viernes, 1 de marzo de 2024

POETAS 118. Claudio Rodríguez (II). "Conjuros"

 

 


Claudio Rodríguez nace en Zamora el 30 de enero de 1934, en el seno de una familia burguesa de provincias. Es el primer hijo de María García Moralejo, de arraigadas convicciones burguesas y heredera de algunas propiedades cerca de Zamora, y de Claudio Rodríguez Diego, de origen humilde; era hijo de una lechera, y sólo con mucho esfuerzo había logrado terminar la carrera de Derecho y trabajar como interventor de Hacienda. El padre es, además, gran lector de poesía y, con el tiempo, ha logrado reunir una importante biblioteca; también escribe versos, que de vez en cuando publica en los periódicos locales. El poeta es muy niño cuando comienza la guerra civil y apenas conserva vagos recuerdos, excepto el del día en que, acompañado de su padre, contempla un fusilamiento en las tapias del cementerio de Zamora. Desde los cinco años, su vida se reparte entre Zamora y la finca de su abuela materna, muy cerca de la ciudad, donde pasa temporadas en contacto con la naturaleza y los trabajos del campo, que va a dejar impronta en su obra.

En 1944 comienza los estudios de Bachillerato en el Instituto "Claudio Moyano", y un año más tarde tiene lugar el nacimiento de sus hermanas gemelas María Luisa y María del Carmen. Ante el opresivo ambiente provocado en su vida burguesa por las desavenencias entre sus padres, comienza a buscar consuelo y desahogo haciendo escapadas por el campo, que le sirve para intimar desde muy temprano con la naturaleza, volviendo su carácter más contemplativo. El 23 de marzo de 1947 muere repentinamente su padre, un suceso capital en la vida del poeta, por el trauma que le produjo. Su muerte prematura supone también la ruina de la familia y la incapacidad de la madre para hacerse cargo de la hacienda familiar. Adolescente aún, ha de ocuparse de la administración de las fincas y tratando con jornaleros comienza a pasar largas temporadas en el campo. Por esta misma época comienza a saquear la biblioteca de su padre y se convierte en un voraz lector de poesía: los poetas franceses, Verlaine, Rimbaud, Baudelaire, Valery son los más frecuentados, además de Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado. Hacia 1948 comienza a hacer sus primeros tanteos con la poesía, centrándose sobre todo en la práctica del ritmo. Tras un intento frustrado de la publicación de un libro con sus primeras composiciones, en 1951 comienza a escribir Don de la ebriedad. Escribí casi todo el libro andando -llegó a declarar más tarde-. Me lo sabía de memoria y lo iba repitiendo, corrigiendo, modificando, cuando andaba por el campo”. Ese mismo año se traslada a Madrid para estudiar, con una beca, Filosofía y Letras en la Universidad Central. Allí traba en seguida relación con Carlos Bousoño, Vicente Aleixandre y Dámaso Alonso. En 1952 cede a los deseos de la madre y se matricula por libre en la Facultad de Derecho de la Universidad de Salamanca, que abandonará enseguida tras aprobar algunas asignaturas. En 1953, tras recepción favorable de Vicente Aleixandre, se decide a mandar el libro “Don de la ebriedad” al premio Adonáis. Un jurado compuesto por Gerardo Diego, José Hierro y Luis Felipe Vivanco le concede el premio. La publicación del libro en enero de 1954 se convierte en un acontecimiento para los poetas y críticos del momento. Ese año comienza a relacionarse con el grupo de Leopoldo Panero y Luis Rosales. También intima con Blas de Otero, con quien realiza algunas excursiones por tierras del Duero. En 1956 se afilia al partido comunista, que abandona enseguida, aunque nunca llegó a perder la vinculación con algunos de sus camaradas. En 1957 se licencia en Filología Románica. En 1958 consigue un puesto de lector de Español en la Universidad de Nottingham, donde permanece dos años. Allí entra en contacto con el pensamiento y la literatura en lengua inglesa. En 1959 se casa con Clara Miranda, a quien había conocido años antes en el curso de una excursión Universitaria a Granada. Desde octubre de 1960 es lector en la Universidad de Cambridge, donde permanecerá cuatro años y establecerá relación con Francisco Brines, lector entonces en Oxford. De nuevo en España fija su residencia en Madrid, donde va a permanecer hasta 1991, trabajando como profesor universitario y siempre conservando un contacto muy estrecho con su ciudad natal. En 1965 publica “Alianza y condena”, libro por el que recibirá el premio de la Crítica. En 1974 un suceso trágico sume al poeta en una gran desesperación: muere asesinada en medio de una calle de Madrid, en un crimen de violencia de género, su hermana María del Carmen, con la que se hallaba muy unido. Un año más tarde muere su madre. En 1976 publica “El vuelo de la celebración”, que supone su consagración definitiva, convirtiéndose en uno de los poetas más leídos entre los lectores jóvenes. En 1983 obtiene el Premio Nacional de Poesía por un libro recopilatorio de toda su obra: “Desde mis poemas”. En 1987 es elegido miembro de la Real Academia Española. En mayo de 1991 publica “Casi una leyenda”, que se atrajo el favor de la crítica y fue considerado uno de los más significativos libros de poesía de las últimas décadas. En 1993 es galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras. Además, obtiene el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana. Fallece en Madrid en 1999 a consecuencia de un cáncer de colon.

Carlos Bousoño ha etiquetado la poesía de Claudio Rodríguez de “realismo metafórico”, por su capacidad para unir contrarios y utilizar un pensamiento paradójico. La complejidad de su técnica es la responsable de la dificultad con que algunos se han acercado a su poesía. Claudio Rodríguez toma un elemento concreto extraído de la vida real y lo interpreta en clave. Por ejemplo, en el poema “El dinero” éste representa “todo cuanto es valioso en la vida del hombre, “porque el dinero a veces es el propio/sueño, es la misma/vida”. Bousoño también señala que el lenguaje con sabor castizo, tan predominante en su poesía, no procede de lecturas sino de haberlo aprendido en el trato con los hombres y en cotidiana conversación. De ahí ese tono tan original y vivo que tiene su poesía.

Claudio Rodríguez identifica actividad poética y conocimiento. Sostiene la idea de que la poesía “nace de una participación que el poeta establece entre las cosas y su experiencia poética de ellas, a través del lenguaje. Esta participación es un modo peculiar de conocimiento”. También tenía la poesía para Rodríguez un componente de revelación humana: la poesía había de revelar al hombre "aquello por lo cual es humano, con todas sus consecuencias”. Esto da a la poesía de Claudio un relevante matiz moral: “La poesía trata de poner el destino humano en una relación de totalidad con la época en que se produce y con el hombre que la escribe”

Conjuros (1958) consta de veintisiete poemas distribuidos en cuatro libros o secciones, dentro de los cuales cada poema cobra sentido en relación con los demás. En este libro se puede vislumbrar una crisis y un cambio con respecto a su anterior libro, “Don de la ebriedad”. Hay en estos poemas un ansia de volver a unirse con la naturaleza, la armonía y la inocencia perdida. Se observa cierto tono pesimista, especialmente en la última parte del libro, donde el poeta se hace consciente del paso del tiempo, de la falsedad, del miedo y de la muerte. La fiesta, la amistad y la participación con la colectividad son elementos claves que ensalzan la celebración y la alegría. Junto al tono exclamativo todavía patente en el libro, predominante en “Don de la ebriedad”, comienza a nacer un hilo de duda que enhebra ese tono meditativo y reflexivo característico de su obra posterior y que enlaza este libro con su siguiente, “Alianza y Condena”.

 

SIEMPRE SERÁ MI AMIGO

Siempre será mi amigo no aquel que en primavera

sale al campo y se olvida entre el azul festejo

de los hombres que ama, y no ve el cuero viejo

tras el nuevo pelaje, sino tú, verdadera

 

amistad, peatón celeste, tú, que en el invierno

a las claras del alba dejas tu casa y te echas

a andar, y en nuestro frío hallas abrigo eterno

y en nuestra honda sequía la voz de las cosechas.

 

 

A LA RESPIRACIÓN DE LA LLANURA

!Dejad de respirar y que os respire

la tierra, que os incendie en sus pulmones

maravillosos! Mire

 quien mire, ¿no verá en la estaciones

un rastro como de aire que se alienta?

Sería natural aquí la muerte.

No se tendría en cuenta

como la luz, como el espacio, !Muerte

con sólo respirar! Fuera de día

ahora y me quedaría sin sentido

en estos campos, y respiraría

hondo como estos árboles, sin ruido...

Por eso la mañana aún es un vuelo creciente y alto sobre

los montes, y un impulso a ras del suelo

que antes de que se efunda y de que cobre

forma ya es surco para el nuevo grano.

Oh, mi aposento. Qué riego del alma

éste con el que doy mi vida y gano

tantas vidas hermosas. Tened calma

los que me respiráis, hombres y cosas.

Soy vuestro. Sois también vosotros míos.

Cómo aumentan las rosas

su juventud al entregarse. !Abríos

a todo! El heno estalla en primavera,

el pino da salud con su olor fuerte.

!Qué hostia la del aliento, qué manera

de crear, qué taller claro de muerte!

No sé cómo he vivido

hasta ahora ni en qué cuerpo he sentido

pero algo me levanta al día puro,

me comunica un corazón inmenso,

como el de la meseta y mi conjuro

es el del aire, tenso

por la respiración del aire henchida

muy cerca de mi alma en el momento

en que pongo la vida

al voraz paso de cualquier aliento.

 

A LAS ESTRELLAS

!Que mi estrella no sea la que más resplandezca

sino la más lejana! !No me queme su lumbre

sino su altura, hasta lograr que crezca

la mirada en peligros del espacio y la cumbre!

¿Quién cae? ¿Quién alza el vuelo?

¿Qué palomares de aire me abren los olmos? Antes

era sencillo: tierra y, sin más, cielo.

Yo con mi impulso abajo y ellas siempre distantes.

Pero en la sombra hay luz y en la mañana

se hunde una oculta noche cerrando llano y río.

 qué lanzada al raso tan cercana

negro blanco ofrece el pecho mío.

!Pensar que brillarían aunque estuviera ciego

todas las estrellas que no se ven, aquellas

que están detrás del día! Esas de arriba luego

caerán. !Hazlas caer! Ni son estrellas

ni es música su pulso enardecido.

Y mientras cubre el alba como un inmenso nido

sólidamente aéreo y blanco el puro

culminar de los astros, siguen viviendo apenas

como el grano en la vaina, que es su límite oscuro.

Oíd ¿quién nos sitia acaso las celestes almenas?

 

Y no encuentra reposo

lo que vive en lo alto. Vive y sube

más, como el sol, como la nube

mientras los campos sienten el tiempo más hermoso.

Y hasta el más inminente. Porque, ¿quién mueve, cuando

madura, toda la sazón, quién cuando cae avisa

que es sobre todo luz y va empezando

a preparar la tierra como para una brisa

tan ardiente que bruña la meseta?

Ah, que eterno camino se completa

dentro del corazón del hombre. Sin embargo ahora nada

se puede contener, y hay un sonido

misterioso en la noche, y hay en cada

ímpetu del espacio un corpóreo latido.

!Estrellas clavadoras, si no fuera

por vuestro hierro al vivo se desmoronaría

la noche sobre el mundo, si no fuera

por vuestro resplandor se me caería

sobre la frente el cielo! Estrellas puras

que vuelvo a ver como antes nuevamente,

claras para los ojos y para el alma oscuras.

 

No tan cerca. !Salvadme! Estoy enfrente.

El aire hacer creer que surge el día

pero no los sembrados, aún serenos

en su tarea hacia la luz, que al menos

es un pueblo creciente de aves de altanería

¿Dónde están las montañas? ¿Dónde las altas cumbres

si está más cerca siempre mi llanura

de las estrellas? ¿Dónde están las lumbres

de un corazón tan fuerte, tan hondo de ternura

que llegue en todo su latido al cielo?

Esto es sagrado. Cuanto miro y huelo

es sagrado. !No toque nadie! Pero

sí, tocad todos, mirad todos arriba.

¿Tan miserable es nuestro tiempo que algo

digno, algo que no se venda sino que, alto

y puro, arda en amor del pueblo y nos levante

ya no es motivo de alegría? !Vida!

estrella de hoy, de agosto! !Ve, ved, cae

con ella, allí, todo aquel tiempo nuestro!

Y así, marcadme, estrellas, como a una res. !Que el fuego

me purifique! Que abra la mañana

con vosotras su luz a la que entrego

todo lo mío, todo lo vuestro, todo lo que hermana.

 

 

DÍA DE SOL

Me he puesto tantas veces al sol sin darme cuenta.

!Ni un día más! De pronto, como se abre el mercado

o el taller de la plaza, qué faena, que renta

se me abre el día de hoy. Id a mi lado

sin más arreos que la simple vida,

sin más que la humildad por aparejo.

!No espero más! Oh, sed ropa tendida

!Que nos varee el sol y el fruto viejo

caiga y sirva de abono

a la nueva sazón y la sustente.

Repón tu apero, corazón, colono

de este terreno mío. !Que sea hoy el aviente,

que sea hoy el espaldar de lino

y se nos mulla y quede limpio el grano!

!No os espero ya más! Me voy por mi camino

a la solana eterna, donde en vano

 tomaré el sol con vosotros tantas veces

sin darme cuenta. Cuántas, cuántas veces

 esperaré a que por dentro de la piel nos curtiera.

No pasó de ella. Os dejo,

ahí os quedáis. Quisiera...

!Pero ni un día más! Os aconsejo

que ya que así estáis bien estad siquiera

con llaneza y con fe. ¿Por qué ha venido

esta mañana a darme a mí tal guerra,

este sol a encender lo que he perdido?

Tapad vuestra semilla. Alzad la tierra.

Quizá así maduréis y habréis cumplido.

 

 

A LAS PUERTAS DE LA CIUDAD

Voy a esperar un poco

a que se ponga el sol, aunque estos pasos

se me vayan allí, hacia el baile mío,

hacia la vida mía. Tantos años

hice buena pareja con vosotros,

amigos. Y os dejé, y me fui a mi barrio

de juventud creyendo

que allí estaría mi verbena en vano.

!Si creí que podíais seguir siempre

con la seca impiedad, con el engaño

de la ciudad a cuestas! !i creía

que ella, la bien cercada, mal cercado

os tuvo siempre el corazón, y era

todo sencillo, todo tan a mano

como el alzar la olla, oler el guiso

y ver que está en su punto! !Si era claro:

tanta alegría por tan poco costo

era verdad, era verdad! Ah, cuándo

me daré cuenta de que todo es simple.

¿Qué estaba yo mirando

que no lo vi? ¿Qué hacía tan tranquila

mi juventud bajo el inmenso arado

del cielo si en cualquier parte, en la calle,

se nos hincaba, hacia su trabajo

removiéndonos hondo a pesar nuestro?

Años y años confiando

en nuestros pobres laboreos, como

si fuera nuestra la cosecha, y cuánto,

cuanto ganar nos iba

comiendo la azul criba del espacio,

el blanco harnero de la luz. Sí, nada,

nada era nuestro ya: todo nuestro amo.

Como el Duero en abril entra en la casa

del hombre y allí suena, allí va dando

su eterna empresa y su labor, y, entonces,

¿qué se podría hacer: ponerse a salvo

con el río a la puerta,

vivir como si no entrara hasta el cuarto,

hasta el más simple adobe el puro riego

de la tierra y del mundo? Y bien, al cabo

así nosotros, ¿qué otra cosa haríamos

sino tender nuestra humildad al raso,

secar al sol nuestra alegría, nuestra

sola camisa limpia para siempre?

Basta de hablar en vano

que hoy debo hacer lo que debí haber hecho.

Perdón si antes no os quise dar la mano

pero yo qué sabía. Vuelvo alegre

y esta calma de puesta da a mis pasos

el buen compás, la buena

marcha hacia la ciudad de mis pecados

!De par en par las puertas! Voy. Y entro

tan seguro, tan llano

como el que barbechó en enero y sabe

que la tierra no falla, y un buen día

se va tranquilo a recoger su grano.

 

 

CON MEDIA AZUMBRE DE VINO

!Nunca serenos! !Siempre

con vino encima! ¿Quién va a aguarlo ahora

que estamos en el pueblo y lo bebemos

en paz? Y sin especias,

no en el sabor la fuerza, media azumbre

de vino peleón, doncel o albillo,

vino de toro. Cuanto necesita

mi juventud; mi corazón, qué poco.

!Meted hoy en los ojos el aliento

del mundo, el resplandor del día! Cuándo

por una sola vez y aquí, enfilando

cielo y tierra, estaremos ciegos. !Tardes,

mañanas, noches, todo, árboles, senderos,

cegadme! El sol nos importa, las lejanas

estrellas... !Quiero ver, oh, quiero veros!

Y corre el vino y cuánta,

entre pecho y espalda cuánta madre

de amistad fiel nos riega y nos desbroza.

Voy recordando aquellos días. !Todos,

pisad todo la sola uva del mundo:

el corazón del hombre! Ved: ya los sentidos

son una luz hacia lo verdadero.

Tan de repente ha sido.

Cuánta esperanza, cuánta cuba hermosa

sin fondo, con olor a tierra, a humo.

Hoy he querido celebrar aquello

mientras las nubes van hacia la puesta.

Y antes de que las lluvias del otoño

caigan, Oíd: vendimiad todo lo vuestro,

contad conmigo. Ebrios de sequía,

sea la claridad zaguán del alma.

¿Dónde quedaron mis borracherías?

Ante esta media azumbre, gracias, gracias

una vez más y adiós, adiós por siempre.

No volverá el amigo fiel de entonces.

 

 

COSECHA ETERNA

Y cualquier día se alzará la tierra.

Ved que siempre está a punto

y espera sólo un paso bien pisado.

!Pronto, pisadla ahora,

que sube, que se sale

la leche, la esperanza

del hombre, que ya cuece

el sobrio guiso de la vida! Pero

no, nunca así. !Pisadla

con fe, que el pie sencillo

sea ligera arma de pureza!

Nosotros, los mandados de la empresa,

los clientes del cielo,

¿qué más vamos a hacer? Y, nada, nada

habrá bajo la tierra que no salga

a la luz, y ved bien, a pesar nuestro,

como llega la hora de la trilla

y se tienden las parvas,

así nos llegará el mes de agosto,

del feraz acarreo,

y romperá hacia el sol nuestro fiel grano

porque algún día se alzará la tierra.

 

¿Quién con su mano eterna

nos siembra claro y nos recoge espeso?

¿Qué otra sazón sino la suya cuaja

nuestra cosecha? ¿Qué bravío empieza

a dar sabor a nuestro fruto? !A ese,

parad a ese, a mí, paremos todos:

nuestra semilla al viento!

Pero qué importa. !Ved, ved nuestro surco

avanzar como la ola,

vedle romper contra el inmenso escollo

del tiempo! Pero qué importa. !A la tierra,

a esta mujer mal paridera, demos

nuestra salud, el agua

de la salud del hombre! !Que a sus hijos

nos sienta así, nos sienta

herirla sin dolor su vientre a salvo!

Y ahora más que nunca,

en esta hora del día en que esto canto

el que no se dé cuenta

de que respira, no salga de casa.

!A su puerta el aliento

de la vida, a su calle

la verbena mejor! Mucho cuidado:

quien pisa raya pisará medalla.

Sagrado es desde hoy el menor gesto.

¿No se oye como el ruido

de un inmenso redil lejano? !Pronto,

que va a llegar la fresca y aún estamos

a la intemperie! Oídme, yo sé un sitio...

!Vamos, hay que ir allí, no perdáis tiempo,

no esperéis a sacar toda la ropa

que con lo puesto os basta!

!Que se hace tarde, vámonos, que llega

la hora de la tierra y aún no cala

nuestro riego, que cumple

el gran jornal del hombre y no está el hombre!

Pero ya qué más da. La culpa es nuestra

y quien iba a decirlo, pero vedlo:

mirad a nuestros pies alta la tierra.

 

 

AL RUIDO DEL DUERO

Y como yo veía

que era tan popular entre las calles

pasé el puente, y adiós, dejé atrás todo.

Pero hasta aquí me llega, quitádmelo, estoy siempre

oyendo el ruido aquel y subo y subo,

ando de pueblo en pueblo, pongo el oído

al vuelo del pardal, al sol, al aire,

yo qué, al cielo, al pecho de las mozas

y siempre el mismo son, igual mudanza.

¿Qué sitio éste sin tregua? ¿Qué huestes, que altas lides

entran a saco en mi alma a todas horas,

rinden la torre de la enseña blanca,

abren aquel portillo, el silencioso,

el nunca falso? Y eres

tú, música del río, aliento mío hondo,

llaneza y voz y pulso de mis hombres.

Cuanto mejor sería

esperar. Hoy no puedo, hoy estoy duro

de oído tras los años que he pasado

con los de la mala tierra. Pero he vuelto.

Campo de la verdad, ¿qué traición hubo?

Oíd cómo tanto tiempo y tanta empresa

hacen un solo ruido!

!Oíd cómo tenido día tras día

tanta pureza al lado nuestro, en casa,

y hemos seguido sordos!

!Ya ni esta tarde más! Sé bienvenida,

mañana. Pronto estoy: sedme testigos

los que aún oís. Oh, río,

fundador de ciudades,

sonando en todo menos en tu lecho,

haz que tu ruido sea nuestro canto,

nuestro taller en vida. Y si algún día

la soledad, el ver al hombre en venta,

el vino, el mal amor, el desaliento

asaltan lo que bien has hecho tuyo,

ponte como hoy en pie de guerra, guarda

todas mis puertas y ventanas como

tú has hecho desde siempre,

tú, a quien estoy oyendo igual que entonces,

tú, río de mi tierra, tú, río Duradero.

 

 

A MI ROPA TENDIDA

                                             (El alma)

 

Me la están refregando, alguien la aclara.

YO que desde aquel día

la eché a lo sucio para siempre, para

ya no lavarla más, y me servía!

!Si hasta me está más justa! No la he puesto

pero ahí la veis todos, ahí tendida,

ropa tendida al sol. ¿Quién es? ¿Qué es esto?

Jabonadura vuelve, qué blancura?

Como al atardecer el cerro es nuestra ropa

desde la infancia, más y más oscura

y ved la mía ahora. !Ved mi ropa,

con todo el aire y todo el cielo encima!

!No tendedla en el patio: ahí, en la cima,

por el rey siempre!

 

He dicho así a media alba

porque de nuevo la hallo,

de nuevo al aire libre sana y salva.

Fue en el río, seguro, en aquel río

donde se lava todo, bajo el puente.

Huele a la misma agua, a cuerpo mío,

que se la ponga! Sé que le ahogaría.

Bien sé que al pie del corazón no es blanca

pero no importa: un día...

Mañana todo el pueblo por las calles

y la conocerán y dirán: "Esta

es su camisa, aquella, la que era

sólo un remiendo y ya no le servía.

¿Qué es este amor? ¿Quién es su lavandera?

 

 

A UNA VIGA DE MESÓN

!Si veo las estrellas, si esta viga

deja pasar la luz y no sostiene

ya ni la casa. Viga

de par en par al resplandor que viene

y a la dura faena

del hombre, que ha metido

tantos sueños bajo ella, tanta buena

esperanza. Así, así. !No haber sentido

humo de la ciudad ni mano de obra!

siempre así. ¿No oigo el ruido aquel del río,

el viento aquel del llano? Si recobra

toda su vida sobre mí, si es mío

su cobijo por esta noche, que entra

más allá a su través! ¿Cómo he podido

sostenerme hoy aquí si ella se encuentra

en pleno vuelo, si ha ido

a darlo todo a campo abierto, fuera

de esta casa, con ella? !Contrafuerte

del cielo, alero inmenso, viga que era

hace sólo un momento un tronco inerte,

sé tu, sé la techumbre

para todos los hombres algún día!

Comienza a clarear. Como a una cumbre

blanco puro del aire... Si pudiera

decir qué tardes, qué mañanas mías

se han ganado... Gracias, gracias os doy con la mirada

porque me habéis traído aquellos días,

vosotras, que podéis ir y volver sin perder nada.

 

 

ANTE UNA PARED DE ADOBE

Tierra de eterno regadío, ahora

que es el tiempo de arar, ¿eres tú campo,

te abres al grano como entonces, sientes

aquel tempero? En vano

cobijarás con humildad al hombre.

Vuelve a la fe de la faena, a tu amo

de siempre, al suelo de Osma.

¿Y aquel riego tan claro

muy de mañana, el más beneficioso?

Creía yo que aún era verano

por mis andanzas, y heme

buscando techo. Si tú, que vas a dármelo

para hoy y muy pronto para siempre,

adobe con el cielo encima, a salvo

del aire que madura y del que agosta,

¿a qué sol te secaste, con qué manos

como estas mías tan feraz te hicieron,

con cuántos sueños nuestros te emepajaron?

Mejor la sal, mejor cualquier pedrisca

que vierte así: hecho andamio

de mi esperanza! Pero venid todos.

La tarde va a caer. !Estaos al raso

conmigo! !Aún no tocadle! Ya algún día,

surco en pie, palmo a palmo,

abriremos en ti una gran ventana

para ver las cosechas, como cuando

sólo eras tierra de labor y ahora

rompías hacia el sol bajo el arado.

 

 

AL FUEGO DEL HOGAR

Aún no pongáis las manos junto al fuego.

Refresca ya, y las mías

están solas; y qué importa, si luego

vais a venir, que se me queden frías.

Entonces qué rescoldo, qué alto leño,

cuánto humo subirá, como si el sueño,

toda la vida se prendiera. !Rama

que no dura, sarmiento que un instante

es un pajar y se consume, nunca,

nunca arderá bastante

la lumbre, aunque se haga con estrellas!

Este al menos es fuego

de cepa y me calienta todo el día.

Manos queridas, manos que ahora llego

casi a tocar, aquélla, la más mía,

!pensar que es pronto y el hogar crepita,

y está ya al rojo vivo,

y es fragua eterna, y funde, y resucita

aquel tizón, aquel del que recibo

todo el calor ahora,

el de la infancia! Igual que el aire en torno

de la llama también es llama, en torno

de aquellas ascuas humo fui. La hora

del refranero blanco, de la vieja

cuenta, del gran jornal siempre seguro.

!Decidme que no es tarde! Afuera deja

su ventisca el invierno y está oscuro.

 

 

DANDO UNA VUELTA POR MI CALLE

Basta, pies callejero,

no estáis pisando mosto, andad, en marcha.

¿Qué hacéis por esta calle,

aquí en la calle de mis correrías?

Más os valiera andar por otros barrios.

Siempre tan mal guiados,

cómo no ibais a caer. Es trampa,

trampa. ¿Qué cepo es éste?

¿Quién lo amañó tan bien que no hace falta

pieza y hoy por la tarde

tanto esta acerca como aquel balcón me cazan?

Se abrió la veda para siempre, y siempre,

tras de tres vuelos, la perdiz a tierra.

!Calle mayor de mi esperanza, suenen

en ti los pasos de mi vida, abre

tu palomar y salgan,

salgan al aire libre,

juegue con ellos todo el mundo al corro,

canten sin ton ni son, canten y bailen

de tejados arriba! Ved, ved cómo

aquel portal es el tonel sin fondo

donde fermenta mi niñez, y el otro,

siempre lleno de niñas, mi granero

de juventud, y el otro, el otro, el otro...

!Alcalde oígame, alcalde,

que no0 la asfalten nunca, que no dejen

pasar por ella más que a los de tierra

de bien sentado pan y vino moro!

Perdón, que por la calle va quien quiere

y yo no debo hablar así. Qué multa

me pondrían ahora, a mí el primero,

si me vieran lo cojo,

lo maleante que ando desde entonces.

Alto, alto mis pasos.

Yo que esperaba darme hoy un buen día.

Calle cerca del río y de la plaza.

Calle en el tiempo, no, no puedo irme,

nunca me iré de aquí: fue muy certero

el tiro.

Entonces estos años

qué mal cosido ajuar para la casa,

que arras sin brillo para la gran boda.

Cada piedra me sea como un ascua.

Los que estáis ahí, al sol, echadme, echadme.

Ya volveré yo cuando

se me acompase el corazón estos

pasos a los que invoco,

a los que estoy oyendo hoy por la tarde

sonar en esta acera,

en este callejón que da a la vida.

 

 

PRIMEROS FRÍOS

¿Quién nos calentará la vida ahora

si se nos quedo corto

el abrigo de invierno?

¿Quién nos dará para comprar castañas?

Allí sale humo, corazón, no a todos

se les mojó la leña.

Y hay que arrimar el alma,

hay que ir allí con pie casero y lleno

porque hoy va a helar, ya hiela.

Amaneció sereno y claro el día.

!Todas a mí mis plazas, mis campanas,

mis golondrinas! !Toda a mí mi infancia

antes de que esté lejos! Ya es la hora,

jamás desde hoy podré estar a cubierto.

!Dadme el aliento hermoso,

alzad las faldas y escarbad el cisco,

la vida, en la camilla en paz, en esta

camilla madre de la tierra! Pero,

¿a qué esperamos? !Pronto,

como en el juego aquel del soplavivo,

corra la brasa, corra

de mano en mano el fiel calor del hombre!

El que se queme perderá. Yo pierdo.

 

Así ha pasado el tiempo

y el invierno se me ha ido echando encima.

Hoy sólo espero ya estar en la casa

de la que sale el humo,

lejos de la ciudad, allí, adelante...

y ahora que cae el día

y en su zaguán oscuro se abre paso

el blanco pordiosero de la niebla,

adiós, adiós. Yo siempre

busqué vuestro calor. !Raza nocturna,

sombrío pueblo de perenne invierno!

¿Dónde está el corazón, dónde la lumbre

que yo esperaba? Cruzaré estas calles

y adiós, adiós. !Pero si yo la he visto,

si he sentido en mi vida

vuestra llama!

!Si he visto arder en el hogar la piña

de oro!

Sólo era vuestro frío. !Y quiero, quiero

irme allí! Pero ahora

ya para qué. Cuando iba a calentarme

ha amanecido.

 

 

ALTO JORNAL

Dichoso el que un buen día sale humilde

y se va por la calle, como tantos

días más de su vida, y no lo espera

y, de pronto, ¿qué es esto?, mira a lo alto

y ve, pone el oído al mundo y oye,

anda, y siente subirle entre los pasos

el amor de la tierra, y sigue, y abre

su taller verdadero, y en sus manos

brilla limpio su oficio, y nos lo entrega

de corazón porque ama, y va al trabajo

temblando como un niño que comulga

más sin caber en el pellejo, y cuando

se ha dado cuenta al fin de lo sencillo

que ha sido todo, ya el jornal ganado,

vuelve a su casa alegre y siente que alguien

empuña su aldabón, y no es en vano.

 

 

LLUVIA DE VERANO

Baja así, agua del cielo,

baja a vivir tu vida de la tierra

y a unirte al hombre, a su salud, al suelo

y al trabajo del campo. !Haber sentido

la pureza del mundo para ahora

contribuir a esta sazón, al ruido

de estos pies! ¿Por qué siempre llega la hora

del riego? Aunque sea en el verano

y aquí, llega tan fuerte

que no calma, no nubla al sol, da al llano

otra sequía más alta aún. Qué muerte

por demasía, pasajera

nube que iba a salvar lo que ahora arrasa.

Cala, cálanos más. !Lo que era

polvo suba en el agua que se amasa

con la tierra, que es tierra ya y castigo

puro de lo alto! Y qué importa que impida

la trilla o queme el trigo

si nos hizo creer que era la vida.

 

 

A LA NUBE AQUELLA

Si llegase a la nube pasajera

la tensión de mis ojos, ¿cómo iría

su resplandor dejándome en la tierra?

¿Cómo me dejaría oscurecido

si es clara su labor, y su materia

es casi luz, está al menos en lo alto?

!Arrancad es límpida osamenta

dejando ver un corazón aéreo,

fuerte con su latido de tormenta!

Qué vida y muerte fulminantes. !Sea

también así mi cuerpo! !A puro asalto

cobrádmelo, haced de él vuestra faena!

Si se acercase a mí, si me inundara

la vida con su vida tan intensa.

No lo resistiría. Pero, ¿acaso

alguien es digno de ello? ¿No se esfuerza

la nube por morir en tanto espacio

para incendiarlo de una vez? Entrega,

palabra pura de los cielos, himno:

suena como la voz del hombre, suena

y pasa, pasa así, dinos tu vida

verdad en esta clara hora terrena,

en esta oscura vida que huye y pasa

y nunca en ello podrá ver la inmensa,

sola alegría de aquí abajo, nube,

alma quizá en que un cuerpo se serena.

 

¿dónde están las nubes de otros días,

en qué cielo inmortal de primavera?

El blanco espacio en que estuvieron. ¿siente

aún su compañía y va con ella

creando un nuevo resplandor, lo mismo

que a media noche en la llanura queda

todo el impulso de la amanecida?

Lejos de donde el hombre se ha vendido,

aquel granero, ¿para qué cosecha?

Oh, nube que huye y cambia a cada instante

como si un pueblo altísimo de abejas

fuera allí trabajando a fuego limpio.

Nube que nace sin dolor, tan cerca.

!Y vivir en el sitio más hermoso

para esto, para caer a tierra

o desaparecer! No importa cómo

pero ahora, la nube aquella, aquella

que es nuestra y está allí, si no habitarla,

ya, quién pudiera al menos retenerla.

 

 

 VISIÓN A LA HORA DE LA SIESTA

!Si esa es mi hermana y cose cuarto adentro

tan tranquila y, de pronto,

!quitadla!, le da el sol y un simple rayo

la enhebra, y en él queda bien zurcida,

puntada blanca de la luz del mundo!

Y, !cerrad las venas!, ese rayo,

eterna levadura, se nos echa

encima, y nos fermenta, y en él cuaja

nuestro amado corazón y, como

la insurrección de un pueblo,

se extienda, avanza, cubre

toda la tierra ya, teje y desteje

la estopa hostil del hombre y allí, a una,

en el mesón del tiempo, siempre caro,

allí, a la puerta, en el telar hermoso,

vamos tejiendo, urdiendo

la camisa de Dios, el limpio sayo

de la vida y la muerte. Pero, ¿ahora,

qué pasa?: cuando estaba

viendo colgar del cielo

la bandera inmortal, como en los días

de fiesta en mi ciudad cuelga la enseña

roja y gualda, oídme, cuando

veía ese inmenso lienzo en el que cada

ligera trama es una vida entera

ocupar el espacio,

he aquí que un aliento, un tenue oreo,

después una voz clara

se alza, y con tal temple,

con tal metal essa voz suena ahora

que hilo a hilo cantando se descose

una vida, otra, otra,

de aquel gran sayo, y se oye como un himno,

escuchad, y de pronto...

 

De pronto estoy despierto y es de día.

 

 

INCIDENTE EN LOS JERÓNIMOS

!Que ahora va de verdad, que va mi vida

en ello! Si otros días

oísteis mi chillo en torno de este templo,

olvidadlo. !Que ahora

no veréis a este grajo

picar el huevo ni saquear el nido!

Ya nunca merendero,

nunca buscando el hato,

las albardas del hombre,

porque nada hubo allí sino ruin salsa.

Oídme, el soto, el aire,

malva, cardillo, salvia, mijo, orégano,

tú, mi pareja en celo,

todos, oídme: aquello no fue nunca

mi vida. Mala huelga.

Y hoy ¿qué cera inmortal bruñe mi pico?

Mi aéreo corazón. ¿dónde aldabea

con su sangre, en qué alto

portalón de los cielos para que abra

el menestral del buen amor su casa

y me diga que allí, allí está lo mío?

Ahí, dentro del templo

con el sol del membrillo, el de septiembre

!Ya no lo pienso más! Adiós. Ya pronto...

Entro por el ventano

y qué bien va mi vuelo por la bóveda

de la niñez, airoso

como sobre la plaza a media tarde.

!Que esto dure! !Prometo

pasar tan limpio como golondrina

cuando bebe! !Prometo

no tocar nada, pero que esto dure!

No durará. Dejadme

donde ahora estoy, en el crucero hermoso

de juventud. Y veo

la crestería en luz de la esperanza

arriba, arriba siempre.

Paso al carco fajón, faja de fiesta,

y el floral capitel. !Que siga, siga

el baile! !Más, doncellas, primavera,

alma del hombre! Y tú, ve de jarana,

viento de tantos años.

Deja caer este día como un fruto

de libertad. Recuerda

nuestras andanzas de oro,

tú recuerda, recuerda,

la fugaz alegría

de los hombres, su fiesta

tan pobre en días y tan rica en tiempo.

Pero, ¿qué pasa ahí?¿Es que el sol se ha puesto

y entra el alón tendido de las sombras?

!Águilas, dame, águilas,

el retráctil poder de vuestra garra

para afincarme bien en la moldura,

en el relieve del amor que sube

por el cimborrio al cielo! Algo me queda,

algo de vino fiel y verbeneo.

Pero, ¿aquí qué ha pasado? ¿Dónde anda

mi vida, dónde anda

mi pueblo? !Monaguillo,

tú, el hostiero mayor, que ya me empiezan

a flaquear el ala y la pechuga!

¿Y esa talla, ese estuco, ese retablo

de la vejez? !Que empieza

ya el sofoco, que el buche

lo llevo mal cumplido como en tiempo

de muda, que ya apenas

si me bulle el plumón! ¿Quién me ha metido

en el cañón de cada pluma la áspera

médula gris del desaliento? Eh, niños,

feligreses, vosotros

los que venís a esta parroquia, guiadme.

Estoy cerca, ¿verdad?, que ya no puedo.

Qué marejada, qué borrasca inmensa

bate mi quilla, quiebra mi plumaje

timonero. Este grajo,

este navío hace agua. Volver quiero,

volver quiero a volar con mi pareja.

Sí, festiva asamblea de las tardes,

ah, compañeros, ¿dónde,

dónde estáis que no os oigo?

No importa. Llegaré. Desde la cúpula

veré mejor. Y ahora,

vereda va y vereda viene, ¿en qué aire,

por qué camino voy? !Que ya no puedo

ni ver siquiera, que zozobro y choco

contra la piedra, contra

los muros de este templo, de esta patria!

!Niños, venid, atadme,

prefiero que me atéis los pies con vuestro

cordel azul de la pureza! Quieto,

quisiera estar en paz por un momento.

Llegaré. Llegaré. Ahí está mi vida,

ahí está el altar, ahí brilla mi pueblo.

Un poco más. Ya casi...

Tú, buen aliento, sigue

un poco más, alicas,

corazón sólo un poco...

Así, así... Ya, ya... !Que mala suerte!

!Ya por tan poco! Un grajo aquí, ya en tierra.

 

 

LA CONTRATA DE MOZOS

¿Qué estáis haciendo aquí? ¿Qué hacemos todos

en medio de la plaza y a estas horas?

Con tanto sol, ¿quién va a salir de casa

sólo por ver qué tal está la compra,

por ver si tiene buena cara el fruto

de nuestra vida, si no son las sobras

de nuestros años lo que le vendemos?

!A cerrar ya! Vámonos pronto a otra

feria donde haya buen mercado, donde

regatee la gente, y sise, y coja

con sus manos nuestra uva, y nos la tiente

a ver si es que está pasa! ¿A qué otra cosa

hemos venido aquí sino a vendernos?

Y hoy se fía, venid, que hoy no se cobra.

Es tan sencillo, da tanta alegría

ponerse el sol una mañana hermosa,

pregonar nuestro precio y todo cuanto

tenemos de hombres darlo a la redonda.

Hemos venido así a esta plaza siempre,

con la esperanza del que ofrece su obra,

su juventud al aire. ¿Y sólo el aire

ha de ser nuestro cliente? ¿Sin parroquia

ha de seguir el que es alquiladizo,

el que viene a pagar su renta? Próspera

fue en otro tiempo nuestra mercancía,

cuando la tierra nos la compró toda.

Entonces, lejos de esta plaza, entonces,

en el mercado de la luz. Ved ahora

en qué paró aquel género. Contrata,

lonja servil, teatro de deshonra.

JUnto a las duras piedras de rastrillo,

junto a la hoz y la criba, el bieldo y la horca,

ved aquí al hombre, ved aquí al apero

del tiempo. Junto al ajo y la cebolla,

ved la mocil cosecha de la vida.

Ved aquí al mocerío. A ver, ¿quién compra

este de pocos años, de la tierra

del pan, de buen riñón, de mano sobria

para la siega; este otro, de la tierra

del vino, algo coplero, de tan corta

talla y tan fuerte brazo, el que más rinde

en el trajín del acarreo? !Cosa

regalada!

 

                Y no viene nadie, y pronto

el sol de junio irá de puesta. Próspera

fue en otro tiempo nuestra mercancía.

Pero esperad, no recordéis ahora.

!Nuestra feria está aquí! Si hoy no, mañana;

si no mañana, un día. Lo que importa

es que vendrán, vendrán de todas partes,

de mil pueblos del mundo, de remotas

patrias vendrán los grandes compradores,

los del limpio almacén. !Nadie recoja

su corazón aún! Ya sé que es tarde

pero vendrán, vendrán. !Tened la boca

lista para el pregón, tened la vida

presta para el primero que la coja!

Ya sé que hoy es igual que el primer día

y así han pasado una mañana y otra

pero nuestra uva no se ablanda, siempre,

siempre está en su sazón, nunca está pocha.

Tened calma, los oigo. Ahí, ahí vienen.

 

Y así seguimos mientras cae la tarde,

mientras sobre la plaza caen las sombras.

 

 

UN RAMO POR EL RÍO

!Que nadie hable de muerte en este pueblo!

!Fuera del barrio del ciprés hoy día

en que los niños van a echar el ramo,

a echar la muerte al río! !Salid de casa: vámonos a verla!

!Ved a qué allá va, miradla, ved que es cosa

de niños! Tanto miedo

para esto. Tirad, tiradle piedras

que allá va, que allá va. Sí, lo que importa

es que esté lejos. ¿Recordáis ahora

cómo la flota eterna

de las estrellas sobre el agua

boga todas las noches, alta armada

invencible? !Ese ramo

a flor de agua también, a flor de vida!

!Nadie se quede en casa hoy! !Al río,

que allá va el ramo, allá se va la muerte

más florida que nunca!

 

...Ya no se ve. Dios sabe

si volverá, pero este año

será de primavera en nuestro pueblo.

 

 

CAZA MAYOR

Dura y sin hoyo está mi calma ahora.

¿Quién ha dormido aquí, madre, quién la hizo

tan mal todo este tiempo? !Venga, venga

lo mío! !Madre, a ver qué desbandada

es ésta! Ahí, van, tú dices,

todos los sueños, ahí van las palomas.

!Al ojeo, al ojeo! Las conozco:

esa es de corto vuelo, aquella otra

nuevica es, la otra pedigüeña,

algo cegata la del alba malva,

la de cargado buche, tan sencilla.

Nunca creí tan simple

verlas hoy aquí en tierra, aquí a mi lado.

!Pero que se me van! !Cerrad la espuertas,

cerrad esa ventana que mi vida

se va! Madre, ¿quién hizo

tan mal mi cama, con tal revoltijo?

!No! !Esos vencejos, esos

sueños de juventud que van y vienen

que me aletean en la cara! !Quietos,

quietos!!Estad como ése,

quietos en la pared, crucificados!

Ah, se me ponga siempre

el sol donde no me halle con vosotros.

!Fuera, fuera! He venido

a descansar. La culpa

es tuya, madre, que no me velaste.

Mira cómo aquel niño

se arrebuja en su sueño

como en su manta, y llega

a madurar con él, y se hace grano

allí dentro, en la prieta vaina pura,

y a punta ya, y no sabe, y la cosecha...

Él qué sabía de estos

que sabía que el hombre

ha de alumbrar sus sueños como el barbo

sus huevas, restregándose

contra la peña, contra lecho y lecho,

y éste es el mío. !Madre, dí, decidme

que no iré más por ahí dando mi vida,

que dormiré aquí siempre! Todos, todos

mis sueños a esta cama! Los conozco.

Qué cacería a campo abierto, a tiro

limpio. !Sus, sus, azuza,

corazón, que ahí está la pieza! !Olisca

vida mía, rastrea

esta sangre, esta cálida

música fiel del sueño! !Sea yo quien lo vea

entre las firmes patas de mis años!

!Eh, fierecilla, liebre,

no temas nada, enséñame

a dormir con los ojos

abiertos! Yo quisiera,

madre, que este cantar fuera sencillo

como entonces lo fue. Muy lejos, lejos

de esta carnicería, de este pueblo

de halcones que ahora envisco

para vivir. Tú, madre, escucha, dime

que no se me ha volcado ningún sueño,

que mi cama está limpia.

Pero oídme, yo nunca

me olvidé de vosotros. !Todos juntos

entremos hoy, cacemos

 en el primaveral coto florido

el buen soñar del hombre!

!Vamos a esa ciudad! !Unos con otros,

nadie se quedará sin pieza, todos

los sueños, toda

nuestra vida cantando!

!En el cepo cantando

la pieza hasta que se oiga

un solo son, un solo sueño hermoso!

Vamos a esa ciudad, vámonos ahora!

Aquí no estoy. Madre, ésta no es mi cama.

!Pero si es la de todos, si es la dura

pero con hoyo! Tierra. ¿Y quién la hizo

tan mal todo este tiempo, madre mía?

 

 

EL BAILE DE ÁGUEDAS

Veo que no queréis bailar conmigo

y hacéis muy bien. Si hasta ahora

no hice más que pisaros, si hasta ahora

no moví al aire vuestro estos pies cojos.

Tú siempre tan bailón, corazón mío.

!Métete en fiesta; pronto,

antes de que te quedes sin pareja!

!Hoy no hay escuela!, !al río,

a lavarse primero,

que hay que estar limpios cuando llegue la hora!

Ya están ahí, ya vienen

por el rail con sol de la esperanza

hombres de todo el mundo. Ya se ponen

a dar fe de su empleo de alegría.

¿Quién no esperó la fiesta?

¿Quién los días del año

no los pasó guardando bien la ropa

para el día de hoy? Y ya ha llegado.

Cúanto manteo, cuanta media blanca,

cuánto refajo de lanilla, cuánto

corto calzón. !Bien a lo vivo, como

es moza se pone su pañuelo,

poned el alma así, bien a lo vivo!

Echo de menos ahora

aquellos tiempos en los que a sus fiestas

se unía el hombre como el suero al queso.

Entonces sí que daban

su vida al sol, su aliento al aire, entonces

sí que eran encarnados en la tierra.

Para qué recordar. Estoy en medio

 de la fiesta y ya casi

cuaja la noche pronta de febrero.

Y aún sin bailar: yo solo.

!Venid, bailad conmigo, que ya puedo

arrimar la cintura bien, que puedo

mover los pasos a vuestro aire hermoso!

!Águedas, aguedicas,

decidles que me dejen

bailar con ellos, que yo soy del pueblo,

soy un vecino más, decid a todos

que he esperado este día

toda la vida! Oídlo.

Óyeme tú, que ahora

pasas al lado mío y un momento,

sin darte cuenta, miras a lo alto

y a tu corazón baja

el baile eterno de Águedas del mundo,

óyeme tú, que sabes

que se acaba la fiesta y no la puedes

guardar en casa como un limpio apero,

y se te va, y ya nunca...

tú, que pisas la tierra

y aprietas tu pareja y bailas, bailas.

 

 

PINAR AMANECIDO

viajero, tú nunca

te olvidarás si pisas estas tierras

del pino.

Cuánta salud, cuánto aire

limpio nos da. ¿No sientes

junto al pinar la cura,

el claro respirar del pulmón nuevo,

el fresco riego de la vida? Eso

es lo que importa. !Pino piñonero,

que llegue a la ciudad y sólo vea

la cercanía hermosa

del hombre! !Todos juntos,

poned contra pared, todos del brazo

por las calles

esperando las bodas

de corazón!

!Que vea, vea el corro

de los niños, y oiga

la alegría!

Todos cogidos de la mano, todos

cogidos de la vida

en torno

de la humildad del hombre!

Es solidaridad. Ah, tú, paloma

madre: mete el buen pico,

mete el buen grano hermoso

hasta el buche a tus crías.

Y ahora, viajero,

al cantar por segunda vez el gallo,

ve al pinar y allí espérame.

Bajo este coro eterno

de las doncellas de la amanecida,

de los fiesteros mozos del sol cárdeno,

tronco a tronco, hombre a hombre,

pinar, ciudad, cantemos:

que el amor nos ha unido

pino por pino, casa

por casa.

Nunca digamos la verdad en esta

sagrada hora del día.

Pobre de aquel que mire

y vea claro, vea

entrar a saco en el pinar la inmensa

 justicia de la luz, esté en el sitio

que a la ciudad ha puesto la audaz horda

de las estrellas, la implacable hueste

del espacio.

Pobre de aquel que vea

que lo que une es la defensa, el miedo.

!Un paso al frente el que ose

mirar la faz de la pureza, alzarle

la infantil falda casta

a la alegría!

Qué sutil añagaza, ruin chanchullo,

bien adobado cebo

de la apariencia.

¿Dónde el amor, donde el valor, sí, dónde

la compañía? Viajero,

sigue cantando la amistad dichosa

en el pinar amaneciente. Nunca

 creas esto que he dicho:

canta y canta. Tú nunca

digas por estas tierras

que hay poco amor y mucho miedo siempre.

 

 

 


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