No me gustaba para nada la imagen que salía en el fondo de mi ordenador en los últimos días. Claro que eso me venía pasando en el último año, cada vez que se cambiaba automáticamente la fotografía del fondo de pantalla, incluso a lo largo de los últimos años, desde siempre (a veces un paisaje bucólico, o un cielo estrellado e incluso una vez un solar en ruinas del que luego descubrí que se trataba de una acrópolis famosa), en realidad, nunca me ha gustado ver imágenes que no he elegido yo en el fondo de la pantalla, y tampoco disponía yo de imágenes que me representaran, me consideraba un verso suelto, alguien que se siente retratado en un fundido en negro. Es más, cuando yo encendía el ordenador y volvía a ver una nueva imagen en el fondo de pantalla, yo me concentraba lo más posible, mientras el sistema, la máquina, no acababa de arrancar, en solayar de alguna manera aquella imagen, procuraba que no me hipnotizase, utilizaba el fondo de pantalla para concentrarme mejor, y me qu...