelaciones del verano.

 

Estoy en la cama. Este hombre y yo

Estamos suspendidos en la extraña calma

Que a menudo induce el sexo. No todo el sexo.

¿Anhelo, qué es eso? ¿Deseo, qué es eso?

 

En la ventana, las constelaciones del verano.

En su día era capaz de nombrarlas.

 

 

X

Formas

Y figuras abstractas.

La luz de la mente. Los fríos, rigurosos

Fuegos del desinterés, curiosamente

 

Ocultos por la tierra, coherentes, centelleando

En el aire y el agua

Los elaborados

Signos que decían ahora siembra, ahora cosecha…

 

Podía nombrarlos, les había dado nombre:

Son dos cosas distintas.

 

 

XI

Qué cosa tan fantástica, las estrellas.

 

Cuando era niña, padecía insomnio.

Las noches de verano mis padres me dejaban quedarme junto al lago;

Me llevaba al perro para que me hiciese compañía.

 

¿Dije “padecía”? Esa era la explicación de mis padres

Para unos gustos que les parecían

Inexplicables: mejor “padecía” que “prefería vivir con el perro”.

 

Oscuridad. Un silencio que anulaba la muerte.

Las barcas amarradas subían y bajaban.

Cuando había luna llena, podía leer los nombres de chica

Pintados en los costados de las barcas:

Ruth Ann, Dulce Izzy, mi querida Peggy…

 

No se iban a mover de allí, aquellas chicas.

No había nada que aprender de ellas.

 

Extendía mi chaqueta sobre la arena húmeda

Y el perro se acurrucaba junto a mí.

 

Mis padres no podían ver la vida en mi cabeza;

Cuando la ponía por escrito, me corregían la ortografía.

 

Los sonidos del lago. Los tranquilizadores, inhumanos

Sonidos del agua que lamía el muelle, del perro que correteaba

Entre la maleza…

 

 

XII

La tarea consistía en enamorarse.

Los detalles eran decisión de cada uno.

La segunda parte consistía

En incluir en el poema ciertas palabras,

Palabras sacadas de un texto determinado

Sobre un tema completamente diferente.

 

 

XIII

Lluvia de primavera, luego una noche de verano.

La voz de un hombre, luego la voz de una mujer.

 

Crecías, te caía un rayo encima.

Al abrir los ojos, quedabas atada para siempre a tu verdadero amor.

 

Solo sucedía una vez. Luego cuidaban de ti

Y fin de la historia.

 

Sucedía solo una vez. Que te cayera un rayo era como vacunarse;

El resto de tu vida quedabas inmunizada,

A salvo del frío y de la lluvia.

 

A no ser que el golpe no fuera lo bastante intenso.

En ese caso no te vacunabas, te hacías adicta.

 

 

XIV

La tarea consistía en enamorarse.

El autor era mujer.

El yo debía llamarse el alma.

 

La acción tenía lugar en el cuerpo.

Las estrellas representaban lo demás: los sueños, la mente, etc.

 

El amado se identificaba

Con el yo en una proyección narcisista.

La mente era un argumento secundario. Hablando sin parar.

 

El tiempo se experimentaba

Más como un ritual que como una narración.

Lo que se repetía cobraba relevancia.

 

Algunos finales eran trágicos, y por tanto aceptables.

Todo lo demás era un fracaso.

 

 

XV

Engaño. Mentiras. Adornos que llamamos

Hipótesis…

 

Había demasiados caminos, demasiadas versiones.

Había demasiados caminos, ningún atajo…

 

¿Y al final?

 

 

XVI

Enumera las implicaciones de “encrucijadas”.

 

Respuesta: Una historia con moraleja.

 

Da un ejemplo de lo contario:

 

 

XVII

El yo acabó y el mundo comenzó.

Eran del mismo tamaño,

Proporcionados,

Uno era el espejo del otro.

 

 

XVIII

La adivinanza era: por qué no podemos vivir en la mente.

 

La respuesta era: lo impide la barrera de la tierra.

 

 

 

XIX

El cuarto estaba en silencio.

Quiero decir, el cuarto estaba en silencio, pero la pareja respiraba.

 

Del mismo modo, la noche era oscura.

Era oscura, pero brillaban las estrellas.

 

El hombre en la cama era uno de los muchos hombres

A los que entregué mi corazón. La entrega de una misma

No tiene límites.

No tiene límites, aunque se repita.

 

El cuarto estaba en silencio. Era un absoluto,

Como la noche negra.

 

 

XX

Una noche de verano. Ruidos de tormenta.

Las placas terrestres se deslizan y se transforman sin ser vistas…

Y en el cuarto oscuro, la pareja duerme abrazada.

 

Somos, todos nosotros, el que primero se despierta,

El que se gira primero y ve, con la primeras luces,

Al extraño.

 

 

 

LAGO DE CRÁTER

 

Entre el bien y el mal hubo una guerra.

Decidimos que el cuerpo fuese el bien.

 

Eso hizo que la muerte fuera el mal.

Hizo que el alma se volviera

Completamente en contra de la muerte.

 

Como un soldado raso que espera

Servir a un gran guerrero, el alma

Quiso ponerse de parte del cuerpo.

 

Se volvió en contra de la oscuridad,

En contra de las formas de la muerte

Que reconocía.

 

De dónde procede la voz

Que dice: y si la guerra

Fuese el mal, que dice:

 

Y si el cuerpo nos hizo esto,

Nos hizo tener miedo del amor…

 

 

 

ECOS

 

I

 

Cuando pude imaginar mi alma

Pude imaginar mi muerte.

Cuando imaginé mi muerte

Mi alma murió. Eso

Lo recuerdo perfectamente.

 

Mi cuerpo persistió.

No prosperó, persistió.

El porqué no lo sé.

 

 

II

Cuando era aún muy pequeña

Mis padres se mudaron a un pequeño valle

Rodeado de montañas

En lo que llamaban la región de los lagos.

Desde el jardín de la cocina

Se alcanzaba a ver las montañas

Cubiertas de nieve, incluso en verano.

 

Recuerdo una clase de paz

Que no volví a experimentar nunca.

 

Algún tiempo después, se me ocurrió

Convertirme en artista

Para darle voz a esas impresiones.

 

 

III

El resto os lo he contado ya.

Unos pocos años de elocuencia, y luego

El largo silencio, como el silencio en el valle

Antes de que las montañas te devolvieran

Tu propia voz en forma de voz de la naturaleza.

 

Ahora este silencio me hace compañía.

Pregunto: ¿De qué murió mi alma?

Y el silencio responde:

 

Si tu alma murió, ¿de quién es la vida

Que vives ahora y cuándo

Te convertiste en esa persona?

 

 

 

FUGA

 

I

Yo hacía de hombre porque era más alta.

Mi hermana decidía

Cuándo era la hora de comer.

De vez en cuando le daba por tener un bebé.

 

 

III

Entonces se presentó mi alma.

Y tú quién eres, pregunté.

Y mi alma respondió:

Soy tu alma, el apuesto desconocido.

 

 

III

 

Nuestra hermana muerta

Esperaba, oculta en la cabeza de mi madre.

Nuestra hermana muerta no era

Ni hombre ni mujer. Era como un alma.

 

 

IV

 

Recibí a mi alma:

Se adhirió a un hombre.

No a un hombre de verdad, al hombre

Que yo fingía ser cuando jugaba con mi hermana.

 

 

V

 

Poco a poco empiezo a recordar… tumbarme

En el diván me ha refrescado la memoria.

Mi memoria es como un sótano lleno de viejos papeles:

Nada cambia jamás.

 

 

VI

 

Tuve un sueño: mi madre se caía de un árbol.

Después de la caída, el árbol se moría:

Ya no tenía ninguna función.

Mi madre no se hacía nada: desaparecían sus flechas, sus alas

Se convertían en brazos. Criatura de fuego: Sagitario. Se encontraba en…

 

Un jardín de una casa en las afueras. Poco a poco empiezo a recordar.

 

 

VII

 

Dejo a un lado el libro. ¿Qué es un alma?

Una bandera izada

A demasiada altura, si entiendes lo que digo.

 

El cuerpo

Se agazapa en la onírica maleza.

 

 

VIII

 

En fin, estamos aquí para hacer algo al respecto.

 

(Dicho con acento alemán).

 

 

IX

 

Tuve un sueño: estábamos en guerra.

Mi madre dejaba su arco entre la hierba alta.

 

(Sagitario, el arquero).

 

Mi infancia, cerrada definitivamente para mí,

Se volvió dorada como un jardín en otoño,

Cubierto con una espesa capa de mantillo.

 

 

X

 

Un arco dorado: un regalo útil en tiempos de guerra.

 

Como pesaba: ningún niño podía levantarlo.

 

Salvo yo: yo sí podía.

 

 

XI

 

Entonces me herían. El arco

Era ahora un arpa, su cuerda me hacía

Cortes profundos en la mano. En el sueño

 

A la vez causaba y restañaba la herida.

 

 

XII

 

Mi infancia: cerrada para mí. O acaso está

Bajo el mantillo… fértil.

 

Pero muy oscura. Muy escondida.

 

 

XIII

 

En la oscuridad, mi alma dijo:

Soy tu alma.

 

Nadie puede verme; solo tú.

Solo tú puedes verme.

 

 

XIV

 

Y dijo: Debes confiar en mí.

 

Quería decir: si mueves el arpa

Morirás desangrada.

 

 

XV

 

¿Por qué no puedo gritar?

 

Debería escribir mi mano está sangrando,

Sentir dolor y terror: lo que

Sentía en el sueño, como una víctima de la guerra.

 

 

XVI

 

Poco a poco empiezo a recordar.

 

Un peral. Un manzano.

 

Solía sentarme allí

A arrancarme las flechas del corazón.

 

 

XVII

 

Entonces mi alma apareció. Dijo:

Del mismo modo que nadie puede verme, nadie

Puede ver la sangre.

 

También: Nadie puede ver el arpa.

 

Luego dijo:

Puedo salvarte. Quería decir:

Te estoy poniendo a prueba.

 

 

XVIII

 

¿A quién se refería? Como al decir:

 

”¿Es que no te cansas del dolor invisible?”.

 

 

XIX

 

Como un pajarillo que nunca ve la luz del día:

 

Eso era mi infancia.

 

 

XX

Hacía de hombre porque era más alta.

 

Pero no era alta:

¿es que nunca me miré en un espejo?

 

 

XXI

Silencio en el vivero,

El jardín de consulta. Entonces:

 

¿Qué sugiere el arpa?

 

 

XXII

Sé lo que quieres:

Quieres a Orfeo, quieres la muerte.

 

Orfeo, que dijo: “Ayúdame a encontrar a Eurídice”.

 

Entonces empezó la música, el lamento del alma

Al ver desaparecer el cuerpo.

 

 

 

II

 

 

LUCERO DE LA TARDE

Esta noche, por primera vez en muchos años,

Se me ha vuelto a aparecer

Una visión del esplendor de la tierra:

 

En el cielo del atardecer

La primera estrella

Parecía hacerse más brillante

A medida que se oscurecía la tierra

 

Hasta que no pudo oscurecerse más.

Y la luz, que era la luz de la muerte,

Parecía devolverle a la tierra.

 

Su capacidad de consuelo. No había

Ninguna otra estrella. Solo aquella

Cuyo nombre conocía

 

Porque en mi otra vida le había

Hecho daño: Venus,

La primera estrella de la tarde,

 

A ti te dedico

Mi visión. Tú has iluminado

Suficientemente esta superficie vacía

Para hacer que mi pensamiento

Vuelva a ser visible.

 

 

PAISAJE

 

I

 

El sol se pone detrás de las montañas,

La tierra se enfría.

Un desconocido ha atado su caballo a un castaño sin hojas.

El caballo está tranquilo… De repente vuelve la cabeza al oír, a lo lejos, el ruido del mar.

Preparo aquí mi cama para pasar la noche,

Tendiendo la colcha más gruesa sobre la tierra húmeda.

 

El ruido del mar:

Cuando el caballo vuelve la cabeza, yo también lo escucho.

 

Por un camino entr ellos castaños sin hojas,

Un perrito sigue los pasos de su dueño.

 

El perrito: ¿no solía correr delante,

Tirando de la correa, como para mostrarle al dueño

Lo que veía allí, allí en el futuro?

 

El futuro, el camino, llámalo como quieras.

 

Tras los árboles, al atardecer, es como si un gran incendio ardiera entre los montañas,

De modo que la nieve en el risco más alto

Parece arder también por un instante.

 

Escucha: al final del camino el hombre grita.

Su voz se ha vuelto muy extraña,

La voz de una persona llamando a lo que no puede ver.

 

Una y otra vez grita entre los castaños oscuros.

Hasta que el animal responde

Débilmente, desde muy lejos,

Como si eso que tenemos

No fuera tan terrible.

 

Crepúsculo: el desconocido ha desatado caballo.

 

El ruido del mar:

Solo un recuerdo ahora.

 

 

 

II

Pasó el tiempo, helándolo todo.

Bajo el hielo, se agitaba el futuro.

Si te caías en él, morías.

 

Era una época

De esperas, de postergaciones.

 

Yo vivía en el presente, que era

La parte del futuro que uno alcanza a ver.

El pasado flotaba sobre mi cabeza,

Como el sol y la luna, visibles pero inalcanzables.

 

Era una época

Gobernada por las contradicciones, como:

No sentía nada y

Tenía miedo.

 

El invierno despojó los árboles, luego los cubrió de nieve.

Porque no sentía, nevaba, se helaba el lago.

Porque tenía miedo, no me movía;

Mi aliento era blanco, una descripción del silencio.

 

El tiempo pasó, y algo de aquello se convirtió en esto.

Y algo simplemente se evaporó.

Podía verlo flotar sobre los árboles blancos

Formando partículas de hielo.

 

Te pasas la vida esperando el momento propicio.

Luego el momento propicio

Resulta ser la acción llevada a cabo.

 

Vi moverse el pasado, una hilera de nubes que se movía

De izquierda a derecha o de derecha a izquierda,

A merced del viento. Algunos días

 

No había viento. Las nubes parecían

Quedarse donde estaban,

Como un mar pintado, más quietas que reales.

 

Algunos días el lago era una lámina de cristal.

Bajo el cristal, el futuro emitía

Sutiles, sugerentes sonidos:

Tenías que emplear todas tus fuerzas para no escuchar.

 

El tiempo pasó; alcanzabas a ver una parte.

Los años que se llevo fueron años de invierno;

Nadie los echaría de menos. Algunos días

 

No había nubes, como si hubieran

Desaparecido las fuentes del pasado. El mundo

 

Estaba desteñido, como un negativo; la luz

O atravesaba. Luego

La imagen se desvaneció.

 

Sobre el mundo

Solo había azul, azul por todas partes.

 

 

 

III

 

A finales de otoño una muchacha prendió fuego

A un campo de trigo. El otoño

 

Había sido muy seco; el campo

Ardió como si fuera yesca.

 

Después no quedó nada.

Si uno lo recorre, no ve nada.

 

No hay nada que recoger, nada que oler.

Los caballos no lo entienden…

 

Parecen decir: ¿Dónde está el campo?

Igual que tú y yo diríamos:

¿Dónde está nuestra casa?

 

Nadie sabe que responderles.

No queda nada;

Tienes que esperar, por el bien del labrador,

Que lo cubra el seguro.

 

Es como perder un año de tu vida.

¿Por qué razón perderías un año de tu vida?

 

Después regresas al sitio de antes;

Todo lo que queda es hollín: negrura y desolación.

 

Piensas: ¿cómo era capaz de vivir aquí?

 

Pero entonces era diferente,

Incluso el verano pasado. La tierra se comportaba

 

Como si nada malo pudiera suceder.

 

Olo hizo falta una cerilla.

Pero en el momento justo: tenía que ser en el momento justo.

 

El campo reseco, agostado:

La falta de vida ya dispuesta,

Por decirlo de algún modo.

 

 

 

IV

 

Me quedé dormida en un río, me desperté en un río,

De mi misteriosa

Incapacidad para morir no puedo

Decirte nada, ni tampoco

Quién me salvo ni por qué motivo…

 

Había un silencio inmenso,

Sin viento. Sin un sonido humano.

El amargo siglo

 

Había acabado,

El de la gloria, el de lo perdurable;

 

El sol frío

Persistía como una especie de curiosidad, un recuerdo;

El tiempo fluía detrás de él…

 

El cielo estaba muy limpio,

Como en invierno,

La tierra seca, sin cultivar,

 

Una luz burocrática se movía

Con calma a través de una ranura en el aire,

Solemne, complaciente,

Disolviendo la esperanza,

Subordinando las imágenes del futuro a las señales del paso del futuro…

 

Creo que me caí.

Cuando intenté ponerme en pie, tuve que esforzarme,

Al no estar acostumbrado al dolor físico…

 

Había olvidado

Qué duras son estas condiciones:

 

La tierra no en desuso

Sino inmóvil, el río frío, poco profundo…

 

De mi sueño, no recuerdo

Absolutamente nada. Al gritar

Mi voz me calmó de un modo inesperado.

 

En el silencio de la conciencia me pregunté:

¿Por qué rechacé mi vida? Y despondí:

Die erde überwältigt mich;

La tierra me abruma.

 

He tratado de ser precisa en esta descripción

En caso de que alguien me siga. Puedo confirmar

Que cuando el sol se pone en invierno es

Incomparablemente hermoso y su recuerdo

Permanece mucho tiempo. Creo que esto significa

 

Que no existía la noche.

La noche existía en mi cabeza.

 

 

 

V

Tras ponerse el sol

Apresuramos el paso con la esperanza

De hallar refugio antes de que oscureciera.

 

Empezaban a asomar las estrellas,

Las primeras por el este:

 

Nos alejábamos, por tanto,

De la luz e íbamos

Hacia el mar, ya que

Había oído decir que allí había una aldea.

 

Tras algún tiempo, empezó a nevar.

No mucho al principio, luego

Más abundante hasta que la tierra

Quedó cubierta de un manto blanco.

 

El camino recorrido se veía

Claramente cuando volvía la cabeza:

Durante un momento dibujó

Una oscura trayectoria por la tierra…

 

Luego la nieve se hizo más copiosa, el sendero se borró.

El caballo estaba cansado y hambriento;

No podíamos encontrar ya

Dónde pisar sin peligro. Me dije:

 

He estado perdida antes, he pasado frío antes.

La noche se me ha presentado

Exactamente así, como una premonición…

 

Y pensé: si me piden

Que vuelva a este lugar, me gustaría regresar

Como un ser humano, y que mi caballo

 

Siguiera siendo el mismo. De otro modo

No sabría cómo volver a empezar.

 

 

 

UN MITO SOBRE LA INOCENCIA

 

Un verano sale al campo como de costumbre

Y se asoma un momento a la charca

En la que suele mirarse, para ver

Si detecta algún cambio. Ve

A la misma persona, cubierta todavía

Con el terrible manto de su condición de hija.

 

El sol parece, en el agua, estar muy cerca.

Ya está mi tío otra vez espiándome, piensa;

Todo en la naturaleza es de algún modo su pariente.

Nunca estoy sola, piensa,

Haciendo de la idea una plegaria.

Entonces aparece la muerte, como la respuesta a una plegaria.

 

Ya nadie es capaz de entender

Qué hermoso era. Pero Perséfone se acuerda.

También que él la abrazó, allí mismo,

Bajo la mirada de su tío. Recuerda

El brillo del sol en sus brazos desnudos.

 

Eso es lo último que recuerda claramente.

Después el dios oscuro se la llevó con él.

 

También recuerda, menos claramente,

Comprender con un escalofrío que desde ese instante

Nunca más iba a poder vivir sin él.

 

Una muchacha que desaparece de la charca

Nunca regresará. Regresará una mujer

Buscando a la muchacha que fue.

 

Se queda junto a la charca, repitiéndose

Una y otra vez: Fui raptada, pero le suena

Mal, nada parecido a lo que sintió entonces.

Luego dice: No fui raptada.

 

Luego dice: Me ofrecí yo, quería

Escapar de mi cuerpo. Incluso, a veces:

Lo deseaba. Pero la ignorancia

 

No puede desear el conocimiento. La ignorancia desea algo que imagina, algo que cree que existe.

 

Todos los diferentes nombres…

Los pronuncia, uno detrás de otro.

Muerte, marido, dios, desconocido.

Todo suena muy simple, muy convencional.

Debo haber sido, piensa, una simple muchacha.

 

No logra recordar haber sido esa persona

Pero sigue creyendo que la charca sí la recordará

Y que le explicará el significado de su plegaria

Para que pueda entender

Si fue respondida o no.

 

 

 

FRAGMENTO ARCADICO

 

Me esforzaba por amar la materia.

Pegue un cartel en el espejo:

No se puede odiar la materia y amar la forma.

 

Era un día precioso, aunque hacía frío.

Me pareció un extravagante gesto sentimental.

 

……… tu poema:

Lo intenté, pero no pude.

 

Pegué otro cartel sobre el primero:

Grita, llora, fustígate, arráncate la ropa…

 

Una lista de cosas que hay que amar:

La tierra, la comida, las conchas, el cabello.

 

……… dijo

Exageraciones de mal gusto. Entonces

 

Rompí los carteles.

 

AIAIAIAI gritó

El espejo desnudo.

 

 

 

UN MITO SOBRE LA DEVOCIÓN

 

Cuando Hades decidió que amaba a esa muchacha

Construyó para ella un duplicado de la tierra;

Todo era igual, hasta la misma pradera,

Pero con una cama.

 

Todo era igual, incluso la luz del sol,

Porque a una muchacha le resultaría difícil

Pasar tan rápido de la luz a la completa oscuridad.

 

Poco a poco, pensó, dejaré que entre la noche,

Primero como sombras de hojas temblorosas.

Luego la luna, luego las estrellas. Luego sin luna, sin estrellas.

Que Perséfone se vaya acostumbrando.

Al final, pensó, la encontrará reconfortante.

 

Una réplica de la tierra,

Salvo que aquí había amor.

¿No es amor lo que quiere todo el mundo?

 

Espero muchos años,

Construyendo un mundo, observando

A Perséfone en la pradera.

Perséfone, que olía, que probaba.

Si te apetece algo, pensó,

Te apetece todo.

 

Acaso no quiere todo el mundo sentir de noche

El cuerpo amado, la brújula, la estrella polar,

Escuchar la tranquila respiración que dice

Estoy vivo, que significa también

Que tú estás vivo, porque me escuchas,

Estás aquí a mi lado. Y cuando uno se da la vuelta,

El otro se da la vuelta…

 

Eso es lo que sentía el señor de las tinieblas,

Mientras miraba el mundo que le había

Construido a Perséfone. Nunca se le pasó por la cabeza

Que allí no habría nada que oler,

Ni nada que comer, eso sin duda.

 

¿Culpa? ¿Terror? ¿Miedo al amor?

Estas cosas no podía imaginárselas;

Ningún enamorado se las imagina nunca.

 

Sueña, se pregunta cómo llamar a este lugar.

Primero piensa: El nuevo infierno. Luego: El jardín.

Al final, decide llamarlo

La infancia de Perséfone.

 

Una luz suave despunta sobre la pradera,

Tras la cama. La toma en sus brazos.

Quiere decirle: Te quiero, nada puede hacerte daño,

Pero piensa

Que es mentira, así que al final le dice:

Estás muerte, nada puede hacerte daño,

Que le parece

Un comienzo más prometedor, más auténtico.

 

 

AUGURIOS

 

Fui a caballo a buscarte: sueños

Como seres vivos pululaban a mi alrededor

Y la luna a mi derecha

Me perseguía, ardiendo.

 

Volví a caballo: todo había cambiado.

Mi alma enamorada estaba triste

Y la luna a mi izquierda

Seguía sin esperanza mis pasos.

 

A este sinfín de impresiones

Los poetas nos entregamos del todo,

Haciendo, en silencio, augurios de simples acontecimientos,

Hasta que el mundo refleja las más hondas necesidades del alma.

 

                                                     (A la manera de Alexander Pushkin)

 

 

 

TELESCOPIO

 

Hay un momento, cuando apartas los ojos,

En que olvidas dónde estás

Porque has estado viviendo, según parece,

En otra parte, en el silencio del cielo nocturno.

 

Has dejado de estar aquí en la tierra.

Estás en un sitio diferente,

Un sitio donde la vida humana carece de sentido.

 

No eres una criatura en un cuerpo.

Existes como existen las estrellas,

Participas de su quietud, su inmensidad.

 

Después vuelves a estar en el mundo.

De noche, en una fría colina,

Desmontando el telescopio.

 

Te das cuenta más tarde

No de que la imagen fuera falsa

Sino de que lo falso es la relación.

 

Vuelves a ver qué lejos está

Cada cosa del resto de las cosas.


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