Dejo aquí este poema de Wislawa Szymborska. Juzgar si la vida vale la pena vivirla es responder a la pregunta fundamental de la filosofía, nos recordaba Camus. Sobre esta pregunta fundamental y las razones que pueda tener un suicida para despedirse del mundo gira el poema de Wislawa. Sobre el absurdo de todo suicidio y la incomprensión y el asombro como única respuesta.
La manera en que Wislawa ha resuelto esta difícil empresa de presentar el tema es brillante. Si todo lugar del mundo merece ser observado y cantado, con más motivo una habitación, que es la morada en que se asienta un alma, el traje que más le conviene y el mejor retrato de un ser humano. Pero aquí lo que nos presenta Wislawa es una habitación aún más representativa: la que ocupó alguien que acaba de dejarla: la habitación de un amigo que se acaba de quitar la vida. Una habitación que aún respira una vida huidiza. Y el misterio de una vida que deja de ser palpitante y ahora yace muerta en algún lugar que ya no es esa habitación. Aquí, en esta habitación, las cosas contenidas, sus queridas posesiones, se yerguen y nos hablan del difunto. Un difunto que nada habló antes de su último gesto, que ni siquiera escribió un "no se culpe a nadie". El alma de un amigo querido contenida en una habitación, antes de que ésta, con todas sus cosas, se mude y también se disuelva. La poeta capta el alma de las cosas que fueron propiedad de quien se quitó la vida y así capta su alma. Y la poeta entona su endecha, su triste elegía, la incomprensión de un gesto que acaba de dejar un hueco en un universo lleno de vida. Y ese vacío deja en el alma de Wislawa un duelo que cristaliza en este poema extremecedor.
LA HABITACIÓN DEL SUICIDA
Seguramente creéis que la habitación estaba vacía.
Pues no. Había tres sillas bien firmes.
Una lámpara buena contra la oscuridad.
Un escritorio, en el escritorio una cartera, periódicos.
Un buda despreocupado. Un cristo pensativo.
Siete elefantes para la buena suerte y en el cajón una agenda.
¿Creéis que no estaban en ella nuestras direcciones?
Seguramente creéis que no había libros, cuadros ni discos.
Pues sí. Había una reanimante trompeta en unas manos negras.
Saskia con una flor cordial.
Alegría, divina chispa.
Odiseo sobre el estante durmiendo un sueño reparador
tras las fatigas del canto quinto.
Moralistas,
apellidos estampados con sílabas doradas
sobre lomos bellamente curtidos.
Los políticos justo al lado se mantenían erguidos.
No parecía que de esta habitación no hubiera salida,
al menos por la puerta,
o que no tuviera alguna perspectiva, al menos desde la ventana.
Las gafas para ver a lo lejos estaban en el alféizar.
Zumbaba una mosa, o sea que aún vivía.
Seguramente creéis que cuando menos la carta algo aclaraba.
y si yo os dijera que no había ninguna carta.
Tantos de nosotros, amigos, y todos cupimos
en un sobre vacío apoyado en un vaso.

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