Claudio Rodríguez nace en Zamora el 30 de enero de 1934, en el seno de
una familia burguesa de provincias. Es el primer hijo de María García Moralejo,
de arraigadas convicciones burguesas y heredera de algunas propiedades cerca de
Zamora, y de Claudio Rodríguez Diego, de origen humilde; era hijo de una
lechera, y sólo con mucho esfuerzo había logrado terminar la carrera de Derecho
y trabajar como interventor de Hacienda. El padre es, además, gran lector de
poesía y, con el tiempo, ha logrado reunir una importante biblioteca; también
escribe versos, que de vez en cuando publica en los periódicos locales. El
poeta es muy niño cuando comienza la guerra civil y apenas conserva vagos
recuerdos, excepto el del día en que, acompañado de su padre, contempla un
fusilamiento en las tapias del cementerio de Zamora. Desde los cinco años, su
vida se reparte entre Zamora y la finca de su abuela materna, muy cerca de la
ciudad, donde pasa temporadas en contacto con la naturaleza y los trabajos del
campo, que va a dejar impronta en su obra.
En 1944 comienza los estudios de Bachillerato en el Instituto
"Claudio Moyano", y un año más tarde tiene lugar el nacimiento de sus
hermanas gemelas María Luisa y María del Carmen. Ante el opresivo ambiente
provocado en su vida burguesa por las desavenencias entre sus padres, comienza
a buscar consuelo y desahogo haciendo escapadas por el campo, que le sirve para
intimar desde muy temprano con la naturaleza, volviendo su carácter más
contemplativo. El 23 de marzo de 1947 muere repentinamente su padre, un suceso
capital en la vida del poeta, por el trauma que le produjo. Su muerte prematura
supone también la ruina de la familia y la incapacidad de la madre para hacerse
cargo de la hacienda familiar. Adolescente aún, ha de ocuparse de la
administración de las fincas y tratando con jornaleros comienza a pasar largas
temporadas en el campo. Por esta misma época comienza a saquear la biblioteca
de su padre y se convierte en un voraz lector de poesía: los poetas franceses,
Verlaine, Rimbaud, Baudelaire, Valery son los más frecuentados, además de Rubén
Darío, Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado. Hacia 1948 comienza a hacer sus
primeros tanteos con la poesía, centrándose sobre todo en la práctica del
ritmo. Tras un intento frustrado de la publicación de un libro con sus primeras
composiciones, en 1951 comienza a escribir Don de la ebriedad. Escribí casi
todo el libro andando -llegó a declarar más tarde-. Me lo sabía de memoria y lo
iba repitiendo, corrigiendo, modificando, cuando andaba por el campo”. Ese
mismo año se traslada a Madrid para estudiar, con una beca, Filosofía y Letras
en la Universidad Central. Allí traba en seguida relación con Carlos Bousoño,
Vicente Aleixandre y Dámaso Alonso. En 1952 cede a los deseos de la madre y se
matricula por libre en la Facultad de Derecho de la Universidad de Salamanca,
que abandonará enseguida tras aprobar algunas asignaturas. En 1953, tras
recepción favorable de Vicente Aleixandre, se decide a mandar el libro “Don de
la ebriedad” al premio Adonáis. Un jurado compuesto por Gerardo Diego, José
Hierro y Luis Felipe Vivanco le concede el premio. La publicación del libro en
enero de 1954 se convierte en un acontecimiento para los poetas y críticos del
momento. Ese año comienza a relacionarse con el grupo de Leopoldo Panero y Luis
Rosales. También intima con Blas de Otero, con quien realiza algunas
excursiones por tierras del Duero. En 1956 se afilia al partido comunista, que
abandona enseguida, aunque nunca llegó a perder la vinculación con algunos de
sus camaradas. En 1957 se licencia en Filología Románica. En 1958 consigue un
puesto de lector de Español en la Universidad de Nottingham, donde permanece
dos años. Allí entra en contacto con el pensamiento y la literatura en lengua
inglesa. En 1959 se casa con Clara Miranda, a quien había conocido años antes
en el curso de una excursión Universitaria a Granada. Desde octubre de 1960 es
lector en la Universidad de Cambridge, donde permanecerá cuatro años y
establecerá relación con Francisco Brines, lector entonces en Oxford. De nuevo
en España fija su residencia en Madrid, donde va a permanecer hasta 1991,
trabajando como profesor universitario y siempre conservando un contacto muy
estrecho con su ciudad natal. En 1965 publica “Alianza y condena”, libro por el
que recibirá el premio de la Crítica. En 1974 un suceso trágico sume al poeta
en una gran desesperación: muere asesinada en medio de una calle de Madrid, en
un crimen de violencia de género, su hermana María del Carmen, con la que se
hallaba muy unido. Un año más tarde muere su madre. En 1976 publica “El vuelo
de la celebración”, que supone su consagración definitiva, convirtiéndose en
uno de los poetas más leídos entre los lectores jóvenes. En 1983 obtiene el
Premio Nacional de Poesía por un libro recopilatorio de toda su obra: “Desde
mis poemas”. En 1987 es elegido miembro de la Real Academia Española. En mayo
de 1991 publica “Casi una leyenda”, que se atrajo el favor de la crítica y fue
considerado uno de los más significativos libros de poesía de las últimas
décadas. En 1993 es galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras.
Además, obtiene el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana. Fallece en
Madrid en 1999 a consecuencia de un cáncer de colon.
Carlos Bousoño ha etiquetado la poesía de Claudio Rodríguez de “realismo
metafórico”, por su capacidad para unir contrarios y utilizar un pensamiento
paradójico. La complejidad de su técnica es la responsable de la dificultad con
que algunos se han acercado a su poesía. Claudio Rodríguez toma un elemento
concreto extraído de la vida real y lo interpreta en clave. Por ejemplo, en el
poema “El dinero” éste representa “todo cuanto es valioso en la vida del
hombre, “porque el dinero a veces es el propio/sueño, es la misma/vida”.
Bousoño también señala que el lenguaje con sabor castizo, tan predominante en
su poesía, no procede de lecturas sino de haberlo aprendido en el trato con los
hombres y en cotidiana conversación. De ahí ese tono tan original y vivo que
tiene su poesía.
Claudio Rodríguez identifica actividad poética y conocimiento. Sostiene
la idea de que la poesía “nace de una participación que el poeta establece
entre las cosas y su experiencia poética de ellas, a través del lenguaje. Esta
participación es un modo peculiar de conocimiento”. También tenía la poesía
para Rodríguez un componente de revelación humana: la poesía había de revelar
al hombre "aquello por lo cual es humano, con todas sus consecuencias”.
Esto da a la poesía de Claudio un relevante matiz moral: “La poesía trata de
poner el destino humano en una relación de totalidad con la época en que se
produce y con el hombre que la escribe”
Conjuros (1958) consta de veintisiete poemas distribuidos en cuatro
libros o secciones, dentro de los cuales cada poema cobra sentido en relación
con los demás. En este libro se puede vislumbrar una crisis y un cambio con
respecto a su anterior libro, “Don de la ebriedad”. Hay en estos poemas un ansia
de volver a unirse con la naturaleza, la armonía y la inocencia perdida. Se observa
cierto tono pesimista, especialmente en la última parte del libro, donde el
poeta se hace consciente del paso del tiempo, de la falsedad, del miedo y de la
muerte. La fiesta, la amistad y la participación con la colectividad son
elementos claves que ensalzan la celebración y la alegría. Junto al tono
exclamativo todavía patente en el libro, predominante en “Don de la ebriedad”, comienza
a nacer un hilo de duda que enhebra ese tono meditativo y reflexivo
característico de su obra posterior y que enlaza este libro con su siguiente, “Alianza
y Condena”.
SIEMPRE SERÁ MI AMIGO
Siempre será mi amigo no aquel
que en primavera
sale al campo y se olvida entre
el azul festejo
de los hombres que ama, y no ve
el cuero viejo
tras el nuevo pelaje, sino tú,
verdadera
amistad, peatón celeste, tú, que
en el invierno
a las claras del alba dejas tu
casa y te echas
a andar, y en nuestro frío hallas
abrigo eterno
y en nuestra honda sequía la voz
de las cosechas.
A LA RESPIRACIÓN DE LA LLANURA
!Dejad de respirar y que os
respire
la tierra, que os incendie en sus
pulmones
maravillosos! Mire
quien mire, ¿no verá en la estaciones
un rastro como de aire que se
alienta?
Sería natural aquí la muerte.
No se tendría en cuenta
como la luz, como el espacio,
!Muerte
con sólo respirar! Fuera de día
ahora y me quedaría sin sentido
en estos campos, y respiraría
hondo como estos árboles, sin
ruido...
Por eso la mañana aún es un vuelo
creciente y alto sobre
los montes, y un impulso a ras
del suelo
que antes de que se efunda y de
que cobre
forma ya es surco para el nuevo
grano.
Oh, mi aposento. Qué riego del
alma
éste con el que doy mi vida y
gano
tantas vidas hermosas. Tened
calma
los que me respiráis, hombres y
cosas.
Soy vuestro. Sois también
vosotros míos.
Cómo aumentan las rosas
su juventud al entregarse.
!Abríos
a todo! El heno estalla en
primavera,
el pino da salud con su olor
fuerte.
!Qué hostia la del aliento, qué
manera
de crear, qué taller claro de
muerte!
No sé cómo he vivido
hasta ahora ni en qué cuerpo he
sentido
pero algo me levanta al día puro,
me comunica un corazón inmenso,
como el de la meseta y mi conjuro
es el del aire, tenso
por la respiración del aire
henchida
muy cerca de mi alma en el
momento
en que pongo la vida
al voraz paso de cualquier
aliento.
A LAS ESTRELLAS
!Que mi estrella no sea la que
más resplandezca
sino la más lejana! !No me queme
su lumbre
sino su altura, hasta lograr que
crezca
la mirada en peligros del espacio
y la cumbre!
¿Quién cae? ¿Quién alza el vuelo?
¿Qué palomares de aire me abren
los olmos? Antes
era sencillo: tierra y, sin más,
cielo.
Yo con mi impulso abajo y ellas
siempre distantes.
Pero en la sombra hay luz y en la
mañana
se hunde una oculta noche
cerrando llano y río.
qué lanzada al raso tan cercana
negro blanco ofrece el pecho mío.
!Pensar que brillarían aunque
estuviera ciego
todas las estrellas que no se
ven, aquellas
que están detrás del día! Esas de
arriba luego
caerán. !Hazlas caer! Ni son
estrellas
ni es música su pulso enardecido.
Y mientras cubre el alba como un
inmenso nido
sólidamente aéreo y blanco el
puro
culminar de los astros, siguen
viviendo apenas
como el grano en la vaina, que es
su límite oscuro.
Oíd ¿quién nos sitia acaso las
celestes almenas?
Y no encuentra reposo
lo que vive en lo alto. Vive y
sube
más, como el sol, como la nube
mientras los campos sienten el
tiempo más hermoso.
Y hasta el más inminente. Porque,
¿quién mueve, cuando
madura, toda la sazón, quién
cuando cae avisa
que es sobre todo luz y va
empezando
a preparar la tierra como para
una brisa
tan ardiente que bruña la meseta?
Ah, que eterno camino se completa
dentro del corazón del hombre.
Sin embargo ahora nada
se puede contener, y hay un
sonido
misterioso en la noche, y hay en
cada
ímpetu del espacio un corpóreo
latido.
!Estrellas clavadoras, si no
fuera
por vuestro hierro al vivo se
desmoronaría
la noche sobre el mundo, si no
fuera
por vuestro resplandor se me
caería
sobre la frente el cielo!
Estrellas puras
que vuelvo a ver como antes
nuevamente,
claras para los ojos y para el
alma oscuras.
No tan cerca. !Salvadme! Estoy
enfrente.
El aire hacer creer que surge el
día
pero no los sembrados, aún
serenos
en su tarea hacia la luz, que al
menos
es un pueblo creciente de aves de
altanería
¿Dónde están las montañas? ¿Dónde
las altas cumbres
si está más cerca siempre mi
llanura
de las estrellas? ¿Dónde están
las lumbres
de un corazón tan fuerte, tan
hondo de ternura
que llegue en todo su latido al
cielo?
Esto es sagrado. Cuanto miro y
huelo
es sagrado. !No toque nadie! Pero
sí, tocad todos, mirad todos
arriba.
¿Tan miserable es nuestro tiempo
que algo
digno, algo que no se venda sino
que, alto
y puro, arda en amor del pueblo y
nos levante
ya no es motivo de alegría?
!Vida!
estrella de hoy, de agosto! !Ve,
ved, cae
con ella, allí, todo aquel tiempo
nuestro!
Y así, marcadme, estrellas, como
a una res. !Que el fuego
me purifique! Que abra la mañana
con vosotras su luz a la que
entrego
todo lo mío, todo lo vuestro,
todo lo que hermana.
DÍA DE SOL
Me he puesto tantas veces al sol
sin darme cuenta.
!Ni un día más! De pronto, como
se abre el mercado
o el taller de la plaza, qué
faena, que renta
se me abre el día de hoy. Id a mi
lado
sin más arreos que la simple
vida,
sin más que la humildad por
aparejo.
!No espero más! Oh, sed ropa
tendida
!Que nos varee el sol y el fruto
viejo
caiga y sirva de abono
a la nueva sazón y la sustente.
Repón tu apero, corazón, colono
de este terreno mío. !Que sea hoy
el aviente,
que sea hoy el espaldar de lino
y se nos mulla y quede limpio el
grano!
!No os espero ya más! Me voy por
mi camino
a la solana eterna, donde en vano
tomaré el sol con vosotros tantas veces
sin darme cuenta. Cuántas,
cuántas veces
esperaré a que por dentro de la piel nos
curtiera.
No pasó de ella. Os dejo,
ahí os quedáis. Quisiera...
!Pero ni un día más! Os aconsejo
que ya que así estáis bien estad
siquiera
con llaneza y con fe. ¿Por qué ha
venido
esta mañana a darme a mí tal
guerra,
este sol a encender lo que he
perdido?
Tapad vuestra semilla. Alzad la
tierra.
Quizá así maduréis y habréis
cumplido.
A LAS PUERTAS DE LA CIUDAD
Voy a esperar un poco
a que se ponga el sol, aunque
estos pasos
se me vayan allí, hacia el baile
mío,
hacia la vida mía. Tantos años
hice buena pareja con vosotros,
amigos. Y os dejé, y me fui a mi
barrio
de juventud creyendo
que allí estaría mi verbena en
vano.
!Si creí que podíais seguir
siempre
con la seca impiedad, con el
engaño
de la ciudad a cuestas! !i creía
que ella, la bien cercada, mal
cercado
os tuvo siempre el corazón, y era
todo sencillo, todo tan a mano
como el alzar la olla, oler el
guiso
y ver que está en su punto! !Si
era claro:
tanta alegría por tan poco costo
era verdad, era verdad! Ah,
cuándo
me daré cuenta de que todo es
simple.
¿Qué estaba yo mirando
que no lo vi? ¿Qué hacía tan
tranquila
mi juventud bajo el inmenso arado
del cielo si en cualquier parte,
en la calle,
se nos hincaba, hacia su trabajo
removiéndonos hondo a pesar
nuestro?
Años y años confiando
en nuestros pobres laboreos, como
si fuera nuestra la cosecha, y
cuánto,
cuanto ganar nos iba
comiendo la azul criba del
espacio,
el blanco harnero de la luz. Sí,
nada,
nada era nuestro ya: todo nuestro
amo.
Como el Duero en abril entra en
la casa
del hombre y allí suena, allí va
dando
su eterna empresa y su labor, y,
entonces,
¿qué se podría hacer: ponerse a
salvo
con el río a la puerta,
vivir como si no entrara hasta el
cuarto,
hasta el más simple adobe el puro
riego
de la tierra y del mundo? Y bien,
al cabo
así nosotros, ¿qué otra cosa
haríamos
sino tender nuestra humildad al
raso,
secar al sol nuestra alegría,
nuestra
sola camisa limpia para siempre?
Basta de hablar en vano
que hoy debo hacer lo que debí
haber hecho.
Perdón si antes no os quise dar
la mano
pero yo qué sabía. Vuelvo alegre
y esta calma de puesta da a mis
pasos
el buen compás, la buena
marcha hacia la ciudad de mis
pecados
!De par en par las puertas! Voy.
Y entro
tan seguro, tan llano
como el que barbechó en enero y
sabe
que la tierra no falla, y un buen
día
se va tranquilo a recoger su
grano.
CON MEDIA AZUMBRE DE VINO
!Nunca serenos! !Siempre
con vino encima! ¿Quién va a
aguarlo ahora
que estamos en el pueblo y lo
bebemos
en paz? Y sin especias,
no en el sabor la fuerza, media
azumbre
de vino peleón, doncel o albillo,
vino de toro. Cuanto necesita
mi juventud; mi corazón, qué
poco.
!Meted hoy en los ojos el aliento
del mundo, el resplandor del día!
Cuándo
por una sola vez y aquí,
enfilando
cielo y tierra, estaremos ciegos.
!Tardes,
mañanas, noches, todo, árboles,
senderos,
cegadme! El sol nos importa, las
lejanas
estrellas... !Quiero ver, oh,
quiero veros!
Y corre el vino y cuánta,
entre pecho y espalda cuánta
madre
de amistad fiel nos riega y nos
desbroza.
Voy recordando aquellos días.
!Todos,
pisad todo la sola uva del mundo:
el corazón del hombre! Ved: ya
los sentidos
son una luz hacia lo verdadero.
Tan de repente ha sido.
Cuánta esperanza, cuánta cuba
hermosa
sin fondo, con olor a tierra, a
humo.
Hoy he querido celebrar aquello
mientras las nubes van hacia la
puesta.
Y antes de que las lluvias del
otoño
caigan, Oíd: vendimiad todo lo
vuestro,
contad conmigo. Ebrios de sequía,
sea la claridad zaguán del alma.
¿Dónde quedaron mis borracherías?
Ante esta media azumbre, gracias,
gracias
una vez más y adiós, adiós por
siempre.
No volverá el amigo fiel de
entonces.
COSECHA ETERNA
Y cualquier día se alzará la
tierra.
Ved que siempre está a punto
y espera sólo un paso bien
pisado.
!Pronto, pisadla ahora,
que sube, que se sale
la leche, la esperanza
del hombre, que ya cuece
el sobrio guiso de la vida! Pero
no, nunca así. !Pisadla
con fe, que el pie sencillo
sea ligera arma de pureza!
Nosotros, los mandados de la
empresa,
los clientes del cielo,
¿qué más vamos a hacer? Y, nada,
nada
habrá bajo la tierra que no salga
a la luz, y ved bien, a pesar
nuestro,
como llega la hora de la trilla
y se tienden las parvas,
así nos llegará el mes de agosto,
del feraz acarreo,
y romperá hacia el sol nuestro
fiel grano
porque algún día se alzará la
tierra.
¿Quién con su mano eterna
nos siembra claro y nos recoge
espeso?
¿Qué otra sazón sino la suya
cuaja
nuestra cosecha? ¿Qué bravío
empieza
a dar sabor a nuestro fruto? !A
ese,
parad a ese, a mí, paremos todos:
nuestra semilla al viento!
Pero qué importa. !Ved, ved
nuestro surco
avanzar como la ola,
vedle romper contra el inmenso
escollo
del tiempo! Pero qué importa. !A
la tierra,
a esta mujer mal paridera, demos
nuestra salud, el agua
de la salud del hombre! !Que a
sus hijos
nos sienta así, nos sienta
herirla sin dolor su vientre a
salvo!
Y ahora más que nunca,
en esta hora del día en que esto
canto
el que no se dé cuenta
de que respira, no salga de casa.
!A su puerta el aliento
de la vida, a su calle
la verbena mejor! Mucho cuidado:
quien pisa raya pisará medalla.
Sagrado es desde hoy el menor
gesto.
¿No se oye como el ruido
de un inmenso redil lejano?
!Pronto,
que va a llegar la fresca y aún
estamos
a la intemperie! Oídme, yo sé un
sitio...
!Vamos, hay que ir allí, no
perdáis tiempo,
no esperéis a sacar toda la ropa
que con lo puesto os basta!
!Que se hace tarde, vámonos, que
llega
la hora de la tierra y aún no
cala
nuestro riego, que cumple
el gran jornal del hombre y no
está el hombre!
Pero ya qué más da. La culpa es
nuestra
y quien iba a decirlo, pero
vedlo:
mirad a nuestros pies alta la
tierra.
AL RUIDO DEL DUERO
Y como yo veía
que era tan popular entre las
calles
pasé el puente, y adiós, dejé
atrás todo.
Pero hasta aquí me llega,
quitádmelo, estoy siempre
oyendo el ruido aquel y subo y
subo,
ando de pueblo en pueblo, pongo
el oído
al vuelo del pardal, al sol, al
aire,
yo qué, al cielo, al pecho de las
mozas
y siempre el mismo son, igual
mudanza.
¿Qué sitio éste sin tregua? ¿Qué
huestes, que altas lides
entran a saco en mi alma a todas
horas,
rinden la torre de la enseña
blanca,
abren aquel portillo, el
silencioso,
el nunca falso? Y eres
tú, música del río, aliento mío
hondo,
llaneza y voz y pulso de mis
hombres.
Cuanto mejor sería
esperar. Hoy no puedo, hoy estoy
duro
de oído tras los años que he
pasado
con los de la mala tierra. Pero
he vuelto.
Campo de la verdad, ¿qué traición
hubo?
Oíd cómo tanto tiempo y tanta
empresa
hacen un solo ruido!
!Oíd cómo tenido día tras día
tanta pureza al lado nuestro, en
casa,
y hemos seguido sordos!
!Ya ni esta tarde más! Sé
bienvenida,
mañana. Pronto estoy: sedme
testigos
los que aún oís. Oh, río,
fundador de ciudades,
sonando en todo menos en tu
lecho,
haz que tu ruido sea nuestro
canto,
nuestro taller en vida. Y si
algún día
la soledad, el ver al hombre en
venta,
el vino, el mal amor, el
desaliento
asaltan lo que bien has hecho
tuyo,
ponte como hoy en pie de guerra,
guarda
todas mis puertas y ventanas como
tú has hecho desde siempre,
tú, a quien estoy oyendo igual
que entonces,
tú, río de mi tierra, tú, río
Duradero.
A MI ROPA TENDIDA
(El alma)
Me la están refregando, alguien
la aclara.
YO que desde aquel día
la eché a lo sucio para siempre,
para
ya no lavarla más, y me servía!
!Si hasta me está más justa! No
la he puesto
pero ahí la veis todos, ahí
tendida,
ropa tendida al sol. ¿Quién es?
¿Qué es esto?
Jabonadura vuelve, qué blancura?
Como al atardecer el cerro es
nuestra ropa
desde la infancia, más y más
oscura
y ved la mía ahora. !Ved mi ropa,
con todo el aire y todo el cielo
encima!
!No tendedla en el patio: ahí, en
la cima,
por el rey siempre!
He dicho así a media alba
porque de nuevo la hallo,
de nuevo al aire libre sana y
salva.
Fue en el río, seguro, en aquel
río
donde se lava todo, bajo el
puente.
Huele a la misma agua, a cuerpo
mío,
que se la ponga! Sé que le
ahogaría.
Bien sé que al pie del corazón no
es blanca
pero no importa: un día...
Mañana todo el pueblo por las
calles
y la conocerán y dirán:
"Esta
es su camisa, aquella, la que era
sólo un remiendo y ya no le
servía.
¿Qué es este amor? ¿Quién es su
lavandera?
A UNA VIGA DE MESÓN
!Si veo las estrellas, si esta
viga
deja pasar la luz y no sostiene
ya ni la casa. Viga
de par en par al resplandor que
viene
y a la dura faena
del hombre, que ha metido
tantos sueños bajo ella, tanta
buena
esperanza. Así, así. !No haber
sentido
humo de la ciudad ni mano de
obra!
siempre así. ¿No oigo el ruido
aquel del río,
el viento aquel del llano? Si
recobra
toda su vida sobre mí, si es mío
su cobijo por esta noche, que
entra
más allá a su través! ¿Cómo he
podido
sostenerme hoy aquí si ella se
encuentra
en pleno vuelo, si ha ido
a darlo todo a campo abierto,
fuera
de esta casa, con ella?
!Contrafuerte
del cielo, alero inmenso, viga
que era
hace sólo un momento un tronco
inerte,
sé tu, sé la techumbre
para todos los hombres algún día!
Comienza a clarear. Como a una
cumbre
blanco puro del aire... Si
pudiera
decir qué tardes, qué mañanas
mías
se han ganado... Gracias, gracias
os doy con la mirada
porque me habéis traído aquellos
días,
vosotras, que podéis ir y volver
sin perder nada.
ANTE UNA PARED DE ADOBE
Tierra de eterno regadío, ahora
que es el tiempo de arar, ¿eres
tú campo,
te abres al grano como entonces,
sientes
aquel tempero? En vano
cobijarás con humildad al hombre.
Vuelve a la fe de la faena, a tu
amo
de siempre, al suelo de Osma.
¿Y aquel riego tan claro
muy de mañana, el más
beneficioso?
Creía yo que aún era verano
por mis andanzas, y heme
buscando techo. Si tú, que vas a
dármelo
para hoy y muy pronto para
siempre,
adobe con el cielo encima, a
salvo
del aire que madura y del que
agosta,
¿a qué sol te secaste, con qué
manos
como estas mías tan feraz te
hicieron,
con cuántos sueños nuestros te
emepajaron?
Mejor la sal, mejor cualquier
pedrisca
que vierte así: hecho andamio
de mi esperanza! Pero venid
todos.
La tarde va a caer. !Estaos al
raso
conmigo! !Aún no tocadle! Ya
algún día,
surco en pie, palmo a palmo,
abriremos en ti una gran ventana
para ver las cosechas, como
cuando
sólo eras tierra de labor y ahora
rompías hacia el sol bajo el
arado.
AL FUEGO DEL HOGAR
Aún no pongáis las manos junto al
fuego.
Refresca ya, y las mías
están solas; y qué importa, si
luego
vais a venir, que se me queden
frías.
Entonces qué rescoldo, qué alto
leño,
cuánto humo subirá, como si el
sueño,
toda la vida se prendiera. !Rama
que no dura, sarmiento que un
instante
es un pajar y se consume, nunca,
nunca arderá bastante
la lumbre, aunque se haga con
estrellas!
Este al menos es fuego
de cepa y me calienta todo el
día.
Manos queridas, manos que ahora
llego
casi a tocar, aquélla, la más
mía,
!pensar que es pronto y el hogar
crepita,
y está ya al rojo vivo,
y es fragua eterna, y funde, y
resucita
aquel tizón, aquel del que recibo
todo el calor ahora,
el de la infancia! Igual que el
aire en torno
de la llama también es llama, en
torno
de aquellas ascuas humo fui. La
hora
del refranero blanco, de la vieja
cuenta, del gran jornal siempre
seguro.
!Decidme que no es tarde! Afuera
deja
su ventisca el invierno y está
oscuro.
DANDO UNA VUELTA POR MI CALLE
Basta, pies callejero,
no estáis pisando mosto, andad,
en marcha.
¿Qué hacéis por esta calle,
aquí en la calle de mis
correrías?
Más os valiera andar por otros
barrios.
Siempre tan mal guiados,
cómo no ibais a caer. Es trampa,
trampa. ¿Qué cepo es éste?
¿Quién lo amañó tan bien que no
hace falta
pieza y hoy por la tarde
tanto esta acerca como aquel balcón
me cazan?
Se abrió la veda para siempre, y
siempre,
tras de tres vuelos, la perdiz a
tierra.
!Calle mayor de mi esperanza,
suenen
en ti los pasos de mi vida, abre
tu palomar y salgan,
salgan al aire libre,
juegue con ellos todo el mundo al
corro,
canten sin ton ni son, canten y
bailen
de tejados arriba! Ved, ved cómo
aquel portal es el tonel sin
fondo
donde fermenta mi niñez, y el
otro,
siempre lleno de niñas, mi
granero
de juventud, y el otro, el otro,
el otro...
!Alcalde oígame, alcalde,
que no0 la asfalten nunca, que no
dejen
pasar por ella más que a los de
tierra
de bien sentado pan y vino moro!
Perdón, que por la calle va quien
quiere
y yo no debo hablar así. Qué
multa
me pondrían ahora, a mí el
primero,
si me vieran lo cojo,
lo maleante que ando desde
entonces.
Alto, alto mis pasos.
Yo que esperaba darme hoy un buen
día.
Calle cerca del río y de la
plaza.
Calle en el tiempo, no, no puedo
irme,
nunca me iré de aquí: fue muy
certero
el tiro.
Entonces estos años
qué mal cosido ajuar para la
casa,
que arras sin brillo para la gran
boda.
Cada piedra me sea como un ascua.
Los que estáis ahí, al sol,
echadme, echadme.
Ya volveré yo cuando
se me acompase el corazón estos
pasos a los que invoco,
a los que estoy oyendo hoy por la
tarde
sonar en esta acera,
en este callejón que da a la
vida.
PRIMEROS FRÍOS
¿Quién nos calentará la vida
ahora
si se nos quedo corto
el abrigo de invierno?
¿Quién nos dará para comprar
castañas?
Allí sale humo, corazón, no a
todos
se les mojó la leña.
Y hay que arrimar el alma,
hay que ir allí con pie casero y
lleno
porque hoy va a helar, ya hiela.
Amaneció sereno y claro el día.
!Todas a mí mis plazas, mis
campanas,
mis golondrinas! !Toda a mí mi
infancia
antes de que esté lejos! Ya es la
hora,
jamás desde hoy podré estar a
cubierto.
!Dadme el aliento hermoso,
alzad las faldas y escarbad el
cisco,
la vida, en la camilla en paz, en
esta
camilla madre de la tierra! Pero,
¿a qué esperamos? !Pronto,
como en el juego aquel del
soplavivo,
corra la brasa, corra
de mano en mano el fiel calor del
hombre!
El que se queme perderá. Yo
pierdo.
Así ha pasado el tiempo
y el invierno se me ha ido
echando encima.
Hoy sólo espero ya estar en la
casa
de la que sale el humo,
lejos de la ciudad, allí,
adelante...
y ahora que cae el día
y en su zaguán oscuro se abre
paso
el blanco pordiosero de la
niebla,
adiós, adiós. Yo siempre
busqué vuestro calor. !Raza
nocturna,
sombrío pueblo de perenne
invierno!
¿Dónde está el corazón, dónde la
lumbre
que yo esperaba? Cruzaré estas
calles
y adiós, adiós. !Pero si yo la he
visto,
si he sentido en mi vida
vuestra llama!
!Si he visto arder en el hogar la
piña
de oro!
Sólo era vuestro frío. !Y quiero,
quiero
irme allí! Pero ahora
ya para qué. Cuando iba a
calentarme
ha amanecido.
ALTO JORNAL
Dichoso el que un buen día sale humilde
y se va por la calle, como tantos
días más de su vida, y no lo
espera
y, de pronto, ¿qué es esto?, mira
a lo alto
y ve, pone el oído al mundo y
oye,
anda, y siente subirle entre los
pasos
el amor de la tierra, y sigue, y
abre
su taller verdadero, y en sus
manos
brilla limpio su oficio, y nos lo
entrega
de corazón porque ama, y va al
trabajo
temblando como un niño que
comulga
más sin caber en el pellejo, y
cuando
se ha dado cuenta al fin de lo
sencillo
que ha sido todo, ya el jornal
ganado,
vuelve a su casa alegre y siente
que alguien
empuña su aldabón, y no es en
vano.
LLUVIA DE VERANO
Baja así, agua del cielo,
baja a vivir tu vida de la tierra
y a unirte al hombre, a su salud,
al suelo
y al trabajo del campo. !Haber
sentido
la pureza del mundo para ahora
contribuir a esta sazón, al ruido
de estos pies! ¿Por qué siempre
llega la hora
del riego? Aunque sea en el
verano
y aquí, llega tan fuerte
que no calma, no nubla al sol, da
al llano
otra sequía más alta aún. Qué
muerte
por demasía, pasajera
nube que iba a salvar lo que
ahora arrasa.
Cala, cálanos más. !Lo que era
polvo suba en el agua que se
amasa
con la tierra, que es tierra ya y
castigo
puro de lo alto! Y qué importa
que impida
la trilla o queme el trigo
si nos hizo creer que era la
vida.
A LA NUBE AQUELLA
Si llegase a la nube pasajera
la tensión de mis ojos, ¿cómo
iría
su resplandor dejándome en la
tierra?
¿Cómo me dejaría oscurecido
si es clara su labor, y su
materia
es casi luz, está al menos en lo
alto?
!Arrancad es límpida osamenta
dejando ver un corazón aéreo,
fuerte con su latido de tormenta!
Qué vida y muerte fulminantes.
!Sea
también así mi cuerpo! !A puro
asalto
cobrádmelo, haced de él vuestra
faena!
Si se acercase a mí, si me
inundara
la vida con su vida tan intensa.
No lo resistiría. Pero, ¿acaso
alguien es digno de ello? ¿No se
esfuerza
la nube por morir en tanto
espacio
para incendiarlo de una vez?
Entrega,
palabra pura de los cielos,
himno:
suena como la voz del hombre, suena
y pasa, pasa así, dinos tu vida
verdad en esta clara hora
terrena,
en esta oscura vida que huye y
pasa
y nunca en ello podrá ver la
inmensa,
sola alegría de aquí abajo, nube,
alma quizá en que un cuerpo se
serena.
¿dónde están las nubes de otros
días,
en qué cielo inmortal de
primavera?
El blanco espacio en que
estuvieron. ¿siente
aún su compañía y va con ella
creando un nuevo resplandor, lo
mismo
que a media noche en la llanura
queda
todo el impulso de la amanecida?
Lejos de donde el hombre se ha
vendido,
aquel granero, ¿para qué cosecha?
Oh, nube que huye y cambia a cada
instante
como si un pueblo altísimo de
abejas
fuera allí trabajando a fuego
limpio.
Nube que nace sin dolor, tan
cerca.
!Y vivir en el sitio más hermoso
para esto, para caer a tierra
o desaparecer! No importa cómo
pero ahora, la nube aquella,
aquella
que es nuestra y está allí, si no
habitarla,
ya, quién pudiera al menos
retenerla.
VISIÓN A LA HORA DE LA SIESTA
!Si esa es mi hermana y cose
cuarto adentro
tan tranquila y, de pronto,
!quitadla!, le da el sol y un
simple rayo
la enhebra, y en él queda bien
zurcida,
puntada blanca de la luz del
mundo!
Y, !cerrad las venas!, ese rayo,
eterna levadura, se nos echa
encima, y nos fermenta, y en él
cuaja
nuestro amado corazón y, como
la insurrección de un pueblo,
se extienda, avanza, cubre
toda la tierra ya, teje y desteje
la estopa hostil del hombre y
allí, a una,
en el mesón del tiempo, siempre
caro,
allí, a la puerta, en el telar
hermoso,
vamos tejiendo, urdiendo
la camisa de Dios, el limpio sayo
de la vida y la muerte. Pero,
¿ahora,
qué pasa?: cuando estaba
viendo colgar del cielo
la bandera inmortal, como en los
días
de fiesta en mi ciudad cuelga la
enseña
roja y gualda, oídme, cuando
veía ese inmenso lienzo en el que
cada
ligera trama es una vida entera
ocupar el espacio,
he aquí que un aliento, un tenue
oreo,
después una voz clara
se alza, y con tal temple,
con tal metal essa voz suena
ahora
que hilo a hilo cantando se
descose
una vida, otra, otra,
de aquel gran sayo, y se oye como
un himno,
escuchad, y de pronto...
De pronto estoy despierto y es de
día.
INCIDENTE EN LOS JERÓNIMOS
!Que ahora va de verdad, que va
mi vida
en ello! Si otros días
oísteis mi chillo en torno de
este templo,
olvidadlo. !Que ahora
no veréis a este grajo
picar el huevo ni saquear el
nido!
Ya nunca merendero,
nunca buscando el hato,
las albardas del hombre,
porque nada hubo allí sino ruin
salsa.
Oídme, el soto, el aire,
malva, cardillo, salvia, mijo,
orégano,
tú, mi pareja en celo,
todos, oídme: aquello no fue
nunca
mi vida. Mala huelga.
Y hoy ¿qué cera inmortal bruñe mi
pico?
Mi aéreo corazón. ¿dónde aldabea
con su sangre, en qué alto
portalón de los cielos para que
abra
el menestral del buen amor su
casa
y me diga que allí, allí está lo
mío?
Ahí, dentro del templo
con el sol del membrillo, el de
septiembre
!Ya no lo pienso más! Adiós. Ya
pronto...
Entro por el ventano
y qué bien va mi vuelo por la
bóveda
de la niñez, airoso
como sobre la plaza a media
tarde.
!Que esto dure! !Prometo
pasar tan limpio como golondrina
cuando bebe! !Prometo
no tocar nada, pero que esto
dure!
No durará. Dejadme
donde ahora estoy, en el crucero
hermoso
de juventud. Y veo
la crestería en luz de la
esperanza
arriba, arriba siempre.
Paso al carco fajón, faja de
fiesta,
y el floral capitel. !Que siga,
siga
el baile! !Más, doncellas,
primavera,
alma del hombre! Y tú, ve de
jarana,
viento de tantos años.
Deja caer este día como un fruto
de libertad. Recuerda
nuestras andanzas de oro,
tú recuerda, recuerda,
la fugaz alegría
de los hombres, su fiesta
tan pobre en días y tan rica en
tiempo.
Pero, ¿qué pasa ahí?¿Es que el
sol se ha puesto
y entra el alón tendido de las
sombras?
!Águilas, dame, águilas,
el retráctil poder de vuestra
garra
para afincarme bien en la
moldura,
en el relieve del amor que sube
por el cimborrio al cielo! Algo
me queda,
algo de vino fiel y verbeneo.
Pero, ¿aquí qué ha pasado? ¿Dónde
anda
mi vida, dónde anda
mi pueblo? !Monaguillo,
tú, el hostiero mayor, que ya me
empiezan
a flaquear el ala y la pechuga!
¿Y esa talla, ese estuco, ese
retablo
de la vejez? !Que empieza
ya el sofoco, que el buche
lo llevo mal cumplido como en
tiempo
de muda, que ya apenas
si me bulle el plumón! ¿Quién me
ha metido
en el cañón de cada pluma la
áspera
médula gris del desaliento? Eh,
niños,
feligreses, vosotros
los que venís a esta parroquia,
guiadme.
Estoy cerca, ¿verdad?, que ya no
puedo.
Qué marejada, qué borrasca
inmensa
bate mi quilla, quiebra mi
plumaje
timonero. Este grajo,
este navío hace agua. Volver
quiero,
volver quiero a volar con mi
pareja.
Sí, festiva asamblea de las
tardes,
ah, compañeros, ¿dónde,
dónde estáis que no os oigo?
No importa. Llegaré. Desde la
cúpula
veré mejor. Y ahora,
vereda va y vereda viene, ¿en qué
aire,
por qué camino voy? !Que ya no
puedo
ni ver siquiera, que zozobro y
choco
contra la piedra, contra
los muros de este templo, de esta
patria!
!Niños, venid, atadme,
prefiero que me atéis los pies
con vuestro
cordel azul de la pureza! Quieto,
quisiera estar en paz por un
momento.
Llegaré. Llegaré. Ahí está mi
vida,
ahí está el altar, ahí brilla mi
pueblo.
Un poco más. Ya casi...
Tú, buen aliento, sigue
un poco más, alicas,
corazón sólo un poco...
Así, así... Ya, ya... !Que mala
suerte!
!Ya por tan poco! Un grajo aquí,
ya en tierra.
LA CONTRATA DE MOZOS
¿Qué estáis haciendo aquí? ¿Qué
hacemos todos
en medio de la plaza y a estas
horas?
Con tanto sol, ¿quién va a salir
de casa
sólo por ver qué tal está la
compra,
por ver si tiene buena cara el
fruto
de nuestra vida, si no son las
sobras
de nuestros años lo que le
vendemos?
!A cerrar ya! Vámonos pronto a
otra
feria donde haya buen mercado,
donde
regatee la gente, y sise, y coja
con sus manos nuestra uva, y nos
la tiente
a ver si es que está pasa! ¿A qué
otra cosa
hemos venido aquí sino a
vendernos?
Y hoy se fía, venid, que hoy no
se cobra.
Es tan sencillo, da tanta alegría
ponerse el sol una mañana
hermosa,
pregonar nuestro precio y todo
cuanto
tenemos de hombres darlo a la
redonda.
Hemos venido así a esta plaza
siempre,
con la esperanza del que ofrece
su obra,
su juventud al aire. ¿Y sólo el
aire
ha de ser nuestro cliente? ¿Sin
parroquia
ha de seguir el que es
alquiladizo,
el que viene a pagar su renta?
Próspera
fue en otro tiempo nuestra
mercancía,
cuando la tierra nos la compró
toda.
Entonces, lejos de esta plaza,
entonces,
en el mercado de la luz. Ved
ahora
en qué paró aquel género.
Contrata,
lonja servil, teatro de deshonra.
JUnto a las duras piedras de
rastrillo,
junto a la hoz y la criba, el
bieldo y la horca,
ved aquí al hombre, ved aquí al
apero
del tiempo. Junto al ajo y la
cebolla,
ved la mocil cosecha de la vida.
Ved aquí al mocerío. A ver,
¿quién compra
este de pocos años, de la tierra
del pan, de buen riñón, de mano
sobria
para la siega; este otro, de la
tierra
del vino, algo coplero, de tan
corta
talla y tan fuerte brazo, el que
más rinde
en el trajín del acarreo? !Cosa
regalada!
Y no viene nadie, y pronto
el sol de junio irá de puesta. Próspera
fue en otro tiempo nuestra mercancía.
Pero esperad, no recordéis ahora.
!Nuestra feria está aquí! Si hoy
no, mañana;
si no mañana, un día. Lo que
importa
es que vendrán, vendrán de todas
partes,
de mil pueblos del mundo, de
remotas
patrias vendrán los grandes
compradores,
los del limpio almacén. !Nadie
recoja
su corazón aún! Ya sé que es
tarde
pero vendrán, vendrán. !Tened la
boca
lista para el pregón, tened la
vida
presta para el primero que la
coja!
Ya sé que hoy es igual que el
primer día
y así han pasado una mañana y
otra
pero nuestra uva no se ablanda,
siempre,
siempre está en su sazón, nunca
está pocha.
Tened calma, los oigo. Ahí, ahí
vienen.
Y así seguimos mientras cae la
tarde,
mientras sobre la plaza caen las
sombras.
UN RAMO POR EL RÍO
!Que nadie hable de muerte en
este pueblo!
!Fuera del barrio del ciprés hoy
día
en que los niños van a echar el
ramo,
a echar la muerte al río! !Salid
de casa: vámonos a verla!
!Ved a qué allá va, miradla, ved
que es cosa
de niños! Tanto miedo
para esto. Tirad, tiradle piedras
que allá va, que allá va. Sí, lo
que importa
es que esté lejos. ¿Recordáis
ahora
cómo la flota eterna
de las estrellas sobre el agua
boga todas las noches, alta
armada
invencible? !Ese ramo
a flor de agua también, a flor de
vida!
!Nadie se quede en casa hoy! !Al
río,
que allá va el ramo, allá se va
la muerte
más florida que nunca!
...Ya no se ve. Dios sabe
si volverá, pero este año
será de primavera en nuestro
pueblo.
CAZA MAYOR
Dura y sin hoyo está mi calma
ahora.
¿Quién ha dormido aquí, madre,
quién la hizo
tan mal todo este tiempo? !Venga,
venga
lo mío! !Madre, a ver qué
desbandada
es ésta! Ahí, van, tú dices,
todos los sueños, ahí van las
palomas.
!Al ojeo, al ojeo! Las conozco:
esa es de corto vuelo, aquella
otra
nuevica es, la otra pedigüeña,
algo cegata la del alba malva,
la de cargado buche, tan
sencilla.
Nunca creí tan simple
verlas hoy aquí en tierra, aquí a
mi lado.
!Pero que se me van! !Cerrad la espuertas,
cerrad esa ventana que mi vida
se va! Madre, ¿quién hizo
tan mal mi cama, con tal
revoltijo?
!No! !Esos vencejos, esos
sueños de juventud que van y
vienen
que me aletean en la cara!
!Quietos,
quietos!!Estad como ése,
quietos en la pared,
crucificados!
Ah, se me ponga siempre
el sol donde no me halle con vosotros.
!Fuera, fuera! He venido
a descansar. La culpa
es tuya, madre, que no me
velaste.
Mira cómo aquel niño
se arrebuja en su sueño
como en su manta, y llega
a madurar con él, y se hace grano
allí dentro, en la prieta vaina
pura,
y a punta ya, y no sabe, y la
cosecha...
Él qué sabía de estos
que sabía que el hombre
ha de alumbrar sus sueños como el
barbo
sus huevas, restregándose
contra la peña, contra lecho y
lecho,
y éste es el mío. !Madre, dí,
decidme
que no iré más por ahí dando mi
vida,
que dormiré aquí siempre! Todos,
todos
mis sueños a esta cama! Los
conozco.
Qué cacería a campo abierto, a
tiro
limpio. !Sus, sus, azuza,
corazón, que ahí está la pieza!
!Olisca
vida mía, rastrea
esta sangre, esta cálida
música fiel del sueño! !Sea yo
quien lo vea
entre las firmes patas de mis
años!
!Eh, fierecilla, liebre,
no temas nada, enséñame
a dormir con los ojos
abiertos! Yo quisiera,
madre, que este cantar fuera
sencillo
como entonces lo fue. Muy lejos,
lejos
de esta carnicería, de este
pueblo
de halcones que ahora envisco
para vivir. Tú, madre, escucha,
dime
que no se me ha volcado ningún
sueño,
que mi cama está limpia.
Pero oídme, yo nunca
me olvidé de vosotros. !Todos
juntos
entremos hoy, cacemos
en el primaveral coto florido
el buen soñar del hombre!
!Vamos a esa ciudad! !Unos con
otros,
nadie se quedará sin pieza, todos
los sueños, toda
nuestra vida cantando!
!En el cepo cantando
la pieza hasta que se oiga
un solo son, un solo sueño
hermoso!
Vamos a esa ciudad, vámonos
ahora!
Aquí no estoy. Madre, ésta no es
mi cama.
!Pero si es la de todos, si es la
dura
pero con hoyo! Tierra. ¿Y quién
la hizo
tan mal todo este tiempo, madre
mía?
EL BAILE DE ÁGUEDAS
Veo que no queréis bailar conmigo
y hacéis muy bien. Si hasta ahora
no hice más que pisaros, si hasta
ahora
no moví al aire vuestro estos
pies cojos.
Tú siempre tan bailón, corazón
mío.
!Métete en fiesta; pronto,
antes de que te quedes sin
pareja!
!Hoy no hay escuela!, !al río,
a lavarse primero,
que hay que estar limpios cuando
llegue la hora!
Ya están ahí, ya vienen
por el rail con sol de la
esperanza
hombres de todo el mundo. Ya se
ponen
a dar fe de su empleo de alegría.
¿Quién no esperó la fiesta?
¿Quién los días del año
no los pasó guardando bien la
ropa
para el día de hoy? Y ya ha
llegado.
Cúanto manteo, cuanta media
blanca,
cuánto refajo de lanilla, cuánto
corto calzón. !Bien a lo vivo,
como
es moza se pone su pañuelo,
poned el alma así, bien a lo
vivo!
Echo de menos ahora
aquellos tiempos en los que a sus
fiestas
se unía el hombre como el suero
al queso.
Entonces sí que daban
su vida al sol, su aliento al
aire, entonces
sí que eran encarnados en la
tierra.
Para qué recordar. Estoy en medio
de la fiesta y ya casi
cuaja la noche pronta de febrero.
Y aún sin bailar: yo solo.
!Venid, bailad conmigo, que ya
puedo
arrimar la cintura bien, que
puedo
mover los pasos a vuestro aire
hermoso!
!Águedas, aguedicas,
decidles que me dejen
bailar con ellos, que yo soy del
pueblo,
soy un vecino más, decid a todos
que he esperado este día
toda la vida! Oídlo.
Óyeme tú, que ahora
pasas al lado mío y un momento,
sin darte cuenta, miras a lo alto
y a tu corazón baja
el baile eterno de Águedas del
mundo,
óyeme tú, que sabes
que se acaba la fiesta y no la
puedes
guardar en casa como un limpio
apero,
y se te va, y ya nunca...
tú, que pisas la tierra
y aprietas tu pareja y bailas,
bailas.
PINAR AMANECIDO
viajero, tú nunca
te olvidarás si pisas estas
tierras
del pino.
Cuánta salud, cuánto aire
limpio nos da. ¿No sientes
junto al pinar la cura,
el claro respirar del pulmón
nuevo,
el fresco riego de la vida? Eso
es lo que importa. !Pino
piñonero,
que llegue a la ciudad y sólo vea
la cercanía hermosa
del hombre! !Todos juntos,
poned contra pared, todos del
brazo
por las calles
esperando las bodas
de corazón!
!Que vea, vea el corro
de los niños, y oiga
la alegría!
Todos cogidos de la mano, todos
cogidos de la vida
en torno
de la humildad del hombre!
Es solidaridad. Ah, tú, paloma
madre: mete el buen pico,
mete el buen grano hermoso
hasta el buche a tus crías.
Y ahora, viajero,
al cantar por segunda vez el
gallo,
ve al pinar y allí espérame.
Bajo este coro eterno
de las doncellas de la amanecida,
de los fiesteros mozos del sol
cárdeno,
tronco a tronco, hombre a hombre,
pinar, ciudad, cantemos:
que el amor nos ha unido
pino por pino, casa
por casa.
Nunca digamos la verdad en esta
sagrada hora del día.
Pobre de aquel que mire
y vea claro, vea
entrar a saco en el pinar la
inmensa
justicia de la luz, esté en el sitio
que a la ciudad ha puesto la
audaz horda
de las estrellas, la implacable
hueste
del espacio.
Pobre de aquel que vea
que lo que une es la defensa, el
miedo.
!Un paso al frente el que ose
mirar la faz de la pureza,
alzarle
la infantil falda casta
a la alegría!
Qué sutil añagaza, ruin
chanchullo,
bien adobado cebo
de la apariencia.
¿Dónde el amor, donde el valor,
sí, dónde
la compañía? Viajero,
sigue cantando la amistad dichosa
en el pinar amaneciente. Nunca
creas esto que he dicho:
canta y canta. Tú nunca
digas por estas tierras
que hay poco amor y mucho miedo
siempre.
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