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POETAS 141. Dulce María Loynaz

 


Dulce María Loynaz fue una poeta cubana nacida en La Habana el 10 de diciembre de 1902. Perteneciente a una familia de la alta burguesía -su padre, Enrique Loynaz del Castillo fue un general célebre por haber compuesto un himno patriótico- pudo formarse en el refinado ambiente del hogar y, al igual que sus hermanos, también poetas de talento, tuvieron la oportunidad de recibir una esmerada educación impartida por selectos profesores que desfilaban a diario por su casa. Sus primeros años están marcados por las posibilidades de este ambiente selecto, lo que le da la ocasión de viajar junto con sus hermanos por gran parte de los países de Oriente próximo, además de poder recorrer extensamente Europa, Sudamérica y los Estados Unidos. En 1927 obtiene en la Universidad de la Habana el doctorado en Derecho Civil, carrera que ejercería durante un tiempo. Dulce María Loinaz comenzó a escribir bajo la influencia de los poetas simbolistas franceses: Rimbaud, Verlaine y Baudelaire fueron adoptados como sus primeros maestros. También sucumbió durante un tiempo al hechizo de Rabindranath Tagore, hasta que el conocimiento de la poesía de Juan Ramón Jiménez y García Lorca vino a dar un nuevo giro a su poesía. Este último, en su viaje a la Habana a principios de 1930, trabó relación con la familia Loynaz y se hizo asiduo visitante de su casa. En 1946 la poeta se casa con el periodista Pablo Álvarez de Cañas, canario radicado en Cuba que va a promover su poesía para darla a conocer al gran público. En los años 50, junto con su esposo, comienza a realizar actividades literarias en Madrid y otras capitales de España y su obra escasa comienza a ser publicada y reconocida por críticos y poetas. En 1951 es elegida miembro de la Academia Nacional de Artes y Letras de Cuba e ingresa en la Academia Cubana de la Lengua en 1959. En 1968 lo hará en la Real Academia Española.  Su obra ha merecido multitud de premios y condecoraciones. Además de obtener el Premio Nacional de Literatura, en 1992 se le otorgó el Premio Cervantes. Su obra se condensó en unos pocos libros: Versos, 1920-1938. Juegos de agua (1946), Poemas sin nombre (1953), Obra lírica (1955), Últimos días de una casa (1958), Poesías escogidas (1985). En 1997 hace su última aparición pública en el homenaje que en su casa le rinde la Embajada de España en Cuba. Fallecerá ese mismo año, el 27 de abril de 1997. El mejor ejemplo de cómo concibe la poesía Dulce María Loynaz puede sentirse en un texto en que trato de definir que es la poesía y que no lo es, y que dejamos reproducido aquí.

 

“La poesía es tránsito. No es por sí misma un fin o una meta, sino sólo el tránsito a la verdadera meta desconocida. Por la poesía damos el salto de la realidad visible a la invisible, el viaje alado y breve, capaz de salvar en su misma brevedad la distancia existente entre el mundo que nos rodea y el mundo que está más allá de nuestros cinco sentidos. La poesía es traslación, es movimiento. Si la poesía no nace con esta actitud dinámica, es inútil leerla o escribirla: no puede conducir a ningún lado. Es necesario que esta facultad de expansión esté enderezada al punto exacto, porque de lo contrario sólo lograría caminar sin rumbo y no llegar jamás. La poesía debe tener instinto de altura. El hecho de llevar raíces brincadas en la tierra no impide al árbol crecer; por el contrario le nutre el esfuerzo, lo sostiene en su impulso, le hace de base firma para proyectarse hacia arriba. Rastrear es línea tortuosa, crecer es línea sencilla, casi recta. Si la poesía ha de crecer como el árbol, ha de hacerlo también sencillamente. Si ha de llevarnos a algún lado lo hará con agilidad y precisión, de lo contrario perderá el impulso original antes de alcanzar la meta. No debe ser el poeta en exceso oscuro, y sobre todo no debe serlo deliberadamente. Velar el mensaje poético, establecer sobre él un monopolio para selectas minorías, es una manera de producirse antisocialmente. La poesía debe llevar en sí misma una fuente generadora de energía capaz de realizar alguna mutación por mínima que sea. Poesía que deja al hombre donde está, ya no es poesía.”


 

ETERNIDAD

 

En mi jardín hay rosas:

Yo no te quiero dar

Las rosas que mañana…

Mañana no tendrás.

 

En mi jardín hay pájaros

Con cantos de cristal:

No te los doy, que tienen

Alas para volar…

 

En mi jardín abejas

Labran fino panal:

¡Dulzura de un minuto…

No te la quiero dar!

 

Para ti lo infinito

O nada; lo inmortal

O esta muda tristeza

Que no comprenderás…

 

La tristeza sin nombre

De no tener que dar

A quien lleva en la frente

Algo de eternidad…

 

Deja, deja el jardín…

No toques el rosal:

Las cosas que se mueren

No se deben tocar.

 

 

TIEMPO

1

El beso que no te di

Se me ha vuelto estrella dentro…

¡Quién lo pudiera tornar

-y en tu boca…-otra vez beso!

 

2

Quien pudiera como el río

Ser fugitivo y eterno:

Partir, llegar, pasar siempre

Y ser siempre el río fresco.

 

 

3

Es tarde para la rosa

Es pronto para el invierno.

Mi hora no está en el reloj…

¡Me quedé fuera del tiempo!

 

4Tarde, pronto, ayer perdido…

Mañana inlogrado, incierto

Hoy…! Medidas que no pueden

Fijar, sujetar un beso!...

 

5

Un kilómetro de luz,

Un gramo de pensamiento

(De noche el reloj que late

Es el corazón del tiempo…)

 

6

Voy a medirme el amor

Con una cinta de acero:

Una punta en la montaña.

La otra… ¡Clávala en el viento!

 

 

TIERRA CANSADA

(Romance pequeño)

 

La tierra se va cansando,

La rosa no huele a rosa.

La tierra se va cansando

De entibiar semillas rotas,

Y el cansancio de la tierra

Sube en la flor que deshoja

El viento… Y allí, en el viento

Se queda…

                        La mariposa

Volará toda una tarde

Para reunir una gota

De miel…

                      Ya no son las frutas

Tan dulces como eran otras…

Las cañas enjutas hacen

Azúcar flojo… Y la poca

Uva, vino que no alegra…

La rosa no huele a rosa.

La tierra se va cansando

De la raíz a las hojas,

La tierra se va cansando.

(Rosa, rosita de aromas…;

La de la Virgen de Mayo,

La de mi blanca corona…

¡Qué viento la deshojó?)

 

¡Me duele el alma de sola!...

 

(La virgen se quedó arriba

Toda cubierta de rosas…)

 

No me esperes si me esperas,

Rosa más linda que todas!...

 

La tierra se va cansando…

El corazón quiere sombra.

 

 

DESEO

 

Que la vida no vaya más allá de tus brazos.

Que yo pueda caber con mis versos en tus brazos,

 Que tus brazos me ciñan entera y temblorosa

Sin que afuera se queden ni mi sol ni mi sombra…

 

Que sean tus brazos horizonte y camino,

Camino breve y único horizonte de carne:

Que la vida no vaya más allá… ¡Que la muerte

Se parezca a esta muerte caliente de tus brazos!

 

 

 

YO SOÑABA CON CLASIFICAR

 

Yo soñaba en clasificar

El Bien y el Mal, como los sabios

Clasifican las mariposas:

Yo soñaba en clavar el Bien y el Mal

En el oscuro terciopelo

De una vitrina de cristal…

Debajo de la mariposa

Blanca, un letrero que dijera: “EL BIEN”.

Debajo de la mariposa

Negra, un letrero que dijera: “EL MAL”.

Pero la mariposa blanca

No era el bien, ni la mariposa negra

Era el mal… ¡Y entre mis dos mariposas,

Volaban verdes, áureas, infinitas,

Todas las mariposas de la tierra.

 

 

 

SI ME QUIERES, QUIÉREME ENTERA

 

Si me quieres, quiéreme entera,

No por zonas de luz o sombra…

Si me quieres, quiéreme negra

Y blanca. Y gris, y verde, y rubia,

Y morena.

Quiéreme día,

Quiéreme noche…

 

¡Y madrugada en la ventana abierta!...

 

Si me quieres, no me recortes:

¡Quiéreme toda… O no me quieras!

 

 

 

ESTÁ BIEN LO QUE ESTÁ

 

Está bien lo que está: Sé que todo está bien.

Sé el Nexo. Y la Razón. Y hasta el Designio.

Yo lo sé todo, lo aprendí en un libro

Sin páginas, sin letras y sin nombre…

 

Y no soy como el loco que se quema

Los dedos trémulos por separar

La llama rosa de la mecha negra…

 

 

 

EL AMOR INDECISO

 

Un amor indeciso se ha acercado a mi puerta…

Y no pasa; y se queda frente a la puerta abierta.

 

Yo le digo al amor. -¿Qué te trae a mi casa?

Y el amor no responde, no saluda, no pasa…

 

Es una amor pequeño que perdió su camino:

Venía ya la noche… Y con la noche vino.

 

¡Qué amor tan pequeño para andar con la sombra!

¿Qué palabra no dice, qué nombre no me nombra?...

 

¿Qué deja ir o espera? ¿Qué paisaje apretado

Se le quedó en el fondo de los ojos cerrados?

 

Este amor nada dice… Este amor nada sabe:

Es del color del viento, de la huella que un ave

 

Deja en el viento… -Amor semi-despierto, tienes

Los ojos neblinosos aún de Lázaro… Vienes

 

de una sombra a otra sombra con los pasos trocados

De los ebrios, los locos… ¡Y los resucitados!

 

Extraño amor sin rumbo que me gana y me pierde,

Que huele a naranjas y que las rosas muerde…

 

Que todo lo confunde, lo deja… ¡Y no lo deja!

Que esconde estrellas nuevas en la ceniza vieja…

 

Y no sabe morir ni vivir: Y no sabe

Que el mañana es tan sólo el hoy muerto… El cadáver

 

Futuro de este hoy claro, de esta hora cierta…

 

Un amor indeciso se ha dormido a mi puerta…

 

 

 

COMO LA ROSA

 

Como la rosa en el rosal…

Así, armoniosamente,

Sencillamente estaba la palabra

De paz sobre tu boca.

A ella hubiera ido

Yo con las manos juntas

En cuenco tembloroso

A recoger frescura, verdad, amor…

 

Como la rosa en el rosal, así espaciaba

Tu corazón fragancia; así volvía

Blancura y suavidad la tierra que lo ataba…

¡Y así te hubiera amado, con la tierra

Hecha luz en tu frente hacia la luz

Por el instinto vertical del cielo!...

 

Y así pasaste de una tarde a otra,

Breve y eterno… Como la rosa en el rosal.

 

 

 

DIÁLOGO

 

Están cayendo las estrellas…

-¿Qué estás diciendo, hermano?

Son estrellas fugaces.

 

-¡Están cayendo estrellas!...

-Qué pensamiento extraño…

-¡Cómo del cielo claro

Se desprenden estrellas!...

Pon tus manos abiertas

Para que en ellas caigan…

 

-¿Qué estás diciendo, hermano?

Son estrellas fugaces,

Ni caen ni se recogen.

 

-No importa. Pon las manos…

 

 

 

EN MI VERSO SOY LIBRE

 

En mi verso soy libre: él es mi mar.

Mi mar ancho y desnudo de horizontes…

En mi verso yo ando sobre el mar,

Camino sobre olas desdobladas

De otras olas y de otras olas… Ando

En mi verso; respiro, vivo, crezco

En mi verso, y en él tienen mis pies

Camino y mi camino rumbo y mis

Manos qué sujetar y mi esperanza

Qué esperar y mi vida su sentido.

Yo soy libre en mi verso y él es libre

Como yo. Nos amamos. Nos tenemos.

Fuera de él soy pequeña y me arrodillo

Ante la obra de mis manos, la

Tierna arcilla amasada entre mis dedos…

Dentro de él, me levanto y soy yo misma.

 

 

 

LECCIÓN PRIMERA

Tegernaria doméstica

(Araña Común)

 

La Araña gris de tiempo y de distancia

Tiende su red al mar quieto del aire,

Pescadora de moscas y tristezas

Cotidianas…

 

Sabe que el amor tiene

Un solo precio que se paga

Pronto o tarde: La Muerte.

Y Amor y Muerte con sus hilos ata…

 

 

 

LECCIÓN SEGUNDA

Scolopendra morsitans

(Ciempiés)

 

¿Qué hará el Ciempiés

Con tantos pies

Y tan poco camino?

 

 

 

LECCIÓN SEXTA

Aedes aegypti

(Mosquito)

 

Diminuto aeroplano en que viaja

La Fiebre amarilla.

 

 

 

LECCIÓN SÉPTIMA

Bombix mori

(Gusano de Seda)

 

Él se crea su mundo y se lo cierra:

(¡Sueña en romperlo pronto con dos alas!)

Más, luego viene el hombre y de aquel hilo

-mínimo mundo, vuelo en la promesa-,

Hace un vestido para su mujer.

 

 

 

LECCIÓN OCTAVA

Vanessa io

(Mariposa)

 

Escalas

De alas

En las salas

Del Museo.

 

El deseo

De un hombre feo

Robó a las diosas

Las preciosas

Mariposas.

Oscura

Y dura

Tortura:

 

(Un alfiler les clava la cintura

Que bailara en el cáliz de una rosa.)

 

 

 

LECCIÓN NOVENA

Hipocampus brevrostris

(Caballito de Mar)

 

Caballito del mar, sólo un lucero,

Jinete en ti, podría cabalgar.

 

Caballito del mar -pesebres

De madreperla y pistas de coral-.

 

¡Quién con riendas de algas te guiara

Al galope de un sueño por soñar!

 

¡Quién leve como un sueño o un lucero,

Para ser tu jinete, caballito del mar!

 

 

 

LECCIÓN DUODÉCIMA

Trepinoductus viperinas

(Serpiente)

 

Está hecha de anillos de Saturno,

De humedad de los pozos y luz de fuegos fatuos.

Signo es del infinito si se muerde la cola,

Y abre interrogaciones con el cuerpo enarcado.

 

Su ojo eléctrico brilla en la yerba del suelo

Y un dulce escalofrío la va desenroscando,

Mientras por el cristal de la laguna

Pasa y vuelve a pasar la sombra de algún pájaro…

 

La levanta una flauta con su hilo de música

Y un vuelo la estremece…

 

                                                     Algunas veces

Cuando es primavera y huelen los jazmines,

Se acuerda vagamente de un jardín encantado…

 

 

 

LECCIÓN DECIMOSÉPTIMA

Cavia aperea

(Curiel o Conejillo de Indias)

 

Por todo el mes un conejillo

Ha sido alimentado con raíces

Tiernas y con jugosos

Tallos de alfalfa y frescas florecillas….

 

Ahora está frente a un hombre calvo

Que lo mira y le acerca

Una aguja en la mano…

 

Por un momento el conejillo

Lo ha mirado también… Por un momento,

Con sus ojos rosados e inocentes.

 

 

 

LECCIÓN VIGÉSIMA

Desmodus rufus

(Murciélago común)

 

Recortado del raso con que forran

Las cajas de los muertos;

Gastador de oleos místicos

Y sangre de corderos.

 

Tú sabes los caminos de la noche

Y en tu menudo cuerpo

Caben dos glorias que jamás se unen

En otro ser: alas y pecho.

 

 

 

MAR CERCADO

El mar es un jardín azul de flores de cristal, pero la playa es siempre para morir. Mi playa de morir tú eres… Son tus ojos que me cercan, que rompen la ola. Y con el mar en los brazos y el horizonte abierto, he de morir en ti, playa gris de tus ojos, fortaleza de un grano y otro grano, muralla de musgo, escudo de vientos.

 

 

 

NAUFRAGIO

¡Ay qué nadar de alma en este mar!

¡Qué bracear de náufrago y que hundirse

Y hacerse a flote y otra vez hundirse!

¡Ay qué mar sin riberas ni horizonte…

Ni barco que esperar! Y qué agarrarse

A esta blanda tiniebla, a este vacío

Que da vueltas y vueltas… A esta agua

Negra que se resbala entre los dedos…

¡Qué tragar sal y muerte en esta ausencia

Infinita de ti!

 

 

 

AL DESCONFIADO

Echa tu red en mi alma. Tengo también, debajo de la sal y de la sombra, mi temblor de escamas plateadas y fugaces.

 

 

 

MUJER Y MAR

 

Eché mi esperanza al mar

Y aún fue en el mar, mi esperanza

                                                                      Verde-mar…

 

Eché mi canción al mar:

Y aún fue en el mar, mi canción

                                                                  Cristal…

 

Luego eché tu amor al mar…

Y aún en el mar fue tu amor,

                                                           Sal.

 

 

 

EL AGUA REBELADA

 

Inútil fue querer que el amor mío

Anduviera por cauces de colores…

Él muerde las riberas que le ciñen;

Él no tiene jacintos que lo ronden…

Si los hombres sembraron a su vera,

¡bien arrastró las siembras de los hombres!

Pero a su beso de mil lenguas, lejos

Quizá cosechas de luceros broten…

Nunca ha sabido de qué piedra nace

Ni en que mar se desangra roto en soles…

Mas ¿qué muerte amansar esta agua fiera

Pudo? Ni qué nacer de piedra o monte

Necesita, ni sola, sin imagen,

De su alma bebe y de su carne come,

Matándose y pariéndose a sí misma

En un desgarramiento de horizontes…

 

No hay mano que lo suelte o que lo agarre:

Como los ríos desbordados, rompe

Los medidos caminos, se retuerce,

Logra escaparse de su cruz y corre

Libre…

              Como los ríos desbordados,

Mi amor se ha sacudido cauce y nombre.

 

 

 

LA FUGA INÚTIL

 

El agua del río va huyendo de sí misma: Tiene miedo de su eternidad.

 

 

 

ABRAZO

 

Hoy he sentido el río entero

En mis brazos… Lo he sentido

En mis brazos, trémulo y vivo

Como el cuerpo de un hombre verde…

 

Esta mañana el río ha sido

Mío: Lo levanté del viejo

Cauce… ¡Y me lo eché al pecho!

Pesaba el río… Palpitaba

El río adolorido del

Desgarramiento… -Fiebre fría

Del agua…: Me dejó en la boca

Un sabor amargo de amor y de muerte…

 

 

 

INTEGRIDAD

 

¡Cómo miraré yo el río,

Que me parece que fluye

De mí…!

 

 

 

LOS ESTANQUES

 

Yo no quisiera ser más que un estanque

Verdinegro, tranquilo, limpio y hondo:

Uno de esos estanques

Que en un rincón oscuro

De silencioso parque,

Se duermen a la sombra tibia y buena

De los árboles.

¿Ver mis aguas azules en la aurora

Y luego ensangrentarse

En la monstruosa herida del ocaso!...

Y para siempre estarme

Impasible, serena, recogida,

Para ver en mis aguas reflejarse

El cielo, el sol, la luna, las estrellas,

La luz, la sombra, el vuelo de las aves…

¡Ah es el encanto del agua inmóvil, fría!

Yo no quisiera ser más que un estanque.

 

 

 

REBELDÍA

 

¿A qué amar la estrella en el lago? ¿A qué tender la mano hacia la frágil mentira del agua? Mendigo de bellezas, buceador de esperanzas, mira que sólo la verdad es dignad e tu sueño: Sé fuerte alguna vez y apedrea la estrella que no existe en el agua falaz y brilladora.

 

 

 

AGUA EN EL PARQUE

 

La pobre agua está triste

En la gran taza de mármol.

La pobre agua está triste

Recogida en el tazón

De este parquecillo urbano.

 

En la media tarde: Pasan

Lentos los novios del brazo…

Un niño llora a lo lejos,

Duerme un mendigo en un banco,

Canturrea un organillo…

La pobre agua ha pensado

En sus praderas lejanas,

En sus montes reflejados,

En sus bosques olorosos

A salvia, en sus cauces blandos

Y en el mar que no vio nunca…

 

¡Prisionera la llevaron,

Prisionera la retienen:

Malas manos la asaltaron

A la linde del sendero!

 

En el parquecillo urbano

La pobre agua está triste

Y yo le paso la mano…

 

 

 

ACTITUD

 

Inclina estoy sobre tu vida, como el sauce sobre el agua.

 

 

 

LA CASCADA

 

Es la cascada cabellera de agua

Sobre la espalda de los montes suelta.

Tiene un rumor de pájaros en fuga…

La peina el viento y la perfuma el bosque.

 

(¡Pero nadie ha podido recogerla!)

 

 

 

LA NEBLINA

 

Pienso que la neblina es acaso el aliento

De Dios soplando el alba, empañando el paisaje…

¡No me lo rompas, Sol! ¡No me lo lleves, viento!

 

Dejad que Dios respire junto a mí.

 

 

 

LA NIEVE

 

La nieve es el agua cansada

De correr…

La nieve es el agua

Detenida un instante –agua en un punto-.

El agua ya sin tiempo ni distancia.

 

 

 

LA NUBE

 

Nube, viaje del agua por el cielo…

Nube, cuna del agua niña,

Meciéndose en el aire traspasado

De pájaros…

Nube: Infancia celeste de la lluvia…

 

 

 

POEMA II

Yo dejo mi palabra en el aire, sin llaves y sin velos.

Porque ella no es un arca de codicia ni una mujer coqueta que trata de parecer más hermosa de lo que es.

Yo dejo mi palabra en el aire, para que todos la vean, la palpen, la estrujen o la expriman.

Nada hay en ella que no sea yo misma; pero en ceñirla como cilicio y no como manto pudiera estar toda mi ciencia.

 

 

POEMA III

Sólo clavándose en la sombra, chupando gota a gota el jugo vivo de la sombra, se logra hacer para arriba obra noble y perdurable.

Grato es el aire, grata la luz; pero no se puede ser todo flor, y el que no ponga el alma de raíz, se seca.

 

 

POEMA VII

Muchas cosas me dieron en el mundo: sólo es mía la pura soledad.

 

 

POEMA IX

Dichoso tú, que no tiene el amor disperso…, que no tienes que correr detrás del corazón vuelto simiente de todos los surcos, corza de todos los valles, ala de todos los vientos.

Dichoso tú, que puedes encerrar tu amor en sólo un nombre y decir el color de sus ojos, y medir la altura de su frente y dormir a sus pies como un fiel perro.

 

 

POEMA XII

Acaso en esta primavera no florezcan los rosales, pero florecerán en la otra primavera.

Acaso en la otra primavera todavía no florezcan los rosales… Pero florecerán en la otra primavera…

 

 

POEMA XV

Hay en ti la fatiga de un ala mucho tiempo tensa.

 

 

POEMA XV

Las hojas secas…, ¿vuelan o se caen? ¿O es que en todo vuelo la tierra queda esperando, y en toda caída hay un estremecimiento de ala?

 

 

POEMA XXI

El guijarro es el guijarro, y la estrella es la estrella. Pero cuando yo cojo el guijarro en mi mano y lo aprieto y lo arrojo y lo vuelvo a coger… Cuando yo lo paso y repaso entre mis dedos…, la estrella es la estrella, pero el guijarro es mío… ¡Y lo amo!

 

 

POEMA XXIX

En cada grano de arena hay un derrumbamiento de montaña.

 

 

POEMA XXX

Soledad, soledad siempre soñada… Te amo tanto, que temo a veces que Dios me castigue algún día llenándome la vida de ti…

 

 

POEMA XXXVI

He de amoldarme a ti como el río a su cauce, como el mar a su playa, como la espada a su vaina.

He de correr en ti, he de cantar en ti, he de guardarme en ti ya para siempre.

Fuera de ti ha de sobrarme el mundo, como le sobra al río el aire, al mar la tierra, a la espada la mesa del convite.

Dentro de ti no ha de faltarme blandura de limo para mi corriente, perfil de viento para mis olas, ceñidura y reposo para mi acero.

Dentro de ti está todo; fuera de ti no hay nada.

Todo lo que eres tú está en su puesto; todo lo que no seas tú me ha de ser vano.

En ti quepo, estoy hecha a tu medida; pero si fuera en mí donde algo falta, me crezco… Si fuera n mi donde algo sobre, lo corto.

 

 

POEMA XXXVII

Ayer me bañé en el río. El agua estaba fría y me llenaba el pelo de hilachas de limo y hojas secas.

El agua estaba fría; chocaba contra mi cuerpo y se rompía en dos corrientes trémulas y oscuras.

Y mientras todo el río iba pasando, yo pensaba qué agua podría lavarme en la carne y en el alma la quemadura de un beso que no me toca, de esta sed tuya que no me alcanza.

 

 

POEMA XXXVIII

Si Dices una palabra más, me moriré de tu voz; me moriré de tu voz, que ya me está hincando el pecho, que puede traspasarme el pecho como una aguda, larga y exquisita espada.

Si dices una palabra más con esa voz tuya de acero, de filo y de muerte; con esa voz que es como una cosa tangible que yo podría acariciar, estrujar, morder; si dices una palabra más con esa voz que me pones de punta en el pecho, yo caería atravesada, muerta por una espada invisible, dueña del camino más recto a mi corazón.

 

 

POEMA XXXIX

Ven, ven ahora, que quizá no sea demasiado tarde todavía. Ven pronto, que quién sabe si no se ha perdido todo; ven, y si fuera tiempo…

¿Y si la vida quiso esperar un minuto más?

Ven, por piedad; no escuches al que ha hablado de muerte, no rompas tu cántara vacía, no mires a la sombra que se ha hecho… Cierra los ojos y corre, y corre, a ver si puedes llegar más pronto que la noche.

 

 

POEMA XL

Para que tu no veas las rosas que haces crecer, cubro mi campo de ceniza…

De ceniza parezco toda, yerta y gris a la distancia; pero, aun así, cuando pasas cerca, tiemblo de que me delate el jardín la sofocada fragancia.

 

 

POEMA LIV

Si pudieras escogerlas libremente entre las más brillantes o las más oscuras; si te fuera dado entresacarlas con mano trémula, como hace ante las piedras preciosas el orfebre encargado de labrar una joya real… Si pudieras pescarlas como estrellas caídas en un pozo, o pudieras pescarlas como estrellas caídas en un pozo, o afilarlas como espadas, o torcerlas como seda… Si pudieras disponer de todas las que existen como trigo de tus mieses, y desgranarlas y molerlas y comerlas, no tendrías todavía la palabra que pueda ya llenarme este silencio.

 

 

POEMA LVII

No te nombro; pero estás en mí como la música en la garganta del ruiseñor aunque no esté cantando.

 

POEMA LVIII

Estoy doblada sobre tu recuerdo como la mujer que vi esta tarde lavando en el río.

Horas y horas de rodillas, doblada por la cintura sobre este río negro de tu ausencia.

 

POEMA LIX

Te digo que sigas tu camino sin el temor de perderme. Te digo que has de encontrarme cuando vuelvas, aunque tardes mil años.

Pues que eres débil y te empuja la vida, ve donde te lleve. ¿A qué luchar, si lucharías en vano?

Yo seré fuerte por ti. Con tus claudicaciones voy a fabricar una montaña, y me sentaré en la cumbre a esperarte.

No temas que sienta el miedo de la noche o que el frío me arredre. No hay invierno más frío que mi invierno ni noche más profunda que mi noche…

¡Yo soy quien va a congelar el viento y a oscurecer la tiniebla!

De veras te digo que sigas tu camino, que para esperarte tendré la inmovilidad de la piedra. O más bien la del árbol, agarrado a la tierra rabiosamente.

 

POEMA LXIV

De amar mucho tienes la palabra que persuade, la mirada que vence y que turba…

De amar mucho dejas amor en torno tuyo, el que pasa cerca y se huele el perfume en el pecho, viene a creer que tiene la rosa dentro…

 

 

POEMA LXV

Pasaste por mi corazón como el temblor de luz por la colmada red del pescador.

 

 

POEMA LXIX

Porque me amas más por mi arcilla que por mi flor; porque más pronto hallo tu brazo cuando desfallezco que cuando me levanto; porque sigues mis ojos a donde nadie se atrevió a seguirlos y regresas con ellos amansados, a salvo de alimañas y pedriscos, eres para siempre el pastor de mis ojos, la lumbre de mi casa, el soplo vivo de mi arcilla.

 

 

POEMA LXX

Éstas son mis alegrías: las he contado, y creo que no falta ninguna. Llévalas todas a cantar en tus noches, o a perderse en tus mares, o a morir en tus labios.

Éstas son mis tristezas. Contarlas no he podido, pero sé que me siguen fielmente. Llévalas a todas a abonar tu tierra, a ser la levadura de tu pan, la leña de tu lumbre.

Ésta soy yo: fundida con mi sombra, entera y sin rezagas.

Llévame a tu corazón, que peso poco y no tengo otra almohada ni otro sueño.

 

 

POEMA LXXIII

¿y esa luz?

-Es tu sombra…

 

 

POEMA LXXVIII

Echa tu red en mi alma. Tengo también debajo de la sal y de la sombra mi temblor de escamas plateadas y fugaces.

 

 

POEMA LXXXV

Hasta los lirios están sujetos a la tierra; pero tú eres un lirio sin raíz, que se yergue y perfuma y no se muere.

 

 

POEMA LXXXVI

Perdóname por todo lo que puedo yo misma sujetarme; sujetarme para no ir a ti, mi señor.

Perdóname por todo lo que puedo retener aun siendo tuyo: por todo lo que puedo quebrantar, doblegar, vencer.

Perdóname por echar siete llaves a mi alma y no contestar cuando llamas a mi puerta. Perdóname por vencer mi cuerpo, por clavarlo a la pared y no dejarlo ir a ti… Por poder más que tú sobre alma y cuerpo, perdóname… Por poder más que tú y más que yo.

Perdóname por ser fuerte. No hubiera querido serlo tanto…; pero ya que lo soy, tengo que serlo.

Jacob luchó con el ángel toda una noche, pero yo he luchado toda una vida y aún no he visto el rostro del ángel ensangrentado que a mis plantas yace.

 

 

POEMA LXXXVII

Señor, no des a mis cantos el triste destino de Abisag…

Déjalos que se pierdan o se quemen en su propia llama, pero no los condenes sin fruto y sin amor a calentar huesos fríos de nadie.

 

 

POEMA XCVI

No cambio mi soledad por un poco de amor. Por mucho amor, sí.

Pero es que el mucho amor también es soledad…

¡Que lo digan los olivos de Getsemaní!

 

 

POEMA XCVII

Señor mío: Tú me diste estos ojos; dime dónde he de volverlos en esta noche larga, que ha de durar más que mis ojos.

Rey jurado de mi primera fe: Tú me diste estas manos; dime qué han de tomar o dejar en un peregrinaje sin sentido para mis sentidos, donde todo me falta y todo me sobra. Dulzura de mi ardua dulzura. Tú me diste esta voz en el desierto; dime cuál es la palabra digna de remontar el gran silencio.

Soplo de mi barro: Tú me diste estos pies… Dime por qué hiciste tantos caminos si Tú solo eres el Camino, y la Verdad, y la Vida.

 

 

POEMA XCVIII

¡Cuántos pájaros ahogados en mi sangre, sin estrenar sus alas en el aire de Dios, sin acertar un hueco hacia la luz!

Los esperaba la misma inmensidad del cielo, el libre espacio de las criaturas libres -la nube, la estrella, el rayo…-.

Y ellos apretujándose en mis venas, abatiéndose en mi garganta, golpeando vanamente este frágil e inexorable muro de huesos.

¡Cuántos pájaros ahogados me van pasando ahora por este río lento de mi sangre!... ¡Qué ciega muerte la que llevo dentro! Muertes mías y muertes ajenas, muertes de tantas vidas que me dieron y que no supe nunca hacer vivir.

 

 

POEMA CII

Pajarillos de jaula me van pareciendo a mí misma mis sueños. Si los suelto, perecen o regresan. Y es que el grano y el cielo hay que ganarlos; pero el grano es demasiado pequeño y el cielo es demasiado grande…, y las alas, como los pies, también se cansan.

 

 

POEMA CIII

Como este río que a ningún lado ha de llegar y sigue andando, yo me quedé en la vida, amado mío, yendo hacia ti. Yendo hacia ti por un camino que era siempre más largo que mi agua, aunque mi agua no se acabara nunca y fuera el corazón quien la empujara.

He vivido mi muerte y he muerto mi vida yendo hacia ti, tanteando tinieblas, confundiendo rastros.

Como este río, sí… Como este río lento y ciego que no puede detenerse ni volverse atrás, ni desatarse de la piedra donde nació.

Distancia de río ha sido nuestra distancia: la que no se acorta aunque yo camine todo el día, y toda la noche, y toda la vida.

 

 

POEMA CIX

Todo lo que era monte aquí, en esta orilla mía frente a vuestra orilla, ha sido talado para que el sol también me bañe y se conozca hasta el rumbo que tuvieron mis ríos secos.

Todo lo que era flor está cantado; todo lo que era silencio está ya dicho.

Se sabe el color de mi primera mariposa y la fecha de mi última primavera.

Contado se han los milenios, que me llevó cuajar una alborada, redondear una nube, apagar debajo de la carne sordos volcanes y misteriosos géyseres de estrellas.

Los sabios dieron nombres a mis valles, medidas a mi sueño, soledades a mi soledad.

Los niños apuntaron con sus hondas a mi pájaros, y las mujeres lloraron por las mujeres muertas que no me habían conocido como si lloraran por ellas mismas.

Ahora, amigos míos, no es mi culpa si con todos vuestros nombres, vuestras luces y vuestras ansias, no podéis girar en torno a mi cintura.

No es mi culpa de que, al igual que a la vieja Luna, se me quede siempre una mitad en la sombra que nadie podrá ver desde la Tierra.

 

 

POEMA CXI

He ido descortezando tanto mi poesía, que llegué a la semilla sin probarle la pulpa.

 

 

POEMA CXIV

El mundo entero me ha quedado vacío, dejado por los hombres que se olvidaron de llevarme.

Sólo estoy en esta vasta tierra, sin más compañía que los animales que tampoco los hombres necesitan, que los árboles que no creen necesitar.

Y mañana, cuando les falte el canto de la alondra o el perfume de la rosa, se acordarán de que hubo una flor y que hubo un pájaro. Y pensarán acaso que era bueno tenerlo. Pero cuando les falte mi verso tímido, nadie sabrá que alguna vez yo anduve entre ellos.

 

 

POEMA CXVII

Poesía y amor piden paciencia. Amor es espera y sajadura. Poesía es sajadura y espera. Y los dos, una vigilia dolorosa por unas gotas de resina… Esa preciosa, aromática resina que sólo cae muy lentamente, mientras arriba el sol o la ventisca devoran la cabeza de los pinos.

 

 

 

LA HORA

 

Si crees que ya es hora

Despiértame del sueño en que te sueño,

Desovillado por un ciego

Que nada unió ni sujetó.

 

Si crees que ya es hora

No te detenga el raso de la tarde

Ni la lluvia cayendo en la alta noche,

Ni la flor por cuajar ni la cuajada.

 

Si crees que ya es hora

Toma mi corazón tan vanamente

Aposentado y échalo a volar…

No será menos, creo yo, que el viento

O el ave que te canta en cada rama.

                                                                                1955

 

 

 

SUMISIÓN

Porque ataron mis huesos

Unos con otros, soy.

Porque algún día los desatarán

Ya no seré.

 

Soy y no soy, sólo a través

De este poco de cal y de artilugio.

 

Camino y no me aparto de una vida

Hecha de antemano

Para la eterna inmovilidad;

De una muerte enderezada brevemente.

 

Camino todavía,

Pero mi propia muerte me cabalga:

Soy el corcel de mi esqueleto.

                                                                          1956

 

 

 

LA HIJA PRÓDIGA

¿Qué me queda por dar, dada mi vida?

Si semilla, aventada a otro surco,

Si linfa, derramada en todo suelo,

Si llama, en todo tenebrario ardida.

 

¿Qué me queda por dar, dada mi muerte

También? En cada sueño, en cada día;

mi muerte vertical, mi sorda muerte

Que nadie me la sabe todavía.

 

Que me queda por dar, si por dar doy

-y porque es cosa mía, y desde ahora

Si Dios no me sujeta o no me corta

Las manos torpes- mi resurrección!...

                                                                               1958

 


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