jueves, 1 de febrero de 2024

PENSAMIENTOS 19. Emil Cioran (III). ("Desgarraduras")




 Emil Cioran fue un pensador rumano nacido en 1911 en un pueblo de Transilvania, que estudió la carrera de Filosofía y Letras en Bucarest y que antes de salir de su país para vivir en París se dejó tentar por los cantos de sirena del movimiento nazi y llegó a militar en un círculo fascista. Antes de demostrar que dominaba por escrito la lengua francesa como pocos, ya había publicado en su propia lengua rumana algunos libros, más bien de índole mística, con ese misticismo herético que sería peculiar de Cioran y que acabaría enemistándolo con su padre, un pope ortodoxo. Salió de su país con la idea de instalarse en España, país que le fascinaba, especialmente por sus cimas místicas -Teresa, Juan de Yepes-, pero al final se quedó en Paris malviviendo sin ejercer nunca una profesión conocida: se dedicaba a deambular por las calles mientras platicaba con vagabundos y prostitutas y malcomía en comedores universitarios a los que accedía con las becas que ganaba. A partir de 1957, en que publicó Breviario de Podredumbre, por el que recibió un premio, ya no iba a abandonar la lengua francesa como instrumento verbal de sus pensamientos y tampoco iba a aceptar más premios. Se dedicó a vivir al margen de cualquier reconocimiento institucional y rara vez se dejaba abordar para una entrevista. Fue Fernando Savater, que llegó a traducir alguno de sus libros y que escribió un ensayo sobre su obra, quien iba a difundirlo en España con una famosa antología de textos publicada en Alianza Editorial y titulada "Adiós a la filosofía". En ella se vislumbraba un pensador original y escéptico, al margen de escuelas y sistemas, pero amante de la filosofía marginal, que alegaba haberse desafectado de la filosofía académica porque era incapaz de ver en los pensadores oficiales un solo acento humano: todos, salvo Sócrates y Nietzsche, habían acabado bien, algo que hacía poco recomendables a los representantes de la filosofía. Frívolo y disperso, aficionado a todos los campos, como el decía, no conocía a fondo más que el inconveniente de haber nacido. Así que su filosofía era de un elegante pesimismo, que atacaba a Tirios y Troyanos, que desconfiaba de los sistemas y de cualquier tipo de fanatismo y que en definitiva lo condenaba todo, por condenar en primer lugar la vida, a la que en alguno de sus textos definió como esa epilepsia de la materia que nos vuelve a todos locos. Escribió libros contra la Historia, contra las utopías y en general contra la vida: blasfemo sin igual, acabó convirtiéndose en un predicador del suicidio como antiveneno para todos los males del hombre. A pesar de sus predicaciones, no llegó a seguir el ejemplo y logró alcanzar los 84 años de edad sin mayores percances que un Alzheimer  qué hizo que diese con sus pies en una residencia de ancianos, donde falleció un 20 de junio de 1995. Los aforismos seleccionados están extraídos de su libro titulado "Desgarraduras", publicado en 1979.


Los filósofos escriben para los profesores; los pensadores, para los escritores.

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Un libro tiene que hurgar en las heridas, incluso provocarlas. Un libro ha de ser un peligro.

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Bloy habla de la oculta mediocridad de Pascal. La fórmula me parece sacrílega y en efecto lo es, aunque no completamente, dado que Pascal, excesivo en todo, también lo fue en materia de sentido común.

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¿Qué es el dolor? Una sensación que no quiere borrarse, una sensación ambiciosa.

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¿En qué me beneficiaria tener fe, puesto que comprendo al Maestro Eckhart igual de bien que si la poseyera?

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!Bienaventurados todos aquellos que, habiendo nacido antes que la Ciencia, tenían el privilegio de morir en cuanto les llegaba su primera enfermedad!

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Entrevista con un infrahombre. Tres horas que hubieran podido convertirse en un suplicio si no me hubiera repetido constantemente que no estaba perdiendo el tiempo, que de todas formas tenía la suerte de contemplar a un espécimen de lo que será la humanidad dentro de algunas generaciones...

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En el mercado dos viejas hablan en tono grave.. En el momento de separase, una de ellas, la más deteriorada, concluye: "Para estar tranquilo, hay que permanecer en lo normal de la vida".

Eso es, en parecidas palabras, lo que profesaba Epicteto.

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Entre las miserias (vejez, enfermedad, etcétera) que justifican la búsqueda de liberación, buda cita el !"pánico escénico"! Si se trata de pánicos, habría que empezar y terminar por el del ser vivo como ser vivo.

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A Pascal, es una pena, no le pareció conveniente detenerse a considerar el sucidio. Sin embargo, era un tema a su medida. Sin duda hubiese esta en contra pero con sus reveladoras concesiones.

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No escribimos porque tengamos algo que decir, sino porque tenemos ganas de decir algo.

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De existir un momento en el deberíamos desternillarnos de risa, sería aquel en el cual, bajo los efectos de un malestar nocturno intolerable, nos levantamos sin saber si vamos a redactar nuestras últimas voluntades o a limitarnos a algún mísero aforismo.

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Existsir es un plagio.

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Según la Cábala, un ser, desde el momento de su concepción lleva, mientras permanece en el seno de su madre, una señal luminosa que se extingue con su nacimiento...

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"No hay vez que piense en la crucifixión de Cristo sin caer en el pecado de la envidia."

Si Simone Weil me gusta tanto es por esas frases en las que su orgullo rivaliza con el del mayor de los santos.

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La esterilidad nos vuelve lúcidos y despiadados. En cuanto dejamos de producir, todo lo que hacen los demás nos parece falto de inspiración y de sustancia. Juicio cierto, sin duda. Pero tendríamos que haberlo emitido antes, cuando estábamos produciendo, cuando precisamente estábamos haciendo lo mismo que los demás

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La verdadera elegancia moral consiste en el arte de disfrazar las victorias de derrotas.

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La muerte es un estado de perfección, el único al alcance de un mortal.

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Aquel día estábamos en la mesa hablando de "Teología". La criada, una campesina analfabeta, escuchaba de pie. "Solo creo en Dios cuando me duelen las muelas", dijo. Después de toda una vida, su intervención es la única que recuerdo.

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Cualquier concesión que hagamos va acompañada por un empequeñecimiento interior del que no nos damos inmediatamente cuenta.

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En un semanario inglés, una diatriba contra Marco Aurelio, a quien el autor acusa de hipocresía, filisteísmo y pose. Furioso, me disponía a contestar cuando, pensando en el emperador, me eché atrás con presteza. No era justo que me indignase en nombre de quien me enseñó a no idignarme nunca.

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A ese amigo que me confiesa aburrirse porque no puede trabajar, le contesto que el tedio es un estado superior, y que relacionarlo con la idea de trabajo es rebajarlo.

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Existir es un fenómenos colosal... que no tiene ningún sentido. Así definiría yo la estupefacción en la vivo día tras día.

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La búsqueda de Edipo, la persecución sin miramiento -incluso sin escrúpulos- de la verdad y la obstinación en su propia ruina recuerdan el proceder y el mecanismo del Conocimiento, actividad eminentemente incompatible con el instinto de conservación.

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En el zoo. Todos los animales tinen un comportamiento decente, excepto los monos. Se nota que el hombre no anda lejos.

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Imposible acceder a la verdad mediante opiniones, pues toda opinión es solo un punto de vista "loco" sobre la realidad.

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Mientras preparaban la cicuta, Sócrates estaba aprendiendo una melodía de flauta. "¿Para qué te servirá?", le preguntan. "Para saber esta melodía antes de morir."

Si me atrevo a recordar una respuesta trivializada por los manuales, es porque me parece la única justificación seria de cualquier voluntad de conocer, ya se ejerza esta en el mismo umbral de la muerte o en cualquier otro momento.

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La muerte, !qué deshonra! Convertirse de repente en objeto...

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Nada nos vuelve modestos, ni siquiera el ver un cadáver.

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Cualquier acto de valor es obra de un desequilibrado. Los animales, normales por definición, siempre son cobardes, excepto cuando se saben más fuertes,lo cual es una pura cobardía.

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Ritual tántrico: en el transcurso de una sesión de iniciación le ponen delante un espejo que le devuelve su propia imagen. Al contemplarla, entiende que uno solo es eso, es decir, nada.

¿Para qué tantos rodeos, cuando es tan fácil caer en la cuenta de lo poco que somos?

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Si hubiese una manera corriente, incluso oficial, de matarse, el suicidio sería mucho más cómodo y mucho más frecuente. Pero como para terminar consigo mismo cada cual tiene que buscar su propia manera, pierde uno tanto tiempo meditando sobre bagatelas que olvida lo esencial.

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Concebir solo las cosas que nos complacería rumiar en una tumba.

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Los santos reputados no eran partidarios de hacer milagros; se prestaban a ello a regañadientes, como si alguien les obligara moralmente. Esta tan marcada aversión a realizarlos les venía sin duda del miedo a caer en el pecado del orgullo y a ceder a la tentación de lo titánico, al deseo de ser igual a Dios y de robarle sus poderes.

A veces, en el paroxismo de la voluntad, concebimos que se puedan forzar las leyes de la naturaleza. Esos momentos son tan extenuantes que nos dejan jadeantes, desprovistos de la energía interior necesaria para infringir y pisotear esas leyes. Si la sola intención del milagro agota, ¿qué no hara entonces el propio milagro?

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Quisiera proclamar una verdad que me apartara para siempre de los vivos. conozco los estados, pero no las palabras que permitirían formularla.

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!Lástima que no podamos progresar en modestia! Me he empeñado en ello con gran celo, pero solo lo he logrado en momentos de gran cansancio. Una vez desaparecido el cansancio, mis esfuerzos se tornan vanos. La modestia tiene que ser un estado bien poco natural para que solo se alcance merced al agotamiento.

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La base de la sociedad, de cualquier sociedad, es un cierto orgullo de obedecer. Cuando este orgullo ya no existe, la sociedad se derrumba.

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Tras una grave enfermedad, en algunos países de Asia, en Laos, por ejemplo, se suele cambiar de nombre. !Cuánta clarividencia en el origen de esta costumbre! En verdad, deberíamos cambiar de nombre tras cada experiencia importante.

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Solo una flor caída es una flor total, dijo un japonés. Cabría decir lo mismo de una civilización.

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Somos y seguimos siendo esclavos mientras no logramos curarnos de la manía de la esperanza.

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Según el Talmud, el impulso malo es innato; el bueno no aparece hasta los trece años... A esta precisión, pese a su carácter cómico, no le falta verdad, y nos desvela la incurable timidez del bien frente al Mal, pues este último está cómodamente instalado en nuestra sustancia y goza de los privilegios que le confiere su condición de primer ocupante.

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¿Cómo saber si está uno en lo cierto? El criterio es sencillo: si los demás le hacen el vacío, no hay duda de que está usted más cerca de lo esencial que ellos.

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Nuestras dolencias nos impiden escapar de nosotros mismos, convertirnos en otro, cambiar de piel, conservar la capacidad de metamorfosearnos. Después de cada paso adelante, nos hacen dar un paso atrás, de manera que no podemos progresar en nada salvo en el conocimiento de nuestra inútil identidad.

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Todos estos transeúntes recuerdan a gorilas abúlicos, cansados y, además, hartos de imitar al hombre.

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Tener salud es un estado de no-sensación, incluso de no-realidad. en cuanto dejamos de sufrir, dejamos de existir.

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En el sermón de Benarés, entre las causas del dolor, buda menciona la sed del devenir y la sed del no-devenir. La primera sed se entiende, pero ¿por qué la segunda? ¿Acaso perseguir el no-devenir no es liberarse? Aquí no se apunta hacia la meta, sino hacia la ruta propiamente dicha, hacia la persecución y el apego a la persecución.

Por desgracia, en el camino hacia la liberación sólo reviste interés el camino. ¿La liberación? No la alcanzamos, nos hundimos, nos asfixiamos en ella. El propio nirvana..., !una asfixia! Aunque la más suave de todas.

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Es necesariamente vulgar todo aquello que está exento de un ligero toque fúnebre.

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Cuando consultamos a un médico especialista, tneemos la impresión de ser lo último de lo último, el desecho de la Creación, pura inmundicia. Deberíamos no saber de qué sufrimos y aún menos de qué morimos. Cualquier precisión en este terreno es impía, porque con una palabra se elimina esa mínima parte de misterio que se supone que albergan la muerte e incluso la vida.

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La indolencia nos salva de la prolijidad y por eso mismo de la impudicia inherente al rendimiento.

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El suicidio, único acto verdaderamente normal, ¿por medio de qué aberración se ha convertido en patrimonio de los tarados?

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No es el instinto de conservación lo que nos lleva a perdurar, sino únicamente nuestra propia imposibilidad de ver el porvenir. ¿De verlo? Y hasta de imaginarlo. Si supiésemos todo lo que nos espera, ya nadie se dignaría persistir. Como cualquier desastre futuro permanece abstracto, no podemos hacerlo nuestro. Ni siquiera lo asimilamos cuando se abate sobre nosotros y nos sustituye.

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¿La aparición de la vida? Una locura pasajera, una extravagancia, una fantasía de los elementos, un capricho de la materia. Los únicos que tienen alguna razón para rezongar son los seres individuales, lamentables víctimas de un antojo.

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Todos vivimos en el error, salvo los humoristas. Sólo ellos -como burlándose-, han calado la inanidad de todo lo que es serio e, incluso, de todo lo que es frívolo.

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Tras cometer una canallada, casi siempre estamos consternados. Consternación impura: apenas la percibimos y ya nos estamos pavoneando, orgullosos de haber experimentado una indignación tan noble, aunque esta vaya contra uno mismo.

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Para los males de la vida, la facultad de matarse es, según Plinio, "el mayor bien que haya podido recibir el hombre". Y compadece a la Divinidad, que ignora tal tentación y tal suerte.

!Compadecerse del Ser Supremo porque carece del recurso de darse muerte! Idea sin par, idea prodigiosa, que por sí sola consagraría la superioridad de los paganos sobre los energúmenos que pronto habrían de suplantarlos.

Decir sabiduría no es, en ningún caso, decir sabiduría cristiana, por la sencilla razón de que tal cosa no ha existido ni existirá. Dos mil años inútiles. Toda una religión condenada antes de nacer.

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El tiempo no roe únicamente todo aquello que vive, también se roe a sí mismo, como si hastiado de continuar, y excedido por lo Posible, lo mejor de sí mismo, aspirase a extirparlo.

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En mi infancia, profunda conmoción al oír a mi padre comentar, de vuelta del cementerio, cómo una madre joven, tras perder a su hijita, estalló en risas justo en el momento en que bajaban el ataúd a la tumba.

¿Arrebato de locura? Sí y no. Pues cuando asistimos a un sepelio, ante el engaño absoluto repentinamente desenmascarado, ¿acaso no deseamos reaccionar de igual manera que esta mujer? Es demasiado fuerte, es casi una provocación, la naturaleza se propasa. Es comprensible que podamos sumirnos en la hilaridad.

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No hay otro mundo. Ni siquiera existe este mundo de aquí. entonces, ¿qué hay?. La sonrisa interior que suscita en nosotros la inexistencia patente del uno y del otro.

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La amistad es un pacto, una convención. Dos seres se comprometen tácitamente a no airear nunca lo que, en el fondo, cada uno piensa del otro. Una especie de alianza basada en cautelas. Cuando uno de ellos revela públicamente los defectos del otro, se denuncia el pacto, la alianza se quiebra. No hay amistad que dure si uno de los participantes rompe el juego. En otros términos, ninguna amistad soporta una dosis exagerada de franqueza.

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No me sentiré reconciliado conmigo mismo hasta el día en que acepte la muerte como quien acepta salir a cenar: con un desagrado festivo.

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Son nuestros males los que, por suerte, nos preservan de los vértigos abstractos, convencionales, "literarios". A cambio, nos compensan con vértigos propiamente dichos.

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Quien no ha sufrido no es un ser: a lo sumo, es un individuo.

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Nos forjamos una idea muy elevada de nosotros mismos durante los intervalos en los que despreciamos la Muerte; en cambio, cuando la miramos con la bajeza del pavor, somos más auténticos, más profundos, como ocurre cada vez que volvemos la espalda a la filosofía, a la pose, a la mentira.

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En el infierno, el círculo menos poblado, pero el más duro de todos, debe de ser aquel en el que no se puede olvidar el Tiempo ni por un solo instante.

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Todo lo que ocurre es al mismo tiempo natural e inconcebible. Esta es la conclusión a la que se impone llegar, así se consideren los grandes acontecimientos o los pequeños.

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Si tuviésemos una percepción infalible de lo que somos, nos quedaría valor suficiente para acostarnos, pero, sin duda, ya no para levantarnos.

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Todo cuanto he abordado, todo cuanto he discurrido durante toda mi vida, es indisociable de lo que he vivido. No he inventado nada, solo he sido el secretario de mis sensaciones.

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No hay nada tan tonificante como el relato de una conversión. En lugar de estimulantes, habría que recetar confesiones de iluminados, de regenerados: !Qué vitalidad, qué apetito de ilusión, qué fulgor en cada mentira nueva, o incluso en las viejas! Al contacto con la verdad,en cambio, todo se oscurece, y todo se vuelve adverso, como si su papel fuese el de hacernos perder todos nuestros recursos.

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Lo que puede decirse carece de realidad. Solo cuenta y existe lo que no se vierte en palabras.

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Pensar es correr tras la inseguridad, es pegarse por naderías grandiosas, encerrarse en abstracciones con ansia de mártir, es buscar la complicación del mismo modo que otros buscan el hundimiento o el provecho. El pensador está, por definición, ávido de tormento.

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Si la muerte no fuese algo así como una solución, no hay duda de que los vivos hubieran encontrado la manera de eludirla.

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Lástima que Dios no haya mantenido el monopolio del "yo" y que nos haya dado licencia para hablar en nuestro propio nombre. !Le hubiese sido tan fácil ahorrarnos la plaga del "yo"!

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"Seguir nuestras inclinaciones en lugar de buscar nuestro camino."

Estas palabras de Talleyrand me persiguen. Desde hace años, contrariando mis "inclinaciones", me vuelvo hacia fórmulas de sabiduría ajenas a mi naturaleza, me dedico a neutralizar mis malas tendencias, en lugar de dejarme llevar, de entregarme a... mí mismo. Un seductor, el genio de la salvación es quien me ha tentado y, al ceder, aunque solo fuese a ratos, contribuí con mi mayor empeño a la debilitación del que yo era y hubiese debido seguir siendo.

Sólo somos nosotros mismo cuando movilizamos todos nuestros defectos, cuando nos solidarizamos con nuestras debilidades, cuando seguimos nuestras "inclinaciones". En cuanto buscamos nuestro "camino", y en cuanto nos imponemos algún noble modelo, nos hacemos sabotaje, nos extraviamos...

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Solo somos auténticos en la medida en que no nos lastra ningún talento.

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La originalidad de un ser se confunde con su particular manera de perder pie. Primacía de la no-ingerencia: que cada uno viva y muera como le parezca, como si tuviera la fortuna de no parecerse a nadie, como si fuera un bendito monstruo. Dejad, pues, a los otros tal y como están, que os lo agradecerán mucho. ¿Que os empeñáis a toda costa en su felicidad? Entonces se vengarán.

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Nos arrepentimos de no haber tenido el valor de tomar tal o cual decisión; nos arrepentimos mucho más cuando hemos tomado una, una cualquiera. !Mejor sin ningún acto que con el acto y sus consecuencias!

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Hay que tener tiempo a espuertas y una curiosidad de perturbado para apiadarse de todo bicho viviente. La ascesis: una depravación sublime...

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No definir nada forma parte de las obligaciones del escéptico. Pero ¿qué oponer a la suficiencia que nos asalta tras el hallazgo de la más banal de las definiciones? Definir es una de las manías más inveteradas, y sin duda nació con la primera palabra.

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A fin de cuentas, la filosofía no es tan despreciable: esconderse bajo verdades más o menos objetivas, divulgar agobios que en apariencia no le conciernen a uno, cultivar angustias sin rostro, camuflar con el fasto del verbo las llamadas de socorro. ¿La filosofía? Un grito anónimo...

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La conversación solo es fecunda entre mente dispuestas a consolidar su perplejidad.

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Prácticamente solo la percepción del vacío permite triunfar sobre la muerte. Pues si todo carece de realidad. ¿por qué tendría ella que tenerla?

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La vejez, en definitiva, no es otra cosa que el castigo por haber vivido.

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La esperanza es la forma normal del delirio.

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Se ha postulado que "aceptarse a uno mismo" es indispensable si se quiere producir, "crear". Lo cierto es lo contrario. Porque no nos aceptamos, nos ponemos manos a la obra, nos interesamos por los demás y, sobre todo, por nosotros mismos, para saber quien es ese desconocido con el que nos topamos a cada paso, que se niega a facilitar su identidad y del que solo nos libramos emprendiéndola contra sus secretos, volándolos y profanándolos.

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Reflexionar es levantar un acta de imposibilidad. meditar es dar a esa acta un título de nobleza.

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¿Que es mejor? realizarse en el orden literario o en el orden espiritual, tener talento o poseer una fuerza interior?

La segunda fórmula parece preferible, por ser menos frecuente y más enriquecedora. El talento esta abocado a extinguirse; la fuerza interior, en cambio, aumento con los años, incluso puede llegar a su apogeo en el momento en el que expiramos.

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Si el equilibrio, bajo todas sus formas, ahoga el ingenio, la salud, por su parte, directamente lo apaga.

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"Atentar contra nuestros días"..., !qué expresión tan atinada! Lo que poseemos es realmente eso: días, y esos días es todo contra lo que podemos atentar.

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Todo proyecto es una forma de esclavitud camuflada.

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Segun la mitología sumeria, el diluvio fue el castigo que los dioses infligieron al hombre a causa del ruido que hacía. !Qué no daríamos por saber de qué manera lo recompensarán por el estrépito de ahora!

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La timidez, fuente inagotable de desgracias en la vida práctica, es causa directa, e incluso única, de toda riqueza interior.

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Únicamente el aparato verbal de la metafísica -en el caso de que nos avengamos a utilizarlo- logra animar un poco la existencia. 

En cuanto se la considera sin ningún tipo de pompa o floritura, se ve reducida a un mísero prodigio.

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Hasta ahora, la muerte es lo más sólido que la vida ha inventado.

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Proverbio chino: "Cuando un solo perro se pone a ladrar a una sombra, diez mil perros la convierten en realidad".

Ponerlo como epígrafe en cualquier comentario sobre las ideologías.

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Toda utopía en vías de realización se parece a un sueño cínico.


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