EN EL 204 ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO DOSTOYEVSKI (AYER), DEJO COMO HOMENAJE UNA EXPOSICIÓN SOBRE SU CUENTO "EL SUEÑO DE UN HOMBRE RIDÍCULO"
RESUMEN DE LA EXPOSICIÓN SOBRE EL
CUENTO “EL SUEÑO DE UN HOMBRE RIDÍCULO”
El cuento de Dostoyeski que traté en la exposición se titula “el sueño de un hombre ridículo”. Es la historia de un hombre que está desorientado en la vida, que planea el suicidio para el día 3 noviembre y que esa misma noche tiene lugar un acontecimiento que le hace cambiar de planes y le provoca un sueño que va a transformar su vida a partir de ese momento de una forma radical. El protagonista es lo que yo considero un nihilista, un hombre que no cree en nada, al que todo le da igual –“esa era siempre su muletilla: “a mí todo me es igual”-, y que para aliviar su dolor existencial comienza a pensar que el mundo exterior no existe y que por eso mismo cuando va caminando por las calles anda como un autómata chocando con todas las personas que se encuentra a su paso, porque para él el mundo exterior no cuenta. Vive de un modo autista, un mundo espiritual empobrecido por falta de contacto con el calor humano, le falta la cordialidad humana. Pero la noche en que había planeado su suicidio –se iba a disparar con una pistola en la cabeza- va a tener lugar el acontecimiento que cambia su vida. Se encuentra con una niña desharrapada que le sale a su encuentro y que parece querer pedirle ayuda, tal vez porque su madre está enferma o porque se ha perdido, pues la niña no deja de repetir la misma palabra, “Mamá”. Pero el protagonista se quiere desentender de la niña porque ya había decidido que se iba a suicidar pues todo le daba igual, y por lo tanto tiene que demostrarse a sí mismo que también le da igual la niña y sigue su camino después de apartarla violentamente, con un gesto de desprecio. Sin embargo, ese hecho innoble que ha llevado a cabo le termina revolviendo la conciencia y cuando llega a casa comienza a sentir dolor por la niña y se queda dormido pronto por primera vez en mucho tiempo, pues padecía un largo insomnio que nunca le dejaba dormirse antes de que amaneciera. Es entonces, en esa noche en la que había decidido suicidarse y que, sin embargo, se queda rendido de sueño, cuando tiene lugar el sueño que va a transformar su vida y va a venir a darle sentido. El hombre sueña que efectivamente se dispara la pistola, pero en vez de dispararse a la cabeza, se dispara en el corazón y siente que ha muerto, pero también siente como que hay vida después de la muerte y que un ser vestido de blanco e increíblemente hermoso viene a sacarle del féretro en el que está metido y lo traslada, después de atravesar distancias siderales, a un planeta remoto en otra galaxia que parece ser una réplica del nuestro, una especie de planeta paralelo donde la vida obedece a otras reglas. Enseguida el protagonista del cuento se percata de que esa tierra es la tierra feliz en que vivía el hombre antes de la caída, una especie de paraíso perdido donde la gente vivía en armonía, entregada a un enamoramiento perpetuo y en un estado de inocencia. Las personas que se encuentran no padecen celos, ni envidia, ni se dejan llevar por la violencia, viven armonía y comunicación con los animales y las plantas. No necesitan la ciencia porque tienen un conocimiento intuitivo superior y tampoco tienen necesidad de religión ni de construir templos porque viven en una unión más estrecha con el universo. Vivían en una especie de enamoramiento mutuo, general y completo. La cosa terminó, dice el protagonista, con que él les pervierte a todos y no sabe cómo ocurrió porque no lo recuerda con claridad, sólo sabe que la causa del pecado es él. Y continua diciendo: “como la espantosa triquina, como el átomo de la peste que contagia a países enteros, del mismo modo también el protagonista contagió aquella tierra feliz y sin pecado antes de su llegada". Y a continuación se pone el protagonista de la historia a contar de qué manera el mal, contagiado por su aparición en aquella tierra, va diseminándose y extendiéndose. Todo comienza por una mentira que se cuenta por ligereza o por coquetería. A partir de ahí comienza la lujuria, que provoca los celos y la crueldad. La crueldad trae el derramamiento de sangre. Entonces llega la separación entre los hombres y los reproches. La falta de armonía lleva a una lucha por la separación, el aislamiento, la individualidad y la propiedad privada. Comienzan a hablar diferentes lenguas. Conocen por medio del dolor, lo aman, ansían el sufrimiento y comienza a creer que la verdad se consigue solo mediante sufrimiento. Dostoyeski sigue describiendo la evolución histórica que lleva al hombre a la corrupción actual, lo que de alguna manera aconteció después de que Adán y Eva cerraran las puertas del paraíso. Lo voy a omitir. Al final acaba el sueño con que el protagonista intenta pedir perdón a todos aquellos habitantes por haberlos corrompido, pero ellos no le hacen caso y le dicen que ellos eligieron querer lo que tienen y le tratan como a un loco. El protagonista entonces comprueba cómo se va desarrollando el mal que el mismo ha contagiado, comienza a dar vueltas sin saber qué hacer y a llorar por ellos, pero cuenta que los amaba probablemente más que antes, cuando en sus rostros no había sufrimiento y eran tan inocentes y maravillosos. Llegó a amar su mancillada tierra más que antes, cuando aún era paraíso, sólo porque en ella había aparecido el dolor. Finalmente, al despertar del sueño, comprende que ya no tiene motivo para suicidarse y se pone a clamar y a llorar: ¿y porque motivo? Por la verdad eterna, que ha llegado a elevar todo su ser. Quería vivir y predicar: ¿y qué quería predicar? La Verdad con mayúsculas, la verdad que él había visto con sus propios ojos. Se le había revelado una vida más grande y más fuerte y más auténtica. A partir de ese día se dedica a predicar el mensaje que le ha llegado a través del sueño y que se puede resumir en “Ama al prójimo como a ti mismo”. No puede creer que el mal sea una condición normal en las personas y se aplica a intentar construir el paraíso aquí en la tierra porque se da cuenta de que eso es posible. Acaba diciendo que es posible para cualquier hombre en una hora, en un solo instante, cambiar su vida y acabar construyendo el paraíso sólo con desearlo.
Este es el resumen que hago del
cuento, aunque yo no detallé tanto ese resumen, porque no había tiempo para
hacerlo y porque se suponía que muchos habrían leído el cuento, pero al final
pocos de los que estaban en la tertulia fueron los que lo habían leído, así que que me vi obligado a hacer un resumen escueto.
Comencé la exposición con una breve
introducción literaria. Aunque lo hice de modo gratuito porque el tema era el
mal radical y no la literatura. Comenté que se trataba en su primera parte de
un cuento existencial, pero que en su segunda parte era un cuento religioso.
(No se puede ver a Dostoyeski mismo sino como un escritor religioso). Y comenté
que era un cuento religioso porque al protagonista se le revela al final de su
historia una verdad que va a producir una “metanoia”, una transformación de
toda su existencia. Ya no será el mismo después del sueño. Antes del sueño, la
vida era para el protagonista algo que no tenía sentido. Después del sueño el
mundo que contempla adquiere un alto sentido y va a dejar una huella que va a
transformar su vida práctica y su modo de ver las cosas. Comenté también que un
esquema parecido se da en otros escritores que podrían considerarse como
religiosos. En los cuentos de Borges la revelación que se da en sus
protagonistas es de tipo gnoseológico, o del conocimiento, y la verdad se
revela como algo que viene a desbordar al protagonista, pero también a
liberarlo. En kafka la verdad se revela como el planteamiento de un enigma que
hay que resolver pero que nunca podrá resolverse porque semejante tarea excede
las fuerzas de los hombres. En Poe, por ejemplo, lo que se le revela a los
protagonistas de los cuentos es la huella que el mal deja en su cuerpo y en su
alma. También comenté que como ocurre en muchos de estos escritores, como
ocurre en algunos pasajes de la biblia o algunos cuentos de Borges, la verdad
se le revela al protagonista del cuento de Dostoyeski por medio de cauces no
ordinarios: en este caso por medio de un sueño. Sugerí que este cauce no
ordinario para acceder a la captación de algún tipo superior de verdad podría
haberse dado de verdad en Dostoyeski por medio de los numerosos ataques epilépticos que sufrió
durante su vida. (La epilepsia era denominada en la antigüedad como la
enfermedad sagrada, que era requisito imprescindible para ser chamán o
sacerdote, por ejemplo). También comenté que un personaje que sale en “los
hermanos Karamazov” y que sufre epilepsia comenta que antes de sufrir un ataque
epiléptico sentía cómo si se le fuesen a abrir las puertas del paraíso y caía
acto seguido en un estado de beatitud y absoluta paz. Acabé comentando, como
introducción, que la fábula que nos contaba Dostoyeski había que tomársela como
la transposición literaria de una auténtica experiencia moral que el habría
acusado a lo largo de su existencia.
Y a partir de aquí viene la
interpretación filosófica que hice de este cuento, pero como escribir todo este
resumen ya me ha llevado su tiempo y la exposición se puede hacer larga y
tediosa, la voy a abreviar lo máximo posible, lo suficiente para que te quedes
con la idea esencial.
Centré mi exposición sobre el cuento
de Dostoyeski en lo que me parecía central para entender su pensamiento y su
visión sobre el mal: la culpa universal. Me basé en una sentencia de
Dostoyeski: “cada hombre es culpable por todos y de todo”. Y también, en las
palabras de un personaje de los hermanos Karamazov, staret Zosima, que dice:
“Únicamente cuando el hombre comprende que no sólo es peor que todos los demás
ahí fuera, sino que es culpable por todos y por todo, ante todas las personas y
por todos los pecados del hombre, colectivos y personales, sólo entonces se
alcanzará el fin de nuestro aislamiento y se logrará nuestra unión. Pues tenéis
que saber estimados amigos, que cada uno de nosotros es culpable por todos y
por todo aquí en la tierra sin duda alguna no solo de la culpa general de la
humanidad, sino por todos y cada uno de los hombres en particular en esta
tierra. Este conocimiento es la corona del camino de todo hombre en toda la
tierra. Sólo en este conocimiento se sumirán nuestros corazones en el amor
infinito, universal, nunca saciado”. Comenté que el protagonista del cuento
encarna la figura del nihilista, alguien a quien todo le da igual y que no cree
en nada. Y esto le ocurre porque está aquejado de insensibilidad moral. Podría
llegar a orientar su vida y dotarla de sentido a condición de que lograse
percibir el bien, pero no logra discriminar lo que está bien y lo que está mal,
y esa es la razón de que todo le dé igual y que actúe como si el mundo
alrededor no existiese para él, razón por la que cuando pasea por la calle va
chocando contra la personas que se encuentra. Comenté que, según mi
interpretación, la vía que propone Dostoyeski para lograr la discriminación del
bien y del mal es la vía del amor: “ama al prójimo como a ti mismo”. La visión
sobre el mal que tiene Dostoyeski no dista mucho de la de Sócrates: El hombre
no obra el mal voluntariamente, sino por ignorancia, en este caso por
insensibilidad moral. El protagonista es un idiota moral, alguien que no es
consciente del mal que hay alrededor suyo, que no puede sentir el dolor ajeno.
La ciencia que podría capacitar al hombre para sentir el mal y aumentar su
sensibilidad moral es la ciencia del amor. Pero mientras el hombre no restaure
en sí plenamente la capacidad de amar, Dostoyeski propone una vía intermedia
que nos ponga en condiciones para llegar a vivir una vida con amor. Para salir
del estado de insensibilidad moral en que suele encontrarse el hombre ha de
reconocer que tiene una cuota de culpa en el dolor ajeno. Se ha de sentir
culpable de todo el dolor ajeno que rezuma el mundo y ha de sentirlo como si
fuera propio o causado por él. Por tanto, Dostoyeski, para restaurar la
capacidad de amar en los hombres, propone la compasión. La compasión sería ese
sentimiento que nos capacita para estar en disposición de obrar el bien, es
decir, para poner remedio a los males del mundo. El hombre, por medio de la
compasión, se hace consciente del mal y del dolor ajeno. Esto nos hace tomar
consciencia de la situación del estado del hombre en la caída que tuvo lugar en
el paraíso con el pecado original. En el paraíso, cuando el hombre peca, el
primer indicio de que se ha caído, es a la vez una elevación moral, porque a la
vez que ha pecado, ha sentido vergüenza y remordimiento, pues una vez que el
hombre ha probado el fruto prohibido del árbol del bien y del mal, se ha tapado
sus genitales con la hoja de una higuera, en señal de vergüenza por un acto
reprobable. Es por eso que para Dostoyeski el peor delito que se puede cometer
es mancillar la inocencia. La niña del cuento, a la que el protagonista
humilla, viene a convertirse en símbolo de la mancillación de la inocencia que
se produce en el mito del paraíso perdido. La única manera que tiene el hombre
de restaurar esa inocencia es sintiéndose culpable por medio del remordimiento.
La conciencia moral se logra por tanto por medio del reconocimiento de una
culpabilidad. El pecado que hace al hombre caer y luego ser consciente de su
situación moral es la mancillación de un estado de inocencia. Cada vez que
obramos el mal reproducimos aquella caída primera en el paraíso porque hemos
vuelto a mancillar nuestra inocencia original y el hombre sólo puede hacerse
moral reconociendo esa mancillación, reconociendo que al pecar ha vuelto a
perder su estado de inocencia. Para hacerse otra vez inocente después de haber
obrado el mal, ha de reconocer su culpabilidad por llevar a cabo ese acto vil y
ese reconocimiento tiene que expresarse bajo el sentimiento de vergüenza. El
remordimiento viene a ser el estado adecuado de conciencia que sacude al hombre
de su indiferencia moral, pues en esa indiferencia no existe ni el bien ni el
mal y tampoco existe el dolor ajeno.
Quien se avergüenza de causar el dolor ajeno ha logrado ensanchar su sensibilidad
y ha logrado sentir el dolor ajeno como si fuera el suyo. Por eso el
protagonista del cuento, que había planeado dispararse en la cabeza, sueña que
finalmente se dispara en el corazón, donde queda simbolizado que la
conmiseración es el sentimiento que logra conmover el corazón y sacar al
personaje del estado de insensibilidad moral. Sólo haciendo que el corazón se
conmueva puede tener acceso el personaje a la experiencia moral que le va a
llevar a comprender lo que es el bien y el amor. Nietzsche dice que el remordimiento es como
la mordedura de un perro a una piedra: algo inútil. A diferencia de Nietzsche,
Dostoyevski ve en el remordimiento el sentimiento que puede redimir al hombre de
su estado pecaminoso. Para Dostoyevski el remordimiento es ese milagro que puede
convertir la piedra que los hombres llevamos como corazón en un verdadero
corazón. Pues al sentirnos culpables de todo el mal que nos rodea, al sentirnos
a nosotros como causa de ese mal, eso mismo ya nos está capacitando para poder
llegar a impedir ese mismo mal y nos elevamos así moralmente, y nos comenzamos
a capacitar para promover el bien y el amor en el mundo. El dolor que sufre el
protagonista y que le lleva a vivir una vida nihilista sin sentido es el mismo
dolor ajeno, el dolor de los otros y de todo el mundo que le rodea y que se
está refractando, se está reflejando en su propio dolor. Sólo que el
protagonista no es consciente de ello porque no logra sentirlo. Sólo siente su
dolor egoísta. No es capaz de sentir altruistamente el dolor, haciéndose cargo
del dolor ajeno. Dolor que de alguna manera está él causando y que sólo puede
redimirlo mediante el reconocimiento de la culpa. De esta manera el mal puede
verse como aquello que viene a cortocircuitar nuestra originaria capacidad de
amor; el mal es lo que nos impide amar correctamente y tener el adecuado
contacto con los otros, con la vida y con el mundo. La manera que tenemos de
restaurar nuestra perdida capacidad de amor es sufrir por los otros, hacernos
cargo del mal que sufren y de esta manera nos hacemos capaces de purificarnos
de ese mismo mal y de alejarlo de nuestras vidas. Lo que nos impide amar a los
otros es el mal que nosotros mismos obramos: el odio, el rencor, la envidia,
los celos, la lujuria, todos esos sentimientos malignos que son un obstáculo
para acercarnos a los otros. El mal se nos presenta en nosotros como una
impotencia para amar a los otros. Si logramos restaurar nuestra potencia de
amar, hacemos frente al mal y lo hacemos desaparecer.
Cuando el protagonista del cuento
sueña que llega a esa tierra antes de la caída, donde los hombres vivían en
estado de inocencia, felicidad y enamoramiento mutuo y perfecto, descubre que
esos hombres tienen un conocimiento superior a la ciencia y que no necesitan la
ciencia porque ya saben cómo vivir y no puede vivir mejor, ese conocimiento es
la ciencia del amor: El amor para Dostoyeski viene a consistir en un contacto
ininterrumpido con el todo universal, una unión más estrecha con el universo,
un vivir en armonía no sólo con los hombres, sino con el todo, con vegetales,
animales, astros. Esa especie de enamoramiento mutuo, general y completo en el
que viven es lo que les otorga su conocimiento superior sin necesidad de
ciencia. Viven en un estado prereligioso, o mejor dicho, vivirían en la
verdadera religiosidad, y por eso no necesitan ni templos ni religiones. La
ciencia que poco a poco hemos ido construyendo los hombres sería el resultado
de haber perdido el conocimiento perfecto que da vivir en amor, y por tanto
nuestra ciencia es un sustitutivo, un mal sucedáneo que intenta recomponer
aquel conocimiento superior perdido al perder la capacidad originaria del amor.
Ese sentimiento de armonía universal con el Todo es para Dostoyeski lo que
preponderaba en el hombre cuando aún permanecía en el paraíso. Dios amaba al hombre
y el hombre amaba a Dios. Con la caída, el hombre no pierde el amor de Dios,
pero sí pierde el amor que sentía hacia Dios y por tanto pierde ese sentimiento
de armonía con el todo de la creación. El mandato de Dios, el mandato de no
probar del fruto del árbol del bien y del mal, es el mandato del amor. Al
desobedecer el mandato de Dios, el hombre se hace culpable de un pecado de
soberbia: es decir, deja de amarlo todo, deja de amar todo lo que le rodea,
deja de estar en armonía con el todo universal, para amarse a sí mismo más que
a todo lo demás. Prueba el fruto del bien y del mal. Hasta ese momento no
existía el mal porque podía amarlo todo y por tanto nada malo había. A partir
de ese momento es bueno todo lo que permite amarse a sí mismo y es malo todo lo
que le impide amarse a si mismo. De ahí que comience a vivir el mundo como
separación, que comience a ver el mundo desde un punto de vista egoísta y que
ese amor egoísta le impida el vivir en armonía con el todo universal.
El protagonista del cuento descubre
que el ha venido a traer el pecado a esa tierra de inocencia y felicidad y amor
mutuo, que ha venido a traerla por contagio y que los ha corrompido a todos y
que va a ser él el responsable de todo el origen del mal en aquella tierra, que
viene a ser una reproducción del origen del mal en la historia humana. El mal
comienza en la tierra, para Dostoyeski, con la primera mentira….
(aquí interrumpí en su momento la
redacción o resumen de esa exposición, pero lo fundamental está ya en estas
líneas, sólo tenía que concluir, pero las cosas llevan mucho tiempo, uno se
cansa y deja las cosas a medias; me alegra ahora poder resucitar esto que en su
momento escribí con el propósito de transmitirte un reflejo de lo que pudo ser
mi exposición)

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