HOMENAJE A MARCEL PROUST EN EL 103 ANIVERSARIO DE SU MUERTE: "LAS ALMAS SE MUEVEN EN EL TIEMPO COMO LOS CUERPOS EN EL ESPACIO"
Hay que ahondar en esta frase, porque con ella Proust descubrió la ley que rige las almas y la llave con la que abrió el portón de un reino ignorado. Igual que la Cultura se ha entregado con el tiempo a ignorar los fenómenos del alma para aplicarse en la física del mundo. Con su monumental obra, Proust nos levanta a su vez un monumento a la memoria humana, a su capacidad para levantar sobre las ruinas del recuerdo todo un mundo olvidado que resucita con los sentidos más desdeñados: el olfato y el paladar. Ahí se reencuentra Proust con su mundo. Ahí está la mejor parte de nuestra memoria, fuera de nosotros, en el olor olvidado de una magdalena querida, pero también encontramos ahí una parte de nosotros mismos, sólo que no lo sabíamos porque se nos había ocultado a nuestras miradas. Y es gracias a ese olvido que al fin nos encontramos con nosotros mismos, con el que fuimos y todavía no hemos dejado de ser. Sólo fundiendo el que fuimos con el que ahora somos, merced a un esfuerzo de memoria, podemos alcanzar un ser más completo, como ocurre en el amor. Proust ha reformulado el viejo imperativo del "conócete a ti mismo", una nueva manera propicia de introspección que nos lleva a un nuevo conocimiento del mundo y de uno mismo. Funes el memorioso nada podía saber de la memoria, pues para conocer sus fenómenos es necesario que caigamos por una de sus grietas, que tropecemos con una baldosa dispareja y caigamos en un reino secreto que nos andaba esperando, el reino de los yos olvidados que resucitan y echan a andar a nuestro lado, el río de las mudanzas del tiempo, de donde surge un ser más diverso después de haberse ido a a bañar en él. A partir de cierta edad nuestros recuerdos -nos advierte Proust- están tan enmarañados unos con otros que podríamos hacer descubrimientos tan valiosos como los "Pensamientos" de Pascal. "En busca del tiempo perdido" no tiene descubrimientos menos valiosos: nos ha descubierto que gracias a la memoria el ser humano no tiene edad fija y puede alcanzar una inmortalidad en tiempo humano. "Los verdaderos paraísos son los paraísos que hemos perdido", nos recuerda Proust. Leyendo "En busca del tiempo perdido" ya sabemos que ahora sí podemos encontrarlos.

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