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POETAS 4. Wislawa Szymborska (VI). El gran número

 


De Wislawa Szymborska, y a la espera de que se escriba su reseña biográfica en esta página (que ya por fin se hará dentro de unas semanas, en la última entrega de esta poeta), únicamente interesa saber por ahora que se murió el 1 de febrero 2012, en su casa de Cracovia, a causa de un cáncer de pulmón -tan empedernida fumadora como entrañable bebedora-; que había nacido el 2 de julio de 1923 cerca de Poznan y que la mayor parte de su vida quiso vivirla en Cracovia, donde le sorprendió en 1996 la noticia de la concesión del premio nobel de literatura. Pocas veces un nobel fue más justo; pocas veces los de Estocolmo acertaron tan de pleno como con Wislawa, que para entonces era una perfecta e injusta desconocida. A Wislawa se le dedicó un espacio en esta página que data de marzo de 2009 -y donde se reproduce su discurso de recepción del nobel, titulado “El poeta y el mundo”- y también se reprodujo otro poema suyo ,”Hijos de la época”, en un artículo titulado “¿Se puede escribir poesía después de Auschwitz?”, diciembre 2009. Quedaba pendiente prolongar la selección que se hizo de Wislawa, tal como se está haciendo con Octavio Paz, y como se hará con Ángel González o Valente. Dejo aquí una selección de poemas pertenecientes a sus primeros libros, que abarcan desde “La llamada al Yetti”, 1957, hasta “Gente en el puente”, 1988. Se aconseja, especialmente, su libro titulado “El gran número,  Fin y principio y otros poemas”, editado en Hiperión, y del que se editarán aquí próximamente una selección de sus poemas -si el tiempo es benévolo y nos da su permiso, añadiría Wislawa-. Dejo el primer poema seleccionado “Una del montón”, a modo de epitafio, y vuelvo a hacer notar que lo que ya comenté el día en que saltó la noticia de su muerte, que como siempre los periódicos perdieron la oportunidad de hacerle su mejor homenaje a un poeta muerto, que es seleccionar un sólo poema suyo y publicarlo. Poema que no ocuparía mucho más espacio que el de una viñeta de un mal chiste. Aquí se ve lo poco tiene que ver el periodismo con la poesía, pese a que reserve algunas páginas a la cultura, que a veces parecen una forma de pregonar su incultura.

 

Unas reflexiones apresuradas -y muy desordenadas-sobre Wislawa. Parece difícil encontrar otra poeta tan elegantemente irónica como Wislawa. La elegancia de su ironía seguramente le viene de ser mujer. Los hombres, más agresivos, son incapaces de la ternura de la que hace gala Szymborska. Si todos consiguiéramos ser irónicos a la manera de Szymborska, no conseguiríamos herir a nadie, y a la gente que nos escuchase le arrancaríamos una sonrisa de inteligencia, también de ternura, también de piedad. Eso nos lleva a la otra faceta que desarrollaba Szymborska en su poesía: poseía lo que cierto filósofo había denominado la piedad de la pregunta. Wislawa era piadosa por preguntar; o preguntaba de una forma piadosa. Sin molestar nunca a nadie, era capaz de hurgar en todas las heridas. Compasiva con la penuria e insuficiencia de los otros, pero mordaz con los bárbaros de la historia. Se puede observar en Wislawa que, al no ser agresiva, tampoco se le oye levantar la voz. Siempre nos habla como en susurros. Tampoco le gustaban los gestos grandilocuentes, los aspavientos. A Wislawa lo que le gustaba era hablarnos a cada uno de nosotros como si se hablara a sí misma; de ahí que su tono siempre lo oigamos con sordina. No le gustaba el uso del megáfono, las palabras altisonantes o los efectos de la oratoria. Por eso es Wislawa la poeta de las preguntas, de las pequeñas preguntas, de las que todavía podemos obtener respuestas que nos pueden ser útiles. Uno se pregunta ¿por qué se hace tantas preguntas Wislawa en sus poemas? Seguramente, porque todavía duda; porque, como ya escribió en uno de sus poemas, ella sabe que no tiene la última palabra, que tampoco tiene la llave de sus certidumbres. Hay que dejar a otros la posibilidad de completar nuestra palabra, de iluminarnos con sus dudas y certezas. Sabe que la incertidumbre y la inseguridad forma parte sustancial de la vida. Sabe que la vida está hecha de cosas ordinarias y que la poesía no debe alzar el vuelo, ni esquivarlas. Su poesía sabe narrar las cosas extraordinarias que ocurren en las pequeñas cosas.

Creo que Wislawa es mejor narradora que poeta; o, mejor dicho, es tan buena poeta porque sabe encontrar la narración poética de las cosas. Wislawa sabía que para componer un buen poema hay que saber situarse y en esa situación consiste el compromiso del poeta: lo que vulgarmente se llama el punto de vista. No le debería bastar al poeta en abusar del yo y usar su exclusivo punto de vista. Hay otros “yo” heterónomos, otros seres y cosas por las que deberíamos divagar y experimentar. El poeta debe situarse en el mundo, entre los seres y las cosas, y tiene que dar cuenta de ellos desde esa situación tomada.  Tal vez ese sea uno de los secretos del arte. Hacer la puesta en escena desde un punto de vista original. Todo esto se puede ver en el poema que se seleccionó aquí en marzo de 2009, “Gato en un piso vacío”. Es la descripción de la muerte de un hombre a través de su gato, las repercusiones que la muerte de alguien tiene sobre todas las cosas, pero especialmente sobre sus seres queridos. La inteligencia de Wislawa está en elegir un ser marginal, un punto de vista al margen, para salirse del tópico, pero también para hacernos ver mejor. Para hacernos ver mejor que no es el punto de vista humano el exclusivo, aunque al final sea de un hombre de aquello sobre lo que se habla. Pero el protagonista es un gato en una situación de desamparo. El desamparo siempre está en el fondo de los poemas de Wislawa. Wislawa sabe que no puede haber mejor épica y mejor epitafio para un hombre muerto que el desconsuelo en el que queda un gato abandonado por su dueño en un piso vacío. El dolor de ese gato en el poema puede ser comparado con el que siente Aquiles por la muerte de Patroclo. Resulta así un maravilloso poema elegíaco.

 

También hay que decir que a Wislawa le gusta hacer componendas al mundo. Parece conformista, pero esa es la máscara que se coloca para no ser agresiva. Su inconformismo es total. Le gusta zambullirse en las posibilidades infinitas que el mundo tiene de ser de otra manera. Wilslawa sabe que podría haber sido otra persona. Cualquiera de las criaturas que componen el mundo. Ella no es panteísta. Le gusta contemplarse en otros para no envanecerse por ser Wislawa. En esto Wislawa sabe ser maravillosamente fantástica. Llega a la humildad por una fuerza piadosa de la imaginación. Ella podía haber sido otra -podía haber nacido en la tribu indebida-, podía haber tenido otra vida -con un destino no benévolo-, pero Wislawa no cree en el destino: nos propone de alguna manera el libre albedrío. Dios no tiene sitio en la poesía de Wislawa. A cambio el hombre se vuelve más humano, más inseguro. Pero también con más necesidad de ser solidario. Apoyada más en sus dudas que en sus certezas, el hombre es ese animal que todo lo quiere saber, sabiendo que no podrá saber casi nada. Esto que puede ser una tragedia para la mayoría, es para Wislawa una pequeña grandeza del hombre. Como todos los grandes poetas, Wislawa logra ser profunda y reflexiva, desconfiando de las grandes palabras de la filosofía. De ahí le viene su excesiva alergia a la palabra “todo”, “palabra impertinente y henchida de orgullo”. Su poesía ha sido definida por Fernando Savater como “reflexiva sin engolamiento ni altisonancia, de forma ligera y fondo grave, directa al sentimiento, pero sin chantaje emocional.” Al final se nos olvidaba, por tanto, decir lo más importante: todo esto lo consigue Wislawa de la forma más sencilla posible, haciendo que lo más difícil resulte fácil. En algún lugar se pregunta Wislawa -siempre tan encantadoramente escéptica- “en qué dedo corazón está ahora el anillo del alma que le fue robado o perdido” -también dice en otro poema: “alma se tiene a veces./Nadie la posee sin pausa/ y para siempre”-. Si tuviera que responder a esa pregunta, respondería -aún a riesgo de resultar cursi- que Wislawa era todo corazón, o bien que escribía sus poemas con corazón, o que Wislawa iba perdiendo un jirón de alma con cada poema que escribía, me atrevería a decir que es ahí, en sus poemas, donde habría que ir a buscar el alma de Wislawa, diría que leer los poemas de Wislawa es una forma de beberse a tragos su bella alma de poeta. Y que aproveche.


EL GRAN NÚMERO

 

Cuatro mil millones de gentes sobre esta tierra,

Y mi imaginación es la que era.

No se le dan bien los grandes números.

Sigue conmoviéndola lo particular.

Vuela en la penumbra cual luz de linterna,

Revela sólo los primeros rostros de la fila,

Mientras el resto se pierde en el abismo ciego,

En el no pensamiento, en el no olvido.

Pero esto, ni el mismo Dante lo detendría.

Y qué decir cuando una no lo es,

Aun con todas las musas a mi lado.

 

Non omnis moriar -pena prematura.

Pero, ¿acaso vivo entera?, ¿y si esto basta?

Nunca ha bastado, mucho menos ahora.

Elijo rechazando pues no hay otra manera,

Pero lo que rechazo es más numeroso,

Más espeso, más insistente que nunca.

A costa de pérdidas indescriptibles, un poemita, un suspiro.

A una llamada estruendosa respondo con un susurro.

Cuánto silencio, no lo contaré.

Un ratón al pie de su montaña materna.

La vida dura unas pocas huellas de uña sobre la arena.

 

Mis sueños, incluso, no son, como debieran, populosos.

Hay más soledad en ellos que multitudes y jaleo.

A veces pasa un momento alguien ya difunto.

Una sola mano mueve el pomo.

 

La casa vacía se cubre de anexos de eco.

Desde el umbral bajo corriendo al valle

Silencioso, como de nadie, ya anacrónico.

 

De dónde aún este espacio dentro de mí.

No lo sé.

                    (Traducción de Elzbieta Bortkiewicz)

 

 

AGRADECIMIENTO

 

Debo mucho

A aquellos que no quiero.

 

El alivio con el que acepto

Que sean más cercanos a otro.

 

La alegría de que yo no sea

El lobo de sus ovejitas.

 

La Paz sea con ellos,

Y mi libertad con ellos,

Y eso el amor ni lo puede dar

Ni tomarlo sabe.

 

No les espero

Desde la ventana hasta la puerta.

Paciente

Casi como un reloj de sol,

Comprendo

Lo que el amor no comprende,

Perdono

Lo que el amor jamás perdonaría.

 

Desde el encuentro hasta la carta

No pasa una eternidad,

Sino, simplemente, algunos días o semanas.

 

Los viajes con ellos son siempre un acierto,

Conciertos oídos,

Catedrales visitadas,

Paisajes nítidos.

 

Y cuando nos separan

Siete montañas y ríos,

Son montañas y ríos

Muy familiares del mapa.

 

Es mérito suyo,

Que yo viva en tres dimensiones,

En un espacio no lírico y no retórico,

Con un horizonte, por móvil, real.

 

Ellos mismos no saben

Cuánto llevan en sus manos vacías.

 

“No les debo nada” –

Diría el amor

Sobre esta cuestión abierta.

 

 

SALMO

 

¡Qué poco herméticas son las fronteras de los reinos humanos!

¡Cuántas nubes vuelan impunemente sobre ellas,

Cuántas arenas del desierto pasan de un país a otro,

Cuantas piedras del monte ruedan con propiedades ajenas

Dando provocativos saltos!

¿Tengo que enumerar, unos tras otro, a todos los pájaros al vuelo

O al que en este justo momento se posa en una barrera cerrada?

Aunque se trate sólo de un gorrión, su cola ya es fronteriza,

Pero su pico es aún d e aquí. Y para colmo no se está un segundo quieto.

 

De los innumerables insectos me limitaré a la hormiga,

Que entre la bota izquierda y la derecha del aduanero,

No se digna a contestar a las preguntas “de dónde”, “a dónde”.

 

¡Ah, ver claramente, a un tiempo, ese completo desorden en todos los continentes!

¿No es acaso ese ligustro de la orilla opuesta

El que de contrabando pasa por el río una enésima hoja?

¿O no es acaso la atrevidamente manilarga sepia

La que viola la sagrada zona de las aguas territoriales?

¿Se puede acaso hablar de un cierto orden,

Cuando ni las estrellas se dejan colocar

Para que quede claro bajo cuál ha nacido cada uno?

 

¡Y no hablemos del censurable comportamiento de la niebla!

¡Ni del polen que surca las estepas

Como si nunca hubieran sido divididas!

Ni del sonido de las voces en las serviciales ondas del aire:

Chillidos evocadores y significativos gorgoteos.

 

Sólo lo humano sabe ser verdaderamente ajeno.

El resto son bosques mixtos, viejos topos y viento.

                                        (Traducción Carlos Marrodán Casas)

 

 

LA MUJER DE LOT

 

Miré atrás dicen que por curiosidad.

Mas, curiosidad aparte, pude haber tenido otras razones.

Miré atrás de penas por la fuente de plata.

Por descuido, mientras ataba la correa de mi sandalia.

Para no mirar más el cogote justo de mi esposo, Lot.

Por la súbita certeza de que si muriera,

Ni siquiera me habría detenido.

Por la desobediencia de los sumisos.

A la escucha de la persecución.

Tocada por el silencio, esperando que Dios cambiara de parecer.

Nuestras dos hijas ya desaparecían detrás de la cima de la colina.

 

Sentí la vejez en mí. La lejanía.

La vanidad de la andadura. El sueño.

Miré atrás al poner el hatillo sobre el suelo.

Miré atrás por temor a dónde dar el paso.

En mi sendero aparecieron serpientes,

Arañas, ratones, polluelos de buitres.

Ya ni lo bueno ni lo malo -simplemente, todo lo vivo

Reptaba y saltaba en pánico colectivo.

Miré atrás por mi soledad.

Por vergüenza de estar huyendo a hurtadillas.

Por ganas de gritar, de volver.

O quizá sólo cuando arreció el viento

Soltó mi cabello y me levantó el vestido.

 

Sentía que me miraban desde las murallas de Sodoma

Y rompían en carcajadas sonoras, una y otra vez.

Miré atrás por rabia.

Para saciarme de su gran perdición.

Miré atrás por todas las razones arriba expuestas.

Miré atrás de forma involuntaria.

Fue sólo una piedra la que giró rugiendo bajo mi cuerpo.

Fue una grieta la que, de súbito, me cortó el camino.

En el borde un hámster se agitaba sobre sus dos patas.

Y fue entonces cuando ambos miramos atrás.

No, no. Yo seguí corriendo,

Arrastrándome y levantando el vuelo,

Hasta que la oscuridad cayó del cielo,

Y con ella la gravilla ardiente y las aves muertas.

Por falta de aliento giré repetidas veces.

Quien lo viese habría pensado que bailaba.

No descarto que tuviera los ojos abiertos.

Es posible que me desplomara con el rostro vuelto hacia la ciudad.

                                 (Traducción de Elzbieta Borkiewicz)

 

 

VISTO DESDE ARRIBA

 

Sobre un sendero yace un escarabajo muerto.

Ha doblado con cuidado sus tres pares de patitas sobre el vientre.

En el lugar del caos de la muerte -orden y esmero.

El horror de esta imagen es moderado,

El alcance estrictamente local, entre la grama y la menta.

La tristeza no contamina.

El cielo es azul.

 

Para nuestra tranquilidad, su muerte es más superficial

Los animales no fallecen, simplemente, se mueren

Perdiendo -queremos creerlo- menos sentimiento y menos mundo,

Al abandonar -pensamos- un escenario menos trágico.

Sus ánimas sumisas no nos asustan de noche,

Respetan la distancia,

Saben qué es el rigor.

 

Y aquí está sobre el sendero el escarabajo muerto,

En un estado no lamentable brilla al sol.

Da lo mismo pensar en él o mirarle:

No parece que le haya pasado nada importante.

Lo importante, dicen, sólo está unido a nosotros.

Sólo a nuestra vida, sólo a nuestra muerte,

La muerte que se regocija de su forzada primacía.

                     (Traducción de Elzbieta Bortkiewicz)

 

 

 

SUEÑO DE UNA VIEJA TORTUGA

 

Sueña la vieja tortuga con lechugas de hojas verdes

Y junto a ellas, de pronto, he aquí al Emperador,

Apareció tan campante, como hace un siglo y tres meses.

Mas la tortuga no sabe que esto causa admiración.

 

Es cierto que el Personaje no apareció todo entero,

En sus botines bien limpios se mira brillante el sol,

Arriba sus pantorrillas con medias blancas de estreno.

Mas la tortuga no sabe que esto es conmovedor.

 

Dos piernas en la parada de Austerlitz hacia Jena,

Hay niebla densa en lo alto, y de allí llega una risa.

Podéis dudar si queréis de lo real de esta escena

Y de si son imperiales sus botines con hebillas.

 

Reconocer es difícil a una persona por partes:

Ya sea por el pie izquierdo, ya sea por el derecho.

La tortuga no recuerda casi nada de sus padres

Menos sabe todavía quién se le metió en el sueño.

 

Fuera o no el Emperador, ¿cambia acaso en algo esto,

Lo inaudito de su sueño? Una sombra parecida

Fue capaz de escabullirse del olvido unos segundos

Y ¡colarse por el mundo!, del talón a la rodilla.

                                (Traducción de David Carrión Sánchez)

 

 

EXPERIMENTO

 

Antes de la película

En la que los actores hicieron lo que pudieron

Para conmoverme, e incluso hacerme reír,

Proyectaron un curioso experimento

Con una cabeza.

 

La cabeza

Momentos antes aún pertenecía a…

Ahora estaba cortada,

Todos pudieron ver que no había tronco.

Por la nuca colgaban las tuberías del aparato

Gracias al cual la sangre circulaba todavía.

La cabeza

Se encontraba bien.

 

Sin síntomas de dolor, siquiera de sorpresa,

Seguía con la mirada el movimiento de una linterna.

Movía las orejas cuando sonaba un timbre.

Con su nariz húmeda sabía distinguir

El olor a tocino de la insípida inexistencia

Y lamiéndose con evidente placer

Segregaba siva en honor de la fisiología.

 

Leal cabeza de perro,

Fiel cabeza de perro,

Cuando era acariciada, entornaba los ojos

Con la confianza de que todavía era parte de un todo

Que comba el lomo bajo un gesto de cariño

Y menea el rabo.

 

Pensé en la felicidad y sentí miedo.

Porque, si la vida sólo se trataba de eso,

La cabeza era feliz.

              (Traducción de David Carrión Sánchez)

 

 

SONRISAS

 

El mundo confía más en lo que ve que en lo que escucha.

Los hombres de Estado tienen que sonreír.

Su sonrisa indica que mantienen el ánimo de lucha.

Aunque es difícil el juego, los intereses opuestos,

Inseguro el resultado, siempre nos mueve a seguir

Una sonrisa cordial sobre unos dientes bien puestos.

 

Con amabilidad deben mostrar la frente,

En el parlamento, al llegar de visita.

Parecer alegres, moverse ágilmente.

Éste saluda a aquél, aquél al otro felicita.

Muy necesario es un rostro sonriente,

Para los objetivos, para reunir mucha gente.

La ortodoncia en diplomacia

Es garantía de eficacia.

Bienintencionados colmillos, conciliadores incisivos

No pueden fallar en momento decisivos.

Aún no es tanta en estos tiempos la certeza

Como para que los rostros muestren su natural tristeza.

 

Una humanidad de hermanos, según los soñadores,

Transformará la tierra en un mundo de sonrisas.

Lo dudo. Imaginemos mejor que esos señores

No tienen que sonreír en vano.

Sólo de vez en cuando: en primavera, en verano,

Sin contracciones nerviosas, sin prisas.

Es triste por naturaleza el ser humano.

A uno así espero y me alegro de antemano.

                                         (Traducción de Gerardo Beltrán)

 

 

UN TERRORISTA OBSERVA

 

La bomba explotará en el bar a las trece veinte.

Ahora apenas son las trece y dieciséis.

Algunos todavía tendrán tiempo de salir.

Otros de entrar.

 

El terrorista ya se ha situado al otro lado de la calle.

Esa distancia lo protege de cualquier mal

Y se como en el cine:

 

Una mujer con una cazadora amarilla: ella entra.

Un hombre con unas gafas oscuras: él sale.

Unos chicos con vaqueros: ellos están hablando.

Trece diecisiete y cuatro segundos.

Ese más bajo tiene suerte y sube a una moto,

Y ese más alto entra.

 

Trece dieciocho.

Ya no está la niña.

Habrá sido tan tonta como para entrar, o no,

Eso ya se verá cuando vayan sacando.

 

Trece diecinueve.

Y ahora como que no entra nadie.

En vez de entrar aún hay un gordo calvo que sale.

Pero parece que busco algo en sus bolsillos y

A las trece veinte menos diez segundos

Vuelve a buscar sus miserables guantes.

 

Son las trece veinte.

Qué lento pasa el tiempo.

Parece que ya.

Todavía no.

Sí, ahora.

Una bomba: la bomba explota.

                              (Traducción de Abel A. Murcia Soriano)

 

 

ELOGIO DE MI HERMANA

 

Mi hermana no escribe versos

Y dudo que empiece de repente a escribir versos.

Lo sacó de mi madre, que no escribía versos,

Y de mi padre, que tampoco escribía versos.

Bajo el techo de mi hermana me siento segura:

El marido de mi hermana por nada en el mundo escribiría versos.

 

Y aunque esto suene a obra de Adam Macedonski,

Ninguno de mis parientes se dedica a escribir versos.

 

En los cajones de mi hermana no hay viejos versos,

Ni recién escritos en su bolso.

Y cuando mi hermana me invita a comer

Sé que no es con la intención de leerme sus versos.

Sus sopas son exquisitas sin premeditación

Y el café no se derrama sobre sus manuscritos.

 

En muchas familias nadie escribe versos.

Pero si lo hacen, es raro que sea sólo una persona.

A veces la poesía fluye en cascadas de generaciones,

Lo que crea peligrosos remolinos en sus mutuos sentimientos.

 

Mi hermana cultiva una buena prosa hablada,

Y toda su escritura son postales de sus vacaciones

Con textos que prometen lo mismo cada año:

 

Que cuando vuelva,

Me contará todo,

Todo,

Todo.

                  (Traducción de Gerardo Beltrán)

 

 

RETRATO DE MUJER

 

Debe ser a elección.

Cambiar para que no cambie nada.

Es fácil, imposible, difícil, vale un intento.

Sus ojos son, si cabe, una vez azules, otra vez grises,

Negros, alegres, sin causa llenos de lágrimas.

Duerme con él como una cualquier, única en el mundo.

Le parirá cuatro hijos, ningún hijo, uno.

Ingenua, mas la que mejor aconseja.

Débil, mas podrá con el peso.

No tiene cabeza, pues la tendrá.

Lee a Jaspers, y revistas de mujeres.

No sabe el porqué de este tornillo y construirá un puente.

Joven, como siempre joven, todavía joven.

Sostiene en sus manos un gorrión alirroto,

Su propio dinero para un viaje largo y ajeno,

Un mazo, una compresa y una copa de vodka.

¿A dónde corre?, ¿no está cansada?

Que no, un poco, mucho, no pasa nada.

O le quiere o se empeña.

Por lo bueno, por lo malo y por el amor de Dios.

                (Traducción de Elzbieta Borkiewicz)

 

 

RESEÑA DE UN POEMA NUNCA ESCRITO

 

En las primeras palabras del poema

La autora afirma que la Tierra es pequeña,

El cielo, en cambio, grande hasta la exageración,

Y las estrellas, cito: “Más de las necesarias”

 

En la descripción del cielo se advierte una cierta impotencia,

La autora se pierde en una terrible extensión,

La impacta lo desolado de muchos planetas

Y pronto en su pensamiento (agreguemos: no exacto)

Empieza a surgir una duda,

Quizá al final no estemos solos

Bajo el sol, bajo todos los soles del mundo.

 

¡En contra del cálculo de probabilidades!

¡Y de la convicción hoy generalizada!

¡A pesar de las pruebas irrefutables que cualquier día

Pueden caer en manos del hombre! ¡Ay, la poesía!

 

Mientras tanto nuestra profetisa vuelve a la Tierra,

Planeta que quizá “gira a puerta cerrada”,

Única “ciencia ficción de que es capaz el cosmos”.

La desesperación de Pascal (1623-1662, la nota es nuestra),

Considera la autora, no tiene paralelo,

Ni siquiera en Andrómeda o en Casiopea.

La exclusividad agiganta y obliga,

Surge entonces el problema de cómo vivir et caetera,

Pues “el vacío no lo resolverá por nosotros”,

“Dios mío, clama el hombre hacia Sí Mismo,

Ten piedad de mí, ilumíname”…

 

A la autora le angustia pensar en una vida derrochada a la ligera

-como si de vida hubiera reservas sin fondo.

En guerras que -según su opinión-

Pierden siempre ambos bandos.

En el “estadoensañamiento” (sic) de la gente con la gente.

A través del poema se trasluce una intención moral

Que una pluma menos ingenua haría resplandecer.

 

Desafortunadamente esta arriesgada tesis

(quizá al final no estemos solos

Bajo el sol, bajo todos los soles del mundo)

Y su desarrollo en un estilo nada riguroso

(mezcla de solemnidad y lenguaje cotidiano)

Plantean una pregunta: ¿quién va a creer en esto?

Evidentemente nadie. ¡Pues claro!

                  (Traducción de Gerardo Beltrán)

 

 

AVISO

 

No llevéis al cosmos a los bufones,

Bien os lo digo.

 

Catorce planetas muertos,

Algunos cometas, dos estrellas,

Ya camino de la tercera

Los burlones perderán el humor.

 

El cosmos es como es,

Es decir perfecto.

Los burlones unca se lo perdonarán.

 

Nada les alegrará:

El tiempo -por demasiado eterno,

La belleza -por intachable,

La seriedad -por no dejarse bromear.

Todos admirarán,

Ellos bostezarán.

 

Camino de la cuarta estrella

Será aún peor.

Sonrisas ácidas,

Alteraciones de sueño y equilibrio,

Conversaciones tontas:

Que si un cuervo con un queso en su pico,

Que si moscas sobre el retrato de Su Graciosa Majestad

O el mono en la bañera

-bien, así es, era la vida.

 

Limitados.

Prefieren el jueves a la infinitud.

Primitivos.

Prefieren una nota falsa a la música de las esferas.

Donde mejor se sienten es en las rendijas entre

La práctica y la teoría,

La causa y el efecto,

Pero eso no es la Tierra y todo se ajusta.

 

En el planeta número treinta

(de aspecto desértico irreprochable)

Se negarán a abandonar las cabinas,

Que si la cabeza, que si el dedo duele.

 

Menudo problema y qué vergüenza,

Tanto dinero tirado por el Cosmos.

               (Traducción de Elzbieta Bortkiewicz)

 

 

CEBOLLA

 

La cebolla es otra historia.

No tiene entrañas la cebolla.

 Es cebolla cebolla de verdad,

Hasta el colmo de la cebollosidad.

Por fuera cebolluda,

Cebollina hasta la médula,

Podría escrutar su interior

La cebolla sin temor.

 

En nosotros extranjería y salvajismo

Apenas cubiertos por la piel,

El infierno de la medicina interna,

Anatomía violenta,

Y en la cebolla, cebolla

Y no sinuosos intestinos.

Reiteradamente desnuda

Y hasta el fondo asíporelestilo.

 

Ser no contradictorio la cebolla,

Logrado ente la cebolla.

En una, simplemente otra,

La mayor una menor contiene

Y la siguiente a la siguiente,

Y así la tercera y la cuarta.

Fuga centrípeta.

Eco concertado en coro.

 

Lo de la cebolla, eso sí lo entiendo,

El vientre más bello del mundo:

Se envuelve a sí mismo en aureolas

Para su propia gloria.

En nosotros: grasas, nervios, venas,

Secreciones y secretos.

Y se nos ha denegado

La idiotez de lo perfecto.

           (Traducción de Carlos Marrodán Casas)

 

 

LA HABITACIÓN DEL SUICIDA

 

Seguramente creéis que la habitación estaba vacía.

Pues no. Había tres sillas bien firmes.

Una lámpara buena contra la oscuridad.

Un escritorio, en el escritorio una cartera, periódicos.

Un buda despreocupado. Un cristo pensativo.

Siete elefantes para la buena suerte y en el cajón una agenda.

¿Creéis que no estaban en ella nuestras direcciones?

 

Seguramente creéis que no había libros, cuadros ni discos.

Pues sí. Había una reanimante trompeta en unas manos negras.

Saskia con una flor cordial.

Alegría, divina chispa.

Odiseo sobre el estante durmiendo un sueño reparador

Tras las fatigas del canto quinto.

Moralistas,

Apellidos estampados con sílabas doradas

Sobre lomos bellamente curtidos.

Los políticos justo al lado se mantenían erguidos.

 

No parecía que de esta habitación no hubiera salida,

Al menos por la puerta,

O que no tuviera alguna perspectiva, al menos desde la ventana.

 

Las gafas para ver a lo lejos estaban en el alféizar.

Zumbaba una mosca, o sea que aún vivía.

 

Seguramente creéis que cuando menos la carta algo aclaraba.

Y si yo os dijera que no había ninguna carta.

Tantos de nosotros, amigos, y todos cupimos

En un sobre vacío apoyado en un vaso.

                                               (Traducción de Gerardo Beltrán)

 

 

EL MANZANO

 

En el paraíso de mayo, un bello manzano

Que, con sus flores, como de risas, se estremece,

 

Yo debajo, él tan inconsciente del bien y del mal,

Que ante ello se encoge de ramas,

 

Yo debajo, él tan ajeno, a qué año, qué país,

Qué planeta y a dónde rueda,

 

Yo debajo, él tan poco familiar y tan diferente,

Que ni me consuela ni me espanta,

 

Yo debajo, él indiferente a cualquier cosa que pase,

Tembloroso de paciencia con cada hoja,

 

Yo debajo, él tan inconcebible, como si yo con él soñara,

O como si todo, menos él, fuera un sueño

Demasiado visible y vanidoso,

 

Quedarme un poco más, no volver a casa.

Sólo los presos ansían volver a casa.

                (Traducción de Elzbieta Borkiewicz)

 

 

ELOGIO DE LA MALA CONCIENCIA DE UNO MISMO

 

El ratonero no tiene nada que reprocharse.

Los escrúpulos le son ajenos a la pantera negra.

No dudan de lo apropiado de sus actos las pirañas.

El crótalo se acepta sin complejos a sí mismo.

 

No existe un chacal autocrítico.

El tábano, la langosta, la tenia y el caimán

Viven como viven y así están satisfechos.

 

De cien kilos es el corazón de la orca,

Pero no le pesa.

 

Nada más animal

Que una conciencia limpia

En el tercer planeta del Sol.

                                 (Traducción de Abel A. Murcia Soriano)

 

 

VIDA AL INSTANTE

 

Vida al instante.

Función sin ensayo.

Cuerpo sin prueba.

Cabeza sin reflexión.

 

Ignoro el papel que hago.

Sólo sé que es mío, no intercambiable.

 

De qué va la obra,

Debo adivinarlo sobre el escenario.

 

Malamente preparada para el honor de la vida,

Soporto a duras penas el compás impuesto de la acción.

Improviso, aunque aborrezco la improvisación.

Tropiezo a cada paso con el desconocimiento de causa.

Mi modo de vivir huele a aldea.

Mis instintos son de aprendiz.

La vergüenza, al excusarme, tanto más me humilla.

Siento las circunstancias atenuantes como crueles.

 

Palabras y gestos irrevocables,

Estrellas no contadas,

El carácter, como un abrigo abrochado, en marcha,

He aquí el penoso fruto de este apremio.

 

¡Si al menos pudiera un miércoles ensayar primero,

O al menos un jueves repetir una vez más!

Pero ya llega el viernes con un guion desconocido.

 

¿Acaso está bien? -pregunto

(con voz ronca,

Pues ni me han dejado aclararla tras los bastidores).

 

En vano pensar que no es más que un examen somero

Hecho en un lugar provisorio. No.

Me hallo entre los decorados y veo cuán sólidos son.

Me choca la precisión de cualquier atrezzo.

El equipo giratorio funciona desde hace largo rato.

Las nebulosas más lejanas ya han sido encendidas.

Ah, no me cabe duda de que esto es el estreno.

Y lo que haga

Se tornará siempre en lo que hice.

                                                     (Traducción de Elzbieta Borkiewicz)

 

 

 

UTOPÍA

 

Isla en la que todo se aclara.

 

Ahí se puede arribar apruebas firmes.

 

No hay más caminos que aquellos de llegada.

 

Las zarzas se doblan por el peso de las respuestas.

 

Crece ahí el árbol de la Suposición Correcta

Con sus ramas eternamente desenredadas.

 

Y deslumbrantemente recto el árbol de la Comprensión

Junto a una fuerte llamada Ah, De Eso Se Trata.

 

Cuanto más denso se hace el bosque, más amplio aparece

El Valle de la Evidencia.

 

Si hay alguna duda, el viento la disipa.

 

El eco de ninguna voz toma la palabra

Y aclara con entusiasmo los secretos de los mundos.

 

A la derecha, la caverna en la que se encuentra el sentido.

 

A la izquierda, el lago de la Convicción Profunda.

Del fondo se desprende la verdad y sale sin más a la superficie.

 

Domina el valle la Seguridad Inquebrantable.

Desde su cima se extiende la Esencia de la Cosas.

 

A pesar de sus encantos, la isla está desierta,

Y las pequeñas huellas de pasos que se ven en sus orillas

Se dirigen hacia el mar sin excepción.

 

Como si de ahí solamente se saliera

Para hundirse irremediablemente en el abismo.

 

En una vida inconcebible.

                                             (Traducción de Abel. A. Murcia Soriano)

 

 

 

EL NÚMERO PI

 

Digno de admiración es el número Pi

Tres coma catorce.

Todas sus siguientes cifras también son iniciales,

Quince noventa y dos porque nunca termina.

No se deja abarcar sesenta y cinco treinta y cinco con la mirada

Ochenta y nueve con los cálculos

Sesenta y nueve con la imaginación

Y ni siquiera treinta y dos treinta y ocho con una broma o sea comparación

Cuarenta y seis con nada

Veintiséis cuarenta y tres en el mundo.

La serpiente más larga de la tierra después de muchos metros se acaba.

Lo mismo hacen aunque un poco después las serpientes de las fábulas.

La comparsa de cifras que forma el número Pi

No se detiene en el borde de la hoja,

Es capaz de continuar por la mesa, el aire,

La pred, la hoja de un árbol, un nido, las nubes, y así hasta el cielo

A través de toda esa hinchazón e inconmensurabilidad celestiales.

Oh, qué corto, francamente rabicorto es el cometa.

¡En cualquier espacio se curva el débil rayo de una estrella!

Y aquí dos treinta y uno cincuenta y tres diecinueve

Mi número de teléfono el número de tus zapatos

El año mil novecientos setenta y tres piso sexto

El número de habitantes sesenta y cinco céntimos

Centímetros de cadera dos charada y mensaje cifrado

En el cual ruiseñor que vas a Francia

Y se ruega mantener la calma

Y también pasarán la tierra y el cielo,

Pero no el número Pi, de eso ni hablar,

Seguirá sin cesar con un cinco en bastante buen estado,

Y un ocho, pero nunca uno cualquiera,

Y un siete que nunca será el último,

Y metiéndole prisa, eso sí, metiéndole prisa a la perezosa eternidad

Para que continúe.

                                              (Traducción de Carlos Marrodán Casas)


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