León Felipe Camino Galicia nace en Tábara (Zamora) el 11 de
abril de 1884. Los diversos destinos del padre, que trabajaba de notario, llevan a la
familia a trasladarse a Sequeros (Salamanca) y más tarde a Santander, cuando el
poeta cuenta con nueve años de edad. Estudió el Bachiller en los Escolapios de
Villacarriedo y más tarde, para cumplir con los deseos de su padre, se traslada
a Madrid para matricularse en la Facultad de Farmacia. Su afición al teatro en
la capital le lleva a descuidar una carrera hacia la que no tenía vocación y
asiste irregularmente a las clases. Después de licenciarse, sigue residiendo en
Madrid hasta que la muerte del padre en 1907 le hace regresar a Santander;
allí abre una farmacia. Su vida de farmacéutico, alejado de las actividades
literarias, no le satisface y decide vender fraudulentamente un negocio que ya
estaba casi hipotecado a prestamistas. Entonces va a Barcelona y se enrola como
actor secundario en la compañía de
Tallaví y en la de cómicos de la legua, lo que le lleva a trotar por numerosos
pueblos de España. Dos años más tarde, en un alto que hace en Madrid, es
apresado por el fraude cometido con la venta de la farmacia y pasa un año y
medio en la cárcel. Esta reclusión le vale para iniciarse en la escritura de
sus primeros versos, en forma de sonetos, que manda a Juan Ramón Jiménez, quien
se los devuelve sin ninguna contestación. Durante un breve tiempo vuelve a
regentar una farmacia en Valmaseda (Vizcaya), pero el amor por una peruana lo
devuelve de nuevo a Barcelona. Durante dos años se le ve pasar penalidades en
Madrid, donde lleva una vida bohemia y a veces de indigencia, sólo paliada por
precarios trabajos de farmacéutico en diversos pueblos de castilla. Uno de
estos es Almonacid de Zorita (Guadalajara). Allí escribe los versos de su
primer poemario “Versos y oraciones del caminante” y adopta el nombre con el
que se le conocerá ya como poeta: León Felipe. El poeta y crítico Enrique Díez
Canedo va a ser providencial para dar a conocer al nuevo poeta. “Un día –cuenta
León Felipe- me recogió Enrique Díez Canedo como se recoge a un mendigo y me
llevó de la mano a la revista “España, donde me presentó a sus amigos y, más
tarde, a los amantes de la poesía de la Península y de Hispanoamérica. Su voz
tenía ya crédito y autoridad entre los mejores. Por esa puerta entré”. Imprime
este primer libro y hace una lectura en el Ateneo, pero cuando ya está adquiriendo
notoriedad se va a Guinea como administrador de hospitales. Después de regresar
a España en 1923 para pasar unos días de vacaciones, decide no volver a
trabajar y parte para México, viaje que le va a permitir conocer a Berta
Gamboa, con quien contrae matrimonio en Brooklyn. Desde 1925 da clases de
lengua y literatura españolas en la Universidad de Cornell. Durante su estancia
en Estados Unidos lee a Walt Whitman; su
influencia le ayudará a encontrar su voz
propia, que se manifestará en la segunda parte de “Versos y oraciones del
caminante”. Regresa a España, cuando en 1931 se proclama la República. Después
de alternar estancias entre México y España, se instala por fin en Panamá,
donde compagina sus actividades profesorales con el cargo de agregado cultural
que le ha dispensado la naciente República española. Al producirse el
alzamiento nacional el 18 de julio, se reproduce también, entre el personal de
la embajada, el mismo enfrentamiento ideológico que dividía la República. León Felipe proclama
polémicamente su adhesión a la República, se despide con un violento artículo
en la prensa –“Good bye, Panamá”- y embarca rumbo a su país. Durante el asedio a
Madrid, León Felipe servirá a la causa de la República y participará activamente
en las reuniones de la Alianza de Intelectuales Antifascistas. También ejercerá
una intensa labor, junto a Alberti, Neruda y María Teresa León, en el traslado
de escritores, artistas y científicos a Valencia, donde quedan a salvo de los
bombardeos. Después de pasar temporadas en Francia y Valencia, donde asiste al
Congreso de Escritores por la defensa de la Cultura, en 1938 se traslada
definitivamente a México, país del que hará una segunda patria. En México
interviene en la Casa de España y en el Ateneo y colabora habitualmente en las
revistas fundadas por españoles. El exilio va a hacer más hondo el desarraigo
de un poeta trashumante que ya en su primer libro se queja de no tener una
patria. Entre 1946 y 1948 hace una gira por diversos países hispanoamericanos
dando recitales y conferencias. La muerte de su mujer en 1957 le provocará una
profunda crisis emocional que va a agostar su escritura. Aún así, no deja de
escribir versos y en 1965, tres años antes de morir, rompe su silencio con uno de
sus libros más personales: “Oh, este viejo y roto violín!”. Libro de síntesis y
de apuntes personales, donde hace las últimas reflexiones sobre los temas que
siempre le preocuparon: Dios, España, el hombre y el sentido de la existencia.
Otro libros suyos: “Drop a Star (1933), con toques surrealistas y ecos de Walt
Whitman. “Español del éxodo y del llanto” (1939), donde queda patente la
desesperación hacia un país que ha quedado vacío de poetas y lleno de mercaderes que vendieron la patria. En “Llamadme
publicano” (1950) desarrolla un motivo del evangelio de San Lucas: “soy el
publicano que no sabe rezar”, parafrasea en uno de sus poemas más celebres. En
el “Ciervo”, 1958, el poeta, que acaba de perder a su mujer, muestra su dolor
abjurando de un mundo absurdo del que hace responsable a Dios. Max Aub comentó
que sus poemas eran “rebeldía desesperada contra la falta de sentido del
universo; grito desgarrado del hombre que no sabe para qué ni por qué ha nacido”.
Sin embargo, no se puede olvidar que el León Felipe más brillante se halla
seguramente en sus poemas de compromiso político, donde esta rebeldía adquiere
sentido al transformarse en
inconformismo, en sed de justicia y acerada denuncia social.
Así es mi vida,
piedra,
como tú. Como tú,
piedra pequeña;
como tú,
piedra ligera;
como tú,
canto que ruedas
por las calzadas
y por las veredas;
como tú,
guijarro humilde de las carreteras;
como tú,
que en días de tormenta
te hundes
en el cieno de la tierra
y luego
centelleas
bajo los cascos
y bajo las ruedas;
como tú, que no has servido para ser ni piedra
de una lonja,
ni piedra de una audiencia,
ni piedra de un palacio,
ni piedra de una iglesia,
como tú,
piedra aventurera;
como tú
que tal vez estás hecha
sólo para una honda,
piedra pequeña
y
ligera...
!QUÉ LASTIMA!
Qué lastima
que yo no pueda cantar a la usanza
de este tiempo lo mismo que los poetas de hoy cantan!
!Qué lastima
que yo no pueda entonar con una voz engolada
esas brillantes romanzas
a las glorias de la patria!
!Qué lástima
que yo no tenga una patria!
Sé que la historia es la misma, la misma siempre, que pasa
desde una tierra a otra tierra, desde una raza
a otra raza,
como pasan
esas tormentas de estío desde esta a aquella comarca.
!Qué lástima
que yo no tenga comarca,
patria chica, tierra provinciana!
Debí nacer en la entraña
de la estepa castellana
y fui a hacer en un pueblo del que o recuerdo nada;
pasé los días azules de mi infancia en Salamanca,
y mi juventud, una juventud sombría, en la Montaña.
Después... ya no he vuelto a echar el ancla,
y ninguna de estas tierras me levanta
ni me exalta
para poder cantar siempre en la misma tonada
al mismo río que pasa
rodando las mismas aguas,
al mismo cielo, al mismo campo y en la misma casa.
!Qué lástima
que yo no tenga una casa!
Una casa solariega y blasonada,
una casa
en que guardara,
a más de otras cosas raras,
un sillón viejo de cuero, una mesa apolilladas
(que me contaran
viejas historias domésticas como a Francis James y a Ayala)
y el retrato de mi abuelo que ganara
una batalla,
retratado con una mano cruzada
en el pecho, y la otra mano en el puño de la espada!
Y, !qué lástima
que yo no tenga siquiera una espada!
Porque..., ¿qué voy a cantar si no tengo ni una patria,
ni una tierra provinciana,
ni una casa
solariega y blasonada,
ni el retrato de un mi abuelo que ganara
una batalla,
ni un sillón viejo de cuero, ni una mesa, ni una espada?
!Qué voy a cantar si soy un paria
que apenas tiene una capa!
Sin embargo...
en esta tierra de España,
y en un pueblo de la Alcarria
hay una casa
en la que estoy de posada
y donde tengo, prestadas,
una mesa de pino y una silla de paja.
Un libro tengo también. Y todo mi ajuar se halla
en una sala
muy amplia
y tan blanca...
Una luz muy clara
que entra por una ventana
que da a una calle muy ancha.
Y ala luz de esta ventana
vengo todas las mañanas.
Aquí me siento sobre mi silla de paja
y venzo las horas largas
leyendo en mi libro y viendo cómo pasa
la gente al través de la ventana.
Cosas de poca importancia
parecen un libro y el cristal de una ventana
en un pueblo de la Alcarria,
y, sin embargo, le basta
para sentir todo el rimo de la vida a mi alma.
Que todo el ritmo del mundo por estos cristales pasa
cuando pasan
ese pastor que va detrás de las cabras
con una enorme cayada,
esa mujer agobiada
con una carga de leña en la espalda, esos mendigos que vienen arrastrando sus miserias, de Pastrana,
y esa niña que va a la escuela de tan mala gana.
!Oh, esa niña! Hace un alto en mi ventana
siempre y se queda a los cristales pegada
como si fuera una estampa.
!Qué gracia
tiene su cara
en el cristal aplastada
con la barbilla sumida y la naricilla chata!
Yo me río mucho mirándola
y la digo que es una niña muy guapa...
Ella entonces me llama
!tonto!, y se marcha.
!Pobre niña! Ya no pasa
por esta calle tan ancha
caminando hacia la escuela de muy mala gana,
ni se para
en mi ventana,
ni se queda a los cristales pegada
como si fuera una estampa.
Que un día se puso mala,
muy mala,
y otro día doblaron por ella a muerto las campanas.
Y en una tarde muy clara,
por esta calle tan ancha,
al través de la ventana,
vi cómo se la llevaban
en una caja
muy blanca...
que tenía un cristalito en la tapa.
Por aquel cristal se la veía la cara
lo mismo que cuando estaba
pegadita al cristal de esta ventana
que ahora me recuerda siempre el cristalito de aquella caja
tan blanca.
Todo el ritmo de la vida pasa
por este cristal de mi ventana...
!Y la muerte también pasa!
!Qué lástima
que no pudiendo cantar otras hazañas,
porque no tengo una patria,
ni una tierra provinciana,
ni una casa
solariega y blasonada,
ni el retrato de un mi abuelo que ganara
una batalla,
ni un sillón viejo de cuero, ni una mesa, ni una espada,
y soy un paria
que apenas tiene una capa...
venga, forzado, a cantar cosas de poca importancia!
VENCIDOS...
Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar.
Y ahora ociosa y abollada va en el rucio la armadura
y va ocioso el caballero sin peto y sin espaldar,
va cargado de amargura,
que allá encontró sepultura
su amoroso batallar.
Va cargado de amargura
que allá "quedó su ventura"
en la playa de Barcino, frente al mar.
Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar.
Va cargado de amargura,
va, vencido, el caballero de retorno a su lugar.
!Cuántas veces, Don Quijote, por esa misma llanura
en horas de desaliento así te miro pasar!
!Y cuántas veces te grito: Hazme un sitio en tu montura
y llévame a tu lugar;
hazme un sitio en tu montura
caballero derrotado,
hazme un sitio en tu montura,
que yo también voy cargado
de amargura
y no puedo batallar!
Ponme a la grupa contigo,
caballero del honor,
ponme a la grupa contigo
y llévame a ser contigo
pastor.
Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar...
REVOLUCIÓN
Siempre habrá nieve altanera
que vista el monte de armiño
y gua humilde que trabaje
en la presa del molino.
Y siempre habrá un sol también
-un sol verdugo y amigo-
que trueque en llanto la nieve
y en nube el agua del río.
PIE PARA "EL NIÑO DE VALLECAS", DE VELÁZQUEZ
Bacía, yelmo, halo
Este es el orden, Sancho.
De aquí no se va nadie
Mientras esta cabeza rota
del Niño de Vallecas exista,
de aquí no se va nadie. Nadie
Ni el místico ni el suicida.
Antes hay que deshacer este entuerto,
antes hay que resolver este enigma.
Y hay que resolverlo entre todos,
y hay que resolverlo sin cobardía,
sin huir
con unas alas de percalina
o haciendo un agujero
en la tarima.
De aquí no se va nadie. Nadie.
Ni el místico ni el suicida.
Y es inútil,
inútil toda huída
(ni por abajo
ni por arriba).
Se vuelve siempre. Siempre.
Hasta que un día (!un buen día!)
el yelmo de Mambrino
-halo ya, no yelmo ni bacía-
se acomode a las sienes de Sancho
y a las tuyas y a las mías
como pintiparado,
como hecho a la medida.
Entonces nos iremos todos
por las bambalinas.
Tú, y yo, y Sancho, y el Niño de Vallecas,
y el místico, y el suicida.
YA NO HAY FERIA EN MEDINA, BUHONEROS
!Miradla todos!... Está muerta...
!Miradla!
!Miradla!
Los que habéis vivido siempre arañando su piel,
removiendo sus llagas,
vistiendo sus harapos,
llevando a los mercados negros terciopelos y lentejuelas,
escapularios y cascabeles...
y luego no habéis sabido conservar este viejo negocio que os daba pan y gloria...
quisierais que viviese eternamente...
!Pero está muerta!
Miradla todos:
los que habéis vendido su cadáver.
!Miradla!... Miradla
los eruditos y los sabios:
los traficantes de la cota del Cid
y del sayal de Santa Teresa.
Miradla,
los chamarileros de la ciencia, que vendíais por oro macizo, botones huecos de latón...
Miradla,
Miradla,
los anticuarios,
los especialistas del toro y del barroco,
los catadores de cuadros y vinagre...
los castradores de colmenas que dabais cera a los cirios y miel a los púlpitos...
los que levantabais en las plazas puestos de avellanas y nueces vanas... y vivíais del rito hueco y anacrónico...
los vendedores de bellotas para las gruesas cuentas de los rosarios...
y los fabricantes de metales para las medallas y los esquilones.
Miradla
los poetas del rastro, de la cripta y la carcoma,
y los viajantes de rapé y de greguerías.
Miradla
los pintores de esputos y gangrena,
de prostíbulos y patíbulos,
de sótanos y sacristías,
de cristos disfrazados y de máscaras...
que preguntabais aturdidos:
Y si España se salva... y si España no muere,
y si España se quita la careta,
se limpia la cara
y abre la ventana...
¿Qué pintamos nosotros?
Miradla
los que estáis negociando todavía
con el polvo,
con la carroña
y con la sombra.
Miradla
los dialécticos,
los sanguinarios,
los moderados,
los falsificadores de velones
y los mercaderes de tinieblas
que en cuanto escuchasteis esta oferta:
"Toda la sangre de España por una gota de luz"
gritasteis enfurecidos:
"No, no; eso es un mal negocio."
Miradla
los que vivíais de la caza y de la pesca del turista
y los vendedores de panderetas.
Miradla
los mastines del 98, que en cuanto ganasteis la antesala dejasteis de ladrar,
pactasteis con el mayordomo, y ahora en el destierro no podéis vivir sin el collar pulido de las academias.
Miradla
los grandes payasos ibéricos que hicisteis siempre pista y escenario dela patria y decíais en el exilio: !Mi España, la tierra de mi España! En lugar de decir !La arena de mi circo!
Miradla
los constructores de ratoneras
y el gran inventor de la contradicción y la paradoja, que se cogió las narices con su invento.
Miradla
los escritores de novelas y comedias que buscabais la truculencia y el melodrama y ahora, después de tres años de guerra y destrucción, habéis dicho: !Basta, ya tenemos argumento!
Miradla
los copleros de plazas y mercados que tenéis ya el cartelón pintado de almagre, las coplas hechas, la musiquilla y el guitarrón.
Miradla
los gitanos que adobabais el burro viejo y llenabais de flequillos y revuelos la capa para engañar al toro y al payo...
!Ya no hay feria en medina, buhoneros!
DEJAD QUIETO EL MOLINILLO
Miradla, miradla
los sastres,
los zapateros,
los sombrereros,
los modistos
que vestíais a los coroneles, a los arzobispos y a los diplomáticos, y hacíais vuestro gran negocio en carnaval.
Miradla
los sodomitas,
los adúlteros,
y los leprosos
que cambiasteis las leyes para defender vuestras llagas.
Miradla
los generales iscariotes que comprasteis vuestras cruces y vuestras medallas con los treinta dineros,
y el clown, condecorado por el micrófono y el viento,
que conquistó su fama regando la pista de todos los circos del mundo con el llanto de las madres españolas.
!Miradla, miradla
los fariseos que decíais: sólo la Iglesia tiene la verdad,
sólo bajo su bóveda vive el hombre seguro
y metisteis de nuevo
vuestros mercadillos en el templo;
y ese, ese,
el sacristán espía que llevaba
cosido en las telas del escapulario
el plano de la muerte...
y juraba que era una plegaria milagrosa.
Miradla
los chalanes de caballos ciegos para las plazas y para las norias...
los comediantes y los políticos que sosteníais 330 veces la misma comedia en el cartel...
y el chulo democrático del manubrio,
que piensa todavía que España tiene cuerda para siempre.
!Ya no hay más vueltas!
!Dejad quieto el molinillo!
III ESTA MUERTA... LA HEMOS ASESINADO ENTRE TU Y YO
Está muerta. !Miradla!
Miradla
los viejos gachupines de América, los españoles del éxodo de ayer
que hace cincuenta años
huisteis de aquella patria vieja por no servir al Rey
y por no arar el feudo de un señor...
y ahora... nuevos-ricos,
queréis hacer la patria nueva
con lo mismo,
con lo mismo que ayer os expatrió:
con un Rey
y un señor.
No se juega a la patria
como se juega al escondite:
ahora sí
y ahora no.
Ya no hay patria. La hemos matado todos:
los de aquí y los de allá,
los de ayer y los de hoy.
España está muerta. La hemos asesinado
entre tú y yo.
!Yo también!
Yo no fui más que una mueca,
una máscara
hecha de retórica y de miedo.
Aquí está mi frente. !Miradla!
Porque yo fui el que dijo:
"una estrella roja, sí...
una estrella roja y sola
de sangre española en la frente...
preparad los cuchillos,
aguzad las navajas
calentad al rojo vivo los hierros,
id a las fraguas,
que os pongan en la frente el sello de la unidad y la Justicia"...
Y aquí está mi frente
sin una gota de sangre. !Miradla!
IV ALLÍ NO HAY NADIE YA
!España, España!
Todos pensaban
-el hombre, la Historia y la fábula-
todos pensaban
que ibas a terminar en una llama...
y has terminado en una charca.
Allí no queda nada.
Al borde de las aguas
cenagosas... una espada
y lejos... el éxodo,
un pueblo hambriento y perseguido
que escapa.
Español del éxodo de ayer
y español del éxodo de hoy...
allí no queda nada.
Haz un hoyo en la puerta de tu exilio,
planta un árbol,
riégalo con tus lágrimas
y aguarda.
Allí no hay nadie ya...
quédate aquí y aguarda.
Sopla en toda la Tierra
el mismo viento que se llevó tu casa.
¿Adónde quieres ir?
¿A buscar tu venganza?
Si el crimen fue de todos,
si la tragedia viene de lejos... de muy lejos
como en la Orestiada.
Ha entrado el viento y todo lo ha derribado
¿Quién abrió la ventana?
Nadie... !El viento!
V ¿SIGNOS?
¿Quién ha implorado ya el perdón y espera sólo que se descorran los cerrojos?
Español del éxodo y del llanto
¿de qué te tienen que perdonar?
¿Qué regazo,
qué tiara...
qué virtud hay en el mundo
ante la cual deban arrodillarse tus lágrimas?
Vinagre escupen los hisopos,
y la boca de los párrocos, venganza.
No hay en toda la Tierra
una mano limpia que pueda bendecir.
Habla con Dios directamente si le hallas
o maldice tu día como Job
y arroja al cielo tus palabras.
Allí no hay nadie...
Unas harcas.
arena del desierto...
polvo estéril del Sahara...
polvo, polvo
sobre una inmensa charca.
-Muera, muera ese falso augur
que ve mejor la grupa de la noche
que la frente de la mañana.
¿Que signos hay
para anunciar más lágrimas?
Mostradnos vuestra ciencia o vuestra gracia.
-¿Signos? Para saber el tiempo
que tendremos mañana
no consultéis a la veleta.
Mejor que al viento
consultadle al agua.
Mirad a la laguna
(lo que ayer fue agua limpia
es ahora charca),
o al ángulo
del ojo de las vacas
(la mirada inocente
está cerrada).
También podéis hacer lo que Isaías:
tomarle el pulso al pueblo
y al jerarca.
(Hoy es escoria
lo que ayer fue plata.)
-!Fuera! Este es aquel poeta funerario
de la Insignia y del Hacha.
-Es aquel jeremíaco que decía:
"Solamente nos salvarán las lágrimas".
-Es un loco... un enfermo.
-¿Alguno de vosotros
conoce otro remedio?
¿Sabéis vosotros más?
¿Veis vosotros más lejos
y más claro?
Vosotros, los doctores modernos,
los exploradores de la psiquis,
los loqueros,
los que pulsáis las cuerdas
heridas de los nervios
y bajáis y subís como alpinistas
por la abrupta geografía del cerebro,
¿sabéis vosotros más?
¿Podéis vosotros organizar mi llanto
o explicarme de otros modos mis sueños?
Porque no basta con decir:
es un loco... un enfermo.
Además, ya no hay locos,
ya no hay locos, amigos, ya no hay locos.
Se murió aquel manchego,
aquel estrafalario
fantasma del desierto
y... ni en España hay locos.
Todo el mundo está cuerdo,
terrible,
monstruosamente cuerdo.
Escuchadme:
VI. LOQUEROS... RELOJEROS...
El sapo iscariote y ladrón
en la silla del juez,
repartiendo castigo y premios
!en nombre de Cristo,
con la efigie de Cristo
prendida en el pecho!
Y el hombre aquí de pie,
firme, erguido, sereno,
con el pulso normal,
con la lengua en silencio,
los ojos en sus cuencas
y en su lugar los huesos.
El sapo iscariote y ladrón
en la silla del juez,
repartiendo castigo y premios...
y yo tranquilo aquí
callado, impasible, cuerdo... !cuerdo!
sin que se me quiebre
el mecanismo del cerebro.
¿Cuándo se pierde el juicio?
Relojeros,
¿cuándo enloquece el hombre?
¿Cuándo?
¿Cuando es cuando se enuncian los conceptos
absurdos
y blasfemos,
y se hacen unos gestos sin sentido,
monstruosos y obscenos?
¿Cuándo es cuando se dice,
por ejemplo:
no es verdad,
Dios no ha puesto
el hombre aquí en la Tierra
bajo la luz y la ley del Universo;
el hombre
es un insecto
que vive en las partes pestilentes y rojas
del mono y del camello?
¿cuando, si no es ahora
(yo pregunto, loqueros),
cuándo,
cuándo es cuando se paran los ojos
y se quedan abiertos,
sin que puedan cerrarlos ni la llama ni el viento?
¿Cuándo es cuando se cambian
las funciones del alma y los resortes del cuerpo,
y en vez de llanto
no hay más que risa y baba en nuestro gesto?
Si no es ahora,
ahora que la Justicia vale menos,
muchos menos, que el orín de los perros;
si no es ahora, ahora que la Justicia tiene menos,
infinitamente menos
categoría que el estiércol;
si no es ahora, ¿cuándo,
cuándo se pierde el juicio?
Respondedme, loqueros, relojeros...,
¿cuándo se quiebra y salta roto en mil pedazos
el mecanismo del cerebro?
Ya no hay locos, amigos, ya no hay locos.
Se murió aquel manchego,
aquel estrafalario
fantasma del desierto,
y... !ni en España hay locos!
Todo el mundo está cuerdo,
terrible,
monstruosamente cuerdo.
!Qué bien marcha el reloj;
que bien marcha el cerebro,
este reloj, este cerebro -tic, tac... tic, tac, tic, tac...-
es un reloj perfecto..., perfecto...; !perfecto!
VII. PREGUNTAD AL COMADRÓN
No preguntéis, no preguntéis a los loqueros-relojeros.
No preguntéis tampoco
al hombre de los mapas y de los argumentos;
no preguntéis al estratega
ni preguntéis al dialéctico.
Mirad,
mirad al cielo.
Vienen solas y negras dos nubes contrarias,
preñadas de agua y fuego.
Preguntad al comadrón: ¿Qué parirán?
¿Qué parirán?
¿habrá diluvio o habrá incendio?
-Llanto.
-Construyamos un Arca
como en el viejo Testamento.
-!Ya es tarde, ya es tarde!
(pasa iracundo resoplando el viento).
Escuchad otra voz:
-Hay que tomar la espada
y elegir un ejército.
Uno de los ejércitos del mundo.
No hay más que dos ejércitos.
-Español del éxodo y del llanto,
que llegas a México,
no te sientes tan pronto,
que aquí sopla aún el viento,
el mismo viento
que derribó la torre
de tu pueblo...
No digas en seguida:
allá yo era un esclavo
y aquí soy un liberto,
porque la tierra entera está imantada
y caminamos todos con zapatos de hierro.
Se ha muerto un pueblo, pero el hombre
no se ha muerto. De nuevo
tomad todos la espada
y elegid un ejército.
VIII. HOY NO ES DÍA DE CONTAR
Que se quite sus libreas
el discreto,
y su levita funeraria
el miedo.
No es hora de argüir:
yo soy un sabio, o yo no entiendo
más que de mi oficio
y mi comercio.
Porque el hombre
-el erudito historiador y el zapatero-
ha de estar preparado antes que nada
para el día fatal
de las inundaciones y del trueno.
"Zapatero, a tus zapatos..."
Deja ahora los zapatos, zapatero
y salva sólo esta ficha, historiador:
"Volaba la corneja sobre el lado siniestro".
Ahora tirad las leznas y los tarjeteros
con los otros cachivaches domésticos.
El hombre hace su historia y sus zapatos
cuando sopla otro viento.
Hoy va a caer mucha agua,
!mucho llanto!, y tendremos
que ir todos sin papeles en los bolsillos
y con los pies ligeros
para nadar, para nadar sin trabas
y llegar a algún puerto.
Ya habrá espacio otro día
para cortar el cuero;
ya habrá espacio mañana
para ordenar papeles
y juntar documentos;
ya habrá espacio de sobra
para contar,
para contar,
todo lo que ha sucedido en este tiempo.
Ahora... tomad todos la espada
y elegid un ejército. No hay más que dos ejércitos.
Hoy no es día de contar, historiadores,
es día de gestar..., de hacer el cuento,
de empezar otra historia y otra patria
y... de comprarse un traje nuevo.
IX. LAVANDEROS... TINTOREROS...
Ese indumento que ahora llevas
ya no sirve, español.
Oídlo,
los antiguos alfayates del Rey,
los viejos quitamanchas del landó,
los fabricantes de lejía
y los vendedores de sidol.
Hay una mancha roja
aquí en la manga izquierda
del viejo levitón...,
y en la derecha hay otra
(¿Ha visto Usted, señora?)
otra..., un poquito mayor.
Y ninguna se quita con nada
(!Lavanderas, tintoreros!),
ninguna de las dos.
Preguntad más arriba:
!Eh! ¿Cómo se cura el cáncer
y la lepra, doctor?
Más arriba, más arriba...
En la buhardilla viven
el prestamista y el enterrador.
Y allá en las cumbres fronterizas,
el buitre y la zorra...
X. ESPAÑOL
Español del éxodo de ayer
y español del éxodo de hoy:
te salvarás como hombre,
pero no como español.
No tienes patria ni tribu. Si puedes,
hunde tus raíces y tus sueños
en la lluvia ecuménica del sol.
Y yérguete... !Yérguete!
Que tal vez el hombre de este tiempo...
es el hombre movible de la luz,
del éxodo y del viento.
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